Martha Jiménez Oropesa. Con rosas y con espinas - Carlos Manuel Collazo Hernández - E-Book

Martha Jiménez Oropesa. Con rosas y con espinas E-Book

Carlos Manuel Collazo Hernández

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Beschreibung

Con rosas y con espinas, un homenaje a Martha Jiménez Oropesa, rememora a la tan querida y respetada Rita Pranganillo del programa humorístico Alegrías de sobremesa, de otra emblemática emisora como resulta Radio Progreso. En valoraciones de su autor, Carlos Collazo, el texto no tiene la intención de presentarse como biografía detallada de la popular artista, sino abordar las múltiples facetas que hicieron de Martha una persona inolvidable, al dirigir programas de radio y desempeñarse como profesora y formadora de generaciones de artistas, muchos de los cuales son hoy profesionales de altísimo nivel. Miembro y presidenta de jurados de actuación de la UNEAC, Caracol, concursos de actuación, Festivales de Cine, Radio y Televisión, entre otros, Martha Jiménez sustenta su trayectoria artística, además, con el Premio Nacional del Humor, la Medalla Alejo Carpentier, la Condición Artista de Mérito del ICRT y la Distinción Gitana Tropical.

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Seitenzahl: 201

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Edición:

Norma Gálvez Periut

Diseño, Realización y Cubierta:

Rubiel García González

Epub:

Valentín Frómeta de la Rosa y Ana Irma Gómez Ferral

© Sobre la presente edición:

© Carlos M. Collazo Hernández, 2022

© Editorial enVivo, 2023

ISBN:

9789597268093

INSTITUTO CUBANO DE RADIO Y TELEVISIÓN

Ediciones enVivo

Edificio N, piso 6, Calle N, no. 266, entre 21 y 23

Vedado. Plaza de la Revolución, La Habana, Cuba

CP 10400

Teléfono: +53 7 838 4070

[email protected]

www.envivo.icrt.cu

www.tvcubana.icrt.cu

Índice de contenido
Portada
Portadilla
Legales
PÓRTICO
Presentación del autor
I.- El inicio de una historia
II.- Los comienzos profesionales
III.- Un giro en la vida de Martha Jiménez Oropesa
IV.- Una nueva etapa
V.- Llega Rita Pranganillo
VI.- Testimonios
Armando Ledón (Actor, Locutor)
Aurora Basnuevo (Actriz)
Caridad Martínez (Directora de programas dramatizados de Radio)
Carlos Ruiz de la Tejera (Humorista)
Carmen Solar (Actriz y directora)
Alicia Pineda Cruz (Actriz y asesora de programas)
Diana Rosa Suárez (Actriz)
Héctor Pérez (Actor y Director de dramatizados)
Hilda Saavedra (Actriz)
Irela Bravo (actriz, locutora)
Iván Pérez: Actor, Musicalizador, Escritor, Profesor de Musicalización
José (Pepito) Ciervides Hernández (Director, Realizador de sonido, Profesor de Realizadores de Sonido)
Judith Marrero (Actriz, Escritora)
Lourdes Torres (Cantante)
Maggie Castro (Actriz)
Margarita Balboa (Actriz)
Martha del Río (Actriz)
Martha Velasco (Actriz)
Octavio Rodríguez (Churrisco) (Actor, Humorista)
Orietta Cordeiro (Asesora, Escritora)
Paula Alí (Actriz)
Pepe Armas (Director y Escritor de programas)
Eduardo Rosillo (Locutor)
Silvia Águila (Actriz)
Joaquín Cuartas (escritor)
Carlos Collazo (Realizador y guionista)
Principales premios, distinciones y condecoraciones que recibió Martha Jiménez Oropesa:
Agradecimientos
Sobre el autor

PÓRTICO

La paz, la luz y la pureza del alma humana

En carta a su entrañable amigo mexicano Manuel Mercado, fechada en Guatemala, el 11 de agosto de 1877, José Martí afirmaba que «la familia unida por la semejanza de las almas es más sólida, y me es más querida, que la familia unida por las comunidades de la sangre».

He recordado tan certero juicio del Maestro, al concluir la lectura de Martha Jiménez Oropesa: con rosas y con espinas, este libro en que Carlos Collazo devela pasajes de la vida personal y profesional de la conocida, y reconocida, actriz, directora y profesora cubana.

