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A Brittany Lloyd le propusieron el mejor trato de su vida… con el hombre que le rompió el corazón, el magnate italiano Nick Mancini. No se imaginaba que el que una vez fue su chico malo y rebelde era ahora un multimillonario. Nick no podía creer lo que veía. Su fierecilla pelirroja se había convertido en una mujer de negocios que vestía trajes de diseño. Ella necesitaba su ayuda… y él la deseaba. Así que le propuso un matrimonio de conveniencia: sólo negocios, por supuesto. Pero en realidad planeaba disfrutar de una ardiente noche de bodas que nunca olvidarían.
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Seitenzahl: 180
Veröffentlichungsjahr: 2011
Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56 28001 Madrid
© 2009 Nicola Marsh.
Todos los derechos reservados.
MATRIMONIO POR VENGANZA, N.º 1812 - septiembre 2011
Título original: Marriage: For Business or Pleasure?
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Publicado en español en 2011
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.
Todos los personajes de este libro son ficticios.
Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.
® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
I.S.B.N.: 978-84-9000-741-9
Editor responsable: Luis Pugni
Epub: Publidisa
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Epílogo
Promoción
El todoterreno de alquiler patinó sobre el acceso a la casa de los Mancini. Brittany Lloyd se contuvo para no soltar un improperio. Su habilidad como conductora no tenía mucho que ver con el estado en el que se encontraba el pavimento ni con los recuerdos que la asaltaban, pero sí mucho con el hombre desnudo que se inclinaba sobre una trilladora.
Técnicamente, estaba medio desnudo, pero ella no podía apartar la mirada del impresionante y bronceado torso y de las anchas espaldas que relucían bajo el abrasador sol de Queensland.
Los músculos se movieron y se tensaron bajo la piel de aquel desconocido cuando se incorporó y se metió las manos en los bolsillos de unos vaqueros muy desgastados. La mirada avariciosa de Brittany se dirigió al trasero y, entonces, ella deseó no haber estado lejos de allí durante tanto tiempo.
Diez años en Londres habían sido una sabia decisión, una decisión sensata considerando el motivo de su huida, pero al ver a aquel hombre tan guapo en la primera mañana que estaba de vuelta en su tierra pensó que, efectivamente, no había hombres como los de Jacaranda en ningún lugar de la tierra.
Ella lo sabía muy bien.
Se había enamorado de uno, le había entregado su corazón, su virginidad y su lealtad.
Más tonta había sido ella.
Mientras enderezaba el coche y se acercaba a la casa, el hombre se dio la vuelta. En aquella ocasión, el todoterreno salió disparado de la pista y estuvo a punto de terminar en una zanja. Brittany no pudo hacer nada para impedir que el motor se le calara. Se mantuvo allí, agarrando el volante con fuerza mientras la sorpresa, la alegría y un arrollador deseo se apoderaban de ella, impidiéndole hacer otra cosa que no fuera contemplar cómo él se acercaba al coche.
El rostro de Nick Mancini permaneció impasible. Llegó junto al coche, apoyó unos bronceados y fuertes brazos sobre la ventanilla abierta y saludó a Brittany con una casual inclinación de cabeza.
–Hola, Britt. Hace mucho que no nos vemos.
Un saludo normal, sin rencor o amargura. Por supuesto, ella había sido la que más había sufrido cuando Nick terminó la relación.
El modo de saludar y la falta de sentimientos no hacían justicia a lo que ambos habían compartido. Brittany decidió mostrar la misma indiferencia a pesar de lo fuerte que le latía el corazón.
–Diez años. Se dice pronto.
Quería que él reconociera el tiempo que habían permanecido separados. Quería que le preguntara cómo le había ido, que explicara por fin por qué había terminado la relación. En vez de eso, Nick se encogió de hombros.
Brittany no pudo evitar fijarse de nuevo en aquellos músculos y comprobar la corpulencia que había adquirido en aquellos diez años. El muchacho delgado y esbelto de entonces se había convertido en...
Apartó la mirada de los impresionantes pectorales y se centró en el rostro. En su adolescencia, Nick había sido apuesto, algo arrogante y rebelde. En aquellos momentos, era un hombre muy atractivo, de aspecto rudo y, si Brittany no se equivocaba, seguía siendo algo arrogante y dispuesto a demostrar al mundo que no le importaba nada.
