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Omaja existe, una tarja situada a la entrada del poblado le recuerda al visitante que Darlington Der Kleer la fundó en 1906. Apoyados en el excepcional testimonio de Delfín González Rondón, los autores llevan a la historiografía los valores que envueltos en una variedad de matices puedan ser utilizados, tanto en la profundización del conocimiento de la historia local, como aportar datos a estudiosos que se recrean en lo real maravilloso de la evolución del desarrollo social. Solo Las tumbas de Omaja guardan algún secreto.
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Seitenzahl: 62
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Edición: María Caridad Sao Rodríguez
Corrección: Argel Fernández Granado
Diseño de cubierta y composición: Danay Guerra Alcorta
Ilustración de cubierta tomada de internet
Impresión: Pedro Pablo Gort López
Encuadernación: Jorge Polanco Martínez
Conversión a ebook: Grupo Creativo Ruth Casa Editorial
© Carmen Velázquez Quintana
Bienvenido de Ávila Echemendía, 2023
© Sobre la presente edición:
Editorial Sanlope, Las Tunas, 2024
ISBN: 9789592515024
Editorial Sanlope
Gonzalo de Quesada 121
Las Tunas, Cuba
Dedicado a Plácido Cruz Infante
Sinmiraratrás, en masas abandonaron el pueblo, no se lo pudieron llevar todo. Solo el dinero, pequeños objetos personales y un baúl inmenso lleno de dolorosos recuerdos. Aquí dejaron lo más importante: sus esperanzas, sus decepciones y sus muertos.
Iniciaron el cementerio comunitario y éste le reservó un pedazo de tierra donde en montículos de cemento, aparte de tener inscrito el nombre de los infortunados, señala el lugar de su eterno descanso.
Los que allí están, sin proponérselo muestran que no fueron fantasmas los que levantaron aquel emporio económico, ni defendieron en vano el nombre que lo identifica por siempre en un rincón oriental de Cuba, exactamente hoy en la provincia de Las Tunas.
De todas maneras, Omaja sí tuvo un testigo excepcional, Delfín González Rondón. Si nos atenemos al extraño privi-legio de vivir la génesis y el apocalipsis de un pueblo. De escuchar el primer golpe seco del martillo y el último repicar sonoro del badajo en el cóncavo de bronce de la campana en la torre de la iglesia secular.
Guardar el primer apretón de mano fundacional y las siluetas de los brazos en la ventanilla del tren, que diligente se alejaba estrechando en perspectiva las paralelas del ferrocarril. No volverían jamás.
Aún sin haber leído el libro de Jaime Sarusky tituladoLos fantasmas de Omaja, ya estábamosinteresados en los fantásticos relatos sobre esta singular aventura de expansión territorial capitalista en la Cuba de principio de siglo. No fue un capricho mantener el nombre foráneo, como no fue un capricho imponer la Enmienda Platt y los fariseos actos de reciprocidad. De haber prosperado este enclave colonial, tal vez hubiera constituido un pequeño Estado de la Unión dentro de nuestra querida ínsula.
Sarusky no habla en su obra de la fábrica que quisieron montar muy cerca de Omaja por estos tiempos, ese lugar con sus muros de hormigón nunca develó el secreto, nadie conocía cuál era su verdadero fin. Una pequeña placa de hierro incrustada en uno de los muros abandonados nos afirma la intención azucarera.
De todas maneras lo investigado por Sarusky fue tomado en cuenta para corregir los posibles defectos de entorno y conocimientos de este excepcional testigo.
Una tarja situada a la entrada del poblado obliga a recordarle al visitante que Darlington Der Kleer había fundado Omaja en el 1906.
Ya para entonces nuestro testimoniante era un ingenuo guajirito que correteaba, cazaba y pescaba en estosvírgenesmontes.
La intención de este libro apoyado en el testimonio de un insuperable testigo es llevar a la historiografía, los valores que envueltos en una variedad de matices puedan ser utilizados en la profundización del conocimiento de la historia local. Omaja existe. Conocer este testimonio, su actual pueblito y el municipio puede cautivar en lo real maravilloso de su evolción y desarrollo, en definitiva después de Delfín solo las tumbas de Omaja guardan algún secreto.
Los autores.
Delfín González Rondón nació en una finca propiedad de su familia el 27 de septiembre de 1893. Su padre, cubano, Ursinio Carmenate, recio hombre de campo que en la guerra del 1895 se integró al ejercito mambí, donde alcanzó los grados de teniente. Fue gravemente herido en la toma de Las Tunas 1896 peleando a lasórdenesde Calixto García. Al concluir la guerra regresó a su pedazo de tierra y tuvo ocho hijos que crió en el amor a la tierra y a su patria.
Delfín, uno de los primeros, vivió con el viejo siempre, desempeñándose como trabajador agrícola cíclico, además de atender el conuco familiar. Nunca dejó el campo ni el lugar donde nació.
Llegado el tiempo contrajo matrimonio con Dolores Ortíz Echevarría su esposa de por vida, teniendo al igual que su padre 8 hijos. Respondiendo a su estirpe mambí fue colaborador del Movimiento 26 de Julio. Sus hijos tanto varones como hembras se involucraron en las luchas contra Batista, los varones se alzaron llegando a oficial uno de ellos. En la actualidad los que viven están integrados plenamente al proceso revolucionario. Blas y Teresita son importantes personalidades de Omaja.
Solo le acompaña en su larga existencia, una virgen de la Caridad del Cobre, tallada finamente en madera preciosa, heredada de sus padres. Había nacido en Omaja antes de que el territorio tuviera ese nombre y nunca lo había abandonado, vivió 107 años.
Todo lo sabe de la colonia, el vivir de cada uno de aquellos rubios que llegaron para imponer sus costumbres, a dejar sus tradiciones, americanizar unas porciones de su tropical suelo. Del primer árbol que derribado abrigó el primer hogar o de la mutilación lenta de todo cuanto fue creado.
Un día después de cumplirlos cien años aquel 27 de septiembre de 1993, Delfín González Rondón se había persignado como lo hacía desde su infancia frente a la virgen de la Caridad del Cobre, reliquia familiar, conservada desde siempre y se dispuso a contarnos la historia de Omaja, no sin antes, dejar acomodados sus justificados achaques al suave sillón, en la limpia y acogedora sala.
Andaba yo por los 12 ó 13años más o menos cuando conocí o vi de cerca un americano. He vivido siempre aquí. Aquella vez era de mañana, próximo a las doce y el polvo del camino, junto a la calentura del sol le puso roja la cara y más amarillo el pelo. El no llegó solo, vino con el dueño de las tierras hasta ese día. Aéste sí lo conocía bien porque era amigo de mipadre. Creo más, era el patrón porque papá trabajaba para él algunas veces. Fue mi suerte ser de los primeros que tuvo que ver con ellos.
Lico Gómez Machado1, procurador, fue el hombre que trajo a los americanos a la comarca. Todavía cuando eso no existía ningún poblado, solo vecinos que vivían lejos unos de otros, trabajadores dela finca grande, y una muyalta cruz centenaria, que ahora se encuentra cerca del poblado de Las Parras. M