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Pese a ser la única realidad inexorable que conocemos del futuro, no hablamos de la muerte. Evitamos el tema. El temor y la cultura hacen su tarea. No profundizamos ni su real significado ni lo que verdaderamente supone el final de la vida. Pues este libro hace algo diferente: se le planta a la muerte y conversa con ella para saborear más cada día de nuestra existencia. Su objetivo es movilizar a pensar distinto, a darnos cuenta que analizar la muerte hace bien y contribuye a una vida mejor. Todos sabemos que vamos a morir, lo que no sabemos es qué hace la muerte en vida con cada uno de nosotros ni cómo influye en nuestro inconsciente, como espanta nuestra reflexión. Y eso no es bueno. Por eso estas páginas plantean un desafío: aceptar la muerte es amar la vida, saber vivir es saber morir. Y lo interesante es cómo se presenta el reto. Esta es una sorpresa que va de la mano de lo que una negociación implica. Quizás su mayor virtud es que este es un libro profundo, que de una manera casi imperceptible va citando y examinando las diferentes posturas de filósofos e intelectuales de occidente, donde se tratan a conciencia temas no menores como las creencias ante la muerte, la vida después del final, la eutanasia, la clonación, el suicidio, la reencarnación, entre otros muchos que la muerte supone. Al final, la invitación a pensar nace de las entrañas de su mensaje al resaltar que, más que seres para la muerte, somos seres para la vida.
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Seitenzahl: 232
Veröffentlichungsjahr: 2023
MANUEL ALVAREZ TRONGÉ
Alvarez Trongé, Manuel Negociar con la muerte amar la vida / Manuel Alvarez Trongé. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-4083-6
1. Ensayo. I. Título. CDD A864
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Prólogo e introducción
PRIMERA PARTE - Negociar con la muerte
Capítulo I - Comprender la vida al reflexionar sobre la muerte
Capítulo II - De pensar en el tiempo de vida y llegar a un acuerdo
Capítulo III - ¿Qué supone exactamente el morir?
Capítulo IV - De aquello que no muere
Capítulo V - De las creencias
Capítulo VI - De una existencia distinta
Capítulo VII - De la reencarnación
Capítulo VIII - De premios y castigos
Capítulo IX - De las maneras de morir que suponen maneras de vivir
Capítulo X - Del suicidio, la eutanasia y la clonación
Capítulo XI - De honrar la vida y conseguir victorias
SEGUNDA PARTE - Amar la vida, filosofar la muerte
Capítulo XII - Primeras conclusiones
Capítulo XIII - Ser-para-la-vida
Capítulo XIV - La mirada externa de la muerte
Capítulo XV - La mirada de la muerte como algo interno
Capítulo XVI - Segundas conclusiones: Dos acepciones del “ser-para-la-vida”
PRIMERA ACEPCIÓN: EL DESEO DEL BUEN VIVIR
SEGUNDA ACEPCIÓN: LA LEALTAD A UNO MISMO
Capítulo XVII - Reflexiones del “ser-para-la-vida”
ELIZABETH KÜBLER-ROSS
FREDERICK NIETZSCHE
Epílogo
Aforismos finales
Agradecimientos
“Un hombre no puede vivir bien si no sabe cómo morir bien”.“No hemos de esforzarnos en vivir mucho sino en amar el vivir lo suficiente, pues para vivir mucho necesitamos el destino pero para vivir plenamente la sola diligencia del espíritu”.
Séneca
“El mundo real es mucho más pequeño que el mundo de la imaginación. Lo que no me mata, me fortalece. La verdad es que amamos la vida, no porque estemos acostumbrados a ella, sino porque estamos acostumbrados al amor. La esperanza es un estimulante vital muy superior a la suerte”.
Friedrich Nietzsche
“Una de las grandes limitaciones y aun debiéramos decir de las vergüenzas de las culturas todas… es que ninguna ha enseñado al hombre a ser bien lo que constitutivamente es… un ser mortal”. “La vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada”.
