El peregrino - José Mármol - E-Book

El peregrino E-Book

José Mármol

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Beschreibung

El peregrino es un emigrado argentino que viaja por el mar y canta alabando la naturaleza americana. «Cantos del peregrino» es un largo y ambicioso poema que José Mármol escribió a lo largo de varios años y que acabó compuesto de doce cantos sobre América y los sentimientos amorosos, religiosos y patrióticos de su autor.

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Veröffentlichungsjahr: 2021

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José Mármol

El peregrino

 

Saga

El peregrino

 

Copyright © 1846, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726681895

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

ADVERTENCIA

Bajo el título de Obras de José Mármol he formado el propósito de coleccionar, en cuanto me sea posible, todo lo que haya escrito mi padre y pueda ofrecer algún interés para el lector, y formando una edición completa, darlo á la publicidad.

Fácil es comprender el motivo que me ha inducido á hacer esta publicación, pues los que hayan leído los apuntes biográficos y juicios críticos que sobre mi padre han escrito los señores Juan María Gutiérrez, Florencio Varela, Juar E. Labougle, Torres Caicedo, Mariano Pelliza y otros, verár que allí se hace referencia á poesías y escritos que hoy muy pocos conocen, pues ó so han publicado en folletos que ya no se encuentran al alcance de todos, ó en los diarios de aquella época, que son raros quienes los conservan. Do sus poesías, sólo dos ediciones se han hecho bajo su dirección: la primera en Montevideo el año 1851 y la segunda, más completa, en Buenos Aires en 1854, ambas completamente agotadas hoy. Del poema Cantos del Peregrino sólo se hizo una edición en Montevideo el año 1847, publicándose en ella los cuatro primeros cantos; el canto undécimo se publicó en folletín en La Reforma Pacífica del año 1857, y el canto doce se había publicado en Montevideo en 1846 en un folleto.

De todo esto, como se comprende, hoy ni vestigios quedan, y los Cantos Del Peregrino sólo viven en la memoria de los contemporáneos de la época en que fueron escritos.

Mi padre no tenía la prolijidad de guardar y coleccionar sus producciones de todo género: él creaba, por el placer de gozar en la contemplación de su obra y después la publicaba ó no la publicaba, pero en resultado final quedaba su producción abandonada. Y esto sucedía con todo lo que salía de su pluma, poesías, folletos, y artículos de carácter político, de crítica social ó meramente literarios todo ha desaparecido.

Recoger esas flores, que un tiempo orlaron su sien de proscrito, es la tarea que me he impuesto; y si ellas son recibidas con benevolencia por el público, será éste el único homenaje que me habrá sido dado tributar á su memoria.

En el presente volumen se publican en primer lugar los Cantos Del Peregrino. De este poema sólo han llegado á mis manos, ocho cantos; los intermedios del séptimo al décimo inclusive no se han publicado; más aún, creo que no han sido escritos; pero esto en nada perjudica la lectura del poema, pues sus cantos no responden á un plan fijo ó idea determinada en el desarrollo de su trama: cada canto representa diversas impresiones que el Peregrino ha recibido en distintos lugares y también en diferentes situaciones de su espíritu.

Véase cómo el mismo autor explica su poema en la Introducción al Canto doce: ....... «El Peregrino es un emigrado argentino que viaja en el mar, desde el trópico de nuestro hemisferio, hasta los 65° Sur, á donde le arrojan las borrascas sin poder doblar el cabo Meridional de América. Durante su viaje, de zona en zona, de grado en grado canta la Naturaleza americana, ya por sus recuerdos, ya por los cuadros que se desenvuelven á sus ojos. Los trópicos con sus Océanos de luces y su eterna primavera; el polo con su cielo nebuloso y sus montañas de nieve; el mar en todos sus misterios, en todas sus multiplicadas faces; los astros, las nubes, todo, en fin, lo que pertenece á la Naturaleza, es para el Peregrino la primera fuente de sus inspiraciones. Pero aun halla otra de más viva y lujosa poesía, su propio corazón: los recuerdos de la patria con su pasado glorioso, con su presente de lágrimas y sangre, con su porvenir rico de paz y de felicidad, como una promesa de Dios. Los recuerdos individuales del proscrito, del patriota, del amante, meditando sobre sí mismo, é historiando con sus propias impresiones, el carácter y los acontecimientos de la época, son otra fuente donde á menudo bebe el poeta peregrino sus inspiraciones. Y la Naturaleza y el alma son los dos mundos misteriosos, que revela en sus cantos.

«Fácil es ahora comprender que nuestro poema, no es un poema dramático; que no hay unidad en sus cuadros, y que cualquiera de los cantos puede publicarse separado de los otros sin alterar el poema y sin necesidad de los anteriores para su inteligencia.» . . . . . . . . . . . . . .

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Como se ve, es casi seguro que dedicados esos cantos á algún punto de su viaje ó á alguna circunstancia recordada por éste, el autor no escribió esos cantos al mismo tiempo que los demás, quizá con la idea de hacerlo más tarde: y sabido es que después del año 1852, mi padre abandonó casi por completo la poesía.

De las poesías que en segundo término se publican, algunas hay inéditas, otras fueron publicadas en diversos diarios y periódicos en Montevideo, que el autor dirigía ó en los que colaboraba; y las demás han sido escogidas entre las muchas poesías que forman los dos volúmenes de Armonías de la edición de 1854, á que me he referido. Como en este grupo de diversas composiciones líricas no hay tampoco unidad ni plan determinado, he creído conveniente precederlo de la introducción que figura al frente de dicha edición y que explica cómo estas poesías son sólo el reflejo de impresiones momentáneas que han respondido á un episodio de su vida intelectual, más bien que al propósito de formar una colección de poesías escogidas, pues conforme salían de su pluma, obedeciendo á inspiraciones fugitivas, así se publicaban.

El temor de hacer demasiado extenso este volumen, me ha hecho limitar en la presento publicación el número de esas composiciones.