No es este libro, como algunos quizás erróneamente imaginen, una minuciosa biografía de quien, por su talento, tesón y entrega, ha dejado una huella incuestionable en el panorama del teatro, la radio, la televisión y el cine creados de la isla a lo largo de la pasada centuria.

Ese no era el propósito que animaba a Carlos Collazo al momento de decidirse a hilvanar recuerdos algo olvidados, revisar amarillentas páginas de revistas, recuperar fotografías casi difuminadas por el tiempo, volver a ver y a escuchar filmes y grabaciones atesoradas en los archivos…

Su empeño era menos ambicioso –pero no por ello menos trascendente–, pues se proponía dejar en estas páginas su testimonio personal, íntimo, de más de una década compartiendo, junto a Mayito Miranda, como una «familia por la semejanza de las almas», la vida de Martha Jiménez Oropesa.

De ahí que, en Martha Jiménez Oropesa: con rosas y con espinas, el lector no siempre encontrará la precisión y exactitud exigidas por obras que pretenden contar una vida de principio a fin, en toda su dimensión, sin olvidar el más mínimo hecho que marca la existencia humana.

Se nutren estas páginas, por ello, de anécdotas, de remembranzas, de memorias, nacidas desde el cariño y la admiración por una mujer que, a pesar de contratiempos y dolores, consagró su vida a hacer arte y a enseñar su arte a quienes recibieron sus lecciones.

La historia contada se inicia con el nacimiento, en La Habana, el 25 de noviembre de 1919, en el seno de una familia de clase media, de Martha Sobeya Catalina del Carmen Jiménez Oropesa, hija de Josefina, ama de casa, y de Bernardo (Llillo), conocido periodista del Diario de la Marina.

Se narran pasajes que evidencian las aptitudes que acompañaron, desde su niñez y adolescencia, a quien llegaría a ser reconocida, entre otros galardones, con el Premio Nacional de Radio y el Premio Nacional del Humor, ambos concedidos por la obra de la vida.

Su llegada al teatro, a la radio, a la televisión, al cine, es recordada en esos momentos que aún guardan en la memoria quienes la escucharon como Juana, en las aventuras de Tarzán, o como Chela Ferrer, la protagonista de la obra Por la ciudad rueda un grito.

Capítulo aparte, en este recorrido afectivo por la vida de Martha Jiménez Oropesa, merece el personaje de Rita Pranganillo –«Rita soy yo» llegó, en cierta ocasión, a afirmar– que interpretó, por cuarenta y un años, en el programa humorístico-musical Alegrías de sobremesa.

Se preocupa Carlos Collazo por presentar, igualmente, otras facetas creadoras de la artista, no tan conocidas por el público, entre ellas su labor como directora de programas radiales y su desempeño como profesora en la formación de nuevas generaciones de actores.

No olvida tampoco el autor de Martha Jiménez Oropesa: con rosas y con espinas, cómo esta mujer, ya una artista ampliamente reconocida al triunfo revolucionario, se integró a la nueva sociedad cubana nacida en 1959 y hasta llegó a entregar las propiedades de un autocine y una peluquería.

Su vida personal y sentimental queda reflejada, al rememorar tanto momentos tristes –la salida de su pequeña hija al exilio, a quien nunca volvería a ver– como enriquecedores –su estrecha relación con la tía Eva, quien siempre la animó en su desempeño profesional.

El interés de la artista por cultivar la poesía también se devela en estas páginas, en que se reproducen algunos poemas escritos por Martha Jiménez Oropesa a lo largo de los años, inéditos hasta la fecha, como este en que reflexiona sobre la vida misma.

Quisiera que hoy

fuera ayer,

y que ayer

fuera mañana.

Pero no es posible,

el tiempo

no se puede detener,

lo que me queda es tan poco,

que ni mañana,

ni hoy,

volverán a ser ayer.

Se enriquece Martha Jiménez Oropesa: con rosas y con espinas con testimonios de quienes conocieron y aplaudieron su ejercicio profesional, así como con una reveladora colección de fotografías, que permite recorrer en imágenes su vida personal y artística.

Antes de pensar en la posibilidad de escribir este libro, ya el realizador de documentales, guionista y animador cultural Carlos Collazo se había preocupado, y ocupado, en promover, a través de diversas acciones, el arte de Martha Jiménez Oropesa.

