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Esta es una recopilación de algunas obras poéticas y dramáticas de José Mármol. Algunas de las cuales son los poemas «A Dios», «Canto de los proscritos», «El reloj», «Ayer y hoy», «Cristóbal Colón», «Adiós a Montevideo» o «Canto del poeta»; y las obras de teatro «El cruzado» y «El poeta», dos dramas en cinco actos y en verso.
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Seitenzahl: 276
Veröffentlichungsjahr: 2022
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José Mármol
COLECCIONADAS POR JOSÉ DOMINGO CORTÉS
CABALLERO DE LA ÓRDEN DE LA ROSA DEL BRASIL
Saga
Obras poéticas y dramáticas de José Marmol
Copyright © 1875, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726681949
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
José Marmol. — Nació en Buenos Aires el 4 de diciembre de 1818.
En 1838, habia en las cárceles de Rosas un jóven de veinte años que escribia en las paredes de su calabozo el siguiente cuarteto:
Muestra á mis ojos espantosa muerte
Mis miembros todos en cadenas pon;
¡ Bárbaro! nunca matarás el alma,
Ni pondrás grillos á mi mente, nó.
Este audaz prisionero se llamaba José Mármol.
Cuando pudo escapar á las persecuciones del tirano, emprendió una série de viajes al Brasil y Repúblicas del Pacífico.
Mármol no se ha limitado á las entonaciones líricas, sino que ha abordado el drama y la novela histórica; ha escrito sobre política, y ha redactado diarios; se ha sentado en los bancos de los elejidos del pueblo y ha asistido á los consejos de los gobernantes; sirviendo siempre su pais y á la causa de la democracia.
Muchos elojios se han tributado á sus dramas: El Cruzado, y El Poeta.
Ha escrito una novela histórica, Amalia, de la cual se han hecho cuatro ediciones, una en Alemania, otra en Bélgica, otra en Chile, y la otra en su pais, que á juicio de personas competentes, es la mejor produccion de este literato.
Fué director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.
Mas tarde perdió el sentido de la vista. Murió el 12 de agosto de 1871, de una enfermedad del corazon.
Sus últimas palabras fueron: Vida! Vida!
Fué universalmente sentido, y sus funerales fueron de los mas solemnes que se han hecho á un hombre, pues tomaron parte en ellos el Congreso y todas las clases sociales.
DE JOSÉ MÁRMOL
Señor, no te profana
Al hablarte de amor mi voz mundana,
Porque yo sé que con tu mismo aliento
El fuego enciendes que en mi pecho siento.
La cristalina gota
Del llanto matinal sobre las flores;
El pequeñuelo arbusto
Besando el mar desde la peña rota;
Al espirar el sol, los mil colores
Que huyen la noche con su ceño adusto:
De los niños la risa y las congojas;
De las palomas el sentido arrullo;
La música del céfiro en las hojas,
Y el cristal de una fuente y su murmullo,
Fueran siempre, Señor, al alma mia
El terso espejo dó tu imágen vía:
Dó mis ojos, Señor, te contempláran
En tu esencia de amor y de pureza,
Como el trueno y el sol me reveláran
Tu eminente poder y tu grandeza.
Pero nunca jamás te hallé mas bueno,
Ni mas sublime en débil criatura,
Que al sentir en mi seno
Este mar de inquietudes y ternura.
Hoy no vivo por mí — vivo en la vida
De una mujer que á revelarme vino,
La esencia celestial que hay escondida
En cuanto es obra de tu ser divino.
Hoy sé que puede un corazon humano
En otro corazon sentir sus penas,
Y en la leve presion que hace una mano
Trasmitirse la sávia de las venas.
Hoy sé que puede la abrasada boca
Ceder el agua en medio del desierto;
Por evitar un ¡ay! darse una vida;
Y adorar cuanto mira y cuanto toca
Bella y amante la mujer querida.
Esa tu mente fué, Dios generoso,
Cuando ese imán pusiste dentro el seno,
Que arrastra misterioso
Un ser hácia otro ser, de encantos lleno.
Y eso es, mi Dios, lo que en mi pecho siento:
El calor mismo de tu mismo aliento;
Y no á tu grave Majestad profana
Al hablarte de amor mi voz mundana.
Si tú me has dado lo que siente mi alma,
Si tú me has dado la mujer que adoro,
Haz que yo goce en calma
Su dulce amor, mi celestial tesoro.