José Ortega y Gasset
“El ser-para-la-muerte propia significa una posición existencial del ‘ser ahí’…”.“Si llevo la muerte a mi vida, la reconozco y la enfrento directamente, me liberaré de la ansiedad de la muerte y de la mezquindad de la vida y sólo así seré libre para convertirme en yo mismo”.
Martín Heidegger
“…el ansia de no morir, el hambre de la inmortalidad personal, el conato con que tendemos a persistir indefinidamente en nuestro ser propio es nuestra misma esencia… es punto de partida personal y afectivo de toda filosofía y de toda religión, y es el sentimiento trágico de la vida. Vamos a verlo…”.
Miguel de Unamuno
“Por mala que la vida pueda parecer, siempre hay algo por hacerse, y tener éxito en ello. Mientras hay vida, hay esperanza".
Stephen Hawking
“…Desearía hacer zoom sobre esta palabra: “negociar”. El autor la define como “un proceso de comunicación mediante el cual se pretende conseguir un resultado”. Es, pues, una actividad que necesita, al menos, de dos actores. En el caso de este libro, cada uno de nosotros y su vida. Podría parecer un recurso teatral… fingir una conversación entre estos dos personajes, el Autor y la Vida. Pero en esta ficción hay algo muy real. La biografía de una persona consiste en realizar un proyecto bregando con las condiciones dadas. La primera de ellas, sus deseos, su carácter, su biología y el hecho inevitable de que tiene que enfrentarse con el envés de la vida, que es la muerte”.
José Antonio Marina
¿Por qué Negociar con la muerte?, ¿es posible hacerlo?, ¿puedo lograr algo de ella? Primeras preguntas lógicas que pueden inspirar el título de este libro.
Todas dudas razonables. Los efectos del final de la vida abren la curiosidad, intimidan, angustian y causan temor a la mayoría de los seres humanos.
Epícteto1 decía que “La fuente de todas las miserias para el hombre no es la muerte, sino el miedo a la muerte”. Y este temor es propio de cada persona. Algunas lo sienten por lo que supone el proceso previo a la muerte: la decrepitud2, el padecimiento de alguna enfermedad, los dolores, el sufrimiento físico y psíquico; y otros por lo que se origina después de la muerte: el futuro de los seres queridos que quedan con vida y, entre otras, las consecuencias personales del dejar de ser humanos.
Pues bien, de estos temas y, especialmente, de lo que conllevan, hablaremos en los capítulos siguientes pero de una manera muy especial, como en seguida descubrirán.
El epígrafe precedente proviene del prólogo de un anterior libro mío, Negociar con la vida3. Fue escrito por el conocido filósofo y pedagogo español José Antonio Marina y quiero usarlo aquí para explicar el origen de Negociar con la muerte.
Marina cita el concepto de “Negociación”, explica que presupone un proceso de comunicación, agrega que podría celebrarse utilizando “un recurso teatral” al “fingir una conversación entre… dos personajes”, y da pie con su frase final, a la esencia de lo que aquí haremos: “La biografía de una persona consiste en realizar un proyecto bregando con las condiciones dadas… y el hecho inevitable de que tiene que enfrentarse con el envés de la vida, que es la muerte”.
Pues bien, ese “hecho inevitable” ha conducido a este libro.
Negociar con la vida fue una plataforma de lanzamiento para reflexionar sobre lo que supone ser mortal. Lo explicaba así en su capítulo III4: “¿Cuándo fue la primera vez… que tomó conciencia de que estaba con vida?… La mayoría de las veces, ese instante en el que nos damos cuenta de que la vida es vida tiene mucho que ver con darnos cuenta que la muerte es muerte. Es que al darnos cuenta de su finitud, valoramos su esencia… Su límite, su temporalidad, opera como disparador de su aprecio”. Justamente, la aceptación de que el final es ineludible y que sucederá en un futuro incierto pero inexorable, supone la toma de conciencia cierta y valorización del presente, valioso y desafiante.
