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El pacífico colombiano es un lugar mágico, con una inmensa carga cultural y una fuerte herencia de la raza negra, donde han sucedido maravillosas historias que han quedado grabadas en las memorias de los primeros pobladores. Este libro recrea esa tradición, y cuenta la historia de un barco espectral, el Maravelí, en donde se suceden misteriosas historias de apariciones e infortunios, todo esto bajo la figura de griot, o contador de historias, que alrededor de una fogata, le cuenta a los más jóvenes todos los relatos de la rica tradición del pacífico.
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contador de historias
Mi
el griot,
Vásquez-Zawadzki, Carlos
Mi amigo el griot, contador de historias / Carlos Vásquez-Zawadzki ; ilustraciones Óscar Soacha. -- Bogotá : Panamericana Editorial, 2021.
72 páginas : ilustraciones ; 21 cm. -- (Literatura juvenil)
ISBN 978-958-30-6446-3
1. Cuentos infantiles colombianos 2. Magia - Cuentos infantiles 3. Fantasía - Cuentos infantiles 4. Novela de aventuras 5. Pacífico (Región, Colombia) - Vida social y costumbres - Cuentos infantiles
I. Soacha, Óscar Albeiro, ilustrador II. Tít. III. Serie.
I863.7 cd 22 ed.
contador de historias
Mi
el griot,
Carlos Vásquez-Zawadzki
Enrique, nuestro grioto contador de his-torias, nació hace dieciocho años en Bar-bacoas, en el litoral Pacífico colombiano.
Barbacoas, la ciudad legendaria del oro: mi-nas y vetas palpitantes del preciado metal: aguas de río que arrastran pepitas luminosas y riquísimas.
De piel negra, dientes como pulpa de coco y risa de alas de gaviota y espuma de mar.
Sus ojos brillan como pepas de oro extraídas del vientre de la tierra de su pueblo natal; son misteriosos, semejantes a noches de luna marina, a la vez profundos y amistosos.
Enrique es imágenes y palabras maravillosas e inolvidables, como cada una de sus historias.
En el alegre y dicharachero puerto de Tu-mala, Enrique es aprendiz de pescador, pescador de carnada y anzuelo que muerden peces pequeños y grandes; también pesca con atarraya voladora y abrazadora: se emo-ciona cuando recoge su red y atrapa peces de mediano tamaño.
Nuestro pescador es inteligente y observador, sabe seguir ricos bancos de peces plateados y atraparlos en sus ágiles redes entretejidas con hilos irrompibles.
Es muchacho delgado y alto, pero de muscu-losos brazos, como las fuertes olas de la mar pacífica.
Y son anchas sus manos, trabajadoras y sa-bias con el martillo, los clavos y el serrucho. Construye cercas, paredes y techos. Enton-ces silba como un gorrión, y las muchachas porteñas lo miran con emoción.
Aprendió Enrique a trepar por las palmas de coco, que se arquean con su peso. Prensándolas con los pies descalzos, asciende palmo a palmo hasta los agitados penachos.
Desde arriba, nos sonríe saludando al lejano horizonte azul y anaranjado. Y con un solo corte de su machete afilado hace caer, con golpe seco, un generoso racimo marrón claro de cocos.
Entonces grita como si cantara:
Al descender a la arena tibia, les quita con destreza la gruesa cáscara. Luego abre uno de ellos, y del interior brota agua deliciosa y su pulpa es carcajada blanca