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En esta obra el autor nos revela aspectos casi desconocidos de la multifacética personalidad del Apóstol, José Martí. De igual manera, aparecen revelaciones sobre la agencia de espionaje más importante de las tres contiendas independentistas y de su fundador y jefe, el Agente General Luis.
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Seitenzahl: 284
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Edición: Martha Pon Rodríguez
Diseño de cubierta y pliego gráfico: Alexis Diezcabezas
Composición: Martha Pon Rodríguez
© Raúl Rodríguez La O, 2019
© Primera edición: 2003
© Segunda edición: Editorial Capitán San Luis, 2019
ISBN: 9789592115538
Editorial Capitán San Luis
Calle 38 no. 4717 ente 40 y 47, Kohly, Playa
La Habana, Cuba
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A la memoria del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, y los comandantes Camilo Cienfuegos Goriarán, Ernesto Che Guevara de la Serna y Juan Almeida Bosque
Agradezco nuevamente a mi amigo, poeta, ensayista y narrador ya fallecido Cintio Vitier Bolaños, quien con su generosidad de siempre puso en mi conocimiento el último seudónimo utilizado por José Martí:
Abel
Las diferentes facetas de la vida de nuestro Apóstol y Héroe Nacional, José Martí, están reveladas en su extensa obra. A través de ella podemos conocer al intelectual, periodista, poeta, crítico literario, traductor, dramaturgo, cuentista, novelista y diplomático, así como su colosal labor patriótica, política y revolucionaria a favor de la independencia de Cuba desde la primera gesta libertaria, iniciada por el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, el 10 de octubre de 1868 en Demajagua, Manzanillo, municipalidad de la entonces provincia oriental, hasta su caída en combate, el 19 de mayo de 1895.
Casi todas las facetas de Martí han sido objeto de estudio y profundo análisis. Sin embargo, hay una que los historiadores, investigadores y especialistas, dedicados a su obra, aún no han abordado con la suficiente profundidad; me refiero a la importancia que nuestro Héroe Nacional concedió a las actividades de espionaje y contraespionaje durante las luchas independentistas, fundamentalmente durante la Guerra Chiquita, y en particular, durante los preparativos de la gesta del 95, de manera especial a partir de la fundación del periódico Patria, el 14 de marzo de 1892 y de la creación del Partido Revolucionario Cubano, el 10 de abril de ese mismo año.
Para contribuir de algún modo a tal imperiosa necesidad, he dedicado algunos años a investigar las actividades de inteligencia y contrainteligencia desarrolladas por el maestro en las tres gestas independentistas del siglo XIX. Para ello, de extraordinario valor me han sido los archivos históricos de España, Argentina y el Archivo Nacional de Cuba, así como la Biblioteca Nacional José Martí y otras instituciones cubanas. En el centro de esos trabajos ha estado siempre el Apóstol. Por eso en 1993, la Editorial Capitán San Luis del Ministerio del Interior publicó La red está tendida y posteriormente en 1997, Desde la sombra por la Editorial Verde Olivo, ambos libros de mi autoría.
Con esta nueva edición de Los escudos invisibles.Un Martí desconocido, tanto el autor como la Editorial Capitán San Luis rendimos homenaje a José Martí en el 165 aniversario de su natalicio. Nuestro propósito es destacar las acciones del Martí conspirador y combatiente revolucionario durante las tres guerras y en ese sentido nos hemos propuesto significar la labor de espionaje a que fue sometido sistemáticamente, sobre todo a partir del 26 de marzo de 1880 cuando ocupaba el cargo de presidente interino del Comité Revolucionario Cubano de Nueva York, en sustitución del mayor general Calixto García Íñiguez. De igual manera hemos tratado de resaltar la priorizada atención que prestó siempre a las actividades de espionaje, tanto por parte de las autoridades coloniales españolas como de las norteamericanas y sus secuaces de la agencia Pinkerton de los Estados Unidos de Norteamérica; de igual interés han sido también las medidas adoptadas por él, para contrarrestar esas labores del enemigo.
En breve recorrido y a partir de la documentación de archivo consultada en los centros antes mencionados, hemos querido reconstruir y exponer a grandes rasgos el papel del Apóstol como conspirador en ese período conocido como Tregua Fecunda o Reposo Turbulento, según él mismo lo calificara y del cual poco se sabe.
