Los mejores cuentos de Fábulas Extraordinarias - Colectivo - E-Book

Los mejores cuentos de Fábulas Extraordinarias E-Book

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Beschreibung

Descubra las mejoras Fábulas Extraordinarias.

En esta recopilación hemos querido hacer un recorrido cronológico por las pequeñas obras maestras de los mejores fabulistas, desde la antigüedad hasta hoy en día, desde Esopo a Oscar Wilde, pasando por Jean de La Fontaine o Félix de Samaniego. Una completísima antología que esperamos que le divierta, que le haga reflexionar honestamente y que le convierta en una persona un poquito más sabia que ayer.
El arte de fabular es una de las pasiones más antiguas y extendidas del hombre a lo largo de toda su existencia. El mero hecho de contar una simple historia, por el puro placer y la satisfacción de narrar y transmitir una serie de enseñanzas que nos ayuden a entender, asimilar y evolucionar en la vida; escucharlas (o leerlas) con mucha atención, al amor de la lumbre, disfrutando de la sucesión de palabras encadenadas que magistralmente nos brindan los hacedores de estas maravillosas historias..., un gozo inigualable, una instrucción que perdurará en el tiempo.

Sumérjase en estos cuentos clásicos y déjese llevar por la historia.

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Portada

Página de título

INTRODUCCIÓN

¿Qué es una fábula? La RAE (Real Academia Española) nos dice que es:

1.f. Breve relato ficticio, en prosa o verso, con intención didáctica o crítica frecuentemente manifestada en una moraleja final, y en el que pueden intervenir personas, animales y otros seres animados o inanimados.

2.f. Narración de asunto mitológico.

Tomando estas ideas hemos querido hacer un recorrido cronológico por las pequeñas obras maestras de los mejores fabulistas de la historia, desde la antigüedad hasta hoy en día, desde Esopo a Oscar Wilde, pasando por Jean de La Fontaine o Félix de Samaniego. Una completísima antología que esperamos que le divierta, le haga reflexionar honestamente y le convierta en una persona un poquito más sabia que ayer.

El arte de fabular es una de las pasiones más antiguas y extendidas del hombre a lo largo de toda su existencia; el mero hecho de contar una simple historia, por el puro placer y la satisfacción de narrar y transmitir una serie de enseñanzas que nos ayuden a entender, asimilar y evolucionar en la vida; escucharlas (o leerlas) con atención, al amor de la lumbre, disfrutando de la sucesión de palabras encadenadas que magistralmente nos brindan los hacedores de historias…, un gozo inigualable, una instrucción que perdurará en el tiempo. ¿Y saben por qué? Porque todo aprendizaje realizado con el componente de emocional del «regocijo», eliminando las tensiones de la formación convencional, perdura mucho más, ya que nuestro cerebro refuerza las redes sinápticas que contienen dicho aprendizaje porque se ha desprendido una gran carga emocional en su creación. Es por eso que recordamos más fácilmente las experiencias vitales donde hemos vivido mucho miedo, dolor, alegría, extrema felicidad, etc.

La función de la fábula a lo largo de los años no ha variado en casi nada, salvo matices su esquema sigue siendo el mismo. Sin embargo, en esta recopilación hemos integrado lo que para nosotros son fábulas más modernas de autores hasta el siglo XIX, como es el caso de Kafka, Twain u Oscar Wilde. La verdad es que estos autores en ningún momento sintieron la necesidad de crear / inventar / escribir fábulas, aunque su propósito final no difiriera en exceso de lo que los fabulistas del pasado buscaban con sus escritos: una intención didáctica con la que proporcionar una enseñanza final. Eso sí, en los autores más modernos no existe la necesidad de hacer el relato tan obvio ni tan directo, apela al intelecto del lector / receptor y no siempre dejan en clara evidencia una moraleja, sino que más bien la atenúan con la misma trama y dejan que sea el lector el que saque sus propias conclusiones. Pero la cuestión es: ¿siguen siendo estos relatos fábulas? A nuestro parecer SÍ. Es un sí rotundo, pues no nos cabe ninguna duda de que son parte de una misma especie evolucionada con el paso de los siglos.

