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Veröffentlichungsjahr: 1921
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Libro de poemas
Federico García Lorca
Índice
Cubierta
Portada
Preliminares
Libro de poemas
LOS ENCUENTROS DE UN CARACOL AVENTURERO
CANCIÓN OTOÑAL
CANCIÓN PRIMAVERAL
CANCIÓN MENOR
ELEGÍA A DOÑA JUANA LA LOCA
¡CIGARRA!
BALADA TRISTE
MAÑANA
LA SOMBRA DE MI ALMA
LLUVIA
SI MIS MANOS PUDIERAN DESHOJAR
EL CANTO DE LA MIEL
ELEGÍA
EL DIAMANTE
MADRIGAL DE VERANO
ALBA
EL PRESENTIMIENTO
CANCIÓN PARA LA LUNA
ELEGÍA DEL SILENCIO
BALADA DE UN DÍA DE JULIO
IN MEMORIAM
SUEÑO
PAISAJE
NOVIEMBRE
PREGUNTAS
LA VELETA YACENTE
CORAZÓN NUEVO
SE HA PUESTO EL SOL
PAJARITA DE PAPEL
MADRIGAL
UNA CAMPANA
CONSULTA
TARDE
HAY ALMAS QUE TIENEN...
PROLOGO
BALADA INTERIOR
EL LAGARTO VIEJO
PATIO HÚMEDO
BALADA DE LA PLACETA
ENCRUCIJADA
HORA DE ESTRELLAS
EL CONCIERTO INTERRUMPIDO
CANCIÓN ORIENTAL
CHOPO MUERTO
CAMPO
LA BALADA DEL AGUA DEL MAR
ÁRBOLES
LA LUNA Y LA MUERTE
MADRIGAL
DESEO
LOS ÁLAMOS DE PLATA
ESPIGAS
MEDITACIÓN BAJO LA LLUVIA
MANANTIAL
MAR
SUEÑO
OTRO SUEÑO
ENCINA
INVOCACIÓN AL LAUREL
RITMO DE OTOÑO
AIRE DE NOCTURNO
NIDO
OTRA CANCIÓN
EL MACHO CABRIO
Acerca de esta edición
Enlaces relacionados
VIENTO del Sur.
Moreno, ardiente,
Llegas sobre mi carne,
Trayéndome semilla
De brillantes
Miradas, empapado
De azahares.
Pones roja la luna
Y sollozantes
Los álamos cautivos, pero vienes
¡Demasiado tarde!
¡Ya he enrollado la noche de mi cuento
En el estante!
Sin ningún viento,
¡Hazme caso!
Gira, corazón;
Gira, corazón.
Aire del Norte,
¡Oso blanco del viento!,
Llegas sobre mi carne
Tembloroso de auroras
Boreales,
Con tu capa de espectros
Capitanes,
Y riyéndote a gritos
Del Dante.
¡Oh pulidor de estrellas!
Pero vienes
Demasiado tarde.
Mi almario está musgoso
Y he perdido la llave.
Sin ningún viento,
¡Hazme caso!
Gira, corazón;
Gira, corazón.
Brisas, gnomos y vientos
De ninguna parte.
Mosquitos de la rosa
De pétalos pirámides.
Alisios destetados
Entre los rudos árboles,
Flautas en la tormenta,
¡Dejadme!
Tiene recias cadenas
Mi recuerdo,
y está cautiva el ave
Que dibuja con trinos
La tarde.
Las cosas que se van no vuelven nunca,
Todo el mundo lo sabe,
Y entre el claro gentío de los vientos
Es inútil quejarse.
¿Verdad, chopo, maestro de la brisa?
¡Es inútil quejarse!
Sin ningún viento,
¡Hazme caso!
Gira, corazón;
Gira, corazón.
Diciembre de 1918
(GRANADA)
A Ramón P. Roda
HAY dulzura infantil
En la mañana quieta.
