Mindfulness relacional - Miriam Subirana - E-Book

Mindfulness relacional E-Book

Miriam Subirana

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Beschreibung

He aquí una inteligente invitación a explorar desde dónde practicamos la meditación. Muchas prácticas de mindfulness en Occidente se plantean desde –y acaban por reforzar– un «yo separado». Por contra, en este libro encontrarás prácticas asequibles que te llevarán del mindfulness secularizado al Mindfulness relacional, y de este a lo que podríamos llamar un «post-mindfulness»: la práctica contemplativa en la cual caminamos hacia el núcleo sano, la esencia positiva y vital del ser. Miriam Subirana proporciona ideas y prácticas relacionales para mejorar el bienestar, la autoestima, la presencia transformadora y el compromiso; para atravesar y disolver el sufrimiento; para el autoconocimiento; para generar actitudes abiertas y cooperativas y avanzar juntos en construir un mundo más amable, pacífico y en armonía.

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Miriam Subirana Vilanova

Mindfulness relacional

De la vacuidad a la plenitud

© Miriam Subirana Vilanova

© de la edición en castellano:

2023 by Editorial Kairós, S.A.

Numancia 117-121, 08029 Barcelona, España

www.editorialkairos.com

Diseño cubierta: Editorial Kairós

Imagen cubierta © Alleks/Dreamstime.com

Composición: Pablo Barrio

Primera edición en papel: Junio 2023

Primera edición digital: Junio 2023

ISBN papel: 978-84-1121-141-3

ISBN epub: 978-84-1121-197-0

ISBN kindle: 978-84-1121-198-7

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

Muchas cosas tienen que cambiar de rumbo, pero somos nosotros los seres humanos sobre todo los que necesitamos cambiar. Nos falta conciencia de nuestro origen común, de nuestra pertenencia mutua y de un futuro que se comparta con todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Un gran desafío cultural, espiritual y educativo está ante nosotros, y exigirá que nos pongamos en el largo camino de la renovación.

Laudato si. Papa Francisco*

Lentamente, el mundo empieza a darse cuenta de que el bienestar futuro de este planeta no depende del estado de las mentes individuales, sino del proceso relacional al que los estados mentales deben su existencia. Miriam Subirana da un gran paso para cerrar el abismo entre el mindfulness individual y el proceso relacional. Reuniendo tradiciones tanto antiguas como modernas, teje un tapiz único de comprensión, uno que proporciona orden y dirección en un mundo de cambios caóticos. Estas ideas, a su vez, sirven como trampolín para una rica variedad de prácticas que pueden centrar nuestro ser dentro del todo relacional. Estas son prácticas que no solo nutren el propio bienestar, sino el bienestar de todos.

KENNETH GERGEN

Agradecimientos

Mi agradecimiento a Kenneth Gergen, por su amistad y por su valiosa aportación al construccionismo social y al ser relacional; a Roberto Arístegui, por su amistad, presencia y todo lo que aporta al desarrollo del mindfulness relacional; a Javier García Campayo, por su contribución a los avances del mindfulness y su vínculo con la no-dualidad.

A Franz Jalics, por ser maestro en comunión y presencia, por su bendición, apoyo y guía; y a Raimon Panikkar, por su propuesta cosmoteándrica, que nos ayuda a comprender la dimensión de la no-dualidad trinitaria.

Sumario

Prólogo de Roberto Arístegui

Introducción. Mejorar la relación contigo, con los otros y con el mundo

Parte I. Contexto, sentido y breve historia del mindfulness en Occidente

1. ¿Cuál es el sentido?