Es cierto también que hay autores contemporáneos que realizan fábulas con un aire más tradicional, y eso es perfecto, es bueno que haya quien mantenga las formas antiguas en perfecto funcionamiento, eso hace que el género fabulista tenga más posibilidades de mantenerse muchos siglos más en vigencia. Sin embargo, que un estilo literario evolucione es algo intrínseco al mero hecho creativo. Es por esa razón que en este libro hemos incluido toda clase de fábulas, de lo que nosotros consideramos que son fábulas; las hay más tradicionales y las hay más modernas. De esta manera, será usted, querido lector, quien juzgará si una fábula escrita por Tolstói es tan válida como una del mejor fabulista de la historia, el extraordinario Esopo, el padre auténtico de lo que hoy conocemos de este género.

Sin más, le dejamos que disfrute y aprenda con esta obra compuesta por decenas de joyas literarias. Esperemos que la experiencia sea de lo más placentera.

El editor

ESOPO

(600 — 564 a. C.)

Traducción Pablo R. Nogueras

ANDROCLES Y EL LEÓN

Cierto día, un esclavo llamado Androcles tuvo la oportunidad de escapar y corrió hacia el bosque.

Mientras caminaba sin rumbo fijo llegó a un lugar donde yacía un león, que le suplicó entre gemidos:

—Por favor te pido que me ayudes. He tropezado con una zarza y se me ha clavado una espina en la garra que me tiene sangrando y dolorido.

Androcles lo examinó y extrajo la espina, le lavó y le curó la herida. El león lo invitó a su cueva y allí compartió con él su comida.

Sin embargo, días después, Androcles y el león fueron encontrados por sus perseguidores. Llevado Androcles ante el césar, fue condenado al circo, donde lucharía contra los leones.

Una vez en la arena, soltaron a un león que se puso a rugir y buscar a su víctima.

Pero a medida que se acercaba reconoció a su benefactor y se lanzó sobre él, pero para lamerlo con cariño y tumbarse en su regazo como una mascota. Sorprendido por lo sucedido, el césar terminó por conocer la historia, así que perdonó al esclavo y liberó en el bosque al león.

Moraleja:

Los buenos actos siempre tienen su recompensa.

DIÓGENES DE VIAJE

Iba de viaje Diógenes el cínico cuando llegó a la orilla de un río torrencial y allí se detuvo, sin saber qué hacer. Un hombre que solía cruzar a la gente el río, al verlo indeciso, se le acercó, se lo subió sobre los hombros y lo pasó de buen grado a la orilla de enfrente.

Allí se quedó Diógenes, reprochándose a sí mismo es ser tan pobre que ni siquiera podía pagar a su bienhechor.

Mientras lo pensaba, se percató entonces de que el hombre había visto a otro viajero que tampoco podía cruzar el río, de modo que fue a buscarlo y lo transportó como había hecho con él.

Diógenes se acercó entonces al hombre y le dijo:

—No tengo por qué agradecerte el servicio que me has prestado, pues veo que lo haces ya por costumbre.

Moraleja:

Cuando servimos tanto a las personas agradecidas como a las desagradecidas, sin duda nos tacharán de ingenuos o tontos, pero nunca de buenos. Aun así, jamás debemos desanimarnos por ello porque, tarde o temprano, el bien siempre nos lo pagará con creces.

EL ADIVINO

Un adivino instalado en el ágora[1] estaba ejerciendo su oficio cuando de improviso se le acercó un hombre y le avisó de que las puertas de su casa estaban abiertas y que habían robado todo lo que había en su interior.

El adivino se levantó de un brinco y corrió con el rostro demudado y resollando para ver lo que había ocurrido. Uno de los allí presentes, al verlo correr así, le preguntó:

—Escucha, oh augur, tú que aseguras que eres capaz de vaticinar lo que sucederá a los demás, ¿por qué no has vaticinado lo que te sucedería a ti?

Moraleja:

Nunca faltan personas que pretenden decir a los demás cómo actuar y, sin embargo, son incapaces de manejar sus propios asuntos.

[1] Plaza pública de las antiguas ciudades griegas donde se reunía el pueblo.

EL ÁGUILA Y LA ZORRA

Un águila y una zorra que eran muy buenas amigas decidieron vivir juntas pensando que eso reforzaría su amistad.

