Octubre 1934 - Jesús Jiménez Zaera - E-Book

Octubre 1934 E-Book

Jesús Jiménez Zaera

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Beschreibung

Los acontecimientos de octubre de 1934, de los que ahora se cumplen noventa años, supusieron un parteaguas trascendental en la vida de la Segunda República, cuyo peso merita un libro como este; un esfuerzo colectivo que reúne a trece expertos para relatar, analizar y comprender de manera integral un fenómeno histórico complejo que transitó según los casos entre la huelga general insurreccional, la rebeldía institucional y la auténtica revolución social. Esta obra remonta el análisis al vuelco electoral de noviembre de 1933 que abrió las puertas del Gobierno al centro, apoyado por la derecha accidentalista, lo que conllevó un proceso de rectificación de las anteriores reformas republicanosocialistas, y a un antecedente destacado, como fue la fracasada huelga general campesina de junio de 1934. Pero se mira también al contexto internacional, para poner de manifiesto que la historia de España en este periodo estuvo plenamente inserta en las tendencias de conflicto comunes a toda Europa, como se ejemplifica con los casos de Francia, Alemania y, sobre todo, la Austria de Dollfuss. Los acontecimientos de la insurrección se estudian siguiendo un criterio territorial –en Madrid, Cataluña, el País Vasco y, sobre todo, pero no solo, Asturias– y se presta una atención específica al fenómeno de las distintas tipologías de violencia que se dieron en el escenario más sangriento: la revolución asturiana. Por último, las consecuencias de los hechos de octubre se analizan tanto en un plano corto, como es su impacto en la política de los gabinetes radical-cedistas y en la formación del Frente Popular, como en el largo plazo, con su incidencia en la historiografía y en la memoria histórica hasta el presente, puesto que todavía pregonaran algunas narrativas que se fijan en octubre de 1934 desde la óptica de la Guerra Civil. Octubre 1934 se quiere, así, como una obra de síntesis actualizada, referencia tanto en el ámbito académico como en el de la divulgación a la sociedad, sobre unos acontecimientos clave para entender la España contemporánea, que sigue siendo la nuestra. El dilema de los primeros Gobiernos radicales por Leandro Álvarez Rey Proa a octubre: los socialistas y la insurrección por Francisco Sánchez Pérez Perspectivas exteriores de 1934: el año de la involución por Eduardo González Calleja La huelga general campesina de junio de 1934 por Francisco Cobo Romero Las diferentes movilizaciones de octubre. El caso madrileño por Sandra Souto Kustrín El octubre catalán por Manel López Esteve Octubre de 1934 en el País Vasco por José Luis de la Granja Sainz y Luis Sala González Asturias: la explosión revolucionaria por Javier Rodríguez Muñoz Una violencia (en) plural por Pablo Gil Vico Orquestando la contrarrevolución por Julio Gil Pecharromán La resaca de octubre por Pilar Mera Costas Historiografía, interpretaciones, mito y memoria de octubre de 1934 por Francisco Erice Sebares

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Veröffentlichungsjahr: 2024

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Octubre 1934

Jiménez Zaera, Jesús (ed.)

Octubre 1934 / Jiménez Zaera, Jesús (ed.)

Madrid: Desperta Ferro Ediciones, 2024 – 680 p. ; 23,5 cm – (Historia de España) – 1.ª ed.

D.L.: M-18266-2024

ISBN: 978-84-128158-4-9

94(460)“1934”

316.423.3 323.272

 

 

OCTUBRE 1934

Jesús Jiménez Zaera (ed.)

© de esta edición:

Octubre 1934

Desperta Ferro Ediciones SLNE

Paseo del Prado, 12, 1.º derecha

28014 Madrid

www.despertaferro-ediciones.com

ISBN: 978-84-128157-2-6

Diseño y maquetación: Raúl Clavijo Hernández

Cartografía: Desperta Ferro Ediciones

Coordinación editorial: Mónica Santos del Hierro y Jesús Jiménez Zaera

Primera edición: septiembre 2024

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Todos los derechos reservados © 2024 Desperta Ferro Ediciones. Queda expresamente prohibida la reproducción, adaptación o modificación total y/o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento ya sea físico o digital, sin autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo sanciones establecidas en las leyes.

Imágenes de cubierta: En portada, revolucionarios detenidos por la Guardia Civil en la localidad minera de Brañosera (Palencia). Fotografía de Félix Ortiz Perelló «Piortiz» publicada el 26 de octubre de 1934 en el diario ABC. En la solapa, Ahora, 16/x/1934; Avance, 4/x/1934; El Liberal (Bilbao), 13/x/1934; El Socialista, 6/x/1934; El Sol, 14/x/1934; Época, 8/x/1934; La Libertad, 31/vii/1934.

Producción del ePub: booqlab

«Se nos cierran todas las puertas. Todos están contra nosotros: ni en la Justicia, ni en la Religión, ni en la fuerza pública encontramos amparo. Todos se alían a nuestros enemigos. No podemos instruirnos; no podemos acogernos a ningún procedimiento legal. Nos persiguen, nos apalean; nos encarcelan; nos acosan. Parece que se obstinan en agotarnos toda la paciencia, hasta que, hartos de buscar inútilmente una puerta para huir, la desesperación eche mano a la dinamita para abrir un portillo».

Manuel Ciges Aparicio, Los vencedores, 1908

«El estado de ánimo de la gente […] es deplorable. Ve a través del panorama de las destrucciones la política que ha provocado cuanto ha sucedido. La gente espera algo. Espera la aplicación pura y franca de la ley. No la aplicación de la ley sobre el material humano, gregario e innominado. Espera que, de la visión de los efectos, se pueda deducir la precisión de las causas».

Josep Pla, «Una encuesta en el norte de España (y VIII)»,La Veu de Catalunya, 30 de octubre de 1934

«Es cierto, rigurosamente cierto, que la rebelión ha tenido esta vez caracteres de ferocidad que no ha habido nunca en España. Ni siquiera durante la gesta bárbara de los carlistas hubo tanta crueldad, tanto encono y una tan pavorosa falta de sentido humano. Todo cuanto se diga de la bestialidad de algunos episodios es poco. Dentro de cien años, cuando sean conocidos a fondo, se seguirán recordando con horror».

Manuel Chaves Nogales, «Crónicas»,Ahora, 24 de octubre de 1934

ÍNDICE

IntroducciónJesús Jiménez Zaera

Cronología

PARTE I - LA HORA MÁS GRAVE, LA MÁS DRAMÁTICA

1 EL DILEMA DE LOS PRIMEROS GOBIERNOS RADICALESLeandro Álvarez Rey

2 PROA A OCTUBRE: LOS SOCIALISTAS Y LA INSURRECCIÓNFrancisco Sánchez Pérez

3 PERSPECTIVAS EXTERIORES DE 1934: EL AÑO DE LA INVOLUCIÓNEduardo González Calleja

4 LA HUELGA GENERAL CAMPESINA DE JUNIO DE 1934Francisco Cobo Romero

PARTE II - CON TODAS SUS CONSECUENCIAS

5 LAS DIFERENTES MOVILIZACIONES DE OCTUBRE. EL CASO MADRILEÑOSandra Souto Kustrín

6 EL OCTUBRE CATALÁNManel López Esteve

7 OCTUBRE DE 1934 EN EL PAÍS VASCOJosé Luis de la Granja Sainz y Luis Sala González

8 ASTURIAS: LA EXPLOSIÓN REVOLUCIONARIAJavier Rodríguez Muñoz

9 UNA VIOLENCIA (EN) PLURALPablo Gil Vico

PARTE III - EL PRESTIGIO DE LA AUTORIDAD,EL IMPERIO DE LA LEY

10 ORQUESTANDO LA CONTRARREVOLUCIÓNJulio Gil Pecharromán

11 LA RESACA DE OCTUBREPilar Mera Costas

12 HISTORIOGRAFÍA, INTERPRETACIONES, MITO Y MEMORIA DE OCTUBRE DE 1934Francisco Erice Sebares

ANEXOS

I «Memoria de mi actuación en la revolución de octubre 1934», por Luis Oliveira

II Resultados de las elecciones generales durante la Segunda República

III Presidentes del Consejo de Ministros (del 14/IV/1931 al 17/VII/1936)

