Los lobbies financieros, tentáculos del poder - Juan Hernández Vigueras - E-Book

Los lobbies financieros, tentáculos del poder E-Book

Juan Hernández Vigueras

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Beschreibung

Por primera vez un libro radiografía las entrañas de los grupos de presión financiera que influyen en las decisiones políticas de los gobiernos de todo el mundo y condicionan la salida de la crisis y la vida de millones de personas. Sobre los gobiernos y la tecnocracia internacional, se impone una trama mundial de organizaciones internacionales y megabancos, coordinadas y concertadas para la promoción y defensa del sistema financiero que les ha dado vida y del que se nutren. Al servicio de un modelo de finanzas sin control público, estos lobbies se dejan sentir como poderosos tentáculos invisibles que se adhieren con sus ventosas y atenazan a los centros de grandes decisiones políticas, condicionando o determinando las decisiones del poder público constituido democráticamente. Son Los lobbies financieros, tentáculos del poder. En este libro el autor hace un recorrido por los centros de poder financiero y delata a las distintas organizaciones que influyen en Wall Street, Washington, Bruselas, Londres y también Madrid. Por primera vez, un libro pone nombres y apellidos a quienes se benefician de la influencia que ejercen los lobbies bancarios sobre los gobernantes. Ese lobbismo financiero global que conforman entidades bancarias de todo el planeta como el Grupo Santander, BNP, Credit Suisse, Goldman Sachs, Nomura, HSBC, Deutsche Bank, Barclays Capital y las grandes auditoras de talla mundial como Ernst &Young, KPMG, Deloitte& Touche o Pricewaterhouse.

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© Juan Hdez. Vigueras, 2013

© Clave Intelectual S.L., 2016

Velázquez 55, 5º D- 28001 Madrid- España

www.claveintelectual.com

[email protected]

Derechos mundiales. Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción

total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento sin el permiso escrito de la

editorial.

ISBN: 978-84-945281-7-0

IBIC: KC KCLF

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Dedicatoria

Citas

INTRODUCCIÓN

 

CAPÍTULO I. ENTRE WASHINGTON Y WALL STREET: LOS LOBBIES FINANCIEROS

Los profesionales y los negocios en la calle K

El lobby financiero, uno de los diez mayores en Washington

La desregulación de las finanzas, un logro de los lobbies

El combate contra la reforma legislativa de Obama

Los cabos sueltos de la ley los atan los lobbies

Los millones del Deutsche Bank y otros gigantes alemanes

La gran banca sigue gastando dinero en lobbies

El lobby financiero, instrumento político de Wall Street

 

CAPÍTULO II. LOS LOBBIES DE LA CITY

Las victorias políticas

La City, un paraíso financiero

La corporación de la City, una entidad singular y un lobby político

Las asociaciones de banqueros y de aseguradores británicos y otros lobbies influyentes

La promoción mundial de la City y su doctrina financiera

 

CAPÍTULO III. LA LOBICRACIA FINANCIERA DE BRUSELAS

Academias para lobistas europeos

La Comisión Europea, cautiva de los «expertos» banqueros

La reforma bancaria europea enmarcada por los bancos

La puerta giratoria hacia el lobby europeo

Las bandadas de lobistas financieros

Los lobbies internos en el Parlamento Europeo

La opacidad del lobismo, otra deficiencia europea

 

CAPÍTULO IV. LOS LOBBIES FINANCIEROS EN ESPAÑA Y PAÍSES DEL EUROGRUPO

La influencia de los lobbies bancarios

Los lobbies internacionales presionan a los gobiernos

El debate sobre la regulación del lobismo y transparencia

 

CAPÍTULO V. EL IIF, UN PODER FÁCTICO BANCARIO MUNDIAL

La banca, inquieta sobre el «banco malo» en España

Endeudamiento, consolidación fiscal y «reformas estructurales»

Las negociaciones sobre la quita de la deuda de Grecia

El IIF contra la regulación bancaria

El lobby de los grandes bancos globales

 

CAPÍTULO VI. LA ISDA MANTIENE A RAYA A LOS GOBIERNOS

La ISDA fija las reglas de la quita de la deuda griega

La defensa de la autorregulación

La ISDA-Goldman Sachs, contra la regulación de derivados

Un lobby que mantiene a raya a los gobiernos

 

CAPÍTULO VII. EL MEGALOBBY GLOBAL: GOLDMAN SACHS, LA OBRA DE DIOS

Goldman Sachs, un banco con poder en Washington

Goldman Sachs se implica en la política británica

Goldman Sachs manipula la política europea

 

CAPÍTULO VIII. LA COALICIÓN DE LOBBIES EEUU-UEPARA «SIMPLIFICAR» LA REGULACIÓN FINANCIERA

La GFMA, la voz suprema de las finanzas mundiales

La Coalición transatlántica de organizaciones de lobby

Una doctrina común para la «simplificación» de la regulación

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

 

Notas

Dedicado a los periodistas de investigación crítica y profesionales de las ONG

que trabajan por la transparencia de las decisiones políticas.

