Obras poéticas y dramáticas de José Marmol - José Mármol - E-Book

Obras poéticas y dramáticas de José Marmol E-Book

José Mármol

0,0

Beschreibung

Esta es una recopilación de algunas obras poéticas y dramáticas de José Mármol. Algunas de las cuales son los poemas «A Dios», «Canto de los proscritos», «El reloj», «Ayer y hoy», «Cristóbal Colón», «Adiós a Montevideo» o «Canto del poeta»; y las obras de teatro «El cruzado» y «El poeta», dos dramas en cinco actos y en verso.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 276

Veröffentlichungsjahr: 2022

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Obras poéticas y dramáticas de José Marmol

José Mármol

Obras poéticas y dramáticas de José Marmol

COLECCIONADAS POR JOSÉ DOMINGO CORTÉS

CABALLERO DE LA ÓRDEN DE LA ROSA DEL BRASIL

Saga

Obras poéticas y dramáticas de José Marmol

 

Copyright © 1875, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726681949

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

José Marmol. — Nació en Buenos Aires el 4 de diciembre de 1818.

En 1838, habia en las cárceles de Rosas un jóven de veinte años que escribia en las paredes de su calabozo el siguiente cuarteto:

Muestra á mis ojos espantosa muerte

Mis miembros todos en cadenas pon;

¡ Bárbaro! nunca matarás el alma,

Ni pondrás grillos á mi mente, nó.

Este audaz prisionero se llamaba José Mármol.

Cuando pudo escapar á las persecuciones del tirano, emprendió una série de viajes al Brasil y Repúblicas del Pacífico.

Mármol no se ha limitado á las entonaciones líricas, sino que ha abordado el drama y la novela histórica; ha escrito sobre política, y ha redactado diarios; se ha sentado en los bancos de los elejidos del pueblo y ha asistido á los consejos de los gobernantes; sirviendo siempre su pais y á la causa de la democracia.

Muchos elojios se han tributado á sus dramas: El Cruzado, y El Poeta.

Ha escrito una novela histórica, Amalia, de la cual se han hecho cuatro ediciones, una en Alemania, otra en Bélgica, otra en Chile, y la otra en su pais, que á juicio de personas competentes, es la mejor produccion de este literato.

Fué director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.

Mas tarde perdió el sentido de la vista. Murió el 12 de agosto de 1871, de una enfermedad del corazon.

Sus últimas palabras fueron: Vida! Vida!

Fué universalmente sentido, y sus funerales fueron de los mas solemnes que se han hecho á un hombre, pues tomaron parte en ellos el Congreso y todas las clases sociales.

OBRAS POÉTICAS Y DRAMÁTICAS

DE JOSÉ MÁRMOL

A DIOS

Señor, no te profana

Al hablarte de amor mi voz mundana,

Porque yo sé que con tu mismo aliento

El fuego enciendes que en mi pecho siento.

La cristalina gota

Del llanto matinal sobre las flores;

El pequeñuelo arbusto

Besando el mar desde la peña rota;

Al espirar el sol, los mil colores

Que huyen la noche con su ceño adusto:

De los niños la risa y las congojas;

De las palomas el sentido arrullo;

La música del céfiro en las hojas,

Y el cristal de una fuente y su murmullo,

Fueran siempre, Señor, al alma mia

El terso espejo dó tu imágen vía:

Dó mis ojos, Señor, te contempláran

En tu esencia de amor y de pureza,

Como el trueno y el sol me reveláran

Tu eminente poder y tu grandeza.

Pero nunca jamás te hallé mas bueno,

Ni mas sublime en débil criatura,

Que al sentir en mi seno

Este mar de inquietudes y ternura.

Hoy no vivo por mí — vivo en la vida

De una mujer que á revelarme vino,

La esencia celestial que hay escondida

En cuanto es obra de tu ser divino.

Hoy sé que puede un corazon humano

En otro corazon sentir sus penas,

Y en la leve presion que hace una mano

Trasmitirse la sávia de las venas.

Hoy sé que puede la abrasada boca

Ceder el agua en medio del desierto;

Por evitar un ¡ay! darse una vida;

Y adorar cuanto mira y cuanto toca

Bella y amante la mujer querida.

Esa tu mente fué, Dios generoso,

Cuando ese imán pusiste dentro el seno,

Que arrastra misterioso

Un ser hácia otro ser, de encantos lleno.