Lo primero fue, luego de recopilar toda la documentación existente sobre tan extensa y fecunda trayectoria artística, escribir el guion de la gala organizada por los 90 años de Martha Jiménez Oropesa, llevada a cabo, en el año 2009, en el capitalino teatro Mella.

Llegaría después, en el año 2012, el documental Con rosas y con espinas, en que, en 45 minutos, se rememoran pasajes de la vida de la artista, material presentado, entre otros escenarios, en el 34º Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

Dos años más tarde, en ocasión de los festejos por el aniversario 95 del natalicio de la también directora y profesora, volvería Carlos Collazo a preparar el guion de la gala que le rendiría homenaje, celebrada, igualmente en el escenario del habanero teatro Mella.

No me resisto, al concluir la lectura de este testimonio que ahora propone Carlos Collazo, a volver a las ideas del más trascendente revolucionario e intelectual del siglo XIX cubano, cuando afirmaba que «el alma humana es paz, luz y pureza», por ello «¡qué sanos libros, esos que escribe el alma!».

He aquí una invitación a entrar a las páginas de Martha Jiménez Oropesa: con rosas y con espinas, este libro de Carlos Collazo que devela, con palabras de José Martí, la paz, la luz y la pureza del alma humana; un libro –quién puede dudarlo– que ha escrito la propia alma humana.

Fernando Rodríguez Sosa

En La Habana, marzo 11, 2022

Presentación del autor

Escribir sobre otra persona es algo muy difícil, más si no se ha vivido a su lado lo suficiente como para conocer muchos detalles, y si la diferencia de edad es amplia. Eso hace que el pasado resulte muy lejano y muchos de los recuerdos, anécdotas o testimonios hayan sido olvidados, tanto por la protagonista como por los que junto a ella vivieron esos momentos. Realmente ha sido muy ardua la búsqueda de datos que quedaron plasmados en este libro y otros que por diversas causas no pude encontrar. En el momento que nació la idea de publicar la historia, este ser excepcional estaba a punto de arribar a sus 90 años de vida. Imagínense si no habría cosas para contar; pero ella fue una persona entregada por completo al trabajo y poco dada a hacer pública su vida privada, particularidad que siempre la acompañó, no en los últimos años, sino inclusive antes del 59, cuando en los periódicos y revistas se publicaba hasta el más mínimo detalle de los artistas.

Me nutrí para redactar estas páginas de mucha información, que aún conservaba Martha, de aquellos tiempos cuando la prensa se dedicaba a publicarlo todo, ya fuera bueno, malo y hasta sin importancia; pero gracias a ello hoy se pueden sacar de ahí elementos e historias, que ni por asomo podemos recordar. Fue muy valiosa la ayuda de compañeros, alumnos, amigos, vecinos, que muy gentilmente accedieron a dar testimonios para los cuales era un deber hacer sus aportes. Quiero aclarar que no es mi objetivo hacer un best seller, aunque mucho me gustaría y ella lo merece, pero sabía que no podría contar con toda la información para lograrlo. Incluyo la labor realizada en diferentes provincias del país, así como la búsqueda en archivos de los múltiples trabajos que efectuó, ya fuera como actriz, directora, profesora, animadora o locutora. Tampoco era mi propósito adentrarme por completo en su vida privada, pienso que lo que aquí he reflejado es suficiente para conocer un poco a Martha Jiménez Oropesa como mujer y como ser humano.

Agradezco a quienes me ayudaron, me dejaron entrar en sus casas, a los que hicieron un aparte en su apretado tiempo para contarme, explicarme o simplemente decir una sola línea. A la propia Martha, por dejarme hacer pública esa parte de su vida desconocida para muchos. Este libro es, simplemente, un homenaje a esta “pequeña gran mujer”. Se pensó cuando estaba por arribar a sus 90 años, ahora, pasados ya once desde entonces, es nuestro el deseo de que todo cubano guarde para sí, un pedacito de quien dio todo, y apostó todo por la vida, por el arte y por su país.

Carlos Collazo

I.- El inicio de una historia

EL 25 de noviembre de 1919 ve la luz en la Ciudad de la Habana, en el barrio de la Víbora, Martha Sobeya Catalina del Carmen Jiménez Oropesa. Sí, Martha Jiménez Oropesa, en aquel entonces era costumbre poner todos esos nombres a las personas.