El águila escogió un árbol muy alto para anidar allí y poner sus huevos, mientras que la zorra soltó a sus hijos bajo unas zarzas que crecían al pie de ese árbol.

Un día que la zorra salió a buscar comida, el águila, que estaba hambrienta se precipitó sobre las zarzas, se llevó a los cachorros de su amiga, y entonces ella y sus aguiluchos se dieron un festín.

Al regresar la zorra, le dolió más no poder vengarse que enterarse de la muerte de sus crías. Al ser ella un animal terrestre que no era capaz volar, ¿cómo podría perseguir a uno que vuela? Tuvo que conformarse con el consuelo que les queda a los débiles e impotentes y maldecir desde lo lejos a su enemigo.

Sin embargo, poco tiempo después el águila recibiría el pago por traicionar la amistad. Fue el día en que se hallaban en el campo unos pastores sacrificando una oveja; el águila se cernió entonces sobre ella y arrebató una asadura, que aún conservaba las brasas, y la depositó en su nido.

Entonces sopló un vendaval que empujó el fuego hacia las ramitas, haciendo que también se abrasasen los aguiluchos, que aún eran muy pequeños y no sabían volar, los de modo que cayeron al suelo.

La zorra corrió hacia ellos, y tranquilamente los devoró a todos ante los ojos de su enemiga.

Moraleja:

Nunca traiciones la amistad sincera, pues si lo hicieras, tarde o temprano el cielo te enviará el castigo.

EL ALCIÓN

Un día un alción[2] que iba a poner sus huevos se subió a un cerro y, al divisar un peñasco dentro del mar, decidió anidar allí. Días después, el alción partió en busca de comida, pero estalló una tempestad y las olas alcanzaron al nido, ahogando a los polluelos. Al regresar el alción y ver lo ocurrido, exclamó:

—¡Pobre de mí, huyendo de los peligros conocidos de la tierra, me refugié en el mar y me fue peor! Me adentré en lo desconocido sin tener en mente que podían surgir sorpresas.

Moraleja:

Jamás confíes a ciegas en lo desconocido. En terrenos nuevos anda con pies de plomo y los ojos bien abiertos.

[2] También conocido como Martín pescador.

EL BUEY Y EL TERNERO

Viendo a un buey trabajar, un ternero que no hacía más que descansaba y pacer, se compadeció de la suerte del buey y se alegró de la suya.

Pero llegó el día de una festividad religiosa y, mientras apartaban al buey, se llevaron al ternero para sacrificarlo.

Al ver lo sucedido, el buey dijo con una sonrisa:

—Mira ternero, ya sabes por qué no tenías que trabajar. ¡Te reservaban para el sacrificio!

Moraleja:

Nunca te regodees por estar ocioso, pues no sabes qué mal esconde.

EL CABALLO Y EL ASNO

Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día que ambos iban de camino a la ciudad, el asno se sintió cansado y le dijo al caballo:

—Si estimas mi vida, quítame una parte de mi carga y llévamela.

El caballo se hizo el sordo y no dijo nada, así que el asno cayó víctima del agotamiento y reventó allí mismo. El dueño echó entonces toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno.

El caballo dijo entonces entre suspiros:

—¡Qué mala suerte tengo! ¡No quise cargar con un ligero fardo y ahora tengo que cargar con todo, hasta la piel del asno!

Moraleja:

Siempre que no tiendes la mano para ayudar a quien te lo pide con sinceridad, aunque no lo notes entonces, en realidad te perjudicas a ti mismo.

EL CABALLO Y EL SOLDADO

Durante una guerra, un soldado alimentó con cebada a su caballo, su compañero de penas y fatiga.

Sin embargo, finalizada la contienda, el caballo fue dedicado a tareas serviles y para acarrear pesados bultos, y lo alimentó solo con paja.

Se anunció entonces una nueva guerra y, al toque de la corneta, el dueño del caballo lo enjaezó, se armó y lo montó. Pero el caballo, exhausto como estaba, se caía a cada momento hasta que finalmente dijo a su amo:

—Será mejor que vayas con los infantes, pues yo era un caballo que y me has convertido en asno. ¿Cómo quieres convertir ahora un asno en un caballo?

Moraleja:

Es en tiempos de fortuna cuando debemos prepararnos para las malas épocas.

