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El libro Indios del Alto Oriente… es el resultado de una acuciosa investigación del autor sobre la participación de los descendientes de nuestros aborígenes en las guerras por nuestra independencia llevados a cabo en el siglo XIX. Su lectura permite rectificar el concepto ampliamente difundido de que estos fueron solo participes activo, en las mencionadas contiendas, del lado de las tropas coloniales y ofrece una amplia información sobre su incorporación masiva del lado del ejercito libertador al precio de enorme sacrificio tanto en lo personal como en lo familiar.
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Seitenzahl: 231
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Edición:Elier Ramírez Cruz
Diseño de cubierta:Jorge Víctor Izquierdo Alarcón
Diseño interior y realización:Yudelmys Doce Rodríguez
Corrección:Magda Dot Rodríguez
Cuidado de la edición:Tte. cor. Ana Dayamín Montero Díaz
© José Sánchez Guerra, 2022
©Sobre la presente edición:
Casa Editorial Verde Olivo, 2022
ISBN 9789592245327
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, en ningún soporte sin la autorización por escrito de la editorial. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
Casa Editorial Verde Olivo
Avenida de Independencia y San Pedro
Apartado 6916. CP 10600
Plaza de la Revolución, La Habana
Ni con galos ni con celtas tenemos que hacer en nuestra América, sino con indios y criollos.
José Martí
Ni con galos ni con celtas tenemos que hacer en nuestra América, sino con indios y criollos.
José Martí
A la memoria de mi bisabuelo, el capitán
del Ejército Libertador José María Guerra Téllez,
oficial bayamés, portador de sangre aborigen, que
combatió en la Guerra Necesaria junto
a los Rojas-Ramírez.
Tiene esta obra la gran virtud de la desmitificación.Los temas que la componen, dan luz sobre contenidos mal tratados por la historiografía tradicional, o mal contados por los medios y la tradición oral. Se trata, por tanto, de una obra de justicia histórica, útil e imprescindible, que toca, con rigor científico, las fibras más sensibles de una región de nues-tropaís, de un conglomerado social con identidad propiay dentro de la historia misma de la nación cubana.
El primer mito que destruye este trabajo es el del exterminio total de la población aborigen de la isla luego del proceso de conquista y colonización, y delfomento de la trata negrera y la esclavitud parael desarrollo de la economía insular. Ciertamente, elcolonialismo español asesinó en la isla a miles de sus habitantes autóctonos, sometidos por demás, a crueles y despiadados sistemas de explotación, quediezmaron su población. Otra cosa es, sin embargo,el exterminio total, que en realidad, no ocurrió, como queda aquí demostrado.
Precisamente con las guerras, surgiría el segundo mito sobre el cual esta obra corre el velo: la fidelidad total de los «feroces» indios de las montañas de Guantánamo, en especial la región de Yateras, al colonialismo español y su activa participación en el combate a la independencia dentrode las filas del ejército español. El minucioso trabajo del investigador demuestrala inconsistencia de esta farsa.
Algunos «indios» pelearon en las unidades españolas; es cierto. También lo es, que miles de cubanos, incluidos negros, defendieron con pasión y fe, la bandera española. Son temas que requieren una profunda investigación para lograr un acercamiento más certero a la complejidad del entramado social de nuestras luchas por la forja de la nación.
La creación del Regimiento Hatuey, su composición étnica, y la entrega de mujeres y hombres, indios de las serranías guantanameras a la causa de la independencia, es el más esclarecedor ejemplo de reivindicación de un conglomerado social que contribuyó con su sangre y su esfuerzo, al logro del ideal supremo de todo un pueblo.
Es este un libro necesario y paradigmático. De esos, reitero, que da luz, e ilumina no solo el futuro; también los senderos oscuros de un pasado enigmático y fundacional.
René González Barrios
La Habana, noviembre de 2017
Un examen de la historiografía que ha abordado la participación de los descendientesde indoamericanos de la isla grande delCaribe en las guerras por la independencia cubana, demuestra que estos acontecimientos han permanecido casi en el anonimato. Esta realidad, aún latente 120 años después del desenlace de 1898, es incomprensible si tenemos en cuenta que se trata de la participación activa de sucesores de los pobladores originarios cubanos en el proceso independentista, en particular en la Guerra Necesaria.