Y eso es, mi Dios, lo que en mi pecho siento:

El calor mismo de tu mismo aliento;

Y no á tu grave Majestad profana

Al hablarte de amor mi voz mundana.

Si tú me has dado lo que siente mi alma,

Si tú me has dado la mujer que adoro,

Haz que yo goce en calma

Su dulce amor, mi celestial tesoro.

En plácido sosiego

Hazla mia no mas — solo con ella,

Mas te veré, Señor, cuanto mas bella

La halle á la luz de mi amoroso fuego.

Una cabaña en las desiertas islas

Del alto Paraná, seráme un Eden,

Si allí, en mi seno su cabeza hermosa,

Tiernos mis ojos contemplarla pueden.

Sentada en mis rodillas

Coronada de flores,

En la tarde tranquila y silenciosa,

Del rio en las orillas,

Tú escucharás, Señor, nuestros amores

En las voces sentidas

De dos almas en una confundidas.

Ella no inspira sino amor del cielo,

Porque tanto de cielo representa

Que á veces creo que remonta el vuelo

Y en ángel ó en perfume se me ausenta.

Ella no exalta, no, mi fantasía;

Ella hiere, Señor, con májio encanto

La sensibilidad del alma mia,

Como la luna sobre el mar sin olas,

Como en el templo el relijioso canto,

Como en lo espeso de las selvas solas

La música del viento,

El quejido de amor de las palomas,

Y el penetrante aliento

De las auras besando las aromas.

Ella es la imágen que formó mi mente

Allá en mis creaciones de poeta,

Cuando de mi alma ardiente

La inspiracion secreta

Me hiciera imajinar lo que no vía,

En mi ambicion de amor y poesía.

Ella no siente sino amor del alma,

Y pudorosa y tímida y amante

Á mi sensible voz pierde su calma,

Pero en su vírgen seno,

De sueños de ángel y suspiros lleno,

La flor de su virtud queda fragante.

Mujer de corazon, ama y padece,

Y en su mismo sufrir su amor se excita,

Como abre y enrojece

La rosa con el sol que la marchita.

Mujer en su belleza,

Y ángel en su bondad y en su pureza,

Aun no comprendo si en mi amor profundo

Me vence el cielo, ó si me vence el mundo.

Solo sé que contento,

Cuando á su lado estoy, mas pienso en ella

Que en los ardores que en mi pecho siento,

Aun cuando la amo tanto y es tan bella.

Dáme dicha, Señor, en mis amores,

Dáme paz y sosiego,

Que á tanto amor son tantos los rigores

Que á tí levanto mi sentido ruego.

A tí á quien no profana

Al hablarte de amor mi voz mundana,

Porque yo sé que con tu mismo aliento

El fuego enciendes que en mi pecho siento.

CANTO DE LOS PROSCRITOS

I

Patria! Patria! palabra divina

Que en el cáliz del alma se esconde,

Y á los sueños del alma responde

Con promesas sublimes de amor!

Ese nombre de paz y esperanzas

Es la dulce oracion del proscrito:

El aprende á llamarle bendito

En la escuela que enseña el dolor.

II

Patria hermosa que cuentas tus penas

A las ondas del rio arjentino,

Algo santo te deja el destino

Al dejarnos el llanto por tí.

Feliz hija del Genio y la Gloria;

Triste madre de un tiempo de luto

¡Ay! recoje ese noble tributo

Que refleja tu imágen en sí.

III

Sobre el árido suelo extranjero

Nuestra vida ha perdido sus flores

Y, á la luz de los años mejores,

Se tocó con la noche su albor.

Pero en medio á la récia tormenta

Que nos bate y marchita la frente,

Bajo puro dulcísimo ambiente

Conservamos la flor de tu amor.

IV

Al dejar de un hermano los restos

Bajo el suelo extranjero, tan mudo,

Suspiramos al ver que no pudo

Ni la vida en su patria perder.

Y al nacer nuestros hijos al mundo

Mil recuerdos nos hieren prolijos,

Al pensar que ni vemos los hijos

En la patria del padre nacer.

V

Fija, eterna, escondida en el alma

Vive ¡oh patria! tu imágen hermosa;

Como gota del alba en la rosa,

Como perla en el fondo del mar.

Tierno, santo tu nombre á los cielos

En suspiro purísimo sube,

Como el salmo en la pálida nube

Del incienso que exhala el altar.

VI

De los mares remotos las ondas

Todas saben tu nombre y tus penas;

Del desierto las tibias arenas;

Bosque y prados lo saben tambien.