«Pedimos a Barack Obama que ordene una Comisión Presidencial encargada de acabar con la influencia que el dinero tiene sobre nuestros representantes en Washington».

Occupy Wall Street, 13 de julio de 2011.

«Una crisis financiera desestabiliza a los Estados, enormes deudas públicas dan a los mercados todos los derechos. Europa se despierta incapaz de proteger su moneda frente a la especulación. Nuestro propio país afronta un desempleo récord y se hunde tanto en la recesión como en la austeridad. La duda se ha instalado. Lo percibo cada día. Se acumula la desconfianza hacia Europa e incluso hacia la democracia. Se transforma en indignación ante la injusticia de un sistema, la impotencia de una política, la indecencia de los ricos. Degenera en violencia privada, familial, social, urbana, con esa terrible idea que se ha instalado, que se difunde en nuestra conciencia colectiva: (que) se va a detener el avance hacia el progreso, (que) nuestros hijos estarán condenados a vivir no tan bien como nosotros. Pues bien, es contra esa idea contra la que lucho. He ahí por qué soy candidato a la elección presidencial.

… En esta batalla que se inicia, os diré quién es mi adversario, mi verdadero adversario. No tiene nombre, ni rostro, ni partido, nunca presentará su candidatura, no será pues elegido y, sin embargo, gobierna. Este adversario es el mundo de las finanzas. Ante nuestros ojos, durante veinte años, las finanzas han tomado el control de la economía, de la sociedad e incluso de nuestras vidas.»

FRANÇOIS HOLLANDE, candidato socialista a la presidencia de la República francesa, en su discurso en Le Bourget el 22 de enero de 2012.

INTRODUCCIÓN

 

«Más de cuatro años después de la caída de Lehman Brothers, más de tres meses después del escándalo de las manipulaciones del Líbor, ¿qué ha sido de la reforma de los mercados financieros que los gobernantes del G-20 nos habían prometido a bombo y platillo? La prueba es irrefutable: cualquier reforma de envergadura es cortada de raíz por los lobbies bancarios. Más inquietante todavía: si esta obstrucción sistemática no es necesariamente lo mejor para sus socios comanditarios, ciertamente es lo peor… para todos y cada uno.

(…)

Esas reformas, convertidas en inoperantes o simplemente abortadas, ilustran de modo caricaturesco la relación desigual de fuerzas entre los partidarios de la regulación y los del laissez faire. Esto se puede explicar por varios factores, el más evidente es que los lobbies bancarios nunca han sido tan poderosos como hoy y están en condiciones de cortar de raíz cualquier tentativa de reforma, puesto que han colocado a sus agentes en las más altas esferas del poder, tanto en Estados Unidos como en Europa, hasta el punto que a los lobistas en Bruselas no se les obliga a declarar los recursos humanos y financieros dedicados a esta actividad, contrariamente a los presentes en Washington».

 

Son palabras de un gran conocedor de las finanzas mundiales, el prestigioso profesor de Economía y Negocios Internacionales de la Universidad de Nueva York, Nouriel Roubini, recogidas en un artículo titulado «Victorias del lobby bancario, derrota de todos», publicado en la revista financiera Paperjam de Luxemburgo, todo un dato sintomático del desconcierto actual que estas líneas puedan leerse en un paraíso financiero del Eurogrupo[1].

¿Por qué aquellas denuncias de Obama no se han traducido en unas finanzas estables, reguladas y supervisadas? ¿Por qué la City frena las propuestas de regulación financiera en Bruselas? ¿Por qué en las decisiones en Bruselas pesa más la banca que los gobiernos de la Unión Europea? ¿Por qué casi cinco años después del comienzo de la crisis los bancos se presentan más seguros que los gobiernos? ¿Por qué tuvo que intervenir el Instituto de Finanzas Internacionales y por qué sus máximos representantes visitaron la Moncloa en momentos complicados?