2. Breve historia del mindfulness en Occidente

Parte II. Bases relacionales del ser, del convivir y del meditar

3. Mi propuesta: puentes del mindfulness relacional al no dualismo y la meditación contemplativa

4. El sí mismo y la yoidad

Yo separado/yo delimitado

Ser relacional

5. Ser en el mundo

Influencia de tu autoconcepto en tu ser en el mundo

Cocrear con otros

Relacionarse con el mundo

6. Mejorar las relaciones con mindfulness relacional

Soberanía personal y las relaciones

heartful

Conciencia del sistema relacional

Cambio de discurso, claridad y palabras que dan vida

El poder de las preguntas

Cocrear sentido

7. Liderazgo relacional

Líder servidor

Prácticas del líder relacional apreciativo

Feedback

apreciativo y

feedforward

Parte III. Prácticas generales

8. Preguntas que abren horizontes

9. Meditar

10. Claves para dejar de operar desde el yo separado

11. Alinear voluntad con propósito

12. Indagación

mindful

13. Pausa

mindful

14. Vivir el ser relacional. Interser

La balsa para cruzar el río

De la estrechez al diálogo

Sabiduría colectiva

Cocrear en el presente

Escucha generativa

Mirar de frente, atravesar y disolver el sufrimiento

La confianza nos humaniza

La acción compasiva y canalizar la rabia

Vida sencilla y consumo

15. Del tener al ser

16. No tomarte nada personalmente

17. Conectar con tu «yo futuro»

18. Vive plenamente

19. Comunidades de práctica

20. Transparencia

Parte IV. Anexo: meditaciones

Notas

Navegación estructural

Cubierta

Portada

Créditos

Epígrafe

Agradecimientos

Sumario

Comenzar a leer

Notas

Títulos publicados

Prólogo

En la actualidad, el mindfulness es reconocido como un relevante movimiento de desarrollo humano de gran impacto y evidente potencial transformador de la cultura, lo que explica que esté ampliamente vigente. El mindfulness puede ser entendido de dos diferentes maneras. En la visión predominante ha sido traducido/interpretado como una práctica individual desde un yo delimitado. La perspectiva emergente presente en este libro comprende que el mindfulness es relacional y la autora lo desarrolla desde un enfoque integrador.

Actualmente vivimos muchas polarizaciones a nivel político, social y económico. Una de ellas surge de la tradición sujeto-objeto. Es habitual en esta tradición caer en polarizaciones, ya sea de objetivismo o subjetivismo. Así, por ejemplo, los inevitables intentos por no sucumbir al objetivismo, cosificación o alienación, como formas de vida que predominan en la situación contemporánea, reinciden en volver a una comprensión del ser que pone de relieve el subjetivismo y, por tanto, la mente como un espacio interno en la oposición dentro-fuera. La distinción del ser delimitado, parcial, fragmentado, desde el ser relacional, como señala Kenneth Gergen, y que acertadamente retoma la autora como parte del título de la presente publicación, permite dar el paso relevante desde la visión tradicional dualista hacia esta nueva dimensión de integración.

Es necesario superar la visión del mindfulness entendido como individualista. El mismo nombre «mindfulness» pone en el centro la mente, entendida como individual y separada del mundo. Esta es la diferenciación que aparece con gran nitidez cuando se apunta al mindfulness como inherentemente relacional. Con esto, no se pretende señalar algo así como un añadido externo al término o al proceso mismo de estar siendo consciente en el momento presente, sino que, precisamente, se trata de explicitar la dimensión esencial del mindfulness, entendido como un modo de ser-en-el-mundo con-los-otros. Resulta pertinente develar que «ser» no es algo que ocurre en el interior de la mente como reflejo ni como una representación interna de lo que está «fuera».

La meditación mindfulness no es una representación mental de algo presente-ante-los-ojos. Tampoco responde a una actitud epistemológica del conocer «acerca de» algo reflexivamente. Es un modo de ser-en-el-mundo-comprometido con los demás. Es una apertura de sentido a un modo de ser en el mundo encarnado y relacional. Entonces, más que una competencia lingüística, que expresa o manifiesta un concepto, es una experiencia vital, es un modo de estar en la vida.

Esta es la perspectiva a la cual se suma la autora cuando cuestiona la dimensión individual de las definiciones del mindfulness y se abre al enfoque relacional de McCown; al énfasis en el budismo relacional de Kwee, o a nuestra interpretación de «ser relacional» propuesta por Kenneth Gergen. Por supuesto, ella ya venía desarrollando, junto a David Cooperrider (creador de la indagación apreciativa), una posición relacional compatible con el construccionismo social y la indagación apreciativa, una novedosa versión y actualización de la metodología de investigación-acción que se aplica en el mundo de la vida social relacional a personas, comunidades de aprendizaje y organizaciones. A la vez, posee una amplia y reconocida trayectoria como prolífica escritora (más de una docena de libros señalan una senda espiritual en la búsqueda de la comprensión profunda del sentido de la vida) en el campo de la meditación, yendo al encuentro del diálogo con las tradiciones contemplativas de Oriente y Occidente.

Desde su mirada primordialmente humanista, Miriam Subirana,* con una vasta experiencia de primera mano en procesos de desarrollo personal en comunidades de práctica en el ámbito contemplativo, donde se encuentran tradiciones vinculadas al origen del mindfulness y a otras experiencias contemplativas de raíz cristiana, representa un enorme aporte y testimonio para el desarrollo del naciente campo del mindfulness relacional.