En plácido sosiego
Hazla mia no mas — solo con ella,
Mas te veré, Señor, cuanto mas bella
La halle á la luz de mi amoroso fuego.
Una cabaña en las desiertas islas
Del alto Paraná, seráme un Eden,
Si allí, en mi seno su cabeza hermosa,
Tiernos mis ojos contemplarla pueden.
Sentada en mis rodillas
Coronada de flores,
En la tarde tranquila y silenciosa,
Del rio en las orillas,
Tú escucharás, Señor, nuestros amores
En las voces sentidas
De dos almas en una confundidas.
Ella no inspira sino amor del cielo,
Porque tanto de cielo representa
Que á veces creo que remonta el vuelo
Y en ángel ó en perfume se me ausenta.
Ella no exalta, no, mi fantasía;
Ella hiere, Señor, con májio encanto
La sensibilidad del alma mia,
Como la luna sobre el mar sin olas,
Como en el templo el relijioso canto,
Como en lo espeso de las selvas solas
La música del viento,
El quejido de amor de las palomas,
Y el penetrante aliento
De las auras besando las aromas.
Ella es la imágen que formó mi mente
Allá en mis creaciones de poeta,
Cuando de mi alma ardiente
La inspiracion secreta
Me hiciera imajinar lo que no vía,
En mi ambicion de amor y poesía.
Ella no siente sino amor del alma,
Y pudorosa y tímida y amante
Á mi sensible voz pierde su calma,
Pero en su vírgen seno,
De sueños de ángel y suspiros lleno,
La flor de su virtud queda fragante.
Mujer de corazon, ama y padece,
Y en su mismo sufrir su amor se excita,
Como abre y enrojece
La rosa con el sol que la marchita.
Mujer en su belleza,
Y ángel en su bondad y en su pureza,
Aun no comprendo si en mi amor profundo
Me vence el cielo, ó si me vence el mundo.
Solo sé que contento,
Cuando á su lado estoy, mas pienso en ella
Que en los ardores que en mi pecho siento,
Aun cuando la amo tanto y es tan bella.
Dáme dicha, Señor, en mis amores,
Dáme paz y sosiego,
Que á tanto amor son tantos los rigores
Que á tí levanto mi sentido ruego.
A tí á quien no profana
Al hablarte de amor mi voz mundana,
Porque yo sé que con tu mismo aliento
El fuego enciendes que en mi pecho siento.
Patria! Patria! palabra divina
Que en el cáliz del alma se esconde,
Y á los sueños del alma responde
Con promesas sublimes de amor!
Ese nombre de paz y esperanzas
Es la dulce oracion del proscrito:
El aprende á llamarle bendito
En la escuela que enseña el dolor.
Patria hermosa que cuentas tus penas
A las ondas del rio arjentino,
Algo santo te deja el destino
Al dejarnos el llanto por tí.
Feliz hija del Genio y la Gloria;
Triste madre de un tiempo de luto
¡Ay! recoje ese noble tributo
Que refleja tu imágen en sí.
Sobre el árido suelo extranjero
Nuestra vida ha perdido sus flores
Y, á la luz de los años mejores,
Se tocó con la noche su albor.
Pero en medio á la récia tormenta
Que nos bate y marchita la frente,
Bajo puro dulcísimo ambiente
Conservamos la flor de tu amor.
Al dejar de un hermano los restos
Bajo el suelo extranjero, tan mudo,
Suspiramos al ver que no pudo
Ni la vida en su patria perder.
Y al nacer nuestros hijos al mundo
Mil recuerdos nos hieren prolijos,
Al pensar que ni vemos los hijos
En la patria del padre nacer.
Fija, eterna, escondida en el alma
Vive ¡oh patria! tu imágen hermosa;
Como gota del alba en la rosa,
Como perla en el fondo del mar.
Tierno, santo tu nombre á los cielos
En suspiro purísimo sube,
Como el salmo en la pálida nube
Del incienso que exhala el altar.
De los mares remotos las ondas
Todas saben tu nombre y tus penas;
Del desierto las tibias arenas;
Bosque y prados lo saben tambien.
¡Ay, si hablasen las lánguidas nubes
Qué despiden al sol en la esfera!
Ay, si hablase la triste viajera
Que circunda de estrellas su sien!