¡Ay, si hablasen las lánguidas nubes

Qué despiden al sol en la esfera!

Ay, si hablase la triste viajera

Que circunda de estrellas su sien!

VII

Todo el orbe se presta á nosotros:

En las nubes te van pensamientos;

El pampero nos dá tus alientos;

Nuestro llanto en las ondas tomad.

¡ Ay, que en torno á tus puertas andamos

Cual amante que vela y se queja,

Con su brazo rozando la reja

Que le encierra su vírgen beldad!

VIII

Tus recuerdos son culto divino

Que te rinde do quier la memoria;

Nunca hubieron tus tiempos de gloria

Mas expléndida aureola de amor.

Que entusiasmo que vive en el alma

Tras veinte años eternos de llanto,

Tiene mucho de grande y de santo

Para orlar un recuerdo de honor.

IX

Preguntad á la aurora de Mayo

Por la frente que le alza el proscrito;

Preguntad si su rayo bendito

No le baña orgulloso la sien.

Preguntad á las tumbas que sienten

Cuando en hebra fugáz de aquel rayo

Les mandamos recuerdos de Mayo,

Y un gemido del alma tambien.

X

¿No mirais esas luces que brillan,

Cuál destellos de un fuego divino?

Son los ojos del Genio Arjentino

Irritado en tu oscuro confin.

¿No escuchais un confuso ruido,

Como de onda de un mar que se avanza?

Son las sombras que claman ¡venganza!

De los héroes de Máipo y Junin.

XI

¿No sentis que tu planta resbala

Sobre el húmedo suelo que tocas?

Es que el suelo, y el monte y las rocas

Sudan gotas de sangre á tu pié:

Es que todo se irrita y conmueve

Al no ver de tus tiempos de gloria,

Mas virtud ni mas santa memoria

Que del pobre proscrito la fé.

XII

Alza ¡oh madre! tu mano sagrada

Y bendice tus hijos proscritos;

Que de aquellos tus tiempos benditos

No te queda mas que ellos y Dios.

Los que besan el pié del tirano

No son dignos de un otro destino;

Son ladrones del nombre arjentino,

Son bastardos sin alma ni voz.

XIII

Somos pocos ¡oh patria! y no importa,

Pues la gloria de un pueblo y su nombre

Suele á veces guardarse en un hombre,

Cual las luces del orbe en un sol.

Para ver lo que valen los pueblos

No se cuentan jamás sus esclavos;

Son sus hijos virtuosos y bravos

Los que dan á la historia el crisol.

XIV

Desterrados y pobres y pocos,

En nosotros el alma es un templo

Donde brilla en magnífico ejemplo

La mas pura arjentina virtud.

Y si en medio al destierro caemos,

Prolongada tu suerte inclemente,

Será siempre padron elocuente

De tu honor nuestro humilde ataud.

XV

En la lid y al puñal del tirano

Han caido tus hijos mejores;

Al puñal ó los crudos rigores

Del destierro caeremos tambien.

Mas no temas; te quedan los niños;

Esas verdes promesas de gloria,

Cuya voz cantará tu victoria

Coronada de palma tu sien.

XVI

Adios, madre que el alma idolatra!

Dios recoja tu llanto bendito;

Y la vida del noble proscrito

Tambien halle el amparo de Dios!

Reclinada en las tumbas de Mayo,

Otro tiempo benéfico espera,

Y, de él hasta el alba primera,

Hija y madre de héroes, ADIOS!

EL RELOJ

Sonó en la vecina iglesia

La campana del reloj,

Diciendo: « pasó una hora «

Y á la eternidad cayó. »

Eco lúgubre del tiempo

Que con fatídico son

Nos manda que repitamos

En cada momento: ¡adios!

Pero el mundo solo mira

Porvenir en el reloj:

Dá la una y desespera

Alguien que espera las dos...

Las doce espera del dia

El pobre trabajador,

Y las doce de la noche

El amante corazon.

Las horas que van pasando

No se cuentan al reloj,

Cuenta el hombre las que faltan,

Mas nunca la que pasó;

Así al sonar la campana

Suele en secreto decir:

« Las que ha de marcar espero,

« Por que esperar es vivir. »

Es, pues, entonces en el mundo mio

Indiferente para mí el reloj:

Pasen las horas á su antojo, pasen,

Tráenme lo mismo que las diez, las dos.

