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Mercedes Sanz-Bachiller siempre fue conocida por haber sido la esposa de Onésimo Redondo y por haber fundado y dirigido Auxilio de Invierno / Auxilio Social (1936-1940). Sin embargo, desarrolló una longeva carrera política entre 1941 y 1979 que hasta ahora no había sido estudiada y que constituía una laguna historiográfica. Esta biografía política, por lo tanto, nos permite conocer a una mujer que tuvo un significativo poder durante todo el franquismo y que lo ejerció trabajando en distintos organismos: el Instituto Nacional de Previsión, la Obra Sindical de Previsión Social, las Cortes franquistas y la Unión Interparlamentaria. Esta actividad, además, arroja luz sobre el papel político que algunas mujeres falangistas desempeñaron en el régimen franquista.
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Seitenzahl: 738
Veröffentlichungsjahr: 2021
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MERCEDES SANZ-BACHILLER
BIOGRAFÍA POLÍTICA
HISTÒRIA I MEMÒRIA DEL FRANQUISME / 59
DIRECCIÓ
Ismael Saz (Universitat de València)
Julián Sanz (Universitat de València)
CONSELL EDITORIAL
Paul Preston (London School of Economics)
Walter Bernecker (Universität Erlangen, Núremberg)
Alfonso Botti (Università di Modena e Reggio Emilia)
Mercedes Yusta Rodrigo (Université Paris VIII)
Sophie Baby (Université de Bourgogne)
Carme Molinero i Ruiz (Universitat Autònoma de Barcelona)
Conxita Mir Curcó (Universitat de Lleida)
Mónica Moreno Seco (Universidad de Alicante)
Javier Tébar Hurtado (Arxiu Històric de Comissions Obreres de Catalunya, UB)
Teresa M.ª Ortega López (Universidad de Granada)
MERCEDES SANZ-BACHILLER
BIOGRAFÍA POLÍTICA
María Jesús Pérez Espí
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.
© María Jesús Pérez Espí, 2021
© Procedencia de los documentos y fotografias del interior:
Archivo particular de Mercedes Sanz-Bachiller,
archivo personal de Mercedes Redondo Sanz-Bachiller,
y archivo personal de Miguel Temboury Redondo
© De esta edición: Universitat de València, 2021
Publicacions de la Universitat de València
http://puv.uv.es
Coordinación editorial: Amparo Jesús-María
Ilustración de la cubierta:Mercedes Sanz-Bachiller sentada en su escritorio de Auxilio Social, 1937.
Archivo personal de Miguel Temboury Redondo
Maquetación: Inmaculada Mesa
Corrección: David Lluch
ISBN: 978-84-9134-766-8
Edición digital
ÍNDICE
A MODO DE PRESENTACIÓN, por Joan Maria Thomàs
INTRODUCCIÓN
ABREVIATURAS
PARTE I
I. INFANCIA Y JUVENTUD (1911-1930)
II. MERCEDES SANZ-BACHILLER Y ONÉSIMO REDONDO (1931-1936)
III. SER «VIUDA DE ONÉSIMO REDONDO» Y JEFA DE LA SECCIÓN FEMENINA VALLISOLETANA (JULIO DE 1936 - OCTUBRE DE 1936)
PARTE II
IV. UN PROYECTO PERSONAL: AUXILIO DE INVIERNO (OCTUBRE DE 1936 - MAYO DE 1937)
V. UNA LÍDER FALANGISTA AL FRENTE DE AUXILIO SOCIAL (MAYO DE 1937 - ABRIL DE 1939)
VI. EL SERVICIO SOCIAL DE LA MUJER Y LA RIVALIDAD CON PILAR PRIMO DE RIVERA
VII. DE LA VICTORIA A LA DEFENESTRACIÓN (ABRIL DE 1939 - ABRIL DE 1940)
PARTE III
VIII. MÁS ALLÁ DE AUXILIO SOCIAL: LA PREVISIÓN SOCIAL (1941-1942)
IX. PROCURADORA EN LAS CORTES ESPAÑOLAS (1943-1945)
X. EL PRIMER ÉXITO: LOS SEGUROS AGRARIOS Y LAS MUTUALIDADES (1943)
XI. UN OBSTÁCULO EN LA CARRERA POLÍTICA (1943-1945)
PARTE IV
XII. NUEVOS TIEMPOS, MALOS TIEMPOS (1945-1953)
XIII. EL RÉGIMEN ESPECIAL DE SEGUROS SOCIALES EN LA AGRICULTURA: LUCES Y SOMBRAS (1945-1953)
PARTE V
XIV. LA PREVISIÓN SOCIAL EN TRANSFORMACIÓN: RESISTENCIAS Y DESAFÍOS (1954-1960)
XV. NUEVOS CAMINOS MÁS ALLÁ DE LA PREVISIÓN SOCIAL (1960-1969).
XVI. SER PROCURADORA EN TIEMPOS DE CAMBIO (1955-1967)
XVII. ÚLTIMOS AÑOS (1970-1979)
CONCLUSIONES
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE ONOMÁSTICO
A MODO DE PRESENTACIÓN
Este es un libro importante. Una biografía política de Mercedes Sanz-Bachiller, una de las dos lideresas falangistas, junto con Pilar Primo de Rivera, del régimen franquista. Una biografía de la segunda en importancia de ellas. De aquella que, con la excepción de los primeros años de su actividad política –los que transcurrieron entre 1936 y 1940, en los que compitió con Pilar–, nunca llegó a tener ni la presencia pública ni el poder de esta última. Ambas eran mujeres cuyo parentesco con dos de los líderes más importantes de Falange había sido crucial –en su actuación, promoción y reconocimiento–. En el caso de Pilar, el ser la única hermana dedicada profesionalmente a la política de José Antonio Primo de Rivera. En el de Mercedes, el ser la viuda de Onésimo Redondo.
Sin embargo, las dos mujeres supieron trascender esos mismos lazos de parentesco o matrimonio, desarrollando largas e importantes carreras políticas dentro del régimen franquista. Mucho más conocida y destacada la de Pilar, la lideresa de la omnipresente Sección Femenina del partido único, FET-JONS. De gran impacto en los primeros años de ese mismo régimen la de Mercedes, fundadora de un Auxilio de Invierno / Auxilio Social igualmente omnipresente; y aun posteriormente, si bien que con mucha menos visibilidad.
Tal desigualdad de las trayectorias fue producto, en parte y como nos explica María Jesús Pérez Espí, del hecho de abandonar Mercedes su papel de viuda abnegada para volver a casarse, y hacerlo con un hombre especialmente odiado por muchos dirigentes falangistas joseantonianos, Javier Martínez de Bedoya, un jonsista que había seguido a Ramiro Ledesma en su escisión de 1935. Sin embargo, aun así, y gracias al apoyo del propio Franco y de otro líder falangista, José Antonio Girón de Velasco, sobreviviría políticamente, aunque perdiendo buena parte de su presencia pública. Y desarrollando una labor notable en el mundo de la protección social del régimen.
Pilar y Mercedes fueron dos mujeres enfrentadas durante la Guerra Civil en la Zona Nacional, así como en la primera posguerra, por cuestiones de poder y de competencias. Una pugna de la que saldría triunfante Pilar y que fue compatible con el hecho de ser ambas fervientes nacionalsindicalistas. Las dos compartían lo fundamental de esta doctrina fascista, también en lo referido a la mujer, aunque con algunos matices diferenciados. Ambas estaban dispuestas a desarrollar una «justicia social» consustancial con el ultranacionalismo de FE-JONS; eran contrarias a la noción de beneficencia tradicional católica, y se enfrentaron en momentos a la Iglesia por el control de la sociabilidad política femenina –Pilar– o la protección social –Mercedes–. También eran partidarias del papel subordinado de la mujer al hombre en la vida personal y política, aunque contradictoriamente desempeñasen ellas mismas destacados puestos de responsabilidad política. Sus discrepancias en este campo se centraban en la cuestión de la intervención de la mujer en la política, siendo Pilar partidaria de su exclusión y defendiéndola Mercedes. Era sin duda en esto más coherente que la hermana «política» de José Antonio. Pero la diferencia fundamental entre ambas fue la relacionada con el control o independencia de Auxilio Social y de las mujeres que trabajaban en él. También, el mayor desapego de Mercedes de la progresivamente nacionalcatolizada Sección Femenina. O su enemiga de hacer política «con las mujeres solas», estando por el contrario orgullosa de mandar a un tiempo a hombres y mujeres en Auxilio Social. Sin embargo, y a pesar de sus diferencias, las dos se respetaron y pudieron a veces luchar conjuntamente, como hicieron, junto con otras procuradoras, en las Cortes franquistas.
Tuvieron perfiles personales y trayectorias vitales diferenciadas. Siendo las dos mujeres fuertes –aunque Pilar de apariencia débil y frágil y Mercedes de personalidad arrolladora–, una permaneció soltera y dedicada íntegramente –según propia confesión– a la labor falangista en la Sección Femenina, mientras la otra compatibilizaba su dedicación política con un universo vivencial más complejo, casándose dos veces, dando a luz a cinco hijos, sobreviviendo a la muerte de dos de ellos siendo niños y a un aborto, o viviendo a temporadas en diferentes países. Ambas compartían el haber sido golpeadas brutalmente en los inicios de sus carreras por la muerte violenta de sus mentores, pero se sobrepusieron y desarrollaron las ideas políticas que aquellos les habían inspirado, aunque tal vez con otro matiz diferencial: viviendo en el culto al hermano muerto la una, y con mayor desprendimiento de su primer marido la segunda. Este es uno de los muchos aspectos que quedan por fundamentar historiográficamente en una comparación entre ambas que no sea intuitiva o especulativa, ya que no contamos con un estudio equivalente dedicado a Pilar al que nos presenta en este libro María Jesús Pérez Espí para Mercedes. Falta aún mucho por saber de la principal lideresa femenina de Falange y seguramente no se avanzará significativamente hasta que no se acceda a su documentación personal y política.
Digamos también que este es un libro importante para la historia de las Falanges / Movimiento Nacional y en general del Franquismo. En primer lugar, porque no se limita a estudiar/biografiar un aspecto o a un personaje del fascismo español durante la Guerra Civil y la primera etapa del régimen, las más conocidas historiográficamente, sino que abarca todo el periodo franquista. En segundo lugar, porque ofrece un análisis actualizado de la historia política de ese régimen «desde arriba», en la tradición iniciada por historiadores como el malogrado Javier Tusell y Stanley G. Payne, estudios que han tenido continuidad de la mano de otros historiadores, entre los que me cuento, y a los que María Jesús Pérez Espí realiza una excelente contribución. En tercer lugar, por su inmersión en la historia social del régimen –en buena parte ligada al impulso falangista– en todo aquello relacionado con la protección social. Y en cuarto y último, pero no por ello menos, sino más importante, en tanto que contribución al análisis político, aunque también personal, de Mercedes Sanz-Bachiller, personaje del que ya existía alguna importante aproximación biográfica, pero del que este libro constituye el más completo y seguramente definitivo estudio. Ni más ni menos.
La calidad del texto tiene que ver, en primer lugar, con la extraordinaria capacidad investigadora y analítica de su autora. Citando de nuevo a Tusell, no puedo sino corroborar lo que escribió hace años en referencia a su labor como director de tesis doctorales. Se refirió a la existencia de dos tipos de doctorandos: aquellos que necesitan ser guiados y supervisados continuamente y aquellos otros que, desde muy pronto, muestran seguridad conceptual e investigadora. Y añadiría yo: e interactúan con su mentor en un intercambio doblemente provechoso para ambos. María Jesús Pérez Espí fue una doctoranda del segundo tipo, y desde entonces no ha dejado de crecer, siendo este libro aún mejor que su tesis.
En segundo lugar, al éxito de su trabajo –que fue calificado con la máxima nota cuando se presentó ante el tribunal que juzgó– ha contribuido el uso de una documentación excepcional, como fue el archivo de su biografiada, el acceso al cual fue posible gracias a la generosidad y altura de miras mostrada por las hijas y los nietos de Mercedes Sanz-Bachiller al poner a disposición de quien no era sino una completa desconocida por entonces la documentación privada del personaje, con la inseguridad que ello inevitablemente les supuso, pero que obviaron en pro de la Historia, con mayúsculas. Por ello, y desde estas páginas, no puedo sino sumarme al agradecimiento por aquella su disposición, así como esperar que su ejemplo cunda, como está ocurriendo sin duda en los últimos años, a veces por la propia responsabilidad de los herederos y otras por la labor de localización y salvamento de fondos realizada por investigadores/as y archiveros/as. En este sentido cabe citar el trabajo que vienen realizando las responsables del Archivo General de la Universidad de Navarra, algunos de cuyos materiales han servido igualmente de base para este libro.
Por supuesto, queda mucho por hacer en el ámbito biográfico respecto al periodo franquista, en buena medida para trascender/desmentir las hagiografías y memorias más o menos «arregladas» de tantos políticos de esta época. De políticos, en masculino dominantemente, porque esa fue la composición ultra mayoritaria de la clase dirigente del régimen..., pero también de políticas. Quedan muchas dirigentes falangistas de ámbito estatal y provincial por estudiar. Todas ellas, sí, de segundo –pero nada despreciable– nivel. Las Rosario Pereda, Justina Rodríguez de Viguri, Carmen Werner, Lula de Lara, Luisa de Aramburu, hermanas Ridruejo, Montserrat de Romañá, María Josefa Viñamata o Casilda Cardenal, entre otras, siguen esperando la atención de los historiadores/as.
El lector tiene entre sus manos el estudio biográfico y político de una mujer que nunca tuvo hogar propio y que tal vez por ello dedicó gran parte de su actividad a socorrer a otros también sin hogar, principalmente a niños víctimas indirectas de la represión franquista y de la guerra y que no habían tenido una suerte como la suya –la de contar siempre con cobertura económica, estudios y acogimiento social–. Pero no solo a niños, también a personas desvalidas. Y lo hizo «en fascista», convencida de que el nacionalsindicalismo acabaría algún día con tales situaciones. Tras su destitución de Auxilio Social, encontraría de nuevo su camino trabajando en la protección social a través del Instituto Nacional de Previsión, de la Obra Sindical de Previsión Social, del Régimen Especial de Seguros Sociales en la Agricultura, en las Mutualidades y en el desarrollo de políticas de seguridad e higiene en el trabajo, entre otras actividades, así como en su labor como procuradora en Cortes, su participación internacional en el Grupo Español de la Unión Interparlamentaria o en las discusiones de la Ley sobre los derechos políticos, profesionales y de trabajo de la mujer.
Este es también un estudio de una mujer que fue a la vez beneficiada y víctima políticamente hablando de los dos hombres a los que amó. Aprendió política de y con ellos, pero también sufrió las consecuencias de hacerlo. Todo ello está, explícito o implícito, en este libro. Que disfruten con su lectura.
JOAN MARIA THOMÀS
Universitat Rovira i Virgili, enero de 2020
INTRODUCCIÓN
La biografía política de Mercedes Sanz-Bachiller que tienen en sus manos nace de mi tesis doctoral, titulada «Mercedes Sanz Bachiller, aproximación a su biografía política». La dirigió el Dr. Joan Maria Thomàs, en la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, fue leída en el mes de septiembre de 2017 y obtuvo la calificación de sobresaliente «cum laude». Desde entonces, he ido reestructurando y adaptando el texto de la tesis, cuyo resultado es esta publicación.
Mercedes Sanz-Bachiller ha sido, y me atrevo a decir que todavía lo es, una mujer conocida por ser la viuda de Onésimo Redondo y por haber fundado Auxilio de Invierno, después Auxilio Social. A esta visión, a todas luces incompleta, han contribuido una serie de circunstancias muy concretas. En primer lugar, el hecho de que todas las publicaciones que, hasta hoy, han incluido referencias a Mercedes Sanz-Bachiller se han centrado, principalmente, en el periodo que abarca desde los meses previos a la proclamación de la Segunda República, cuando conoció y se casó con Onésimo Redondo Ortega, y en la Guerra Civil, cuando, ya viuda, fundó Auxilio de Invierno. En segundo lugar, hay que decir que la mayoría de publicaciones, a excepción de la biografía redactada por Paul Preston, han hablado de Mercedes Sanz-Bachiller por estar relacionada con otras vidas u otros temas. Es el caso de las biografías de su primer marido, Onésimo Redondo,1 y las memorias de Javier Martínez de Bedoya,2 con quien se casó en 1939. El primer estudio que abordó de manera más decidida, y más profundamente, a Mercedes Sanz-Bachiller y su actividad política fue la tesis doctoral de Mónica Orduña Prada sobre Auxilio Social.3 Se trataba, sin embargo, de una tesis doctoral sobre Auxilio Social, y no sobre Mercedes Sanz-Bachiller. Orduña, además de analizar esta institución, avanzó otro de los temas que más interés ha despertado entre los historiadores: la rivalidad con la Sección Femenina y con su lideresa, Pilar Primo de Rivera.4 La primera biografía de Mercedes Sanz-Bachiller fue publicada por Paul Preston en su conocido libro Palomas de guerra. Cinco mujeres marcadas por el enfrentamiento bélico.5 Después de estas primeras publicaciones, Auxilio Social y su fundadora han sido objeto de análisis críticos y novedosos que han revisado las publicaciones anteriores y han ofrecido nuevas perspectivas desde la historia de género o incorporando el relato de las experiencias de los niños acogidos por Auxilio Social, como es el caso de la historiadora Ángela Cenarro.6
Sin embargo, después de su dimisión al frente de Auxilio Social, Mercedes Sanz-Bachiller desarrolló una longeva carrera política, desconocida hasta ahora, y lo hizo durante treinta y ocho años, entre 1941 y 1979. Durante todo este tiempo desempeñó los cargos de vocal del consejo de administración del Instituto Nacional de Previsión (1941-1979), jefa nacional de la Obra Sindical de Previsión Social (1941-1974) y procuradora en Cortes (1943-1967). Es esta parte de su biografía política, la más extensa, a la que he dedicado una atención preferente, y la más novedosa. Pero, además, también he concretado y/o matizado algunos datos de su etapa al frente de Auxilio de Invierno / Auxilio Social (1936-1940) utilizando documentación inédita, he referenciado sus nombramientos como consejera del Consejo Nacional del Movimiento (1937-1942) y he recuperado y contextualizado sus orígenes familiares y su infancia.
Durante la investigación trabajé con fuentes distintas a las que, sin pretender hacer una relación exhaustiva, deseo referirme brevemente. En el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares, cuatro fueron las secciones que, de manera preferente, concitaron mi atención. En primer lugar, la «Sección Cultura», donde está depositado el fondo de la Delegación Nacional de Auxilio Social y, dentro de este, el legado de Ángeles Villarta. También consulté el fondo de la Delegación Nacional de la Sección Femenina. Asimismo, en la «Sección Sindicatos» trabajé con tres fondos distintos, aunque con resultados diferentes. El fondo de la Obra Sindical de Previsión Social, que en principio era el que más interés tenía para mi investigación, resultó estar incompleto y ser insuficiente. De hecho, es muy poca la documentación correspondiente al periodo 1941-1942, los primeros años de vida de la Obra, y, además, la mayoría de la documentación es de tipo administrativo y contable, siendo escasísimos los documentos de contenido político. Este fue el principal motivo por el que amplié la búsqueda al fondo de la Delegación Nacional de Sindicatos y al de la Vicesecretaría Nacional de Obras Sindicales, con resultados más interesantes. En la «Sección Presidencia del Gobierno» consulté los fondos del Consejo Nacional del Movimiento, de la Secretaría General del Movimiento y, dentro de este, los de la Secretaría Política y la Junta Central de Recompensas. También los fondos del Consejo Nacional del Movimiento, pero con resultados nulos puesto que, aunque Sanz-Bachiller fue consejera de dicho organismo entre los años 1937 y 1942, no se conserva ninguna documentación al respecto. Finalmente, en la «Sección Asuntos Exteriores», consulté el fondo de la Cancillería de las Órdenes.
En el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca pude consultar los fondos de la Delegación Nacional de Servicios Documentales de la Presidencia del Gobierno y el fondo Sección Especial Masonería B.
Ha sido de vital importancia la consulta del Archivo del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria, donde se encuentra depositada la documentación del Instituto Nacional de Previsión. Allí trabajé con los libros de actas del consejo de administración del INP, los de la Comisión para la Aplicación de los Seguros Sociales en la Agricultura y otra documentación administrativa interna.
La investigación en el Archivo del Congreso de los Diputados me permitió trabajar con la documentación generada por la Comisión de Trabajo y la del Grupo Español de la Unión Interparlamentaria en su totalidad, entre otras.
Mención aparte merece el archivo particular de Mercedes Sanz-Bachiller, el cual consulté y trabajé gracias a Miguel Temboury Redondo, nieto de Mercedes Sanz-Bachiller y Onésimo Redondo Ortega, archivo valiosísimo por cuanto conserva documentación privada y personal, pero también política. Quiero añadir que, para la publicación de la biografía política de Mercedes Sanz-Bachiller, pude consultar y utilizar las imágenes del archivo personal de Miguel Temboury y también las del archivo personal de Mercedes Redondo Sanz-Bachiller, hija de Mercedes Sanz-Bachiller.
Por otra parte, en el Archivo General de la Universidad de Navarra se encuentra el fondo «Javier Martínez de Bedoya». Este fondo contiene documentación interesante de Mercedes Sanz-Bachiller que, en algunos casos, no está disponible en su archivo particular, aunque debo advertir que dicho fondo no contiene documentación original, sino fotocopias.
Finalmente, y con el objetivo de reconstruir la genealogía de Mercedes Sanz-Bachiller, consulté los fondos del Archivo Diocesano de Valladolid y del Registro Civil de Montemayor de Pililla.
En relación con el INP y a la OSPS, trabajé con las publicaciones periódicas de estos dos organismos. En el primer caso, me refiero al Boletín de Información del Instituto Nacional de Previsión, así como a las dos publicaciones que lo sustituyeron, es decir, la Revista Española de Seguridad Social y la Revista Iberoamericana de Seguridad Social, todas ellas depositadas de forma íntegra en la Biblioteca del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria. Para el segundo caso, me refiero a la revista Nuestra Obra, cuyos ejemplares están dispersados en los fondos de la Biblioteca Nacional de España, en la Biblioteca Central del Ministerio de Empleo y en la Biblioteca Hispánica, todas ellas en la ciudad de Madrid.
Finalmente, y con el fin de determinar de qué forma y con qué intensidad y frecuencia trascendió a la esfera pública la actividad política de Sanz-Bachiller, consulté la prensa escrita del periodo 1936-2007.
Igualmente, analicé los textos que, bien publicados en prensa o bien en otros formatos, publicó Mercedes Sanz-Bachiller. En algunos de ellos se trata de prólogos, como son las publicaciones de Auxilio Social y de la OSPS. Como autora, Mercedes Sanz-Bachiller publicó dos libros de lecturas escolares: Mujeres de España y Campo y ciudad, ambos publicados en 1940.
Por otra parte, consulté las diferentes tesis doctorales que han tratado aspectos relacionados con la investigación, así como las memorias de las personas que se relacionaron con Mercedes Sanz-Bachiller dentro del marco político y personal, principalmente las de Javier Martínez de Bedoya. Cabe destacar las memorias inéditas, aunque brevísimas, de Mercedes Sanz-Bachiller, escritas por Carolina Isasi Vicondoa,7 que están depositadas en su archivo particular. Asimismo, he utilizado unos escritos breves titulados Breves reflexiones de Mercedes Sanz-Bachiller,8 depositados también en su archivo particular.
Además de las fuentes anteriormente descritas, entrevisté a Mercedes y Pilar Redondo Sanz-Bachiller, hijas de nuestra protagonista y de Onésimo Redondo Ortega, con el objetivo de profundizar en la dimensión personal de la biografiada.
Finalmente, de las visitas a la ciudad de Valladolid y a Montemayor de Pililla pude extraer información valiosísima. Principalmente, visitar la segunda población me permitió observar sus paisajes, pasear por sus calles y conversar con sus gentes. Todo me llevó a comprender cómo era el Montemayor que acogió a la Mercedes niña, y a calibrar la influencia de estas tierras vallisoletanas en el desarrollo posterior de la Mercedes adulta, en la que se pueden reseguir los campos y las gentes de Valladolid.
Por otra parte, y referenciadas ya las principales fuentes con las que he trabajado, me gustaría hacer algunas reflexiones previas a la lectura de esta biografía. Como ha quedado dicho, la vida política de Mercedes Sanz-Bachiller posterior a Auxilio Social era, hasta ahora, una laguna en la historia del Franquismo, en general, y del falangismo, en particular. Pero, además, también lo era en relación con el conocimiento sobre las mujeres que tuvieron y ejercieron poder político en el régimen franquista, muy pocas en realidad, y que además estuvieron ensombrecidas por la figura siempre omnipresente de Pilar Primo de Rivera. A esta realidad se sumó otra, más de carácter historiográfico, relacionada con el hecho de que, con el final de la dictadura franquista y la recuperación de las libertades democráticas, estas mujeres no fueron objeto de estudio e investigación histórica. A día de hoy, sin embargo, ya contamos con estudios biográficos que, aunque escasos, y al principio focalizados en Pilar Primo de Rivera,9 también han abordado a algunas de estas mujeres falangistas, como Mercedes Formica,10 Marichu de la Mora11 o la propia Mercedes Sanz-Bachiller.12 Ahora bien, a pesar de estos avances, lo cierto es que recuperar para el conocimiento histórico a la totalidad de estas mujeres es todavía, en palabras de Ángela Cenarro,13 un «reto pendiente» para la historiografía que, una vez superado, permitiría «analizar la dictadura de Franco como un sistema no monolítico, atravesado por algunas fisuras, que admitió o toleró realidades que no entroncaban con su rígida doctrina nacionalcatólica». Pues bien, desde la plena sintonía con las palabras de Ángela Cenarro, deseo que esta biografía política de Mercedes Sanz-Bachiller contribuya a la consecución de este reto historiográfico. Así mismo, con la biografía política de Sanz-Bachiller pretendo reivindicar el género biográfico como un instrumento valiosísimo para el conocimiento histórico y sumarme, desde el enfoque estrictamente político, a otras biografías publicadas recientemente, como las de José Antonio Primo de Rivera y Onésimo Redondo.14
En esta biografía el contexto adquiere un valor destacado. No cabe duda de que Mercedes Sanz-Bachiller fue fruto de unas circunstancias históricas muy concretas y que, al mismo tiempo, contribuyó al desarrollo de estas. La Guerra Civil y el Franquismo, en sus distintas etapas evolutivas, condicionaron la actuación política de Mercedes Sanz-Bachiller, pero a su vez, ella misma contribuyó, con su acción y sus decisiones, a la transformación de este mismo contexto. Entiendo, pues, que la clave de esta biografía reside en la interacción entre el sujeto y el contexto, es decir, entre la biografiada y el medio, intentando mantener el equilibrio entre ambos factores. Por lo demás, no es esta una biografía en la que lo privado y personal esté ausente, pero, al tratarse de una biografía política, he valorado la relevancia y la pertinencia de lo personal en cada ocasión. Sobre todo, es una biografía política, por lo que el enfoque de la investigación es estrictamente político.
Por último, quiero aprovechar estas líneas para manifestar mi público agradecimiento a algunas personas que han contribuido a la investigación y a la publicación de esta biografía. Un agradecimiento especialísimo a Mercedes Redondo Sanz-Bachiller y Pilar Redondo Sanz-Bachiller (in memoriam), a quienes entrevisté, y que me mostraron el lado más personal de su madre, y con quienes tuve el gusto de conversar en muchas ocasiones. También a Miguel Temboury Redondo, por facilitarme la consulta del archivo particular de su abuela, siempre desde la cordialidad y la máxima disponibilidad. Esta biografía es deudora de la confianza y la generosidad que la familia Redondo Sanz-Bachiller depositó en mí desde el principio de la investigación, y que contribuyó de forma notabilísima a su éxito. Mi gratitud con ellos es enorme.
Quiero también dar las gracias a Luis Casado de Otaola (Archivo Central del Ministerio de Empleo), Margarita Barquilla Jiménez (Archivo del Congreso de los Diputados), Anselmo Barreales e Iván de Castro Pérez (Archivo del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria), Juana Bastida Veiga (Biblioteca del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria), Marian Zabala e Inés Irurita (Archivo General de la Universidad de Navarra) y Daniel Gozalbo Gimeno (Archivo General de la Administración). En todos ellos encontré la profesionalidad y la amabilidad que todo investigador necesita. A María del Ángel Sanz Muñoz y José Luis Gómez Becerra, que me acogieron y me guiaron por las calles de Montemayor de Pililla, y al Dr. Matteo Tomasoni, por enseñarme la ciudad de Valladolid y compartir conmigo cuanto sabe sobre Onésimo Redondo y Mercedes Sanz-Bachiller.
Cuando todo estaba por hacer, el Dr. Paul Preston, la Dra. Ángela Cenarro, el Dr. Ricardo Martín de la Guardia y la Dra. Mónica Orduña me impulsaron, con su apoyo, a lo que hoy es ya un objetivo cumplido, la tesis doctoral y la publicación de este libro.
A las doctoras Montserrat Duch, de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona; Ángela Cenarro, de la Universidad de Zaragoza, e Inbal Ofer, de la Open University of Israel, por sus generosas y valiosísimas contribuciones al texto de mi tesis doctoral.
Al Dr. Joan Maria Thomàs, por todo. Por ser el saber, la guía, el apoyo y el estímulo constante. Gracias, Dr. Thomàs.
Finalmente, quiero agradecer a los doctores Ismael Saz y Julián Sanz, de la Universitat de València, por su apoyo y apuesta por la publicación de esta biografía en la colección que dirigen.
En lo personal, esta biografía es un reconocimiento a la memoria de mis padres y al cariño y apoyo incondicional de mi hermana.
1Onésimo Redondo, Caudillo de Castilla, Valladolid, Ediciones Libertad, 1937; José Luis Mínguez Goyanes: Onésimo Redondo (1905-1936). Precursor sindicalista, Madrid, San Martín, 1990; Matteo Tomasoni: Onésimo Redondo Ortega. Vida, obra y pensamiento de un sindicalista nacional (1905-1936), tesis doctoral, Universidad de Valladolid, 2014; íd.: El caudillo olvidado. Vida obra y pensamiento de Onésimo Redondo (1905-1936), Granada, Comares, 2017.
2 Javier Martínez de Bedoya: Memorias desde mi aldea, Valladolid, Ámbito, 1996.
3 Mónica Orduña Prada: El Auxilio Social (1936-1940). La etapa fundacional y los primeros años, Madrid, Escuela Libre, 1996.
4 Véanse, además, María Beatriz Delgado Bueno: La Sección Femenina en Salamanca y Valladolid durante la Guerra Civil, alianzas y rivalidades, tesis doctoral, Universidad de Salamanca, 2009; María Teresa Gallego Méndez: Mujer, Falange y Franquismo, Madrid, Taurus, 1983.
5 Paul Preston: Palomas de guerra. Cinco mujeres marcadas por el enfrentamiento bélico, Barcelona, Debolsillo, 2004.
6 Ángela Cenarro: La sonrisa de Falange. Auxilio Social en la guerra civil y en la postguerra, Barcelona, Crítica, 2006; íd.: Los niños del Auxilio Social, Madrid, Espasa, 2009.
7 Carolina Isasi Vicondoa: Recuerdos y emociones de una vida. Vida y pensamientos de Mercedes Sanz-Bachiller, Archivo particular de Mercedes Sanz-Bachiller (APMSB).
8 Mercedes Sanz-Bachiller: Breves reflexiones de Mercedes Sanz-Bachiller, APMSB.
9 María Antonia Fernández Jiménez: Pilar Primo de Rivera. El falangismo femenino, Madrid, Síntesis, 2008; Susanna Tavera García: «Las mujeres de la Sección de Falange: una afirmación entre el activismo político y la sumisión patriarcal, 1934-1939», en Ana Aguado y Teresa María Ortega (eds.): Feminismos y antifeminismos. Culturas políticas e identidades de género en la España del sigloXX, Valencia, Universitat de València, 2011, p. 209.
10 Rosario Ruiz Franco: Mercedes Formica (1916-), Madrid, Ediciones del Orto, 1997.
11 Inmaculada de la Fuente: La roja y la falangista. Dos Hermanas en la España del 36, Barcelona, Planeta, 2006.
12 P. Preston: Palomas...
13 Ángela Cenarro: «Las mujeres en la Guerra Civil española: sujeto, acción y representación», en Teresa María Ortega López, Ana Aguado Higón y Elena Hernández Sandoica (eds.): Mujeres, dones, mulleres, emakumeak. Estudios sobre la historia de las mujeres y del género, Madrid, Cátedra, 2019, p. 174; véase también íd.: «Trabajo, maternidad y feminidad en las mujeres del fascismo español», en Ana Aguado y Teresa María Ortega (eds.): Feminismos y antifeminismos. Culturas políticas e identidades de género en la España del sigloXX, Valencia, Universitat de València, 2011, pp. 229-252.
14 Joan Maria Thomàs: José Antonio. Realidad y mito, Barcelona, Debate, 2017; la biografía de Onésimo Redondo, a partir de la tesis doctoral del mismo autor: M. Tomasoni: El caudillo olvidado...
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DNS
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FE
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Falange Española y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista
FET-JONS
Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista
GM
Gazeta de Madrid
IEP
Instituto de Estudios Políticos
INP
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JAP
Juventudes de Acción Popular
JCAH
Juntas Castellanas de Actuación Hispánica
JONS
Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista
OIT
Organización Internacional del Trabajo
ORGA
Organización Republicana Gallega Autónoma
OSPS
Obra Sindical de Previsión Social
PCE
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PSOE
Partido Socialista Obrero Español
PURA
Partido Unión Republicana Autonomista
RCMP
Registro Civil de Montemayor de Pililla
SOVI
Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez
UGT
Unión General de Trabajadores
UIP
Unión Interparlamentaria
PARTE I
I. INFANCIA Y JUVENTUD (1911-1930)
Mercedes Sanz-Bachiller nació el 17 de julio de 1911 en Madrid. Sus padres, Moisés Sanz Izquierdo y Mercedes Bachiller Fernández, eran de Montemayor de Pililla, un pequeño municipio vallisoletano de apenas 1.428 habitantes1 que compartía vecindad con los de Traspinedo, Santibáñez de Valcorba, Cogeces del Monte, Torrescárcela, San Miguel del Arroyo, Camporredondo, Portillo y La Parrilla.2 Hasta Cuéllar se desplazaban sus vecinos para hacer todo tipo de gestiones, pero sobre todo para comprar los aperos de labranza. Montemayor pertenecía, además, al partido judicial de Peñafiel.
Mercedes tuvo un hermano y una hermana3 mayores que ella, que fallecieron en la niñez. Ramiro Vicente4 nació el 19 de julio de 1905 en Montemayor, aunque murió tempranamente, cuando le faltaban pocos días para cumplir los 2 años de edad.5 El 20 de septiembre de 1908, y también en Montemayor, nació una niña a la que pusieron por nombre María de las Mercedes Petra,6 los nombres de la madre y de la abuela materna, respectivamente. Sin embargo, a finales de 1909, y cuando contaba con 14 meses de edad, también falleció.7 A esta niña le siguió Mercedes Sanz-Bachiller.
La madre de Mercedes descendía de una familia de labradores acomodados con mucho arraigo en Montemayor. De hecho, tenía tierras de labranza, pinares en las laderas que dan al arroyo del Valcorba y ovejas y caballos, algo poco común en las familias del municipio.8 Además, para las labores del campo, disponía de jornaleros todo el año. Aunque la posición económica de su padre era más modesta, destacaba por ser un hombre vivaz y emprendedor, que ya en aquella época viajó en tres ocasiones a Buenos Aires y que introdujo el cultivo de la achicoria como sustituto del café en la comarca.9 Así pues, parece ser que este espíritu emprendedor de su padre fue el principal motivo por el que sus padres decidieron trasladarse a vivir a Madrid, al barrio de Chamberí, donde nació Mercedes Sanz-Bachiller. En este mismo barrio fue bautizada en la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, sita en la calle Ancha de San Bernardo, n.º 103.10 A su bautizo asistió el político liberal Montero Ríos, «tal vez como padrino, dado el liberalismo militante de sus padres»11 y de toda su familia, seguidores todos de Santiago Alba.
A los dos años del nacimiento de Merceditas, como era llamada cariñosamente, sus padres se separaron. Los motivos de la separación parece que estuvieron relacionados con la oposición de Mercedes Bachiller a vender algunas de sus propiedades para invertir en los proyectos de su marido.12 Después de la separación, Mercedes Bachiller regresó al hogar materno y se llevó consigo a su hija. En la casa familiar, situada en la calle Revilla, n.º 5, vivían con la abuela materna, Petra Fernández, y dos tías, Acacia y Encarnación. El abuelo materno, Roque Bachiller, había fallecido hacía ya algunos años.13 La tía Encarnación padecía una enfermedad mental y murió joven, y la tía Acacia se casó con un joven de Traspinedo, Miguel López, y marchó del hogar materno, así que la pequeña Merceditas se refugió en su madre y su abuela. A su padre solo volvió a verlo en 1915, cuando, a la edad de 42 años,14 falleció.15Así pues, la infancia de Mercedes debió de ser difícil: «De mi infancia no mantengo nada, y poco o casi nada, grato».16 Este hecho la marcó profundamente, tal y como reconoció años después: «la niñez marca mucho el rumbo de la vida y de ella se derivan maneras de ser y de sentir que hacen que la proyección de nuestros actos varíe sustancialmente».17
Mercedes Sanz-Bachiller recordaba a su madre como una mujer de carácter rígido e inflexible, reticente a que se relacionara con otras niñas del pueblo y poco dada a mostrar afecto. Nunca le compró ningún juguete ni muñeca, algo que la propia Merceditas remedió en cuanto pudo manejar su propio dinero. Se compró un muñeco al que puso por nombre Carlos, motivo por el que, años después, Onésimo Redondo la llamaba cariñosamente «Carlines».18 La madre, además, estaba muy preocupada por que su hija tuviera una buena alimentación. Habiendo perdido ya a un niño y una niña, temía que Merceditas pudiese enfermar, por ello, además de procurar que se alimentara bien, insistía en que pasara alguna temporada en San Sebastián, Santander y Gijón, para que nadara y se fortaleciera físicamente.19 La otra preocupación de la madre era que tuviera una buena educación. Así, entre los seis y los nueve años, cursó la primera enseñanza en Montemayor, donde había cuatro escuelas, dos de niños y dos de niñas. Las escuelas de niñas estaban situadas en la plaza Mayor, donde estudiaba Merceditas con su maestra Asunción, a quien recordaría con verdadero cariño.20 Como el concejo de Montemayor disponía de importantes ingresos económicos derivados de la explotación del monte y de los pastos municipales, pudo sostener económicamente las cuatro escuelas, tal y como establecía la ley de instrucción pública.21
La pequeña Mercedes creció en el campo, y de estos años guardaba recuerdos entrañables: «He visto recoger la miel, era una de mis distracciones de la infancia. También he visto hacer la matanza [...] y disfrutaba mucho con todo ello».22 Según Mercedes Redondo, su madre «se educó con lo elemental y antiguo», entre «miel, piñones, pan y vino»,23 y así debió de ser, dado el carácter eminentemente agrario del municipio.
Montemayor de Pililla está enclavado en la Tierra de Pinares, una comarca natural que se extiende por las provincias de Valladolid, Segovia y Ávila. En su vertiente vallisoletana, los pinares cubren el paisaje, en el que convivían, y aún conviven, dos especies de pino: el pino negral o resinero y el pino albar o piñonero, este último de copa más redonda y frondosa que el primero. Los recursos de los pinos eran explotados por los habitantes de los municipios de esta comarca, que, como los de Montemayor, tenían en la madera, en la resina y en los piñones un medio de vida. Era una actividad impuesta por la misma naturaleza, dada la pobreza del suelo sobre el que crecen estos pinos, de composición arenosa y de escaso valor para la agricultura.24 De los pinos más viejos se hacía leña o vigas para la construcción de casas, aunque las actividades más frecuentes eran la recolección de piñas y la extracción de resina durante el invierno. Tanto la piña como el piñón se vendían, la primera para encender el fuego y el segundo para consumo humano. Si bien la familia de Mercedes tenía en Montemayor pinares de la variedad albar25 y tierras en la finca de «El Quiñón»,26 con el paso de los años Mercedes Sanz-Bachiller fue vendiendo todas estas propiedades y solo conservó las pimpolladas, es decir, los bosques de pinos jóvenes.27 En Montemayor también se cultivaban viñas, de lo que todavía dan testimonio las bodegas familiares que existen a las afueras de la localidad. Estas bodegas, excavadas en el subsuelo rocoso sobre el que se asienta Montemayor, solían tener una extensión de entre cuarenta y cincuenta metros cuadrados, y mantenían la temperatura constante a lo largo del año, sirviendo tanto para la elaboración del vino como para su conservación. El cultivo de avena, trigo, centeno y cebada también tenía una presencia destacada en los aledaños del municipio, donde todavía son visibles las eras. Los vecinos de Montemayor molían el grano del trigo en tres molinos hidráulicos próximos al pueblo, situados en el arroyo del Valcorba, afluente del río Duero, en Torrescárcela y en Aldealbar. Con la llegada de la electricidad, se instaló un molino eléctrico en el pueblo. El pastoreo de los rebaños o hatajos de ovejas completaba las actividades económicas más destacadas en el pueblo que vio crecer a Merceditas. Otras actividades, como la recogida de la miel de los colmenares o la crianza y matanza del cerdo, escalonaban el ciclo agrario anual.28
Pero ¿cómo eran las tierras vallisoletanas y castellanas que vieron nacer a Mercedes Sanz-Bachiller? Montemayor y Valladolid compartían con el resto de Castilla la Vieja29 su predominante carácter agrario. El peso de los terratenientes era indiscutible, aunque también había «una masa inmensa de propietarios pobres, poseedores de parcelas que apenas producían para sostener a sus familias, viviendo al límite de la supervivencia y viéndose obligados a trabajar parte del año como jornaleros». Añadido a ello, estaban los arrendatarios que intentaban sacar el máximo provecho a las tierras con el mínimo coste posible, y «sometidos a contratos de cortísima duración y cláusulas draconianas: obligación de pagar los nuevos impuestos y recargos que se impusieran durante el arriendo, el compromiso de hacer efectiva la totalidad de la renta aun en el caso de que se hubiese perdido la cosecha», entre otras. Las técnicas de cultivo eran arcaicas; predominaban el cultivo extensivo y la rotación bienal o, en menor medida, la trienal. La nula mecanización de las tareas agrícolas y el empobrecimiento de las tierras repercutían muy negativamente en la productividad, de tal forma que el campesino acababa endeudándose con prestamistas. Ante tales circunstancias, tanto para los terratenientes como para los pequeños propietarios y los arrendatarios, la política proteccionista y el mantenimiento de unos altos aranceles para la entrada de trigo foráneo eran fundamentales.
La situación de la industria tampoco era nada halagüeña.30 Al tratarse de un territorio agrícola, las industrias con mejor implantación eran las que transformaban los productos del campo, como las de sémola, almidón o las conserveras. A la altura de 1914, las únicas industrias que vendían sus productos fuera de la provincia de Valladolid eran las harineras, las metalúrgicas, las cerámicas, las del yeso y las azucareras. Al extranjero solamente se exportaban piñones, pieles y lanas. Por otra parte, Valladolid era la única provincia castellana en la que se habían fundado sociedades con anterioridad a 1914: las azucareras Sociedad Industrial Castellana y Colonia Industrial del Duero, y el Banco Castellano, todas ellas en 1900. La Electra Popular Vallisoletana se fundó en 1906.
Cuando nació Mercedes Sanz-Bachiller los líderes políticos de la primera Restauración31 ya habían desaparecido. De hecho, en Valladolid, después del fallecimiento de Germán Gamazo en 1901,32 se inició el relevo generacional en la élite política que, además, venía con ideas regeneracionistas. Santiago Alba, zamorano de origen, pero vallisoletano por su trayectoria profesional y política, fue la figura más destacada de esta nueva generación, aunque no el único.33 Estos políticos solían iniciar su carrera en la ciudad de Valladolid,34 donde compaginaban las actividades en el Ayuntamiento y la Diputación con el ejercicio de la abogacía y los negocios asociados al crecimiento urbanístico y la modernización de la ciudad. Y es que Valladolid, que pasó de tener 68.789 habitantes en 1900 a 91.089 en 1930,35 generó demandas en viviendas y servicios públicos que hombres como Santiago Alba y César Silió36 supieron aprovechar. El primero de ellos fundando la Electra Popular Vallisoletana, con el objetivo de suministrar electricidad a la ciudad, y el padre de César Silió con la industria La Cerámica, dedicada a la fabricación de materiales de construcción. Alba y Silió, además, compraron y modernizaron el periódico El Norte de Castilla, aunque Silió lo abandonó posteriormente para unirse a Antonio Maura, convirtiéndose en su hombre de confianza y líder del partido conservador vallisoletano. Sin embargo, en Valladolid nada podían hacer los conservadores frente al predominio de los albistas. De hecho, en cada convocatoria electoral el dominio albista era indiscutible.37 Santiago Alba, además, llegó a fundar junto a Joaquín Costa la Unión Nacional, una fuerza política regeneracionista desaparecida a la altura de 1900.
Sin embargo, las ideas regeneracionistas no cayeron en saco roto.38 A nivel nacional, Francisco Silvela, pero sobre todo Antonio Maura, impulsó reformas regeneracionistas, como la Ley de Reforma Electoral de 1907 o la fundación del INP en 1908. Ahora bien, también tuvo que afrontar los incidentes del Cu-Cut, la aprobación de la Ley de Jurisdicciones de 1906 y el envío de reservistas a Marruecos para sofocar la rebelión cerca de Melilla en el verano de 1909. Este último hecho, que en Barcelona provocó la protesta de las esposas de los reservistas en el puerto de la ciudad y acabó con la Semana Trágica, la ejecución de Francesc Ferrer i Guàrdia y la dimisión de Antonio Maura, no provocó manifestaciones de oposición en Valladolid,39 más bien al contrario. De hecho, se promovieron subscripciones para atender las necesidades de las familias de los que combatían en Marruecos, e incluso hubo muestras colectivas de entusiasmo con la llegada de la noticia de la toma del monte Gurugú o con el paso de las tropas por la ciudad. Finalmente, con José Canalejas se redujo el impuesto de consumos y se aprobó la Ley de Reclutamiento Obligatorio o la Mancomunidad de Cataluña, avanzando hacia la secularización del país, promoviendo el proyecto de la conocida como «ley del candado». Sin embargo, los años del Gobierno liberal de Canalejas también fueron años convulsos por el incremento en el número de huelgas y la movilización de las organizaciones obreras.
