Merlwick - Daniel Florentino López - E-Book

Merlwick E-Book

Daniel Florentino López

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Beschreibung

La novela es un relato en la que se entrecruzan dos historias: la de Tahiel y la de Annika. Un hecho extraordinario, en los límites de la ciencia ficción y lo paranormal, cambia la vida de una pareja y su familia. Dos mundos paralelos interactúan como el sueño y la vigilia.

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DANIEL FLORENTINO LÓPEZ

Merlwick

La frontera difusa

López, Daniel FlorentinoMerlwick : la frontera difusa / Daniel Florentino López. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-3754-6

1. Novelas. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenidos

Sobre el autor

Agradecimientos

Primera Parte: Tahiel

Capítulo I: Un salto

Capítulo II: Amanecer en la otra orilla

Capítulo III: En el hospital

Capítulo IV: Un encuentro con Oriente

Capítulo V: Dos mundos

Capítulo VI: Una nueva vida

Capítulo VII: Los tres soles

Capítulo VIII: Psicoterapia

Capítulo IX: Un nuevo control

Capítulo X: Volver a las aulas

Capítulo XI: Un refugio subterráneo

Capítulo XII: Una proclama revolucionaria

Capítulo XIII: Revelaciones de Yan Yan y de Alexander

Capítulo XIV: La revolución se pone en marcha

Capítulo XV: Libertad vigilada y escape

Capítulo XVI: El regreso

Epílogo

Segunda Parte: Annika

Capítulo I: Un extraño despertar

Capítulo II: Silencio en el living

Capítulo III: Un whisky para los nervios

Capítulo IV: Un nuevo día

Capítulo V: Bajo sospecha

Capítulo VI: Las calles no ven

Capítulo VII: La pista del meteorito

Capítulo VIII: Viaje a Punta Lara

Capítulo IX: El sorprendente testimonio de Ubaldo Ramírez

Capítulo X: Analista analizada

Capítulo XI: El viajero americano

Capítulo XII: Alexander

Capítulo XIII: Jasha Petrov

Epílogo

Landmarks

Cover

Table of Contents

Sobre el autor

Daniel Florentino López

Licenciado en Ciencia Política. Especialización en economía política y economías asiáticas. Docente universitario y secundario.

Conductor del programa radial De relatos, música y poesía. FM Marín

Miembro de: Sociedad Argentina de Escritores (SADE)

Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires (SEP)

Asociación de Poetas de la Argentina (APOA)

Obras publicadas:

2016: El domador de recuerdos y otros relatos. Editorial Autores de Argentina. Buenos Aires.

2017: Palabras que regresan (poemario). Editorial Autores de Argentina. Buenos Aires.

2018: Buenos Aires-Tokio (poemario). Editorial Autores de Argentina. Buenos Aires.

2019: Alguien golpea la puerta y otros relatos. Editorial Autores de Argentina. Buenos Aires.

2020: La tarde del telón azul y otros relatos. Editorial Autores de Argentina. Buenos Aires.

2020: Oilimé, el chico increíble (novela infantil). Editorial Autores de Argentina. Buenos Aires

2022: La noche que sangra (novela). Editorial Autores de Argentina. Buenos Aires.

Todas obras disponibles en su versión e-book en Amazon, La boutique del Libro, Librería Santa Fe y otras librerías digitales.

Premios:

2017: Primera Mención de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, género cuentos, por el libro El domador de recuerdos y otros relatos.

Antologías:

2018: Ocho poemas y un relato para celebrar el Día del Libro. Revista Poémame. Poema “Lectura nocturna” (seudónimo @danill2000)

2018: XXIV Certamen Internacional de poesía y cuento. Homenaje al amor. Poema “Cómplice” Grupo de escritores de Argentina.

2019: Mención de Honor Hacia Ítaca 2019. Sello Editorial Lágrimas de Circe. Mar del Plata.