Por otra parte, debido a lo mucho que se refirió en su obra al espionaje y la imposibilidad de darlo a conocer todo, hemos hecho una selección de fragmentos de su epistolario, discursos, circulares y artículos periodísticos que abordan la temática y donde el lector pueda apreciar el uso constante de las palabras silencio, vigilancia, discreción, desconfianza, reserva, desinformar, fingir, cuidado, sigilo, cautela, invisible, sombra, persecución, redes, acecho, clave, secreto y tinieblas.
En esta obra el lector conocerá los seudónimos utilizados por Martí y otros combatientes, así como las claves, cifrados, siglas, palabras y frases previamente acordadas para garantizar la comunicación y burlar el espionaje enemigo.
También hago alusión a la más importante agencia de espionaje de nuestras tres guerras por la independencia, fundada el 5 de enero de 1895, en la calle Crespo no. 27 de La Habana, bajo las orientaciones de José Martí y Máximo Gómez, por José de Jesús Ramón de la Candelaria Pons y Naranjo, Agente General Luis, cuyas actividades no fueron descubiertas nunca y él junto a sus miembros continuaron prestando servicio a Cuba, incluso, hasta después de la intervención norteamericana en 1898.
Es justo señalar, que para la realización de esta obra resultaron de gran utilidad los trabajos sobre nuestro Héroe Nacional y el espionaje, publicados por los investigadores Nydia Sarabia, René González Barrios, Jorge Petinaud Martínez, José Abreu Cardet y el colega francés Paul Estrade, entre otros, así como muchos documentos originales encontrados en los archivos antes mencionados, referentes a las labores de los servicios secretos durante las tres guerras.
Seguro que los lectores, igual que le sucedió al autor, se asombrarán, disfrutarán, reconocerán y amarán aún más al genial hombre, cuando lo vean convertido por su entrañable amor a Cuba, en un verdadero especialista que organizó y estructuró bajo su dirección, un sistema de inteligencia y contrainteligencia que no pudo ser burlado y que le permitió la organización e inicio de la tercera y última guerra por la independencia. En ese campo él también demostró capacidad, talento, lealtad y valentía. Por eso seguirá siendo el Maestro.
Expreso con toda humildad, que mi interés al escribir este libro consiste en que todo el que se sumerja en la lectura de sus páginas, descubra un Martí hasta el momento desconocido para que le continúe siendo fuente de inspiración y de combate en estos tiempos donde el enemigo no deja de realizar su labor diversionista, de dividir, crear quintas columnas y hacer su labor de zapa para destruir la Revolución Cubana.
Para concluir estas palabras introductorias, quiero hacerlo con las propias de José Martí cuando cayó en combate el 19 de mayo de 1895, o las de Abel, su último seudónimo. Él, en su permanente batallar en silencio, para impedir los objetivos de los enemigos de la revolución y de la patria, le expresó al general Serafín Sánchez, en carta del 10 de noviembre de 1894: Yo vigilaré y salvaré.
Raúl Rodríguez La O,
La Habana, octubre de 2019
Si las sombras son luz suficiente, es altamente riesgoso develar lo invisible y más cuando se trata de escudos que servían de defensa para la obra mayor de una criatura magna como J osé Martí. ‘’Escudos invisibles, pararon estos golpes alevosos’’. Deja dicho el Apóstol para testificar que ya el 24 de enero de 1880 se podía hablar de ‘’vigilantes en las sombras’’ cuando el verbo encendido del Maestro emprendía su lectura en la reunión de emigrados cubanos en Steck Hall, Nueva York.
Raúl Rodríguez La O escoge este sustancioso postulado martiano como título de este, su último libro, por ahora, desde luego, y lo ofrece a manera de investigación y ordenamiento de una labor entrañable de José Martí que hasta el momento no había sido tratada con tan exhaustivo tacto, delicadeza e insistencia.
El historiador, persistente indagador de archivos, hombre capaz de hilvanar crónicas a partir de datos cabalmente sopesados, devoto de la verdad, nos brinda la posibilidad de entrar en el cumplimiento de las obligaciones martianas para llevar a cabo los preparativos de la guerra necesaria, la independencia de la patria acechada por toda clase de peligros y amenazas que asaetaban para evitar que alcanzaran la plena libertad anhelada por los cubanos de raigal sentido histórico y moral que a lo largo de tantas décadas ofrendaron fuerzas, vida, sangre e inteligencia, por alcanzar una meta difícil que parecía serle negada.
