No soy un gánster, soy un promotor de lectura - LUIS BERNARDO YEPES - E-Book

No soy un gánster, soy un promotor de lectura E-Book

Luis Bernardo Yepes

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Beschreibung

Quienes abran este libro encontrarán en él inquietantes y útiles reflexiones sobre la promoción de la lectura y sus propósitos, este no es un libro tradicional de teoría acerca de ese tema ni mucho menos una guía de actividades prácticas. Más bien se trata de una suerte de testimonio sobre la formación de un lector y sobre su progresiva toma de conciencia acerca del rol que pueden desempeñar la lectura y las bibliotecas en la construcción de nuevos paradigmas sociales.

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Veröffentlichungsjahr: 2022

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Yepes Osorio, Luis Bernardo

No soy un gánster, soy un promotor de lectura / Luis Bernardo Yepes Osorio. -- Bogotá : Panamericana Editorial, 2018.

160 páginas ; 21 cm.

ISBN 978-958-30-5809-7

1. Promoción de la lectura 2. Libros y lectura 3. Bibliotecas públicas - Actividades I. Tít.

028 cd 22 ed.

A1622262

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Luis Bernardo Yepes Osorio

Prohibida su reproducción total o parcialpor cualquier medio sin permiso del Editor.

Segunda ediciónen Panamericana Editorial Ltda., agosto de 2019

Primera edición en Panamericana Editorial Ltda., septiembre de 2013

© Luis Bernardo Yepes Osorio

© Panamericana Editorial Ltda.

Calle 12 No. 34-30, Tel.: (57 1) 3649000

www.panamericanaeditorial.com.co

Tienda virtual: www.panamericana.com.co

Bogotá D. C., Colombia

ISBN DIGITAL 978-958-30-4736-7

Editor

Panamericana Editorial Ltda.

Diagramación

CJV Publicidad y Edición de libros

Diseño de carátula

Rey Naranjo Editores

Pórtico9

A modo de presentación.¿Por que promover

la lectura? 15

No soy un gánster, soy un promotor

de lectura23

El promotor de lectura en una ciudad

en guerra47

El testamento lector de un promotor

de lectura81

Una huevonada llamada bibliotecología

desde donde se promueve la lectura107

En entrevista: un promotor de lectura

anclado en zona de confort121

Epílogo153

Este libro está dedicado a todos los promotores de lectura lati-noamericanos que han amado sin condición el ensayo No soy un ganster soy un promotor de lectura, para ellos que han hecho de este testimonio un pequeño “clásico” del amor a esta labor.

Luis Bernardo Yepes Osorio

Si bien quienes abran este libro encontrarán en él inquie-tantes y útiles reflexiones sobre la promoción de la lectura y sus propósitos, este no es un libro tradicional de teoría acerca de ese tema ni mucho menos una guía de actividades prácticas. Más bien se trata de una suerte de testimonio so-bre la formación de un lector y sobre su progresiva toma de conciencia acerca del rol que pueden desempeñar la lectura y las bibliotecas en la construcción de nuevos paradigmas sociales.

Desde su irreverente título, No soy un ganster, soy un promotor de lectura, el libro revela su condición de texto en primera persona, provocativo, de una inesperada sinceridad y, sobre todo, comprometido con los procesos de equidad y de paz en Colombia. Luis Bernardo Yepes utiliza su tra-yectoria de vida para mostrar y demostrar las posibilidades reales de la lectura como instrumento transformador de la sociedad. No estudia casos, expone su experiencia personal: la de un joven proveniente de una familia humilde de Mede-llín, crecido en un hogar donde los libros no desempeñaban un papel protagónico, y su transformación no solo en un lector apasionado, sino en un “proselitista de la lectura”, en uno de los principales actores de su promoción, primero en

Pórtico

ANTONIO ORLANDO RODRÍGUEZ

su ciudad natal y, más tarde, en toda Colombia. E incluso más allá.

Yepes estudió en la Universidad de Antioquia y formó parte de una de las más brillantes promociones de egresa-dos de la Escuela Interamericana de Bibliotecología, junto a Adriana Betancur Betancur y Didier Álvarez Zapata. Junto a esos dos colegas expuso, en el II Coloquio Internacional del Libro Infantil, celebrado en Medellín, en 1993, un estudio de singular importancia titulado La promoción de la lectura en Medellín y su área metropolitana: algo en broma muy en serio. En ese trabajo de investigación, los jóvenes biblio-tecólogos no solo hacían un recuento histórico de los hitos de la promoción de la lectura en la ciudad y una evaluación de sus efectos, sino que enfatizaban la necesidad de impulsar una labor de conceptualización y análisis que fundamentara, con cimientos sólidos, las acciones a favor de la lectura, y apostaban por darle al asunto un carácter no solo cultural y educativo, sino social. Ese notorio compromiso con la realidad, con la lectura como instrumento de transforma-ción individual y colectiva, es un rasgo muy marcado en el quehacer y la proyección de esa generación de profesionales de la bibliotecología en Medellín, quienes, sin desdeñar del todo el lado “romántico” e “idealista” de su trabajo a favor de la formación de lectores y el acceso democrático a la in-formación y la literatura, lo han insertado en el debate social y político de su país.