Todo el orbe se presta á nosotros:
En las nubes te van pensamientos;
El pampero nos dá tus alientos;
Nuestro llanto en las ondas tomad.
¡ Ay, que en torno á tus puertas andamos
Cual amante que vela y se queja,
Con su brazo rozando la reja
Que le encierra su vírgen beldad!
Tus recuerdos son culto divino
Que te rinde do quier la memoria;
Nunca hubieron tus tiempos de gloria
Mas expléndida aureola de amor.
Que entusiasmo que vive en el alma
Tras veinte años eternos de llanto,
Tiene mucho de grande y de santo
Para orlar un recuerdo de honor.
Preguntad á la aurora de Mayo
Por la frente que le alza el proscrito;
Preguntad si su rayo bendito
No le baña orgulloso la sien.
Preguntad á las tumbas que sienten
Cuando en hebra fugáz de aquel rayo
Les mandamos recuerdos de Mayo,
Y un gemido del alma tambien.
¿No mirais esas luces que brillan,
Cuál destellos de un fuego divino?
Son los ojos del Genio Arjentino
Irritado en tu oscuro confin.
¿No escuchais un confuso ruido,
Como de onda de un mar que se avanza?
Son las sombras que claman ¡venganza!
De los héroes de Máipo y Junin.
¿No sentis que tu planta resbala
Sobre el húmedo suelo que tocas?
Es que el suelo, y el monte y las rocas
Sudan gotas de sangre á tu pié:
Es que todo se irrita y conmueve
Al no ver de tus tiempos de gloria,
Mas virtud ni mas santa memoria
Que del pobre proscrito la fé.
Alza ¡oh madre! tu mano sagrada
Y bendice tus hijos proscritos;
Que de aquellos tus tiempos benditos
No te queda mas que ellos y Dios.
Los que besan el pié del tirano
No son dignos de un otro destino;
Son ladrones del nombre arjentino,
Son bastardos sin alma ni voz.
Somos pocos ¡oh patria! y no importa,
Pues la gloria de un pueblo y su nombre
Suele á veces guardarse en un hombre,
Cual las luces del orbe en un sol.
Para ver lo que valen los pueblos
No se cuentan jamás sus esclavos;
Son sus hijos virtuosos y bravos
Los que dan á la historia el crisol.
Desterrados y pobres y pocos,
En nosotros el alma es un templo
Donde brilla en magnífico ejemplo
La mas pura arjentina virtud.
Y si en medio al destierro caemos,
Prolongada tu suerte inclemente,
Será siempre padron elocuente
De tu honor nuestro humilde ataud.
En la lid y al puñal del tirano
Han caido tus hijos mejores;
Al puñal ó los crudos rigores
Del destierro caeremos tambien.
Mas no temas; te quedan los niños;
Esas verdes promesas de gloria,
Cuya voz cantará tu victoria
Coronada de palma tu sien.
Adios, madre que el alma idolatra!
Dios recoja tu llanto bendito;
Y la vida del noble proscrito
Tambien halle el amparo de Dios!
Reclinada en las tumbas de Mayo,
Otro tiempo benéfico espera,
Y, de él hasta el alba primera,
Hija y madre de héroes, ADIOS!
Sonó en la vecina iglesia
La campana del reloj,
Diciendo: « pasó una hora «
Y á la eternidad cayó. »
Eco lúgubre del tiempo
Que con fatídico son
Nos manda que repitamos
En cada momento: ¡adios!
Pero el mundo solo mira
Porvenir en el reloj:
Dá la una y desespera
Alguien que espera las dos...
Las doce espera del dia
El pobre trabajador,
Y las doce de la noche
El amante corazon.
Las horas que van pasando
No se cuentan al reloj,
Cuenta el hombre las que faltan,
Mas nunca la que pasó;
Así al sonar la campana
Suele en secreto decir:
« Las que ha de marcar espero,
« Por que esperar es vivir. »
Es, pues, entonces en el mundo mio
Indiferente para mí el reloj:
Pasen las horas á su antojo, pasen,
Tráenme lo mismo que las diez, las dos.
Yo nada espero — mi cansada vida
Ni llorar puede ni sentir amor
Del llanto mio se agotó la fuente,
La llama activa del amor murió.
Ya con el mundo los estrechos lazos
Mi descontento corazon rasgó;
Lo mismo el dia de mañana espero
Que ayer las horas esperé de hoy.