Son algunas de las muchas preguntas a las que se intenta responder en este libro, que analiza algunos instrumentos de que se valen los grandes bancos y firmas financieras para gestionar la constante presión política que mantienen sobre los gobiernos, defendiendo un sistema financiero inestable pero que les beneficia; y que en gran medida no sirve a la economía real que genera riqueza y trabajo. Son los lobbies de los grandes bancos y firmas financieras que se sirven de la puerta giratoria, el flujo de idas y venidas de expertos entre el sector privado y la tecnocracia pública y de la financiación privada de las campañas de los partidos políticos para ganar influencia o poder en el campo político.

Ciertamente, la política se compone de diversas influencias e interacción entre los grupos gobernantes y entre estos y la sociedad. Y la sociología política nos enseña que los grupos de interés o grupos de presión son parte de las democracias modernas dentro de la evolución de la actual sociedad industrial y postindustrial que ya no se puede imaginar sin ellos[2]. A unas prácticas surgidas hace siglos, por las que unos grupos de ciudadanos influyentes solían reunirse con los diputados en el vestíbulo o lobby de la Cámara Baja del Parlamento británico, primero, y más tarde en el Congreso estadounidense, intentando negociar las normas legales y las intervenciones del Estado, que se convirtieron en una actividad reiterada, se las comenzó a llamar lobbying; y en castellano, las llamaríamos «lobismo» o cabildeo[3]. Dejando para el ámbito académico el análisis más profundo de estos procesos sociales y políticos, digamos que por lobbies se entiende aquellas agrupaciones voluntarias de personas o corporaciones, que se constituyen con el fin de ejercer influencia sobre los representantes legítimos de la política, principalmente, del poder legislativo y ejecutivo, aunque del análisis de la realidad podemos deducir que también se ejerce sobre el poder judicial. Estas asociaciones conocidas también bajo la expresión más genérica de grupos de presión o grupos de interés, procuran ejercer su influencia sobre el proceso político de la toma de decisiones, priorizando sus intereses particulares sobre los generales.

Los grupos de interés o lobbies se manifiestan de diversas maneras y se pueden clasificar simplificadamente en los tradicionales grupos de interés con fines de lucro y las ONG o entidades o grupos de interés sin fines de lucro, cuyo número va en fuerte aumento. La gama va desde los bancos, las empresas, los sindicatos tradicionales y las asociaciones sectoriales, de profesionales y de agricultores, pasando por las asociaciones de consumidores y las plataformas ciudadanas que defienden un interés general o de grupo o entidades con una orientación general de defensa del medioambiente o de denuncia de deficiencias sociales. En la sociedad actual, la complejidad de las cuestiones públicas por sí mismas, requiere unos conocimientos técnicos y una dedicación que han convertido el lobby, además, en una labor de profesionales. De ahí que la defensa organizada de los intereses particulares ante los gobernantes y las autoridades públicas lleve a la intervención retribuida de profesionales, agencias especializadas o de comunicación, así como de despachos de abogados y consultoras que asumen profesionalmente la misión del lobby; y con su pericia y contactos sociales, de facto resultan imprescindibles para el proceso político de la elaboración de la legislación. En general, particularmente en el mundo anglosajón se considera legítima la actividad profesional del lobby, que en inglés suele denominarse como government relations, considerándose que lleva ante el poder político las opiniones e intereses de los afectados por las decisiones de los poderes públicos. Dada su relevancia política creciente, en los últimos años se acentúa la tendencia hacia su regulación como medio de limitarla y de hacerla transparente, permitiendo a la ciudadanía tener un conocimiento cabal de esas actividades, lo que permitirá su valoración política en cada caso dentro del proceso democrático.

Sin embargo, la influencia o presión que ejerce cualquier lobby o grupo de interés es directamente proporcional al poder que representa, sea por los recursos de que dispone, por su influencia en la opinión pública o por la capacidad de la movilización ciudadana. Y este poder dependerá de factores muy diversos, entre ellos, del peso social que tengan los intereses que defiende y de los recursos que se puedan poner a disposición de quienes ejercen las actividades de lobby, sean económicos, organizativos o intelectuales. De ahí que la defensa de los intereses de la banca y los grupos financieros merezca una consideración aparte, más allá del planteamiento sociológico global. De ahí que las actividades de presión política de la gran banca tengan un alcance difícilmente comparable al que puede disponer cualquier otro grupo de interés aunque sea también de alcance mundial, en particular por la homogeneidad de esos intereses compartidos basados en el dinero.