Yo nada espero — mi cansada vida

Ni llorar puede ni sentir amor

Del llanto mio se agotó la fuente,

La llama activa del amor murió.

Ya con el mundo los estrechos lazos

Mi descontento corazon rasgó;

Lo mismo el dia de mañana espero

Que ayer las horas esperé de hoy.

Activo foco de pasiones mi alma

A los incendios del amor cedió,

Y grande placa de cristal mi mente

Vida y verdades trasparentes vió.

Sé que si escucho de mujer querida

Latiendo el alma su amorosa voz,

O ella se engaña al pronunciar, te amo,

O á mí me miente con doblez mayor.

Sé que si el seno de los hombres busco

Y mi cabeza y corazon les doy,

Luego que expriman de mi ser la esencia

Con risa amarga me dirán: ¡adios!

Y sé que es hoy lo que será mañana

El mundo, el hombre, la mujer y el sol;

Y pues que todo lo que viene he visto

Tráenme lo mismo que las diez, las dos.

Yo nada espero: — ni dolor, ni risa

En la indolencia que mi ser cayó —

Si hoy tengo hastío lo tendré mañana

Es mueble inútil para mí el reloj.

AYER Y HOY

Vía correr las horas mi destino

Como ven los desiertos á la brisa:

Que sin hallar escollo en su camino

Tranquila muellemente se desliza.

Veo pasar mis dias, silencioso,

Como el hojoso bosque el récio viento:

Encontrando y luchando tormentoso

Con ramas mil y tronco corpulento.

Pero si ayer pasaban sin enojos

Esos tan dulces dias de la calma,

Será porque tocaban á mis ojos;

Hoy todos al pasar tocan el alma.

EN EL ALBUM DE L. H. DE C.

Mi amiga, ¿lo recuerdas?

Yo era niño, y dichoso todavía,

Cuando miré la flor de tu hermosura,

Fragante abrirse con el alba pura

Que anunció de tu vida el claro dia.

Niños ambos, ¿recuerdas?

Las huellas de los dos marcó el destino

Fué la tuya de mirtos y azahares,

Y de amargos pesares

Sembrado estaba mi infeliz camino!

Otra vez en el mundo

Nos volveremos á ver; tú eres la misma;

El tiempo pliega ante tu pié sus alas

¿Y yo? mi juventud perdió sus galas,

Y á mi bella ilusion se rompió el prisma!

Peregrino en la tierra,

No llevo una esperanza dentro el alma:

Y si tras de mi pié mi nombre existe,

No es en un corazon: — él queda triste

En alta roca ó solitaria palma!

Mañana de mi estrella

Yo seguiré otra vez el rayo incierto;

Y ¡quién sabe, Luciana, si en el mundo

Nos volvemos á ver! ¡Si el mar profundo

Habrá de ser mi tumba, ó el desierto!

Mas no será en la roca

Esta vez, ni en la palma donde deje

Las letras de su nombre el Peregrino:

Esta vez es mas bello su destino,

Y orgullo sentirá cuando se aleje:

Queda en tu album, mi amiga,

Bajo la lumbre de tus ojos, bella;

Como pobre inscripcion en rica losa,

Bajo los rayos de la luna hermosa,

O de la luz benigna de una estrella.

CRISTOBAL COLON

Dos hombres han cambiado la existencia

De este mundo en los siglos peregrino:

El lábio de Jesus le dió otra esencia,

Y el génio de Colon otro destino.

Completaron de Dios la mente misma

A inspiraciones de su amor profundo:

Uno del alma iluminando el prisma,

Otro haciendo de dos un solo mundo.

Angel, Génio, mortal, que no has logrado

Legar tu nombre al mundo de tu gloria;

Que ni ves en su suelo levantado

Un pobre monumento á tu memoria;

Ah, bendita la pila dó tu frente

Se mojára en el agua del bautismo,

Y el ála de tu génio amaneciente

Se tocára en la uncion del cristianismo!

Angel, genio mortal, yo te saludo

Desde el seno de América mi madre;

De esta tierna beldad que el mar no pudo

Robarla siempre á su segundo padre.

La hallaste, y levantándola en tu mano

Radiante con sus gracias virginales,

Empinado en las ondas del oceano

Se la enseñaste á Dios y á los mortales.

Despues de Cristo, en el terráqueo asiento,

Siglo, generacion, ni raza alguna

Ha conmovido tanto su cimiento,

Como el golpe inmortal de tu fortuna.