Tras este primer volumen se publicarán otros, conteniendo sus escritos do carácter político, publicados en varios folletos ó en artículos para la prensa, que tengo coleccionados, y también algunos romances y artículos literarios, y sus obras dramáticas que tan mal corregidas se han publicado en las «Obras poéticas y dramáticas» coleccionadas por don José Domingo Cortez, obra de la que se han hecho, sin embargo, varias ediciones. Pero estando, como estoy, en posesión de los originales, me será fácil hacer una publicación más esmerada y completa. Y con esto habré cumplido con un grato deber para mí.

Juan A. Mármol

 

Buenos Aires, Febrero de 1889.

A MI HIJA MARÍA

Montevideo, 1846.

CANTOS DEL PEREGRINO

PATRIE

Je consacre á ton nom ou ma mort ou ma gloire

Lamartine .

Libertá va cercando, chi é si cara

Come sa chi per lei vita rifiuta.

Dante.

INTRODUCCIÓN

Los cantos del Peregrino, pertenecen, por la patria del autor y por muchas de sus inspiraciones, á la primera de las literaturas poéticas en la América que habla español.

A una literatura poética que nace, crece y se modifica á par del movimiento social. A una literatura poética que fué lírica y guerrera cuando sus cantores vestían armas, como el último de los ciudadanos; dogmática y filosófica cuando amanecían las institucienes tras la noche formada por la humareda del combate; elegíaca individual y cristiana, con el corazón en las memorias de lo pasado y la esperanza fija en el porvenir, cuando el fruto de los desórdenes domésticos se presenta en todo el amargor de su madurez.

La Lira Argentina es una verdaderá arpa eoliana, que ha resonado al soplo de los huracanes y de los aires mansos de la patria. La Lira Argentina ha cantado las batallas como la de Homero; los héroes como la de Osian; á Dios como la de David; la resignación y la esperanza como la de Job.

Ese Pueblo Argentino que no tiene montañas de oro; diseminado en la aridez de la llanura; embatido de las suestadas y del Pampero; condenado á domar el potro para domesticar las fieras: inquieto y manso alternativamente, como el mar; invasor y altanero, como el Águila; independiente y apegado á sus soledades, como el Árabe; ese pueblo original á quien amamos tanto, es el único de América que puede decir: «esta es mi historia,» mostrando sobre su cabeza una guirnalda de poesías.

Nosotros no tenemos ni poetas ni poesía anteriores al primer movimiento de la libertad. La mente Argentina no pudo nunca mover las alas bajo el alambre dorado de sus prisiones: le era necesario el espacio, la libertad, la inmensidad del llano, la cima de la montaña; una bandera color cielo, la sangre de sus opresores y la victoria. Y cuando todo esto hubo, he ahí en pie una generación entera de poetas.—López, Luca, Rodríguez, Molina, Rojas, Lafinur, Hidalgo, Varela se ponen en marcha con la patria y la acompañan en su peregrinación de libertad, hasta dejar en el sepulero al último de sus héroes, y dentro las puertas de Lima á la bandera azul y blanca.

Uno sólo alienta hoy de tanto corazón generoso, de tantos sacerdotes ejemplares, de tantos literatos distinguidos, porque á tan nobles clases pertenecieron nuestros poetas. Unos tuvieron por tumba el mar, otros los campos de batalla, y los huesos de algunos de ellos tendremos que devolver á la patria el día que nuestra política pierda el derecho de excomulgar.

Casi dos lustros habían pasado sobre los últimos sucesos de la guerra de la independencia. Los ensayos sin fruto de una organización nacional, y el luto de la guerra civil resucitada por el mismo sable que debió apoyar las instituciones, tenían entristecida y desmembrada á la Sociedad Argentina; mayores desastres podrían presagiarse para un futuro próximo, cuando aparecieron en Buenos Aires Los Consuelos del señor Echeverría. Si el Triunfo Argentino de López fué preludio de nuestra lira guerrera, la obra de aquel joven poeta lo fué de la lira del dolor, de la queja individual, do las pasiones ocultas del corazón, de las miradas al porvenir. La naturaleza de nuestro suelo halló también en Echeverría su pintor, y ayudado de las doctrinas literarias del tiempo, conquistó la Pampa para la poesía. Atrevimiento del genio coronado de aplausos, como todas las audacias felices.

Obra de la época ó de las producciones indicadas, ha sidola aparición de la poesía que llamanos nueva. Despertadapor la voz del dulce ruiseñor de los Consuelos (1), ó por la voz de la época, se presenta la generación actual de poetas, ufanos de su origen, atando con armonías el pasado glorioso á un porvenir todavía más glorioso, en que tienen fe; levantando los ojos desde el seno de la patria para fijarlos en Dios, cantando el suelo en que nacieron con ese amor entristecido y dulce con que amamos los bienes ya perdidos; maldiciendo á veces, perdonando siempre; explicando, á favor de la filosofía, el bien que ha de nacer del mal; y confiado más que nunca el triunfo de las ideas del programa de Mayo, que han estudiado y convertido en evangelio social.

A esta generación, que á pesar de hallarse «en las verdes promesas de la vida» (2), cuenta ya á dos de sus más ilustres compañeros en la vida del Cielo (3), y á todos los demás en las amarguras del destierro, pertenece el autor de los Cantos Del Peregrino.

En una ocasión solemne, personas muy competentes dijeron de una obra del señor Mármol en que hallaron «elevación, novedad, frescor, abundancia en las ideas:» «la Comisiór reconoce que el molde en que fué vaciada es sin disputa una cabeza poética» (4). A la conciencia de sus fuerzas, mucha debió añadir en el ánimo del poeta este bautismo público, con que el talento lavaba de sus sienes la culpa de profano. Quedó desde entonces decidida su vocación. Los periódicos de Montevideo han publicado muchas poesías del señor Mármol, y el pueblo de aquella misma ciudad aplaudió sus dramas, el Poeta y el Cruzado, impreso el uno, y el otro todavía inédito.

Tres años han pasado apenas sobre aquellos, triunfos, cuando tiene ya preparados para la impresión los Cantosdel Peregrino.

Carlos (5) es el Harold de la Patria y de la Naturaleza, El héroe del poeta inglés arrastra su melancolía entre sepulcros y recuerdos; El Peregrino sólo baja la vista al suelo para admirar las flores; la mantiene á la altura de las montañas; en el cenit para cantar la luz en las horas de su esplendor; en el horizonte para contemplar el nacimiento y el declinar del día; en las nubes para encontrar en ellas mineros inagotables de la más lujosa poesía. El Peregrino, consulta constantemente dos mundos de misterio, dos fuentes que jamás se apocan: el corazón y la naturaleza.

El señor Mármol ha perdonado su cárcel y cadenas (6), y nosotros casi perdonamos también la mano que le aleja de sus hogares, porque en ellos no habría sentido las impresiones de las regiones del Trópico ni de los mares del Polo. Porque es preciso que se sepa que El Peregrino ha sido pensado y escrito sobre la cubierta de una nave; en un viaje de sufrimientos y peligros, desde el Trópico de nuestro hemisterio, hasta la latitud de 65° Sur, donde lo arrojaron Las borrascas, sin poder doblar el Cabo meridional de América.

Escribimos en pobre prosa; ¿cómo podremos dar una idea de la poesía del Peregrino? ¿Dónde hallaríamos una llama tan activa de inspiración como la que alienta el autor? El Peregrino es un himno en loor de la magnificencia del Mediodía americano; la traducción fiel de los más íntimos sentimientos del poeta, del desterrado, del patriota, del amante, meditando sobre sí mismo, ó engolfado en el Edén, ó en el infierno de la variada naturaleza de nuestro Continente. Lea los cantos á las Nubes, á los Trópicos quien tenga vista capaz de fijarla en los joyeles con que se engalana el cielo en los días de alegría de su Creador; léalos quien, teniendo la fe del poeta, pone toda la mitología de sus amores y de sus afectos en los accidentes del cielo visible, en la levedad de los vapores en que se reclina el sol para adormirse en las tardes.

Decid, nubes, decid, ¿quién un tributo

no os rindió alguna vez? En el contento

ó con el alma en luto,

¿qué mortal no os ha dado un pensamiento?...

En las noches serenas,

el corazón dolido,

¿qué madre no ha llorado con vosotras

el dulce fruto de su amor perdido;

ó amorosa y prolija,

no imaginó entre flores

el porvenir de su inocente hija?...

¿Qué desterrado, acaso,

en los velos de nácar y zafiro

que bajáis al ocaso,

no ha mandado á su patria algun suspiro (7)

Hay quien todavía niega la existencia de una poesía peculiar á la América; pero al fin se tendrá que reconocer nuestra independencia en literatura como se ha reconocido en política: una y otra no son cuestiones sino hechos. El poeta debe sentir lo que canta y sentirlo entrañablemente: el poeta debe pintar y pintar con verdad la Naturaleza. ¿Y con qué corazón, con qué colores se han de manifestar eficazmente el movimiento de los afectos que nacen de la Sociedad Americana, y las escenas de su suelo? Con un corazón americanamente apasionado, y con los colores que ostentan llanos, montes, ríos y mares americanos. Tenemos ya un pasado; campos gloriosos; festividades patrias; varones eminentes á quienes hemos dejado en la tumba con los ojos llenos de lágrimas. Y, ¿será el extranjero quien haya de venir á cantar lo que á nosotros únicamente puede conmover las entrañas? Sólo un Peregrino Americano podía llenarnos de orgullo con estos versos de su Canto á América, Canto que en parte es una profecía y en parte una realidad que se verifica diariamente.

«América es la virgen que sobre el mundo canta,

»profetizando al mundo su hermosa libertad»...

......................................................

«Quedad, mundo europeo, ennoblecido padre

»de tiempos que á perderse con el presente van;

»quedad, mientras la mano de América, mi madre,

»recoge vuestros hijos y les ofrece el pan.»

«¿Qué importa? ¡eh! ¿qué importa? si no vienes de guerra

»nosotros te daremos donde segar la miés;

»para que nazcan pueblos tenemos, sí, más tierra

»que espacio para estrellas sobre los cielos ves...»

«América, que se alza sobre columnas de oro,

»América la joya del Universo es.

»La miro y me envanezco, y al contemplarla lloro...

»sus montes á mis ojos... sus mares á mis pies!»

Pero en este tan vasto mundo de América el Peregrino tiene su playa natal, para la cual reserva toda la fuerza de su amor y todo el fervor de sus recuerdos. La brújula del instinto, más que la del piloto le advierte la cercanía de la patria: reconoce el cielo de su infancia y entona el canto «A Buenos Aires» con los ojos puestos donde los pone el que no tiene más bien que la esperanza:

«¡Cuán bellas contemplo rodar por la esfera

»tus nubes pintadas de plata y zafir!

»¡oh patria! si al hombre faltara la ciencia

»sabría al mirarlas que estabas allí...»

¡Cuán bellos tus mares! ¡cuál alzan henchidos

de orgullo sus ondas, valiente su voz!

¡oh, vaya en vosotros al suelo Argentino

vibrando en las olas mi lúgubre adiós!

Entre los recuerdos del Peregrino, se presenta á menudo el de la mujer de su alma, á quien ha dado el nombre puro de María. Ella supo inspirarle una pasión delicada y profunda pintada con la armonía de estos versos:

No era ese amor frenético y ardiente

que arrebata la calma,

más que del corazón, de los sentidos:

era esa tierna abnegación del alma

que ni siente placer ni dolor siente

sino en el alma del objeto amado.....

. . . . . . . . . . .

«¿Qué tengo yo sin ti?» Penas y llanto;

llanto frío, infeliz, eterno y santo,

porque lloro de amor.—Tú mi primera

impresión en la tierra, tú tendiste

mano de compasión al Peregrino,

y, tierna y hechicera,

«Ven hacia mí», dijiste;

arrojando una flor en su camino.

Eres mi dios, mi hermana, mi querida,

y mi esposa también.—Palabras santas

dádivas del señor para la vida;

puras como las lágrimas del niño,

tiernas como los besos de una madre,

palabras, sí, que el corazón no miento,

riquezas de cariño,

con que adorna mi amor tu blanca frente.

Concluyamos estas líneas. Si el autor de Peregrino no hubiera dado ya tanta prueba de su talento poético, bastaría esta producción para que cayeran sobre su cabeza las hojas del laurel tan ambicionado como tan pocas veces conseguido.—Cantar los sentimientos de la actualidad, pensar sobre el bien, sobre la belleza, sobre la verdad, según la dirección de la época; poner de bulto el pensamiento confuso é incompleto de la generalidad: tales son las condiciones con que se manifiesta el poeta verdadero. El que satisface á este programa, levanta un monumento y graba su nombre sobro el acero en la historia de la literatura.

Hemos leído el Peregrino y parecíanos que el autor nos había consultado sobre el asunto de sus Cantos: nos parecía la obra de un Genio que hubiera espiado invisible los secretos de nuestra conciencia, los sueños de nuestra alma, las fantasías de nuestra esperanza, y que nos decía: «hé aquí el retrato de lo que creíais que no pudiera representarse con la palabra, ni tomar cuerpo con los incompletos recursos del lenguaje.»

Nosotros que pertenecemos á la época, á la América, á la democracia, á la fe de la cruz; que esperanzamos en lo futuro, que alguna gota de ese rocío del cielo que se llama poesía cae de cuando en cuando en nuestra alma, porque somos desgraciados, somos al mismo tiempo rama del árbol que todo él ha de conmoverse al soplo del Peregrino. Toda nuestra generación hallará en él su historia, y toda olla bendicirá á su autor. Bella y envidiable suerte es la del poeta que alza el velo á los dolores para consolarlos!

Río Janeiro, Febrero, 1845

Juan María Gutiérrez

CANTO PRIMERO

A MI PATRIA

Buenos Aires. mis ojos se abrieron á la luz bajo tu cielo hermoso; y, digno hijo de tus pasadas glorias, se cerrarán acaso bajo el cielo nublado del extranjero.

Pero en mi destierro, tu recuerdo santo se confunde en mi memoria con los primeros besos de mi madre; y, si ambicioso de gloria he buscado con las inspiraciones de mi alma una guirnalda de poeta, es por depositarla á tus plantas: porgue tú eres, Patria mía, el imán de esas inspiraciones.

Acepta el primer Canto Del Peregrino: y, ¡ojalá que ese recuerdo de tus pasados tiempos y de tu hermoso porvenir, te haga enjugar un instante él llanto de tus desgracias presentes!

Adiós, Buenos Aires: orgulloso de mi origen, moriré en él destierro, si no puedo algún día respirar en tu seno él aire puro de la Libertad: pero mi última palabra será tu nombre; mi último pensamiento será tu imagen.

José Mármol

Montevideo, Mayo de 1841

CANTO PRIMERO

Hijo de la desgracia el Peregrino,

ha confiado á los mares su destino;

y al compás de las ondas y los vientos

el eco de sus tristes pensamientos

vibrará por el mar. El su grandeza

cantará entusiasmado, la belleza

de la espléndida bóveda estrellada,

con el alma ante Dios arrodillada;

y cantará también sobre los mares

la libertad, su amor y sus pesares.

Sigámosle en el mar, do quier existe,

como las sombras de la tarde, triste,

y una secreta dulce simpatía

nos roba su letal melancolía:

¡él! ¡el proscripto trovador del Plata,

que, conducido por la suerte ingrata,

cinco años ha que su enlutada lira

bajo extranjero sol triste suspira!

Con él la dulce inspiración del canto

nació para cantar el dogma santo,

que inauguró á la luz de la victoria

ese pueblo, que en brazos de la gloria,

reventara de un mundo las cadenas

con prender el cañón de sus almenas.

Pero helóse la voz en su garganta

cuando, al mover la adolescente planta,

en vez de abierta y espaciosa vía

al genio, á la virtud y nombradía,

tropezó de un patíbulo en las gradas

con la sangre de Mayo salpicadas.

Ya el eco del cañón no se dilata

en las riberas del altivo Plata,

cuando dora su linfa el sol de Mayo (8)

con su primero suspirado rayo;

ya no suenan sus cánticos triunfales;

ya no escuchan sus santas catedrales

los religiosos himnos dé alabanza

al Dios que iluminaba la esperanza

en medio de la larga incierta lucha.

Ya en las calles y plazas no se escucha

del pueblo rey la estrepitosa grita,

cuando á los rayos de su luz bendita

festejaba aquel sol que hirió su frente

con raudales de gloria refulgente;

ya no oprimen las madres en su seno

su tierno fruto de esperanzas lleno,

ni á par del blando maternal arrullo

lloran sobre su sien llanto de orgullo.

Ya el Plata no se empina del profundo

á ver la Roma del naciente mundo,

y á sus olas indómitas desciende

y en las arenas sin valor las tiende

Ya en las grietas del Andes no se interna

derrumbada la nieve sempiterna,

porque no hay otra vez quien de la cima

la arroje y ledo la montaña oprima (9):

ya pára el Cóndor en la sien su vuelo,

y ese invasor intrépido del cielo,

ya no vuela á esconderse entre la nube,

al ver que raudo de la falda sube,

labrando las pedrosas cordilleras,

un mundo de guerreros y banderas.

¡Patria! ¡Patria del alma! con tu espada,

el atlas de la América admirada

trazaste en la pelea. Repartiste

los montes y los ríos; y volviste

á reposar la sien en tus laureles.

¡Grande fué tu misión! Grandes y fieles

la llenasteis, vosotros, los que hermosa

visteis la luz de una época dichosa.