El autor de este Martí desconocido no escatima esfuerzos de búsquedas y hallazgos para demostrar la eficacia del Apóstol como conspirador, con todo lo que esta tarea tiene de táctica y de estrategia, pero sin olvidar, a pesar de la reiteración del concepto de luchador hábil e incansable, que se trata de un poeta inmerso en acciones fundacionales tanto para la patria como para el espíritu de la criatura. ‘’Y fundemos, sin la ira del sectario, ni la vanidad del ambicioso. La revolución crece’’. Y para ello recuerda, y es afirmación del autor de este libro, ‘’optó por el silencio’’.
Rodríguez La O va deslizando citas martianas tomadas de diversas fuentes, fundamentalmente epistolares, para asegurarnos la eficacia de la labor eficiente y sutil de Martí para lograr su cometido. Pero al mismo tiempo, vale la pena señalar, y agradecer, que la convocatoria al silencio, e inclusive la necesidad de catalogar estos hechos en el espacio de espionaje, no lo lleva a una manipulación superficial, como algunas veces se ha hecho, de la misión martiana para confundirla con una vulgar y coyuntural colección de técnicas y habilidades mecánicas para lograr un fin con medios aprendidos y repetidos hasta la saciedad en el tiempo y los más disímiles espacios.
Si Martí es sabio en el manejo de su vocación, Rodríguez La O corresponde con fineza muy cubana en su discurso; y casi termina su recuerdo documental con la inclusión íntegra de la carta a Manuel Mercado que después de todo lo reseñado nos aclara profundamente el sentido de la conocida frase ‘’en silencio ha tenido que ser’’.
‘’Yo callaré, que nadie sepa…’’ es un referente poético martiano para todo su vivir y Rodríguez La O en el capítulo ‘’José Martí y la Tregua Fecunda’’, quizá el más misterioso y a la vez el más revelador del libro, nos facilita claves para entender, temblando de emoción, la trayectoria y el uso que hace Martí de su talento y talante, la conciencia de su propio destino. Ejemplo luminoso es la carta a J. A. Lucena, fechada en Nueva York el 9 de octubre de 1885, en la cual desarrolla una mayéutica, plena de ética e historicidad, al servicio de una idea y un compromiso total, que obliga a recrear el diálogo del Maestro consigo mismo y con sus coetáneos, con la naturaleza y con Dios, un Dios personal y colectivo a la vez y que ya se insinúa en su plena visión de la patria. Dice ‘’¿Qué había de hacer en este conflicto un hombre honrado y amigo de su patria?’’. No olvidemos la referencia del poema, que casi nadie gusta de recordar, ‘’Amor de ciudad grande’’: ‘’Yo soy honrado y tengo miedo’’ (No hay necesidad de mencionar que a Martí ese miedo declarado y ligado a su honradez jamás lo llevó al pánico ni lo paralizó.)
Decirlo en secreto, silencio, sigilo. Palabras claves de toda la vida, pasión y muerte de un apóstol que cumplió su apostolado a plenitud.
José Martí recurre a los métodos necesarios debido a que descubre el peligro que rodea a la creación de la república libérrima por la que lucha. Y a la par que, según nos comunica Rodríguez La O, oficia magistralmente en los escabrosos campos de la inteligencia y la contrainteligencia, no deja de ser el poeta que es, cuando se responde a su propia e íntima pregunta ‘’¿Cómo serviré mejor a mi tierra?’’: ’’Ahoga todos tus ímpetus; sacrifica las esperanzas de toda tu vida; hazte a un lado en esta hora posible del triunfo, antes de autorizar lo que crees funesto; mantente atado, en esta hora de obrar, antes de obrar mal, antes de servir mal a tu tierra, so pretexto de servir bien’’. Y más adelante, en la misma carta el rotundo “Me he quedado en silencio’’.
Como si un Dios bíblico y poderoso le ordenara “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente, no temas ni desmayes porque Jehová tu Dios será contigo donde quiera que fueres’’. Ya habíamos hablado de un Dios personal que supera toda retórica teológica que en este caso sirve de apoyatura moral al hombre erguido en su tiempo y para su tiempo.
El apud que sirve a Spinosa: “Dios, es decir la naturaleza’’.