Tomando una formulación de Francisco Varela –que propone una versión no deliberativa de la ética en acción–, afirmamos que la meditación surge en un espacio de trasfondo social consensual durante los encuentros con otros en el afrontamiento de quiebres recurrentes del proceso de vida. En ese espacio de crisis –donde también es posible «perder el hilo» del acceso al trasfondo social compartido colaborativo y buscar reactivamente subterfugios de carácter sustitutivo para enfrentar de forma aislada las dificultades, sin recurrir a integrarse a la experiencia de participar en una situación humana compartida–, se encuentra la posibilidad de acceder a la práctica del mindfulness relacional, que posibilita «volver a reconectar» con el ser relacional no-dual, superando el aislamiento más allá de la aparición de la dualidad, en la que no es posible seguir existiendo, es decir, «en condiciones de imposibilidad de existir» –como diría Sartre–, a menos que surja la posibilidad de reconectarse con el ser esencial en el mundo con los otros, deviniendo así en un ser relacional situado.

El ejemplo clásico que nos muestra Francisco Varela, en consonancia con lo que copiosamente ilustran los planteamientos del presente texto, es el que se refiere al suceso de un niño que cae a un foso. Inmediata y prerreflexivamente, no solo se «sabe qué hacer» para cuidarlo y sostenerlo, también aparece una ética en acción que involucra un «saber cómo actuar» de manera espontánea. El actuar no deliberativamente no es una observación de lo externo, desde un nivel abstracto interno de contemplación teórica, sino que emerge desde una sabiduría encarnada que impulsa el movimiento compasivo de sostener a la niña o al niño antes de su caída: el gesto protector o el momento mindfulness relacional. Este tipo de «saber hacer» surge de un modo de ser-con-el-otro-compasivamente-en-el-mundo.

El modo de ser relacional está involucrado, comprometido con el otro, así como consigo mismo como un Otro. Es en esta óptica en la que sitúo el presente trabajo de Miriam Subirana, como un movimiento de ética-en-acción, expresión de un modo de ser-con-otro, una virtud social que se configura desde el trasfondo práctico en el dominio del ser relacional.

Adentrándonos en ese camino, lo que me motiva poderosamente en su propuesta es el marco de comprensión hermenéutica que provee la autora para captar las distintas oleadas de mindfulness y compasión: como sucesivas síntesis que permiten apreciar el lugar que hoy se le asigna a la perspectiva del mindfulness relacional. Nos encontramos con una versión del desarrollo del mindfulness que se integra desde los orígenes históricos previos al budismo, desde la evolución de los planteamientos del Buda, hasta las etapas que llegan al presente y que «desencubren» los tópicos centrales que permiten visualizar un devenir futuro del movimiento. Es así como podemos acompañar la dialéctica de un proceso de totalización-destotalización y retotalización* en curso (a diferencia de una totalidad completa y cerrada), que supera las oposiciones del camino y que se remonta más allá de la «deconstrucción» del yo.

Momento donde existiría la tentación de interpretar el significado vivido en el contexto de la meditación mindfulness como un acceso solo proposicionalmente, lo que implica que experiencias de la conciencia corporal del sí mismo devienen como dimensiones vividas no representacionalmente. Permitiéndome una expresión personal según la mirada apreciativa, diré que, de una manera poética, en el sentido de que la última línea no está escrita aún, la citada autora nos conduce hacia un espacio donde se puede contemplar la propia experiencia de poder ser-con-otros.

Expresándolo metafóricamente, tomamos parte en el darnos cuenta del renacimiento de la conciencia mientras dejamos pasar los pensamientos, «como un contemplar el paso de las nubes bajo el cielo azul». La autora nos guía por un ciclo que posibilita advertir la luminosidad de las diferentes etapas del mindfulness en tránsito hacia la culminación de un desarrollo (cual «lucero de la tarde»),* que se proyecta hacia una nueva visión en curso como postmindfulness, y que, al mismo tiempo, bien podría ser el advenimiento de llegar a ser «el lucero de la mañana o la estrella vespertina» de un nuevo amanecer de encuentro en la meditación contemplativa. Esto quiere decir que hay más de un sentido válido en juego, dependiendo de dónde estemos situados, en el devenir de los nuevos descubrimientos y prácticas compartidas que van apareciendo en un trayecto que podemos vivenciarlo como una posibilidad fascinante en la que estamos todos inmersos.

El texto incursiona profundamente en las tradiciones del yo y el no-yo, como ya hemos señalado, ofreciendo y articulando esclarecedoras reconfiguraciones del self (sí mismo), vistas como propuestas de coordinaciones de acción conjunta. Me parece que estamos en presencia de una estimulante invitación, sostenida con maestría en sucesivos puntos de confluencia del sí mismo relacional de cada uno y con los demás. En cada etapa, va iluminando con notable diafanidad las dimensiones existentes en las distintas facetas de la búsqueda del encuentro entre la propia intimidad relacional y la de los otros. Al mismo tiempo, descubre el contenido de los sucesivos discursos del sí mismo, que incluyen el romántico, el moderno y el relacional. En este sentido, Miriam Subirana provee de los medios, de tipo relacional, los cuales permitirán a sus lectores crecer y gozar durante la navegación por sus párrafos.

ROBERTO ARÍSTEGUI LAGOS

Santiago de Chile, noviembre de 2022

Introducción. Mejorar la relación contigo, con los otros y con el mundo

En este libro encontrarás propuestas para mejorar la relación contigo mismo, con tu mente, tus emociones y tu ser, y permanecer en serenidad y armonía; para mejorar la relación con los otros y con el mundo, y para vivir plenamente. Planteo un regreso a los orígenes de la práctica de la meditación, en un recorrido que pasa por la meditación budista, la meditación advaita de origen védico y la meditación contemplativa cristiana. Veremos cómo estas prácticas inciden positivamente en nuestro ser, estar y hacer en el mundo. El propósito de estas diferentes maneras de abordar la práctica meditativa se centra en dejar de ser quienes no somos, generar vacuidad para que se revele nuestra verdadera naturaleza del ser y, desde ahí, mejorar nuestras relaciones, erradicar el sufrimiento y vivir en plenitud.

El mindfulness relacional nos invita a explorar desde dónde practicamos la meditación, desde qué yo y desde qué ser. En Occidente, muchas prácticas del mindfulness se plantean a partir del yo individual y separado. En este libro propongo caminar por varios puentes, que nos permitan pasar del mindfulness secularizado al mindfulness relacional y, de este, a un «postmindfulness» que nos lleve a la práctica contemplativa, en la cual atravesamos otro puente que nos conduce de la vacuidad a la plenitud, hacia el atman, el núcleo sano, la esencia positiva y vital del ser.

Mi planteamiento surge de comprender el contexto en el cual se ha enmarcado el mindfulness en Occidente y la necesidad de regresar a sus raíces relacionales, para que puedas aprender a practicar el mindfulness relacional. La práctica te lleva a vivir desde tu ser relacional, en presencia plena y con una mente que vive en la unidad y la adualidad (no-dualidad), y no en la separación, en la división ni en la polaridad. Propongo regresar a la conciencia de abundancia que se vive desde la mente y el ser que percibe desde el todo. La práctica supone desafiar el orden individualista imperante basado en el ego y en la separación. Consiste en cultivar la comprensión de que la transformación, así como la solución de los problemas, ocurren reconociendo la interdependencia con el todo y entre nuestros procesos diarios relacionales, de intercambio y compromiso con los otros. Se trata de pasar de vivir desde la mente de separación a la presencia plena –en el ámbito personal y profesional–, incluyendo el contexto y el espacio de encuentro y la relación con otras personas.

La mentalidad de la separación lo ve todo a través de la dualidad: correcto-erróneo, positivo-negativo, justo-injusto, bueno-malo, hermoso-feo, dentro-fuera, sujeto-objeto, etcétera. Le falta ecuanimidad. Percibe la dominación y la subordinación, la jerarquía, la escasez, la competitividad y la supervivencia. Opera desde un paradigma de poder sobre en vez de poder con.

Quizá sintamos insatisfacción con nuestra vida, aislamiento, depresión, ansiedad, soledad, o puede que las diferentes situaciones y relaciones nos sobrepasan. Hay personas que ya han dejado de intentar tener relaciones saludables, íntimas y cercanas, por agotamiento, o sencillamente porque les desborda el alto nivel de toxicidad, locura, egoísmo, individualismo e ignorancia que imperan. Las creencias y los hábitos que nos impiden amarnos bien y plenamente, cuidarnos y cuidar del planeta, surgen de un malentendido: el espejismo de la separación. La mente de la separación nos ha alejado de los principios de abundancia, generosidad, reciprocidad e interdependencia que rigen en la naturaleza.

En todo momento contamos con la elección de retornar a la interconexión o de separarnos. A menudo no somos conscientes de ello y actuamos desde el piloto automático, los hábitos y condicionantes, y nos separamos de nuestro núcleo sano, positivo, vital y relacional. Cuando vivimos con la mentalidad de separación, no estamos plenamente presentes en la interconexión y perdemos energía. Cada vez que vivimos con la mente que percibe desde el todo y estamos en presencia plena, nuestro ser se energiza y revitaliza.

La interconexión es un estado natural del ser, sin embargo, dejamos de sentirlo al vivir en un entorno que nos condicionó a partir de la infancia. Aprendimos a etiquetar, comparar, reaccionar a la vida desde un lugar de desconexión, en vez de percibir desde el todo, la unidad con la vida. En inglés se dice oneness en vez de unity, sin embargo, en castellano ambas palabras se traducen como «unidad». Oneness sería darse cuenta de que todo está interrelacionado y, por lo tanto, unido e interdependiente de alguna forma con el resto. Solo nos permitimos experimentar la no separación cuando estamos en la naturaleza, inmersos en el deporte o en alguna actividad que requiere mucho esfuerzo físico, interpretando música o creando arte, pasando el tiempo con niñas y niños, o enamorándonos. Conocemos ese estado de no separación, pero por lo general lo vivimos como algo temporal y pasajero. En los próximos capítulos, te sugiero recorridos y prácticas para que sea un modo de ser y estar en el mundo.

