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Federico García Lorca

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Esta edición digital en formato ePub se ha realizado a partir de una edición impresa digitalizada que forma parte de los fondos de la Biblioteca Nacional de España. El proyecto de creación de ePubs a partir de obras digitalizadas de la BNE pretende enriquecer la oferta de servicios de la Biblioteca Digital Hispánica y se enmarca en el proyecto BNElab, que nace con el objetivo de impulsar el uso de los recursos digitales de la Biblioteca Nacional de España. En el proceso de digitalización de documentos, los impresos son en primer lugar digitalizados en forma de imagen. Posteriormente, el texto es extraído de manera automatizada gracias a la tecnología de reconocimiento óptico de caracteres (OCR). El texto así obtenido ha sido aquí revisado, corregido y convertido a ePub (libro electrónico o «publicación electrónica»), formato abierto y estándar de libros digitales. Se intenta respetar en la mayor medida posible el texto original (por ejemplo en cuanto a ortografía), pero pueden realizarse modificaciones con vistas a una mejor legibilidad y adaptación al nuevo formato. Si encuentra errores o anomalías, estaremos muy agradecidos si nos lo hacen saber a través del correo [email protected]. Las obras aquí convertidas a ePub se encuentran en dominio público, y la utilización de estos textos es libre y gratuita.

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Esta edición electrónica en formato ePub se ha realizado a partir de la edición impresa de 1921, que forma parte de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Libro de poemas

Federico García Lorca

Índice

Cubierta

Portada

Preliminares

Libro de poemas

LOS ENCUENTROS DE UN CARACOL AVENTURERO

CANCIÓN OTOÑAL

CANCIÓN PRIMAVERAL

CANCIÓN MENOR

ELEGÍA A DOÑA JUANA LA LOCA

¡CIGARRA!

BALADA TRISTE

MAÑANA

LA SOMBRA DE MI ALMA

LLUVIA

SI MIS MANOS PUDIERAN DESHOJAR

EL CANTO DE LA MIEL

ELEGÍA

EL DIAMANTE

MADRIGAL DE VERANO

ALBA

EL PRESENTIMIENTO

CANCIÓN PARA LA LUNA

ELEGÍA DEL SILENCIO

BALADA DE UN DÍA DE JULIO

IN MEMORIAM

SUEÑO

PAISAJE

NOVIEMBRE

PREGUNTAS

LA VELETA YACENTE

CORAZÓN NUEVO

SE HA PUESTO EL SOL

PAJARITA DE PAPEL

MADRIGAL

UNA CAMPANA

CONSULTA

TARDE

HAY ALMAS QUE TIENEN...

PROLOGO

BALADA INTERIOR

EL LAGARTO VIEJO

PATIO HÚMEDO

BALADA DE LA PLACETA

ENCRUCIJADA

HORA DE ESTRELLAS

EL CONCIERTO INTERRUMPIDO

CANCIÓN ORIENTAL

CHOPO MUERTO

CAMPO

LA BALADA DEL AGUA DEL MAR

ÁRBOLES

LA LUNA Y LA MUERTE

MADRIGAL

DESEO

LOS ÁLAMOS DE PLATA

ESPIGAS

MEDITACIÓN BAJO LA LLUVIA

MANANTIAL

MAR

SUEÑO

OTRO SUEÑO

ENCINA

INVOCACIÓN AL LAUREL

RITMO DE OTOÑO

AIRE DE NOCTURNO

NIDO

OTRA CANCIÓN

EL MACHO CABRIO

Acerca de esta edición

Enlaces relacionados

A MI HERMANO PAQUITO

VIENTO del Sur.

Moreno, ardiente,

Llegas sobre mi carne,

Trayéndome semilla

De brillantes

Miradas, empapado

De azahares.

Pones roja la luna

Y sollozantes

Los álamos cautivos, pero vienes

¡Demasiado tarde!

¡Ya he enrollado la noche de mi cuento

En el estante!

Sin ningún viento,

¡Hazme caso!

Gira, corazón;

Gira, corazón.

Aire del Norte,

¡Oso blanco del viento!,

Llegas sobre mi carne

Tembloroso de auroras

Boreales,

Con tu capa de espectros

Capitanes,

Y riyéndote a gritos

Del Dante.

¡Oh pulidor de estrellas!

Pero vienes

Demasiado tarde.

Mi almario está musgoso

Y he perdido la llave.