IV Composición de los gabinetes (12/VI/1933 al 7/IV/1936)

V Presidentes de la Generalitat (1932-1939) y gabinete de Lluís Companys en octubre de 1934

La evolución del sistema de partidos

Abreviaturas utilizadas en este libro

Fuentes y bibliografía

Relación de autores

INTRODUCCIÓN

El 4 de octubre de 1934, el líder histórico del Partido Republicano Radical (PRR), Alejandro Lerroux, figura destacada en el advenimiento de la República en 1931, formó un nuevo Gobierno en el que daba entrada a tres ministros de la derecha accidentalista representada por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA). Ese paso sirvió de detonante para un llamamiento del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) a la huelga general en todo el país. Cumplían así los socialistas una amenaza que, contra toda lógica insurreccional, llevaban aireando en intervenciones públicas, ya fuera en artículos de prensa, mítines o intervenciones parlamentarias, desde finales de 1933, cuando los resultados de las elecciones generales de diciembre dieron la mayoría a las candidaturas del centro republicano y de la derecha posibilista.

El acceso de la CEDA al Gobierno era lo que hoy llamaríamos una «línea roja» para determinados sectores de la izquierda. Ya desde la derrota en los comicios de 1933 de las candidaturas republicanas y socialistas que habían formado el Gobierno durante el primer bienio del régimen dichos sectores entendían que el nuevo gabinete liderado por los radicales, y por ahora netamente de centro-derecha republicano, alejaba a la República de su esencia transformadora, vaciada del carácter reformista que le daba sentido. Más aún cuando dependía en las Cortes de una minoría parlamentaria de la CEDA liderada por José María Gil Robles, con un programa beligerante contra las reformas y una estrategia definida para hacerse en el medio plazo con el poder y, por tanto, con el destino de la República. Que esta última formación accediera al Consejo de Ministros suponía para ellos la liquidación del régimen.

En esta percepción pesaban de manera decisiva los acontecimientos que se estaban viviendo en países del entorno como Alemania o Austria, en los que se estaban produciendo drásticas liquidaciones de sus respectivas democracias de la mano de la extrema derecha.

Fue ante todo la izquierda obrerista, compuesta por un amplio abanico de organizaciones, la que concluyó que la respuesta a aquella línea roja debía traducirse en un desafío a la legalidad vigente. En particular, el PSOE consideró el ingreso de la CEDA en el Gobierno como la irrupción de la amenaza fascista en una República en la que, en esas circunstancias, no se podría avanzar hacia el socialismo. También lo entendió así la izquierda catalanista, en la que convivían dos estrategias: la de profundizar en la radicalidad del régimen republicano y la del separatismo.

El resultado, lo que popularmente se denomina «revolución de octubre», fue, sin duda, un momento determinante de la historia de la España republicana: un hito en las cotas de violencia política del periodo alcanzadas hasta entonces –tanto por el abanico de repertorios de protesta empleados como por el número de víctimas, si se tiene en cuenta el efecto distorsionador de la experiencia asturiana–, así como un catalizador de la polarización política.

Esta introducción no pretende adelantar valoraciones acerca de las motivaciones, los objetivos, las estrategias y los recursos de quienes protagonizaron los acontecimientos de octubre. Sí sabemos que estos tuvieron especial repercusión en Madrid, Cataluña, el País Vasco y, sobre todo, en Asturias, donde por la magnitud, la profundidad de las aspiraciones insurreccionales y sus consecuencias, adquirió un sentido de auténtica revolución social.

Cualesquiera que fueran las aspiraciones individuales o colectivas de los protagonistas de octubre –rebelarse primariamente contra sus condiciones materiales, rectificar la composición del Gobierno, conquistar el poder, construir una nueva sociedad…–, la intentona se saldó con una derrota que permitió a la derecha sentirse legitimada para exigir severidad contra la izquierda y para demandar políticas más profundas de rectificación de las grandes reformas del bienio anterior. El espectro político ahondó en la polarización. La derecha accidentalista y la extrema derecha –estas últimas conformadas por monárquicos alfonsinos y tradicionalistas, Falange, etc.– ahora tenían la posibilidad de acelerar su programa contrarrevolucionario, aunque lo hicieron desde sus respectivas coordenadas. El centro-derecha republicano sufrió un proceso de progresiva descomposición por el desgaste político y por la corrupción. La izquierda republicana vio la necesidad de tejer las alianzas para recuperar el poder y, con ello, la obra reformista de la «República de 1931». En la izquierda obrera, mientras formaciones minoritarias como el Partido Comunista ganaban protagonismo, el PSOE tuvo que abordar las heridas internas abiertas por la decisión de desencadenar la huelga revolucionaria y posicionarse en cuanto a su papel en la gobernabilidad del régimen. Así las cosas, cuando asomó en el horizonte una nueva cita electoral, prevista para febrero de 1936, daba la impresión de que lo que estaba en juego era mucho más que el rumbo de la República. Era, quizá, su propia existencia. Es aquí donde Octubre 1934 concluye el recorrido por los antecedentes, el desarrollo y las consecuencias del movimiento insurreccional que nació aquel día 4.

En el largo plazo, la gravedad y trascendencia de los acontecimientos han provocado lecturas encontradas persistentes en el tiempo en torno a los acontecimientos de octubre de 1934, de los que, en las fechas en las que se escribe esta introducción, se cumple el nonagésimo aniversario. Las efemérides, en general, son propicias para la reflexión y para revisitar momentos históricos. Esta en particular se justifica por la extraordinaria importancia que aún conservan los principales acontecimientos del siglo XX español en los debates científicos, políticos y culturales actuales, dentro de los cuales el que tratamos ocupa un papel relevante. La sociedad tiene todo el derecho a plantear dichos debates echando mano del pasado y los historiadores, por su parte, la obligación de proporcionar materiales académicamente sólidos para sostenerlos.

En este sentido, se detecta que una interpretación rigurosa de los acontecimientos que aquí tratamos se enfrenta a cuatro dificultades acerca de las cuales conviene alertar: la identificación de todo el proceso con una de sus partes, la «revolución de Asturias»; la conexión como objeto de estudio y como problema con la Guerra Civil; la tendencia al particularismo español; y el sospechoso habitual de todo análisis histórico: el presentismo.

Los acontecimientos en Asturias acapararon la memoria posterior de octubre de 1934 y los mimbres para que así fuera son indudables, lo que dio lugar a un mito heroico revolucionario contestado por su correspondiente contramito de barbarie revolucionaria. Quizá solo los sucesos del 6 de octubre en Barcelona y la proclamación del Estado catalán por parte de Companys desde el balcón del palacio de la Generalitat hayan logrado romper ese férreo monopolio asturiano. Lo cierto es que los acontecimientos de octubre, como veremos, fueron un proceso mucho más complejo, diverso y descentralizado. Se desplegaron estrategias que, según los territorios y los protagonistas, transitaron entre la huelga pasiva, los actos insurreccionales limitados, los intentos de sublevar unidades militares, los sabotajes o la auténtica revolución social. Del mismo modo, se persiguieron objetivos igualmente variados que oscilaron entre la mera presión hacia el Gobierno, la rebeldía institucional o la abierta subversión del orden social y económico. Es por ello que resulta tan complejo esquematizar las causas, motivaciones, transcurso y consecuencias de los acontecimientos de octubre.

En general, la interpretación de la Segunda República ha adolecido en numerosas ocasiones del «mito del fracaso», que consiste en que todo lo sucedido durante el quinquenio 1931-1936 condujo, necesariamente, hacia la Guerra Civil por el simple hecho de que esta al final se produjo, o, lo que es lo mismo, que todo el periodo no es más que el antecedente de la contienda y se analiza de una forma determinista mediante las lógicas de la misma. En las últimas décadas ha reflotado, sobre todo fuera del ámbito académico –aunque también hay autores que lo sostienen desde dentro–, la idea de octubre de 1934 como el comienzo de la Guerra Civil, o, al menos, su antesala: un punto de no retorno hacia el conflicto. Esto suele conllevar el uso de argumentos retrospectivos, trasladados de 1936 a 1934, lo cual invita a tergiversaciones. En todo caso, al margen del grado de afinidad de cada uno con esta idea, uno de sus posibles efectos secundarios es olvidar la necesidad de estudiar la revolución de octubre como un hecho histórico autónomo, con las circunstancias y los objetivos específicos de su momento.

Los acontecimientos que se estaban viviendo en la Europa de entreguerras tuvieron mucho que ver en el ambiente político español y en la percepción que los actores políticos tenían de los riesgos, amenazas y oportunidades que se les presentaban en 1934. Los estudios comparados con otros países ya han orillado, en buena medida, la querencia a ver la historia de España como algo diferente y ajeno a las tendencias de su tiempo. Los años treinta del siglo XX comprendieron en toda Europa un periodo de crisis de los sistemas democráticos, que fueron sustituidos por regímenes autoritarios, cuando no totalitarios. El aumento de la violencia política, la paramilitarización de los partidos y la polarización de la retórica que acompañaron –no olvidemos– al contexto de crisis económica derivada del crac de 1929 se dieron, con distintos niveles en cada caso, a lo largo de todo el continente y tuvieron como resultado fenómenos diferentes que no tenían por qué desembocar en una guerra civil, como sí sucedió en España.

Si regresamos un momento de nuevo al siglo XXI, es habitual leer y escuchar alusiones en los medios de comunicación a aquel convulso mundo de entreguerras para establecer paralelismos con problemas globales que empezamos a percibir con una cierta perspectiva histórica, como podrían ser el cuestionamiento del consenso social vigente, la creciente polarización ideológica o el auge de distintas formas de extrema derecha que, a menudo, se engloban bajo el concepto –cuyo origen cronológico ya conocemos– de «fascismo». El lector de Octubre 1934 encontrará que, para el caso español, algunos «ingredientes» de entonces suenan a presente: organizaciones políticas, composiciones y alianzas parlamentarias, suspensiones de estatutos de autonomía, recursos a leyes de amnistía, formación de frentes populares… En efecto, muchas de las divisorias que han caracterizado el conflicto político en España a lo largo del siglo XX y hasta hoy son pertinaces: aquellas que separan ejes izquierda y derecha, capital y trabajo, laicismo y confesionalidad, identidades nacionales y encajes territoriales, por citar algunas. Pero hay que tener cuidado de no abusar de la conocida máxima –en gran medida cierta– de que «la historia no se repite, pero rima», porque muchas otras variables de la trama son inconcebibles en la actualidad y ni siquiera podemos afirmar sin matices que las que sí se parecen tienen hoy y tenían entonces el mismo sentido.

No obstante, son estas dificultades las que hacen estimulante tratar de divulgar la historia a un público lo más amplio posible y, para ello, Octubre 1934 propone una mirada colectiva en la que trece de los especialistas más reconocidos en el periodo ponen de relieve las claves interpretativas de octubre de 1934 y proporcionan, al mismo tiempo, una síntesis de aquellos acontecimientos decisivos. El lector apreciará considerables consensos entre ellos, aunque también divergencias. Este libro no pretende ofrecer una interpretación unívoca. Todo lo más, un relato coherente a partir de la suma de trece aportaciones diversas.

La primera parte de la obra aborda los antecedentes y el contexto de octubre de 1934. Desde un punto de vista propiamente español, estos orbitan en torno al cambio político que se operó a finales de 1933, con la victoria electoral de las candidaturas radicales y de la derecha posibilista, y sus implicaciones en el curso de las reformas que la República había emprendido hasta la fecha, ya fuera modulándolas o revirtiéndolas, así como en la percepción de los actores contemporáneos de cómo se estaba alterando el sentido y la esencia misma del régimen republicano. Sin embargo, en términos comparados no se sostiene una explicación de los acontecimientos de octubre que no tenga en cuenta el conflictivo contexto europeo de entreguerras, en el que aquí se insiste.

En el Capítulo 1, Leandro Álvarez Rey traza una visión de conjunto del devenir de los primeros Gobiernos radicales tras los resultados electorales de noviembre/diciembre de 1933 que sirve de trasfondo político e institucional a los acontecimientos de octubre. Al análisis de las grietas que se abrieron en el Partido Radical con la reconfiguración de fuerzas del republicanismo, y con el alcance de las políticas de rectificación de las reformas aplicadas durante el bienio republicano-socialista, se suma el del alcance del proceso de fascistización de la CEDA y la estrategia de José María Gil Robles para la conquista del poder.

Francisco Sánchez Pérez, en el Capítulo 2, aborda la evolución política y doctrinal del PSOE desde la colaboración gubernamental hasta la asunción de la necesidad de la insurrección. Si este decurso se ha explicado habitualmente como una radicalización ideológica achacada al ala izquierda del partido o, directamente, al dirigente Francisco Largo Caballero, Sánchez Pérez propone que se trató de un auténtico malestar social extendido entre las bases y los cuadros medios socialistas a consecuencia de las resistencias a la labor socialista desde el gabinete y a los incumplimientos de su legislación. A la sensación de «traición» y «expulsión» que conllevó su salida del Gobierno. Una percepción que, en el camino hacia octubre, se destiló en forma de antifascismo.

Para ilustrar la importancia del contexto europeo y su influencia en la experiencia española, Eduardo González Calleja repasa en el Capítulo 3 los tres grandes ejemplos de violencia involucionista que compartieron año con la revolución española. Hablamos de los disturbios del 6 de febrero en París promovidos por distintas organizaciones de extrema derecha contra el Gobierno de Édouard Daladier; la «guerra civil austriaca», también de mediados de febrero, en la que las milicias socialdemócratas se midieron con el Gobierno de Engelbert Dollfuss y los paramilitares nacionalistas de la Heimwehr; y la «noche de los cuchillos largos» del 30 de junio al 1 de julio en Alemania, la purga sangrienta de las SA de Ernst Röhm. Tres acontecimientos que no solo se describen en detalle, sino que se explican dentro de un proceso de aparición de una miríada de organizaciones de signo contrarrevolucionario en Europa y de un proceso de paramilitarización de la política de entreguerras.

Francisco Cobo Romero, por su parte, estudia en el Capítulo 4 un antecedente inmediato a octubre en lo que a conflictividad se refiere: la gran huelga campesina de junio de 1934. Un movimiento desencadenado por la Federación Española de Trabajadores de la Tierra de la UGT, marcado también por la defensa de las reformas iniciadas en el bienio anterior y la percepción de amenaza hacia la naturaleza transformadora del régimen republicano por parte del sindicalismo campesino socialista, que actuó de forma autónoma a la estrategia que partido y sindicato sostenían en aquel momento. El fracaso de la huelga campesina golpeó al movimiento jornalero, que podría haber desempeñado un papel en la apuesta socialista de octubre, y abrió la puerta a una política «contrarreformista» más profunda y descarnada en el campo de inspiración patronal.

La segunda parte de Octubre 1934 recoge el transcurso de los acontecimientos, con especial atención a los escenarios en los que alcanzaron mayor repercusión: Madrid, Cataluña, el País Vasco y, por supuesto, Asturias. La experiencia en cada uno de ellos presentó rasgos específicos en su desarrollo, antecedentes y consecuencias, que dan cuenta de un fenómeno complejo y diverso.

La llamada a la insurrección de octubre, así como su detonante, debía proceder del centro del poder político: Madrid. Sandra Souto Kustrín, tras ofrecer una visión sintética del alcance y las limitaciones de la movilización en el conjunto del país, examina en el Capítulo 5 los acontecimientos en la capital y su entorno. Si el llamamiento a la huelga general fue amplio y dio lugar al paro más prolongado de la historia de la ciudad, las acciones insurreccionales fracasaron, aunque fueron de mayor intensidad de lo que habitualmente se ha sostenido. Sus protagonistas fueron, en gran medida, las juventudes socialistas, de ahí que Souto dedique en este capítulo particular interés a su organización, preparativos y evolución doctrinal, por contraste con los cuadros «adultos» del Partido Socialista.

De estudiar el caso de Cataluña se encarga Manel López Esteve, que traza un octubre catalán en el Capítulo 6 con dos dimensiones: la rebelión de corte catalanista, desde un ámbito político-institucional, y la insurrección social. La primera de ellas ha merecido mayor atención, pero no por ello debe dejar de aclararse, como hace el autor, su naturaleza, en la que convivieron –y compitieron– las «dos almas» del catalanismo: la separatista encabezada por Josep Dencàs y la que pretendía radicalizar el compromiso autonomista republicano, de la mano del presidente Lluís Companys. Además, López Esteve presta particular atención a la gran olvidada del octubre catalán: la movilización obrera y campesina en y más allá de Barcelona.

Para el caso vasco, José Luis de la Granja Sainz y Luis Sala González abordan en el Capítulo 7 algunas cuestiones específicas de este ámbito territorial, como son las peculiaridades del socialismo vasco, de corte mayoritariamente prietista, y el papel del Partido Nacionalista Vasco, para el que octubre supuso un viraje trascendental desde posturas afines al tradicionalismo hacia un alineamiento posterior con los partidos republicanos de izquierdas de cara a la formación del Frente Popular. Por lo demás, los acontecimientos de las jornadas revolucionarias se describen con detenimiento, localidad a localidad, y siguen una clasificación ya clásica de lugares donde solo se decretó la huelga general, aquellos en los que hubo acciones insurreccionales y, por último, los casos, como Eibar y Mondragón, donde el movimiento tuvo un marcado carácter revolucionario.

Asturias fue el territorio donde, sin lugar a dudas, los acontecimientos adquirieron una dimensión revolucionaria más profunda y donde las consecuencias humanas fueron más devastadoras en víctimas de los combates, procesadas por vía judicial y asesinadas impunemente por ambas partes, de ahí que se le dediquen dos capítulos diferenciados. En el Capítulo 8, Javier Rodríguez Muñoz, tras repasar el panorama previo de la conflictividad laboral en Asturias en los años precedentes, que explican en buena parte las particularidades del caso asturiano, hace un amplio recorrido por las jornadas de lucha revolucionaria y las fuerzas gubernamentales destinadas a sofocar la insurrección. Añade, además, unas interesantes reflexiones en cuanto a los aspectos organizativos del movimiento revolucionario y traza los comienzos del despliegue de la represión del movimiento revolucionario.

Por su parte, en el Capítulo 9, Pablo Gil Vico analiza las diferentes tipologías de violencias, en plural, que se concitaron al calor de los acontecimientos en el octubre asturiano, en un texto que desafía cualquier tipo de interpretación simplificadora. Cuantitativa y cualitativamente, la violencia en Asturias superó con diferencia a la del resto del país. Buena parte de los móviles, no solo políticos, que explican que se desatara con esa intensidad venían larvándose tiempo atrás: conflictos de clase, anticlericalismo, rechazo hacia la fuerza pública o el espíritu corporativo de esta, rencillas personales… y la revolución proporcionó la oportunidad para que detonaran y dieran lugar a distintas expresiones de violencia en un entorno de combates, asesinatos de víctimas inermes y formas de escarmiento y represión extrajudicial.

La tercera parte de Octubre 1934 aborda las consecuencias y el legado de los sucesos en dos escalas temporales. Por un lado, en el corto plazo, en el que cristalizaron los alineamientos políticos, cada vez más polarizados a izquierda y derecha del espectro ideológico, que se iban a medir en las elecciones de febrero de 1936. Por otro, en el largo plazo, en el que ubicaremos la experiencia de octubre en las coordenadas de la memoria y del discurso históricos.

Julio Gil Pecharromán estudia en el Capítulo 10 las lecturas que de la revolución se hicieron desde el ámbito de la derecha y que incidieron en la acción gubernamental. La CEDA, desde su posición en las Cortes y en el gabinete tuvo los instrumentos para condicionar la labor gubernamental, lo que condujo a las correspondientes tensiones con los sectores liberales y conservadores republicanos que, en última instancia, llevaron a las elecciones de febrero de 1936. Para la sociedad conservadora, octubre de 1934 había confirmado que el sistema constitucional vigente representaba una amenaza constante a la unidad nacional y al orden social si las izquierdas eran capaces de recuperar el poder, pero la derecha política fracasó en el proyecto de crear una gran alternativa contrarrevolucionaria que aglutinara a todos los que compartían esa percepción. Tal fue la pretensión del Bloque Nacional, liderado por José Calvo Sotelo, al que, a la postre, ni Falange ni –más importante aun– la CEDA se adscribieron, y del Frente Antirrevolucionario, promovido por Gil Robles, que no llegó a tener una formalización explícita.

En el otro lado del espectro político, la experiencia de octubre y, en particular, de la posterior represión gubernamental, supuso un acicate para el viaje de la izquierda obrera y republicana hacia la confluencia frentepopulista para conseguir revertir la derrota electoral de 1933, recuperar el poder y, conforme a su percepción, retomar la naturaleza de la República. Pilar Mera Costas analiza en el Capítulo 11 este proceso de confluencia que encontró en la represión sufrida un argumento legitimador y que, para la autora, dependió de tres elementos fundamentales. El primero, la consagración de un líder que pudiera encarnar el proyecto, que se materializó en la figura de Manuel Azaña. El segundo, el reagrupamiento del fragmentado republicanismo en torno a dicha figura y a dos partidos, la Izquierda Republicana de Azaña y la Unión Republicana de Martínez Barrio. Y tercero, lo que considera el cambio de rumbo del PSOE para subirse a ese proyecto común en defensa de la República.

En el último capítulo, Francisco Erice Sebares recorre y hace balance de la memoria, la producción bibliográfica y la historiografía acerca de octubre de 1934. Como es lógico, la articulación del relato no se puede disociar del momento histórico en el que se está construyendo. Así, el itinerario que propone Francisco Erice pasa por los años inmediatamente posteriores a los hechos, cuando surgieron los primeros mitos glorificadores o demonizadores de octubre; por el franquismo y las obvias dificultades para desarrollar una historiografía crítica con el discurso oficial del régimen; por la Transición y el notable incremento del interés hacia este acontecimiento y de la calidad de la producción historiográfica, y por el desafío que en el siglo XXI ha supuesto para el debate el surgimiento de lo que denomina como «revisionismos»; hasta alcanzar, por último, las aportaciones más recientes de la investigación. Todo ello aporta un retrato completo del estudio y la reflexión –también la disensión– que ha merecido hasta la fecha el objeto al que dedicamos este libro.

Acompañan a la edición de Octubre de 1934 una serie de anexos y materiales complementarios que merece la pena mencionar. El más destacado de ellos es la transcripción de un documento que creemos inédito, la «Memoria de mi actuación en la revolución de 1934» del dirigente socialista en Asturias Luis Oliveira Romero, en el que relata los comienzos de la insurrección y los avatares de su detención y los malos tratos recibidos durante el mismo. La intrahistoria de este interesante testimonio de primera mano los analiza y contextualiza Pablo Gil Vico, quien descubrió este documento en una de sus investigaciones y al que agradecemos la oportunidad de publicarlo en este libro.

También se han incorporado varios anexos con información relativa a los Gobiernos, resultados electorales –en este caso, amablemente preparados por Leandro Álvarez Rey– y sistema de partidos del periodo que nos ocupa para orientar al lector en los vericuetos de la política republicana –a menudo complicados y confusos– que, inevitablemente, menudean en esta obra. A continuación de esta introducción se incluye una cronología del quinquenio 1931-1936, que no pretende ser sistemática, pero sí recoger aquellos acontecimientos que se consideran íntimamente relacionados con los antecedentes, desarrollo y consecuencias de octubre de 1934.