Por consiguiente, en el plano político de quienes deciden o preparan las decisiones que afectan a las finanzas, el lobismo financiero alcanza la mayor altura y sutileza sobre los centros de decisión de alcance mundial. Los proyectos de reforma financiera que se gestaban en el seno del Comité de supervisores bancarios en Basilea, en el Consejo de Estabilidad Financiera y en los demás comités patrocinados por el G-20 y en los EEUU y en la UE, formaron parte de la agenda del Foro Económico de Davos en enero de 2010; donde la élite de la banca tuvo oportunidades para mostrar su oposición a las propuestas contrarias a sus intereses. Y un año más tarde, en enero de 2011, Tim Geithner, secretario del Tesoro de los EEUU, se reunía en Davos privadamente con 14 altos ejecutivos de los más importantes grupos financieros mundiales, entre ellos el británico Barclays, el holandés ING y el Credit Suisse. Entre otras cuestiones, los grandes banqueros presionaban al representante del gobierno estadounidense, quejándose por las propuestas de regulación financiera de la Comisión Europea, que supondrían diferencias importantes con la legislación estadounidense y que eran contrarias al objetivo establecido de una reglas comunes para el juego financiero planetario, según contaban los reporteros de un periódico internacional, que en la misma información se referían a «la feroz labor de lobbying de los grupos financieros» ejercida sobre las autoridades nacionales.

De ahí que este libro se focalice en los lobbies que sirven al poder de los grandes bancos y los grandes grupos financieros, como grupo social con recursos a menudo superiores a los del Estado y debido a que la actividad financiera está interconectada mundialmente. Mientras bancos y firmas financieras tienen capacidad legal para enviar libremente fondos de un extremo del planeta al otro y realizar operaciones sin trabas con nuevos productos virtuales en cualquier rincón del mundo civilizado, los Estados tienen unas fronteras que limitan el ejercicio de su autoridad soberana y de su poder de coerción. Y las instancias internacionales no van más allá de la coordinación, condicionada por diferencias políticas, culturales o de intereses nacionales. De modo que, por un lado, la libertad de innovación y de acción les ha permitido a las entidades financieras desarrollar unos mecanismos autónomos que han convertido los mercados financieros mundiales en un casino, donde los riesgos de las jugadas pueden generan enormes pérdidas que se difunden por el sistema y que los Estados terminan absorbiendo con cargo a los contribuyentes para salvar el sistema que ha creado esa situación; un hecho histórico acreditado por la experiencia reciente. Es la realidad que analizamos en nuestro libro anterior[4], al que nos veremos obligados a remitirnos en algunos puntos para la mejor comprensión del alcance de la cuestión de los lobbies.

En este libro, intentamos aproximarnos a la variada gama de instrumentos que son utilizados para persuadir o ejercer presión sobre el poder político en nuestras democracias, con la finalidad de mantener el referido statu quo del mercado financiero sin una regulación ni supervisión que reduzca sus riesgos y los de la economía, a la que tendría que servir en lugar de mantenerse como una realidad global que se impone sobre los gobiernos. Intentamos dar visibilidad a la realidad de los lobbies financieros que ejercen la presión e influyen, cuando no determinan, las decisiones políticas relativas a la economía y a la sociedad. Mediante la observación y el análisis de las distintas organizaciones de alcance mundial, veremos qué significan y cómo funcionan quienes hoy están dedicados a la defensa de quienes se benefician del funcionamiento actual de los mercados financieros coartando la política en las democracias.

En el capítulo I, veremos que el instrumento del lobby forma parte del funcionamiento normal del sistema político de los EEUU; siendo el lobby financiero uno de los diez mayores lobbies en Washington. Los bancos y las firmas financieras dedican una especial atención para sostener y mantener la plena libertad del mercado en su campo de operaciones, impidiendo u obstaculizando cualquier disposición legal que pueda perturbar ese funcionamiento. Aunque nadie discute hoy la responsabilidad decisiva de los grandes bancos y fondos de inversiones en la burbuja inmobiliaria y en el descontrol de la creación de valores respaldados por hipotecas incobrables, las conocidas hipotecas subprimes que desencadenaron la crisis del sistema global y la gran recesión económica. Sin embargo, desde el colapso de los mercados financieros, los grandes bancos además de forzar sus propios rescates, se resisten frente a los intentos de reforma del sistema financiero, siendo, con mucho, quienes más dinero invierten en los procesos legislativos del Congreso con miles de millones de dólares para las campañas electorales y los partidos políticos. Además de las contribuciones a las campañas electorales de aquellos candidatos más proclives a la defensa de los intereses de Wall Street, este sector ha dedicado cientos de millones y de profesionales a la presión sobre el Congreso, la Casa Blanca y las agencias reguladoras para mantener la libertad de acción de bancos y fondos.

