Paco Mir en la persona de todos los tiempos - Eduardo Sánchez Montejo - E-Book

Paco Mir en la persona de todos los tiempos E-Book

Eduardo Sánchez Montejo

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Beschreibung

«El poeta es una isla misteriosa. Una isla para el descubrimiento. Si una isla se está descubriendo a sí misma, por qué despreciar los perfumes y aromas que pueda recibir de otra. Entonces, aparecen las influencias, esas parteras de la historia poética. De esas "parteras de la historia poética" trata este libro». Francisco (Paco) Mir Mulet, es hoy el poeta más nombrado por las nuevas generaciones de poetas en la Isla de la Juventud y su influencia ya llega a otros territorios.

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Seitenzahl: 157

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Índice de contenido
PRIMERA PARTE
EL ÁRBOL ARQUETÍPICO QUE DA ALGO MÁS QUE SOMBRA
Uno.- Un poema donde la biografía triunfa sobre la historia
Dos.- Con Lezama como germen y Virgilio como guía
Tres.- Dos poetas arbóreos o las (sin)razones por la que también nosotros somos árboles
Cuatro.- Un árbol en el cerebro humano o en la conciencia poética
LAS TEOFANÍAS DEL PERFUME EN PACO MIR
Uno.- El olfato del poeta o la sospecha de vivir dos veces el mismo instante
Dos.- La metáfora de los perfumes en los “amados poetas franceses”
Tres.- Paco Mir: poeta de la tierra / poeta del espíritu
SEGUNDA PARTE
LECTURAS DE PACO MIR A SUS «AMADOS POETAS FRANCESES»
Uno.- Los poetas franceses en Paco Mir: efectos que iluminan causas
Dos.- Paco Mir se toma unos alcoholes con Guillaume Apollinaire
Tres.- Coda
LOS PARATEXTOS DE LA ENFERMEDAD EN LAS HOJAS CLÍNICAS DE PACO MIR
Coda
DOS POETAS UNIDOS POR EL PUENTE DE LA ENFERMEDAD
TERCERA PARTE
LOS POETAS DE LA GENERACIÓN DE ORÍGENES EN PACO MIR
Uno.- Un poeta pinero pasea por las calzadas de Eliseo Diego
Dos.- Un “poeta de la tierra” se asoma al espejo sideral de Lezama Lima
CUARTA PARTE
EL SILENCIO DE LAS CARTAS DE NAVEGACIÓN EN LA SINFONÍA FANTÁSTICA DE PACO MIR
PRIMER MOVIMIENTO.- Un romántico en la mitad del monte de una isla de pinos
SEGUNDO MOVIMIENTO.- La Sinfonía fantástica de Paco Mir: ¿corpus textual del realismo mágico o de lo real maravilloso?
TERCER MOVIMIENTO.- El manejo del tiempo en la Sinfonía fantástica: ¿Metatexto disoluto o absoluto?
CUARTO MOVIMIENTO.- El proceso de intertextualidad en la Sinfonía fantástica como parte de la migración universal de temas y motivos
MOVIMIENTO FINAL.- Lo carnavalesco en las dos sinfonías fantásticas
ACERCA DEL AUTOR

PACO MIR EN LA PERSONA DE TODOS LOS TIEMPOS

Eduardo Sánchez Montejo

Isla de la juventud, 2022

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición y corrección: Liudys Carmona Calaña

Diseño de cubierta y diagramación: Reynaldo Duret Sotomayor

Ilustración de cubierta: Reynaldo Duret Sotomayor

© Eduardo Sánchez Montejo, 2022

© Sobre la presente edición,

Ediciones El Abra, 2022

ISBN 9789592761773

EDICIONES EL ABRA

Calle 37 s/n e/ 36 y 38 Nueva Gerona

Isla de la Juventud. CUBA

CP 25100

A los banenses, pineros, cubanos y de otras latitudes,

capaces de suspender temporalmente la incredulidad

ante una obra como la de Paco Mir.

En el Principio fue el Árbol

(Para leer en voz de Paco Mir)

En el íntimo follaje del Árbol, fui un Pájaro Verde y Solo. Húmedo de otros golpes de luz. Como un pájaro de islas, canté la sinfonía fantástica, la sinfonía del poeta transformado en árbol. Mi corazón se lavó de olvido con el sentido oscuro de los objetos, con la terrestre amargura de mi segunda vida… No pedí suspender la incredulidad para echar mis ramas al aire, como se echa un bote al agua. No pedí la vida del atardecer para respirar el canto de otros pájaros. No pedí parafrasear la luz para desvestirme de mis ideas. Pedí ser árbol para que mi raíz subiera desde los cantos de la tierra.