¡Ya la época pasó...!

Dormid con ella

á los celestes rayos de la estrella

que alumbrará eternal en la memoria,

la época con vosotros y su gloria.

Siguió tras ella, como al claro día

siguen las horas de la noche umbría,

la época del dolor. Del mundo es esa

la eterna ley que sobre el mundo pesa.

Una edad á otra edad se precipita,

y en el rápido empuje inhabilita

y destruye y derrumba el edificio

á la edad que pasó grande y propicio.

Su leyes destruir; destruye, mira

completa su misión, y alegre expira.

Otra generación viene tras ella,

y para edificar halla en su huella

escombros humeantes todavía,

sin plan; ni basa, ni favor, ni guía.

La misión de tumbar sólo es de Una;

la ley de edificar pesa importuna

de Diez generaciones en los hombros.

¡Ay, de aquella que en medio á los escombros

nace; al caer el edificio al suelo,

y entre caos de ¡vivas! y de duelo

buscan sus ojos el color del día

y hallan las nubes de la noche umbría!

¡Ay, de la reacción que la atropella!

¡Ay, de su porvenir la incierta estrella!

¡Ay de tus hijos que en furor contino,

cual verdes hojas de tumbado pino,

sacude ¡oh patria, el vendabal de Mayo!

El quebró con el ímpetu del rayo

la cadena de fierro de dos mundos;

El levantó en sus vuelos furibundos

el porvenir del suelo americano,

bello como su cielo soberano,

inmenso cual sus montes y sus mares;

él ungió nuestra frente en los altares

con las glorias del tiempo venerado;

él nos legó la gloria del pasado,

y á los hombres que vengan la fulgente

gloria del porvenir. Pero el presente,

eco rudo del bélico estallido,

última convulsión, postrer quejido

de nuestra vieja lamentable vida,

destello fatuo, emanación perdida,

de la pasada edad, que vaga incierto

entre los miembros de su cuerpo yerto,

y asusta y cruza con su luz siniestra,

sólo nos cupo por desgracia nuestra.

Luchar y padecer. Es un tributo

que aún le pagamos á tu edad de luto:

holocausto de sangre y de reposo

por las primicias de tu tiempo hermoso;

y nosotros, sufriendo los rigores

del crudo tiempo en la estación de flores,

le rendimos doquier, lejos del Plata,

¡oh, madre hermosa! sin llamarte ingrata.

Ahí va Carlos proscripto y peregrino

sobre la popa del nadante pino...

La arpa en las manos, con el alma herida,

sin patria, sin hogar y sin querida,

á merced de las ondas y los vientos;

fijos en Dios sus altos pensamientos,

y con la fe del corazón cristiano

esperando del mal el bien lejano.

¡Cinco lustros de vida solamente;

y de tanto sufrir ni el dolor siente!

Un pueblo hermano á su feliz ribera

llegar proscripto sin hogar le viera;

y allí un destello de esperanza vana

profetizó la libertad cercana

de su patria infeliz. Mas ¡eh! ¿la hoguera

del ángel de la muerte reverbera

su fuego por el mar? ¿Sobre la espalda

de los cerros, los mantos de esmeralda

cambiaron su color? Piedad ¡Dios mío!

Es Sangre nada más; el ancho río,

las colinas, las sierras y los llanos

Sangre muestran doquier. Sangre de hermanos

que de inocente ó de malvado pecho,

la derraman sus venas, sin provecho,

para la Libertad.... Del tiempo es ella

no de las lanzas ni sangrienta huella,

y en el tiempo vendrá... Mas ¡ay! se escucha

fatídico el cañón, arde en la lucha

el fuego nada más de las pasiones:

¡El Plata es un volcán! los corazones

rudos palpitan de venganza henchidos,

y ni de vencedor ni de vencidos

la suspirada Libertad se escuda

entre el caos de la victoria ruda.

¿Qué es del Cantor allí? Dulce suspira

un himno melancólico su lira,

y el trueno de la pólvora vibrando

ahoga el acento melodioso y blando,

como á orillas del mar muere un gemido

de las ondas al áspero bramido;

como la voz de la torcaz medrosa

entre las ramas de la selva hojosa

cuando los vientos desatados zumban

y las palmeras con furor derrumban.

¿Qué es el poeta allí? Lo que el navío

presa de calma sobre mar bravio,

que combatido del empuje fiero

y cargado de paño el mastelero,

fijo y convulso está sobre el abismo

luchando sin andar, consigo mismo.

¡Carlos! es aire para él de vida,

única luz, la libertad querida;

era pesado el aire que aspiraba

y al alma dentro el pecho sofocaba.

Suspiró entonces con amargo duelo,

miró del Plata el azulado cielo,

y ocultando en el alma sus pesares

¡Adiós!—le dijo,—y se lanzó á los mares!

¡Magnífico Brasil! Tú le has mirado

en sus tristes recuerdos sepultado

á las orillas de tu mar tranquila,

de lágrimas bañada la pupila,

fija del horizonte en los celajes,

ó en tus bellos fantásticos paisajes.

Te pronuncia un ¡adiós! ¿No ves? su lino

el Fénix desplegó, y el Peregrino

oirá quebrarse en la atrevida proa

las ondas saludadas por Balboa.

Tibio su pecho cual tu tibia brisa,

ni un suspiro de amor, ni una sonrisa

al dejar tus riberas te regala;

nadie tampoco con amor exhala

un ssupiro por él: miró tus flores

y no sabe contar de sus olores.

Ya las olas Atlánticas surcando

la erguida nave en movimiento blando

se columpia en el piélago espumoso,

como cándido cisne majestuoso.

Al sur volviendo la filosa prora

mira á su izquierda el trono de la Aurora,

y á su diestra las nubes de Occidente,

coronando de América la frente.

Dadas las velas á merced del viento,

se desliza en el líquido elemento,

como esas blancas ilusiones bellas

que pasan raudas sin dejar tras ellas

en el mar de la inquieta fantasía

más que un eco expirante de armenía.