Sin ningún viento,

¡Hazme caso!

Gira, corazón;

Gira, corazón.

Brisas, gnomos y vientos

De ninguna parte.

Mosquitos de la rosa

De pétalos pirámides.

Alisios destetados

Entre los rudos árboles,

Flautas en la tormenta,

¡Dejadme!

Tiene recias cadenas

Mi recuerdo,

y está cautiva el ave

Que dibuja con trinos

La tarde.

Las cosas que se van no vuelven nunca,

Todo el mundo lo sabe,

Y entre el claro gentío de los vientos

Es inútil quejarse.

¿Verdad, chopo, maestro de la brisa?

¡Es inútil quejarse!

Sin ningún viento,

¡Hazme caso!

Gira, corazón;

Gira, corazón.

LOS ENCUENTROS DE UN CARACOL AVENTURERO

Diciembre de 1918

(GRANADA)

A Ramón P. Roda

HAY dulzura infantil

En la mañana quieta.

Los árboles extienden

Sus brazos a la tierra.

Un vaho tembloroso

Cubre las sementeras,

Y las arañas tienden

Sus caminos de seda

—Rayas al cristal limpio

Del aire—.

En la alameda

Un manantial recita

Su canto entre las hierbas.

Y el caracol, pacífico

Burgués de la vereda,

Ignorado y humilde,

El paisaje contempla.

La divina quietud

De la Naturaleza

Le dió valor y fe,

Y olvidando las penas

De su hogar, deseó

Ver el fin de senda.

Echó andar e internóse

En un bosque de yedras

Y de ortigas. En medio

Había dos ranas viejas

Que tomaban el sol,

Aburridas y enfermas.

Estos cantos modernos,

Murmuraba una de ellas,

Son inútiles. Todos,

Amiga, le contesta

La otra rana, que estaba

Herida y casi ciega:

Cuando joven creía

Que si al fin Dios oyera

Nuestro canto, tendría

Compasión. Y mi ciencia,

Pues ya he vivido mucho,

Hace que no la crea.

Yo ya no canto más...

Las dos ranas se quejan

Pidiendo una limosna

A una ranita nueva

Que pasa presumida

Apartando las hierbas.

Ante el bosque sombrío

El caracol, se aterra.

Quiere gritar. No puede.

Las ranas se le acercan.

¿Es una mariposa?,

Dice la casi ciega.

Tiene dos cuernecitos,

La otra rana contesta.

Es el caracol. ¿Vienes,

Caracol, de otras tierras?

Vengo de mi casa y quiero

Volverme muy pronto a ella.

Es un bicho muy cobarde,

Exclama la rana ciega.

¿No cantas nunca? No canto,

Dice el caracol. ¿Ni rezas?

Tampoco: nunca aprendí.

¿Ni crees en la vida eterna?

¿Qué es eso?

Pues vivir siempre

En el agua más serena,

Junto a una tierra florida

Que a un rico manjar sustenta.

Cuando niño a mí me dijo

Un día mi pobre abuela

Que al morirme yo me iría

Sobre las hojas más tiernas

De los árboles más altos.

Una hereje era tu abuela.

La verdad te la decimos

Nosotras. Creerás en ella,

Dicen las ranas furiosas.

¿Por qué quise ver la senda?

Gime el caracol. Si, creo

Por siempre en la vida eterna

Qué predicáis...

Las ranas,

Muy pensativas, se alejan,

Y el caracol, asustado,

Se va perdiendo en la selva.

Las dos ranas mendigas

Como esfingen se quedan.

Una de ellas pregunta:

¿Crees tú en la vida eterna?

Yo no, dice muy triste

La rana herida y ciega,

¿Por qué hemos dicho entonces

Al caracol que crea?

Por qué... No se por qué,

Dice la rana ciega.

Me lleno de emoción

Al sentir la firmeza

Con que llaman mis hijos

A Dios desde la acequia...

El pobre caracol

Vuelve atrás. Ya en la senda

Un silencio ondulado

Mana de la alameda.

Con un grupo de hormigas

Encarnadas se encuentra.

Van muy alborotadas,

Arrastrando tras ellas

A otra hormiga que tiene

Tronchadas las antenas.

El caracol exclama:

Hormiguitas, paciencia.

¿Por qué así maltratáis

A vuestra compañera?

Contadme lo que ha hecho.

Yo juzgaré en conciencia.

Cuéntalo tú, hormiguita.