Los árboles extienden
Sus brazos a la tierra.
Un vaho tembloroso
Cubre las sementeras,
Y las arañas tienden
Sus caminos de seda
—Rayas al cristal limpio
Del aire—.
En la alameda
Un manantial recita
Su canto entre las hierbas.
Y el caracol, pacífico
Burgués de la vereda,
Ignorado y humilde,
El paisaje contempla.
La divina quietud
De la Naturaleza
Le dió valor y fe,
Y olvidando las penas
De su hogar, deseó
Ver el fin de senda.
Echó andar e internóse
En un bosque de yedras
Y de ortigas. En medio
Había dos ranas viejas
Que tomaban el sol,
Aburridas y enfermas.
Estos cantos modernos,
Murmuraba una de ellas,
Son inútiles. Todos,
Amiga, le contesta
La otra rana, que estaba
Herida y casi ciega:
Cuando joven creía
Que si al fin Dios oyera
Nuestro canto, tendría
Compasión. Y mi ciencia,
Pues ya he vivido mucho,
Hace que no la crea.
Yo ya no canto más...
Las dos ranas se quejan
Pidiendo una limosna
A una ranita nueva
Que pasa presumida
Apartando las hierbas.
Ante el bosque sombrío
El caracol, se aterra.
Quiere gritar. No puede.
Las ranas se le acercan.
¿Es una mariposa?,
Dice la casi ciega.
Tiene dos cuernecitos,
La otra rana contesta.
Es el caracol. ¿Vienes,
Caracol, de otras tierras?
Vengo de mi casa y quiero
Volverme muy pronto a ella.
Es un bicho muy cobarde,
Exclama la rana ciega.
¿No cantas nunca? No canto,
Dice el caracol. ¿Ni rezas?
Tampoco: nunca aprendí.
¿Ni crees en la vida eterna?
¿Qué es eso?
Pues vivir siempre
En el agua más serena,
Junto a una tierra florida
Que a un rico manjar sustenta.
Cuando niño a mí me dijo
Un día mi pobre abuela
Que al morirme yo me iría
Sobre las hojas más tiernas
De los árboles más altos.
Una hereje era tu abuela.
La verdad te la decimos
Nosotras. Creerás en ella,
Dicen las ranas furiosas.
¿Por qué quise ver la senda?
Gime el caracol. Si, creo
Por siempre en la vida eterna
Qué predicáis...
Las ranas,
Muy pensativas, se alejan,
Y el caracol, asustado,
Se va perdiendo en la selva.
Las dos ranas mendigas
Como esfingen se quedan.
Una de ellas pregunta:
¿Crees tú en la vida eterna?
Yo no, dice muy triste
La rana herida y ciega,
¿Por qué hemos dicho entonces
Al caracol que crea?
Por qué... No se por qué,
Dice la rana ciega.
Me lleno de emoción
Al sentir la firmeza
Con que llaman mis hijos
A Dios desde la acequia...
El pobre caracol
Vuelve atrás. Ya en la senda
Un silencio ondulado
Mana de la alameda.
Con un grupo de hormigas
Encarnadas se encuentra.
Van muy alborotadas,
Arrastrando tras ellas
A otra hormiga que tiene
Tronchadas las antenas.
El caracol exclama:
Hormiguitas, paciencia.
¿Por qué así maltratáis
A vuestra compañera?
Contadme lo que ha hecho.
Yo juzgaré en conciencia.
Cuéntalo tú, hormiguita.
La hormiga medio muerta
Dice muy tristemente:
Yo he visto las estrellas.
¿Qué son estrellas?—dicen
Las hormigas inquietas.
Y el caracol pregunta
Pensativo: ¿estrellas?
Si, repite la hormiga,
He visto las estrellas.
Subí al árbol más alto
Que tiene la alameda
Y vi miles de ojos
Dentro de mis tinieblas
El caracol pregunta:
¿Pero qué son estrellas?