Jesús Jiménez Zaera

Madrid, verano de 2024

CRONOLOGÍA

GOBIERNO PROVISIONAL

1931

 

14 de abril

Proclamación de la Segunda República. El Comité Revolucionario se convierte en el Gobierno provisional presidido por Niceto Alcalá-Zamora

21 de abril

Se restituye la Generalitat de Cataluña con competencias provisionales

28 de abril

Promulgación de la Ley de Términos Municipales

7 de mayo

Promulgación de la Ley de Laboreo Forzoso

 

Se instauran los Jurados Mixtos para arbitrar en los conflictos de relaciones laborales

28 de junio

Primera vuelta de las elecciones a Cortes constituyentes

11-12 de julio

Un congreso extraordinario del PSOE decide mantener la participación en el Gobierno provisional

14 de julio

Apertura de las Cortes constituyentes

19 de julio

Segunda vuelta de las elecciones a Cortes constituyentes

13 de septiembre

Austria: intento fallido de golpe de Estado del líder ultranacionalista Walter Pfrimer contra el Gobierno socialcristiano

16 de septiembre

Adquieren rango de ley los decretos de reforma militar

2 de agosto

Se aprueba por referéndum en Cataluña el Estatuto autonómico propuesto por la Generalitat

14 de octubre

Manuel Azaña forma Gobierno, después de que Alcalá-Zamora y Miguel Maura abandonen el gabinete

21 de octubre

Aprobación de la Ley de Defensa de la República

21 de noviembre

Aprobación de la Ley de Contratos de Trabajo

BIENIO REPUBLICANO-SOCIALISTA

9 de diciembre

Aprobación de la Constitución republicana

10 de diciembre

Alcalá-Zamora es elegido presidente de la República

16 de diciembre

Azaña forma Gobierno, el primero constitucional, de composición republicana de izquierdas-socialista

31 de diciembre

En los enfrentamientos de Castilblanco (Badajoz) entre jornaleros y la Guardia Civil mueren linchados cuatro agentes

1932

5 de enero

Sucesos de Arnedo (La Rioja). Mueren 11 personas y 30 resultan heridas por disparos de la Guardia Civil

19 de enero

Insurrección anarquista en el Alt Llobregat (Cataluña)

1-8 de mayo

Francia: el cartel des gauches gana las elecciones por estrecho margen. Se suceden los gabinetes de centro-izquierda

20 de mayo

Austria: Engelbert Dollfuss recibe el encargo de formar Gobierno

20 de julio

Alemania: golpe de Von Papen en Prusia (Preußenschlag) contra los socialdemócratas

31 de julio

Alemania: el NSDAP gana las elecciones federales

10 de agosto

Golpe de Estado fracasado del general Sanjurjo (Sanjurjada) en Sevilla

9 de septiembre

Las Cortes aprueban la Ley de Bases de la Reforma Agraria

15 de septiembre

Las Cortes aprueban el Estatuto de autonomía de Cataluña

20 de noviembre

Elecciones al Parlamento catalán, en las que ERC obtiene la victoria. El Parlamento se forma el 6 de diciembre

1933

8 de enero

Insurrección anarquista, que se extiende por algunas localidades de Aragón y el País Valenciano

10-12 de enero

Sucesos de Casas Viejas (Cádiz), en los que mueren 3 agentes y 23 campesinos

30 de enero

Alemania: Hitler alcanza la Cancillería del Reich de la mano del presidente Hindenburg

27 de febrero

Alemania: incendio del Reichstag en Berlín

28 de febrero

Fundación de la CEDA

5 de marzo

Alemania: nueva victoria del NSDAP en las elecciones federales

7 de marzo

Austria: Dollfuss gobierna en Austria sin Parlamento tras la Selbstausschaltung («autodesconexión»)

24 de marzo

Alemania: la Ley Habilitante da a Hitler todo el poder legislativo de facto

23 de abril

Elecciones municipales parciales. Los resultados reflejan el desgaste político de la coalición de gobierno

21 de mayo

Austria: se funda el Frente Patriótico como embrión de partido único

2 de junio

Se promulga la Ley de Confesiones y Congregaciones religiosas

8-12 de junio

Crisis de confianza entre los presidentes del Gobierno y de la República por la cuestión religiosa. Azaña y los ministros socialistas son confirmados en el cargo

14 de julio

Alemania: el NSDAP se convierte en partido único

27 de julio

Las Cortes aprueban la nueva Ley Electoral

12 de agosto

Discurso de Francisco Largo Caballero en la Escuela de Verano de las Juventudes Socialistas

19-20 de agosto

Austria: Cumbre entre Dollfuss y Mussolini

3 de septiembre

Elecciones de vocales al Tribunal de Garantías Constitucionales en las que es derrotada la mayoría gubernamental

6-7 de septiembre

Crisis gubernamental: el Gobierno gana una moción de confianza, pero el jefe del Estado le retira el apoyo y abre consultas

11 de septiembre

La Ejecutiva del PSOE anuncia que se desliga de los compromisos mantenidos con los partidos republicanos

BIENIO RADICAL-CEDISTA

12 de septiembre

Alejandro Lerroux forma Gobierno de centro-izquierda en minoría que excluye a los socialistas

19 de septiembre

Reunión del Comité Nacional del PSOE para fijar posiciones tras la caída del Gobierno. Afirma la necesidad de conquistar el poder para implantar el socialismo

8 de octubre

El Ejecutivo cae por una moción de no confianza socialista y el radical Diego Martínez Barrio forma Gobierno de concentración para convocar elecciones

29 de octubre

Fundación de Falange Española

19 de noviembre

Primera vuelta de las elecciones generales

25 de noviembre

Reunión de las Ejecutivas de PSOE y UGT para tratar los peligros del adueñamiento del poder por sectores reaccionarios. Se levantarán si la derecha rebasa los cauces constitucionales

3 de diciembre

Segunda vuelta electoral. Victoria de la CEDA y del Partido Radical

7 de diciembre

El Consejo Nacional de la CEDA manifiesta su disposición a facilitar la formación de un «Gobierno de centro»

8-14 de diciembre

Insurrección anarquista, tercera y última de las desencadenadas por la CNT durante el periodo, que se extiende por Aragón y La Rioja

16 de diciembre

Lerroux forma Gobierno de mayoría radicalFormación de la primera Alianza Obrera en Cataluña

21 de diciembre

Se presenta el Estatuto vasco a las Cortes. Su tramitación se ve entorpecida por la derecha y el tradicionalismo mediante la «cuestión alavesa»

25 de diciembre

Muerte de Francesc Macià. Lluís Companys al frente de la Generalitat

1934

 

13 de enero

La Ejecutiva del PSOE aprueba un programa para una futura revolución redactado por Indalecio Prieto y con añadidos de Largo Caballero

14 de enero

Elecciones municipales en Cataluña que dan la victoria a la izquierda

28 de enero

Ricardo Zabalza encabeza la nueva Ejecutiva de la FNTT (a partir de ese momento FETT), que asume el programa revolucionario de la Ejecutiva del PSOE. Se constituye un Comité Revolucionario con representantes del partido, el sindicato y las juventudes

6 de febrero

Francia: disturbios de las ligas de extrema derecha contra el poder legislativo

7 de febrero

Discurso de Prieto en las Cortes. Amenaza con la revolución ante las provocaciones de la derecha

11-16 de febrero

Austria: «guerra civil» que termina con la disolución del SDAP socialdemócrata

3 de marzo

Crisis de Gobierno. El ala radical-demócrata de Martínez Barrio abandona el gabinete, que queda a merced de la derecha en las Cortes

4 de marzo

Fusión de Falange Española y las JONS

6 de marzo

La FETT eleva al Ministerio de Trabajo la exigencia de que se haga un justo reparto de las ofertas de empleo entre los jornaleros parados

17 de marzo

Protocolos de Roma entre Austria, Italia y Alemania

31 de marzo

Alianza Revolucionaria entre la CNT y la UGT en Asturias

12 de abril

El Parlamento catalán promulga la Ley de Contratos de Cultivo, favorable a los intereses de los rabassaires

19-21 de abril

V Congreso de las Juventudes Socialistas. Se aprueba una resolución favorable a que la clase obrera y su partido, el PSOE, se adueñen del poder por la vía insurreccional