Por la sonrisa que se le dibujaba en aquellos labios que tanto apetecía besar, Brittany había dado en el clavo.
–¿Qué te trae por aquí?
–Negocios.
Algo sólido, tangible, que le ayudaría a controlar sus sentimientos para no preguntarle, tal y como deseaba, qué era lo que les había pasado.
Había esperado no coincidir con él, hacer negocios con su padre, pero se había equivocado. Nick llevaba aquel lugar en las venas y, por supuesto, estaba trabajando allí y haciéndolo más y mejor que cualquiera de sus empleados.
–¿Negocios?
Nick entornó ligeramente los ojos color caramelo. Brittany deseó que él dejara de mirarla de aquel modo. Él siempre había tenido la habilidad de leerle el pensamiento y, en aquellos momentos, esto era lo último que necesitaba.
Tenía que mantenerse centrada. Su ascenso dependía de ello.
–Tengo una proposición para ti.
Nick se irguió. Metro ochenta de fibrosos músculos. Entonces, esbozó la sonrisa de niño malo que Brittany recordaba tan bien, la sonrisa que le había perseguido durante los meses inmediatamente posteriores a su llegada a Londres, meses de añoranza de su primer amor, del mismo amor que había rechazado la oferta que ella le hizo para que la acompañara, para que construyeran una vida juntos.
–Estoy seguro de ello, pelirroja.
Abrió la puerta del coche para que Brittany saliera. Ella deseó poder ocultar el rubor que le cubría el rostro.
–Nadie me ha llamado así desde hace años –musitó. Agradeció que su cabello tuviera en aquel momento un rubio cobrizo en vez del vibrante cabello pelirrojo con el que había nacido.
–Es una pena –dijo él. Extendió una mano y se enredó un mechón en el dedo–. Evidentemente, no te conocen tan bien como yo...
Brittany se apartó bruscamente.
–Tú no me conoces.
Entonces, miró su reloj esperando que él captara la indirecta.
–¿Está tu padre aquí? Necesito hablar con él.
Los ojos de Nick se oscurecieron y un gesto de dolor le torció la boca.
–Mi padre murió. Supongo que la noticia no llegó hasta Londres.
–Lo siento –dijo ella. De repente, se sintió avergonzada por no haberse mantenido en contacto con lo que ocurría en su tierra natal.
–¿De verdad?
Brittany notó el enojo que se le reflejaba en el rostro, provocándole unas arrugas de expresión que lo hacían parecer mucho más mayor que sus veintiocho años. Una década antes, Nick sólo la había mirado con admiración y deseo. Durante un breve instante, ella deseó poder volver atrás en el tiempo.
–Por supuesto que lo siento. Todo el mundo de por aquí adoraba a tu padre.
–Tienes razón, pero me sorprende que tu padre no te dijera nada. En esta ciudad, no se puede hacer nada sin que se entere todo el mundo –dijo. Se pasó la mano por el rostro y borró la tensión inmediatamente. Entonces, miró a Brittany. Sus ojos brillaron de apreciación, pero no precisamente por la ropa de diseño que ella llevaba puesta–. A pesar de lo elegantemente que vas vestida, supongo que recuerdas cómo son las cosas por aquí.
Brittany decidió no darle la satisfacción de informarle exactamente de todo lo que ella recordaba, dado que la mayor parte de sus recuerdos estaban centrados en él.
–He estado muy ocupada estos últimos diez años, por lo que te ruego que me perdones si lo de recordar el pasado no ha sido una de mis prioridades.
–¿Ocupada, eh?
Brittany esperó que él le preguntara por su profesión. Ansiaba poder decirle lo lejos que había llegado y lo bien que les habría ido si él hubiera decidido acompañarla.
Sin embargo, Nick permaneció allí, sin decir nada, como un dios semidesnudo en completa armonía con su entorno. El sudor y el polvo, en vez de disminuir su atractivo, lo acrecentaban.
–Yo trabajo veinticuatro horas siete días a la semana. Formar parte del equipo de directivos de una importante empresa publicitaria de Londres me ocupa casi todo mi tiempo.
–¿Y no tienes tiempo para divertirte?
La sonrisa burlona de Nick hizo que Brittany contuviera la respiración. No, efectivamente ya no se divertía. Sus días de diversión habían terminando cuando se marchó de aquella ciudad sin mirar atrás. El trabajo la ayudaba a olvidar todo. El trabajo demostraba lo lejos que había llegado. El trabajo le daba la independencia por la que tanto se había esforzado, una independencia que garantizaba que jamás tendría que mirar atrás.