Son luces que llevamos
Sobre nuestra cabeza.
Nosotras no las vemos,
Las hormigas comentan.
Y el caracol, mi vista
Sólo alcanza a las hierbas.
Las hormigas exclaman
Moviendo sus antenas:
Te mataremos, eres
Perezosa y perversa.
El trabajo es tu ley.
Yo he visto a las estrellas,
Dice la hormiga herida.
Y el caracol sentencia:
Dejadla que se vaya,
Seguid vuestras faenas.
Es fácil que muy pronto
Ya rendida se muera.
Por el aire dulzón
Ha cruzado una abeja.
La hormiga agonizando
Huele la tarde inmensa
Y dice, es la que viene
A llevarme a una estrella.
Las demás hormiguitas
Huyen al verla muerta.
El caracol suspira
Y aturdido se aleja
Lleno de confusión
Por lo eterno. La senda
No tiene fin, exclama.
Acaso a las estrellas
Se llegue por aquí.
Pero mi gran torpeza
Me impedirá llegar.
No hay que pensar en ellas.
Todo estaba brumoso
De sol débil y niebla.
Campanarios lejanos
Llaman gente a la iglesia,
Y el caracol, pacifico
Burgués de la vereda,
Aturdido e inquieto
El paisaje contempla.
Noviembre de 1918
(GRANADA)
HOY siento en el corazón
Un vago temblor de estrellas
Pero mi senda se pierde.
En alma de la niebla.
La luz me troncha las alas
Y el dolor de mi tristeza
Va mojando los recuerdos
En la fuente de la idea.
Todas las rosas son blancas,
Tan blancas como mi pena,
Y no son las rosas blancas,
Que ha nevado sobre ellas.
Antes tuvieron el iris.
También sobre el alma nieva.
La nieve del alma tiene
Copos de besos y escenas
Que se hundieron en la sombra
O en la luz del que las piensa.
La nieve cae de las rosas
Pero la del alma queda,
Y la garra de los años
Hace un sudario con ella.
¿Se deshelará la nieve
Cuando la muerte nos lleva?
¿O después habrá otra nieve
Y otras rosas más perfectas?
¿Será la paz con nosotros
Como Cristo nos enseña?
¿O nunca será posible
La solución del problema?
¿Y si el Amor nos engaña?
¿Quién la vida nos alienta
Si el crepúsculo nos hunde
En la verdadera ciencia
Del Bien que quizá no exista
Y del Mal que late cerca?
¿Si la esperanza se apaga
Y la Babel se comienza
Qué antorcha iluminara
Los caminos en la Tierra?
¿Si el azul es un ensueño
Qué será de la inocencia?
¿Qué será del corazón
Si el Amor no tiene flechas?
¿Y si la muerte es la muerte
Qué será de los poetas
Y de las cosas dormidas
Que ya nadie las recuerda?
¡Oh sol de las esperanzas!
¡Agua clara! ¡Luna nueva!
¡Corazones de los niños!
¡Almas rudas de las piedras!
Hoy siento en el corazón
Un vago temblor de estrellas
Y todas las rosas son
Tan blancas como mi pena.
28 de marzo de 1919
(GRANADA)
I
SALEN los niños alegres
De la escuela,
Poniendo en el aire tibio
Del Abril, canciones tiernas.
¡Que alegría tiene el hondo
Silencio de la calleja!
Un silencio hecho pedazos
Por risas de plata nueva.
II
Voy camino de la tarde
Entre flores de la huerta
Dejando sobre el camino
El agua de mi tristeza.
En el monte solitario
Un cementerio de aldea
Parece un campo sembrado
Con granos de calaveras.
Y han florecido cipreses
Como gigantes cabezas
Que con órbitas vacías
Y verdosas cabelleras
Pensativos y dolientes
El horizonte contemplan.
¡Abril divino, que vienes
Cargado de sol y esencias