EL CAMELLO QUE DEFECÓ EN EL RÍO

Un camello sintió la necesidad de defecar en el momento en que cruzaba un río de aguas rápidas. Al ver cómo pasaba delante de él su excremento, arrastrado por el río, exclamó:

—¿Cómo es posible? ¡Veo pasar delante de mí lo que estaba detrás!

Moraleja:

En muchos lugares son los ineptos y los corruptos quienes ocupan los primeros lugares, no los más sensatos, honestos y aptos. Si llegas a ocupar un puesto de mando, promueve siempre a los mejores.

EL CAMELLO Y ZEUS

Sentía el camello envidia por los cuernos del toro y quiso tener también unos.

Así pues, fue a ver a Zeus a pedirle unos semejantes.

Sin embargo, indignado de que no se contentara de su gran tamaño y fuerza, Zeus se negó el darle los cuernos y además le cortó parte de las orejas.

Moraleja:

La envidia es mal consejera. Si quieres mejorar en algo, hazlo con tu esfuerzo y por tus ganas de progresar, no porque lo que tenga tu vecino.

EL CISNE Y SU DUEÑO

Cuentan que los cisnes cantan justo antes de morir. Un hombre vio un cisne a la venta y, al haber oído que era un animal de voz canora, lo compró.

Un día que el hombre daba una cena, trajo al cisne y le pidió que cantase durante el banquete, pero el cisne se mantuvo callado.

Sin embargo, un día, al creer el cisne que iba a morir, entonó su melodía fúnebre. Al oírle, el dueño dijo:

—Si cantas solamente cuando vas a morir, fui un tonto al pedirte que cantases en vez de sacrificarte.

Moraleja:

A veces tenemos que hacer a la fuerza lo que no quisimos hacer de buen grado.

EL HOMBRE MORDIDO POR UN PERRO

Un perro mordió a un hombre, que salió corriendo en busca de quien lo curase. Un vecino le dijo que mojase un pedazo de pan con la sangre de su herida y se lo arrojase al perro que lo mordió. Pero el hombre respondió:

—¡Si premio así al perro, todos los perros del pueblo vendrán a morderme!

Moraleja:

Es un grave error premiar la maldad, pues así la incitas a hacer más daño.

EL JOVEN Y EL ESCORPIÓN

Un joven que cazaba saltamontes había capturado ya un buen número cuando trató de cazar por error a un escorpión.

El escorpión, mostrándole su aguijón venenoso le dijo:

—Si me hubieses tocado, habrías sido mi perdición, pero tú también te habrías quedado sin todos tus saltamontes.

Moraleja:

Cuando hayas reunido una fortuna con tu trabajo, cuida de no echarla a perder por tratar de hacerte con lo que no debes.

EL LABRADOR Y EL ÁGUILA

Un labrador encontró un día un águila enredada en su liga y, seducido por su belleza, la liberó y la dejó suelta.

El águila, agradecida con su bienhechor, al verlo sentado al pie de un muro que amenazaba con caerse sobre él, voló hasta donde estaba y le arrebató con sus garras la cinta con la que se ceñía el cabello.

El hombre se levantó para perseguirla. El águila dejó caer entonces la cinta; el labriego la recogió y, al regresar sobre sus pasos, vio que se había desmoronado el muro sobre el lugar donde antes estaba sentado. Aquello lo sorprendió mucho y le hizo sentirse muy agradecido por haber sido así pagado por el águila.

Moraleja:

Debemos ser siempre agradecidos con quien nos hace el bien y agradecer un favor con otro.

EL LABRADOR Y EL ÁRBOL

Había en el campo de un labriego un árbol estéril que solamente servía de refugio a los gorriones y a las cigarras.

El labrador, viendo que no daba frutos, se dispuso a talarlo y descargó contra él su hacha.

Los gorriones y las cigarras le rogaron entonces que no abatiera su cobijo para que pudieran cantar allí y agradarle a él mismo.

Pero, ajeno a las súplicas, asestó un segundo golpe, luego un tercero.

Entonces, en una de las rajas del árbol, vio un panal de abejas que rezumaba miel. La probó y le gustó tanto que arrojó el hacha, y desde entonces se dedicó a honrar y cuidar el árbol con esmero, como si fuese sagrado.

Moraleja: