¿Nu? Reír en el país del ídish - Eliahu Toker - E-Book

¿Nu? Reír en el país del ídish E-Book

Eliahu Toker

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Beschreibung

Los diferentes pueblos se han reído a su manera en todos los idiomas y dialectos del mundo, destacándose sin duda el ídish de entre ellos, como un idioma visceralmente dotado para la risa y la sonrisa. Surgido impetuosamente entre los judíos de Europa Oriental, sus descendientes trajeron consigo a los Estados Unidos, a América Latina y a Israel, ese humor ídish atravesado de lágrimas y carcajadas. Los autores de esta obra venimos recorriendo en común desde hace más de un decenio las pobladas calles de ese humor ídish. Los chistes, las frases, las pequeñas historias que se nos atraviesan en el camino nunca son piedras; se parecen más bien a ese maná que les caía del cielo a los judíos del Éxodo, y les permitió recorrer en cuarenta años, sin desfallecer en el intento, un trecho que hoy puede hacerse en pocas horas. La idea es invitarlos, queridos lectores, a recorrer juntos algunas expresiones del humor ídish, a explorar en estas páginas algunos temas que condensan en clave de sonrisa, una ironía y una ternura judías que creemos contienen lo mejor de su empecinada capacidad de alegría. Rudy y Eliahu Toker trabajan juntos desde 1993 investigando el vasto territorio del humor. Como producto de esa tarea han publicado No desearás tu mujer al prójimo. Humor sobre los 10 Mandamientos (Norma, 2005), Odiar es pertenecer y otros chistes para sobrevivir al nazismo, racismo, autoritarismo… (Norma, 2003), El pueblo elegido y otros chistes judíos (Sudamericana, 2003) y La felicidad no es todo en la vida y otros chistes judíos (Grijalbo, 2001).

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RUDY Y ELIAHU TOKER

¿Nu?

Reír en el país del Ídish

Toker, Eliahu

¿Nu? : reir en el país del ídish . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2014. - (Entretiempo; 0)

E-Book.

ISBN 978-987-599-368-6

1. Humor Argentino.

CDD A867

Corrección: Ignacio Solveyra

Diseño De Interiores: Fluxus

Imagen De Tapa: Marc Chagall, El Paseo, 1917 (© Museo Estatal Ruso)

Fotografía De Solapa: Laura Pribluda

© Libros del Zorzal, 2006

Buenos Aires, Argentina

Libros del Zorzal

Printed in Argentina

Hecho el depósito que previene la ley 11.723

Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de ¿Nu?, escríbanos a: [email protected]

www.delzorzal.com.ar

“Hob kain moire nisht, ij bin mit dir”

(No tengas miedo, yo estoy a tu lado)

La canción de cuna que nos cantaba mamá era como ella,

íntima y suave; sabía llegar al otro.

“Vaya y haga”, a la manera del “Naase venishma”;

las palabras de papá propiciaban el acto.

Diferentes...

mas, unidos en la misma apuesta:

alojarnos donde nada de lo judío nos resulte extraño.

A la memoria de:

Hela Kitaigorodsky de Szturmak (1914-2000) Z”L

Isaac Szturmak (1910-2001) Z”L

Índice

Invitación | 6

Reír En Ídish | 8

Ser Judío y Reírse | 39

De Una Lengua Sin Ejército | 63

El Shtetl | 67

De Rabíes Sabios y Milagrosos | 79

Hérshele Ostropolier | 94

Los Sabios De Jelem | 98

Ricos, Pobres Y Shnorers | 103

Comer En Ídish | 118

La Ídishe Mame Y El Resto De La Familia | 122

Salud y Cuarta Juventud | 137

Erótica Circuncisa | 147

A Modo De Epílogo Vivir En El País Ídish | 151

Glosario | 154

Bibliografía | 157

invitación

Desde hace milenios, el humor ha sido, y sigue siendo, una de las tablas a las que las personas nos aferramos para soportar los diferentes infortunios que nos deparan la vida y la historia. Quizás el primer chiste registrado sea el que, según la Biblia, le hizo Dios a Abraham ordenándole sacrificar a su hijo Isaac para aceptar, finalmente, que sólo le cortase el prepucio. (Habría que ver si al pequeño Isaac este chiste le hizo gracia.) Pero en los casi cuatro milenios que pasaron desde aquel entonces, los diferentes pueblos se han reído a su manera en todos los idiomas y dialectos del mundo, destacándose el ídish sin duda de entre ellos, como un idioma visceralmente dotado para la risa y la sonrisa. Surgido impetuosamente entre los judíos de Europa Oriental, sus descendientes trajeron consigo a los Estados Unidos, a América Latina y a Israel, ese humor ídish atravesado de lágrimas y carcajadas.

Los autores de esta obra venimos recorriendo en común desde hace más de un decenio las pobladas calles de ese humor ídish. Los chistes, las frases, las pequeñas historias que se nos atraviesan en el camino nunca son piedras; se parecen más bien a ese maná que les caía del cielo a los judíos del Éxodo y les permitió recorrer en cuarenta años, sin desfallecer en el intento, un trecho que hoy puede hacerse en pocas horas.

La idea es invitarlos, queridos lectores, a recorrer juntos algunas expresiones del humor ídish, a explorar en estas páginas algunos temas que condensan en clave de sonrisa, una ironía y una ternura judías que creemos contienen lo mejor de su empecinada capacidad de alegría.

En determinados libros de humor étnico, y no sólo en ellos, se suele apelar a bromas denigrantes, verdaderas agresiones que refuerzan peligrosamente prejuicios y estereotipos. Este tipo de “humor” no nos interesa. Preferimos ocuparnos de la oblicua mirada divertida de un conjunto humano capaz de reírse de sus propias desgracias y debilidades, de las verdades absolutas y los prejuicios, de arquetipos como los rabíes o las ídishemames, de los roles establecidos y de Dios mismo.

Creemos que el humor es una parte fundamental de la cultura judía en general, y de la ídish en particular, y que, como las mejores recetas de cocina, se trasmiten y recrean a lo largo de las generaciones. Quizás hayan sido nuestras falencias culinarias las que nos hayan decidido a que este sea un libro de chistes, frases y pequeñas historias, y no de recetas. El querido lector sabrá disculparnos, y degustar nuestros textos, que además tienen el beneficio secundario de no elevar la glucosa ni el colesterol.

Rudy y Eliahu Toker

reír en ídish

Eliahu Toker

“Nada, nada es triste nunca más. Si tú eres el depositario del récord mundial histórico de la tristeza, el único lugar al que aferrarte que te queda es tu sentido del humor”, decía Romain Gary 1. Ése es el eje del humor judío cuya expresión más elocuente es el humor ídish.

En la Biblia Hebrea y en el Talmud encontramos pocos momentos de humor, y el que encontramos es un humor serio, irónico, didáctico. “Como argolla de oro en el hocico de un puerco, es la belleza de una mujer tonta” se lee en Proverbios 11:22. “Cuando un ladrón no encuentra oportunidad para robar, está condenado a la honradez” dice el Talmud en el tratado Sanhedrín 22 a. Desde la Edad Media, en Europa, un día al año, durante la celebración de Purim2, comparsas judías solían disfrazarse e ir de casa en casa representando breves escenas teatrales satirizando los textos sagrados. Fuera del ingenuo recreo de ese único día, la ortodoxia rabínica veía el humor con suspicacia.

El humor que solemos identificar como judío nació en ídish, en el siglo XVIII, en Europa Oriental. Su explosión como fenómeno popular sucedió en ese idioma, en aquella época y en aquel lugar bajo el amparo del jasidismo, movimiento místico judío que, oponiéndose a aquella ortodoxia rabínica, reivindicó la alegría, la canción y la danza como maneras adecuadas de entrar en contacto con la espiritualidad y la divinidad. Los grandes maestros de ese movimiento popular hicieron un arte del relato y la parábola, precisamente en esa lengua del pobrerío judío, el ídish. De alguna manera, muchas de las características esenciales del humor ídish son las del jasidismo, desde la ingenuidad y la ternura hasta la sobreentendida familiaridad con todo otro judío; desde la horizontalidad democrática y popular hasta la intensa intimidad con Dios.

Humor escéptico e inteligente que puede ser triste pero nunca desesperado, también el humor ídish es visceralmente democrático, dando por supuesto que no hace falta estar de acuerdo y mostrando que las cosas suelen ser lo contrario de lo que parecen. No sólo no es un humor obsecuente, autoglorificante ni autoritario, sino que su gracia pasa frecuentemente por reírse de los judíos mismos.

Humor oral, a los chistes ídish hay que oírlos y verlos. Los gestos y la expresión del rostro así como la modulación de la voz del relator, son partes esenciales de la narración. “¿La diferencia entre estabilidad e inestabilidad? La estabilidad es: HOY de este modo y MAÑANA de este modo. La inestabilidad es: Hoy DE ESTE MODO y mañana DE ESTE MODO.” Influido por el razonamiento y la oralidad talmúdica, la melodía de la frase reemplaza la puntuación. Emanuel Olsvanger sugería ponerle signos de cantilación a los chistes ídish 3.

Un territorio de palabras

Efectivamente, se trata de un país que no figuraba en ninguna carta geográfica. Es un país cuyas siempre cambiantes fronteras atravesaban continentes y océanos. Es un país sin gobierno, burocracia, policía ni ejército, que floreció durante un milenio. Es un país cuyas capitales eran Nueva York, Tel Aviv y Moscú, París, Varsovia y Buenos Aires. Es un país enteramente constituido por palabras. Es el país de la lengua ídish, lengua judía europea que fue conformándose mediante una creativa fusión entre la espiritualidad del hebreo y la gracia folclórica eslava, sobre la trama de varios dialectos germánicos medievales.

La hegemonía espiritual dentro del judaísmo correspondió, durante el último milenio, a dos comunidades. Primero fueron los judíos españolessefaradíes la comunidad predominante del pueblo judío, después lo fueron los judíos ashkenazíes. Hasta el siglo XIX todos los judíos ashkenazíes asentados en el territorio entre el Rhin y el Dnieper, el Mar Báltico y el Mar Negro, y también en varios países vecinos, constituyen un grupo culturalmente homogéneo. La evolución espiritual del período ashkenazí alcanza su climax en Europa Oriental, especialmente con la difusión del jasidismo 4.

Los judíos de Europa Oriental crean una lengua que les es propia, el ídish. Lengua nacida de una voluntad de explicar, simplificar y aclarar las enormes complejidades del hebreo, del Tanaj y del Talmud, surge por sí mismo ese mameloshn 5, esa lengua materna, un idioma accesible a todo el mundo, una lengua sin vueltas ni ceremonias, que “se habla por sí misma”. No tiene vías embrolladas ni pozos peligrosos. Está llena de la ternura y sabiduría, de la sencillez y cordialidad de las madres bondadosas 6.

A imagen y semejanza del amplio grupo humano que lo fue moldeando, en esa lengua ídish se conjugaron la bíblica ética judía, el pluralista y preguntón razonamiento talmúdico, la familiaridad de la compartida marginación judía, la pasión jasídica y el frondoso imaginario eslavo, todo sumado a una singular condición extraterritorial. La combinatoria de todos estos atributos hicieron del ídish bastante más que un expresivo vehículo de comunicación. Lengua maternal, íntima, visceral, tierna, apasionada, exuberante, horizontal, femenina, el ídish resume, más allá de las previsibles variantes y divergencias, un determinado modo de ser judío. Hablarlo significa navegar una manera de ver, entender y decir la vida, el mundo, los judíos, los no judíos, Dios. Significa pronunciar una mirada escéptica en lo inmediato, esperanzada a largo plazo, mitigado todo por un empecinado sentido del humor. Su pobreza léxica a la hora de nombrar, por ejemplo, variedades de flores, se ve ampliamente compensada por su insólita riqueza cuando se trata, digamos, de expresar los innumerables matices de la alegría o de la tristeza.

El “País Ídish”

Cuando en 1936 tuvo lugar en Buenos Aires el Congreso Internacional de los PEN clubs, lado a lado con las delegaciones de la Argentina, España, México, Francia, Bélgica o Japón, participaba un representante del “país ídish”, el poeta H. Leivik. Hoy, a casi setenta años de aquel congreso y a más de medio siglo del establecimiento del Estado de Israel, –el Estado de los judíos, cuyo idioma oficial es el hebreo– la lengua ídish sigue siendo un país cultural sin territorio, un país de palabras, un país que comenzó a despoblarse dramáticamente a partir de la Shoá, el Holocausto que en los años ‘40 aniquiló la principal judería ídishhablante, la de Europa Oriental.

Sin embargo nunca contó el ídish con un reconocimiento académico como el que tiene hoy en gran parte del mundo. De las humildes y populosas callejuelas de los ghettos y villorrios que lo empaparon de ternura y espiritualidad; de los hogares y ferias que le dieron sabor y olor; de los conventillos y bajos fondos que lo cargaron de picardía, el idioma ídish saltó a la cátedra de más de medio centenar de universidades, fue declarado por la UNESCO parte del patrimonio de la humanidad e incluso recibió en 1978 el reconocimiento de un Premio Nobel de Literatura en la persona del narrador Isaac Bashevis Singer. Pero en el mundo de habla hispana en general, el ídish sigue siendo una lengua fantasmal, o casi.

Para el Diccionario de la Real Academia Española –que recién en su última edición se decidió a eliminar las definiciones peyorativas de judío, judiada, sinagoga, cohén, etc.–, el ídish sencillamente no existe. Y en otros diccionarios que lo incluyen, esa ignorancia del mundo de habla hispana respecto de la lengua ídish y de su cultura se vuelve más evidente todavía con sólo prestar atención al caos imperante; primero en la transcripción española de su nombre mismo, y luego, en su definición 7. Lo más usual es encontrarlo escrito según la grafía inglesa: yiddish, matizada por una cantidad de variantes. Es sabido que el conocimiento y reconocimiento de una persona, una cultura, una lengua, comienza por nombrarla. ¿Por qué no adoptar para el ídish una transcripción acorde con la lengua española?

Enfrentado al problema y apoyado en una serie de antecedentes y razonamientos optamos por la grafía ídish8. Y no se trata de un debate abierto sólo en la lengua española. En francés sucede algo semejante 9. Se diría que el ídish, este país de la palabra, sin territorio, sin ejército ni policía, sin gobierno ni legitimación política, sigue siendo una lengua irreductiblemente extraña, la extranjera por antonomasia.

Los mil años del ídish

Esa extranjería envuelve al ídish de prejuicios e ignorancias. Están los que lo confunden con el hebreo y los que lo creen un alemán congelado o un alemán venido a menos. La aventura de este idioma, particularmente dramática y creativa, comienza allá por el año mil de nuestra era, con el asentamiento en las márgenes del río Rhin, en la región de Alsacia-Lorena, de unas comunidades judías venidas del norte de lo que hoy es Italia y del sur y centro de la actual Francia. Esos grupos humanos traían lógicamente consigo un léxico integrado por expresiones hebreas y arameas de las plegarias cotidianas, de la Biblia, del Talmud y de una vida pautada por las normas religiosas judías. Pero en las regiones de donde provenían habían integrado a ese léxico cierto número de vocablos de un itálico y un franco primitivos. Algunas de esas palabras románicas, rodando de boca en boca durante casi un milenio, se conservaron en esa lengua hasta nuestros días como reliquias de aquella primerísima época del ídish.