Rodríguez La O, que ya había urdido en otros trasfondos martianos, nos lo ofrece así en su circunstancia de lucha donde y cuando son necesarios entre otras tantas cualidades el sigilo y la discreción. El sigilo que aquí tiene un sentido trascendente, la palabra salvada, no en balde José Lezama Lima, martiano raigal, adopta el término ennoblecido por Martí y llama Aventuras sigilosas a una zona de su poesía; y la discreción que impregna no sólo esta porción de obra y vida, sino toda su trayectoria: de las palabras afines a ‘’la majestad del acto’’.
Obligado por las acciones que se toman contra él y los patriotas, asume las tácticas necesarias para contrarrestar y vencer a los enemigos. Y triunfa y se mantiene alerta y enseña y aprende y acepta, para superarlo, el error, ‘’Del error, di el antro de las veredas oscuras’’. Pero se atormenta por él y por no ser ‘’motivo de pena ajena’’. ‘’El esperar, que es en política, cuando no se le debilita por la exageración, el mayor de los talentos, nos ha dado la razón a los que parecía que no la teníamos. Todo eso quería yo que se hiciera, y por mi parte he hecho, desde hace cuatro años, preparando la hora que hace dos estuvo por llegar, y alejamos por uestros errores…’’. Pero el poeta, la tierna criatura que ha honrado a su madre recordando en un poema los sucesos habaneros del Teatro Villanueva, quiere y necesita el cariño, la aceptación. Y lo reitera con la más plena hermosura viril de su palabra: ‘’consuéleme y aliénteme con su aprobación y su cariño: que mi única flaqueza y necesidad es la de ser amado’’. Le escribe nada menos que a Máximo Gómez. ‘’Ame a su amigo, y confíe en él. Este hombre no es vencido ni ceja’’ le escribe a Julio Sanguily. ‘’Dígame enseguida que me entiende y me quiere. Aguardo con el corazón atravesado. Yo vigilo y salvo’’ ruega y afirma a Serafín Sánchez. Y los párrafos serían infinitos.
‘’Callo, vigilo y salvaré’’.
Todo lo hizo en este libro que nos regala Raúl Rodríguez La O y que le agradecemos desde el entrañable hondón martiano que lo une a su pueblo; este autor humilde y soberbio a la vez, termina con un homenaje que tal vez sea como un ramo de flores y una bandera en la tumba de José de Jesús Ramón de la Candelaria Pons y Naranjo, conocido en época insurreccional y luego republicana, (fue director del valiente periódico civil Patria y Libertad de las primeras décadas republicanas), como Agente General Luis. Sin ser soldado, pero muy patriota, mereció elogios y el abrazo distante de su José Martí. Por aquello de que honrar honra, aquí aparece.
Lo que fue en silencio ilumina las tinieblas. Y la discreción señorea la historia para poder decir como Shakespeare:
‘’The better part of valour is discretion; in the which better part I have saved my life’’.
(La mejor parte del valor es la discrección; en esa mejor parte yo he salvado mi vida.)
‘’Callo, vigilo y salvaré’’. Repite José Julián Martí Pérez.
Gracias Raúl Rodríguez La O. Historiador. Cubano en la hermandad.
Presentación del libro que hizo el poeta y Premio Nacional de Literatura de 1999, César López, en el tradicional Sábado del Libro en el Palacio del Segundo Cabo, La Habana Vieja, el 17 de mayo de 2003. (N. de la E.)
“...Pero había vigilantes en las sombras. Y caminaron sobre sus pasos, y delante de ellos. Concedía el jefe español grados, y doraba uniformes, y traía a sus jefes negros a palacio, y pagaba oradores, y mantenía un periódico, y como veneno por las venas, los derramaba por los clubs y por las casas a cantar las glorias del gobierno de España, y a ofrecerles en su nombre una libertad que han tenido, aunque no era menester, ocasión clara y reciente de juzgar. Escudos invisibles, pararon estos golpes alevosos, y dirigieron por fecunda vía a aquellas masas móviles y atentas... ’’ *
José Martí
* José Martí: “Lectura en la reunión de emigrados cubanos en Steck Hall, Nueva York”, 24 de enero de 1880, enObras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, tomo 4, p. 203.