Aunque los tiempos estaban cambiando, la oposición al sistema de la Restauración, en general, era débil y estaba desorganizada. Si bien Pablo Iglesias ya disponía de su acta de diputado desde 1910, el socialismo no representaba una fuerza política potente, ni en resultados electorales ni en afiliación a su sindicato, la UGT. Ahora bien, el socialismo había estado detrás de las primeras huelgas agrarias que se dieron, en el verano de 1903, en Andalucía, La Rioja o en algunas provincias de Castilla la Vieja como Zamora, Salamanca, Burgos, Segovia y también Valladolid. A partir de este momento, la influencia del socialismo castellano no paró de crecer,40 un proceso en el que tuvo un papel muy relevante Remigio Cabello, fundador de la agrupación socialista de Valladolid en 1894,41 pero también el contexto socioeconómico en el campo castellano: las protestas contra los impuestos de consumos, los motines de subsistencias y los conflictos laborales durante el invierno de 1903 y el verano de 1904.42 La CNT, por su parte, acabó convirtiéndose en el sindicato mayoritario del país. Por lo que respecta al resto de las fuerzas políticas, el republicanismo se encontraba dividido, y el carlismo, después de la derrota de 1876, se escindió, tras lo cual nació el sector integrista liderado por Ramón Nocedal. Los nacionalismos catalán y vasco avanzaban progresivamente: en Cataluña, la Lliga Regionalista de Francesc Cambó había conseguido desplazar a los partidos dinásticos, y en el País Vasco, el Partido Nacionalista Vasco ya había fundado su propio sindicato. Los regionalismos gallego y valenciano, sin embargo, eran muy residuales.
Si las fuerzas políticas opositoras no estaban en condiciones de defender una alternativa al sistema restauracionista, tampoco los partidos dinásticos podían seguir sustentándolo. De hecho, vivieron serias crisis de liderazgo: los conservadores se dividieron entre los mauristas y los «idóneos» de Eduardo Dato, y los liberales, como el conde de Romanones, García Prieto o el propio Santiago Alba, pugnaban por la jefatura del partido desde la muerte de Canalejas. De tal forma que «La negativa de Maura en octubre de 1913 a seguir el “turno” con los liberales [...] determinó la bancarrota del turnismo. Desde 1914, la fragmentación del sistema de partidos fue total».43
Así estaban las cosas cuando estalló la Primera Guerra Mundial. A pesar de la neutralidad, desde 1915 los españoles empezaron a sentir las consecuencias de la guerra.44 La división y los enfrentamientos dialécticos entre germanófilos y aliadófilos se vio entre los distintos partidos políticos, la Iglesia, el Ejército, la prensa e, incluso, al estar casado el rey Alfonso XIII con una británica, Victoria Eugenia de Battenberg, la propia casa real. Durante la guerra, sin embargo, España vivió una extraordinaria época de crecimiento económico,45 aunque fue un crecimiento desigual. Si bien descendieron las importaciones y aumentaron las exportaciones, se crearon negocios y se incrementó la reserva de oro del Banco de España, también aumentó la cantidad de dinero en circulación, y la peseta perdió la mitad de su poder adquisitivo, a lo que se añadió una inflación sin precedentes. Por otra parte, la minería, así como las industrias química, hidroeléctrica, textil catalana, siderúrgica y la industria naval vasca, o la banca, vivieron un periodo de expansión. Sin embargo, se generó una grave escasez de productos de primera necesidad, agravada por la actuación de los acaparadores, que forzaban la subida de precios. En consonancia, los salarios eran cada vez más insuficientes, lo que generó una auténtica crisis de subsistencias. Ante tales circunstancias, el clima social se radicalizó y los motines, los disturbios, las protestas y las huelgas se multiplicaron por todo el país.
En este sentido, el año 1917 se reveló como el de mayor gravedad, al coincidir en pocas semanas el manifiesto de las Juntas de Defensa del 1 de junio, la Asamblea de Parlamentarios de Barcelona del 19 de julio y la huelga general, convocada por la CNT y la UGT, del mes de agosto. Tales hechos se desarrollaron en medio de una sucesión de crisis gubernamentales que no hacían sino agravar todavía más la situación. Llegado el año de 1919, además, la ciudad de Barcelona vivió niveles de conflictividad social gravísimos al convocarse la huelga en La Canadiense y aparecer el fenómeno del pistolerismo, que dejó un reguero de muertos por la ciudad.
Esta era la situación de España cuando, en 1920, y cumplidos los nueve años de edad, Merceditas fue internada por su madre en el colegio Nuestra Señora del Rosario, perteneciente a la congregación femenina de Santo Domingo de Nancy, que bien pronto fue conocido como el colegio de las dominicas francesas. El edificio estaba situado en el n.º 64 de la calle Santiago, en Valladolid, en lo que había sido un convento de las comendadoras de Santiago y, posteriormente, de las religiosas salesas.46 Las dominicas francesas llegaron a Valladolid en 1881,47 y trajeron consigo un sistema de enseñanza elitista y moderno, dirigido a la educación secundaria, que introducía la lengua francesa en todas las asignaturas, con lo que las alumnas adquirían un elevado nivel de conocimiento de francés. El aprendizaje de la escritura y la lectura se basaba en la copia de manuales escolares, pasajes bíblicos o fragmentos literarios, españoles y franceses, en los que se destacaban los valores de los grandes personajes históricos como Cristóbal Colón o Juana de Arco. Además de todas las materias de la Escuela Normal, las niñas aprendían las labores de corte y confección y el bordado a máquina. La instrucción religiosa y la inculcación de disciplina, respeto y autoridad, completaban el programa educativo de las dominicas francesas.48
Cuando Merceditas llegó a Valladolid para ingresar en el internado, la ciudad ya había vivido numerosas huelgas. El verano de 1917, al igual que en otros lugares de España, fue especialmente tenso. La ciudad albergaba un número elevado de trabajadores en los talleres ferroviarios de la Compañía del Norte y la huelga, iniciada el 10 de agosto, se saldó con numerosas detenciones y con la declaración del estado de guerra, que se alargó hasta el 17 de octubre.49 Las huelgas siguieron convocándose en los años posteriores, destacando diez en 1919, y otras diez en 1920.50 Con estos antecedentes de conflictividad social, la ciudad de Valladolid celebró aquel año elecciones municipales. La mayoría de concejales elegidos fueron liberales, resultado para nada sorprendente, pues eran estos, y particularmente los albistas, los que predominaban cada vez que se celebraban elecciones municipales.51 Merceditas, que en 1920 tan solo tenía 9 años, permanecería ajena a todas estas circunstancias políticas, aunque no del todo, puesto que sus padres eran liberales y su tío Aurelio Bachiller Sanz, primo carnal de su madre, fue alcalde liberal de Montemayor de Pililla, al menos, en 1922.52 Mientras permanecía en el internado de las dominicas, el presidente del Gobierno, Eduardo Dato, fue asesinado en Madrid en el mes de marzo de 1921. Poco después, en el mes de julio, España protagonizaba otro sonado fracaso en Annual.