Contacto con el autor: daniflopez@hotmail. com

Agradecimientos

Por corrección, comentarios y estilo a:

Mirta Cacciola, Cecilia Sansalone y Fredy Yezzed (Clínica literaria La otra figura del agua).

Por diseño de portada: Luciana Navarro.

Todo cuanto fue presa del tiempo florecerá de nuevo mañana, más hermoso.

FREDERICH HÖLDERLIN HIMNO A LA LIBERTAD

Primera Parte: Tahiel

Capítulo I

Un salto

Aquella jornada el politólogo Tahiel Brand llegó a su casa agotado. Cenó con su familia pechugas de pollo grillé con papas a la francesa, era la especialidad de Annika, su esposa, siempre celebrada por todos los integrantes del clan. En la sobremesa escuchó pacientemente a los niños, que le contaron sobre su día en la escuela. Su mujer observaba la escena con una sonrisa. Luego fue a la biblioteca donde tenía un escritorio y su computadora para terminar un informe para la universidad. Al finalizar, todos ya estaban durmiendo. Decidió que ya era hora de descansar.

Mientras se colocaba el piyama vio por el ventanal del living la forma en que desaparecían las estrellas tapadas por nubes negras. Un relámpago dibujó una figura extraña en el cielo oscuro, a los pocos segundos escuchó un poderoso trueno que retumbaba con ecos que parecían morir en la lejanía.

Tahiel ingresó a la alcoba, subió a la cama y dejó caer cuidadosamente su brazo derecho sobre el hombro de Annika, quien ya emitía ese ronquido leve que al principio le molestaba, pero ahora le gustaba. Casi de inmediato se quedó dormido. Cayeron tres rayos en la zona de su residencia que generaron un campo electromagnético que propició que sus sueños de aquella noche no fueran los de siempre.

En su increíble experiencia onírica, lo perseguían unos hombres sin rostro, vestidos con ropa deportiva gris. No sabía si querían capturarlo o matarlo. La persecución ocurría en un campo de amapolas blancas. En el horizonte se divisaba una laguna. Los perseguidores parecían estar en forma, a buen ritmo, estaban casi pisándole los talones. Todos regulaban las velocidades y la distancias para no cansarse. Varios kilómetros después, sabiéndose un buen nadador, Tahiel decidió tirarse en la laguna con la esperanza de sacarse de encima a los extraños seres.

Al sumergirse en el espejo de agua, se descubrió en una situación de ingravidez, como si flotara en un espacio atravesado por luces multicolores. De pronto, todas esas luces se transformaron en una sola luz blanca. Sintió que su cuerpo se desplomaba. Un fuerte golpe lo dejó en estado de inconsciencia.

Luego de un tiempo se despertó en un hospital. Nada de lo que vio le resultó familiar. La tecnología parecía muy avanzada y desconocida. Las personas vestían de una forma extraña, predominaban los atuendos de diversos estilos y de color plateado.

Capítulo II

Amanecer en la otra orilla

Una enfermera al verlo despierto se acercó y llamó a un médico. El doctor, con una pequeña linterna, iluminó los ojos de Tahiel y los observó con detenimiento.

—Amigo, es increíble que haya despertado. Además, parece, con buena salud. Mueva sus manos y piernas, por favor.

—Doctor ¿Dónde estoy? ¿Qué me ha pasado? ¡Qué extraño olor hay aquí! No parece alcohol, siento un agudo aroma a cítrico —balbuceó Tahiel mientras movía penosamente sus extremidades.

En ese momento, llegaron las enfermeras y otros especialistas médicos.

—Señores, es el tercer paciente que despierta hoy. Esto es muy auspicioso para la humanidad —dijo el médico.

—Doctor Terry, debemos buscar un lugar mejor y más grande para que puedan aclimatarse los recién llegados —dijo uno de los residentes.

—Así es, a este ritmo lograremos nuestro objetivo mucho antes de lo que habíamos previsto —afirmó el doctor Terry.