Te propongo un espacio de desarrollo y bienestar relacional que nos implique a todos, en el cual nuestras prácticas son relacionales y para el bien de todos, a partir de una conciencia plena. Al releer algunos de mis libros, me doy cuenta de que ya he tratado temas vinculados con el mindfulness relacional sin mencionarlo específicamente. Ahora es el momento de ponerle nombre.

En la mayoría de las propuestas de mindfulness, se ofrecen prácticas planteadas desde el yo individual. En las próximas páginas, te planteo un retorno al origen del mindfulness como heartfulness y presencia plena, practicado desde la mirada y el ser relacional que somos. Necesitamos pasar de la mente de separación a la mente que conecta y une, mediante prácticas que nos hagan avanzar como comunidad humana, que fortalezcan nuestros vínculos saludables y el compromiso para abordar colectivamente las situaciones que nos implican.

Compartiré contigo propuestas para dejar atrás la mente que separa y es dualista, para desarrollar una mente adual, un retorno a la interconexión, disolviendo el espejismo de la separación y recordando la interrelación del todo con el todo. Aquí encontrarás ideas y prácticas relacionales para mejorar el bienestar, la autoestima, la presencia, el engagement y el compromiso; para reducir e incluso atravesar y disolver el sufrimiento; para el autoconocimiento y la sabiduría relacional; para asentarte en tu centro vital; para vivir en plenitud; para generar actitudes abiertas y cooperativas, y así avanzar juntos en la construcción de un mundo más amable, pacífico y en armonía.

Creo puentes entre las bases budistas del mindfulness y la adualidad advaita, la meditación de origen índico y la concepción y vivencia cosmoteándricas de raíces cristianas. La realidad cosmoteándrica es aquella en la que todas las fuerzas del universo –las electromagnéticas, de la naturaleza, las divinas, las de la conciencia humana– están entrelazadas. Es una no-dualidad trinitaria. Se vive en el presente en una interrelación no separable entre el cosmos, el Teo y el andros. Construyo estos puentes como un diálogo, que desarrollo en los siguientes capítulos. Diría que mi propuesta es un postmindfulness dentro de un movimiento espiritual y camino contemplativo, en el cual la sabiduría, lo ético y el silencio son pilares esenciales.

Para prosperar como personas, comunidades, organizaciones y pueblos, debemos estar dispuestos a reconectar con nuestra conciencia que percibe desde el ser relacional, en presencia plena, siendo conscientes de todo el sistema relacional y de cómo se desarrollan los procesos en las múltiples dimensiones de las relaciones. Se trata de pasar de operar desde la mente de separación a operar desde el ser que percibe desde el todo y profundizar en nuestro vivir plenamente presentes desde la mente adual y el ser relacional.

Parte IContexto, sentido y breve historia del mindfulness en Occidente

1.¿Cuál es el sentido?

Gran parte del sufrimiento, si no todo, podría evitarse. No podemos contenerlo ni abarcarlo. Nos hemos desconectado para defendernos de la invasión constante de noticias terribles. Es como si para vivir hubiéramos tenido que anestesiarnos hasta hacernos inmunes al sufrimiento ajeno.

El desencanto y el disengagement, la falta de compromiso y el cinismo se han apoderado de gran parte de la sociedad occidental. Los niveles de estrés, depresión y ansiedad de muchas personas –jóvenes y mayores– son insanos, por la falta de armonía y el desequilibrio a diferentes niveles. El individualismo y los problemas personales hacen que el ser humano se aísle más porque, por un lado, se siente impotente, en una indefensión aprendida, y, por otro, siente la necesidad de defenderse de los ataques, del exceso de información, publicidad y distracción y de la violencia imperante.

A muchas personas parece no importarles la cantidad de gente que se muere, aun cuando sus muertes prematuras se podrían evitar, proporcionándoles cobijo, agua potable, comida, educación, posibilidades laborales y medicamentos. Hay muchas iniciativas solidarias, pero para lograr soluciones globales se necesita más implicación, más solidaridad, más compasión real y un compartir más generoso; en especial de parte de los que más poseen.

Vivimos desconectados y poco o nada parece ser sagrado. Todo se convierte en un instrumento que podemos manipular para que el mundo encaje con nuestras necesidades, movidos por motivos instrumentales. Nos hemos convertido en homo economicus y vivimos en una cultura preocupada por la producción. Estamos presenciando el desmoronamiento de muchas estructuras que ya no son sostenibles. Nuestras maneras de convivir con el planeta y entre nosotros son insostenibles. Necesitamos prácticas relacionales que nos impulsen como comunidad humana a comprometernos e involucrarnos para abordar las situaciones en las que nos vemos implicados.

