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María José Francisca de Carmen Calcaño Ortega (1906-1956, Maracaibo, Venezuela). Su legado consta de un libro publicado en vida, en Santiago de Chile: Alas fatales (1935) y varios dados a conocer de manera póstuma: Canciones que oyeron mis últimas muñecas (1956), Entre la luna y los hombres (1961), La hermética Maravillada (1938) y Micropoemas. La temática erótica de buena parte de su obra, su estilo confesional y atípico, además del hecho de ser mujer en un gremio nada equitativo, la hicieron merecedora de pocas reseñas y duras críticas de la élite venezolana de su época. No fue sino hasta finales de los años 80 del siglo pasado cuando su obra comenzó a ser revalorada y reeditada. María Calcaño nació el 12 de diciembre de 1906 y murió en la misma ciudad 50 años después, un 23 de diciembre.
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Seitenzahl: 18
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Xel-Ha López Méndez (Guadalajara, Jalisco, 1991) estudió Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Publicó: Crónicas de un nuevo siglo (2016), Cartas de amor para mi amigo cerdo (2015) y A mis nuevos amigos inmortales (2012). Obtuvo los premios Nacional de Literatura para Jóvenes muy Jóvenes 2006; Creadores Literarios FIL Joven, 2006 y 2007; del VII Certamen Internacional de Poesía Lectora Impaciente, 2009; el Nacional de Poesía Jorge Lara 2012; el Elías Nandino 2014 y el Primer lugar en poesía del concurso Punto de Partida, en 2016. Fue becaria del programa Jóvenes Creadores, del FONCA (2017-2018), en Medios alternativos y de la Fundación para las Letras Mexicanas (2018-2019).
Xel-Ha López Méndez
Y viéndome el tamaño
no podrán saberme
el tamaño.
Para llevarme a cuestas
estoy escrita en verso.M. C.
En un sueño te pregunté que de qué manera se adivinaba el futuro, “¿Cómo que cómo? ¡El futuro se adivina comprendiendo la simpleza!”, respondiste bien segura, María Calcaño, con esa certeza que usas para afirmar verdades enormes. Te escribo un prólogo parecido a una carta, me gusta pensar que aquí estamos platicando.
Hace unos meses regresé a la casa de mi infancia, no hablo de paredes, sino de cierto clima y dos o tres árboles sobreviviendo al progreso. Acá empecé a leerte, con el corazón muy a lo Pita Amor: “Mi corazón de vidrio es muy cobarde./ Terribles, los conflictos de mi mente”. Te hice mi amiga porque no había manera de negarnos, y lloré un montón con tus poemas: amar es partirse.
Para sentirme más cerca de ti, vi unas fotos de tu tierra. Maracaibo vieja tiene muchas palmeras, fue bueno descubrir que naciste cerca del agua. Lo que llamamos verso libre —escaso en la poesía de tus coterráneos, o apareciendo sólo como rechazo a cierta tradición literaria pero sin conciencia de la música— en tu obra tiene la soltura orgánica de las olas.