La tendencia de parte de la historiografía militarcubana de mostrar una excesiva personificaciónde los procesos históricos, así como otros temasmarcados por el «regionalismo»1pueden haber influi-doen la preferencia de no tener en cuenta la participación de los indios de Yateras en lasguerraspor la independencia. De ahí la necesidad de echar un vistazo «al otro lado de la colina», como formula José Manuel Abreu,2quien incluye una mayor vinculación con otras disciplinas, como la historia social y cultural.
1 Volker Mollin: Guerra pequeña, guerra olvidada, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2002, p. 52.
2 José M. Abreu Cardet: El otro lado de la colina, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1994, p. 37.
Al revisar el tratamiento que le ha brindado la historiografía a los indios orientales, tomándola como objeto de investigación, nos percatamos de que el interés ha estado dirigido, incluso de manera muy limitada, a su participación junto a los españoles en la persecución de los expedicionarios de la goletaHonor, en abril de 1895, y de modo particular en la muerte del general Adolfo Flor Crombet.
Esta investigación se propone como tarea primordial exponer la labor de los descendientes de los indios cubanos en las guerras por la independencia, que debe proporcionar un principio indicativo del grado de su participación y contribución al proceso independentista liberador del siglo XIX.
Como resultado del proyecto de investigación, auspiciado por la Oficina del Historiador de Guantánamo y la Oficina de Latinoamérica, InstituciónSmithsonian, EUA, que dirige el Dr. José Barreiro,exponemos el accionar combativo de los Rojas y Ramírez, en las filas integristas y en el Ejército Libertador en la Guerra de los Diez Años, en el conflictode 1879-1880 y, de manera más detallada, en la Guerra Necesaria.
Al iniciarse la Guerra de 1895 un número significativo de indios de Yateras y del valle de Caujerí, fueron captados e incorporados a las fuerzas españolas, transformados en carne de cañón del colonialismo. Ellos participaron de manera activa, entre febrero y mayo de ese año, en acciones combativas, y controlaban gran parte del escenario bélico del escabroso territorio. A partir del paso delos expedicionarios de la goletaHonor, en abrilde 1895, se opera una mayor evolución en el pensamiento nacionalista de una parte de la comunidad de San Andrés, encabezada por los líderes locales, en particular el cacique José Francisco Rojas y, en menor medida, José Crisóstomo Ramírez Rojas y Serafín Rojas Rojas, lo que incluye a los montañeses armados que abandonaron las filas peninsu-lares y deciden incorporarse al Ejército Libertador. Como resultado de ese proceso, primero combaten en los Regimientos Guaso y Pineda, y a partir del verano de 1895, en el Regimiento Hatuey, etapa en que la correlación de fuerzas en esta levantisca región cambia a favor de la causa independentista.
Un papel significativo en esta historia lo desempeña la presencia en el valle de Guantánamo del general Antonio Maceo, tras el desembarco de la expedición de la goletaHonor, así como de la patriota y espiritista, capitana Cristina Pérez, a quien el general Pedro A. Pérez asigna la misión de atraer a los líderes de la comunidad de indios, y lograr que un significativo número de ellos desertaran del bando de los que combatían los principios libertarios.Igualmente, al coronel Silverio Guerra Téllez (1867-1927),reconocido jefe militar, nacido en Bayamo, portador de sangre aborigen y radicado muy joven en Guantánamo, que en las montañas yateranas, permaneció cerca de los montañeses, desde mayo de 1895 hasta terminar la guerra enel verano de 1898, jefe del Regimiento Hatueyen 1898, que fue antecedido en esta responsabilidad por los también coroneles Silverio Sánchez Figueras (1852-1915), Dionisio Gil de laRosa (1852-1899), Juan de León Serrano (1854-?), Prudencio Martínez Echavarría (1844-1919) y Guillermo Pérez (1846-1896).
Esta unidad combativa participa en numerosas acciones a lo largo y ancho del departamento oriental, ganándose el aprecio por sus cualidades de servir en la exploración, mostrar gran resistencia en las largas marchas y en letales cargas al machete y en emboscadas. Sirva este trabajo para contribuir a dar luz a aristas de nuestro pasado fundacional, a reparar en la historia cubana la exclusión de la presencia de los indios orientales en la aventura excelsa de la Guerra Grande, del conflicto de 1879-1880, en particular, en la Guerra Necesaria, donde cayeron un número significativo de ellos, cuyos nombres permanecen anónimos y sus tumbas ignoradas. Comenzamos a cumplir la deuda de gratitud con los olvidados montañeses, quienes renunciaron a la tranquilidad y seguridad de sus rancherías, para enrolarse nuevamente, como sus pasadas generaciones, en la arteria impetuosa de la cultura de la resistencia de la patria de José Martí y Antonio Maceo.
Para desarrollar esta investigación el autor, además de trabajar durante varios años en archivosy bibliotecas, consultó documentos en museos y antiguos centros de veteranos de la independencia. En varias ocasiones realizó visitas a los escenarios bélicos del 95 en las montañas de Yateras y Caujerí, donde efectuó entrevistas a ancianos Rojas-Ramírez y a otros pobladores, memorias que posibilitaron un acercamiento más eficaz a acciones y sucesos de la guerra, así como para comprender mejor la complejidad de la armazón social, incluyendo la composición étnica de los indios, una parte ya estaban «aplatanados» o «mezclados» cuando en el 95 se inició la contienda.
Los descendientes de los primeros pobladores de Cuba tienen una prolongada historia de zozobras. Se inició con el arribo de los españoles que instauraron con su terror insensato una seria perturbación en los indocubanos, quienes se vieron inmersos en un mundo desconocido, nuevo universo de pánico que amenazaba directamente la existencia física del pueblo originario y de su cultura. Esta nueva realidad a que se enfrentaban seaproximaba al apocalipsis de los hombres y mujeresde piel cobriza de la isla grande del Caribe.
La cultura de resistencia de este micro mundo caribeño se remonta a más de cinco siglos, cuando se inició la conquista de Cuba por los españoles. La historia recoge el genocidio cometido por los peninsulares que provoca la muerte de la mayor partede la población indígena en el siglo XVI, así como la rebeldía de los indios, en la que sobresale el cacique Guamá, primer jefe guerrillero cubano, que dirigióla sublevación en el extremo oriental entre 1522a 1532. Junto a él, en el palenque, su mujer Marica, la primera que recoge la memoria histórica cubana. El primer destello de conciencia moral aborigen, en los comienzos de una historia dominada por la ambición y la ferocidad de los europeos, la ofreceen 1547 Miguel Velázquez, hijo de español con una india de Baracoa: «Triste tierra, como tierra tiranizada, y de señorío».3Este sentimiento agudo de una realidad bestial se mantendría en la conciencia de los indios hasta casi finalizar el siglo XIX.
3 Felipe Pérez Cruz: Los indoamericanos en Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014, p. 148.
En los siglos que continúan, los indios pudieron sobrevivir alejados en áreas intrincadas y casi despobladas, como el valle de Caujerí, Baitiquirí y las montañas del este de Yateras, regiones donde no se fomenta el sistema de plantaciones, lo cual favoreció que un número de descendientes de aborígenes no se entrecruzaran con africanos u otros grupos poblacionales. Allí coexistieron, lejos de la población española y criolla. Simultáneamente, como resultado de la cohabitación inevitable de una parte de ellos, comenzó el fecundo proceso de transculturación.
Los indios de Yateras tienen sus antecedentes en dos zonas del oriente cubano: los Rojas, proceden de la comunidad del Caney, y encuentran refugio a finales del siglo XVII en la zona de Tíguabos, pueblo que fue luego reconocido por las autoridades peninsulares como de indios.
Cuando en el verano de 1741 se produce la ocupación inglesa de la bahía de Guantánamo, y la posterior toma y destrucción del poblado de Tíguabos por los invasores, los indios se incorporan a las guerrillas que defienden el territorio sobresaliendo por su accionar combativo, eficientes guías, exploradores y mensajeros de los capitanes criollos Pedro Guerra y Marcos Pérez. La resistencia que encuentran los invasores les impide su avance y «[…] los obligaron a encerrarse en un campo atrincherado, del cual no podían salir sin sufrirgrandes bajas».4
4 Forrest Sherman: «La ocupación británica de Guantánamo en 1741», en Boletín del Ejército, La Habana, junio de 1931, p. 53. El autor expresa que los ingleses no contaron que cayeran sobre ellos, como «un enjambre de avispas, los pobladores de la región, principalmente los indios de Tíguabos y milicias de Santiago de Cuba».
Del Caney procede Esteban Rojas, nacido en la segunda mitad del siglo XVIII,5 después residen-te en Tíguabos, donde había adquirido unos terrenos en 1798 en la primera mitad del XIX, cacique fundador de la comunidad de San Andrés de los Indios en Yateras.