Activo foco de pasiones mi alma
A los incendios del amor cedió,
Y grande placa de cristal mi mente
Vida y verdades trasparentes vió.
Sé que si escucho de mujer querida
Latiendo el alma su amorosa voz,
O ella se engaña al pronunciar, te amo,
O á mí me miente con doblez mayor.
Sé que si el seno de los hombres busco
Y mi cabeza y corazon les doy,
Luego que expriman de mi ser la esencia
Con risa amarga me dirán: ¡adios!
Y sé que es hoy lo que será mañana
El mundo, el hombre, la mujer y el sol;
Y pues que todo lo que viene he visto
Tráenme lo mismo que las diez, las dos.
Yo nada espero: — ni dolor, ni risa
En la indolencia que mi ser cayó —
Si hoy tengo hastío lo tendré mañana
Es mueble inútil para mí el reloj.
Vía correr las horas mi destino
Como ven los desiertos á la brisa:
Que sin hallar escollo en su camino
Tranquila muellemente se desliza.
Veo pasar mis dias, silencioso,
Como el hojoso bosque el récio viento:
Encontrando y luchando tormentoso
Con ramas mil y tronco corpulento.
Pero si ayer pasaban sin enojos
Esos tan dulces dias de la calma,
Será porque tocaban á mis ojos;
Hoy todos al pasar tocan el alma.
Mi amiga, ¿lo recuerdas?
Yo era niño, y dichoso todavía,
Cuando miré la flor de tu hermosura,
Fragante abrirse con el alba pura
Que anunció de tu vida el claro dia.
Niños ambos, ¿recuerdas?
Las huellas de los dos marcó el destino
Fué la tuya de mirtos y azahares,
Y de amargos pesares
Sembrado estaba mi infeliz camino!
Otra vez en el mundo
Nos volveremos á ver; tú eres la misma;
El tiempo pliega ante tu pié sus alas
¿Y yo? mi juventud perdió sus galas,
Y á mi bella ilusion se rompió el prisma!
Peregrino en la tierra,
No llevo una esperanza dentro el alma:
Y si tras de mi pié mi nombre existe,
No es en un corazon: — él queda triste
En alta roca ó solitaria palma!
Mañana de mi estrella
Yo seguiré otra vez el rayo incierto;
Y ¡quién sabe, Luciana, si en el mundo
Nos volvemos á ver! ¡Si el mar profundo
Habrá de ser mi tumba, ó el desierto!
Mas no será en la roca
Esta vez, ni en la palma donde deje
Las letras de su nombre el Peregrino:
Esta vez es mas bello su destino,
Y orgullo sentirá cuando se aleje:
Queda en tu album, mi amiga,
Bajo la lumbre de tus ojos, bella;
Como pobre inscripcion en rica losa,
Bajo los rayos de la luna hermosa,
O de la luz benigna de una estrella.
Dos hombres han cambiado la existencia
De este mundo en los siglos peregrino:
El lábio de Jesus le dió otra esencia,
Y el génio de Colon otro destino.
Completaron de Dios la mente misma
A inspiraciones de su amor profundo:
Uno del alma iluminando el prisma,
Otro haciendo de dos un solo mundo.
Angel, Génio, mortal, que no has logrado
Legar tu nombre al mundo de tu gloria;
Que ni ves en su suelo levantado
Un pobre monumento á tu memoria;
Ah, bendita la pila dó tu frente
Se mojára en el agua del bautismo,
Y el ála de tu génio amaneciente
Se tocára en la uncion del cristianismo!
Angel, genio mortal, yo te saludo
Desde el seno de América mi madre;
De esta tierna beldad que el mar no pudo
Robarla siempre á su segundo padre.
La hallaste, y levantándola en tu mano
Radiante con sus gracias virginales,
Empinado en las ondas del oceano
Se la enseñaste á Dios y á los mortales.
Despues de Cristo, en el terráqueo asiento,
Siglo, generacion, ni raza alguna
Ha conmovido tanto su cimiento,
Como el golpe inmortal de tu fortuna.
Á su grandeza un siglo era pequeño;
Y en los futuros siglos difundida,
Es el eterno Tiempo el solo dueño
De tu obra inmensa en su grandiosa vida.
Tú, como Dios al derramar fulgentes
Los mundos todos en la oscura nada,
Al Mas Allá de las futuras gentes
Diste sin fin tu América soñada.
En cada siglo que á la tierra torna,
La tierra se columpia, y, paso á paso,
Su destino la América trastorna,
Y muda el sol su oriente en el ocaso.
Obra es tuya, Colon; la hermosa perla,
Que sacaste del fondo de un oceano,
Al través de los siglos puedes verla
Sobre la frente del destino humano.
El ángel del futuro rompió el lazo
Que á las Columnas de Hércules le ataba.
Y saludó en la sien del Chimborazo
Los desiertos que América encerraba.
No de la Europa quebrará la frente
El rudo potro del sangriento Atila;
Pero ¡ay! el tiempo en su velóz corriente
Mina el cimiento donde y a vacila!
El destino del mundo está dormido
Al pié del Andes sin soñar su suerte;
Falta una voz bendita que á su oido
Hable májico acento y le despierte.
Un hombre que á esta tímida belleza
Le quite el azahár de sus cabellos,
Y ponga una diadema en su cabeza
Y el manto azul sobre sus hombros bellos.
Si no te han dado monumento humano,
Si no hay Colombia en tu brillante historia
¿Qué importa? ¡eh! tu nombre es el oceano,
Y el Andes la columna de tu gloria.
¿Qué navegante tocará las olas
Donde se pierde la polar estrella,
Sin divisar en las llanuras solas
Tu navío tus ojos, y tu huella?
¿Sin ver tu sombra, allí dó misterioso
El imantado acero se desvía;
Y un rayo de tu génio poderoso
Que vá y se quiebra donde muere el dia?
¿Quién, al pisar la tierra de tu gloria,
No verá en sus montañas colosales,
Monumentos de honor á tu memoria,
Como tú grandes, como tú inmortales?
Salve, Genio feliz! mi mente humana
Ante tu idea de ángel se arrodilla,
Y de mi lábio la expresion mundana
Ante tu santa inspiracion se humilla.
Por un siglo tus álas todavía
Plegadas tén en los etéreos velos,
De donde miras descender el dia
Hasta el cristal de los andinos hielos.
Baja despues. De la alta cordillera
Los ámbitos de América divisa;
Y, como Dios al contemplar la esfera,
Sentirás de placer dulce sonrisa.
El ángel del futuro á quien sacára
De los pilares de Hércules tu mano,
Te mostrará colon, tu vírgen cara,
Feliz y dueña del destino humano.
Vuelve despues á tu mansion de gloria
Á respirar la eternidad de tu alma,
Mientras queda en el mundo á tu memoria
Sobre el Andes eterno, eterna palma.
Rosa fragante del Edén caida;
Angel proscrito que perdió sus alas;
Perla hermosa del alba desprendida;
Hebra de luz de las etéreas galas;
Paloma que ha dejado misteriosa
Las selvas que habitó en el paraíso;
Fantasía de Dios en noche hermosa,
De que hizo luego terrenal hechizo;
Quién el jardí, beldad fascinadora;
Hálito de purlshnas esencias
Que embriaga el corazon y lo enamora;
Que bajo indefinibles apariencias
Al través muestras de encantado velo
Entremezclado el mundo con el cielo?
Quién eres que al poder de tu hermosura
Se ata de nuevo al mundo,
Y vuelve á sus perdidas ilusiones,
Aqueste corazon que la amargura
Apuró del dolor? Que en lo profundo
De su ser misterioso sumerjido,
Dijo ¡adios! al placer y á las pasiones;
Y, de su propia vida desprendido,
A la fé y la esperanza estaba muerto,
Ajeno al mundo, á los amores yerto?
Quién eres que levantas misteriosa
De mi alma yerta los oscuros velos,
Como el alba las sombras de los cielos
Con sus manos de nácar y de rosa?
Y, cómo no admirarte! ¡cómo mi alma,
Que sufre las angustias del poéta,
No revivir para perder su calma;
No reanimar la inspiracion secreta,
Si hay en tí mas belleza y poesía
Que en cuanto dora el explendor del dia!