Carlos, en tanto, pálido, sembrío,

reclinado en la popa del navío,

está fijo en los vastos horizontes

contemplando de América les montes

como, bajo ciprés frente á una losa,

llora el esposo la perdida esposa.

Descubierta la sien, flota el cabello

en negros rizos sobre el blanco cuello,

ó la pálida frente le descubren

y con sus hebras otra vez la cubren;

cual de la selva el trecho despejado,

por la luz de la luna plateado,

las movedizas hojas del ramaje

sombrean con su fúnebre celaje.

¡Silencio! ¿no le véis? Carlos suspira...

su rodilla dobló... sus ojos gira,

rayos vertiendo de celeste lumbre,

cual si en el alma rica muchedumbre

de fúlgidos diamantes esparcida

reflejase su luz... Vedle; oprimida

tiene su Lira en la convulsa mano;

y, animado de impulso soberano,

hiere sus cuerdas. ¿No escucháis? Su acento

nos trae vibrando el conmovido viento,

________

CANTO DEL PEREGRINO

LA AMERICA

Dirán; esa tierra incuita se ha vuelto un parais

Ezequiel. — (Cap . xxxvi .)

América es la virgen que sobre el mundo canta,

profetizando al mundo su hermosa libertad;

y de su tierna frente la estrella se levanta

que nos dará mañana radiante claridad

No hay más allá en los siglos á la caduca Europa,

que al procurar mañana se encuentra con ayer;

bebió con entusiasmo del porvenir la copa,

y se postró embriagada de gloria y de poder.

La gloria quiere vates, la poesía glorias:

¿por qué no hay armonía, ni voz, ni corazón?

la Europa ya no tiene ni Liras ni Victorias:

el canto expiró en Byron, la gloria en Napoleón.

Los tronos bambolean y el cetro se despeña;

los pueblos quieren alas y se les clava el pie;

el pensamiento busca del porvenir la enseña,

y no halla sino harapos del pabellón que fué.

Hay tumba á las naciones. Se eleva y se desploma

la Grecia que elevara sus sienes inmortal;

al mundo hallaba chico para hospedarse Roma,

después murió en el nido de su Aguila Imperial.

¿Adónde irá mañana con peregrina planta

la Europa con las joyas de su pasada edad?

América es la virgen que sobre el mundo canta,

profetizando al mundo su hermosa libertad.

¿Qué importan del presente los días lastimeros,

cuando el pasado es lleno de gloria y esplendor,

y á quien por vida cuenta los siglos venideros

que borrarán, pasando, las huellas del dolor?

Salpique á los bridones la sangre de los llanos,

y en medio á la tiniebla se hieran—está bien:

la niña coge flores, é hiriéndose las manos,

trabaja una corona para su blanca sien.

Hasta el presente ingrato la servirá de gloria

cuando los tiempos viva de porvenir mejor;

pues que verá en nosotros para hermosear su historia

dramática epopeya que inspirará al cantor.

Quedad entre leyendas y hermosas tradiciones,

España, que dormíais con mundos á los pies:

quedad como el guerrero que cuenta sus blasones,

y honrosas cicatrices, cayendo de vejez.

Quedad, altiva Francia: la luz del pensamiento

que destellando chispas en vuestra sien está,

mañana, cuando el tiempo le seque el alimento,

sobre el naciente mundo la llama prenderá,

Quedad, vieja Inglaterra: ha mucho los Leopardos

encrespan la melena sin levantar la sien;

que, al procurar el pueblo de Alfredos y Ricardos.

el Pueblo de las cifras y mercaderes ven.

Quedad, mundo europeo; ennoblecido padre

de tiempos que á perderse con el presente van:

quedad, mientras la mano de América, mi madre

recoge vuestros hijos y les ofrece el pan.

¿Qué importa? ¡eh! ¿qué importa? Si no vienes de guerra,

nosotros te daremos donde segar la mies;

para que nazcan pueblos tenemos, sí, más tierra

que espacio para estrellas sobre los cielos ves.

Tu hijos en nosotros encontrarán hermanos,

el sable se ha tirado después de combatir;

venid y cultivemos con fraternales manos,

la prometida tierra del bello porvenir.

América no puede ser libre todavía,

porque su herencia ha sido bastarda obscuridad;

no temas, no; mañana cuando despunte el día,

fijando sus destinos, verás la Libertad.

América que se alza sobre columna de oro,

América la joya del universo es:

la miro y me envanezco; y al contemplarla lloro...

¡sus montes á mis ojos, sus mares á mis pies!

América es el arca que el porvenir humano

contiene misteriosa y un día se abrirá;

entonces el Eterno levantará en su mano

la herencia de los hombres que prometida está.

La Libertad, el Genio, la Paz, la Poesía

en tronos de alabastro levantarán la sien;

y lleno de esperanzas, como la luz del día,

el corazón del hombre palpitará también.

No son dorados sueños de mi alma americana;

son leyes que promulga para los pueblos Dios,

escritas en las cosas donde la mente humana

estudia y desenvuelve profética la voz.

«Los Andes cuya frente se junta con el Cielo,

»mientras sus plantas de oro dentro del mundo están;

»su Cóndor, que se duerme sobre el eterno hielo,

»mientras chispea y brama la fragua del volcán.

»Las mantas del Desierto sin fin, sin horizontes,

»donde discurre el potro sin freno ni señor;

»los vientos sin estorbo, los ríos y los montes

»inmensos, solitarios, sin hielo ni calor.

»Las vírgenes llanuras, el oro y los diamantes

»bullendo en el arena de arroyos de cristal;

»los perfumados bosques, y por do quier gigantes,

»con sienes de esmeralda y entrañas de metal.

»Quince años de batallas por montes y por llanos,

»un mundo despertando al trueno del cañón;

»quince años de victorias hasta lavar sus manos

»en sangre de opresores los nietos de Colón.