E.S.M

PRIMERA PARTE

EL ÁRBOL ARQUETÍPICO QUE DA ALGO MÁS QUE SOMBRA

Paco, que convertido hoy en árbol, da algo más que su sombra.

                                                                   Jorge Luis Garcés

Uno.- Un poema donde la biografía triunfa sobre la historia

La poesía es una de las obstinadas formas que tienen los poetas de ampararse en la vida (y de la vida); de escudarse en la casi ineluctable impotencia práctica de la literatura frente a la realidad. La poesía es una agujeta para pinchar la burbuja de la soledad, antes que llegue la hora de la afasia y del gesto final; también una vigorosa e inesperada lámpara para dar luz a millones de años hinchados de oscuridad. ¿Qué poeta le negaría su límpida categoría de porciúncula, grano aromoso, quantum de la búsqueda de sí a través del otro?

La vida germina como un arco de triunfo cósmico. ¡Tan cerca está la vida a la vida! De ahí su atributo de bisagra que suelda entrada y salida en un proceso de una singularidad inexplicable. A la entrada, el fasto de Dios; a la salida, el pasto del Diablo. No otra cosa fue —literal y metafóricamente— la vida de Francisco (Paco) Mir Mulet.1 Intervalo vital (biselado) entre dos fechas abstractas. Paco vivió el gesto ganancioso de la poesía: el sueño del poseso que aspira a ganarle la partida a Dios y a los hombres en el tablero de la palabra. Viaje, el suyo, circunscrito a las profecías del paisaje y a las hojas clínicas que le deparó el destino. La vida de Paco fue un grimorio de prodigios, pero también de fatalidades. La enfermedad lo mantuvo preso en uno de sus asientos de primera fila, sin que perdiera por ello la alegría, la gracia y la ternura poéticas. Su voluntad de ser —de existir—, no tuvo otro cielo que el de la creación.

El poeta es una isla misteriosa. Una isla para el descubrimiento. Si una isla se está descubriendo a sí misma, por qué despreciar los perfumes y aromas que pueda recibir de otra. Entonces, aparecen las influencias, esas parteras de la historia poética. De esas “parteras de la historia poética” trata este libro. ¿Cómo las miríadas de imágenes y la suntuosidad de los elementos de otras poéticas inflaman la fronda creativa y el exceso natural de ocurrencia del bardo pinero? ¿De qué forma la lectura de otros textos (Lezama Lima, Eliseo Diego, Arthur Rimbaud, Roque Dalton…) fertilizan, por un proceso de ósmosis poética, los textos insulares de Paco Mir en la catálisis sesgada de su ambición poética por atrapar al hombre y al mundo en sus tentadores enigmas? ¿Cómo el espacio propio de la poética de Paco Mir es permeado y asistido por el ámbito fecundo, pródigo en registros y en su capacidad de conversión verbal de otras poéticas? ¿Cómo se produce el proceso de asimilación de otras literaturas en el espacio lírico de exploración y revelación del poeta cubano? ¿Será posible efectuar la reconstrucción de esa interacción desde las propias propuestas de Paco Mir, de forma que permitan, a su vez, “despertar una forma, un proceso dinámico, un cuerpo verbal vivo”?

Los parentescos artísticos y literarios pueden ser encarados de diversos modos. Abramos las puertas del jardín —metáfora universal sustitutiva del libro—, a los progenitores de Paco Mir, con las frondas del árbol que quiso ser, en un escenario donde él es el actor de sus propias invenciones. Uno de los poemas del bardo pinero-banense que cuenta con la anuencia benemérita de sus lectores y del crédito de los críticos es, sin duda, “Mañana seré árbol”. 2 El poema, in extenso, es el siguiente:

Mañana seré árbol / raíz subiendo desde los cantos de la tierra. / Sentiré la lluvia, sequía, floraciones / y la embestida de los insectos. / Por mi tronco correrán esperanzas y hongos / tropicales. / Mañana seré árbol, lo estoy avisando / los pájaros harán nido en mis hombros / y en el íntimo follaje crecerá desde la conciencia. / Mañana seré árbol, lo estoy avisando. / Árbol para que el amor escriba sus nombres / para que duerman niños a mi sombra.