Entrelazados con los lobbies de Washington, contemplamos que la City de Londres (capítulo II) es el gran lobby financiero británico y europeo de alcance mundial, cuya influencia se apoya en un estatus político sólido que se esconde tras una parafernalia de denominaciones y ceremonias vistosas; con una fuerte vinculación con el Gobierno y el Parlamento del Reino Unido y con gran proyección mundial en defensa sus propios intereses. Y ese poder político sin parangón en el Reino Unido, se ha utilizado para ejercer su enorme influencia política con el fin de resistir los intentos de regulación de las finanzas consiguiendo exenciones tributarias; alimentando una libertad en el terreno financiero que facilita el blanqueo de dinero sucio y la delincuencia organizada al colocarse entre los centros financieros del mundo más opacos y que rinden menos cuentas. Hasta el punto que periodistas investigadores británicos sugieren que «el Estado británico en lugar de controlar la Corporación de la City en realidad se subordina a la misma».

En la Unión Europea, la deficiente construcción institucional deja un ancho espacio para la influencia del lobby bancario, puesto que el complejo y largo proceso legislativo establecido convierte a los expertos financieros en cooperadores necesarios en Bruselas. Ciertamente la libertad de acción de bancos y firmas financieras en cuanto a la innovación de productos e instrumentos u operativas, ha generado los cada vez más complejos mercados financieros globalizados, ajenos a la economía productiva, en los que las prácticas se alejan de la ciencia económica. Y por tanto, solo son conocidas por quienes están profesionalmente implicados en esas transacciones, que, incluso, como hemos sabido por la crisis del sistema, eran y son ignoradas por los máximos responsables de los grandes bancos. Y, por supuesto, de ese desconocimiento de las complejidades alcanzadas por el mundo financiero actual, son partícipes los tecnócratas de la Comisión Europea y los europarlamentarios, ya que la supervisión de los bancos y bolsas de valores era y sigue siendo algo ajeno a las competencias que venían ejerciendo; lo que explicaría que no se contemplara la necesidad de la supervisión bancaria paneuropea hasta la grave crisis del euro. De ahí que los expertos y lobbies financieros sean para la Comisión Europea imprescindibles en la elaboración de las directivas sobre asuntos financieros; mucho más desde la llegada a Europa de la crisis que estalló en Wall Street. En los diversos campos de las competencias europeas, estos grupos de expertos, que, según las propias directrices de la Comisión deben componer una muestra representativa de puntos de vista, son de enorme influencia en la redacción de la legislación de la UE. Y como referimos, han tenido y tienen más influencia en el campo de las medidas de tipo financiero.

En el capítulo IV, ofrecemos un apunte sobre actuaciones de los lobbies bancarios en los países del Eurogrupo como Alemania, Francia o España. Algunos asuntos financieros nacionales, como ha sucedido en España con la bancarización de las Cajas de Ahorro y la constitución del llamado banco malo, han atraído la atención de los grandes lobbies globales. En otros más locales, los bancos han utilizado sus fuertes contactos para impedir soluciones racionales y humanas frente al escándalo de las ejecuciones hipotecarias y frente a la demanda desde la sociedad de una reforma de la legislación de los desahucios, con anuncios gubernamentales desde 2011 que han llegado a 2013 sin cumplirse, como han reflejado los medios. Y en Alemania o Francia el lobby bancario se opone a los proyectos legislativos de reforma bancaria, al mismo tiempo que desarrolla una dura campaña contra las propuestas del Informe Liikanen de la Comisión Europea, que pretende una separación de la especulación bancaria en los mercados, de su condición de banca minorista o de depósito.