Corriendo en pos de mi destino incierto,
He surcado los mares,
He pisado la sien de las montañas,
He cruzado el desierto
Á la luz de los pardos luminares;
Solitario he dormido
Entre las sombras de la selva hojosa,
Ó entre flexibles y sahumadas cañas,
Y he despertado al lánguido quejido
Que dá de amor la tórtola medrosa;
Mi religion, mi libro, mi belleza
Fué siempre la gentil naturaleza,
Pero hallo en tí mas alta poesía
Que en cuanto he visto bajo el claro dia.
En una noche lánguida y hermosa,
Sobre una mar tranquila
Como el cristal de plácida laguna.
He visto levantarse silenciosa
En columnas de luz la blanca luna:
Panorama magnifico que en vano
Pintar querría con mi acento humano!
Pero ¡ay! sobre tu frente de alabastro
Hay mayor majestad, mayor dulzura
Que en la frente del astro
Que rasga el velo de la noche oscura.
Yo he cruzado mis brazos fascinado.
Al contemplar la brillantina lumbre
Que en el cielo del trópico inflamado,
En bella muchedumbre
Derraman los luceros rutilantes.
Allí se mira en ellos
El ópalo, el záfiro y los diamantes.
Y, á sus raros y májicos destellos,
El alma se electriza
Y tierno el corazon se poetiza.
Pero ¡ay! en tus pupilas celestiales
Hay mas luz que en los astros tropicales!
Espiral de la llama que calienta
Tu tierno corazon; fuego divino
Que tu espíritu de ángel alimenta,
Y que en dulce destino,
Al dar á mi alma agitacion suprema,
Mas la enamora cuanto mas la quema.
En medio del desierto, de repente
La brida á mi caballo he recojido,
Para mirar en el lejano oriente
Un trono de topacios suspendido
En pedestal de nacar y rubíes;
Y sobre gradas de purpúreas rosas
Llegar al trono la naciente aurora,
Desatando las cintas carmesíes
Á sus cabellos de oro, y las hermosas
Perlas que entre sus hebras atesora;
Derramar luego de sus tiernos ojos
Los tranquilos destellos del topacio,
Y el reflejo fugáz de los sonrojos
Que la vista del sol causa en su frente:
Llenar despues de esencias el espacio
Dando su lábio el matinal ambiente:
Y grabar por dó quier el sacro sello
Que pone Dios en lo sublime y bello:
Pues bien; en tí mi admiracion divisa
Poesía mayor, mayor encanto,
Que en esa aurora que revela tanto
La existencia del Dios que la improvisa.
Quién al ver la frescura de las rosas
En tu semblante virginal, podria
Echar de ménos las que muestra hermosas
El rubio oriente al asomar el dia?
Cuando en fugaz agitacion sonríes,
En qué cambiante de su luz la grana
La radiante mañana
Hallará de tus labios los rubíes?
En cuál nácar del alba tu garganta
Y el alabastro de tu ebúrneo seno,
Cuando, de vida y de suspiros lleno,
Con tu aromado aliento se levanta?
Con qué cuadros de luz, con qué espirales
La hermosa aurora á disputar se atreve
Las gracias virginales
Que, en movimiento blando,
Se deleitan jugando
En derredor de tu cintura leve?
Oh! si te hubiese visto un solo instante
Allá en los tiempos en que el alma mia,
Feliz y delirante,
Era toda entusiasmo y poesía,
Yo no hubiera pedido prosternado
Á la naturaleza,
Los misterios sin fin de su belleza
Que en mi Lira despues se han escuchado!
Tu suprema hermosura
Mi enamorado lábio cantaría;
Y, de tus ojos á la lumbre pura,
Divino fuera mi mundano verso,
Y mi verso te haría
Divinidad tambien del universo.
Para adornar tu expléndida cabeza,
Pediria á la gloria
Lauros que eternizáran la memoria
De mi amor y tu célica belleza.
Tu corazon que espera,
Cual un harpa eoleana
El primer soplo con que amor le hiera
Para dar tierno su amoroso acento,
De mi pasion temprana
Sentido hubiese mi abrasado aliento.
Yo buscaría en tí la oculta fibra
Que pulsada una vez se ajita y vibra,
Y hace que la mujer, sin saber que ama,
Arda de amor en la sensible llama.
Entónces ¡ay! bebiendo de tu boca
Sávia de vida, espíritu de amores,
Mi vida fuera un piélago de flores;
Y el alma mia de entusiasmo loca,
Haria caprichosa
Del mundo un Eden, y de tí una Diosa.
