Matrimonio por conveniencia - Joan Elliott Pickart - E-Book
SONDERANGEBOT

Matrimonio por conveniencia E-Book

Joan Elliott Pickart

0,0
1,99 €
Niedrigster Preis in 30 Tagen: 1,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Primero llegaron las gemelas... después el matrimonio. Caitlin Cunningham estaba a punto de tomar la decisión más difícil de su vida. Por culpa de un error burocrático de un orfanato chino, la independiente madre soltera tenía que elegir entre dos hermanitas huérfanas. La situación no parecía tener solución... hasta que Matt MacAllister le propuso que se casara con él. Aquel matrimonio temporal la sacó del dilema, pero le causó otro enorme conflicto. Un hombre tan obsesionado con su trabajo como Matt jamás podría convertirse en padre de familia. Y sin embargo sus besos y la increíble ayuda que le había prestado le daban razones para luchar por él. ¿Cómo podría hacerle ver que jamás encontraría la satisfacción... si ella no estaba junto a él?

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 207

Veröffentlichungsjahr: 2020

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2003 Joan Elliott Pickart

© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Matrimonio por conveniencia, n.º 1495- abril 2020

Título original: The Marrying Macallister

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-1348-172-2

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

TE lo advertí, MacAllister, pero te negaste a escucharme. ¿Sabes lo que va a ocurrir ahora? Voy a enviar ese informe.

Matt MacAllister observó con desaprobación a Bud Mathis, su amigo de toda la vida. Este último estaba sentado detrás de su escritorio y Matt enfrente de él, sobre una cómoda butaca.

—Venga ya, Bud. No te pongas así conmigo. Dame una segunda oportunidad.

—En este momento, para ti soy el doctor Mathis —replicó Bud—. En cuanto a lo de la segunda oportunidad, ya te la he dado. Hace un mes, te dije que pospondría el envío del informe sobre tu chequeo anual a la junta del hospital durante treinta días para darte la oportunidad de que dejaras de trabajar tantas horas, de que descansaras más, de que comieras adecuadamente… La lista de recomendaciones era interminable. ¿Utilizaste ese mes para sacar algún beneficio? No. Sigues teniendo la tensión alta, lo que es la causa de tus frecuentes dolores de cabeza, sufres de agotamiento y tu úlcera te está presentando batalla.

—Ser el director de relaciones públicas del hospital Mercy no es un puesto de poca importancia, Bud —dijo Matt—. Se producen situaciones que no pueden posponerse porque mi médico me haya dicho que me tengo que ir a casa para echarme una siesta.

—Eso mismo me lo dijiste hace un mes, así que ahórrate las molestias. No te voy a dar un informe positivo sobre tu salud sólo para que puedas continuar como hasta ahora. De hecho, voy a informar a la junta del hospital de que tienes que estar de baja durante un mes como mínimo. Tal vez incluso más…

—¡Espera un momento! —exclamó Matt. Se había puesto inmediatamente de pie.

—Siéntate —le ordenó Bud, con idéntica agresividad. Matt murmuró una maldición y luego volvió a tomar asiento con el ceño fruncido—. Voy a darte una semana para que consigas que el abogado del hospital se ocupe de los asuntos pendientes y para que tú puedas encontrar un sustituto que asista a los actos de recaudación de fondos que tienes próximamente. Después de eso, no volverás a poner un pie en el hospital hasta que tu salud haya mejorado.

—Venga, Bud… Menudo amigo eres —susurró Matt mientras se pasaba una mano por su espeso cabello castaño—. Si no tengo nada que hacer me volveré loco. Si ahora me vas a decir que me vaya a pescar o a jugar al bridge, ahórrate las molestias.

—Ni siquiera quiero que estés aquí en Ventura, porque sé que estarías constantemente al teléfono para hablar con el abogado. Anoche, Marsha y yo estuvimos hablando sobre ti, Matt. Yo me aposté con ella a que hoy no pasarías el chequeo. Se nos ocurrió lo que nos parece una magnífica solución a tu situación.

—Estoy seguro de ello —repuso Matt, con gesto de desaprobación.

—Escúchame… y mantén la mente abierta. Ya sabes que Marsha y yo llevamos meses con el papeleo para adoptar una niña china.

—Claro que lo sé. Voy a ser el padrino.

—Así es. La agencia de adopción nos ha dicho que están a punto de mandarnos las fotografías, Matt. Estamos a punto de conseguirlo. Vamos a volar al otro lado del mundo para traernos a casa a nuestra pequeña.

—¿De verdad? —preguntó Matt, con una sonrisa—. Eso es estupendo. Estoy muy contento por vosotros, pero no entiendo qué tiene que ver esto con el hecho de que no me dejes trabajar en el hospital durante un mes.

—Es muy sencillo. Marsha y yo queremos que nos acompañes en el viaje a China.

—¿Cómo dices?

—¿No te das cuenta de que es la solución perfecta? Si estás en China, no podrás ir al hospital cuando no haya nadie para vigilarte ni tomar el teléfono cada dos segundos para ver cómo va todo. Tampoco te verás sometido a ningún tipo de estrés durante el viaje porque tú no eres el que va a llevar a cabo la adopción.

—Pero…

—Escúchame. Estaremos allí dos semanas, mientras se realizan todos los trámites, pero el gobierno chino sólo programa una reunión por día, para dejar que los visitantes extranjeros tengan mucho tiempo para hacer turismo y gastar dinero. Además, viajarás con tu propio médico, es decir, conmigo, y te aseguro que tengo la intención de no perderte de vista. Como te he dicho antes, es la solución perfecta.

—Es una locura, eso es lo que es. ¿Piensas decirles a los de la agencia de adopción que te quieres llevar a un amigo? ¡Ja!

—Sí, tienes razón. Eso es exactamente lo que vamos a hacer Marsha y yo. Una de las parejas de nuestro grupo se va a llevar a los futuros abuelos y hay una madre soltera a la que se le ha aconsejado que se lleve a una amiga para que la ayude una vez que estemos en China. Lo único que tenemos que hacer es informar a la agencia en los próximos días para que puedan organizarlo todo.

—Oh…

—Mira, no tienes que responderme ahora, pero prométeme que lo pensarás. Es una situación perfecta, Matt. Así no puedes sucumbir a la tentación de ir a trabajar y, además, estarás compartiendo algo muy especial con Marsha y conmigo al acompañarnos para conocer a tu ahijada. Estamos a lunes. Las fotografías ya vienen de camino. El miércoles por la noche, todas las personas que están implicadas en este asunto van a venir a cenar a nuestra casa para recibir las fotografías, lo que será un momento muy especial, y consejos sobre lo que hacer y no hacer en China para no ofender a nadie mientras estemos allí. Tu prima Carolyn es la encargada de organizarlo todo. Ella no va a venir a China porque está embarazada, como ya sabes, por lo que nos acompañará Elizabeth Kane, la directora de la agencia. Lo único que te pido, Matt, es que asistas a esa cena y que mantengas la mente abierta sobre la posibilidad de acompañarnos en este viaje. ¿Qué me dices? ¿Vas a venir el miércoles?

—Supongo que sí —suspiró Matt—. No creo que me haga ningún mal escuchar y así podré ver el rostro de tu hija, pero lo de ir a China… Ese país no está exactamente a la vuelta de la esquina, Bud.

—No, está muy lejos del hospital Mercy en Ventura, California, lo que lo convierte en un destino ideal para ti. Que un MacAllister se marche de vacaciones no es nada del otro mundo, pero que un MacAllister esté de baja porque se lo haya ordenado el médico… Eso sí que es noticia. No te creas que la prensa no se va a enterar. Si te quedas en Ventura te verás acosado por cientos de periodistas que querrán saber todos los detalles sobre tu úlcera.

—Sólo pensarlo hace que la úlcera me empiece a molestar —dijo Matt, poniéndose de pie una vez más—. ¿Tienen tenedores en China? Nunca he sabido cómo utilizar los palillos para comer. No le va a servir de nada a tu reputación como médico que un paciente se te muera de hambre mientras te acompaña de viaje a un país extranjero, ¿no te parece?

—Para estar seguros, siempre te puedes meter un tenedor en la maleta —replicó Bud, riendo.

—Bueno, me lo pensaré. Nos vemos el miércoles. ¿Qué tengo que llevar? —preguntó Matt mientras se dirigía a la puerta.

—Un cambio de actitud.

—Diablos —musitó Matt. Con eso, se marchó de la consulta.

 

 

El miércoles por la noche, la actitud de Matt estaba a punto de sufrir un cambio. Aparcó su todoterreno frente a la enorme casa de los Mathis, cruzó los brazos por encima del volante y se quedó mirando al vacío.

«Allá voy, China», pensó. Los dos últimos días había sentido una enorme frustración al tratar de poner al día al abogado del hospital sobre los asuntos de los que tenía que ocuparse. No le había quedado ninguna duda de que el abogado lo iba a llamar cada dos segundos para comprobar algo con él, lo que terminaría provocando que regresara al hospital para hacerlo él mismo. El estrés alcanzaría niveles máximos, lo que provocaría que la tensión se le disparara. En aquellas circunstancias, sería imposible que pasara el chequeo de Bud.

Mientras se disponía a tocar el timbre de la puerta de la casa de su amigo, se dio cuenta de que, en realidad, no le apetecía realizar el viaje a China, sobre todo en compañía de una serie de personas sometidas a una fuerte tensión ante la perspectiva de conocer a sus futuros hijos. No obstante, el viaje le daría la oportunidad de poner distancia entre aquel maldito abogado y él. Decidido.

La puerta se abrió y una sonriente Marsha Mathis saludó a Matt. La atractiva rubia lo saludó con un beso en la mejilla y luego entrelazó el brazo con el del recién llegado.

—Te presentaré rápidamente a todo el mundo —dijo ella—, pero si nadie se acuerda de tu nombre no te lo tomes a mal porque todos estamos muy nerviosos. Carolyn llegó hace unos momentos y va a empezar a entregar las fotografías. Casi no me puedo creer que esto vaya a ocurrir después de todos estos meses.

—Me alegro mucho por Bud y por ti. Esa niña que os espera en China es muy afortunada por tener unos padres como vosotros.

—Yo creo que somos nosotros los afortunados —replicó Marsha mientras entraban en el salón—. Escuchadme todos —añadió, refiriéndose a todos los asistentes—. Éste es Matt MacAllister, que espero que nos acompañe en el viaje. Es el primo político de Carolyn, o algo por el estilo.

—Hola, Matt —dijo Carolyn, desde el otro lado del salón.

—Hola —respondió él—. ¿Cómo está Ryan?

—Estupendo.

—Bueno, os lo presentaré rápidamente para que Carolyn nos pueda dar enseguida las fotografías —prosiguió Marsha—. Matt, esa pareja de ahí son los…

Al cabo de unos segundos, Matt dejó de prestar atención a lo que le decía Marsha, y mucho menos a lo de tratar de aprenderse los nombres de todas aquellas personas. Se limitó a asentir y a sonreír.

—La última, pero no por ello la menos importante, es nuestra madre soltera, Caitlin Cunningham. Ya está. Ahora, encuentra un lugar en el que sentarte, Matt —concluyó Marsha. Rápidamente se dirigió al lado de Bud para sentarse a su lado y agarrarle la mano.

Matt no pudo dejar de mirar a Caitlin Cunningham. Estaba sentada delante de la chimenea. Era absolutamente encantadora…

Tenía el cabello oscuro, corto y rizado, rasgos muy delicados y los ojos más grandes y expresivos que había visto nunca. Todo aquello aparecía combinado con una esbelta figura ataviada con unos pantalones azules claros y un top de flores muy femenino. Caitlin Cunningham era, sin ninguna duda, una mujer a la que merecía la pena recordar.

Matt cruzó el salón y se sentó sobre el suelo a pocos centímetros de Caitlin. Ella no dejaba de mirar a Carolyn. Matt se percató de que se agarraba las manos con tanta fuerza que tenía los nudillos completamente blancos. Cuando vio que Carolyn abría un sobre muy grande para sacar otros cinco más pequeños, que eran los que contenían las fotografías, la joven contuvo el aliento.

—Ha llegado el gran momento, ¿verdad? —le preguntó Matt a Caitlin. Ella no respondió ni indicó en modo alguno que lo hubiera escuchado.

«Muy bien, MacAllister», pensó Matt. Se le ocurrió que Caitlin Cunningham no le prestaría atención alguna ni aunque se desnudara y empezara a bailar en el centro del salón. Después de todo, estaba a punto de ver una fotografía de su hija por primera vez. Nada ni nadie podía competir con eso.

Mientras él miraba a Caitlin de reojo, notó que Carolyn recorría el salón entregando los sobres a las parejas. Al fin, Carolyn se acercó a Caitlin.

—Enhorabuena, mamá —le dijo, con una sonrisa.

Con mano temblorosa, Caitlin tomó el sobre que le entregaba Carolyn.

—Gracias, Carolyn —respondió ella, muy suavemente—. Yo… Gracias.

—Abre el sobre —le pidió Carolyn, riendo—. No vas a conseguir ver el rostro de tu hija sólo con mirarlo fijamente.

—Sí… —susurró Caitlin. Agarró el sobre con ambas manos—. La fotografía de mi hija está aquí. ¡Dios mío! ¡La fotografía de mi hija está en este sobre! Es algo maravilloso y aterrador y… Dios mío…

Matt se arrastró un poco sobre el suelo para acercarse a ella.

—¿Necesitas ayuda para abrirlo?

—No —replicó Caitlin, tras girar rápidamente la cabeza—. ¿Quién eres tú?

—Matt MacAllister —respondió él, frunciendo el ceño—. Marsha me presentó cuando entré, ¿te acuerdas? No, ya veo que no. Éste es un momento muy importante en tu vida. Venga. Dile hola a tu hija.

—Sí, sí, voy a hacerlo ahora mismo —afirmó Caitlin, muy nerviosa—. Ahora mismo —añadió. Deslizó el dedo debajo de la solapa del sobre, la levantó, dudó un instante y, entonces, metió la mano en el interior para extraer dos fotografías. Una encantadora sonrisa se le formó instantáneamente en los labios y los ojos se le llenaron de lágrimas—. Oh, mírala… Es la niña más bonita que he visto en toda mi vida… Es mi hija. Es mi niña…

Matt estiró el cuello con la esperanza de ver las fotografías, pero no lo consiguió. Justo en aquel instante Caitlin le dio la vuelta a las fotografías para ver lo que había escrito en el reverso.

—Tiene seis meses y cuatro días —comentó, mirando a Matt—. ¿No te parece preciosa?

—Estoy seguro de que lo es, pero aún no la he visto.

—Oh… —susurró ella. Volvió las fotografías y se las mostró a Matt—. Mira, aquí está.

Matt sintió una extraña calidez en el corazón mientras examinaba las fotografías de la pequeña. Tenía el cabello negro de punta en todas las direcciones, ojos almendrados y oscuros y una preciosa boquita rosada que no mostraba señal alguna de sonrisa. Sin saber por qué, Matt sintió un deseo irracional de tomar a la niña en brazos.

—Es… —musitó. Tenía un nudo en la garganta—… es una preciosidad, Caitlin. Enhorabuena. Tu hija es… es muy especial. ¿Qué nombre le vas a poner?

—No me puedo decidir entre Mackenzie o Madison. Creo que esperaré hasta que la tenga entre mis brazos antes de elegir el más adecuado para ella.

—¿Todos contentos? —preguntó Carolyn, desde el otro lado del salón. Un coro de respuestas afirmativas llenó el aire—. Tal vez algunos tengáis más de una fotografía de vuestra hija. No hay modo de saber de antemano lo que van a enviar. Sé que podríais pasaros el resto de la tarde mirando esas fotografías, pero tenemos mucho de lo que hablar. Marsha, ¿qué te parece si cenamos para que nos podamos poner manos a la obra? Pero, antes de cenar, tomémonos unos minutos para compartir nuestras fotografías con los demás.

—Muy bien —dijo Marsha. Inmediatamente se puso de pie—. Matt, ven a ver la fotografía de tu ahijada. Tiene once meses y en esta foto está de pie ella sola. Es fantástica… Oh, creo que voy a volver a llorar…

Matt se acercó a sus amigos y sonrió al ver la fotografía de la niña de Marsha y Bud. Llevaba puesto un vestido demasiado grande para ella y, evidentemente, no se tenía muy bien de pie dado que tenía los brazos extendidos. Sin embargo, mostraba una amplia sonrisa, como si supiera que ponerse sola de pie era un gran logro. Un pequeño mechón de cabello oscuro le adornaba lo alto de la cabeza y una sonrisa dejaba entrever cuatro dientes, dos arriba y dos abajo.