Esta última conclusión me llevó a negociar con la vida y a pensar “con ella” sobre qué tenemos que hacer para saber vivir. Y deambulamos por muchos temas para analizarlos y decantarlos siguiendo la historia y la mirada de diferentes filósofos. Fue así que reflexionamos sobre el bien y el mal, sobre nuestra identidad, sobre el sentido de nuestras vidas, sobre los cambios a través de los años, y pensamos a fondo temas como la amistad, la felicidad, la libertad, el trabajo, la educación y la toma de decisiones. Este fue el recorrido del libro anterior. Pero, como es lógico, quedaron infinidad de enfoques y temas pendientes y entre ellos los conexos al saber morir.
Por eso nació Negociar con la muerte.
Stefan Zweig, un célebre pensador austríaco, filósofo, escritor y activista social, dijo bien a principios del siglo pasado5 “no basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más importante, más fecunda y más alegre”.
Este último es el objetivo de estas páginas: hacer la vida mejor, “más fecunda y más alegre”, partiendo de un sereno reconocimiento y comprensión del final inevitable que nos obliga a celebrar y a amar la vida y su tiempo restante.
Verán ustedes a lo largo de estas páginas que es este un camino de liberación y crecimiento que contribuye a superar una de las mayores angustias del ser humano desde que es humano: su propia muerte.
Su propósito es movilizar a pensar distinto y su punto de partida una verdad que no vemos (o no queremos ver): todos sabemos que vamos a morir, lo que no sabemos es qué hace la muerte en vida con cada uno de nosotros, cómo influye en nuestro inconsciente, cómo impacta en nuestra conducta, cómo espanta a nuestra reflexión.
Por eso es que estas páginas que aquí comienzan invitan a leer despacio un desafío que interpela: aceptemos la muerte y amemos la vida. Es complejo entender la muerte pero más complejo es la consecuencia de no intentarlo. Sin esa búsqueda profunda, el temor triunfa, nos manipula y logra que el subconsciente impida nuestra plena madurez y el merecido disfrute del privilegio de estar vivos.
Saber vivir es saber morir
Lo dijo bien Elizabeth Kübler-Ross cuando explicó que “Sólo cuando realmente sabemos y entendemos que tenemos un tiempo limitado en la tierra, que no tenemos manera de saber cuándo acaba, entonces comenzaremos a vivir cada día al máximo, como si fuese el único que tenemos”.
Por eso la importancia de hablar de la muerte y superar la angustia que la silencia.
Don Miguel de Unamuno6, uno de los pensadores que ha reflexionado con mayor profundidad el tema (y que citaremos con frecuencia a lo largo de este recorrido), en su libro Del sentimiento trágico de la vida7nos deja claro la magnitud de esta desdicha y la relevancia de pensarla. Hacerlo es un camino para vivir mejor que no asegura una solución pero sí un acto de valor y de crecimiento personal indiscutible.
Es que ignorar y evitar esta reflexión es un error que esconde la razón de la angustia: la muerte se ha instalado en nuestras mentes como un tema tabú que supone dolor, sufrimiento, tristeza y, especialmente, frustración y miedo por la amenaza de dejar de ser. Nace allí la inquietud, a veces la desesperación y, en la enorme mayoría de los casos, el “hambre de inmortalidad”, descripta por Unamuno como respuesta. De esta forma, la muerte triunfa sobre nosotros y nos maneja subrepticiamente, por detrás de nuestra conciencia y nos prohíbe, justamente, pensar en profundidad restándonos competencia para celebrar a conciencia y enamorarnos de cada día de nuestra existencia.