5 AHPG: «Testamento del cacique Esteban Rojas», en Fondo Protocolos Notariales, Antonio Pérez, 1842, 1-27-5.
El otro pequeño grupo de indios, en particular los Ramírez, fundan con los Rojas la comunidad de San Andrés, arriban desde el valle de Caujerí y Baitiquirí, este último poblado indio del siglo XVI. Defendemos la hipótesis que los frailes Belemitas y el personal misionero a su servicio, protegieron a los indios durante los siglos XVII, XVIII y principios del XIX, en la propiedad agrícola que fomentaron en el valle de Caujerí.6
6En los mapas de finales del siglo XIX esta extensa propiedad es reconocida como «tierras del Convento de los Belemitas». Ver: ANC:Fondo Mapoteca: «Mapa de la Jurisdicción de Guantánamo, 1893», firmado por el Dr. Federico Grimán y Enrique Lescaille, Leg. 78, N.o122.
De Caujerí procede Juan Ramírez, marido de Francisca Rojas, hija de Esteban Rojas, padres de José Ireno Ramírez Rojas, este último bautizado en la iglesia de Tíguabos en 1862, y sargento del Ejército Libertador en 1895. Como parte de la política de blanqueamiento aplicada con los indios, se inscribían en el Libro de Blancos de los archivos de la iglesia católica.7
7Archivo de la Iglesia Santa Catalina, Guantánamo, siglo XIX.
Las autoridades coloniales presionadas por la iglesia católica dictaron algunas medidas para tratar de proteger a los descendientes de los primeros pobladores, indicaciones que en la práctica muchas de ellas no se cumplimentaron ante la voracidad económica de los plantacionistas, como se puso de manifiesto en 1812, cuando se decretó por reales órdenes la entrega de tierra a los indios que sembraran cacao, café, añil y granos, con la indicación que los obispos y curas los instruyeran.8
8 ANC: Fondo: Real Órden: Leg. 46, N.o 122.
Por Real Orden de fecha 20 de abril de 1844, se informa por las altas autoridades de la península ibérica a la Real Audiencia de Puerto Príncipe «se suprima entre las estignada la probatoria de Indios de los Tíguabos».9A partir de ese año legalmente no se reconocía la existencia del antiguo pueblo de indios.
9Ibidem, 156, N.o 256.
Guantánamo debió ser una de las regiones más segregacionistas de Cuba y la primera del Departamento Oriental. Los franceses que huyen de la revolución haitiana, promueven el «miedo al negro»y estimulan la discriminación por el color de lapiel. Las autoridades españolas tratan de aplicarla política de «blanqueamiento» de la población yen 1837 aprueban la caducidad de las mercedes concedidas a los indios.10Decenas de miles de esclavos, que representaban a mediados del siglo más del 50 % de la población (la cifra más alta de Oriente y Camagüey) fueron explotados en las plantaciones cafetaleras y azucareras, cientos de chinos, (la concentración más elevada de Oriente), trabajan bajo difícilescondiciones en la construcción delferrocarril y en los campos de caña.
10Lohania J. Aruca Alonso: «Las expediciones de Manuel Rivero de la Calle a Yateras, 1964-1986», p. 402, enLos Indoamericanos en Cuba.Estudios abiertos al presente. Editorial de Ciencias Sociales, 2014.
En esta sociedad cruel y discriminatoria, los indios fueron obligados por los plantacionistas, con el apoyo de las autoridades, a abandonar el Partido de Tíguabos y las zonas de Baitiquirí y parte de Caujerí, buscando refugio en el valle del río San Andrés y en terrenos salvajes de los realengos de Mopox y La Caridad, en Yateras, tierras fronterizas con las montañas más intrincadas e incultas de la isla, que limitan con los grandes palenques de esclavos. Algunos de estos terrenos ellos los adquieren a precios bajos.
Una parte de los Rojas y Ramírez se mezclaron, algunos se habían fusionado antes en Tíguabos con los Pérez y Almenares, posteriormente en menor medida con Romero, Lara, Pineda, Suárez, Abad, Salazar, Leyva, Llamos, Abrines y Chacón, muchos de ellos también con sangre india.
El geógrafo Miguel Rodríguez Ferrer recorrió el valle de San Andrés en 1847 donde contactó con las familias indias que vivían en la zona, que fueron consideradas por el investigador español como de la que conservaban con mayor pureza los rasgos de los pobladores originarios. En esa ocasión conoció al cacique de la comunidad, Esteban Rojas y Aranda.