En el caso de Luis Bernardo Yepes Osorio, su vincu-lación, desde sus años de estudiante universitario, con la FundaciónRatón de Biblioteca, que a principios de la década de 1990 apoyó bibliotecas populares en las

PÓRTICO

comunas más pobres de la periferia de Medellín y de-sarrolló en ellas un programa de cajas viajeras, fue clave en su trayectoria profesional. Fue precisamente en esos años, en 1991, para ser más exactos, cuando lo conocí, durante mi primera visita a Medellín, para impartir un curso sobre la historia de la literatura infantil y juvenil en América Latina. El entusiasmo y la vitalidad de Yepes, su avidez para apropiarse de los nuevos conocimientos y su capacidad de comunicación me permitieron intuir que estaba ante un líder cultural en ciernes. No hubo que esperar mucho para comprobarlo. Su labor en el área de cultura y bibliotecas de Comfenalco Antioquia propició en él una mirada más abarcadora y creativa, estimuló el compromiso con la labor de los educadores y los bibliotecarios, y, sobre todo, alentó el deseo de apro-piarse creativamente de las tendencias contemporáneas de una bibliotecología al servicio de las necesidades de la ciudadanía, siguiendo el ejemplo de Gloria María Rodríguez Santa María, figura clave de esta profesión en el ámbito latinoamericano. La publicación en 1998 del libro de YepesElaboración de proyectos institucionales de promoción de lecturaconstituyó una importante contribución metodológica y también un llamado a con-vertir en acciones perdurables programas educativos y culturales condenados, con frecuencia, a una existencia lamentablemente efímera.

No soy un gánster, soy un promotor de lecturaestá con-formado por cinco textos precedidos por una suerte de de-claración de principios, en la que el autor lanza interrogantes primordiales: ¿por qué promover la lectura? ¿Qué hay detrás

ANTONIO ORLANDO RODRÍGUEZ

de las acciones y estrategias para acercar a niños, jóvenes y adultos a la experiencia lectora? Su convicción de que la promoción de la lectura “debe buscar la promoción del ser humano, entendido por este un ser solidario, comprensivo, generoso, inteligente y valiente” es uno de los cimientos sobre los que descansa el libro.

El capítulo que da título a la obra tiene un marcado carác-ter autobiográfico. “Tuve todo para ser un gánster, nací en uno de los barrios bajos de Medellín, en Colombia, un país que siempre está en guerra”, nos dice Yepes. Y a continua-ción nos revela cómo quien parecía predestinado a ser un delincuente descubrió, a través de la literatura y los libros, un camino de formación personal y un compromiso de vida. Escrito pensando en interlocutores juveniles, y entretejido con anécdotas y confesiones íntimas, este testimonio es un mentís a los estereotipos del determinismo social y una de-mostración de que las puertas están ahí, solo hay que tener la determinación de franquearlas.

En “El promotor de lectura en una ciudad en guerra”, Yepes reflexiona sobre la naturaleza de su trabajo y sobre lo que ambiciona lograr a través de él. “Mi objetivo va más allá de contribuir a la conformación de una sociedad lectora”, declara, subrayando su compromiso con las utopías posibles: “Yo promuevo la emancipación de los seres, y la lectura es apenas un medio con el que aspiro a conseguirlo”.

El tercer capítulo, “El testamento lector de un promotor de lectura”, es un repaso de libros que, según Yepes, lo mar-caron en diferentes etapas de su vida y por distintos motivos. ¿Cuáles son los cambios que ocurren en nuestra alma y nuestro cerebro cuando somos tocados por ciertos libros?,

PÓRTICO

se pregunta. Las obras de Verne, Rulfo, Canetti, Calvino, Monterroso y otros más se imbrican para construir al lector y, a través de él, al hombre. Este recuento de títulos y autores es, sin duda, todo un ejercicio de promoción de lectura, que motivará a unos a ir en busca de las obras evocadas, y a otros, a reencontrarse con ellas o a extrañarse de su inclusión.