Y el resultado está a la vista: no conversamos de la muerte, no queremos hacerlo, postergamos cualquier reflexión a fondo sobre el tema y, en demasiadas oportunidades, asumimos ficciones y nos aferramos a ellas víctimas del terror causado por el dejar de vivir. El pánico, el recelo, la aprensión y la desconfianza nos impiden enfrentar el tema con determinación.
Pues en estas páginas haremos lo contrario. Nos plantaremos de cara a la muerte, la miraremos de frente, la “escucharemos”, conversaremos y negociaremos con ella para naturalizar no sólo su realidad sino sus consecuencias. Y para ello, nos pondremos en su lugar para intentar comprender en forma cabal lo que la muerte implica. El objetivo es claro: desterrar la cobardía con la reflexión e intentar entender con el análisis. Esto también es ser humano, e implica un paso adelante en apreciar y mejorar la vida. Y esto es sabiduría: amar lo que el tiempo nos regala.
Pensar el final hace tomar conciencia del privilegio de estar vivos, relativiza las penas y valoriza cada instante de nuestro devenir. Como ha explicado André Malraux, el valor y la importancia del morir se presenta “en la medida en que nos hace reflexionar” sobre el valor de vivir. Lo vuelvo a repetir para que quede claro: este es el objetivo de este libro, analizar la muerte para darnos cuenta y mejorar la vida.
Lo explica bien Fernando Savater al decir8“La muerte sirve para hacernos pensar, pero no sobre la muerte sino sobre la vida. Como en una frontera impenetrable, el pensamiento despertado por la muerte rebota contra la muerte misma y vuelve para botar una y otra vez sobre la vida. Más allá de cerrar los ojos para no verla o dejarnos cegar estremecedoramente por la muerte, se nos ofrece la alternativa mortal de intentar comprender la vida”.
Darnos cuenta, además, de que este punto final puede presentarse en cualquier momento es sinónimo de realidad y, como antes se mencionó, de cierta emancipación para un mejor vivir. Puede que la muerte no sea probable pero sí posible. Por esa razón, admitir a conciencia la inminencia de la muerte es un acto de madurez necesario para honrar la vida. Hace a la condición humana, a su esencia, a su naturaleza. Y aceptar, sin engaños, que la finitud indefectible de cada uno puede alcanzarnos en cualquier instante, es valentía y razón suficiente para celebrar y amar cada momento del camino vital.
Lo curioso, y que a todos debería llamarnos más la atención, es el silencio. Pese a la evidencia del alcance universal de la muerte, la gran mayoría de los seres humanos es reacia a hablar en detalle de lo que significa dejar de ser, justamente, humanos. Y esta postura parte de una premisa lógica: no queremos morir. Pero debemos entender que no querer morir no es lo mismo que no reflexionar sobre su significado para la vida. Es paradójico que no hablemos de lo único que sabemos que va a ocurrir. No nos preparamos para vivir “con” la muerte.
En la mayoría de los casos nos auto engañamos9 difiriendo cualquier indagación de esta verdad incontestable o, en muchos supuestos, interpretando o dejándonos seducir por teorías basadas en la fe que sostienen que no hay final de la vida sino el comienzo de una nueva.
Nos cuesta reconocer, en nosotros mismos, que el fin de ser humano es el fin de mi humanidad y que este final puede ocurrir en el próximo instante. Esta es la razón oculta que nos conduce a no pensarla, a diferir un análisis profundo y configura un síntoma: la evidencia de su no aceptación integral individual. Por eso es que guardamos silencio. No conversamos de esta certeza con nuestros seres queridos ni lo hacemos con nosotros mismos porque en nuestro interior estamos convencidos, como analiza Freud, de que no sucederá ahora ni mañana.10
Huimos, de este modo, hacia adelante construyendo una defensa poco creíble pero efectiva: la de pensar que no pensarla a fondo es la mejor manera de eludir su inevitabilidad.
¿Por qué lo hacemos?