Y en los capítulos V y VI, abordamos dos organizaciones financieras muy influyentes que actúan como poderosos lobbies, como son el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF) y la Asociación Internacional de Derivados y Swaps (ISDA), con sede en Washington y Nueva York. En la crisis griega, el Consejo Europeo les dio amplio juego a estos dos lobbies globales, que contribuyeron al acuerdo de la quita de la deuda griega pero con significativos beneficios para los grandes bancos. Lo cierto es que, tras negociaciones entre bastidores con el IIF como lobby bancario, nuestros gobernantes se vieron obligados a rectificar el planteamiento inicial de la imposición obligatoria del canje a los bancos alemanes y franceses, porque la ISDA tenía unas reglas para los mercados de derivados que había que aplicar; y el canje de bonos fue voluntario para los tenedores de títulos griegos. Esta Asociación internacional es el gran instrumento de los grandes bancos de negocios para mantener los mercados de derivados como un gran coto privado, opaco y sin controles. La ISDA ha sido un lobby muy activo en el debate europeo sobre la regulación de los derivados, dirigida por su influyente miembro Goldman Sachs. En el capitulo VII, analizamos la capacidad de manipulación que tiene este megabanco como monstruo de las finanzas tanto en los EEUU, en el Reino Unido o en el Eurogrupo. Si en los EEUU, su baza es la incesante puerta giratoria entre este banco de negocios, los organismos reguladores y la élite política, Goldman Sachs también cultiva los contactos con el poder político en todo el mundo; sobre todo su influencia se deja sentir en Europa. Finalmente, en el capítulo VIII, damos cuenta de una Coalición transatlántica de organizaciones de lobbies financieros globales, en las que se integran desde el Banco Santander y el BBVA hasta el BNP Paribas, el banco japonés Nomura, Barclays Capital, o UBS, Credit Suisse y muchos otros megabancos. Goldman Sachs, Deutsche Bank y HSBC son miembros de nueve de las once asociaciones que forman la Coalición EEUU-UE, que tienen como objetivo básico defender una doctrina común para prevenir una regulación de las finanzas que perjudique los intereses generales de la banca financiera. Y junto a esos megabancos, también son miembros otros grupos financieros y las cuatro grandes auditoras de alcance mundial (the big four), Deloitte & Touche; Pricewaterhouse; Ernst & Young y KPMG, lo que demuestra su implicación en la defensa de intereses financieros privados y la falacia de su independencia. De un modo u otro, incluso autocalificándose con la expresión «lobby», estas asociaciones manifiestan su objetivo de interpelación y presión sobre las tecnocracias públicas internacionales y de los gobiernos.

Y es que en el sector de la banca, las asociaciones que aparentemente tendrían campos de acción nacionales, desde que se produjo la mutación de la banca comercial tradicional en banca de negocios financieros, sus intereses trascienden el ámbito de país que les da nombre para transformarse en globales. Así se explica que la Asociación Británica de Banqueros (BBA) agrupe bancos del Reino Unido y de otros 60 países (Grupo Santander); o que la Asociación de banqueros suizos destaque que ejerce la representación de la defensa de sus intereses no solamente ante las autoridades suizas sino también ante las autoridades extranjeras. Y la Asociación filial de la Asociación Estadounidense de Banqueros (ABA), representa el interés de los bancos por el comercio de títulos bursátiles, los fondos de inversiones y derivados, mientras que la Asociación de Banqueros para los Mercados y el Comercio Financiero (BAFT) se dedica a la modelación de las prácticas, los servicios y la liquidación de los pagos del mercado frente a la regulación que pueda obstaculizarla.

Sobre los gobiernos y la tecnocracia internacional, se impone una trama mundial de organizaciones internacionales y megabancos, coordinadas y concertadas para la promoción y defensa del sistema financiero que les ha dado vida y del que se nutren. Al servicio de un modelo de finanzas sin control público, estos lobbies se dejan sentir como poderosos tentáculos invisibles que se adhieren con sus ventosas y atenazan a los centros de grandes decisiones políticas condicionando o determinando las decisiones del poder público constituido democráticamente. Son los lobbies financieros, tentáculos del poder.

CAPÍTULO I

ENTRE WASHINGTON Y WALL STREET: LOS LOBBIES FINANCIEROS

 

La firma de abogados Piper Rudnick recibió del Gobierno de José María Aznar dos millones de dólares para lograr las firmas que requiere la concesión de la medalla de oro del Congreso; en el contrato, la empresa de lobby se comprometía a «asistir al Gobierno de España en diplomacia pública y comunicación estratégica», consiguiendo las firmas necesarias para que la propuesta correspondiente fuera aprobada el 15 de mayo de 2003. El hecho produjo cierto revuelo mediático y político en España cuando fue conocido muchos meses más tarde[5]; planteándose dudas razonables sobre la legalidad de la utilización dada al dinero del contribuyente español y justas críticas a la futilidad del propósito buscado de mera vanidad del gobernante conservador.