—Señores, ¿alguien podría decirme dónde diablos estoy y por qué me miran con esos ojos de asombro? —insistió Tahiel.

—Tranquilo, está en un centro de recuperación psicosensorial y esperamos grandes avances con usted, pero por ahora descanse —contestó el doctor Terry.

—Gracias, doctor, intentaré hacerlo. Pero me gustaría saber dónde están mi mujer y mis hijos.

—Ellos están bien. No se preocupe —respondió el médico.

—Por favor, avisen a mi familia dónde me encuentro.

—Nos ocuparemos de eso…

—Estoy algo fatigado, siento un extraño silbido, como si estuviera en un sitio de gran altura —dijo Tahiel.

—Ese zumbido es normal para las personas que regresan del viaje multidimensional —dijo el doctor Terry y desapareció tarareando una extraña melodía junto con los otros especialistas.

Tahiel, aún con muchas dudas, se quedó solo en la habitación a media luz. El sonido que escuchaba parecía disminuir lentamente, mientras sus párpados comenzaban a desmoronarse.

Ya dormido, una enfermera se acercó con una libreta para custodiar su sueño. Anotó números e interpretó unos gráficos que aparecían en la pantalla. La imagen arrojó los datos de los electrodos que estaban conectados en la cabeza y el pecho del viajero.

Despertó varias horas después. Lo primero que vio fue a una enfermera, que al verlo reaccionar tocó un botón verde en la pared. La mujer era rubia, muy bonita, con rasgos faciales casi simétricos. Tenía un lunar a la altura de la barbilla y expedía un aroma a vainilla con almendras. Leyó el prendedor en su uniforme, decía Adira.

—¿Cómo se siente? ¿Tiene hambre? —le preguntó Adira.

—Me siento mucho mejor. Ya ha desaparecido el chiflido que sentía. Tengo hambre y me gustaría caminar. Apenas siento las piernas ¿Me podría ayudar? —preguntó Tahiel.

—Sí. No hay problema. Estaba esperando que lo pidiera. Usted se está recuperando muy rápido —dijo Adira, mientras desconectaba los electrodos que tenía el paciente en la cabeza y el pecho.

Tahiel primero bajó el pie derecho, luego el izquierdo. Sintió en la planta de sus extremidades el frío del piso. Se apoyó en Adira y dio sus primeros pasos. Lentamente fue ganando autonomía, y sin la ayuda de la enfermera pudo caminar solo. Tocó la puerta de la sala, regresó en dirección a la cama y repitió el recorrido dos veces, cada vez con mayor velocidad.

Todo este espectáculo era observado atentamente por la enfermera. Cansado y conforme con sus progresos, el hombre volvió a la cama.

—Espere unos minutos. Le traeré una gelatina de tipapala. Será su primer plato —dijo Adira con una sonrisa. Luego le colocó las varillas nuevamente.

—Ti-pa-pa-la... ti-pa-pa-la... bah… —dijo Tahiel

—¡Tipapala!, no es tan difícil —dijo Adira sonriendo. —La inventamos hace un par de meses.

—¿Podría usted decirme exactamente dónde estamos? El tono de sus voces, la vestimenta y la tecnología que usan me son del todo extrañas —dijo Tahiel, retomando un tono serio.

—Todo a su tiempo, primero la gelatina —contestó Adira y se retiró.

Volvió a quedarse solo.

Un día después, mientras reflexionaba sobre su incómoda situación, entró a la sala el doctor Terry.

—Buen día, doctor.

—Me alegro de verlo mejor.

—Espero que hoy sí podamos hablar. Necesito saber qué es lo que está ocurriendo —dijo Tahiel.

—Hoy sí. Puedo adelantarle algo —dijo Terry, mientras acercaba una silla a la cama y lograba la atención del viajero.

—Lo escucho, doctor —dijo mientras se acomodaba.

—Bien, le sugiero trate de comprender con su imaginación. No es fácil lo que le contaré.