¿Cuál es el motivo por el cual la gente se rehúsa a conversar y profundizar, como antes aludimos, la única certeza que tiene en esta vida? Es que realmente es la única, pensémoslo juntos.
Podemos especular con lo que ocurrirá en el futuro, proyectar una carrera, una familia, el crecimiento o el desarrollo de los seres queridos o lo que haremos el día de mañana, pero sean cuales fueren nuestros pensamientos a futuro, el único certero e infalible y que inevitablemente ocurrirá es la propia muerte. ¿Por qué entonces no analizarla sin eufemismos? ¿Creemos que al no hacerlo la evitamos?
Obviamente el temor se hace presente. Lo hemos señalado antes. El miedo paraliza el análisis. Hablar de la muerte, para muchas personas, es sinónimo de tratar un tema entre escabroso y tabú, entre peligroso e inconveniente. Como si, en muchos casos, existiera un rechazo visceral a la cuestión.
Algunas personas, inclusive, piensan que conversar, leer o profundizar al respecto, es una invocación a su presencia. Ojalá la invocación de su opuesto tuviera los mismos efectos: con esta misma línea de pensamiento invocar la salud podría traer salud, invocar la justicia podría traer justicia. Pero la gente sabe que esto no es así. Hablar de un tema, analizarlo, entenderlo, es precisamente eso: estudiarlo para intentar su comprensión, no para generar sus efectos.
Es comprensible, de todos modos, y son respetables las diferentes miradas. Cada cual tiene una relación peculiar con la muerte. Influye la edad, las circunstancias, la historia propia. Por eso es razonable que a algunas personas les cueste hablar o pensar lo que la muerte significa y es lógico interpretar que en la mayoría de los casos hay temores enquistados y dolor por la muerte o posibilidad de muerte o indefensión de un ser querido o una suerte de proyección de situaciones vividas y hasta de la influencia de circunstancias cargadas y nutridas por los años.
La cultura y las circunstancias nos marcan. En términos generales puede decirse que oriente considera a la muerte como una graduación, occidente como una tragedia. Analizaremos estas diferencias.
Obviamente nuestro estudio tendrá más que ver con nuestra cultura americana y europea, ya que es esta quien ha formado a nuestros abuelos, a nuestros padres, a nuestro círculo y, por ende, a nosotros mismos. Allí está nuestra circunstancia, lo que nos circunda. Ortega y Gasset, a quien citaremos con frecuencia, decía: “soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”11. Pues precisamente, eso haremos: intentaremos “salvar” y ocuparnos del porqué de esta mirada de la muerte que nos rodea, que nos “circunda”; es decir, que se aloja en la historia que nos constituye.
Sabemos que existen en esta mirada resquemores, heridas no cicatrizadas y sensaciones que generan emociones negativas y delicadas. Es absolutamente respetable entender a las personas que tienen esa opinión sobre la muerte pero es conveniente que intentemos una mirada distinta desde el otro extremo: reflexionar sobre la muerte (y, especialmente, negociar con ella, como luego veremos) no sólo no produce ningún efecto contraproducente sino que es absolutamente necesario y conveniente para vivir mejor.
De alguna manera, vivir bien es aceptar la muerte.
La filosofía, la religión y la literatura han hablado y escrito mucho del tema.Hay una serie importante de filósofos, escritores, teólogos, cineastas, músicos, psicólogos, religiosos, intelectuales y artistas en general que han analizado la muerte. Prácticamente todos los grandes pensadores lo han hecho. Y por eso en las páginas que vendrán pensaremos junto a grandes filósofos y artistas de la historia para que nos ayuden en el camino de comprender la muerte.