En 1859 se localizan como propietarios de tierras en Yateras, Esteban Rojas, propietario de La Caridad, hacienda de crianza; Cañas, de María de Jesús Ramírez; San José Vega, de Caridad Rojas; San José, de José Andrés Pineda; y las estancias La Caridad, de Juan L. Rojas y San Francisco, de José de Rojas.11
11 ANC. Fondo: Miscelánea de Expedientes. 982, Exp. B.
Como norma, algunas familias de San Andrés, en particular un grupo procedente de Caujerí y el otro de El Caney, que conservaron un por ciento significativo de la sangre de los indios originarios y algunas tradiciones primitivas, evitaban el cruzamiento con negros y blancos, lo que genera una comunidad unida por fuertes lazos de consanguinidad, vínculos sociales estrechos entre sí, con tendencia a la poligamia, de ahí la elevada frecuencia de niños con trastornos físicos y mentales entre estas familias.
Así vivieron arrinconados en los altos de Yateras, explotados por los plantacionistas franceses, peninsulares y criollos, que empleaban su mano de obra pagando un precio irrisorio, y adquiriendo sus pequeñas producciones a bajos precios; afectados en menor medida por la presencia de los apalencados que periódicamente incursionaban en sus conucos y olvidados y discriminados por las despóticas autoridades coloniales.
Se necesita ser fuego, para comprender el fuego.
José Martí
A l estallar la guerra de 1868, la economía y la sociedad guantanamera no pueden valorarse, como un ente uniforme. La conformación interna, con zonas y subregiones naturales diversas, y la dispersión de la población determinaron la creación de áreas distintas, las unas de las otras, desde el punto de vista productivo y social.
El núcleo poblacional asentado en el valle de Guantánamo, que incluye la zona sur de los Partidos de Yateras y Tíguabos, se caracteriza por dominar prácticamente toda la producción azucarera de la jurisdicción, así como el comercio de exportación e importación. Los sectores dominantes están integrados por comerciantes catalanes, colonos franceses y unos pocos criollos ricos y medios, dueños de la riqueza y monopolizadores del poder político local, que constituyen los mayores propietarios de esclavos. Los mulatos y negros libres y los pequeños campesinos, junto a los escla-vos,forman parte de esa masa de hombres en que descansa la explotación del régimen colonial.En las zonas de Monte Rus y Yateras se concentra lariqueza cafetalera de la jurisdicción guantanamera, en manos de los franceses y sus descendientes, esencialmente propietarios de miles de esclavos no poseen igual influencia, por su condición de extranjeros, en el orden político en la región. Se pone de manifiesto que el valle de Guantánamo y la zona de Monte Rus y Yateras tipifican plenamente el sistema esclavista del territorio, por lo que resultan las fuentes principales de riqueza del colonialismo. En los cuartones de Filipinas, Baitiquirí y del este de Yateras Arriba, zona que pertenece el Valle de San Andrés, situados en los puntos extremos del valle de Guantánamo, se observa una economía ligeramente ganadera, con fuerte presencia de criollos medios, pequeños productores y dueños de conucos, incluyendo en esta zona de Yateras Arriba a los descendientes de los aborígenes. Sus aportes económicos son insignificantes respecto a la producción global del territorio.12
12José Sánchez Guerra y Wilfredo de J. Campos Cremé:Los Ecosde la Demajagua en el Alto Oriente, Editorial Santiago, 1996, p. 7. El investigador alemán Volker Mollin, autor de GuerraPequeña. Guerra Olvidada, señaló sobre este libro: «Con el estudio de esta obra, la historiografía cubana ha desarrollado un modelo explicativo diferenciado. Resultan interesante las observaciones respecto a las importantes diferencias socioeconómicas de las distintas regiones y partidos de Guantánamo y, por consiguiente, de su variada disposición para el alzamiento».
Cuando estalla la guerra, los propietarios esclavistas cafetaleros franceses y sus descendientes, establecidos en Yateras, vecinos colindantes de los indios del valle de San Andrés, frente a la disyuntiva de ver afectados sus intereses económicos decidieron seguir al lado del colonialismo español, como única forma posible de seguir detentando las riquezas acumuladas gracias al sistema de plantaciones.
Al iniciarse el conflicto bélico en octubre de 1868, los indios son sorprendidos por las noticias. La guerra estremece gran parte de la isla; aunquelas montañas de San Andrés demoran en llegarlas informaciones, muchas de ellas tergiversadas por los representantes coloniales y los franceses. Acostumbrados a vivir en su comunidad dispersa y montañosa, socialmente semicerrada en San Andrés delos Indios, tenían limitados vínculos con la villade Guantánamo y el poblado de Jamaica, donde radicaba la cabecera del Partido de Yateras.