Con el humor y el ánimo desacralizador que suelen estar presentes en sus textos, el autor titula el último capítulo “Una huevonada llamada bibliotecología” y, nuevamente, a través de la vivencia y de la reflexión, comparte ideas que apuntan “a una bibliotecología temeraria y provocadora”, con hondas raíces en el entorno social.

No soy un gánster, soy un promotor de lecturaes una incitación a entender la promoción de la lectura como un proceso vivo, dinámico y, sobre todo, cambiante, que deman-da de cada una de las personas comprometidas con él no solo momentos de acción, sino también de reflexión acerca de los cómo y de introspección acerca de los por qué y los para qué. Lo mejor de las historias de que es portador este libro –la de Luis Bernardo Yepes, gánster frustrado y maestro de promotores de lectura, por una parte; la de la promoción de la lectura en Medellín y en Colombia, por otra– es que sus finales aún no se avizoran, están abiertos, en construcción, llenos de posibilidades para el futuro y de sorpresas.

Antonio Orlando Rodríguez

A modo de presentación.¿Por que promover la lectura?

Mientras intento escribir sobre promoción de lectura, un acontecimiento me fastidia: las noticias anuncian que la guerra en Colombia sigue viva después de más de medio siglo.

¿Qué tiene que ver la guerra con la promoción de la lectura?

¿Por qué algunos promovemos la lectura?

Intereses de los promotores de lectura

En América Latina existe una camada de promotores de lectura con una diversidad de intereses. Muchos suelen estar al servicio del mejor postor sin tener conciencia del motivo que los impulsa a promover la lectura, es decir, de cuáles son los propósitos que persiguen.

Están quienes buscan que los chicos consigan exce-lentes notas, es decir, que resuelvan unas preguntas que nunca se han formulado, todo por obtener un certificado escolar.

Otros procuran, por medios legales o no, legítimos o no, que la comunidad lea determinados materiales, pues con ello aumenta la cuenta bancaria de su jefe y garantizan su propio sustento.

LUIS BERNARDO YEPES OSORIO

Algunos se concentran en un proyecto ideológico o moralizador. Ese es su terreno, pues, según ellos, por ese camino se logra la redención y se consigue el bienestar universal.

Hay quienes lo hacen como borregos, fieles a un postulado (¿apostolado quizás?) de un brillante confe-rencista, sin importar las contradicciones de su propio entorno.

Están los que como el apóstol Tomás solo creen en lo que ven, por ello sus actuaciones son un cúmulo de acciones producto de lo que ven o creen ver, sin darle cabida al acto creador.

Los buenos camaradas la tienen fácil, promueven en exclusiva los libros de sus amigos, o los de quienes res-ponden sus correos, o los de escritores que conocieron en congresos y talleres, o los de quienes les firmaron autógrafos o les aceptaron una invitación a conversar con niños en una biblioteca pública o a tomarse un café solitario.

Otros promueven la lectura con un discurso hipo-tético, especulativo, supuesto, imaginado, sin untarse de realidad y citando grandes pensadores de la historia o librescas investigaciones, distantes de un entorno inmediato urgido de una lógica en la que impere el sentido común.

Algunos más hacen de la promoción de la lectura un espectáculo circense, un acto con pretensiones de desarrollo en una carpa de circo.

Y así se pueden seguir indicando los variopintos

¿POR QUÉ PROMOVER LA LECTURA?

protagonistas: quienes centran su acción únicamente en libros de literatura, o los que solo promueven el so-porte papel, o quienes tienen como a Dios la Internet y los medios digitales, o los interesados en su propio y particular bien, sujetos que promueven la lectura para obtener los votos de una comunidad con el mezquino propósito de hacerse con un cargo público.

De ese tsunami en el que se revuelca la promoción de lectura, habrá quienes tengan claro el porqué es fun-damental constituir en América Latina una sociedad de lectores. Según mi modo de ver, esa promoción debe estar ligada con una idea romántica: urdir la felicidad aquí, en este planeta que habitamos. Esta frase significa: preparar los hilos para tejer la felicidad, prepararlos en secreto, tramar el asalto a la desdicha. Es urgente hacerlo con cautela, con calma, porque el escándalo les ha recordado a los poderosos el vigor de la lectura, por eso han regresado con sus antorchas medievales e incendiarias. Están infiltrados: cuando los medios de comunicación los bañan con la luminiscencia de unos reflectores ahí sí manifiestan apoyo incondicional al acto lector, pero cuando las cámaras se apagan, agigantan sus presupuestos de guerra y marginalidad.

Ámbito y búsqueda de la promoción de la lectura

El ámbito de injusticia e inequidad de los países latinoa-mericanos hace que muchos seres vivan la desdicha per-petua.