Desde los griegos con la comedia de Aristófanes y las reflexiones finales de Sócrates, enriquecidas por Platón, los Estoicos y Séneca, hasta la fabulosa pluma de Machado, Borges, Nervo, pasando por Agustín, Spinoza, Kierkegaard, Hume, Kant, Schopenhauer, Nietzsche, Freud, Unamuno, Ortega, María Zambrano, Simone de Beauvoir, Albert Camus, Jean-Paul Sartre o los extraordinarios análisis de Heidegger y Derrida o los más recientes de Salvador Paniker, Elizabeth Kübler-Ross, Fernando Savater, Darío Sztajnszrajber, Antonio Damasio y de Byung-Chul Han (entre muchos otros que no nombramos aquí pero que iremos citando), han sido inspiración de estas páginas.
La lista de grandes autores que han tratado el tema es innumerable. Todos nos ayudarán en la cavilación. Es que pensar en profundidad la vida es filosofar y la meditación que supone el hacerlo tiene una parada inevitable en pensar la muerte.
La historia de la humanidad está plagada de testimonios vinculados con el desafío que esto implica. Pero el objetivo de este libro no es un tratado que analice a distintos pensadores sino que distintos pensadores nos ayuden a “tratar” la muerte. Al final, estas hojas pretenden un “tratado de lo intratable”. Y se trata (nunca tan justo el término), precisamente, de comprender que la vida incluye a la muerte como puente de acceso, a una mejor manera de vivir.
Para lograr entenderlo (o al menos subir un escalón en el intento), este libro presenta una propuesta algo extraña, dividida en dos partes y sus respectivos capítulos.
En primer lugar este Prólogo que es la introducción a esta obra.
Luego ingresamos al corazón del libro y comenzamos su Primera Parte: la negociación con la muerte. Allí, el Capítulo 2 se aboca a explicar los hechos. La escucharemos y haremos el enorme esfuerzo de entenderla. La sorpresa que esta parte entraña merece cierta incertidumbre. Lo que sí es conveniente adelantar es que tendrá varios capítulos ex profeso, para separar temas tan delicados como complejos que merecen un apartado y una reflexión individual. Su propio peso explicará esta decisión a medida que se lea lo que cada uno implica.
En el final, la Segunda Parte, explicaremos un concepto central que irá surgiendo a través de los diferentes capítulos, porque necesita de “fuego lento”. De otra manera no alcanza el “punto”. Intentaremos filosofar en base a lo que se “negoció” y presentaremos una tesis (nada menos…), sobre el destino del ser.
Pues bien, este es el esquema general.
Vamos ahora a comenzar la negociación con la muerte. Pero vamos a ir despacio. El concepto lo amerita.
Lo explico brevemente.
Negociar es, esencialmente, tratar un asunto. Implica, como antes vimos, un proceso de comunicación donde se utilizan diferentes técnicas y herramientas para obtener un resultado. El tratamiento y la conversación que supone, como lo deja entrever el epígrafe, en la mayoría de las veces, conlleva que el resultado pretendido puede ser diverso para cada uno de los participantes. Lo interesante es que, comprender la postura de nuestro interlocutor siempre es, de por sí, un resultado valioso para el intelecto. Y comprender, como bien decía el genial Spinoza12, es “el principio de aprobar”. Al menos en lo que se refiere a la aceptación de los motivos de una postura, no de su consenso.
Pero “Negociar” implica aún un paso más.
El Diccionario de la RAE dice que negociar es “tratar” asuntos “procurando su mejor logro”. Bajo este marco tan amplio que estamos describiendo, conjugar el verbo “querer” es de algún modo negociar. Pretender un objeto, desear algo, necesitar una explicación o una aclaración es ir en busca de un resultado. Este último, en muchos casos, implica un acuerdo pero existen otros, en donde el acuerdo que pensamos no se alcanza y, a pesar de ello, el proceso de negociación existió igual. Esto podría suceder si negocio con la muerte y no alcanzo un acuerdo tradicional pero logro conversar con ella para plantearle mis dudas y obtener respuestas.
Veámoslo con más detalle para que se entienda bien.