Señor: Durante su residencia en la Isla de Cuba, de tiempo en tiempo y cuando se presenten oportunidades seguras, Usted comunicará privadamente y en notas confidenciales a este Departamento todas las informaciones que le sea dable obtener con respecto a la situación política de la Isla, a las miras de su Gobierno y a los sentimientos de sus habitantes. Usted observará atentamente todos los sucesos que guarden relación con su conexión con España [...]. Caso de que en La Habana residan Agentes franceses o británicos, usted tratará de darse cuenta, sin investigaciones directas o curiosidad aparente, sobre sus asuntos, objetos y propósitos; y observará cualquier fuerza marítima de cualquiera de esas Potencias que pueda hacer estación en las Antillas o presentarse en la vecindad de la Isla.
Usted se mantendrá atento a cualquier agitación popular, sobre todo a aquellas que puedan referirse a la cesión de la Isla por España a cualquiera otra Potencia o a que los Habitantes asuman un Gobierno independiente. En sus relaciones con la Sociedad se le harán a Usted preguntas acerca de las miras del Gobierno de los Estados Unidoscon respecto al estado político de Cuba, a las que responderá que hasta donde le son a Usted conocidas por el hecho de haber residido en la sede del Gobierno, el primer deseo del Gobierno consistía en que Cuba continuase en su conexión política con España y que sería de todo adverso a la cesión de la Isla a cualquiera otra Potencia. Prudentemente evitará entregarse de algún modo a propósitos que puedan sugerírsele en cuanto a cooperación en alguna medida que persiga un cambio en la condición política de su Pueblo; pero me informaría, conforme antes se le indica, todo lo que de alguna manera llegue a su conocimiento a ese respecto y cuya información pueda ser útil al servicio público. Ejerza un juicio discriminativo sobre todo Testimonio que comunique como información, a fin de que nosotros podamos distinguir el grado de crédito debido a cada exposición de hechos. Usted desconfiará debidamente de los meros rumores populares; pero no descuidará ninguna fuente de útil información. [...]
(González, 1988: 81-82)*
Contra Cuba se ha practicado en grado sumo el espionaje —acto tan antiguo como el propio hombre—,
ncluso sus habitantes padecen, desde mucho antes de que se iniciara la gesta independentista del 10 de octubre de 1868, las consecuencias de este delito como ha podido apreciarse.
La reveladora y maquiavélica comunicación del entonces secretario de Estado, John Quincy Adams, al agente especial de Estados Unidos en Cuba, Thomas Randall, fechada el 29 de abril de 1823, con la que se inicia esta obra, deja claro, a partir de este momento, la postura oportunista, agresiva e hipócrita de los gobernantes norteamericanos con respecto al destino futuro de la Isla y el control de su territorio. En ese sentido es de significar la preocupación de los vecinos del norte por posibles agitaciones populares que pudieran conducir al país a manos de cualquier otra potencia y, sobre todo, al hecho de que los cubanos asumieran un “gobierno independiente”. Denota además, que la lucha por la independencia de la Isla se ha desarrollado desde muy temprano contra espías, traidores y confidentes cubanos, españoles, norteamericanos e ingleses, entre otros que se han brindado a tan despreciable actividad.
Por ello resulta fácil comprender la consecuente actitud asumida por el Gobierno estadounidense en relación con las gestas independentistas de los cubanos en el siglo XIX y el no reconocimiento de la beligerancia de nuestros patriotas.
* De esta manera aparecerán siempre las referencias de lo citado. Otros datos: título, editorial, etc., el lector podrá encontrarlos en las páginas dedicadas a la bibliografía y otras fuentes que el autor consultó para la realización de su obra. (N. de la E.)
La primera guerra por la independencia, iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, en el ingenio Demajagua, Manzanillo, perteneciente entonces a la provincia de Oriente, tuvo primero, como es lógico suponer, un período de incubación y de larga preparación. Previamente fue necesario organizar y estructurar una cuidadosa red conspirativa, en la cual las logias masónicas desempeñaron un papel decisivo. Como esta temática ha sido abordada ampliamente a lo largo de los años, no será objetivo priorizado en este trabajo. Baste decir que la revolución pudo comenzar y sostenerse no solo por el valor de los hombres y el armamento que pudieran poseer, sino por el aparato clandestino organizado y perfeccionado paulatinamente, integrado por heroicos combatientes y agentes leales que en silencio y en el anonimato más absoluto, se movían por montes y ciudades de la Isla y en el exterior, en cumplimiento de sus misiones: búsqueda de información, penetración en las filas enemigas, traslado de armas y municiones, correspondencia y suministro de alimentos, ropas y medicamentos, entre otras.
