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Este texto desarrolla una tríada que engloba a la mujer, el conocimiento y ese movimiento polémico y casi siempre mal interpretado que es el feminismo. Al destacar valores intelectuales, creativos y de lucha en mujeres sobresalientes e imprescindibles de todas las épocas, la autora refuerza y destaca la tesis del injusto olvido y desatención en que, en ocasiones, se sumerge a la mujer por el hecho de serlo. Vinculando género y nación, con audacia y minuciosidad se despliega la acción de la mujer, vista como sujeto inalienable del saber económico, político, social y espiritual.
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Seitenzahl: 282
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Revisión para ebook: Adyz Lien Rivero Hernández
Edición: Enid Vian Diseño de cubierta: Carlos Javier Solis Méndez Diseño interior: Oneida L. Hernández Guerra Composición digitalizada: Norma Collazo Silvariño
Corrección: Iliana Ricardo
© Teresa Díaz Canals, 2018
© Sobre la presente edición: Editorial de Ciencias Sociales, 2021
ISBN: 9789590623097
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INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO Editorial de Ciencias Sociales Calle 14, no. 4104, entre 41 y 43, Playa, La Habana, [email protected]
www.nuevomilenio.cult.cu
A mi nieta Elizabeth Gómez Rodríguez, por hacer renacer mi entusiasmo, que etimológicamente significa estar llena de dioses.
A mis amigas Reina Fleitas Ruiz y Clotilde Proveyer Cervantes, por el apoyo y la confianza, por la amistad.
A la trabajadoras de la Biblioteca Nacional, labor anónima indispensable.
A Natalia Bolívar y su hija Natasha, por las entrevistas, libros, asesoría. Ellas me impulsaron a escribir sobre Lydia Cabrera.
A Lídice González Parrado, por la eficaz colaboración.
A Jorge Domingo Cuadriello, por los libros.
A William Gattorno, por el recibimiento en su puerta de Guanabacoa, por su amor a la imagen histórica.
Al Programa de Becas CLACSO-Asdi, por la valoración del proyecto y el estímulo para los que nos dedicamos a las ciencias sociales en estos países nuestros, por el sosiego otorgado. Trabajar a gusto es poesía libre, es paz ambiente.
Bienaventurados los que conocen las señales de los tiempos y las siguen.
José de la Luz y caballero
(Aforismos)
Pensar es servir.
José Martí
(Nuestra América)
El libro Mujer-saber-feminismo presenta una habitación propia para las ciencias sociales en Cuba. La perspectiva de género y sus pruebas, es un libro de continuidad analítica esencial en la obra de Teresa Díaz Canals. Es, a su vez, un manuscrito que evidencia su madurez autoral, por cuanto conecta directamente con toda su producción ensayística anterior y las trasciende en ese pensar, actuar y servir a las realidades cubanas que estudia con ciencia y sensibilidad científica a flor de piel.
Escrito desde el entusiasmo que Elizabeth, su nieta, le provoca, y gracias al sosiego otorgado por el Programa de Becas CLACSO-Asdi —que le permitieron según sus propias palabras: “Trabajar a gusto es poesía libre, es paz ambiente”—, asistimos a un convite culto y reflexivo que se adentra en los problemas más apremiantes de las ciencias sociales hoy, develadas y analizadas desde las complejidades de las perspectivas de género tanto a escala internacional, como nacional. Estamos, pues, ante resultados de investigación que entroncan directamente con las polémicas y aportes más significativos que se han ido proponiendo en los Informes Mundialesde las Ciencias Sociales 2011, 2013 y 2016. Razón por la cual, el recorrido a lo largo de sus capítulos y epígrafes, nos coloca ante la actualidad y frescura discursiva de un libro que sobrepasa fronteras y universaliza resultados.1
1 “La investigación en ciencias sociales nos ayuda a comprender la dinámica compleja de los sistemas ‘socioecológicos’ o ‘humano-naturales’, y también puede ayudarnos a explicar cómo esos sistemas evolucionan y se interconectan en el tiempo pasado, presente y futuro, y en el espacio, desde el plano local hasta el mundial”. (Informe mundial sobre ciencias sociales, 2013, p. 4).