14-23 de abril

Crisis gubernamental por la aprobación de la Ley de Amnistía (Decreto de 14 de abril) a los procesados por la sublevación militar de agosto de 1932 impuesta al Gobierno por la CEDA. El presidente Alcalá-Zamora intenta que el Gobierno devuelva la ley a las Cortes, pero aquel se niega y presenta la dimisión

24 de abril

El miembro del PURA, integrado en los radicales, Ricardo Samper forma Gobierno, que recibe el apoyo de la CEDA

25 de abril

Concentración de las JAP en El Escorial

1 de mayo

Austria: se promulga una Constitución de corte corporativista

11-12 de mayo

La FETT acuerda ir a la huelga en el campo para el 5 de junio

12-20 de mayo

Paro minero que comienza en el pozo Sotón de El Entrego (Asturias) y se extiende por toda la cuenca

19 de mayo

Se consuma la escisión del Partido Radical con la formación del Partido Radical Demócrata de Martínez Barrio

5 de junio

Comienza la huelga general campesina convocada por la FETT sin el respaldo de la Ejecutiva de la UGT. En algunos lugares se extiende durante una semana

8-12 de junio

El Tribunal de Garantías declara inconstitucional la Ley de Contratos de Cultivo catalana. ERC retira sus diputados de las Cortes y el Parlamento catalán vuelve a votar íntegra la ley como medida de desafío

30 de junio

Alemania: Ernst Röhm y la cúpula de las SA caen en la «noche de los cuchillos largos»

4 de julio

Suspensión de las sesiones de Cortes por acuerdo parlamentario en plena crisis de confianza del Gobierno por la Ley de Contratos de Cultivo

25 de julio

Austria: golpe de Estado nacionalsocialista y asesinato de Engelbert Dollfuss

3 de agosto

El Sindicato Minero Asturiano adquiere un bou para el transporte de un alijo de armas para Asturias. Es rebautizado como Turquesa

12 de agosto

Convocatoria de elecciones municipales vascas como desafío al Gobierno, que las declara ilegales, en defensa de las competencias fiscales

2 de septiembre

Asamblea de Ayuntamientos vascos en Zumárraga en defensa del Concierto Económico

8 de septiembre

Concentración en Madrid de propietarios catalanes movilizados por Acciò Popular (CEDA). Es respondida por una convocatoria de huelga general en Madrid por todas las organizaciones obreras. Se clausura la Casa del Pueblo de Madrid

9 de septiembre

Concentración de la CEDA en Covadonga

10 de septiembre

Desembarco frustrado en la ría de Pravia del cargamento de armas embarcado en el Turquesa

11 de septiembre

El PCE se suma a las Alianzas Obreras

14 de septiembre

Acto conjunto de las juventudes socialistas y comunistas en el Stadium Metropolitano de Madrid en contra del Decreto de 28 de agosto que limitaba la militancia política a los menores de edad

19 de septiembre

La policía descubre un alijo de armas en Ciudad Universitaria (Madrid)

21 de septiembre

El presidente Samper alcanza un acuerdo con la Generalitat acerca de la Ley de Contratos de Cultivo

30 de septiembre

Se funda Unión Republicana con los seguidores de Martínez Barrio y del radical-socialista Félix Gordón Ordás

1 de octubre

Reapertura de las Cortes. Samper presenta en Cortes el acuerdo en torno a la cuestión rabassaire con el rechazo de la CEDA, que retira su apoyo al Gobierno y exige su entrada en el gabinete

Revolución de octubre

4 de octubre

Lerroux forma Gobierno con ministros de la CEDA

 

El PSOE da la orden de ir a la huelga general.

5 de octubre

En la madrugada del 4 al 5 empieza la insurrección en Asturias con ataques a cuarteles de la Guardia Civil y de Asalto

 

Comienzo de la huelga general en Madrid, Cataluña, Vizcaya, Guipúzcoa y distintas poblaciones del país

 

Asesinato en Mondragón del diputado carlista Marcelino Oreja Elósegui y de Dagoberto Rezusta

6 de octubre

Companys declara el Estado catalán dentro de la República federal española

 

Columnas de revolucionarios comienzan el asalto a Oviedo y se hacen con la Fábrica de Armas de Trubia

7 de octubre

Se proclama el estado de guerra en todo el territorio nacional

 

Llegan a Asturias tropas gubernamentales desde Galicia (Eduardo López Ochoa) y por mar hasta Gijón El coronel Francisco Jiménez Arenas asume por designación militar la «presidencia accidental» de la Generalitat

 

Detención de Companys, del resto del Gobierno catalán y de los mandos de seguridad implicados

8 de octubre

Los revolucionarios se hacen con la Fábrica de Armas de Oviedo

 

Se detiene en Madrid a la mayor parte del Comité Revolucionario socialista

10 de octubre

Comienzan a llegar tropas del Ejército de África a Asturias

 

En Cataluña cesa la movilización

11 de octubre

Al anochecer, el general López Ochoa alcanza Oviedo

 

En Cataluña se celebra el juicio contra los militares implicados en los sucesos del 6 de octubre en Barcelona

12 de octubre

UGT y STV piden a sus afiliados en el País Vasco que se reincorporen al trabajo

14 de octubre

Detención, en las primeras horas de la madrugada, de Largo Caballero

15 de octubre

Los combates se apagan en la ciudad de Oviedo

 

Fin de la huelga general en Madrid

17 de octubre

El Ejército recupera la Fábrica de Trubia

18 de octubre

Belarmino Tomás negocia la rendición con López Ochoa

5-7 de noviembre

Debate parlamentario acerca de la actuación del Gobierno durante la insurrección de octubre y voto de confianza al gabinete Lerroux

6 de noviembre

La Gaceta de Madrid publica los indultos de 21 condenados a muerte por los sucesos de octubre en Asturias, León y Cataluña, entre ellos Federico Escofet y Enrique Pérez Farrás

7 de noviembre

Fusilamiento del minero José Guerra Pardo en León, primera ejecución durante la República

16 de noviembre

Crisis ministerial. Salen Samper (Estado) y Diego Hidalgo (Guerra), tildados de tibios en octubre. La CEDA había condicionado el día 7 la continuidad del apoyo a este relevo

8 de diciembre

Se publica el manifiesto fundacional del Bloque Nacional liderado por José Calvo Sotelo

1935

 

2 de enero

Las Cortes suspenden de forma indefinida el Estatuto de autonomía de Cataluña. Se clausura el Parlamento catalán

10 de enero

Manuel Portela Valladares designado gobernador general de Cataluña

1 de febrero

Fusilamiento en Oviedo del sargento Diego Vázquez Corbacho y de Jesús Argüelles por rebelión militar durante la insurrección en Asturias

9-15 de febrero

Sentencias de muerte para los socialistas Ramón González Peña, Teodomiro Menéndez y otros dirigentes de la revolución de octubre

21 de febrero

Se crea una comisión para revisar los traspasos de competencias a Cataluña

3 de abril

Crisis de gabinete precipitada por la negativa de los ministros de la CEDA a firmar el indulto de González Peña y otros dirigentes revolucionarios, publicado el 30 de marzo

12 de abril

Pacto de conjunción republicana entre IR, UR y PNR

13 de abril

Se suspende el estado de guerra

 

Restitución provisional de la Generalitat. Comienza una devolución gradual de competencias

6 de mayo

Nuevo gabinete de Lerroux con una CEDA reforzada y José María Gil Robles en la cartera de Guerra

17 de mayo

El general Franco nombrado jefe del Estado Mayor

6 de junio

Companys y sus consellers son condenados a treinta años por rebelión militar

5 de julio

Lerroux presenta su anteproyecto de reforma constitucional

1 de agosto

Se aprueba la Ley para la Reforma de la Reforma Agraria

20 de agosto

La resolución del VII Congreso de la Internacional Comunista avala la táctica frentepopulista contra el fascismo

17 de septiembre

Lerroux renuncia ante las discrepancias con sus socios de Gobierno acerca de la reforma constitucional y la devolución de competencias a la Generalitat

25 de septiembre

El liberal independiente Joaquín Chapaprieta forma Gobierno de carácter técnico

28 de octubre

Las Cortes condenan políticamente a los responsables radicales del escándalo del estraperlo. Lerroux abandona su puesto ministerial