Á su grandeza un siglo era pequeño;

Y en los futuros siglos difundida,

Es el eterno Tiempo el solo dueño

De tu obra inmensa en su grandiosa vida.

Tú, como Dios al derramar fulgentes

Los mundos todos en la oscura nada,

Al Mas Allá de las futuras gentes

Diste sin fin tu América soñada.

En cada siglo que á la tierra torna,

La tierra se columpia, y, paso á paso,

Su destino la América trastorna,

Y muda el sol su oriente en el ocaso.

Obra es tuya, Colon; la hermosa perla,

Que sacaste del fondo de un oceano,

Al través de los siglos puedes verla

Sobre la frente del destino humano.

El ángel del futuro rompió el lazo

Que á las Columnas de Hércules le ataba.

Y saludó en la sien del Chimborazo

Los desiertos que América encerraba.

No de la Europa quebrará la frente

El rudo potro del sangriento Atila;

Pero ¡ay! el tiempo en su velóz corriente

Mina el cimiento donde y a vacila!

El destino del mundo está dormido

Al pié del Andes sin soñar su suerte;

Falta una voz bendita que á su oido

Hable májico acento y le despierte.

Un hombre que á esta tímida belleza

Le quite el azahár de sus cabellos,

Y ponga una diadema en su cabeza

Y el manto azul sobre sus hombros bellos.

Si no te han dado monumento humano,

Si no hay Colombia en tu brillante historia

¿Qué importa? ¡eh! tu nombre es el oceano,

Y el Andes la columna de tu gloria.

¿Qué navegante tocará las olas

Donde se pierde la polar estrella,

Sin divisar en las llanuras solas

Tu navío tus ojos, y tu huella?

¿Sin ver tu sombra, allí dó misterioso

El imantado acero se desvía;

Y un rayo de tu génio poderoso

Que vá y se quiebra donde muere el dia?

¿Quién, al pisar la tierra de tu gloria,

No verá en sus montañas colosales,

Monumentos de honor á tu memoria,

Como tú grandes, como tú inmortales?

Salve, Genio feliz! mi mente humana

Ante tu idea de ángel se arrodilla,

Y de mi lábio la expresion mundana

Ante tu santa inspiracion se humilla.

Por un siglo tus álas todavía

Plegadas tén en los etéreos velos,

De donde miras descender el dia

Hasta el cristal de los andinos hielos.

Baja despues. De la alta cordillera

Los ámbitos de América divisa;

Y, como Dios al contemplar la esfera,

Sentirás de placer dulce sonrisa.

El ángel del futuro á quien sacára

De los pilares de Hércules tu mano,

Te mostrará colon, tu vírgen cara,

Feliz y dueña del destino humano.

Vuelve despues á tu mansion de gloria

Á respirar la eternidad de tu alma,

Mientras queda en el mundo á tu memoria

Sobre el Andes eterno, eterna palma.

A...

Rosa fragante del Edén caida;

Angel proscrito que perdió sus alas;

Perla hermosa del alba desprendida;

Hebra de luz de las etéreas galas;

Paloma que ha dejado misteriosa

Las selvas que habitó en el paraíso;

Fantasía de Dios en noche hermosa,

De que hizo luego terrenal hechizo;

Quién el jardí, beldad fascinadora;

Hálito de purlshnas esencias

Que embriaga el corazon y lo enamora;

Que bajo indefinibles apariencias

Al través muestras de encantado velo

Entremezclado el mundo con el cielo?

Quién eres que al poder de tu hermosura

Se ata de nuevo al mundo,

Y vuelve á sus perdidas ilusiones,

Aqueste corazon que la amargura

Apuró del dolor? Que en lo profundo

De su ser misterioso sumerjido,

Dijo ¡adios! al placer y á las pasiones;

Y, de su propia vida desprendido,

A la fé y la esperanza estaba muerto,

Ajeno al mundo, á los amores yerto?

Quién eres que levantas misteriosa

De mi alma yerta los oscuros velos,

Como el alba las sombras de los cielos

Con sus manos de nácar y de rosa?

Y, cómo no admirarte! ¡cómo mi alma,

Que sufre las angustias del poéta,

No revivir para perder su calma;

No reanimar la inspiracion secreta,

Si hay en tí mas belleza y poesía

Que en cuanto dora el explendor del dia!