Sin embargo, nadie en la prensa planteó dudas sobre la legalidad en los EEUU de la contratación para tal finalidad de los servicios de un lobby conocido, que había prestado su colaboración en años anteriores a la petrolera Exxon Oil y a otras corporaciones.

En los EEUU, el instrumento del lobby forma parte del funcionamiento normal del sistema político. Precisamente el mayor y mejor conocimiento del funcionamiento del lobismo en los EEUU, proviene del hecho de ser una actividad regulada por leyes que exigen a los lobistas estadounidenses que se inscriban obligatoriamente en un registro oficial. Además, la abundancia de información que genera este modelo y la amplitud y desarrollo en las últimas décadas de esas actividades de presión sobre el Congreso y los órganos del gobierno, ha provocado que hoy sea un tema en el debate político desde sectores críticos por la amplitud alcanzada. En particular, porque ahora sabemos que los grandes bancos y firmas financieras de Wall Street gastaron en estas actividades 3.400 millones de dólares de 1998 a 2008, impidiendo reformas legales que habrían podido prevenir la crisis financiera; y que el sector financiero, desde JP Morgan al Deutsche Bank, ha contribuido a aguar la reforma financiera ideada por el presidente Obama, como analizamos en este capítulo.

Más aún, a elevar el nivel de las denuncias y las críticas ciudadanas contribuye la asociación del lobby mediante el trasvase de profesionales de la política al sector privado y viceversa, la llamada puerta giratoria (revolving door). Y, sobre todo, porque está demostrado que las aportaciones a las campañas electorales son un componente de la labor de lobby de las corporaciones empresariales y, particularmente, de bancos y firmas financieras que impiden una regulación de las finanzas que garantice que están al servicio de la economía productiva; lo que tiene gran trascendencia para los intereses generales de la sociedad, puesto que este lobby financiero incide en mayor medida y más directamente en el sistema democrático que se aleja de las aspiraciones de la ciudadanía.

Un estudio publicado por el FMI demostró empíricamente que la influencia de las entidades financieras sobre la política contribuyó a la crisis financiera[6]. En los años anteriores a la crisis, las firmas financieras dedicaron una intensa actividad de lobby contra ciertas propuestas legislativas destinadas a reforzar la regulación que habría restringido las prácticas temerarias de los préstamos hipotecarios sin garantías. Por ejemplo, la American Mortgage y Countryside Financial, dos entidades que quebraron, de 2002 a 2006 gastaron millones de dólares en donaciones políticas, en contribuciones a las campañas electorales y en actividades de lobby para oponerse a la legislación antipréstamos depredadores, según contaba The Wall Street Journal del 31 de diciembre de 2007. El citado estudio revela que entre los años 2000 y 2006, los prestamistas que más intensamente utilizaron el lobby para impedir la legislación y las reglamentaciones relacionadas con los préstamos hipotecarios, también fueron los que generaron hipotecas con ratios más elevados de préstamos sobre renta; que más aumentaron su recurso a la titulización, a la conversión de créditos hipotecarios en activos financieros comercializables; y que tenían carteras de préstamos hipotecarios que crecían más rápidamente. Y estos resultados de la investigación, apuntan que el lobby financiero fue un factor que contribuyó al deterioro de la calidad del crédito y al aumento de los riesgos con anterioridad a la crisis. Sin embargo, gracias al lobismo –añadimos– los intereses de las entidades financieras se siguen imponiendo sobre la economía productiva e inciden negativamente sobre el proceso democrático en los EEUU, como analizamos.

 

 

LOS PROFESIONALES Y LOS NEGOCIOS EN LA CALLE K

 