—Esa niña es dinamita —dijo Matt, con una sonrisa—. Creo que es mejor que los dos vayáis preparando vuestras zapatillas deportivas. Esta señorita está a punto de conquistar el desafío de andar.

—¿No te parece gracioso el pelo que tiene? —preguntó Bud—. A mí me encanta. Sólo tiene un mechón en lo alto de la cabeza. Eh, Grace, soy tu papá. Grace Marsha Mathis. ¿Qué te parece, Matt?

—Muy bien. Grace es un nombre muy bonito. Me gusta. Caitlin todavía no sabe si ponerle a su hija Mackenzie o Madison.

—Vaya… ¿Te lo ha dicho Caitlin? —quiso saber Marsha, levantando las cejas.

—Sí, bueno, estaba sentado a su lado y le pregunté cómo le iba a poner y… Marsha, no empieces con lo de tratar de encontrarme pareja, ¿de acuerdo? La última vez que lo hiciste casi no sobreviví. Concéntrate en Grace Marsha Mathis y olvídate de mí.

—Lo que yo quiero saber, compañero es si vas a venir con nosotros a China o no —observó Bud.

—Contad conmigo. No me lo perdería por nada del mundo. ¿Cuándo nos marchamos?

—No estoy seguro. Carolyn podría dar la fecha después de cenar.

—La cena —dijo Marsha—. Eso es lo que se supone que yo debería estar preparando.

Marsha se marchó corriendo. Caitlin la siguió para ayudarla a prepararlo todo en el comedor mientras todos los demás se entretenían en mostrarse las fotografías.

—¿Qué te ha hecho decidirte a acompañarnos? —le preguntó Bud a Matt.

—Un estúpido abogado. Bueno, al menos ésa era la razón cuando llegué aquí esta noche, pero ahora… Todo esto es maravilloso, Bud. Se están creando familias, unas niñas van a abandonar unos orfanatos abarrotados para ir a vivir con unos padres que las adoran… Quiero estar presente cuando veáis a Grace por primera vez y cuando Caitlin tome en brazos a Mackenzie o a Madison, sea cual sea el nombre que escoja… Sinceramente, estoy deseando marcharme con vosotros. De hecho, es un honor para mí que me hayáis incluido.

—Nosotros también nos alegramos de que tú vayas a estar con nosotros, compartiéndolo todo… Ahora, voy a charlar un rato contigo, no a cotillear, sino sólo a charlar. Caitlin trabaja con Marsha en la revista de moda. Marsha es ayudante del editor, como ya sabes, y Caitlin es redactora, y, por cierto, de mucho talento. Según dice Marsha, Caitlin siempre ha querido saber todos los detalles de la adopción de niños chinos desde que Marsha descubrió que no puede tener hijos. Como el gobierno permite que las mujeres solteras adopten, Caitlin decidió que era también la solución perfecta para ella.

—¿Por qué?

—Eso no lo sabemos. Sólo dijo que esperaba que la aceptaran a ella al mismo tiempo que a nosotros para que pudiéramos viajar juntos para ir a buscar a nuestras hijas. Creo que una amiga la va a acompañar, tal y como sugiere la agencia para las madres solteras. Su amiga ha debido de estar ocupada esta noche.

—Muy interesante… Caitlin es una mujer encantadora. ¿Por qué no está casada y tiene ya un montón de hijos propios? ¿Por qué desea convertirse en madre soltera?

—No lo sé. Tengo hambre…

—¿Quién tiene hambre? —preguntó Marsha, desde la puerta.

Todos se dirigieron al comedor. Matt se las arregló para sentarse al lado de Caitlin, con Marsha y Bud enfrente. La conversación, por supuesto, se centró en las niñas y en el viaje que todos iban a realizar al otro lado del mundo.

—Una pregunta —dijo Carolyn, mientras se servía el postre—. ¿Ha habido algún cambio en el número de personas que os van a acompañar?