La hormiga medio muerta

Dice muy tristemente:

Yo he visto las estrellas.

¿Qué son estrellas?—dicen

Las hormigas inquietas.

Y el caracol pregunta

Pensativo: ¿estrellas?

Si, repite la hormiga,

He visto las estrellas.

Subí al árbol más alto

Que tiene la alameda

Y vi miles de ojos

Dentro de mis tinieblas

El caracol pregunta:

¿Pero qué son estrellas?

Son luces que llevamos

Sobre nuestra cabeza.

Nosotras no las vemos,

Las hormigas comentan.

Y el caracol, mi vista

Sólo alcanza a las hierbas.

Las hormigas exclaman

Moviendo sus antenas:

Te mataremos, eres

Perezosa y perversa.

El trabajo es tu ley.

Yo he visto a las estrellas,

Dice la hormiga herida.

Y el caracol sentencia:

Dejadla que se vaya,

Seguid vuestras faenas.

Es fácil que muy pronto

Ya rendida se muera.

Por el aire dulzón

Ha cruzado una abeja.

La hormiga agonizando

Huele la tarde inmensa

Y dice, es la que viene

A llevarme a una estrella.

Las demás hormiguitas

Huyen al verla muerta.

El caracol suspira

Y aturdido se aleja

Lleno de confusión

Por lo eterno. La senda

No tiene fin, exclama.

Acaso a las estrellas

Se llegue por aquí.

Pero mi gran torpeza

Me impedirá llegar.

No hay que pensar en ellas.

Todo estaba brumoso

De sol débil y niebla.

Campanarios lejanos

Llaman gente a la iglesia,

Y el caracol, pacifico

Burgués de la vereda,

Aturdido e inquieto

El paisaje contempla.

CANCIÓN OTOÑAL

Noviembre de 1918

(GRANADA)

HOY siento en el corazón

Un vago temblor de estrellas

Pero mi senda se pierde.

En alma de la niebla.

La luz me troncha las alas

Y el dolor de mi tristeza

Va mojando los recuerdos

En la fuente de la idea.

Todas las rosas son blancas,

Tan blancas como mi pena,

Y no son las rosas blancas,

Que ha nevado sobre ellas.

Antes tuvieron el iris.

También sobre el alma nieva.

La nieve del alma tiene

Copos de besos y escenas

Que se hundieron en la sombra

O en la luz del que las piensa.

La nieve cae de las rosas

Pero la del alma queda,

Y la garra de los años

Hace un sudario con ella.

¿Se deshelará la nieve

Cuando la muerte nos lleva?

¿O después habrá otra nieve

Y otras rosas más perfectas?

¿Será la paz con nosotros

Como Cristo nos enseña?

¿O nunca será posible

La solución del problema?

¿Y si el Amor nos engaña?

¿Quién la vida nos alienta

Si el crepúsculo nos hunde

En la verdadera ciencia

Del Bien que quizá no exista

Y del Mal que late cerca?

¿Si la esperanza se apaga

Y la Babel se comienza

Qué antorcha iluminara

Los caminos en la Tierra?

¿Si el azul es un ensueño

Qué será de la inocencia?

¿Qué será del corazón

Si el Amor no tiene flechas?

¿Y si la muerte es la muerte

Qué será de los poetas

Y de las cosas dormidas

Que ya nadie las recuerda?

¡Oh sol de las esperanzas!

¡Agua clara! ¡Luna nueva!

¡Corazones de los niños!

¡Almas rudas de las piedras!

Hoy siento en el corazón

Un vago temblor de estrellas

Y todas las rosas son

Tan blancas como mi pena.

CANCIÓN PRIMAVERAL

28 de marzo de 1919

(GRANADA)

I

SALEN los niños alegres

De la escuela,

Poniendo en el aire tibio

Del Abril, canciones tiernas.

¡Que alegría tiene el hondo

Silencio de la calleja!

Un silencio hecho pedazos

Por risas de plata nueva.

II

Voy camino de la tarde

Entre flores de la huerta

Dejando sobre el camino

El agua de mi tristeza.

En el monte solitario

Un cementerio de aldea

Parece un campo sembrado

Con granos de calaveras.

Y han florecido cipreses

Como gigantes cabezas

Que con órbitas vacías

Y verdosas cabelleras

Pensativos y dolientes

El horizonte contemplan.

¡Abril divino, que vienes

Cargado de sol y esencias