Corriendo en pos de mi destino incierto,

He surcado los mares,

He pisado la sien de las montañas,

He cruzado el desierto

Á la luz de los pardos luminares;

Solitario he dormido

Entre las sombras de la selva hojosa,

Ó entre flexibles y sahumadas cañas,

Y he despertado al lánguido quejido

Que dá de amor la tórtola medrosa;

Mi religion, mi libro, mi belleza

Fué siempre la gentil naturaleza,

Pero hallo en tí mas alta poesía

Que en cuanto he visto bajo el claro dia.

En una noche lánguida y hermosa,

Sobre una mar tranquila

Como el cristal de plácida laguna.

He visto levantarse silenciosa

En columnas de luz la blanca luna:

Panorama magnifico que en vano

Pintar querría con mi acento humano!

Pero ¡ay! sobre tu frente de alabastro

Hay mayor majestad, mayor dulzura

Que en la frente del astro

Que rasga el velo de la noche oscura.

Yo he cruzado mis brazos fascinado.

Al contemplar la brillantina lumbre

Que en el cielo del trópico inflamado,

En bella muchedumbre

Derraman los luceros rutilantes.

Allí se mira en ellos

El ópalo, el záfiro y los diamantes.

Y, á sus raros y májicos destellos,

El alma se electriza

Y tierno el corazon se poetiza.

Pero ¡ay! en tus pupilas celestiales

Hay mas luz que en los astros tropicales!

Espiral de la llama que calienta

Tu tierno corazon; fuego divino

Que tu espíritu de ángel alimenta,

Y que en dulce destino,

Al dar á mi alma agitacion suprema,

Mas la enamora cuanto mas la quema.

En medio del desierto, de repente

La brida á mi caballo he recojido,

Para mirar en el lejano oriente

Un trono de topacios suspendido

En pedestal de nacar y rubíes;

Y sobre gradas de purpúreas rosas

Llegar al trono la naciente aurora,

Desatando las cintas carmesíes

Á sus cabellos de oro, y las hermosas

Perlas que entre sus hebras atesora;

Derramar luego de sus tiernos ojos

Los tranquilos destellos del topacio,

Y el reflejo fugáz de los sonrojos

Que la vista del sol causa en su frente:

Llenar despues de esencias el espacio

Dando su lábio el matinal ambiente:

Y grabar por dó quier el sacro sello

Que pone Dios en lo sublime y bello:

Pues bien; en tí mi admiracion divisa

Poesía mayor, mayor encanto,

Que en esa aurora que revela tanto

La existencia del Dios que la improvisa.

Quién al ver la frescura de las rosas

En tu semblante virginal, podria

Echar de ménos las que muestra hermosas

El rubio oriente al asomar el dia?

Cuando en fugaz agitacion sonríes,

En qué cambiante de su luz la grana

La radiante mañana

Hallará de tus labios los rubíes?

En cuál nácar del alba tu garganta

Y el alabastro de tu ebúrneo seno,

Cuando, de vida y de suspiros lleno,

Con tu aromado aliento se levanta?

Con qué cuadros de luz, con qué espirales

La hermosa aurora á disputar se atreve

Las gracias virginales

Que, en movimiento blando,

Se deleitan jugando

En derredor de tu cintura leve?

Oh! si te hubiese visto un solo instante

Allá en los tiempos en que el alma mia,

Feliz y delirante,

Era toda entusiasmo y poesía,

Yo no hubiera pedido prosternado

Á la naturaleza,

Los misterios sin fin de su belleza

Que en mi Lira despues se han escuchado!

Tu suprema hermosura

Mi enamorado lábio cantaría;

Y, de tus ojos á la lumbre pura,

Divino fuera mi mundano verso,

Y mi verso te haría

Divinidad tambien del universo.

Para adornar tu expléndida cabeza,

Pediria á la gloria

Lauros que eternizáran la memoria

De mi amor y tu célica belleza.

Tu corazon que espera,

Cual un harpa eoleana

El primer soplo con que amor le hiera

Para dar tierno su amoroso acento,

De mi pasion temprana

Sentido hubiese mi abrasado aliento.

Yo buscaría en tí la oculta fibra

Que pulsada una vez se ajita y vibra,

Y hace que la mujer, sin saber que ama,

Arda de amor en la sensible llama.

Entónces ¡ay! bebiendo de tu boca

Sávia de vida, espíritu de amores,

Mi vida fuera un piélago de flores;

Y el alma mia de entusiasmo loca,

Haria caprichosa

Del mundo un Eden, y de tí una Diosa.