Por ejemplo: fachéile, ese pañuelo que cubría la cabeza de abuelas y bisabuelas judías, toda una institución, y palabra que evoca de inmediato a las mujeres de los cuentos de Scholem Aleijem, sentadas en la feria o conversando con sus vecinas, andando lentamente por las calles de tierra de una aldea o sobrevolando los cielos de Chagall. Resulta conmovedor comprobar que fachéile es una recreación de la itálica fazzoleto, rodada de país en país con los judíos, e integrada a la lengua ídish con todo su poder evocador. Lo mismo sucede con algunos nombres de mujer como Iénte, Shpríntse, Braine, de las italianas Gentile, Speranza, Bruna, tal como del franco Belle se acuñó en ídish el nombre femenino Beile, y de Bon Homme, el masculino Búnem. Del latín: bentchn (bendecir) de benedicere; léienen (leer) de legere, etcétera.

La “n” y “en” finales de bentchn y de leienen provienen del germánico, ya que en su nuevo asentamiento en Alsacia-Lorena, entre el Rhin y el Mosela, esta comunidad judía entró en contacto con varios dialectos germánicos medievales. A partir de allí, en un proceso que se extendió a lo largo de varios siglos, estos tres componentes –el hebreoarameo, el románico y el germánico– fueron combinándose creativamente en boca de aquellos judíos, hasta dar vida a un nuevo idioma, escrito con caracteres hebraicos, el ídish antiguo; un ídish europeooccidental alsaciano, hablado aún por alguna gente.

Resulta interesante observar las particulares funciones que los componentes germánicos y hebreos asumen en el habla ídish. Los términos provenientes del alemán designan en general, objetos o tareas comunes, mientras que los venidos del hebreo tienen una connotación santificada. Tomando algunos aparentes sinónimos: buj (del alemán Buch) significa en ídish simplemente “libro”, mientras que seifer (del hebreo sefer) significa “libro sagrado”; lérer (del alemán Lehrer): es “maestro”, mientras melámed (idem en hebreo) es “maestro hebreo de primeras letras”; frágue (del alemán Frage) equivale en ídish a “pregunta”, mientras kashe (del arameo kashiá) es “pregunta ritual o talmúdica”, por ejemplo, las cuatro preguntas de la noche de Pascua, di fir káshes.

La región en la que todo este proceso lingüístico tiene lugar es conocida como “Áshkenaz”, término bíblico 10que pasó modernamente a designar a Alemania; pero que en la época a la que nos referimos alude, en la historia judía, a un amplio territorio cultural que se amplió cuando las Cruzadas y demás movimientos agresivos empujaron a gran parte de los judíos de ashkenazíes hacia el este, hacia Europa Oriental. Fue entonces que los hablantes de aquel ídish primitivo entraron en contacto con las lenguas eslavas cuyo riquísimo folclore, convertido al judaísmo e incorporado al habla, le agregó al ídish un sabor inconfundible, hondamente comprometido con las emociones y los afectos. Este componente eslavo –sobre todo polaco, pero también ruso, ucranio y checo– particularmente popular, sabroso y fecundo, fue el cuarto elemento fundante del ídish moderno y el que terminó de diferenciarlo claramente del alemán y de todos sus demás progenitores.

Hablada hasta las vísperas de la Segunda Guerra Mundial por cerca de doce millones de personas, esta lengua sin territorio propio ni Estado nacional, dio nacimiento a una impresionante literatura, tan rica como poco conocida fuera de sus propios límites idiomáticos.

Luego de una larga Edad Media, con trovadores y poetas religiosos creando en un ídish primitivo, al igual que las lenguas romances en su lucha con el latín, ese ídish, adoptado masivamente por los judíos de Europa Oriental, tuvo que enfrentarse con el hebreo de los rabinos ortodoxos y con el alemán de los iluministas.