Dirigidos por su cacique, al cual respetaban y acataban sus decisiones, desconfiados con los forasteros, desconocedores de los sentimientos nacionalistas, blanco de la propaganda colonial que incluía el «miedo al negro», algunos rastreadores y prácticos indios, en las décadas anteriores, habían participado en los asaltos a los palenques de esclavos que encontraron refugio en las Cuchillas del Toa.
Ante el conflicto que se inicia, y que no repercute en su comarca de manera directa, la mayor parte de los pobladores mantienen la posición de no inmiscuirse en la guerra, mientras en su interior adoptan la decisión de esperar el desarrollo de los acontecimientos para tomar una decisión.13
13 Al iniciarse la guerra en la región en noviembre de 1868, un grupo de indios «mezclados» del Partido de Tíguabos y un reducido número del Partido de Yateras, se incorporaron a las Escuadras de Santa Catalina del Guaso, esta unidad ganó fama entre la población integrista por la combatividad que demostró en las tres guerras.
Al desarrollarse la invasión a la región de Guantánamo por el general Máximo Gómez, seguido de Antonio Maceo, en 1871, la tea redentora llega a sangre y fuego a los cafetales franceses de Yateras, próximo al valle de San Andrés, desde cuyas alturas los indios podían observar los incendios de las propiedades.
Pronto el desconcierto y la inseguridad se apodera de los montañeses. Estas circunstancias determinan que un número de indios se incorporen como voluntarios a las Escuadras de Santa Catalina de Guaso, y reciban de los propietarios integristas franceses, y después del ejército español, armas y la paga por los servicios.
Por lo general, como una proporción significativa de los soldados de las Escuadras estaba compuesta por hombres de tez mestiza por la presencia de la descendencia africana y española y en menor medida francesa e india, individuos cuya piel estaba afectada por el sol, se le nombró indios, no corres-pondiendo esta definición en la mayoría de los casos con la realidad. Por otra parte, como el otrora poblado de Tíguabos fue fundado por los Pérez y al caserío se le consideró en el siglo XVIII como pueblo de indios, este elemento influyó también en que se generalizara la manera de nombrar a estos rudos soldados.
Sin duda, estas Escuadras en las que se encontraban incorporados un número de indios, con su comandancia en Guantánamo, dirigidas primero por el coronel Miguel Ignacio Pérez Céspedes, natural de Tíguabos, muerto en el combate de Peladero, Sierra de Canasta, el 5 de abril de 1871, al chocar con la fuerza que comandaba Guillermo Moncada, desempeña un rol combativo significativo en las filas colonialistas.14 Tras la caída de su jefe fundador del cuerpo militar, asume el mando el coronel José de los Santos Pérez y Ruiz, también natural de Tíguabos e hijo de Miguel Pérez. Santos, llegaría a alcanzar los grados de general de brigada del ejército colonialista. En esta unidad se forma como oficial, donde alcanza los grados de comandante Pedro Agustín Pérez, sobrino de Miguel y primo hermano de Santos Pérez, después líder indiscutible del mambisado del Alto Oriente en la Guerra de 1895.
14Centro de Estudios Militares de las FAR:Historia Militar de Cuba, tomo V, Casa Editorial Verde Olivo, La Habana, 2011, p. 179.
Sobre las cualidades militares de los criollos, entre ellos un número reducido de indios, así como españoles e hijos de franceses, incorporados en las Escuadras, T. Ochando, escritor defensor del colonialismo, ha escrito:
[…] Cubanos eran también los soldados de esas valientes Escuadras de Guantánamo, cuyo nombre está asociado al de nuestros más brillantes batallones, en cuanto hecho de armas ha habido en los espesos montes de aquella jurisdicción, y cubanos también los jefes que la dirigían de padres e hijos, transmitiéndose con un valor e inteligencia superior de esta guerra […]15
15 T. Ochando: El General Martínez Campos en Cuba, Imprenta de Fortenet, Madrid, 1878, p. 157.
Ante la cercanía de los incendios y las acciones combativas, la mayor parte de los montañeses sienten amenazadas sus familias y conucos, adoptan medidas defensivas, aunque continúan sin inter-venir a favor de ninguno de los bandos en disputa.
La destrucción de gran parte de las propiedades limítrofes a San Andrés, con las cuales ellos mantenían un limitado intercambio comercial, unido a la crisis económica que afectaba al país desde antes de iniciar la guerra, provoca agravamiento de la situación social y económica de la ya pobre comunidad local.