Carlos Manuel de Céspedes concedió siempre gran importancia a las actividades de espionaje, y ello le posibilitó burlar al enemigo más de una vez, incluso, el propio alzamiento del 10 de octubre fue adelantado gracias a la información a tiempo, proporcionada por un colaborador telegrafista, que le comunicó la orden de detención dictada contra él por las autoridades coloniales.
El Padre de la Patria orientó a quien luego sería coronel de la guerra del 95 y segundo del Departamento de Expediciones del Partido Revolucionario Cubano, Federico Pérez Carbó, cuyo seudónimo era LeónidasRaquin, que no se alzara y se convirtiera en su principal agente en la ciudad de Santiago de Cuba; su labor fue muy destacada y muchos fueron los servicios que prestó a la causa cubana.
Cuando Céspedes cayó en combate en San Lorenzo, se pudo comprobar que los nombres de sus agentes y colaboradores más cercanos estaban escritos en clave.
En esa guerra que duró diez años, el mayor general Carlos Roloff fue jefe nacional de inteligencia y el mayor general Vicente García ocupó un lugar importantísimo en las actividades de espionaje y contraespionaje, amparado en los seudónimos Ciriaco y Amosdeo. En el Archivo Nacional de Cuba existe numerosa información sobre correspondencia suya con agentes cubanos, e incluso con el francés Charles Filiberto Peisó —con grado de sargento alcanzado en la Comuna de París—, quien se conoció primero como Filiberto y luego como Aristipo. Este agente fue reclutado por el también agente de Vicente García en la ciudad de Tunas, Joaquín Romero, cuyo seudónimo era Arístides.
Tanto Aristipo como Arístides facilitaron a Vicente García la información sobre las fortificaciones y el sistema defensivo de Tunas, gracias a ello, entre otros factores, el general pudo asaltar y ocupar esa ciudad en 1876. Charles Filiberto Peisó tuvo que alzarse al ser descubierto y cayó combatiendo con grado de capitán del Ejército Libertador. Al reconocer su cadáver, en represalias por sus servicios a Cuba, las autoridades coloniales lo descuartizaron y llevaron sus despojos a la ciudad para que sirvieran de escarmiento.
Destacada fue también la labor desempeñada, en los incipientes órganos de espionaje, por el mayor general cienfueguero Federico Fernández Cavada Howard, uno de los precursores de la inteligencia mambisa. Según el historiador José Abreu Cardet, el mayor general Julio Grave de Peralta prestó igualmente gran atención a las actividades de espionaje en Holguín y pudo organizar un importante destacamento de agentes y oficiales operativos en el territorio bajo su mando. Por ejemplo, el capitán Pedro Arias estaba encargado de atender a los agentes que actuaban en la ciudad de Holguín y el poblado de Yareyal; Antonio de Feria, a los de Hatillo y Cruces de Purnio; el comandante Jesús de Feria y el teniente Francisco Leyva, a los de La Ensenada —actual municipio de Banes— y Belisario Grave de Peralta a los de la zona de cultivo de Gibara. El valor y patriotismo de esos combatientes clandestinos puede apreciarse en las siguientes líneas, enviadas por un agente a Pedro Arias, su oficial operativo:
Manifiesto a V. como por esta la cosa enteramente mala nada te puedo mandar por ahora porque estamos enteramente vigilados (...) no por eso dejaré de dar las noticias y aviso de la salida de los boluntarios que es la única tropa que queda aquí (...) da el abiso a la fuerza pero llo he benido para ser bien a la patria i mi obligación es dar el oficio aunque por el me cueste morir.
(Abreu, 1991: 13)
Las autoridades coloniales españolas organizaron un fuerte aparato de espionaje y contraespionaje destinado a sofocar el movimiento independentista, al que le concedieron gran importancia y apoyo una vez que comprendieron la imposibilidad de vencer a los patriotas mediante las armas. Ello explica el envío al campo insurrecto de la primera gran misión pacifista por parte del gobernador de la Isla, general Domingo Dulce. Se le asignó esta responsabilidad al escritor y periodista cubano José de Armas y Céspedes, quien también fue portador de mensajes de la Junta Revolucionaria de La Habana. De Armas Céspedes había pertenecido al grupo reformista de Miguel Aldama y José Morales Lemus, y había ocupado responsabilidades administrativas en el Gobierno de La Habana.