En el origen budista del mindfulness, el propósito era erradicar el sufrimiento. Sin embargo, el mindfulness ha sido entendido y aplicado en Occidente mayoritariamente desde una perspectiva individualista, como una práctica de desarrollo humano limitada a la persona individual. El concepto de uno mismo, el que aplica el mindfulness, se ha basado en la concepción del yo delimitado, individual, independiente y separado del otro, de lo otro y del contexto. Se ha llevado una práctica milenaria oriental al contexto occidental, en el cual, desde la modernidad, los problemas y retos se convierten en un problema del individuo. En este individualismo en el que estamos inmersos, se considera que los problemas y el sufrimiento son tuyos, y eres tú y es en tu mente donde debes cambiar y solucionarlos. La práctica, en este contexto, invita más a evitar individualmente que a comprometerse por completo con los otros. Como se verá, en el mindfulness relacional se considera que el problema no es solo tuyo, sino que es sistémico y que es desde lo sistémico desde donde se ha de abordar.

Lo que ha ocurrido es que en Occidente se ha importado el mindfulness y se ha encajado en los esquemas culturales y científicos occidentales. Vivimos en una cultura en la que se enfatiza la objetividad y se concibe un adentro y un afuera; en un polo está el sujeto y, enfrente, el objeto. El sujeto está circunscrito al ser delimitado, separado, observa el objeto y se hace una representación de este. Esta concepción, cognitivo representacional, aún prevalece, sustentándose en la creencia de que el conocimiento y la mente son reflejo de lo externo y lo que hace la mente es «pintar», representar, lo externo. Es un dualismo moderno (es decir, que surge en la época que denominamos modernidad).1 Véase más desarrollado este tema en el apartado sobre el yo narrativo. Mi propuesta es que, como seres humanos, necesitamos la interacción para así coconstruir la realidad juntos, no meramente reflejarla.

Muchas de las prácticas populares del mindfulness mantienen el centro de atención en el individuo, a expensas de patologizar a la persona e ignorar las prácticas sociales más amplias que hacen que vivir sea muchas veces insostenible o insoportable. Se reduce el mindfulness a una búsqueda egoísta para la relajación individual, así como para adaptarse a contextos tóxicos y seguir produciendo, consiguiendo y logrando. Es más fácil recomendar prácticas de mindfulness a trabajadores agotados, o a estudiantes universitarios ansiosos por las fechas de entrega de trabajos y exámenes, que cuestionar la condición del lugar de trabajo o las formas en las que educamos.

Al secularizar el mindfulness, este resulta más aplicable al entorno organizacional y empresarial, colabora en la reducción del estrés y mejora la atención y la presencia; sin embargo, puede llevar a una aceptación de las condiciones laborales, viviéndolas con menos estrés, pero dejando de ser propulsores del cambio. Se aprende a reducir el estrés en un entorno tenso e incluso tóxico, sin luchar por cambiarlo. Al encuadrar el estrés como un problema personal, se ofrece el mindfulness como un antídoto para ayudar al trabajador a rendir más y mejor en un contexto desequilibrado y a menudo poco saludable. En algunos entornos se utiliza como una técnica que sirve de narcótico anestesiante en vez de como un verdadero despertar.

La secularización, que aleja la práctica de sus orígenes éticos y filosóficos, acomoda el mindfulness a una técnica, por lo que se convierte en un producto de mercado en el cual se desnaturaliza la práctica y se deteriora tanto que es como los alimentos refinados: se les extrae la sustancia vital, esencial, y esta luego se vende en pastillas o se utiliza en la elaboración de medicamentos. Es el caso de la harina blanca refinada, que, por un lado, se vende y, por otro, se hallan el germen de trigo y el salvado de trigo. Se dividen y separan los ingredientes esenciales, con lo cual se pierde valor nutritivo y vitalidad, cuando en el grano de trigo integral está todo. Siguiendo con esta metáfora del trigo, se podría decir que al mindfulness secularizado se le extrae el germen y el salvado y, entonces, ya no posee la misma esencia ni nutrición. Pierde la fuerza transformadora y vital, y el sentido de la meditación budista, que forma parte de una propuesta más global para vivir éticamente y erradicar el sufrimiento.

En la actualidad, estamos presenciando en Occidente una popularidad creciente del movimiento mindfulness, que promete una mejora de la eficiencia laboral, una reducción del absentismo y un incremento de las habilidades sociales necesarias de cara al éxito profesional. Se está convirtiendo en un negocio para coaches, consultores y conferenciantes, muchos de los cuales están desligando, o ya han desconectado, el mindfulness de sus orígenes: la meditación budista.