En las mismas coordenadas más avanzadas de pensamiento social actual, presenciamos una propuesta que no fragmenta, ni encasilla en disciplinas aisladas, sino que transversaliza2 enfoques y posibles alternativas, a partir de una memoria histórica activa y actuante que explica el hoy problematizando desde las raíces más profundas, no puede ser de otra manera. Perfila en tal sentido su cometido hacia una revitalización del pensamiento cubano desfragmentado, a partir de una propensión epistemológica que levanta su aprehensión cultural desde una ruptura con la compartimentación de saberes, de significados y significantes sociales, al comenzar con un rescate de lo que le es inherente, a saber: su vocación a tensar el pensamiento y la existencia. Porque fiel al legado martiano, esta obra se inspira en “el hábito noble de examen [que] destruye el hábito servil de la creencia; la pregunta sigue al dogma, y el dogma que vive de autoridad, muere de crítica”.3
2 “Yo les recomendaría no tanto la investigación interdisciplinaria, como investigaciones transversales o incluso integradas, es decir, investigación que en su mismo diseño, ejecución, aplicación y presentación reúna las humanidades, las ciencias naturales y sociales en proyectos conjuntos de investigación” (Informe Mundial sobre ciencias sociales, 2011, pp. VIII-IX).
3 José Martí: “Nuestra América: Guatemala. Los Códigos Nuevos”, Carta al Ministro de Relaciones Exteriores, 11 de abril de 1877, en Obras completas, t. II, Edición del Centenario, Editorial Lex, La Habana, 1953, p. 288.
De su lúcida conducción, la vida cotidiana alcanza proximidades de ciencias, si bien con gran tino expresa que “no pretende elaborar un texto teórico, aunque la teoría está allí donde menos la esperamos”; y es que más que teorizar abstracto sobre los procesos que examina, lo que nutre sus aportes científicos es preocuparse por las huellas que estos han dejado en la sociedad, en cada cubano y en cada cubana en ese deshacerse y rehacerse a perpetuidad, “bajo la lluvia, bajo el olor, bajo todo lo que es una realidad, un pueblo se hace y se deshace dejando sus testimonios”.4 Esos testimonios existenciales están ahí a mano de quien quiera conocerlos o ignorarlos, verlos o voltear el rostro, mientras que las elaboraciones teóricas y los intereses políticos pueden darles diferentes usos y enfoques en sus temporalidades, o atemporalidades, con la consiguiente responsabilidad por los destinos de los procesos, los cuales se han debatido y continúan debatiéndose puntualmente entre imaginario y realidad.
4 Virgilio Piñera: La isla en peso, Ediciones Unión, La Habana, 2011, p. 40.
Por esas razones, este es un libro donde cualquiera puede sentirse representado, apreciar que se ha escrito algo que es experiencia pluralmente compartida; y es que para esta autora, cubanísima por antonomasia: “quien indaga los fenómenos sociales no ha de tratar lo peculiar como una extrañeza insustancial”. Estamos, por tanto, ante faenas científicas con un destino social diverso, amplio, que además, fragua sus argumentos, para suerte nuestra, desde ese peculiar tono suave y pausado que le es inherente a su decir, el cual sorprende y conmueve inevitablemente, en especial, sobre todo aquello que sucede ante nuestros ojos, y ante los que a veces volteamos el rostro porque sus honduras lastiman la mirada. Por lo que, al adentrarnos en toda su magnitud, se experimenta la misma sensación que Dulce María Loynaz nos legara en su célebre poemario Juegos de agua: “Cuando la ola viene impetuosa sobre la roca… ¿La acaricia o la golpea?” Dejo abierta la interrogante a los lectores…
Logra en suma, la máxima martiana de “conmover es moralizar”,5 porque invita a ese meditar sereno que incorpora al análisis lo que se nos dice desde fuera de nuestras propias lógicas para pensárnoslo, para debatirlo; aptitud esta, que no siempre se desarrolla en nuestros predios científicos o culturales, que no florece porque se seca antes de alcanzar cualquier intento, ya que seguimos cautivos de nuestras verdades absolutas a escala individual y social; por lo que, la crítica inherente a la esencia humana, se trastoca en su contrario y pierde su condición de contribución al mejoramiento de la sociedad.