Se mordió los labios para no responder y se agachó para sacar una carpeta del asiento del copiloto del coche.
–Lo que hago en mi tiempo libre no es de tu incumbencia. He venido aquí por negocios.
–Sea cual sea la proposición de negocios que te ha traído aquí, tendrás que tratar conmigo. Y, para que lo sepas, yo no me parezco en nada a mi padre. Soy mucho más duro.
Brittany estuvo a punto de golpearse la cabeza con el coche cuando escuchó la sedosa voz de Nick. Ya no podría realizar una rápida y limpia presentación con el patriarca de los Mancini, tal y como había pensado. El hecho de pensar en hacer negocios con Nick le subía la temperatura, algo que no le había ocurrido en mucho tiempo.
Algunos de sus compañeros de trabajo la llamaban «La Princesa de Hielo» a sus espaldas y a ella le gustaba. Los sentimientos no llevaban a ninguna parte y ella había aprendido a controlar su apasionado genio y el resto de sus emociones durante su larga estancia en la gran ciudad.
Mientras le entregaba la carpeta, las yemas de los dedos de ambos se rozaron y, a pesar del tiempo que llevaban separados, Brittany sintió que el corazón le daba un vuelco. Maldita sea. No debería sentir nada en lo que se refería a Nick Mancini y mucho menos aquel deseo tan familiar de dar un paso al frente y deslizar una mano sobre el torso desnudo para ver si el tacto resultaba tan agradable como recordaba.
Respiró profundamente y trató de ignorar los sentimientos que aquel hombre resucitaba en ella.
–Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar. ¿Por qué no vamos dentro para que te puedas poner algo de ropa y podamos hacer negocios?
–¿Estás segura de que quieres que me vista?
–Nick, no...
–¿No qué? ¿Me estás pidiendo que no recuerde el pasado? ¿Que no admire a la hermosa mujer en la que te has convertido?
El fuego que ardía en los ojos de Nick la abrasaba, la cautivaba, la dejaba sin palabras.
–¿O que no haga algo tan alocado como esto?
Antes de que Brittany pudiera parpadear, la tomó entre sus brazos y la besó.
Los besos que habían compartido en la adolescencia habían sido tiernos, pero no había nada de tierno en el modo en el que la boca de Nick se apoderó de la de ella. Los labios se unieron en una frenética y apasionada danza, en una fusión de lenguas y en una combustión de deseo que dejó a Brittany completamente mareada. Debería ser inmune a Nick Mancini. Debería haberlo apartado de ella y haberse comportado como si hubiera sido un rápido beso entre amigos que recuerdan el pasado. Sin embargo, estaba de puntillas, rodeándole el cuello con los brazos y abrazándose a él como si la vida le fuera en ello.
Cuando él suavizó el beso, dominándola como una hábil precisión que jamás poseyó cuando era un muchacho, la posibilidad de que ella lo apartara desapareció tal y como lo había hecho diez años atrás, cuando había manifestado por fin los sentimientos que había albergado hacia él durante años.
Lo había idolatrado a lo largo de toda la adolescencia y Nick ni siquiera la había mirado hasta que ella cumplió los dieciocho años, cuando se dirigió a él y se sorprendió al comprobar que el chico malo de Jacaranda también se sentía interesado por ella. Estuvieron saliendo exactamente seis meses antes de que las cosas se complicaran en casa y ella se viera obligada a marcharse.
No le había contado a Nick su humillación. Había querido que él la necesitara por lo que era y no que la siguiera por pena. Por eso, había tratado de convencerlo para que huyera con ella y había fracasado. No sólo eso, sino que Nick la había apartado de su lado con una crueldad que había roto en mil pedazos el corazón de Brittany.
Por lo tanto, ¿qué demonios estaba haciendo besándolo de aquella manera?
Justo cuando empezó a recuperar el sentido común, Nick rompió el beso y se desembarazó de los brazos de Brittany mientras la miraba con desaprobación, como si hubiera sido ella la instigadora de aquel beso.
–No esperes que me arrepienta de eso –le dijo mientras se mesaba con una mano el oscuro y ondulado cabello.
–Hace mucho tiempo que he dejado de esperar nada de ti.
Nick murmuró una maldición y se dio la vuelta antes de que cometiera otro error y volviera a besarla.
Resultaba muy agradable tenerla entre sus brazos, más de lo que recordaba y tenía muy buenos recuerdos en lo que se refería a Brittany Lloyd. Ella había sido la elegida para él. Y había permitido que se marchara.
No había tenido elección, pero no había pasado ni un solo día sin que hubiera recordado a la fierecilla de cabello rojo que le había robado el corazón sin ni siquiera intentarlo.
Allí estaba, tan increíble como recordaba. Se sentía atraído por ella tan incontrolablemente como siempre. El embrujo que ella había lanzado sobre él no había sido simplemente consecuencia de los ojos azules, de la piel de porcelana o un cabello rojizo hasta la cintura que llamaba la atención de cualquier hombre. Tampoco había tenido nada que ver con el esbelto cuerpo, con suficientes curvas para conseguir que cualquier muchacho girara la cabeza.
No. Brittany Lloyd poseía un encanto más exclusivo, algo que lo atraía irremediablemente.
La clase.
Esto era algo que había estado deseando tener toda su vida, algo que se había empeñado en poseer y que en ella era innato. Por mucho que se mezclara con personas de ambientes apropiados o tuviera éxito en los negocios, jamás podría comprar lo que ella tenía de sobra.
–¿Qué pasa con esa proposición de negocios? –le preguntó volviéndose para mirarla. Se sorprendió al ver la vulnerabilidad que vio en los ojos de Brittany.
–Está todo ahí –respondió ella señalando la carpeta que él tenía en las manos.
Nick lo sopesó con una mano y lo golpeó con la palma de la otra para ver cómo reaccionaba ella.
–¡Maldita sea! ¿Por qué no lo abres? –le espetó ella tal y como hubiera hecho en los viejos tiempos.
–Me alegra ver que sigues teniendo ese genio tan vivo a pesar de tener un aspecto tan elegante.
Nick la miró de arriba abajo y admiró los cambios sutiles que se habían producido en el aspecto de Brittany. Tenía el cabello de una tonalidad más rubia y éste le llegaba a los hombros. El esbelto cuerpo tenía más curvas que una pista de carreras. Diez años atrás había sido una muchacha muy bonita, pero, en aquel momento, era impresionante.
Con un estudiado golpe de melena, ella lo miró con una sonrisa muy altiva en los labios.
–En realidad, tú eres el único que me hace sacarlo. Ahora, ¿nos centramos en los negocios?
La curiosidad se apoderó de él. Levantó una ceja y se señaló el torso desnudo con la carpeta.
–No hago negocios así. ¿Dónde te alojas?
Con inmenso placer, contempló cómo ella se sonrojaba y le miraba el torso unos segundos más de lo debido.
–En el Phant-A-Sea de Noosa, pero no es necesario que vayas hasta allí sólo para reunirte conmigo. Podemos...
–Después de terminar aquí, me iba a ir a la ciudad de todos modos. ¿Por qué no quedamos sobre las cinco? Podremos hablar del tema tomando una copa.
–Eso no es necesario...
–Lo es. Dame un poco de tiempo para asearme y echarle un vistazo a tu proposición para que luego podamos hablar de ella tomando un Shirley Temple.
Nick se anotó otro punto con la referencia al cóctel favorito de Brittany. Ella apretó con fuerza la boca.
–No estamos recordando el pasado. Se trata de hacer negocios.
–Eso es lo que tú no haces más que repetir –susurró él mirándole los hermosos labios.
Para su sorpresa, ella se echó a reír.
–No has cambiado. Sigues siendo un seductor.
Brittany estaba equivocada. Muy equivocada. Claro que había cambiado y, cuando llegaran las cinco en punto, ella descubriría cuánto.
Se apoyó sobre el capó del coche y cruzó los tobillos.
–¿Y está funcionando?
–No. Ahora soy completamente inmune a los encantos de los rebeldes.
–¡Qué pena! –exclamó él. Volvió a mirarla de arriba abajo, admirando todas y cada una de las deliciosas curvas de Brittany y consiguiendo que ella volviera a sonrojarse–. ¿Cuánto tiempo vas a quedarte en la ciudad?
–El tiempo que haga falta.
Brittany había vuelto a adoptar una actitud fría. Se había vuelto a refugiar en los negocios que la habían llevado hasta allí.
Nick observó los campos de caña de azúcar que tanto amaba y que formaban tanta parte de él como su ascendencia italiana. Se preguntó lo que ella pensaría de él cuando descubriera cuál era su verdadero negocio en aquellos momentos.
¿Se sentiría impresionada? Probablemente, aunque con toda justicia, lo que él hiciera o sus orígenes jamás habían tenido importancia alguna para Brittany.
Antes de ser pareja, habían sido amigos. Viajaban en el mismo autobús todos los días aunque ella asistía a un colegio privado y él iba al instituto. Al principio, ella había fingido no fijarse en él por lo que Nick había hecho todo lo posible por llamar su atención con comentarios constantes sobre lo limpios que llevaba los zapatos o sobre sus largas trenzas. Cuando ella no pudo contener el genio el día en que Nick estrelló su bicicleta contra la de ella, la amistad de ambos quedó consolidada.
A Brittany jamás le había importado que pertenecieran a dos clases sociales diferentes. La muchacha más rica de la zona con un muchacho nacido en una plantación, de clase trabajadora y de ascendencia italiana. Sin embargo, a otras personas sí que les había importado. Nick había escuchado los murmullos, los comentarios sobre el hecho de que se estuviera desfogando con él antes de casarse con un hombre más adecuado para ella. Había dejado que aquellos comentarios envenenaran lo que había entre ellos y lo terminaran mucho antes de que las cosas se escaparan de su control. Sin embargo, jamás había olvidado lo que ella le había hecho sentir.
Todo eso era ya historia. Sabía que aquel beso tan impulsivo que le había dado había sido una tontería. Ya no se dejaba llevar por los impulsos. Todas las decisiones que tomaban eran sopesadas y evaluadas cuidadosamente y llevadas a cabo con absoluta precisión. Ésa era la razón por la que estaba en lo más alto.
Se apartó del coche y golpeó la carrocería.
–Es mejor que te vayas. Así podré terminar por aquí antes de ir a reunirme contigo.
–Está bien.
Nick abrió la puerta del coche y observó cómo ella se ponía el cinturón. Tuvo la sensación de haber vivido antes aquella situación y sintió un irresistible impulso a pesar de todas las determinaciones que había tomado. Se inclinó rápidamente sobre la ventana abierta.
–Pelirroja...
–¿Sí?
Nick sonrió y le pellizcó la nariz tal y como solía hacer.
–Besas mejor de lo que recordaba.
Antes de que ella pudiera responder, se incorporó sonriendo al ver la inmediata indignación que se reflejó en los hermosos ojos de Brittany y se dirigió hacia la casa.
Brittany se llevó las manos a las ruborizadas mejillas mientras Nick se alejaba. Aquel hombre era el mismo diablo. En menos de diez minutos, había conseguido desequilibrarla, sacarla de sus casillas y terminar con la seguridad que tenía en sí misma.
En cuanto al beso... Se golpeó la cabeza sobre el volante. No sólo le había permitido que lo hiciera, sino que, además, había respondido como si hiciera mucho tiempo que nadie la besaba.
Con toda sinceridad, eso era seguramente cierto, considerando que hacía mucho tiempo que no salía con nadie porque tenía toda su atención centrada en la posición de director gerente, que no iba a tardar en quedarse vacante. Sin embargo, eso no excusaba el ansia de su respuesta ni la rendición que había experimentado en el momento en que los labios de Nick tocaron los suyos.
–Menuda Princesa de Hielo estoy hecha –musitó mientras arrancaba el vehículo y se dirigía a la autopista.
En cierto modo, se alegraba de que él hubiera sugerido que se reunieran en su hotel para hablar de la propuesta que Brittany quería hacerle. Se sentiría mucho mejor preparada para enfrentarse de nuevo a él en la fría elegancia del bar del Phant-A-Sea en vez de en la acogedora plantación que tantos recuerdos tenía para ella. Éstos eran tan reales, tan poderosos, que los ojos de Brittany se llenaron de lágrimas. Parpadeó, atrapada en la magia del pasado cuando debería centrarse en el futuro. Su futuro como directora gerente de Sell dependía de ello.
Cuando llegaran las cinco, se aseguraría de que Nick Mancini, con su sensual sonrisa, sus atractivos hoyuelos y su cuerpo de escándalo, supiera exactamente con la clase de mujer de negocios con la que estaba tratando.