14 de noviembre

Azaña invita al PSOE a unirse a la conjunción. La Ejecutiva del PSOE responde favorablemente a condición de que entren otras organizaciones obreras

30 de noviembre

Absolución de Largo Caballero por los acontecimientos de octubre de 1934

9 de diciembre

Dimisión de Chapaprieta forzada por la retirada del apoyo de Gil Robles, que aspira a dirigir el Gobierno. Alcalá-Zamora rechaza esa posibilidad

14 de diciembre

El liberal independiente Portela Valladares forma Gobierno, de nuevo de carácter técnico sin apoyo parlamentario ni presencia de la CEDA

16-18 de diciembre

Dimisión de Largo Caballero como presidente en la Comisión Nacional del PSOE en un contexto de meses de enfrentamiento político entre los sectores caballerista y prietista

17 de diciembre

La prensa se hace eco de la nota de Gil Robles en la que llama a la formación de un «frente nacional contra la revolución y sus cómplices»

1936

7 de enero

El presidente de la República decreta la disolución de las Cortes

15 de enero

Se suscribe el programa del Frente Popular

20 de enero

Consejo de guerra en Pamplona contra Toribio Echevarría y otros 171 procesados por los sucesos de octubre en el País Vasco

16 de febrero

Primera vuelta de las elecciones generales. Triunfo del Frente Popular

GOBIERNO DEL FRENTE POPULAR

19 de febrero

Azaña forma nuevo Gobierno de composición exclusivamente republicana (IR y UR)

21 de febrero

Concesión de amnistía para los presos políticos

26 de febrero

Restitución del Gobierno Companys en la Generalitat

28 de febrero

Decreto de readmisión de los despedidos por cuestiones políticas o sindicales

1 de marzo

Segunda vuelta de las elecciones generales

3 de marzo

Comienzan las ocupaciones de tierras. El Gobierno decreta medidas urgentes de reforma agraria

6 de marzo

El Tribunal de Garantías declara inconstitucional la suspensión del Estatuto de autonomía catalán de enero de 1935

14 de marzo

Detención de la dirección de Falange

3-7 de abril

Tras la constitución de las Cortes la nueva mayoría maniobra para destituir a Alcalá-Zamora como presidente de la República

5 de abril

Nacen las Juventudes Socialistas Unificadas de la fusión de las juventudes comunistas y socialistas

3 de mayo

Francia: el Frente Popular gana las elecciones legislativas

10 de mayo

Azaña elegido presidente de la República. Augusto Barcia lo releva al frente del Gobierno

13 de mayo

El republicano de izquierdas gallego Santiago Casares Quiroga forma Gobierno

29 de mayo

Matanza de Yeste

4 de junio

Francia: el socialista Léon Blum forma Gobierno

17 de julio

Arranca en Marruecos la sublevación militar. Comienza la Guerra Civil

PARTE I

LA HORA MÁS GRAVE,LA MÁS DRAMÁTICA

 

 

 

 

 

«[...] estimo que estamos atravesando la hora más grave, la más dramática, la más trágica de la política española, al menos desde el tiempo en que yo actúo en ella, sin remontarme a investigaciones del pretérito».

Indalecio Prieto,

«La hora más grave de la política española»,

El Socialista,

21 de diciembre de 1933.

Retrato de Alejandro Lerroux García (La Rambla, 1864-Madrid, 1949), líder histórico del Partido Republicano Radical y presidente del Consejo de Ministros en seis gabinetes durante la Segunda República. Narodowe Archiwum Cyfrowe.

«La menor votación del Sr. Largo Caballero […] es una repulsa de parte del cuerpo electoral por sus recientes estridencias, premiando, en cambio, en el ex presidente de las Cortes, su conducta serena y ecuánime […] la diferenciación de sufragios entre los candidatos de derechas es también ejemplar […] Han triunfado los menos calificados de monarquismo, quedando sin acta precisamente los que anteponen a su filiación derechista su significación monárquica. Es dato éste que no debe pasar inadvertido tampoco».

Luz, 4/XII/1933, 7

1

EL DILEMA DE LOS PRIMEROS GOBIERNOS RADICALES

Leandro Álvarez Rey

Desde la proclamación de la Segunda República en abril de 1931 y hasta 1933, la alianza formada por los partidos republicanos de izquierda y los socialistas puso en marcha en España un amplio abanico de reformas orientadas a la modernización de las estructuras del país. La aprobación de un nuevo ordenamiento legislativo y constitucional, las leyes de carácter sociolaboral e inclusive las medidas adoptadas contra los poderes tradicionales, Iglesia y Ejército, poseían, en realidad, un único objetivo: sentar las bases para el establecimiento de un Estado democrático y pluralista, socialmente avanzado y opuesto a los principios e intereses que, durante tantos años, habían sustentado a la Monarquía de la Restauración.1

Es cierto que algunas de las reformas emprendidas durante el primer bienio adolecían de graves errores técnicos y que el ambiente «jacobino» en que intentaron ser implantadas alarmó a muchos españoles, lo que les apartó de una leal colaboración con los nuevos gobernantes. Especialmente grave fue la tensión que se fue acumulando en torno a la llamada cuestión religiosa, cuyo punto de arranque fue la quema de conventos en mayo de 1931. Un conflicto que, desde entonces, se convirtió en el principal elemento de movilización de unas derechas que no tardaron en erigir un sólido dique defensivo en todos aquellos frentes en que sus convicciones, intereses o creencias interpretaron que estaban siendo amenazadas. Nacieron así o fueron reactivadas un número considerable de organizaciones de todo tipo –políticas unas, patronales y religiosas otras–, estrechamente interconectadas y que, sobre todo a partir de 1932, iban a ir mostrando el despliegue de la reacción conservadora en contra de la República y en defensa de los llamados valores tradicionales.

En cualquier caso, pocos recapacitaron entonces que, a principios de la década de los años treinta, España carecía de la tradición democrática más elemental. De ahí que frases como las de Azaña, afirmando que la República era de todos los españoles, pero que solo podía ser gobernada por los verdaderos republicanos, escandalizaran a los sectores conservadores, quienes –no sin cierta hipocresía– acusarían al nuevo régimen de ser una simple y vulgar «dictadura». Sin embargo, desde la perspectiva de sus defensores, si el término «república» se identificaba con la idea de democracia, de reformas y de mejoras sociales, aquella difícilmente podía caer bajo el control de quienes no comulgaran con dichos ideales. En tal caso, según los «verdaderos republicanos», se habría vuelto a una situación similar a la existente antes de abril de 1931, a una Monarquía con corona o sin ella.

En este contexto, la posición del histórico Partido Republicano Radical, liderado por el ya casi anciano Alejandro Lerroux, el antaño Emperador del Paralelo, fue cambiando a medida que transcurría el primer bienio. Aunque programáticamente los radicales seguían considerándose un partido de izquierda, favorable a la constitución federal del Estado, de la libertad de conciencia y culto, del laicismo, la escuela única y del régimen de propiedad individual, pero condicionado en su aspecto de función social, desde el punto de vista de su actuación política ya desde 1931 el moderantismo y la búsqueda de una posición central parecían ser su objetivo prioritario. En las elecciones a Cortes constituyentes el Partido Radical obtuvo casi un centenar de diputados, en un parlamento de 470 escaños y se convirtió en la segunda minoría de aquellas Cortes, tan solo por detrás de la socialista. Con Lerroux y su «lugarteniente», Diego Martínez Barrio, formando parte del Gobierno provisional, la idea de que era necesario un Estado democrático y eficaz, pero también un Estado fuerte; un Estado que fuera capaz de nacionalizar la República y de hacerla amada y respetada por la inmensa mayoría de los ciudadanos, se fue convirtiendo en el elemento clave del discurso de los radicales.2

Tras haber sido apartado del Ejecutivo desde la crisis de finales de 1931, que colocó a los lerrouxistas en la oposición, el posicionamiento del Partido Radical y de sus principales dirigentes fue acentuando ese moderantismo y esa búsqueda del centro político, perceptible ya desde que el nuevo régimen inició su andadura. A lo largo de 1932 los radicales fueron elevando el listón de sus críticas y discrepancias con la actuación del Gobierno presidido por Azaña, con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y, especialmente, con los sectores ugetistas liderados por Largo Caballero, al afirmar que apartar al Partido Socialista del Gobierno constituía una urgente necesidad, si se quería consolidar la República y evitar su desbordamiento por la izquierda. En las Cortes el Partido Radical no dudó en oponer serios reparos a la aprobación de los proyectos de reforma agraria y al Estatuto de Cataluña, tal y como habían sido redactados por las comisiones respectivas.