5 José Martí: “La hija del rey”, drama de José Peón Contreras, en Obras completas, t. II, Edición del Centenario, Editorial Lex, La Habana, 1953, p. 667. Publicado originalmente en Revista Universal, México, 29 de abril de 1876.
Son, pues, caminos abruptos, que en gran medida se encuentran en nosotros mismos, en la herencia de la que somos hijos y en las circunstancias en que inter-existimos. Es por ello, que desde las páginas de este libro se incita a un mirarnos en sí mismos a perpetuidad para evitar las negaciones, invisibilizaciones o ninguneos fratricidas que pululan por doquier a lo largo de la historia de la humanidad, y de la que Cuba no se encuentra exenta. Esto demanda de los científicos sociales, un repensar nuestras praxis, para ser capaces de romper los muros de las universidades y centros donde existimos y adentrarnos conectadamente en el país tomándole el pulso, y con ello, la diversidad de la naturaleza histórica de sus latidos.
Es significativo subrayar la capacidad de reto a la imaginación científica que caracteriza a todo el texto, el hecho consumado de provocar al lector a partir de un ejercicio explicativo que insinúa y no enclaustra,6 de conseguir sobradamente aquello que afirma: “Esa sorpresa debe sostener siempre el conocimiento”.Un conocimiento no dado, sino alcanzado en múltiples aproximaciones, y que en consecuencia, está cambiando siempre. Aquel, que por la propia naturaleza de su construcción no concluyente, conmueve a una reflexión de los procesos históricos como transcursos perpetuos de construcción y autoconstrucción múltiple y no desde linealidades, posibilismos y determinismos asociados a un mundo en el que los modelos mentales se han construido históricamente desde la unidireccionalidad, unidimensionalidad y la estática. Es por ello, que Díaz Canals nos lega: “Hablaré del valor de las palabras y del peligro de ellas a la misma vez, cómo la obra es siempre relación de lo ya sido, no domina nada de una vez para siempre, porque ningún relato constituye un fin, debe inclinarse siempre a un constante recomienzo, a una narración siempre recurrente”.
6 De conformidad con la enseñanzas de Medardo Vitier cuando indicaba: “Necesitamos una enseñanza [y una investigación] que perturbe, para que entre todos desintegremos las fuerzas del mal y la torpeza. Y esto sin que, por otra parte, se preconice la violencia”. (Medardo Vitier: Las ideas en Cuba. La Filosofía en Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, p. 290, La Habana, 1970.
Urge recalcar como aprendizaje esencial del libro, que no son los fragmentos dispersos los que definen la internalización de un legado actuante y retroactuante en la praxis social, por el contrario, son procesos de aprehensión y creación de mayor calado los que precisarían un proceder en consecuencia con lo que decimos que somos, para que el hacer no se desvanezca en el aire. Las luchas entre lo nuevo y lo viejo han de ser contiendas de esencias plurales, que no dejen margen para que lo caduco se restaure bajo un manto retocado, aparentemente nuevo. Razón por la cual, los puntos de vista de la autora bracean espacios a un mirarnos en sí a perpetuidad, a una asunción de la creación como sinónimo de rebelión en el pensar y en el hacer.
Con lo cual propone, para la comprensión de este o cualquier estudio en materia de ciencias sociales, el operar desde un apoyo científico-metodológico en constante confrontación con la realidad en crecimiento, es decir, meditar los problemas desde conceptos abiertos, cambiantes, múltiples, conexos, interconstituidos, transformadores a infinitud esencial. Tal y como expresa en sus conclusiones:
Las ciencias sociales en Cuba tienen ante sí un desafío teórico, crítico, metodológico, para poder desarrollar las peculiaridades de los estudios de género en el país sobre la base de desechar la separación masiva y binaria entre los buenos y los malos, lo normal y lo anormal. La originalidad de lo que podemos hacer en las ciencias sociales con el género viene dada más que todo por la laboriosidad, por una búsqueda que siempre será fragmentada, más que de una ruptura que decida. Creo que ahí está la debilidad del feminismo verde olivo, en pretender ser una ruptura y nada más. En todo caso, si se destruyó un espacio había que construir otro, si se decapitó el tiempo, el tiempo tenía que salir con otra cabeza.
Páginas imborrables constituyen su capítulo 2, titulado: “Mujeres y pensamiento social. Una mirada desde Cuba”. Convergen en este, con gran acierto de selección, la obra y vida de Dulce María Borrero, María Zambrano, Lydia Cabrera y Zaida Capote. Pensadoras algunas olvidadas, desterradas o ninguneadas —al decir de Díaz Canals— durante decenios, mantenidas al margen del conocimiento de varias generaciones de cubanos y sin las cuales es imposible la continuidad como respuestas aproximadas a la realidad. Tenerlas en cuenta, al igual que a todo el pensamiento social que ha corrido la misma suerte es imprescindible para evitar repeticiones, aportes infundados o desarraigo y avanzar creadoramente en lo que se precisa sobre un soporte universal y autóctono verdadero.
Esa herencia conductual que propende a discriminar, ignorar, subvalorar, a fín de cuentas cenizar, al definir encasillando según esquemas conocidos y más cómodos en ese masificar lo inmasificable, es a la que se debe renunciar. Precisamente esta, es una de las tendencias más certeramente criticadas por la autora en todos sus libros, por el cisma a la identidad que provoca. La herencia no es un manjar que se come recalentado según los vaivenes de la moda, o de las disposiciones de aquellos que se consideran “depositarios” —casi propietarios— de lo que es patrimonio de todos en el despliegue de una opción propia, porque es pensada por cada uno en diálogo plural con la vida.
El libro en su totalidad obtiene, con extrema delicadeza discursiva, lo que la autora se propone: “presentar una ética de responsabilidad histórica”, porque la ética muchas veces es inefable y el feminismo además de movimiento político y social, es una ética”. Esa ética de la responsabilidad histórica le es consustancial a Tere —como le decimos en la Facultad de Filosofía donde ha trabajado por más de 35 años—, aflora de manera natural en todo lo que expone; y probablemente sea esa virtud, la que más dificultades le ha ocasionado para el entendimiento de sus preocupaciones científicas, en esa pasión no siempre comprendida que le acompaña de revisitar, revitalizar y admirar.
“La función de las ciencias sociales es brindar a la sociedad de su tiempo los instrumentos necesarios para llegar a comprenderse a sí misma”, declara la autora en los inicios mismos del libro, y a no dudar, es el eje que atraviesa todo su cometido. Es por ello, que desde una expresión del argot popular incorporada al vivir en la Cuba de hoy, tiene que “caer en eso”, lo que significa, remontar con extremas dificultades el lance que implica ser un científico social de su tiempo, aquel que prefiere la flecha al cangrejo y el mar bravío al pantano de la mediocridad. “Caer en eso” —desnudando la frase del choteo criollo— es una devaluación que ha acontecido —impasiblemente ante nuestros ojos— de la máxima martiana: “Criticar es ejercer el criterio” y eso es un derecho/deber que se ha desdibujado, que se ha diluido sustituyendo la crítica por frases de salón que ni siquiera importan.
Obrar con tales dilemas en el “ejercicio de pensar”, tensa lo que se quiere decir en grados insospechados para cualquier científico social o del tipo que sea. Se produce entonces un debate interior, extremadamente íntimo, entre la convicción de que “La palabra no es para encubrir la verdad, sino para decirla [...] Cuando se habla en nombre del país —o se dice lo que de veras dice el país, o se calla [...] O se habla lo que está en el país, o se deja al país que hable”,7 y la búsqueda de las palabras precisas que revelan a simas de la trama humana donde vivimos, pueden llegar a ser angustiosas por las incomprensiones —en el mejor de los casos— que acarrean.