Tahiel frunció el entrecejo y se preparó sin terminar de comprender las palabras. En el fondo de su cabeza resonaron las palabras de uno de sus profesores de física en el colegio citando a Albert Einstein: «La imaginación es más importante que el conocimiento».

—Este es un centro de intermediación entre dos mundos, el real y el soñado. En la práctica este lugar funciona como un tercer mundo, dado que aquí también podemos vivir y soñar —afirmó Terry y guardó silencio.

—¿En este momento soy el sueño de otra persona? ¿Soy el que sueña? ¿Soy soñador o soñado? ¿Este lugar es una especie de limbo? —inquirió Tahiel, entre sorprendido y aterrado.

—La mayoría de las personas no son conscientes de estos mundos paralelos. Por lo general piensan que son los soñadores. Sin embargo, hay una minoría que sabe o acaso sospecha fuertemente que la realidad puede ser otra —dijo Terry.

—¿Pero es este un mundo real o es una ilusión? —preguntó Tahiel.

—Creemos que es el verdadero, pero no podemos afirmarlo con un cien por ciento de certeza.

—Es decir, es un universo de presunciones... —dijo Tahiel, como comenzando a comprender lo que ocurría.

—Es correcto lo que dice. Pero así es el razonamiento de la ciencia. Las cosas son de esta forma hasta que no se encuentra una explicación más convincente —sentenció Terry.

—Entonces, todo lo que viví fue una simple experiencia onírica —dijo Tahiel y se miró las manos como comprobando que sean las suyas.

—No es tan simple, hay algo verídico. De eso trata esta investigación y nuestra estación de intermediación.

—Explíqueme un poco más, aún no entiendo qué hago aquí.

—Hay personas que tienen sueños especialmente importantes, pues dieron o darán vida a personas especiales en el otro mundo — contestó Terry, cuidando sus palabras.

—Entonces, ustedes me rescataron porque soy uno de ellos.

—Eso creemos, en principio... tenemos indicios de que usted soñará con un sangriento dictador que provocará una hecatombe nuclear —respondió Terry y alzó las cejas.

—¡Eso es terrible! ¿Cómo puede evitarse que engendre tal monstruosidad? —preguntó Tahiel y tragó saliva.

—No se preocupe. En esta estación estamos preparados para eso —contestó Terry con un tono tranquilizador.

—¡Qué alivio!

—Bueno, es hora de descansar.

—Aún no. Debe explicarme dónde está mi familia y cómo están. ¿Podré volver a verlos?

—No puedo mentirle. Las probabilidades de que usted pueda reencontrarse con su familia son pocas. Solo lo intentamos unas pocas veces y no estamos seguros de que hayan regresado al lugar y a la época correcta. Pero bueno, nuestra tecnología va mejorando… —respondió Terry.

—Esto es una pesadilla. No puedo estar viviendo este juego tan siniestro. ¡Deben ayudarme a regresar! —dijo Tahiel, algo nervioso.

—Lo intentaremos, no se preocupe. Ahora descanse.

—Nooo, nooo, no, doctor, no me calmo, me acaba de decir que no sabe si volveré a ver a mi familia... —dijo Tahiel más alarmado y subiendo la voz.

En ese momento el doctor Terry sacó de su estuche un spray y lo roció sobre el rostro de Tahiel, quien comenzó a parpadear y a caer lentamente en un sopor profundo.

Al retirarse, el doctor Terry se reunió con Adira en el pasillo.

—Doctor, aquí tiene el informe de la actividad cerebral del paciente registrada anoche. Espero sus instrucciones. Él parece un buen hombre —dijo Adira mientras le entregaba un sobre con los datos.

El doctor Terry leyó el informe inmediatamente. Hizo un gesto de alivio.

—Parece que podemos ayudarlo sin que tenga consecuencias para el otro mundo.

—¡Qué bueno, doctor! —exclamó Adira.

—Déjelo descansar. Que se recupere de a poco. Mientras tanto lo asistiremos.

—Bien. Así lo haré —dijo Adira.