La vida de Mercedes, a pesar de todas estas circunstancias, seguía centrada en los estudios. En las dominicas francesas estudió la segunda enseñanza durante seis cursos, adquirió una importante formación académica, moderna y francófona, y encontró compañeras que se convirtieron en una suerte de familia para ella, como fue el caso de Sara Alonso Pimentel. Además, durante los años de estudio en las dominicas francesas llegó a coincidir, entre 1921 y 1923, con Ángeles Santos Torroella, futura pintora surrealista, incluso es muy probable que compartieran aula, dado que tenían la misma edad.53 La permanencia en el internado, sin embargo, suponía un gasto importante para la economía familiar, motivo por el que su madre y su tía estaban en desacuerdo:
... una tía hermana de mi madre, encantadora pero quizás no totalmente de acuerdo con la educación y deseos de mi madre de [sic] ya que esta [sic] siempre deseaba los mejores colegios de primera línea aunque estos fuesen más costosos que aquellos más tradicionales y apegados a la situación cotidiana de los pueblos en que se desarrollaba la vida de esta tía mía con su ambiente familiar.54
Desde su internado, Merceditas supo del golpe de estado que el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, dio el 13 de septiembre de 1923 en Barcelona, y de la posterior instauración de la dictadura. En el régimen primorriverista, el Ejército asumía todo el protagonismo y la Unión Patriótica, partido nacido de la Unión Patriótica Castellana de Valladolid,55 se convertía en el partido único del régimen. Después del golpe, pronto se suspendieron la Constitución y las Cortes, los gobernadores civiles fueron apartados de su cargo y sustituidos por militares, las corporaciones municipales por gestoras, y se implantó la censura. En Valladolid,56 de igual modo que en el resto de España, la corporación municipal fue disuelta por el real decreto del 30 de septiembre de 1923,57 tras lo que fue elegido alcalde José Morales. Las corporaciones municipales y las diputaciones quedaron a disposición del régimen durante seis años, aunque en el caso de Valladolid no fue fácil dar estabilidad al Gobierno municipal; de hecho, durante el primer año la sucesión de alcaldes y de concejales fue constante. Además, los «upetistas» y, en menor medida, los mauristas y católicos empezaron a copar cargos en el Ayuntamiento y en la Diputación. Muchos de los alcaldes, concejales o jueces municipales, y otros hombres que habían ocupado cargos políticos con anterioridad a la dictadura, acabaron en las filas del somatén. Concentraciones y desfiles fueron desarrollándose en Valladolid y en los pueblos de la provincia a lo largo de estos años. La censura de prensa pronto se puso en marcha. El Diario Regional se convirtió en la voz del régimen, contrariamente a lo sucedido con El Norte de Castilla y su director, Santiago Alba, que fueron vigilados y perseguidos, incluso por la justicia.58
Por otra parte, la pacificación de Marruecos, con la exitosa operación hispano-francesa en Alhucemas de septiembre de 1925, y la prosperidad económica de estos años dieron popularidad al régimen. Mucho influyó la política económica que, desde finales de 1925, diseñó el directorio civil, basada en el intervencionismo del Estado, invirtiéndose en obras públicas, creando monopolios estatales, como la Compañía Telefónica Nacional de España, aunque controlada por la «ITT Corp.» (International Telephone and Telegraph Corporation), o las Confederaciones Hidrográficas, la compañía de aviación Iberia, y la Compañía Arrendataria del Monopolio del Petróleo-CAMPSA. Nacieron algunos bancos oficiales como el Banco Exterior de España, el Banco Hipotecario y el Banco de Crédito Industrial y, a finales de 1926, la Organización Corporativa Nacional del Trabajo y los Comités Paritarios que, una vez ilegalizada la CNT, fueron aceptados por la UGT. La conflictividad social y las huelgas disminuyeron y se aprobaron el subsidio para las familias numerosas y el seguro de maternidad. Así pues, a lo largo del directorio civil, pareció que nada podía ensombrecer el rumbo de la nación.59
En contraste con esta realidad, la vida personal de Merceditas dio un vuelco, puesto que el 20 de enero de 1926 murió su madre60 a los 50 años de edad.61 Merceditas tenía 14 años y, definitivamente, quedó huérfana de padre y de madre. En el testamento de Mercedes Bachiller quedó estipulado que la niña quedaría a cargo de su tío Aurelio Bachiller Sanz,62 primo carnal de su madre, médico y alcalde de Montemayor, que, tal como lo recordaba Mercedes, «era un hombre correcto y frío, nunca estuve en su casa. Era el hombre más sobresaliente del pueblo, generoso, de ideas liberales, de una extrema humanidad pero con un trato más bien seco».63
Él se encargaba de pagar el colegio, de proporcionarle una pequeña pensión y de administrar sus tierras y rentas. Fue a partir de entonces cuando el internado se convirtió en su hogar casi de forma ininterrumpida porque
era propietaria de casas, pero no tenía hogar. Es muy distinto una casa a un hogar. Era una chica de catorce años sin padre, sin madre, sin hermanos, sin tíos, sin abuelos... sin nada. ¡Qué iba a tener! Además, mis casas eran de muchas habitaciones, con paneras, corrales, bodegas... imposible vivir sola ahí.64
Esta circunstancia hizo que pasase largas temporadas en el colegio y que, cuando se lo permitían, visitara las casas de sus compañeras, las cuales «infinidad de veces me hacían participar de su ambiente familiar. Las mayores fueron admirables, severas pero gratas; una disciplina bien llevada que creo ha sido parte de mi vida en el cumplimiento del deber».65
Los veranos los pasaba entre Sardón de Duero, donde tenía una finca Millán Alonso Lasheras, y Traspinedo, con sus tíos Acacia Bachiller y Miguel López.66 Según Mercedes Redondo, «los hijos de ambos fueron los primos queridos de mi madre, especialmente el de su edad, Miguel».67 Sin embargo, en 1927, al cumplir los 16 años, su tío y tutor, Aurelio Bachiller, consideró que Mercedes ya había alcanzado la madurez suficiente y consintió su emancipación.68 Esta circunstancia fue aprovechada por Mercedes para, a los 17 años, trasladarse a Neully sur Seine, muy cerca de París, y cursar allí el último año de estudios. Este colegio, que ocupaba un antiguo pabellón de caza del rey Luis XIV, pertenecía a la misma congregación religiosa dominica en la que había estado interna en Valladolid. Para poder hacer frente a los gastos del viaje y de la estancia, Mercedes vendió una pimpollada y marchó con dos compañeras del colegio, las hermanas Pino. En Francia pudo, además, perfeccionar el francés y proyectar su futuro: un año más en Inglaterra que finalmente no llegó a realizar. Al regresar a Valladolid en el verano de 1929, se volvió a instalar en las habitaciones de su antiguo colegio. Aunque había tenido una vida difícil y dura en lo personal, Mercedes era una mujer joven, independiente, con una sólida formación académica, solvencia económica y con todo el futuro por delante.
Mientras Mercedes reingresaba en su antiguo internado de las dominicas, la dictadura empezaba a tambalearse. Aunque no fue decisiva para su caída, la oposición al régimen era creciente y venía desde diversos sectores de la sociedad española: las organizaciones patronales y los sindicatos católicos, los intelectuales y parte del Ejército.69 Empezando por el cuerpo de Artillería, que acabó disuelto, y siguiendo por el pronunciamiento de Valencia, encabezado por el capitán general Alberto Castro Girona y por el político conservador José Sánchez Guerra.70 Pero es que, además, se añadieron los enfrentamientos con el mundo universitario, el fracaso político del partido único y de la Asamblea Nacional Consultiva y el rechazo que generó el proyecto constitucional. Además, la etapa de prosperidad económica llegaba a su fin71 con la depreciación de la peseta, la caída de los valores bursátiles y de la rentabilidad empresarial y el estancamiento de la constitución de sociedades y de las inversiones. Así estaban las cosas cuando Miguel Primo de Rivera consultó a los capitanes generales si debía o no debía continuar en el poder. La respuesta llevó al dictador a presentar su dimisión a Alfonso XIII. Era el 26 de enero de 1930.
Fue entonces cuando Alfonso XIII encargó la formación de gobierno al general Dámaso Berenguer con dos objetivos:72 restablecer la Constitución de 1876 y convocar elecciones a Cortes. Sin embargo, la España de 1930 ya no era la de 1923, y los partidos dinásticos que habían sustentado el sistema restauracionista tampoco, enfrascados ambos en particulares guerras de liderazgo. Además, las fuerzas republicanas, Alianza Republicana o Derecha Republicana, empezaron a reorganizarse y a crecer en influencia, así como Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), la Organización Republicana Gallega Autonomista (ORGA) o el valenciano Partido Unión Republicana Autonomista (PURA). Con el objetivo de derrocar a la monarquía, el PSOE y la CNT empezaron a colaborar con el republicanismo. Todo este movimiento de fuerzas políticas contrarias a la continuidad de la monarquía y partidarias de la instauración en España de un régimen republicano se reunió a mediados de agosto en la ciudad de San Sebastián y aprobó un plan de actuación que tenía como fin último la instauración de la república. La sublevación de la guarnición de Jaca y el posterior fusilamiento de Fermín Galán y Ángel García Hernández, a mediados de diciembre, no auguraban un buen final para la monarquía.
Para la joven Mercedes Sanz-Bachiller, aquel año de 1930 significaría el inicio de una nueva etapa en lo personal, y de gran trascendencia para el futuro político de España. Durante sus años de estudio en las dominicas francesas, Mercedes había entablado una gran amistad con Sara Alonso Pimentel73