»Veinte años lamentables de fratricida guerra,

»para acabar la herencia del español así;

»generaciones nuevas que al saludar su tierra

»la traen las esperanzas y porvenir en sí.

»De la caduca Europa la hidrópica colmena

»que se deshace al peso de su miseria ya,

»y en bandos se abalanzan sus hijos al arena

»que compasiva y rica la América les da.»

Son estos los bellos

eternos emblemas,

las ricas diademas

que tienen escrito

con lumbre esplendente,

que en pos del presente

de América obscuro,

vendrá en lo futuro.

La aurora risueña

de la Libertad,

en ellas translucen

altivos, prolijos

los huérfanos hijos

del Inca, los días

que Dios les reseva

de gloria y de amores,

así que den flores

las ricas, veladas

semillas doradas

de la Libertad.

Figuras tan bellas

irritan la mente

del pueblo, y en ellas

se crea impaciente

celestes visiones,

que tras las edades

y tras la pasiones,

serán realidades

que afirmen el trono

de la Libertad.

Tuyo es el porvenir, reina del mundo

inmenso cual tus montes y tus mares,

y de esperanzas y de luz fecundo

cual tu cielo y tus bellos luminares.

Alza la sien orlada con tu gloria,

y verás tras las ondas del Oceano,

que el mundo de los reyes y la historia

cabe entero en el hueco de tu mano.

Tuya es la paz del mundo venidera,

cuando del genio la defienda el brazo;

y clave para siempre su bandera

en la cúspide azul del Chimborazo.

Tuya también la dulce poesía,

virgen como tus ríos cristalinos,

así que lejos de la noche umbría

alcen las aves sus celestes trinos.

Cantará por tus selvas inspirado

el joven trovador; y conmovido

abriendo el Inca su sepulcro helado

su sombra se alzará con el sonido.

Y los héroes de Mayo que en la cima

duermen del Andes con su nieve presos,

al oir los nombres de Ayacucho y Lima

pondrán de pie sus entumidos huesos.

Tuya es del porvenir la poesía,

que del sol á la arena de tus mares,

todo está misterioso todavía,

virgen al corazón y á los cantares.

Aun tus bosques, tus ríos y tus seros

no ha sorprendido el ojo del poeta,

mi el bello original de tus mujeres

ha encontrado una tinta en su paleta.

Mas brotarán una inspirada frente

los jardines de América encantada,

que alumbre el sol ecuatorial ardiente,

ó la luna del Plata desmayada.

Cantará de su madre la hermosura,

hoy con las cataratas en concierto;

mañana de una selva en la espesura

con el susurro de la brisa incierto.

¡Ah!, quién me diera renacer la vida

en esos días de mis sueños de oro,

y escuchar con el alma enternecida

de tus poetas el excelso coro!

Mas ¡eh! no importa. Los escucha; siente

su voz mi corazón; y yo, mendigo

de Patria y Libertad en tu presente,

madre del porvenir, yo te bendigo.

________

Bendita mil veces la sangre que un día

la selva y el prado y el monte teñía,

luchando tus hijos y el viejo león;

bendita la selva y el llano y el viento

que oyeron del Andes crujir el cimiento,

al trueno continuo del rudo cañón.

Benditos aquellos que un mundo nos dieron

y en medio al combate sin vida cayeron

en charchos de sangre posando la sien.

Por ellos alzamos soberbia la frente,

por ellos decimos; «es nuestro el presente

y nuestros los siglos que vienen también»!

Por eso, bendito quien dice orgulloso.

«Nací bajo el cielo de América hermoso

y siento al decirlo la sangre latir».

¿No véis?¿No parece que el Andes se empina

por ver impaciente si el alba ilumina

los tiempos hermosos que están por venir?

Vendrán, y el infelice

proscripto Peregrino alza su mano,

descubierta la frente;

y de en medio á las ondas del Oceano,

olvidando el presente,

madre de lo futuro, te bendice.

CANTO SEGUNDO

Sr. D. Luis L, Domínguez.

Cada uno de los Cantos de este Poema lleva el nombre de alguno de mis amigos, ó el de mi Patria: son los títulos de no bleza con que dignifico mi Peregrino.

Necesito el nombre de un poeta para condecorar este Canto, escrito en el lenguaje íntimo del alma, y usted que lo ha honrado tanto con las sentidas estancias que le inspiró su lectura (10), me permitirá escribir el suyo, y habrá en una sola página, para usted y para mí, el doble recuerdo del poeta y del amigo.

Mármol.

Montevideo, Abril-24-1847.

CANTO SEGUNDO

Hay una edad en la vida

cuyo hechizo y cuyo nombre

sólo los comprende el hombre

después que pasó la edad.

¡Ay! cuando da solamente

un recuerdo á la memoria,

como el Sol desde Occidente

un rayo de claridad.

Edad que, en muchos, tan luego

como comienzan sus años,

la hieren los desengaños

y muere casi al nacer.

Quedando el cuerpo en aurora

y el alma sin ilusiones,

cual una flor inodora

con hojas en rosicler.

Edad donde entramos todos

con los besos maternales,

y los sueños virginales

de la alegría infantil.

Edad de donde salimos

siempre huérfanos y tristes,

á soñar lo que perdimos

en pesadilla febril.

Y dichoso quien no lleva

incrustado en la memoria,

un recuerdo de su historia

torcedor del corazón.

Y al recordar de su vida

la juventud borrascosa,

no siente abrirse una herida

por negra recordación.

Edad que en un mar bravío

en débil barca navega,

y más con las olas juega

cuanto es más el huracán;

y más canta barcarolas

de triunfos de amor y gloria,

cuanto más bravas las olas

en torno á la barca están.

Edad sin llanto, que vuela

en blanca nube de incienso,

y siempre horizonte inmenso

descubre ufana doquier.

que sólo siente desvelo

por el placer que la espera,

viendo en la gloria su cielo

y su mundo en la mujer.