Siendo la negociación un proceso de comunicación, lo que haremos en las páginas siguientes es ingresar en una ficción y hacer hablar a la muerte. Asistiremos y seremos testigos de una conversación. Por ahora no necesitamos más anticipos (ni “spoileos”), sólo comprender bien lo que supone la acción de comunicación con un tercero. Y para ello necesitamos entender sus diferentes modos y variables. Comunicarnos con otro, esencialmente, significa hacer a una persona partícipe de lo que se tiene y abrirnos, con escucha activa, para permitir el proceso en la dirección contraria. Es decir, es un camino de ida y vuelta. Se puede dar utilizando distintos métodos y costumbres. El más usual es conversando, de palabra o por escrito, pero existen otras vías que hoy la tecnología ha multiplicado (y continuará haciéndolo) como el envío de mensajes con códigos comunes.
Pues bien, si negociar, en esencia (y sintetizando al máximo al concepto), es comunicarse con alguien para obtener algo, debemos preguntarnos si es factible, también, la negociación individual, es decir, con uno mismo. Si hacemos el análisis teniendo en cuenta la definición de comunicar, podemos sostener que sí.
Cuando pensamos un tema, cuando analizamos una conducta, cuando reflexionamos sobre lo que vamos a decir en tal o cual situación o previo a adoptar una decisión, internamente iniciamos un proceso de comunicación en nuestra mente, con nosotros mismos. En nuestro cerebro, comienza un trabajo de análisis donde nos hacemos saber diferentes puntos de vista, nos hacemos partícipes de lo que tenemos, lo intentamos descubrir y precisar e inclusive recibimos mensajes, ideas, señales de distinta índole, calibre y tipo que moldean un primer pensamiento que es necesario pulir. Nace así la duda, la incertidumbre, la reflexión, el pensamiento crítico previo a consolidar una postura. Eso es “hablar” con alguien particular, y muchas veces supone el hablar con uno mismo.
Pues bien, ese procedimiento de comunicación interna es una negociación propiamente dicha. Es evidente que no hay dos personas que se comunican entre sí (¿o sí existen dos personas dentro de cada uno?), pero eso no significa que los seres humanos no nos comuniquemos con nosotros mismos. ¡Y vaya que lo hacemos antes de tomar una decisión!
Partiendo de esa base hemos planteado el argumento central inspirador del anterior libro de esta “saga” que antes mencioné, Negociar con la vida13.
¿Por qué entonces no hacerlo con la muerte?
Esto abre un vínculo entre los dos libros: ambos invitan a la aventura de reflexionar sobre lo que nos pasa. Pero en este caso, el significado del fin humano y sus implicancias son conceptos que nos desafían a fondo. Se trata de comprender que la vida, “aquello que nos sucede mientras nos ocupamos de otros planes”14, termina y justamente esto, el hecho de dejar de ser humanos, invita a pensar en profundidad.
El gran reto es cómo hacer para que este análisis, tan difícil y lleno de temores y rechazos, sea atractivo. Y esa es la novedad de este libro.
Lo que estas páginas plantean es un desafío que va un paso más allá de presentar ideas y opiniones a través de un diálogo profundo: se pretende negociar con la otra parteuna serie de respuestas para vencer los temores y las dudas que la muerte inspira.
No solemos hablar de estos temas en detalle, nos quedamos en la superficie y por eso tejemos misterios y leyendas a su derredor. Pues llegó la hora del “sapere aude”, del “atreverse a pensar”15 y por eso negociaremos con quien representa el final de la vida, para servirnos de nosotros mismos y usar nuestra razón.
Lo haremos en forma de encuentro y conversación. Son famosos los diálogos escritos por Platón16 y, entre muchos otros, por el genial David Hume17. Y estas han sido negociaciones que se realizaron con distintos personajes de ficción, inclusive dándole voz a quienes carecen de ella18, que han representado distintas visiones de temas profundos y que han contribuido a razonar junto al lector.