Cuando Paco Mir anuncia “Mañana seré árbol, lo estoy avisando”, no dice —como creen algunos descarriados— que vuelve a las raíces del poeta de la tierra, sino que prefigura un diálogo con la universalidad cultural y cultual. El poeta vivifica, reanima, con su poema, el arquetipo o simbolismo del árbol mundial. Yergue su coordenada poética —en su papel de la vertical como coordenada estilística dominante— para vocear a los cuatro vientos el principio de la vida como imagen (fluyente) del élan vital (significado por el árbol). La conversión en árbol es el aullido imaginal, totémico y poético que alza el poeta como ícono para conjurar la muerte. Tiene razón el poeta y ensayista Juan Nicolás Padrón cuando dispone el ceremonial miriano en esa cuerda escatológica:

“Mañana seré árbol, lo estoy avisando”, imagen que burlaría a la muerte porque la transformación de la carne en corteza y de la respiración en fotosíntesis, fue una de las tretas que se buscó para bromear con la vida que él sabía breve, aunque tuviera que emplear más de una mano para llevar la cuenta. 3

En el poeta emerge una multiplicidad de voces ajenas (tópicas o formales) que, inobjetablemente, van a fertilizar el cuerpo poemático propio. Más allá de las incidencias de estilo, de las arquitecturas verbales o desconstrucciones del lenguaje, el poeta es una esponja que absorbe —consciente o inconscientemente—, desde la singularidad de su voz, experiencias, ideas, emociones e intuiciones poéticas de otros creadores. Nadie es una tabula rasa. Estas resonancias espirituales y afinidades de voces se consolidan y apuntalan cuando se trata de la escritura de un poema en el que se imbrica el vapuleado emblema del árbol. ¿Cuáles son las riquezas referenciales o voces textuales y epocales (posibles) con las que Paco Mir dialoga en su poema “Mañana seré árbol”? ¿Qué otros textos cató y saboreó el poeta que dejaron su impronta en su imaginario arbóreo? Propongo tirar la red de la angustia de las influencias, no para la pesca de los espantajos psicoanalíticos, sino para la captura del pez milagroso cuya aleta caudal rasga las aguas intertextuales.

Dos.- Con Lezama como germen y Virgilio como guía

Proponerse ser un árbol, además de ser un desembarco de asombros y maravillas, es también un diálogo panteísta con el cosmos y el paisaje. El paisaje, como creía Lezama, es la naturaleza amigada con el hombre, a través del árbol como potencia germinativa del diálogo entre los órdenes de la savia, la sangre y la palabra. Ivette Fuentes de la Paz —en permanente resonancia con las concepciones lezamianas—, considera que: «El paisaje [también el urbano] “conserva todavía la medida del hombre”, lo que determina a su vez que “en el trópico la naturaleza es un personaje”, que es “el orgullo de ver al hombre como un árbol más” […]».4

En el año 1966, Ediciones Unión pone a circular en todo el país la Órbita de Lezama Lima, bajo el cuidado del también poeta Armando Álvarez Bravo. En una pregunta hecha por Álvarez Bravo a Lezama, en la que inquiere sobre la naturaleza de las famosas “eras imaginarias”, el bardo de Trocadero expone, a través de su respuesta culterana y erudita, lo siguiente:

En cada una de las metamorfosis humanas, la durmición creaba un tiempo fabuloso. […] Adormecíase la criatura a la orilla fresca de los ríos, bajo los árboles de anchurosa copa, y brotaba con graciosa lentitud del hombro humano un árbol. Continuaba el hombre dormido y el árbol crecía haciéndose anchuroso de corteza de raíz que se acercaba a la secreta movilidad del río. Se desprendía en la estación del estío propicio la nueva criatura del árbol germinante y, sonriente, iniciaba sus cantos de boga en el amanecer de los ríos. Así vivía el hombre, cerca de la nebulosa primitiva y del árbol que al crecer adquiría la perspectiva sin necesitar ninguna sumisión locomotriz. Este el gran período en que la evidencia de lo bello es inmediata.5