7 José Martí: “Ciegos y desleales”, Obras completas, t. I, p. 400, Edición del Centenario, Editorial Lex, La Habana. Publicado originalmente en Patria, New York, 28 de enero de 1893.
Ha logrado Díaz Canals fehacientemente con su obra, lo que el exergo de su introducción augura, la penetración necesaria para comprender los contextos sociales en lo global/local que se propuso; la capacidad para retener lo vital y urgente en lo cognitivo y práctico en indisoluble unión; el método y facilidad para aprender y trasmitir; la sagacidad para interpretar meridianamente lo pequeño y lo grande que precisaba; y ha derrochado una gracia y prodigalidad narrativa que estremece.
“El hombre no es lo que se ve, sino lo que no se ve”8 —afirmaba Martí—. Las sociedades también heredan ese velo inescrutable que le es inherente a lo humano, de ahí el valor de esta obra, donde se demuestra que la cultura es todo —puntualizando enfoques—, la diversidad de culturas que nos asisten en todas sus confluencias y divergencias interconstitutivas; aquellas que nos pueblan y permanecen, las que nos visitan y se marchan con la misma rapidez que otras nuevas o viejas enhebran realidades, comportamientos, sentimientos, emociones, que entre otras propenden al todo en ese hacerse, deshacerse y rehacerse a perpetuidad que nos es propio a los seres humanos, a los pueblos. Es ya un imperativo de comprensibilidad, y de existencia misma, el transitar de las tradicionales formas fragmentadoras, a tender puentes que avancen hacia el desarrollo de las habilidades de no separación, conexión de los procesos sociales, y los que acontecen en las identidades humanas insertas en ambientes sociohistóricos concretos y, a su vez, universales en toda la multiplicidad de aristas que los componen, que los expanden.
8 José Martí: “Escenas norteamericanas 1882”, carta de Nueva York, 4 de marzo de 1882, en Obras completas, t. I, Editorial Lex, Edición del Centenario, La Habana, 1953, p. 1456.
Esta obra demuestra conocer las señales de los tiempos, seguirlas y compulsarnos a todos a su mejoramiento, porque “¡Ahora es el momento!”.
Dra. Dolores Vilá Blanco
Profesora Titular de la Universidad de La Habana
Es esta una obra que pregunta e intenta responder a la relación compleja entre ciencias sociales y feminismo en un país: Cuba.
Digo que el intento es complejo porque distintas miradas y asombros florecen ininterrumpidamente en estas tres construcciones (puntos de partida o de llegada, según se quiera), no se detienen, deambulan, interactúan, sospechan, se rechazan y luego vuelven a ojearse, titubean en la posibilidad del encuentro pero no lo abandonan porque saben que hay “algo” en lo que observarse.
Teresa Díaz Canals remueve su afán investigativo y se pregunta por las ciencias sociales y el feminismo desde el lugar en que se sitúa corpórea y reflexivamente hoy. Recuerdo en ello el último párrafo de su libro El momento del agua (2011), donde citando una carta de Simone de Beauvoir a Nelson Algren, esta expone: “no podría renunciar a escribir y a trabajar en el único lugar del mundo donde mis libros y mi trabajo tienen sentido”.
¿Qué sentido puede tener este libro hoy en Cuba? La pregunta ambiciosa me invita a tomar partido. Creo que a la lectora o lector principiante le podrá permitir lo que abrir al amanecer una ventana en primavera posibilita. Una brisa fría y suave a la vez que garantiza un despertar en el que no podremos quedarnos sin intenciones. En el caso de este trabajo sin preguntas explotando (o floreciendo).
A quien se autoconsidere una o un “experimentado” ante el objeto de este libro, creo le evitará el riesgo de incurrir en relaciones causales y le facilitará incorporar una nueva mirada para narrar una historia que se desvanece cuando se le impone el signo oficial, porque claramente supera ese sello.
La autora, con un lenguaje sencillo, logra buscar en recovecos complejos, a veces se escabulle, a medida que va cartografiando su propuesta, sin embargo, no abandona el impulso de cuestionar lo que escribe, valora desde su posición, toma partido mientras describe, analiza y busca respuestas.