Al regresar de su misión, sin éxitos, pues los jefes insurrectos no aceptaron las propuestas de que era portador, se escondió en la casa de Rafael María Mendive, en la capital. Este último, maestro de José Martí, fue más tarde detenido y condenado a cuatro años de destierro en España por conspirar contra el Gobierno, contribuyó a ello el hecho de habérsele ocupado una carta que José de Armas trasladó desde el campo de la insurrección y había dejado en el domicilio-refugio junto con otros documentos —según información inédita existente en el Archivo Histórico Nacional de Madrid y localizada por el autor. Lo cierto es que este episodio protagonizado por José de Armas no ha sido suficientemente estudiado y aclarado por los historiadores y existen muchas interrogantes al respecto.
Posteriormente, de Armas apareció involucrado en otras misiones pacificadoras y de acuerdo con las investigaciones realizadas, su conducta resulta muy dudosa, aunque no contamos con pruebas que permitan afirmar o negar algo categóricamente. Se trata tan solo de indicios negativos. Sin embargo, José Martí quien lo conoció y desde los primeros momentos de su vida revolucionaria y conspirativa se caracterizó por ser desconfiado, receloso y mirar con reserva las labores provenientes del enemigo, al referirse a un encuentro con él en la década de 1870, anotó significativamente y con lógica preocupación en uno de sus cuadernos de apuntes, lo siguiente:
Una narración que no es para perdida. En el Louvre me la hizo, y en Fornos me la acaba de repetir Pepe de Armas.—Esta es,—ahorrándome los comentarios del narrador.
Pacto entre reformistas y revolucionarios,—Compromisos de aquéllos al pasar por N. York, pa. Madrid.—Ratificación del compromiso y del pacto al volver de Madrid por N. York.—Oferta de 600 000$ pa. Negociar un empréstito de 12 millones.—Llegada a la Habana, y envío de cartas desentendiéndose del envío, y de la revolución.—Creación del Occidente.—Fusión en La Opinión.—Actitud del Conde.—Con los revolucionarios. —Bayamo, y Chicho Valdés, Bembeta y la juventud brillante de Po. Príncipe.—
En N. York,—Quesada y Macías,—Dispuestos V.—Mack.—Misión a España.—“Vine muy solicitado.”—“Tenía, por amigo mutuo, la seguridad de que la Agencia Gral, suscribiría todo lo que yo pactase, sobre la base de Independencia.”—“Ayala me ofreció el grado de Brigadier, (si yo servía) en el Ejército español, y me propuso que escribiera un manifiesto.” “Pasado mañana tengo otra conferencia con Ayala”—“Traje poderes verbales, todos los que podía traer en aquella época”—Esas frases textuales, me ha dicho, sobre su viaje a Madrid en 1874, P. de Armas.—¿Un emisario sobreIndepend. a qn. se le ofrece el grado de Brigadier ?¿Un emisario a quien busca el enemigo pa. que le proponga lo que es materia de la guerra ? ¿Venir a proponerle independencia a López de Ayala? ¿Buscado, muy buscado, y que Ayala quiso luego quitarle los salvoconductos que le envió, y fusilarlo, y regalarle luego un cuadro de Fortuny? Por un lado emisario apoderado con poderes verbales: por otro, salvoconductos que se envían... ¡Tiniebla!
(Martí, 1975, t. 21: 128).
Luego de la misión pacifista desempeñada por José de Armas Céspedes en 1869 —sobre cuya valoración habrá que tenerse en cuenta la importante anotación de Martí—, los españoles enviaron a los rebeldes otras, muchísimas con iguales objetivos. Entre ellas se destaca la encabezada a fines de 1870 por el poeta y revolucionario cubano Juan Clemente Zenea, apresado cuando, por Camagüey, salía clandestinamente del territorio nacional tras haberse reunido con el Gobierno de la República en Armas y su presidente, Carlos Manuel de Céspedes. Zenea fue sometido a juicio en un proceso extendido de enero a agosto de 1871, y fusilado el 25 de ese último mes y año porque se comprobó su condición de combatiente mambí. Acerca de este hecho y el poeta mártir que lo protagonizó, Martí escribió en reiteradas ocasiones, siempre en su defensa, como bien ha demostrado el escritor y estudioso martiano Cintio Vitier en su obra Rescate de Zenea, donde por primera vez, entre otros valiosos documentos, se utilizó el proceso original, conservado en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, cuya copia fue donada por el autor de esta obra a Casa de las Américas.