Unico tiempo que puede

llamarse vida en el hombre,

pues no merece tal nombre

el tiempo que viene en pos:

muerte lenta y fatigosa

de cuanta ilusión florida,

de cuanta ambición hermosa

nos puso en el alma Dios.

Y todavía es más dura

esa muerte que camina,

cuando el hombre peregrina

en su primer juventud;

y lleno el cuerpo de vida,

el alma desencantada

está del mundo aburrida,

presa de su ingratitud.

Entonces sólo el recuerdo

de nuestra pasada historia

nos viene á herir la memoria

en medio á la soledad.

Y echamos tristes de menos

aquellas tan raudas horas

en que gozamos amenos

días de felicidad.

Entonces damos su precio

á todo cuanto perdimos,

y no volvetá, decimos,

el tiempo perdido ya.

Y allá en la tarde tranquila

cuando la mente recuerda

¡cuántas veces la pupila

llorando el recuerdo está!

Entonces quedáis vengadas,

vosotras, pobres mujeres,

que os pagan vuestros placeres

con largos tragos de hiel.

Angeles en sacrificio

sobre el pantano del mundo,

que en el rodar de un segundo

perdéis las alas en él.

Vosotras, que, si amáis mucho,

os acusa el mundo loco,

en tanto que, si amáis poco,

os acusa el amador.

Vosotras, pobres mujeres,

que tanta lágrima os cuestan

los más cándidos placeres,

si son placeres de amor.

Vosotras, tan inexpertas,

tan tristemente engañadas,

á la fin quedáis vengadas

por el mismo que engañó.

Pues un tiempo al fin vivimos

tan árido de ilusiones,

que ansiamos cuanto perdimos

y el alma desconoció.

Entonces ¡ay! comprendemos

vuestros nobles sacrificios,

y aquellos días propicios

de tan rápido existir.

Y el prisma de la distancia

nos hace veros más bellas,

y llorar nuestra inconstancia,

y vuestro amor bendecir.

Porque en aquesta campaña

que hacemos desde la cuna,

va de escolta la fortuna

y de vanguardia el dolor.

Y así, á medida que vamos

caminando sobre el mundo,

á aquello que atrás dejamos

dámosle precio mayor.

Se echa de menos la infancia

en la juventud, y luego

de ésta lloramos el fuego

cuando extinguirse se ve.

Y siempre yendo más lejos

en el viaje de la vida,

niños, jóvenes y viejos

lloramos por lo que fué

El sol que claro alumbrara

la senda del Peregrino,

se obscureció en su camino

al punto de amanecer.

Y acaso allá en su memoria,

sin haber nunca engañado,

suele mezclarse á su historia

la imagen de una mujer.

En las llanuras solas

vibrado había el último sonido

de la inspirada Lira, y conmovido

lo hizo rodar el mar sobre las olas,

bañando de armonía

los mil colores de la luz del día.

Guardaba el Sol los rayos do su frente

en las doradas nubes de Occidente,

y un crepúsculo incierto

daba su luz al piélago desierto.

La brisa de la noche

tendió después sus alas al espacio,

y á la par que en los ámbitos vagaba

de su inmenso palacio,

las nubes y las ondas agitaba.

Y la bizarra nave

dividiendo colinas ondulantes,

en su curso süave

formaba en pos de sí y á sus orillas

alfombras amarillas

de fugitivos granos chispeantes.

Y el joven Peregrino, reclinado

en la elevada popa, contemplaba

la onda que fugitiva se alejaba,

llevando de su pecho lacerado

los amargos recuerdos del pasado.

Que en la mísera vida

por talismán secreto, indefinible,

más al dolor el corazón anida,

cuando en hora apacible

irritada la sien y el pecho yerto,

vemos el mar, las nubes ó el desierto.

Dios en sus insondables creaciones

para cada dos almas tiene un molde,

y al punto de nacer el molde quiebra

y de las almas corta

una sutil imperceptible hebra:

y arrojadas después al laberinto

de la vida y el mundo, á que al instinto

cada una de ellas su sendero siga,

cada cual busca por distinta huella,

de las almas, aquella,

que un mismo soplo de existencia abriga.

El hallarla es el bien sobre la tierra,

y el tormento mayor que el alma encierra

es vagar peregrina,

mirando una por una

sin hallar en ninguna

la que en el temple de su amor se afina.

Pero Carlos la halló. Mujer hermosa

en el virgíneo seno la encerraba,

como al perfume la pintada rosa.

María ¿dónde estás? ¿Dónde se fueron

los célicos momentos de ventura

que nuestras almas apurar supieron?

¿Los recuerdas, mujer? El tiempo adverso

rodaba sin poder á nuestros ojos,

y mustio el Sol ardiente,

y mustio el universo,

lo que no era el amor eran despojos

de una otra creación indiferente.

Y en tus ojos los tuyos embebidos,

la fantasía y la pasión tranquilas,

callaban los sentidos

y conversaba el alma en las pupilas.

No había entre los dos sino el presente;

que no hay para el amor tiempo pasado

ni porvenir, cuando á la par se siente

confundirse el aliento enamorado.

Con el fuego del alma se evapora

la amarillenta nube

que el cielo del pasado descolora,

y á un soplo del amor deshecha sube

la condensada niebla

que el horizonte del futuro puebla.

¡Ay, del que en brazos de su bien querida

piensa en mañana, y el presente olvida!

¡Ay, del que mira la azucena en broche

y osa pensar lo que será en la noche!

¡Qué fuera, sí, del corazón humano

si en medio del placer pensar debiera

que al rodar un minuto,

esa chispa ligera

del tiempo inexorable

vase á perder en el eterno luto!

¡Qué fuera si en los brazos reclinado

de su ídolo adorado,

por el ebúrneo cuello

derramando su espléndido cabello,

matizados de nieve presumiera

los rizos de la negra cabellera,

y á par de la vejez mirase luego,

yerto también del corazón el fuego!

El amor atesora

como las flores fugitiva aurora;

tiene un sol que le abate y acongoja