En este recorrido la lectora o lector se encontrará, en lo medular, con el trabajo intelectual de cuatro mujeres en el pensamiento de las ciencias sociales en Cuba, que si bien pueden ser posicionadas formalmente desde distintas disciplinas, sus obras trascienden esta taxonomía. Eso es lo que bien logra demostrar Díaz Canals. Junto a ello, la autora incorpora antecedentes relevantes acerca del pensamiento feminista, principalmente occidental, y luego de cuestiones muy vinculadas a la historia de Cuba y su institucionalidad.
Preguntarse por y desde el feminismo la forma en que construimos las relaciones sociales y las relaciones con nuestro entorno es una rebeldía, como decía Julieta Kirkwood (1937-1985), quien definía así también la esencia misma de la ética feminista: una rebeldía. Es una desobediencia radical a lo establecido (por otros) como verdad oficial, es un cuestionamiento constante a las prácticas que nos violentan o culpan con acuerdos sociales que cimentan sistemas de creencias profundamente injustos, desiguales y retorcidos en sus muros de prestigio. A todo esto el feminismo viene radicalmente a rebelarse.
La autora, con su escritura en primera persona, con sus análisis incorporados, viene con este libro a exhortarnos a que no estamos empezando desde cero en la historia de la lucha de mujeres y el feminismo, que la continuidad histórica existe en la actuación rebelde de las mujeres, pero que tenemos que estar atentas a la forma en la que ha sido escrita la historia hasta ahora y las figuras que no por simple casualidad ha realzado.
¿Hay un movimiento feminista en Cuba? La pregunta inquieta, pero, desde mi punto de vista, lo importante es que nadie tome la palabra por las mujeres ni la representación oficial de un discurso o de un contenido.
Por lo pronto, aquí hay un libro que se permite, desde la academia, trazar un potencial dibujo sobre ciencias sociales y feminismo en Cuba. Buen provecho.
Natalia Soto Quiroz
Máster en Ciencias Sociales,
Glendale, Arizona, 2 de diciembre de 2017.
“[…] no es posible elegirse a sí mismo como persona,sin elegir, al mismo tiempo, a los demás”.
María Zambrano
(Persona y democracia)
La función de las ciencias sociales es brindar a la sociedad de su tiempo los instrumentos necesarios para llegar a comprenderse a sí misma. Cuando nos estremecemos ante una práctica tan despiadada como la ablación femenina, no pensamos que durante siglos a todas las mujeres les aplicaron una ablación simbólica por parte de todas las culturas. El velo o pañuelo con que las orientales permanecen tapadas, tuvo su traducción o interpretación, en otros contextos, como la prohibición del saber.
El eje de la relación mujer-saber-feminismo rige este estudio, tiene que ver con la presencia y la creación de las mujeres en lo que se refiere a pensamiento, con las dificultades que tuvieron a lo largo de la historia para acceder al conocimiento. Parafraseando a Ludwig Wittgenstein sobre lo que señaló de su Tractatus, lo más importante de este texto, es lo que no está escrito. Y es que no todo se puede decir, porque la ética muchas veces es inefable y el feminismo además de movimiento político y social, es una ética.
Es importante partir del presupuesto de que cuando hablamos en este caso de lo femenino, no pensamos en una práctica sexual, sino en una manera de entender el mundo y de concebirlo. Ello no significa un rasgo específico y exclusivo de las mujeres, cualquier ser humano puede tenerlo. Marcela Lagarde declara en su voluminoso y meritorio texto Los cautiverios de las mujeres... que la lucha femenina no significa el advenimiento de mundos invertidos y ni siquiera un altercado justiciero. No se trata de una alternativa que demuestre oposición binaria, para nada el feminismo es eso, de lo que se trata es de inventar un futuro de hombres y mujeres “de-liberadores” a partir del respeto a la semejanza y a la diferencia en libertad (Lagarde, 2003: 22).