«Washington está plagado de lobistas», decía The Washington Post hace unos años[7]. De hecho, su mayor relevancia política mundial deriva de que gran número de firmas de lobby están domiciliadas en la calle K de Washington, de ahí que cuando en los medios de comunicación se menciona esta calle se están refiriendo al lobismo, cuyo objetivo en Washington es una labor de persuasión y de presión con los representantes en el Senado o en la Cámara y también con los responsables de las agencias gubernamentales y en los nombramientos del Tribunal Supremo, todo en el marco de la ley. Pero eso no significa que sea fácil para cualquier compañía instalarse en la capital de los EEUU y comenzar a presionar a los miembros del Congreso. La dedicación al lobismo no es algo que profesionalmente esté al alcance de cualquier persona o agencia[8]. Según un documento de trabajo de la Oficina Nacional de Investigación económica[9] que examinó los archivos de las agencias con actividad pública de 1998 a 2006, se encontró con que menos de las 300 firmas de la muestra, que principalmente eran las más ricas y grandes, tuvieron actividad en el Congreso alguno de esos años. Y también el estatus de lobismo persiste en el tiempo, puesto que cada año las firmas de mayor actividad suelen ser siempre las mismas y las de mayor influencia son únicamente un puñado al año. Los autores de la citada investigación descubrieron que hay unas barreras reales para que los grupos y las firmas accedan a esta actividad de lobby, ya que lleva tiempo y dedicación el aprendizaje de la correspondiente legislación, contratar lobistas remunerados tanto externos como internos (en inglés denominados in-house, que ocupan puestos en las Cámaras del Congreso o en las agencias gubernamentales), llevar una agenda, plantearse quienes pueden ser aliados y oponentes en Washington y establecer cierto nivel de relaciones. Esta actividad implica en gran medida un bagaje de contactos personales y profesionales en el mundo de los altos funcionarios o de la política. Es un fenómeno que últimamente es altamente controvertido, porque se considera como negativo por gran parte de la opinión pública estadounidense. Y en la medida en que el lobbying representa una ayuda para los legisladores simpatizantes, es posible también que los políticos requieran ciertas inversiones iniciales como señales de la disposición de la firma a apoyarles. Y resulta bastante difícil para una determinada empresa comenzar a hacer lobby directamente, a menos que se haya pasado años y años deambulando por los pasillos del Congreso.

 

 

El negocio dellobby

 

Además de una profesión reconocida, el lobby es un negocio empresarial. El prestigioso periódico The Washington Post dedicó una larga serie de artículos escritos por el periodista Robert Kaiser que analizan la trayectoria profesional de Gerald S. J. Cassidy, creador y propietario de la agencia de lobby más lucrativa de Washington, que como profesional muy influyente creó escuela[10] y contribuyó a la transformación de estas actividades convirtiéndolas en fuente de enriquecimiento. De modesto abogado pasó a ser un personaje adinerado de gran influencia en la capital de los EEUU.

El joven abogado Gerald Cassidy, que trabajaba en un programa de asistencia legal a trabajadores emigrantes en Florida, hacia 1969 se traslada a Washington, como colaborador del selecto Comité del Senado sobre Necesidades Humanas y Nutrición que presidía el senador demócrata McGovern. Unos años después, asociado con un colega establece una consultora empresarial, proyectando utilizar sus conocimientos en el Congreso y en la burocracia federal para ayudar a las empresas e instituciones a encontrar ayudas en la capital del Estado, acumulando una fortuna personal de más de 125 millones de dólares. La innovación que introdujo obtuvo un éxito asombroso; y consistía en la aprobación de partidas presupuestarias asignadas a entidades privadas, es decir, logró la asignación de fondos federales por el Congreso para esas entidades particulares cuando ninguna agencia federal había propuesto ese gasto. El primer cliente fue la Universidad de Tufts, próxima a Boston, que consiguió 27 millones de dólares del contribuyente para la creación de un centro de investigación sobre nutrición humana. Por primera vez, un lobista lograba persuadir al Congreso para que destinara dinero a una entidad privada que hubiera solicitado fondos sin que una agencia gubernamental hubiera presentado el proyecto. En las siguientes tres décadas, el Gobierno destinó miles de millones a ese tipo de asignaciones predeterminadas. Y en unos pocos años, una firma de lobby se encontró con docenas de clientes y ganó millones de dólares; esta primera firma se disolvió a los diez años, pero la nueva firma de Cassidy & Associates se convirtió en la mayor agencia de lobby en Washington. Y su éxito supuso una explosión de lobistas que intentaban copiar el método de Cassidy. Y, al mismo tiempo, esta actividad se convirtió en una importante fuente de ingresos para los políticos sometidos al lobby, en la medida en que las campañas electorales se iban haciendo cada vez más caras y las aportaciones de estos profesionales de la presión política se convertían cada vez en más importantes. A medida que el lobismo se fue haciendo más y más lucrativo, se dice que Cassidy se dio cuenta de que a los miembros del Congreso que ayudaban a sus clientes, se les podía recompensar la ayuda con aportaciones a sus campañas electorales. Como él mismo explicaba en una ocasión, no se puede estar en este negocio si no das, es un negocio de dar y recibir. En general, el lobby quedaba asociado a las donaciones a las campañas electorales.