Mientras tales misiones pacifistas tenían lugar, la revolución continuaba su marcha, y los insurrectos y combatientes clandestinos redoblaban sus esfuerzos en el enfrentamiento a las labores de penetración y diversionismo tendientes a socavar su espíritu de lucha.
En La Habana también se conspiraba con ahínco. En esta provincia se destacó un agente cubano conocido como Mismísimo. En el Archivo Nacional de Cuba existen numerosos documentos firmados por él, algunos especialmente dirigidos al general Vicente García. No se ha podido precisar aún, quién se ocultaba tras tan enigmático y simpático seudónimo; lo cierto es que sus servicios como agente en la guerra de 1868 resultaron muy valiosos.
En una carta dirigida a Amosdeo (Vicente García), fechada en Nuevitas, el 24 de agosto de 1877, el agente cubano Herminio se refiere a él:
Le remito dos cartas del Mismísimo y un periódico que me remite para Ud. Creo que no habrá recibido las mías y además que le remití con mi recomendado, y dígame si llegó sin novedad; muchos me dicen vienen de aquella en estos días y esperando tres que anunciaron.
Diga a Lanoval que recibí una suya que le contesté que avise con los comunicantes de S. Miguel que tienen cartas para él y que de esa manera nos pondremos de acuerdo como antes.
(Archivo Nacional de Cuba, s. a. / s. p.)
El siguiente informe existente en el Legajo 4350 de la Sección de Insurrección del Fondo de Ultramar del Archivo Histórico Nacional de Madrid, es revelador de las actividades clandestinas de los patriotas cubanos en la capital, con combinaciones en el exterior de la Isla.
Expediente contra D. Fco. De Paula Bombalier. Extrañado en Isla de Pinos desde principios de noviembre de 1871, manifiesta hallarse enfermo y pide en reiteradas ocasiones se le envíe a la Capital. Se le niega dicha solicitud por lo que en su expediente dice: Público es en La Habana la parte activa que ha tomado propagando todo género de noticias contra el Gobierno de España. Su agencia, además hay sospechas fundadas que ha servido hasta para conducir armas desde Nueva York a la Habana. Enemigo irreconciliable de España y no niega a nadie sus opiniones.
Del Consulado de España en Nueva York, se envió al jefe de la Policía:
Muy Señor mío: He recibido de un agente de vigilancia el informe que copio a continuación:
Por una persona que se haya en situación de estar bien enterado de lo que pasa en el particular he sabido que D. Federico Sang de La Habana, remite mensualmente por conducto del Sr. Ceballos del Comercio de esta ciudad, sesenta y ocho pesos a Da Asunción Ferrer, esposa de P. Bombalier, de los que ocho son para auxiliadora y el resto para sus gastos.
Este mismo Bombalier suele mandar por el Expreso que está a su cargo periódicos y documentos de La Habana en cajitas de doble fondo en que se envían algunas muestras. Lo que traslado para los efectos que estime oportuno.
En esta lucha callada y abnegada estuvo la participación de numerosas mujeres. Uno de los casos que las involucran puede comprobarse en este otro documento conservado en el citado archivo español, en el que se expone la peculiar manera de conspirar una habanera:
Consulado de España en Nueva York Reservado No. 592
Antecedentes reservados de Da. Altagracia Valderramas de Morejón y D. Juan Miguel Marín.
Muy señor mío a última hora recibo los siguientes informes por conducto de una persona que me inspira toda confianza y me dice los tiene de muy buena fuente.
El sábado último salió para La Habana en el vapor “City of Merida” con pasaporte y pasaje para La Habana Da. Altagracia Valderramas de Morejón llevando cartas de varios conspiradores de aquí para los de Cuba ocultas en el falso de un vestido negro de alpaca que probablemente habrá tenido puesto al desembarcar. Estas cartas las debe entregar a un D. Juan Miguel Marín que es muy conocido en La Habana, muy listo y entrometido, gran jugador y que no pierde ocasión de mezclarse con los voluntarios y buscar su amistad.