Con mis manos tu frente cubriría
Para que el sol no ajára tu hermosura,
Y en hálitos de amor perfumaría
El aura que rozase
Con su ala fujitiva tu sien pura.
Yo pondría en tus hombros mi cabeza,
Jugaria mi mano con tus rizos,
Y entónces ¡ay! de Laura la belleza
Mi amor envidiaria y tus hechizos,
Pues mas enamorada sonaría
Que la voz del Petrarca la voz mía.
En supremo embeleso
Robaria á tu lábio el primer beso,
Y ¡ay, de Leonora! la amorosa historia
Olvidaría el mundo, y la hermosura
Que dióle al Tasso su inmortal diadema!
Yo con la luz de mi radiante gloria
Diera mas brillantez á tu ternura,
Mas vasto imperio á tu beldad suprema;
Y en las alas del tiempo y la memoria
Volarían mis cantos,
Eternos con tu amor y tus encantos!!!
Delirio celestial, huye de mi alma!
Mi pecho es una tumba, y quiero calma!
Allá en el occidente
Un astro baja su radiosa frente,
Esa es mi juventud... esa es mi vida
Por el génio del mal tan combatida!
Hasta mis tristes ojos,
Llegas tú, criatura indefinible,
Cuando ya solo quedan los despojos
De lo que fué mi ser. Mano terrible
Puso el dolor en mi temprana vida,
Y, á la hazaña homicida
Con que apuró en mi pecho sus rigores,
Se agostaron las flores
Lozanas de mi mente;
Los años para mí se apresuraron,
Y, de mi jóven frente,
La corona de amor me desataron.
Pero no; todavía
No soy bien infeliz, pues que en mi seno
Queda una fibra que vital palpita,
Al talisman de tu sin par belleza;
Cual de un jardin ameno
Que el huracan aniquiló en la noche
Suele quedar oculta dentro el broche
Una flor que levanta su cabeza
Luego que el aura matinal la agita.
Aun quedaba en mi Lira una armonía —
La postrera quizá — sentida, ardiente —
Flor que robo al jardin del alma mia,
Y oso ponerla en tu virgínea frente.
Qué te han hecho las flores
Que burlando su aroma y sus colores
Vas á humillarlas en su propio trono?
Por qué pones al lado de la rosa
Tu cintura gentil, tu frente hermosa?
Por qué te acercas para hacerle agravios
Al clavel purpurino con tus lábios?
Por qué á la flor ligera
De la leve inocente enredadera
A acariciar te atreves
Con tus manos mas puras y mas leves?
Por qué la esencia pura
Que exhalan ellas de su cáliz lleno,
Humilla con sus hálitos tu seno
Perfumado de amores y ternura?
Déjalas donde habitan;
Donde amanecen y se ostentan bellas,
Pues las flores mas lindas se marchitan
Si estás en el jardin al lado de ellas.
Deja esos brotos pobres de la tierra
Que gocen de su corto y fugaz dia,
Que harto aroma y beldad en tí se encierra,
Brillante flor de hermosa poesía.
Flor que en mis sueños de oro
Imaginé en mi seno colocada
Que luego á mi ilusion dejó burlada:
Y que si mas se esquiva mas la adoro.
Llevad en vuestras álas
¡Oh brisas de la tarde!
Los huérfanos suspiros
De mi secreto amor;
Amor sin esperanza,
Pero de que hace alarde
Mi corazon que sufre
Su celestial ardor.
Llevadlos, y piadosas
Cuando toqueis la frente
De un ángel que ha bajado
Con formas de mujer,
Sobre sus blancas sienes
Dejadlos dulcemente
Cual la única corona
Que puédole ofrecer.
Suspiros son que nacen
Del seno diamantino
Donde se guarda en mi alma
La sensibilidad:
Único bien que nunca
Me arrebató el destino,
Fuente serena y pura
De mi infelicidad.
Mi amor no es un delirio
De ardiente fantasía;
Mi amor está en el alma
Con lágrímas y fé:
Placer que se confunde
Con la melancolía,
Corona de jazmines
Con hojas de cipré.
La veo en las estrellas,
La veo en la alborada,
En las nocturnas sombras,
En el radiante sol;
Dó quiera van los ojos
De mi alma enamorada,
Del sol de mis amores
Encuentro un arrebol.
Las flores me deleitan:
Su aroma y sus colores
Son hoy para mi vida
Supremo talisman.