Resulta evidente que el ingreso en sus filas de antiguos monárquicos, procedentes en su mayoría del viejo Partido Liberal, y la aparición por su izquierda de agrupaciones con propuestas y programas más avanzados habían contribuido a moderar y templar la acción política de los radicales. Pero, paradójicamente, esta situación acabó generando un grave problema casi insoluble: el Partido Radical, convertido gracias a las urnas en una de las principales fuerzas políticas de la República, se vería progresivamente aislado frente a unas derechas nostálgicas de la Monarquía y unas izquierdas obreras, bien radicalmente enfrentadas, caso de los anarquistas, o, en el de los sindicatos ugetistas, en creciente confrontación con las instituciones republicanas. Todo ello al tiempo que, desde la óptica de los radicales, la colaboración con el Partido Socialista y con el resto de las organizaciones republicanas de izquierda, sus aliados de 1931, se iba haciendo cada vez más difícil y problemática.

Para Martínez Barrio en concreto, líder de la minoría parlamentaria y número dos de Lerroux, convertido en uno de los pocos hombres-puente entre los radicales y los republicanos de izquierda,3 las iniciativas y la política emprendida por los socialistas desde el Gobierno, lejos de posibilitar la atracción de los sectores de la izquierda obrera hacia el régimen republicano estaba consiguiendo, justamente, el efecto contrario; esto es, desplazar y orientar peligrosamente el rumbo de la República, con todo lo que ello suponía de desvirtuación de la propia legalidad. De ahí su insistencia en la necesidad de centrar la República y de que su timón pasara a manos de los auténticos republicanos, de los herederos de aquella tradición liberal y democrática, comprensiva y fraternal del viejo republicanismo. Y todo ello a pesar del resquemor y el despecho de Lerroux, escocido porque un «advenedizo» y un recién llegado al republicanismo, como era para él Manuel Azaña, hubiera ocupado un puesto que el jefe del Partido Radical, por justicia y mejor derecho, creía que le correspondía.

Correcto o equivocado su análisis político de la realidad, lo cierto es que, desde 1932, los radicales se fueron quedando irremisiblemente solos, aislados ante unas derechas de simpatías monárquicas en franca recuperación; unas organizaciones obreras –especialmente anarquistas y comunistas– en abierta confrontación con el Estado y un republicanismo de izquierda aliado de unos socialistas que, desde su punto de vista, amenazaban con desvirtuar lo que debería ser el nuevo régimen republicano. Una situación esta ciertamente compleja y que el levantamiento militar de Sanjurjo, con su epicentro en Sevilla el 10 de agosto de 1932, no hizo sino agravar.

Como es sabido, el fracaso del golpe provocó una oleada de fervor republicano que hizo posible la rápida aprobación en las Cortes de una serie de proyectos, como el Estatuto de Cataluña o la Ley de Reforma Agraria, que, hasta entonces, habían tropezado con una seria oposición parlamentaria. Las relaciones entre el Ejecutivo y los grupos de oposición republicanos, gravemente deterioradas durante los meses que precedieron al estallido del levantamiento, parecieron mejorar de forma notable ante la necesidad de ofrecer un frente común y una imagen de cordialidad entre los partidarios de las instituciones democráticas, amenazadas por los extremismos de uno y otro signo. Incluso en los meses finales de 1932 no faltaron las iniciativas tendentes a amortiguar la fragmentación entre los distintos partidos republicanos, bien a través de la fusión de aquellas organizaciones cuyos programas y afinidades ideológicas resultaban evidentes o al menos mediante el logro de una actuación coordinada en las labores legislativas.

Sin embargo, amortiguada aquella euforia republicana, los radicales volvieron a quedarse de nuevo solos, tras la apuesta de Azaña de continuar manteniendo la alianza entre los republicanos de izquierda y los socialistas, dejando fuera de ella al Partido Radical. Fue entonces, a principios de 1933, cuando al Gobierno le estalló entre las manos un terrible incidente que tuvo por escenario una localidad de la provincia de Cádiz: lo que, a partir de entonces, se llamó el escándalo de Casas Viejas.

Los sucesos que tuvieron por escenario aquella localidad constituyeron un episodio excepcionalmente dramático, pero que reveló la desesperación y el radicalismo que estaba alcanzando la protesta campesina ante la aplicación de la reforma agraria, al tiempo que mostró algunas de las insuficiencias de la legislación social. Pero Casas Viejas puso en evidencia también uno de los fallos más clamorosos del régimen republicano: su inadecuada actuación en materia de orden público, la permanencia al frente de los cuerpos policiales de mandos procedentes del régimen anterior, que seguían practicando los mismos métodos represivos de siempre; la falta de medios para prevenir los delitos, el rechazo de la persuasión frente a la trasgresión social, o el abuso en la utilización de leyes como la de Defensa de la República o la posterior Ley de Orden Público, durísimas ante la desviación política y la violencia social.

Por lo demás, las repercusiones políticas de Casas Viejas fueron impresionantes: Azaña fue acusado por las derechas de utilizar métodos dictatoriales y de ser el responsable directo de la matanza; los socialistas se cuestionaron si podían seguir apoyando al Gobierno y los republicanos de Lerroux aprovecharon la oportunidad para aproximarse a la recién constituida Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), el conglomerado de fuerzas liderado por el nuevo ídolo de las derechas, José María Gil Robles. Aunque la investigación posterior dejó a salvo la responsabilidad de Azaña, el juicio político ya se había hecho: la opinión pública no podía entender cómo un régimen democrático se permitía violar de manera tan brutal los derechos más elementales y cómo podían cometerse actos tan crueles, sanguinarios y vengativos como los que tuvieron lugar en Casas Viejas.

A partir de entonces el Partido Radical adoptó como estrategia la obstrucción parlamentaria al Gobierno Azaña, con la única finalidad de erosionarlo a marchas forzadas; un gabinete de quien un hombre tan moderado como Martínez Barrio no dudó en afirmar públicamente, ya en noviembre de 1932, que estaba ejerciendo «una verdadera dictadura que nada tiene que envidiar a la fascista […]».4 En esta coyuntura, la cohesión de la alianza entre republicanos de izquierda y socialistas, sobre la cual descansaba la estabilidad gubernamental, se fue haciendo cada vez más difícil a medida que avanzaba 1933. Mientras la popularidad de Azaña descendía y los radicales y otros partidos de centro se obstinaban en su obstrucción parlamentaria, los socialistas a duras penas podían evitar el descontento que se extendía por sus bases y se cuestionaban si realmente les merecía la pena seguir desgastándose al frente de sus ministerios. El Gobierno sufrió además dos reveses en las elecciones municipales que, de forma parcial, se convocaron en el mes de abril y en las del Tribunal de Garantías Constitucionales, celebradas en septiembre de 1933. Ya a primeros de junio Azaña presentó su dimisión al presidente de la República, que lo ratificó en el cargo. Aunque el nuevo Ejecutivo que presidió apenas duró dos meses, hasta el 12 de septiembre de 1933. En esas fechas, la ruptura de la alianza se consumó: los socialistas decidieron salir del Gobierno y, por intervención directa de Alcalá-Zamora, presidente de la República, Azaña fue finalmente descabalgado de la presidencia.

Retrato autografiado para el primer número de la revista Economía Española (enero de 1933) de Niceto Alcaláz-Zamora y Torres (Priego de Córdoba, 1877-Buenos Aires, 1949), presidente del Gobierno provisional y primer presidente de la República. Biblioteca Nacional de España.