—Sí —respondió Caitlin—. La amiga que iba a acompañarme se ha roto el tobillo mientras patinaba con su hijo. Mi madre y mi padrastro viven en Italia y, además, mi padrastro está enfermo, por lo que mi madre no me puede acompañar. Mis otras amigas no pueden conseguir vacaciones con tan poco tiempo, así que yo tendré que viajar sola.

—Todos te ayudaremos, Caitlin —prometió Bud—. De hecho, nosotros vamos a añadir a Matt a la lista, por lo que él podrá ayudarte con el equipaje, ¿verdad, Matt?

—Claro —respondió él—. No hay problema.

—Ojalá todo se pudiera resolver tan fácilmente —comentó Carolyn, riendo—. Muy bien. Haré inmediatamente las reservas y os llamaré en cuanto tenga la fecha de salida. Os prometo que será muy pronto. ¿Tienes el pasaporte en regla, Matt?

—Sí.

—Excelente —comentó Carolyn—. Bueno, ahora mientras termináis los postres, iré a preparar la información que os quiero dar.

—Te agradezco mucho tu disposición a ayudarme con el equipaje, Matt —dijo Caitlin.

—Será un placer —replicó él, con una sonrisa.

—No comprendo del todo por qué vas a venir con nosotros. ¿Es porque siempre has querido viajar a China y la oportunidad simplemente se presentó?

—Bueno, no exactamente…

—Antes de que Matt diga algo que haga que le crezca la nariz —intervino Bud—, te diré que viene porque yo prácticamente lo he obligado a hacerlo. Como médico, le ordené que se mantuviera alejado de su trabajo como director de relaciones públicas en el hospital Mercy durante un mes porque lleva ya demasiado tiempo trabajando demasiadas horas. Tenía que elegir entre acompañarnos a China o verse recluido en su casa como un niño malo.

—Gracias, doctor Mathis. Eres un bocazas —dijo Matt, secamente.

—Bueno, es cierto —apostilló Marsha—. Lo único que haces es trabajar, Matt. Este viaje es justo lo que necesitas.

—Me gusta mi trabajo —comentó Matt.

—Más que nada en el mundo —replicó Mar-sha—, pero ahora te tenemos bien agarrado, MacAllister. Cuando estés en China, no podrás pasarte por el hospital.

Caitlin se echó a reír con todos los demás aunque, en su interior, lanzó un profundo suspiro. La misma historia de siempre. Otro hombre inteligente, guapo y agradable que se centraba en su carrera más que nada en el mundo. Aquella historia parecía repetirse una y otra vez desde que tenía memoria. En su camino se cruzaban hombres cuyas prioridades eran completamente opuestas a las de ella.

—¿Te ocurre algo, Caitlin? —preguntó Matt—. De repente te has puesto muy seria.

—¿Qué? Oh. No. No me ocurre nada, Matt —respondió, con una sonrisa. Entonces, tomó la foto de su hija—. Mi hija y yo vamos a formar un buen equipo. Sólo las dos.

La mujer que estaba sentada al otro lado de ella le dijo algo, lo que provocó que dejara de centrar su atención en Matt. «Mi hija y yo vamos a formar un buen equipo. Sólo las dos». Las palabras de Caitlin se hicieron eco en el pensamiento de Matt, lo que le hizo fruncir el ceño.

¿Por qué una mujer atractiva e inteligente como Caitlin Cunningham parecía decidida a convertirse en madre soltera, sin dejar espacio en su vida para un marido y un padre para aquella adorable pequeña? ¿Le habría hecho daño algún hombre en el pasado? No le gustaba en absoluto aquella idea. En absoluto. Tal vez como Marsha, Caitlin no podía tener hijos y creía que ningún hombre querría casarse con ella por aquel motivo. O… No sabía.

La encantadora señorita Cunningham era un enigma y, por razones que no era capaz de desvelar, deseaba descubrir los misterios, los secretos que la rodeaban, averiguar quién era en realidad y por qué había elegido ir a China para cumplir su deseo de ser madre.

Capítulo 2

 

 

 

 

 

TODO el mundo colaboró a la hora de recoger los platos. A continuación, agarraron papel y lápiz para tomar notas de lo que Carolyn iba a decir sobre el viaje a China. Ella les entregó un buen montón de papeles.