LUIS BERNARDO YEPES OSORIO

Hoy, gracias a los mandatos del tío del dinero y de la guerra, los habitantes de América Latina carecemos de derechos, somos abuelos, padres, hijos y nietos de una generación basada en servicios y productos. Cualquier cosa que en su momento pueda parecer un derecho, ingresaipso factoa un proceso mercantil y se rotula con su respectivo empaque y su precio correspondiente.

Somos entonces víctimas de unos intereses económi-cos controlados por unos pocos y que van en detrimento del interés común, de la ecología y de la felicidad. Inte-reses aberrantes capaces de enturbiar el agua para luego vendérnosla limpia y empacada, capaces de cobrarnos hasta los paisajes que habitamos. En fin, intereses crea-dos para hacernos la felicidad esquiva.

Un reto interesante de la promoción de la lectura es rescatar la felicidad de ese contexto terrible.

La felicidad nada tiene que ver con la carcajada espo-rádica liberada en un espectáculo de circo pobre. Esta se refiere a una situación en la que sea posible mirar un sol naranja y regocijarse, incluso hasta llorar.

Se requiere una felicidad sinónimo de libertad, manifestada en la medida en que el ser humano tenga los medios para acceder a un médico, a un empleo apropiado, a un espectáculo de lucha libre, a un centro educativo, a una escuela de artes, a un plato de sopa caliente, a un parque público, a un sueño plácido o a una estepa cristalina. Cuando esto sea factible, cuando cesen todas estas hambres, los paisajes recobrarán sus formas y colores.

¿POR QUÉ PROMOVER LA LECTURA?

Compromiso político

Teniendo en cuenta las apreciaciones anteriores, la promoción de la lectura más que formar un lector en-ciclopédico o un ciudadano amordazado a un sistema arbitrario, debe buscar la promoción del ser humano, entendiendo por este un ser solidario, comprensivo, generoso, inteligente y valiente. Un ser con capacidad de discernir, que comprenda y entienda con rigor las distintas culturas que lo rodean, que habita.

Esta disciplina, si puede considerarse así, debe promover la dignificación del ser humano y el cultivo del entendimiento. Debe procurar que mujeres y hom-bres sean dueños de su propio destino y puedan generar opinión pública.

Se requiere una educación para la democracia (inclu-so la económica), no para la sumisión y el cumplimiento de leyes impuestas por los amos y señores del mundo, leyes despiadadas, mezquinas e injustas que incitan a la segmentación, a la guerra, a la desesperanza.

Entonces la tarea en esta hora y punto es clara: luchar contra el analfabetismo político existente en la región, con el fin de que los destinatarios de las normas puedan participar en su elaboración y así procurar la legitimidad a partir del consenso.

Ese es el camino hacia la conquista de una verdadera democracia.

Luchar por erigir democracia

Se necesita una democracia social que dé la opción, a

LUIS BERNARDO YEPES OSORIO

quien lo desee o lo requiera, de acceder a la educación, a la salud, a la vivienda, a la recreación, al arte, en fin, a las diferentes manifestaciones de la cultura.

Una democracia que active la verdadera libertad de los individuos, que en su esencia predomine la racio-nalidad, que permita que la gente pueda pensar por sí misma, pensar en el lugar del otro. Individuos conse-cuentes, justos, que no afecten los intereses del otro, es decir, que eviten hacerle al vecino lo que pudiera afectarlos si se lo hicieran a ellos mismos.

Ese tipo de democracia, sin duda alguna, se construye con una cultura política, y esta a su vez se conquista con la asimilación de la lectura: la del contexto, la del mundo, pero también la de la palabra escrita.

Eso sí, una lectura universal, sin sectarismos ideo-logizados, patrióticos, nacionalistas, religiosos o de cualquier otra peste ruin e intransigente, esa que va tras la fragmentación de los seres con el recalcitrante propósito de lograr, para beneficio propio y con la ayuda de los banqueros suizos, los privilegios terrenales del infierno que crearon.

Cuando los seres humanos dejamos de pensar, la pobreza se vuelve absoluta y la desdicha nos habita. La promoción de la lectura debe mantener viva la hazaña de ejercitar el pensamiento y la expresión.

A la promoción de lectura le incumbe ayudar a recor-dar los secuestrados, los muertos con balas criminales, los muertos de todas las hambres, los marginados. En

¿POR QUÉ PROMOVER LA LECTURA?

suma, le corresponde mostrar la ignominia, señalar los totalitarismos y hacer un llamado perpetuo a la sensatez. No puede permitir que la América nuestra se acostumbre al dolor y la desesperanza. Como acción de intervención social y elucidación, puede ayudarnos a recuperar lo usurpado, gracias a que tiene la fuerza para vencer la ignorancia y la infamia, y cuenta con los dispositivos para señalar a quien nos quita de la boca el pan, las artes y las ciencias, y nos aleja de la felicidad.