Si la sociedad obliga a pensar cada vez más sobre cuestiones de género y otros temas de igual jerarquía como el racismo, la xenofobia, la homofobia, la desigualdad social, la contaminación medioambiental, esto solo hace que nos hallemos entre las cosas, en modo alguno remite a la esencia de las cosas, lo que no quita que ese obligar a pensar se nos imponga.
La lógica arendtiana recuerda una doble expresión: aparecer en lo que es y hacer aparecer. Este último término tiene la pretensión de restaurar o salvaguardar un aparecer permanentemente amenazado. De ahí el modesto alcance de esta especie de memoria; las valoraciones aquí expuestas no pueden disimular ir en oposición de una tendencia que disminuye e ignora en ocasiones a la mujer, no privativa de nuestra sociedad, pero también muy presente en ella.
Sobre las tres primeras mujeres seleccionadas se destaca ese fenómeno que fue el ninguneo, en el caso de Dulce María Borrero, en un congreso nacional de mujeres se le gritó e insultó, por lo que fue necesario hacer un acto de desagravio a través de la prensa. De manera institucional el Estado cubano, en la década de 1940, no valoró en su justa medida a la filósofa María Zambrano que llegó a la Isla en busca de trabajo y amparo. Para Lydia Cabrera el exilio significó dejar de existir en su propio país. Fue necesario penetrar en una gran cantidad de tiempo y de hechos, rastrear momentos dignos de salvar para Cuba y Latinoamérica, porque lo que intentamos —en última instancia— con este trabajo, es presentar una ética de responsabilidad histórica.
Tal vez parezca un tanto aburrido leer datos biográficos de las tres primeras mujeres seleccionadas para el estudio y es que sus historias estimularon mi propio relato, porque estas no representaron hechos cerrados, me suministraron el hilo para tejer significantes que indican que ese hilo conductor no es continuo, ni mucho menos progresivo. Cuando alcancé a conocer de muchas de sus intervenciones, escritos, discursos, anécdotas, me enseñaron que cualquier momento puede ser acontecimiento, un nuevo modo de contarnos.
Lo que haré es una especie de síntesis de filosofía y biografía cruzada con la posibilidad que nos brinda la sociología del conocimiento. Las vidas y las obras de las personas que nombramos interpelan los modos de las ciencias sociales. Las historias de las mujeres seleccionadas son únicas, con temas muy diferentes y circunstancias específicas. No obstante sus diferencias, la fibra ética —incluida la última— es única.
Charles Wright Mills destacó, en la década de 1960, que quien indaga los fenómenos sociales no ha de tratar lo peculiar como una extrañeza insustancial. En una parte del estudio, esas peculiaridades están relacionadas con una manera de mirar y pensar representativos, que como dice Mills, no producen ningún desconcierto insípido. Así lo demuestra la investigadora y ensayista Zaida Capote Cruz con el develamiento a obras que bien pudieran ser utilizadas por algunas de las ciencias sociales en Cuba.
No es contradictorio afirmar que en cualquier país latinoamericano y del mundo, las mujeres siempre han sido dominadas y al mismo tiempo resultaron ser mucho más activas de lo que parecen. Es necesario nombrarlas, visibilizarlas, aunque sabemos muy bien que ello no es suficiente.
Una vez, en una conferencia sobre el tema de los valores y la figura de Antonio Maceo alguien se levantó al final y me pidió que expresara mi opinión sobre el futuro de Cuba. Pregunta muy embarazosa, contesté lo siguiente: esperemos que sean positivos los cambios, pero nadie puede vaticinar el futuro, si eso se hubiera podido hacer en el mundo, entonces no hubieran florecido el nazismo y los campos de exterminio masivos. Con este tipo de reflexiones sucede otro tanto. Hablaré del valor de las palabras y del peligro de ellas a la misma vez, cómo la obra es siempre relación de lo ya sido, no domina nada de una vez para siempre, porque ningún relato constituye un fin, debe inclinarse siempre a un constante recomienzo, a una narración siempre recurrente, a esto se suma que no pocos estudios feministas han sido censurados por el desdén de las compuertas.