Josefina Oropesa Jáuregui, madre de Martha.

Bernardo Jiménez Perdomo, padre de Martha.

Nace en el seno de una familia de la clase media, la madre: Josefina Oropesa Jáuregui, ama de casa, y el padre: Bernardo Jiménez Perdomo o Llillo Jiménez, como todos le conocían, fue uno de los diaristas más reconocidos de la época, jefe de redacción del diario La Marina, importante rotativo del momento, y colaborador en otras publicaciones.

Joaquina Jáuregui, abuela de Martha.

La abuela, Joaquina Jáuregui y la tía Evangelina Royé Jáuregui, la “tía Eva”, personaje importante en la vida de Martha, fueron el motor impulsor en la inspiración de Martha por el arte. La “tía Eva” era hija de la abuela de Martha con su primer esposo: Basilio Royé; por tanto, Evangelina y Josefina, la mamá de Martha, eran medio hermanas; estudió pintura en “San Alejandro”, cantaba en “La Coral de la Habana”, y además tocaba el piano y la guitarra.

Mujer muy refinada, vegetariana (un hecho relevante fue dejar escrita una libreta con más de cien recetas de este tipo) y nunca se llegó a casar, dedicó la vida al arte y a la sobrina, la cual heredó de ella la inclinación artística y la elegancia, no así la soltería ya que como por muchos es conocido nuestra protagonista se llegó a casar cuatro veces.

En la historia familiar el bisabuelo, por parte de madre, español, de Navarra, nació en 1845 y murió en 1892, estudiaba para sacerdote pero las discrepancias con su madrastra le hicieron tomar serias decisiones, dejó el seminario y vino a vivir a Cuba.

Evangelina Royé Jáuregui, la tía Eva.

Aquí contrajo matrimonio con Dolores Romero, bisabuela de Martha, tuvieron doce hijos, de los cuales solo sobrevivieron al nacimiento cuatro, tres hembras y un varón, el cual falleció a los quince años, así que solo quedaron las tres hembras, una de ellas la bisabuela de Martha.

La abuela de Martha, la señora Joaquina Jáuregui estuvo casada con el Coronel del Ejército Libertador, Joaquín Oropesa del Sol, al morir su esposo muchos la conocían como la viuda del Coronel Oropesa. La noticia del fallecimiento del Coronel fue dada de esta manera por algunas publicaciones de la época:

“…perdió la República uno de sus más esforzados y entusiastas fundadores, como perdió el Estado a un ciudadano ejemplarmente digno y modesto…”

“…No acudió el coronel Oropesa a las filas libertadoras en mera conquista de mejoramiento ni en pos de personales aspiraciones: perteneció a esa pléyade abnegada de jóvenes que abandonaron bienestar y porvenir cuando escucharon, henchida el alma de patriótico fervor, las clarinadas solemnes que pedían el máximo sacrificio…”

El coronel Oropesa y del Sol, abuelo de Martha.

“… su nombre, siempre figurando en primera línea, explica el porqué de su rápido ascenso a Coronel del Ejército Libertador, cuando solo contaba con veintiocho años de edad”.

De ahí los aires libertadores que se respiraban en la casa de Martha. Siempre fue una familia muy unida, que trató de vivir lo mejor posible, pero no alejada de la realidad y con gran sentimiento por su patria.

Al nacer Martha, la familia residía en San Lázaro 37, en la Víbora, muy cerca de la Iglesia de los Pasionistas, donde fue bautizada e hizo la primera comunión el 9 de mayo de 1929. Con el tiempo la familia cambiaría de dirección varias veces: Marianao (Alturas del Bosque), Playa, Malecón, M y 25 en el Vedado, hasta llegar a la calle 23 donde Martha decidió pasar el resto de sus días y le dedicó unos versos a esta céntrica calle que tanto “cariño de pueblo” le dio; pero de esto hablaré más adelante, aún queda mucho camino que andar hasta llegar a “Mi calle 23”.

Martha de meses.

Martha a los dos años.