Luis Bernardo Yepes Osorio

Medellín, Colombia, cualquier día de cualquier año

No soy un gánster, soy un promotor de lectura

Biografía 

yo me llamo Santiago Velásques y tengo ocho años mi papá se llama Raúl Velásques Valencia y mi mamá Claudia Marcela Yepes y tengo un hermanito que se llama Raul Alejandro Velasques Yepes mi papá trabaja en una escuela y mi mamá es vendedora mi hermanito tiene 13 años

yo cumplo en mayo 17 y cuando sea grande quiero ser doctor

vivo con mi papá mi mamá y mi hermanito

me gusta ir a pisina y jugar futbol

mi hermanito estudia en el colegio militar

y mi color favorito es el verde y no me gusta la sopa de espinacas y me gusta mucho la carne y estoy en cuarto de primaria me gusta mucho estudiar y nunca he perdido años

el colegio donde yo estudio

se llama Alizardi montoya Antes yo estudiaba en

el colegio integrado sabaneta y mi tio trabaja

en Comfenalco

Biografía de Santiago Velásquez hecha como ejercicio escolar en el año 2000 y descubierta por su madre. Entregada al autor por apare-

LUIS BERNARDO YEPES OSORIO

cer allí citado, eso le hizo gracia. (Texto transcrito sin corrección gra-matical).

No soy un gánster. No soy el ciberatleta del siglo XXI. No soy un poeta bendito. No soy el último suramericano virgen. No soy un soldado superviviente de la tercera guerra mundial que está por empezar. No soy una estrella de Hollywood descubierta por un empresario mientras tomaba malteada en una calle de Manhattan.

Soy un promotor de lectura descubierto por sí mismo una mañana a mediados de la década de los años 1980 en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, cuando una bibliotecóloga leía el principio de la historia de un fulano, casi raquítico, que debía demostrarles a todos los super-héroes del cine, de la televisión y de los cómics que era capaz, primero que todos ellos, de llevarle una flor a una chica que se encontraba enferma en un hospital. En ese instante prodigioso, tomé la determinación de hacerme lo que hoy, bien o mal, soy, un individuo en vías de aparición que busca por medios placenteros la manera para que otros encuentren la felicidad en los instrumentos donde está consignada la palabra escrita y que hoy se llaman libros, como en el pasado se llamaron tabletas de arcilla, papiros y pergaminos, y en el futuro seguro llevarán otro nombre, el que ustedes, que hoy son bien jóvenes, deseen ponerles.

Ese día, a pesar de que meses atrás había fundado una biblioteca en el barrio, fue en el que nací a conciencia para la promoción de la lectura, y han de saber que al igual que los escritores, las amantes de los presidentes y Santiago con sus ocho años de edad, los promotores de lectura también tenemos biografía. He aquí la mía.

NO SOY UN GÁNGSTER, SOY UN PROMOTOR DE LECTURA

Tuve todo para ser un gánster, nací en uno de los barrios bajos de Medellín, en Colombia, un país que siempre está en guerra. Cuando por alguna eventualidad hay un asomo de paz, aparece el virtuoso que se inventa otra guerra. Total, nací en un país que soporta una cadena de guerras perpetuas. Reconozco que me encantaría estar en un lugar donde no las haya, pero imagino que debe ser tedioso ver morir la gente solo de vieja o aburrimiento, porque de alguna cosa se tienen que morir.

Soy hijo de un padre ebanista amante de la lectura que atrapaba en su telaraña de encanto a cuanto vendedor de libros pasaba por su lado.

Con frecuencia, me tocaba ver a un tipo cualquiera entrar al taller cargado con libros y luego verlo salir con una cama o el óvalo de un espejo bajo el brazo. Su mayor defecto fue que después de separarse de mi madre, poco le importó lo que acaeciera con nosotros, sus cuatro hijos, pero lo que hizo le alcanzó para que yo lo amara hoy y siempre, le alcanzó para que yo jamás haya deseado tener un padre distinto al que me tocó por suerte.

Soy, además, hijo de una madre que fue educada para ser la eterna ama de casa con las que soñaban las abuelas en América del Sur, pero que le tocó aprender a servir tintos y limpiar pisos, para que yo pudiera estar aquí, sentado frente a ustedes, hablándoles. Una madre que siempre creyó que yo sería capaz