En esa línea, y como verán más adelante, haremos algo similar: “dialogaremos” con la muerte.
¿Cómo lo haremos?
Pues le daremos cuerpo para hacer el proceso más elocuente. Se hará presente la prosopopeya. ¿En qué consiste? En que atribuiremos en el capítulo siguiente, cualidades y habilidades humanas (como los gestos, el razonamiento o el habla) a la muerte. Esta herramienta literaria es muy antigua. Fue usada por Platón en el Dialogo Critón cuando este intenta convencer a Sócrates de fugarse de prisión y Sócrates le responde19 dándole vida a las Leyes y haciéndolas hablar con él. Fue también usada en el cine20 y la música21 como modo de darle fuerza al mensaje que el tema conlleva.
Intentaremos algo similar. En este caso será para “escuchar” y comprender el punto de vista de la muerte. Nosotros sabremos que “negociaremos” con nosotros mismos al leer y procesar lo leído, pero leeremos el resultado de un diálogo. Habrá consultas e intercambio de ideas entre dos actores, donde personificar la cuestión le dará más “cuerpo” (literalmente) a la reflexión y hasta hará del proceso (y de lo delicado y difícil del tema), algo más comprensible y digerible.
¿Por qué no hacerlo entonces?
Imagínense ahora ustedes sentados en un bar conversando con un ser que personifique a la muerte.22
Si así fuere el caso, ¿qué le preguntarían a la muerte? ¿Sería un señor o una señora? ¿O una joven con mirada dulce o un joven del montón, indiferente? Imaginemos a la muerte como queramos pero hagamos el ejercicio. Démosle cuerpo y pensemos ese diálogo. ¿Me viniste a buscar a mí? ¿Por qué ahora? ¿Adónde me llevas? ¿Puedo cambiar o postergar el destino? ¿Para qué lo haces? ¿Qué opciones tengo? ¿Puedo modificar lo que dejo? ¿Tengo tiempo para temas pendientes?
Estas preguntas abren la ficción (¿o no?) pero el proceso ayuda para plantearle incertidumbres a la muerte, transmitirle nuestros miedos, contarle nuestra mirada, compartir intereses propios e intentar consensuar nuestro futuro (si es que hay algo para consensuar).
Lo realmente importante es que cada uno pueda proyectar el diálogo, reflexionar su postura y escuchar lo que la muerte tiene para decir. Esto supone negociar con ella para entenderla mejor y, quizás, para llegar a algún tipo de acuerdo (¿con ella o con nosotros mismos?).
¡Pues allá vamos!
1 Filósofo griego de la escuela estoica (55 a 135 d. C.).
2 Salvador Paniker (1927-2017), el famoso pensador catalán, ha escrito un libro profundo sobre este tema: “Diario del anciano averiado”.
3Negociar con la vida, filosofar con los grandes, pensar con usted. Editorial Grijalbo, 2015, pág. 8.
4Negociar con la vida, pág. 59.
5 En su obra Momentos estelares de la humanidad, 1927.
6 Miguel de Unamuno y Jugo nació en Bilbao (1864) y murió en Salamanca (1936) a los pocos meses de un episodio que tuvo a la muerte como protagonista y que viene a cuento por el vínculo con el tema central de este libro. El 12 de octubre de 1936, ya en Guerra Civil, en la Universidad de Salamanca y con motivo de la fecha, hablaron distintas personalidades utilizando alguna de ellas expresiones de violencia inusitadas. Unamuno, como Rector, respondió con un discurso contra el odio y fue interrumpido por el General franquista Millán Astray bajo el grito de “Viva la muerte y muera la inteligencia” a lo que Unamuno, en un acto de valentía extrema, dijo: “Acabo de escuchar el grito de “viva la muerte”; esto suena lo mismo que “¡Muera la vida!”… Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis demasiada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha: razón y derecho…”.