Martha fue la hija del jefe de redacción del diario La Marina, por lo que justo desde el momento en que nace la niña, y, en medio de una época en que las revistas de sociedad inundaban los estanquillos, se convierte en noticia, y no dejaría de aparecer fotografiada por muchos motivos, igualmente sería objeto de halagos y comentarios sobre sus dotes artísticas. Una de las primeras fotos aparecidas fue cuando solo contaba con cuatro meses. Lo que no sabían era que aquella niña, con bellos ojos verdes como la esperanza, sería objeto del lente de muchos fotógrafos para toda la vida.

Martha toma la primera comunión.

Cuando cumplió la edad permitida, comenzó a cursar sus estudios en el colegio Estrella, ubicado en Heredia número 3, nunca perdió la oportunidad de integrar uno de los grupos artísticos allí organizados, como el llamado Florecitas de Lenci, y que dentro de las distintas actividades que realizaba tuvo presentaciones en el antiguo teatro Nacional, hoy Gran teatro de La Habana Alicia Alonso.

La primera presentación en una obra a teatro lleno fue siendo aún muy pequeña, contaba con siete años de edad, en la obra Madame Butterflay, que se interpretó en el Teatro Nacional en una función homenaje a la soprano María del Carmen Vinent. Martica hacía el papel del hijo de la actriz, que representaba a la madama, y consistía en hacer parecer que dormía mientras la madre cantaba el aria de la esposa abandonada. Cuentan los diarios del momento, y hasta la propia Martha lo decía, que “lo hizo tan bien que tanto los espectadores como los mismos actores llegaron a creer que se había dormido de verdad”. La función estuvo acompañada por la orquesta sinfónica dirigida por el maestro Gonzalo Roig.

Martha por la época que soñaba con ser detective.

Quizás esto lleve a pensar que Martica fue una niña prodigio o algo así, pues no, fue como cualquier otra niña, sacaba muy buenas notas en la escuela, le gustaba mucho leer y lo hacía muy bien, lo cual le sirvió para interpretar los primeros personajes, siempre decía que nunca soñó con ser una gran actriz, aunque sintiera la inclinación; que más bien por el amor que sentía por la lectura y porque le apasionaba leer libros de aventuras, que por esa época estaban muy de moda: Sherlock Holmes, Nick Carter, Salgari, y otros, le hubiera gustado ser detective. No obstante, la vida jugó con el destino y la fue llevando poco a poco por los caminos de la actuación hasta llegar a convertirla en una de las más grandes actrices del país.

Martha y sus disfraces.

Martha con los disfraces que le hacía la tía Eva.

De pequeña fue una niña muy despierta, ágil, saludable, le gustaba estar entre las personas mayores, con frecuencia acompañaba a la madre en las ventas que hacían en verbenas destinadas a recaudar fondos para obras públicas. Y no solo en este tipo de actividades, sino en salidas recreativas, sociales, etc., la madre de Martha solía asistir a estos encuentros acompañada por algunas amigas y una prima, Moraima, con la cual tenía una estrecha relación.

Como a toda niña le gustaba disfrazarse, cantar y bailar, y lo repetía hasta el cansancio: “Pero la tía Eva, mujer de refinada cultura, amante de la música clásica, no podía pensar que yo fuera artista. Más bien que siguiera sus pasos de pintora o cantante de coros. Un día me sorprendió bailando una sabrosa rumba, cuando la divisé me transformé y cuando ella llegó a mí ya yo bailaba un vals”, contaba Martha Jiménez en una entrevista.

Con el tiempo la famosa tía Eva llegó a ser una de las más fieles admiradoras y se sentía muy orgullosa con cada triunfo de su sobrina. Muchos de los trajes que vestía Martica en las fiestas de la escuela o de disfraces eran creados por la tía Eva, verdaderas joyas de la imaginación que la sobrina lucía con mucho arte.

Con solo siete añitos se presentó en el teatro Tosca durante una asamblea y velada organizada por la Federación de la Juventud Católica Cubana. Cuenta la actriz que: “Unos instantes antes de comenzar mi actuación se presentó en el teatro el inspector de espectáculos, no quería dejarme recitar por ser una niña. ¡Figúrate mi disgusto! No me di por vencida y armé una rabieta que el inspector accedió a permitirlo bajo promesa de que sería la única vez”. En otra ocasión, en el mismo teatro Tosca, contaba con once años de edad, recitó el poema El huerfanito, la función tenía como objetivo recaudar fondos para los niños pobres. Martha siempre recordó como el primer día este poema: “Era muy triste”- decía, y lo recitaba con el mismo entusiasmo y sentimiento de aquel entonces.