¡Ay, triste del que ignora
La mágia que las flores
Contienen para el alma
Que acongojada está!
Mas, ¡ay! que las estrellas,
Las flores y la aurora,
Mezclado á mis amores,
Contemplan mi dolor.
Pues si la imájen suya
Mi corazon adora,
Mi corazon la baña
Con lágrimas de amor!
Amor sin esperanza,
Que en mi alma se alimenta
Del fuego solamente
Que en mis entrañas hay:
Ningun benigno soplo
Mi corazon alienta;
No hay pecho que recoja
De mi infortunio el ¡ay!
La adoro y no lo sabe:
La adoro, y su pupila
Sobre mi triste noche
No vierte claridad.
La adoro, y mientras goza
Felicidad tranquila,
En mi alma se apodera
La bárbara ansiedad.
Llevad en vuestras álas
¡Oh brisa pasajera!
Mis huérfanos suspiros
A mi adorado bien:
No la digais que la amo;
Pero dejad, siquiera,
Mis huérfanos suspiros
Sobre su blanca sien.
Amor, amor la delicada brisa;
Amor las flores que brotó el pensil;
Amor, amor la nacarada aurora,
Amor nos canta el ruiseñor gentíl.
Gloria, honores, riqueza, poderio,
Son chispas de bellísimo fulgor;
Pero hay luto con ellas en el alma,
Dolor glacial, cuando nos falta amor.
Amor es el destino de la vida,
Vida de la infinita creacion,
Y creacion sublime del Eterno
En un rapto de santa inspiracion.
Venga el dolor si en el dolor se anida
Una chispa siquiera de pasion;
No hay, nó, presente ni futuro al alma
Si es un páramo yerto el corazon.
No mas que la mujer á quien amamos;
No mas que sus caricias y su amor,
Recuerda con placer el pensamiento
En medio á los instantes del dolor.
Amor para ser grande es necesario;
Para ser bueno y generoso, amor;
Y de la gloria la corona es bella
Con el aplauso de amorosa voz.
Amor, amor la delicada brisa;
Amor las flores que brotó el pensil;
Amor, amor la nacarada aurora,
Amor nos canta el ruiseñor gentíl.
Adios voluptuosa coqueta del Plata
Que lloras y cantas á orillas del mar;
Y el mar en sus brazos te besa, y retrata
Sobre olas azules tu nítida fáz!
No en vano quisieron señores de antaño,
Robarte de niña, y esclava te hacer,
Mas ¡ay! que llegaron al Plata en su daño
Los régios piratas que huyeron despues!
Yo sé que no es mucho tu amor á los mios.
Vejeces de Artigas, caprichos no mas!
Vendrán otros tiempos de ménos desvios
Y mas reflexiva tu amor nos darás.
Un vértigo agita tu jóven cabeza,
Y hoy vives con risas y llanto á la vez;
Beldad que en el mundo sus horas empieza,
Ingrata por gusto de verse querer.
Dejemos al tiempo.... por mí, yo te quiero.
Y el alma me duele diciéndote ¡adios!
De amor y placeres copioso venero
¿Por qué no te llaman: Oriente de amor?
Si valen tus hombres, ni sé, ni me inquieta;
Mas ¡ay! lo que valen tus hijas lo sé;
Sus ojos hirieron mi ser de poeta,
Jugando con mi alma su fé de mujer.
Mis bellos veinte años su jardin abrieron
En medio á tus hijas de talle gentil,
¡Nací tan sensible! tan lindas nacieron!
¡Qué hacer! dí las flores de todo el jardin.
Las ví tan hermosas que la culpa es dellas.
Si á todas no he dado recuerdos de amor;
Que es poco galante doncel que entre bellas
Ofende á las otras con una excepcion.
Y solo advirtiendo que mi ofrenda pura
No todas querian, ingratas, tomar,
Venguéme de todas, hasta la locura
Queriendo una sola de tanta beldad.
Verdad es que sola por todas valia,
Que es bien el llamarla belleza Oriental;
Mas de aquel oriente dó Mahoma envia
Huríes que sobran al jardin de Alá.
¡Qué noches! ¿recuerdas? la vían mis ojos
Mas linda que miro la estrella y la flor,
Mas llena de encantos de amor y sonrojos
Que asoma en verano la luz del albor.