Le comenté a alguien algunos aspectos que tocaría en la investigación. Cuando insinué un aspecto neurálgico, de buena fe me pidió de manera categórica: “no te metas en eso”. Tendré que “caer en eso”, rozaré algunas cuestiones preocupantes, no queda otra, aunque hay temas que pertenecen en este espacio a lo fugitivo incesante. El funcionamiento social debe darse como la música de un coro, debe poseer cierta semejanza con el poema de Rainer María Rilke denominado precisamente “Cambio” donde el autor se refiere a la transformación interior, a la necesidad insoslayable de abandonar la contemplación y sumergirse en las profundidades íntimas.
Aunque me “meteré” de algún modo en eso, el objetivo es otro, la intención es conmemorar, revisitar, sistematizar, resaltar. ¿Quién ha visto conmemorar vaciando su revólver?
¿Quién no ha sufrido a esos que al comenzar a hablar invocan sus condiciones y fueros de sinceros, dicen que se las cantan a la paloma más pintada de coral y albura, que ellos lanzan verdades como por un tubo de lanzallamas, que en ocasión en que hablaban con un señor principal de horca y amo de cuchillos, le inundaron con toses de verdades y descargas biliosas de recuentos y defectos? Nos sorprenden, días después, por sus humildades y sometimientos, en cuanto los vemos hablando con algún señorón de cabeza de ganado y escaño a perpetuidad (Lezama, 2010: 91-92).
Recuerdo que hace unos años pude asistir a un curso denominado Derechos Humanos de las Mujeres, que ofrecía la Organización de Estados Americanos, la sede del encuentro radicaba en Costa Rica. El tema que llevé trataba sobre la prostitución en Cuba. El día de mi exposición dirigió el encuentro una funcionaria latinoamericana representante de la ONU que en cuanto terminé arremetió contra mí. Casi me pongo a temblar, que si era amiga de Vilma Espín (lo que no tenía absolutamente nada que ver con mi ponencia), que si los médicos cubanos la habían salvado una vez; me dijo unas cuantas cosas acerca del Período Especial; es decir, de la gran crisis económica que se desató en Cuba durante la década de 1990 y que todavía perdura, me habló de la solidaridad tremenda de los cubanos. Comentó desde “fuera” con su ropa y su perfume de funcionaria bien pagada, lo que yo “vivía” desde dentro. Era una etapa en que la prostitución existía con fuerza. Tuve la misma sensación que Simone Weil cuando se encontró con Simone de Beauvoir, esta última comenzó con un discurso académico y la primera la interrumpió de manera tajante y le dijo: ¡qué bien se ve que usted nunca ha pasado hambre!
Pascal comentaba que solo creía en los relatos de los testigos que habían muerto en la batalla.
¿Cómo creer, en efecto, a los que han podido sobrevivir en la batalla, por el acaso, la huida o un destino más propicio? […] Si para hacer relatos es necesario ser destruido por la misma batalla que se narra, es que hay una forma superior de testificar. Recordemos que en griego, testigo y mártir quiere decir la misma cosa… Pues en realidad el máximo de la contemplación es morir anegada en el espejo de su propio río (Lezama, 2010: 104).
Algo a tener en cuenta es el vínculo género-nación. En la década de 1950, el profesor y sociólogo Elías Entralgo destacó la necesidad de convertir el sueño martiano de ver una república cambiada no solo en lo económico y en lo político, sino también en lo espiritual. Las feministas pueden aportar algo a esta tarea impostergable.
“Oirás cantar una cosa que te deje el alma helada”, un verso del poeta Julián del Casal permanecerá a trasluz en el recorrido de una experiencia personal de la década de 1970, que culmina con la mención de estos tiempos en gran medida superados y otras situaciones que exigen intervenciones porque también nos hielan el alma. Por último, nos referiremos a la significación del desarrollo de una mirada con perspectiva de género, que no quede en una simple moda, en una campaña, sino que contemple el cambio como un hecho cultural, para que se articule con lo cubano y rompa una medida.
“Discurso del no método del no discurso, y así vamos”.
Julio Cortázar
(Rayuela)
Cuando se habla en pleno siglo xxi