El huerfanito

Niños que vais entre amores

por la existencia florida

sin conocer de la vida

las penas ni los dolores.

Vosotros que sonreír

podéis con gozo profundo,

porque contáis en el mundo

con un bello porvenir,

dejad la risa un momento,

a mi volved el semblante

y escuchadme un solo instante

porque os voy a hacer un cuento…

Martha en uniforme del colegio.

Martha en el balcón del apartamento frente al malecón.

Con el tiempo continuaron apareciendo más presentaciones, pero sin descuidar los estudios en los que siempre alcanzaba resultados sobresalientes, los padres eran muy celosos en este aspecto y no se oponían a que la hija compartiera los estudios con el arte, pero siempre y cuando tuviera resultados satisfactorios, y así fue, como consta en documentos del curso escolar 1931-1932 del colegio Modelo, ubicado en San Lázaro números 202 y 204.

Tenía doce años para ese entonces, ya la familia se había mudado a vivir a un apartamento frente al malecón habanero en el Municipio de Centro Habana.

II.- Los comienzos profesionales

Poco tiempo después, Martha comenzó a trabajar, casi profesionalmente, en la CMX, Radio Lavín, con Mercedes Pinto, importante escritora española, dramaturga, feminista, que había salido de España por los tiempos convulsos que se vivían en ese país en aquella época.

Mercedes Pinto, escritora española.

Las ideas en defensa de la mujer no eran bien vistas, sobre todo una conferencia que llegó a dar sobre el aborto fue algo que la obligó a abandonar España en aquel momento, se trasladó a Uruguay, estuvo unos años en Montevideo y de ahí vino para La Habana donde residió por algún tiempo junto a su esposo e hijos.

Mercedes Pinto escribía programas infantiles y otros en los que trabajaban Gustavo y Rubén Rojo, dos de sus hijos. Martha compartió reparto con ellos en ese tiempo, también lo hizo junto a Pituka de Foronda, la hija de Mercedes, en algunas obras de teatro.

Rubén Rojo, hijo de la escritora española y actor.

Refería Martha que llegó a tener con ellos una relación de amistad tan grande que se visitaban y para Mercedes Pinto se convirtió en una hija más, la invitaban a comidas y hasta le complacían con platos que a ella le gustaban mucho. Contaba también que en los momentos más relajados de conversación Mercedes les hablaba de las ideas revolucionarias y de personas que pensaban como ella y que aún estaban en España defendiendo esos ideales. Fue en esos programas infantiles donde en una ocasión hicieron Blanca Nieves y le tocó a Martha interpretar el papel de Blanca Nieves, el de la bruja y el de uno de los enanitos.

En el año 1943 Mercedes Pinto y sus hijos dejaron La Habana para trasladarse a México donde tenían una propuesta de trabajo, el esposo de Mercedes, Rubén Rojo, ya había fallecido y había sido enterrado en la Necrópolis de Colón, lugar donde quedaron guardados sus restos al ellos partir. Sus hijos Gustavo, Rubén Rojo y Pituka de Foronda continuaron en México la carrera artística. Martha no supo de ellos hasta el año 2009 en que la vida le tendría reservada una gran sorpresa.

Gustavo Rojo, hijo de la escritora española y actor.

Pituka de Foronda, actriz e hija de la escritora española.

El 4 de junio de 1935 Martha participó en la inauguración de El Teatro de los Niños en el teatro Auditórium, con obras del profesor de baile Modestín Morales. El nombre de Martha figuraba en varias de las obras que reunía el programa de esa tarde, ya era toda una jovencita, contaba con dieciséis años. En el teatro Auditórium, en otra ocasión, protagonizó La princesa buena, obra de Sánchez Galarraga.

Era invitada a fiestas donde mostraba sus cualidades, en estas ocasiones danzarias. Bailaba muy bien el charleston, por lo que muchos catalogaban las presentaciones como: “excelentes exhibiciones del género bailable”. Lo que demuestra que Martha no perdía ocasión de mostrar interés por el arte y donde le invitaran allí estaba ella, no solo para cautivar a todos con la presentación, sino para disfrutarla ella misma. Posteriormente Martha cursó estudios en la academia Pestalozzi, donde se graduó como taqui-mecanógrafa y tenedora de libros.