Con mis manos tu frente cubriría

Para que el sol no ajára tu hermosura,

Y en hálitos de amor perfumaría

El aura que rozase

Con su ala fujitiva tu sien pura.

Yo pondría en tus hombros mi cabeza,

Jugaria mi mano con tus rizos,

Y entónces ¡ay! de Laura la belleza

Mi amor envidiaria y tus hechizos,

Pues mas enamorada sonaría

Que la voz del Petrarca la voz mía.

En supremo embeleso

Robaria á tu lábio el primer beso,

Y ¡ay, de Leonora! la amorosa historia

Olvidaría el mundo, y la hermosura

Que dióle al Tasso su inmortal diadema!

Yo con la luz de mi radiante gloria

Diera mas brillantez á tu ternura,

Mas vasto imperio á tu beldad suprema;

Y en las alas del tiempo y la memoria

Volarían mis cantos,

Eternos con tu amor y tus encantos!!!

Delirio celestial, huye de mi alma!

Mi pecho es una tumba, y quiero calma!

Allá en el occidente

Un astro baja su radiosa frente,

Esa es mi juventud... esa es mi vida

Por el génio del mal tan combatida!

Hasta mis tristes ojos,

Llegas tú, criatura indefinible,

Cuando ya solo quedan los despojos

De lo que fué mi ser. Mano terrible

Puso el dolor en mi temprana vida,

Y, á la hazaña homicida

Con que apuró en mi pecho sus rigores,

Se agostaron las flores

Lozanas de mi mente;

Los años para mí se apresuraron,

Y, de mi jóven frente,

La corona de amor me desataron.

Pero no; todavía

No soy bien infeliz, pues que en mi seno

Queda una fibra que vital palpita,

Al talisman de tu sin par belleza;

Cual de un jardin ameno

Que el huracan aniquiló en la noche

Suele quedar oculta dentro el broche

Una flor que levanta su cabeza

Luego que el aura matinal la agita.

Aun quedaba en mi Lira una armonía —

La postrera quizá — sentida, ardiente —

Flor que robo al jardin del alma mia,

Y oso ponerla en tu virgínea frente.

A TI

Qué te han hecho las flores

Que burlando su aroma y sus colores

Vas á humillarlas en su propio trono?

Por qué pones al lado de la rosa

Tu cintura gentil, tu frente hermosa?

Por qué te acercas para hacerle agravios

Al clavel purpurino con tus lábios?

Por qué á la flor ligera

De la leve inocente enredadera

A acariciar te atreves

Con tus manos mas puras y mas leves?

Por qué la esencia pura

Que exhalan ellas de su cáliz lleno,

Humilla con sus hálitos tu seno

Perfumado de amores y ternura?

Déjalas donde habitan;

Donde amanecen y se ostentan bellas,

Pues las flores mas lindas se marchitan

Si estás en el jardin al lado de ellas.

Deja esos brotos pobres de la tierra

Que gocen de su corto y fugaz dia,

Que harto aroma y beldad en tí se encierra,

Brillante flor de hermosa poesía.

Flor que en mis sueños de oro

Imaginé en mi seno colocada

Que luego á mi ilusion dejó burlada:

Y que si mas se esquiva mas la adoro.

MELANCOLÍA

Llevad en vuestras álas

¡Oh brisas de la tarde!

Los huérfanos suspiros

De mi secreto amor;

Amor sin esperanza,

Pero de que hace alarde

Mi corazon que sufre

Su celestial ardor.

Llevadlos, y piadosas

Cuando toqueis la frente

De un ángel que ha bajado

Con formas de mujer,

Sobre sus blancas sienes

Dejadlos dulcemente

Cual la única corona

Que puédole ofrecer.

Suspiros son que nacen

Del seno diamantino

Donde se guarda en mi alma

La sensibilidad:

Único bien que nunca

Me arrebató el destino,

Fuente serena y pura

De mi infelicidad.

Mi amor no es un delirio

De ardiente fantasía;

Mi amor está en el alma

Con lágrímas y fé:

Placer que se confunde

Con la melancolía,

Corona de jazmines

Con hojas de cipré.

La veo en las estrellas,

La veo en la alborada,

En las nocturnas sombras,

En el radiante sol;

Dó quiera van los ojos

De mi alma enamorada,

Del sol de mis amores

Encuentro un arrebol.