Históricamente, en el ámbito del mindfulness, ha prevalecido en Occidente una noción de sí mismo individual y delimitado, basado en el dualismo cognitivo. El vocabulario utilizado es el de un ser delimitado, independiente del mundo. El mundo está «ahí fuera». En ese entorno se concibe la práctica del mindfulness como la de un yo diferenciado y separado del mundo. Es la práctica del «yo relajo mi mente», «yo relajo mi cuerpo», «yo supero mi estrés»… «Yo», «mi» y «mío» están en el centro de la práctica. En esta absorción de uno consigo mismo, el yo se desconecta, se aísla y se separa del resto. La práctica se desliga de las enseñanzas budistas sistémicas y corre el «peligro» de convertirse en un método para fortalecer el yo-ego y el egocentrismo. Un gran meditador, si no es compasivo y altruista, es decir, si no es alocentrado, no es un gran meditador. La meditación nos fortalece para influir positivamente en la acción, centrarnos en los otros y en transformar el mundo y las relaciones en bienestar, alegría y armonía. Un meditador autocentrado corre el riesgo de quedarse atrapado en la maestría de los estados de conciencia, y no vivirlos en la cotidianidad ni lograr que impacten en su ser y estar en el mundo con los otros, contribuyendo a reducir y erradicar el sufrimiento.

Occidente se ha apropiado del mindfulness haciéndolo culturalmente suyo. En ese proceso de apropiación, se han eliminado rasgos espirituales, religiosos y éticos, y se han vinculado las prácticas meditativas a lo cognitivo, alejándose de su origen relacional. De ahí el enfoque y centramiento en la mente y en los procesos mentales del pensamiento. En algunos ámbitos, el mindfulness se entiende como un estado cerebral. Aquel que quiera realmente poner fin al sufrimiento mental, emocional y relacional deberá comprender la amplitud del budismo ya que el mindfulness secularizado no le resultará suficiente.

Quiero también dejar constancia de que los beneficios de este proceso de secularización del mindfulness han sido muchos. Se logró llevar la práctica fuera de los monasterios, donde estaba circunscrita. Se realizaron experimentos científicos exitosos de los múltiples beneficios de su práctica. El aval de la ciencia ha sido necesario para darle difusión en Occidente; los estudios clínicos avalan que estas técnicas son buenas para la salud. El «movimiento» mindfulness ha supuesto un avance en muchas prácticas terapéuticas.

«Se han creado protocolos con diseños cerrados para cumplir con las pautas de investigación estrictas, que responden a exigencias de manualización para hacer comparables los resultados».2 En este sentido, los protocolos del mindfulness pueden llegar a ser demasiado rígidos. En el siguiente capítulo encontrarás una lista de protocolos del mindfulness. Esta investigación «dura», como la denomina Arístegui, ha sido necesaria para validar científicamente el mindfulness. Gracias a ello, el mindfulness se abrió al mundo y llegó a muchos lugares donde, de otra forma, no habría llegado si no hubiera sido por el proceso de secularización.

De todas maneras, es importante ser conscientes de cómo en ese proceso se ha desvinculado de sus raíces y se ha perdido una gran riqueza. Una de las mayores pérdidas se debe al individualismo occidental en el cual se ha enmarcado. Otra es debida a la simplificación del estado de «no-juicio», en el cual se ha malinterpretado como no desarrollar una conciencia crítica hacia lo que no es beneficioso para el conjunto. No se trata de aislarse socialmente en una absorción ensimismada en la que se empodera una presencia no analítica y no crítica.

En las culturas y lenguas antiguas, a menudo no había distinción entre mente y corazón, en cambio, en las culturas modernas tendemos a quedar atrapados en una división corazón-mente. Esta división abre la trampa a una mente sin corazón (es decir, ser consciente sin compasión, utilizar mindfulness para llevar a cabo con mayor precisión acciones no éticas) o a un corazón mindless (es decir, una compasión sin conciencia, como, por ejemplo, ofrecerle una copa más a un amigo alcohólico).

El estado de no juicio que te invito a practicar en meditación es aquel en el que no se etiqueta ni critica, como tampoco se juzgan ideas, pensamientos y personas en un discurso interior que lleva a la queja y a sufrir innecesariamente. Más adelante, en este libro profundizo en el tema. Es necesario diferenciar entre juicio sano, sanador y protector del juicio innecesario que lleva a suponer, encasillar y etiquetar, y a un sufrimiento innecesario.