Las flores me deleitan:

Su aroma y sus colores

Son hoy para mi vida

Supremo talisman.

¡Ay, triste del que ignora

La mágia que las flores

Contienen para el alma

Que acongojada está!

Mas, ¡ay! que las estrellas,

Las flores y la aurora,

Mezclado á mis amores,

Contemplan mi dolor.

Pues si la imájen suya

Mi corazon adora,

Mi corazon la baña

Con lágrimas de amor!

Amor sin esperanza,

Que en mi alma se alimenta

Del fuego solamente

Que en mis entrañas hay:

Ningun benigno soplo

Mi corazon alienta;

No hay pecho que recoja

De mi infortunio el ¡ay!

La adoro y no lo sabe:

La adoro, y su pupila

Sobre mi triste noche

No vierte claridad.

La adoro, y mientras goza

Felicidad tranquila,

En mi alma se apodera

La bárbara ansiedad.

Llevad en vuestras álas

¡Oh brisa pasajera!

Mis huérfanos suspiros

A mi adorado bien:

No la digais que la amo;

Pero dejad, siquiera,

Mis huérfanos suspiros

Sobre su blanca sien.

AMOR

Amor, amor la delicada brisa;

Amor las flores que brotó el pensil;

Amor, amor la nacarada aurora,

Amor nos canta el ruiseñor gentíl.

Gloria, honores, riqueza, poderio,

Son chispas de bellísimo fulgor;

Pero hay luto con ellas en el alma,

Dolor glacial, cuando nos falta amor.

Amor es el destino de la vida,

Vida de la infinita creacion,

Y creacion sublime del Eterno

En un rapto de santa inspiracion.

Venga el dolor si en el dolor se anida

Una chispa siquiera de pasion;

No hay, nó, presente ni futuro al alma

Si es un páramo yerto el corazon.

No mas que la mujer á quien amamos;

No mas que sus caricias y su amor,

Recuerda con placer el pensamiento

En medio á los instantes del dolor.

Amor para ser grande es necesario;

Para ser bueno y generoso, amor;

Y de la gloria la corona es bella

Con el aplauso de amorosa voz.

Amor, amor la delicada brisa;

Amor las flores que brotó el pensil;

Amor, amor la nacarada aurora,

Amor nos canta el ruiseñor gentíl.

ADIOS Á MONTEVIDEO

Adios voluptuosa coqueta del Plata

Que lloras y cantas á orillas del mar;

Y el mar en sus brazos te besa, y retrata

Sobre olas azules tu nítida fáz!

No en vano quisieron señores de antaño,

Robarte de niña, y esclava te hacer,

Mas ¡ay! que llegaron al Plata en su daño

Los régios piratas que huyeron despues!

Yo sé que no es mucho tu amor á los mios.

Vejeces de Artigas, caprichos no mas!

Vendrán otros tiempos de ménos desvios

Y mas reflexiva tu amor nos darás.

Un vértigo agita tu jóven cabeza,

Y hoy vives con risas y llanto á la vez;

Beldad que en el mundo sus horas empieza,

Ingrata por gusto de verse querer.

Dejemos al tiempo.... por mí, yo te quiero.

Y el alma me duele diciéndote ¡adios!

De amor y placeres copioso venero

¿Por qué no te llaman: Oriente de amor?

Si valen tus hombres, ni sé, ni me inquieta;

Mas ¡ay! lo que valen tus hijas lo sé;

Sus ojos hirieron mi ser de poeta,

Jugando con mi alma su fé de mujer.

Mis bellos veinte años su jardin abrieron

En medio á tus hijas de talle gentil,

¡Nací tan sensible! tan lindas nacieron!

¡Qué hacer! dí las flores de todo el jardin.

Las ví tan hermosas que la culpa es dellas.

Si á todas no he dado recuerdos de amor;

Que es poco galante doncel que entre bellas

Ofende á las otras con una excepcion.

Y solo advirtiendo que mi ofrenda pura

No todas querian, ingratas, tomar,

Venguéme de todas, hasta la locura

Queriendo una sola de tanta beldad.

Verdad es que sola por todas valia,

Que es bien el llamarla belleza Oriental;

Mas de aquel oriente dó Mahoma envia

Huríes que sobran al jardin de Alá.

¡Qué noches! ¿recuerdas? la vían mis ojos

Mas linda que miro la estrella y la flor,

Mas llena de encantos de amor y sonrojos

Que asoma en verano la luz del albor.