Las abundantes prácticas de mindfulness en Occidente han devaluado la formación ética y el rol de la sabiduría de las fuentes de las que han bebido y se han centrado en un enfoque instrumental de la práctica con objetivos orientados a los logros individuales. Esto ya ha tenido sus consecuencias, por ejemplo, en personas que se hartan de la meditación, cansadas de estar absortas en sí mismas, intentando mantener una presencia no analítica y no crítica del momento presente. Algunas han querido utilizar la meditación como un atajo espiritual, evitando tratar con las perturbaciones o malestares mentales y emocionales, a menudo relacionales y sociales. En este sentido, el mindfulness ha reforzado el egocentrismo, cuando, en su origen budista, la práctica era y es para deconstruir el yo, como camino para eliminar el sufrimiento de uno mismo y de todos.

Al encuadrar el mindfulness en el individualismo, estudiado «desde fuera» (en tercera persona), no desde la experiencia de la propia persona, se limita la comprensión de la experiencia personal interna. En el mindfulness que propongo se tiene en cuenta la experiencia de la persona, no solo lo que reflejan los aparatos conectados a su cerebro, que muestran que está calmado. Sí, en meditación, el cerebro está calmado, pero… ¿cómo lo está viviendo la persona?, ¿qué le está ocurriendo en ese momento?, ¿cómo la transforma y libera del sufrimiento?, ¿cómo la nutre y le da vitalidad? Muchas investigaciones científicas sobre la práctica del mindfulness se han centrado en el efecto cerebral y físico y no han tenido en cuenta los interrogantes relacionados con la experiencia de quien medita. Desde el mindfulness relacional se comprende la práctica como un ser con el otro y estar presentes transformando el mundo.

Mindfulness es la traducción de la palabra sati, el término original en lengua pali, la lengua original del Buda. La traducción como mindfulness es ya en sí un reduccionismo que asocia la práctica con mente (mind) y con llena (full), en vez de asociarlo a una mente vacía. Como ya propuse en mi libro La gran liberación: mindfulness y heartfulness,3 una traducción más adecuada es heartfulness, donde uno practica el ser y estar presente para y con el otro y lo otro. Heart es, en inglés, «corazón, centro vital, núcleo».

Podríamos decir que sati es estar despierto, recordar, estar en presencia plena. Algunos autores asocian la palabra sati con el concepto sarati, que tiene el sentido de recordar. Sería como tener en la mente, tener en el centro, en el núcleo del ser, en el corazón, tener presente, ser consciente. Diríamos que sati se describe como un estado de presencia del ser (incluidos su mente, su corazón y su cuerpo) que permite al practicante ver los fenómenos externos e internos como son realmente, es decir, impermanentes, carentes de entidad y que conducen al sufrimiento, en especial cuando nos aferramos a ellos.

Se trata de vivir el interser, la interdependencia con el todo. Mente y corazón son inseparables, y mente/corazón y cuerpo son también una unidad. Necesitamos del cuerpo para experimentar y tener experiencias. Lo que sentimos y pensamos es en y a través del cuerpo. No podemos separarlo. De ahí la interrelacionalidad de nuestro ser. El término «presencia plena» incluye todos los aspectos de nuestro ser, como son la mente, el corazón, el cuerpo y más, como: la relación con los otros, con todos los seres vivos y con el entorno, la relación con el cosmos y con lo trascendente.

Sati es la esencia de la meditación budista. Está no solo vinculada, sino más bien incrustada, en el Noble Óctuple Sendero, el cual, a su vez, forma parte de las Cuatro Nobles Verdades propuestas por el Buda. Una de ellas es la verdad del camino que conduce a la extinción del sufrimiento. En el Noble Óctuple Sendero, la propuesta consiste en seguirlo como la vía que lleva al cese de dukkha, es decir, del sufrimiento. En los elementos del Noble Óctuple Sendero hay una subdivisión en tres categorías básicas: sabiduría, conducta ética o correcta, y entrenamiento de la mente o meditación. Es en esta última donde aparece la meditación budista, a través de la atención correcta y consciencia del momento correcto, la concentración y meditación correcta y el esfuerzo correcto; en la sabiduría intervendrían la visión o comprensión correcta y el pensamiento o determinación correcta; en la conducta ética o virtud, el hablar, actuar correctos y el medio de vida correcto.

En estas páginas, no pretendo dar una visión completa e integral de los fundamentos del budismo. Es algo mucho más complejo y se pueden encontrar libros en los que profundizar sobre estos factores que acabo de esbozar. Sí quiero destacar, no obstante, que la meditación budista está incrustada, desde sus orígenes, en un camino en el que no se pueden separar el resto de los aspectos, como son la conducta ética y la sabiduría, si uno quiere alcanzar una vida virtuosa, pacífica, armoniosa y feliz en su ser y estar en el mundo y contribuir a su mejora y a erradicar el sufrimiento.

2.Breve historia del mindfulness en Occidente

En la corta historia del mindfulness en Occidente podemos ver una evolución que voy a exponer brevemente aquí. La marca principal que nos deja el siglo XX