Ese espíritu de las metamorfosis en el tiempo fabuloso de los orígenes —cuando el ser humano está unido al vegetal en un dualismo carnal y germinativo—, resuena en la cuerda lírica de “Mañana seré árbol”, poema capital en la producción poética de Paco Mir. Nuevamente Paco y Lezama coinciden en el uso de la misma simbología. Para Paco —poeta panteísta y lector del sistema poético del mundo orquestado por Lezama— el símbolo del árbol, como ecuación que liga el macrocosmos (universo) con el microcosmos (el hombre), no puede resultar extraño ni extemporáneo. El poeta siente que lo «transpiran los árboles del campo». De todas las influencias que esgrime un poeta de la tierra, la más fuerte es la natural y, por extensión, la del árbol. El prestigio arbóreo secular compensará con largueza la pesadumbre de su ser enfermo. El áspero trabajo de la savia le aportará, al mismo tiempo, tranquilidad espiritual y la furtiva esperanza. Para Juan-Eduardo Cirlot el árbol:

Es uno de los símbolos esenciales de la tradición. […]. El árbol representa, en el sentido más amplio, la vida del cosmos, su densidad, crecimiento, proliferación, generación y regeneración. Como vida inagotable equivale a inmortalidad. Según [Mircea] Eliade, como ese concepto de “vida sin muerte” se traduce ontológicamente por “realidad absoluta”, el árbol deviene dicha realidad (centro del mundo). El simbolismo derivado de su forma vertical transforma acto seguido ese centro en eje.6

Más allá de un simbolismo anonadante, o de una realidad transfenoménica, Paco Mir, vate de la tierra, vaticina que se convertirá en árbol para los goces sensuales y naturales de este mundo. El árbol como nuevo eje del mundo —de su mundo— comunicará su grandeza invisible, su canto maravilloso de primavera y su sorda melancolía al timón de su vida. Sustituye la corta espada de su brazo por la lanza arbórea que se clava en los cielos. Desde la fronda del árbol, aspira al gozo de ver a los amantes grabar sus nombres en el tronco, a los niños jugar bajo su sombra y a los pájaros hacer nidos en su follaje, etc. Pero al mismo tiempo, ese árbol “en el último follaje crecerá desde la conciencia”. El cuerpo en su despertar arbóreo (macrocosmo) anuncia también un despertar de la conciencia (microcosmo). Lo que da una idea de que ese árbol tiene ramas y raíces poéticas. Su crecimiento es análogo a la abigarrada dilatación metafórica, cuyo modelo de crecimiento expansivo es el árbol. Lezama diría en uno de sus ensayos que la «energía en la extensión tiene que crear el árbol».

La originalidad del poema de Paco Mir resalta en su belleza eidética y la conjunción con el ritmo versal. ¿Pero no hay como una voz, un ritmo secreto y proliferante —resaca insular— que obliga al lector a la reminiscencia de otro texto emblemático, por demás origenista, el poema “Isla” de Virgilio Piñera? El autor de Aire frío, con ánimo tránsfuga y transformista, había cantado que:

Se me ha anunciado que mañana, / a las siete y seis minutos de la tarde, /me convertiré en isla, isla como suelen ser las islas. / Mis piernas se irán haciendo tierra y mar, / y poco a poco, igual que un andante chopiniano, / empezarán a salirme árboles en los brazos, / rosas en los ojos y arena en el pecho. / En la boca las palabras morirán / para que el viento a su deseo pueda ulular.7

Nótese que los dos sujetos líricos anuncian, en sus pretensiones futurológicas o escatológicas, la metamorfosis para el día de mañana. A pesar de que un sujeto lírico avisa que se convertirá en árbol y al otro personaje poético se le anuncia que se convertirá en isla con brazos de árbol, hay una confluencia en lo tocante a la metamorfosis de hombre a elemento natural que saja la distancia entre los dos textos y sus declaraciones poéticas. En ambos casos, los sujetos líricos son «yemas que pueden brotar únicamente de esta o aquella rama del árbol que crece desde el alba de la conciencia humana».8 O, en el más infamante de los casos, «no hay peor encierro para un hombre», como diría Augusto Roa Bastos, «que el de la médula de un árbol». Pero si se es poeta como Paco Mir, ni “la médula de un árbol” o “la maldita circunstancia del agua por todas partes” virgiliana, son barrotes de una cárcel capaces de detener sus fugas en busca de la trascendencia.

Tres.- Dos poetas arbóreos o las (sin)razones por la que también nosotros somos árboles

El poeta chileno Enrique Lihn tradujo en el año 1969 para Casa de las Américas la Antología poética compilada por el escritor haitiano René Depestre. En esa antología aparece el “grandioso poema sinfónico” y de inspiración surrealista Cuaderno de un regreso al país natal, del poeta martiniqueño Aimé Césaire. El también poeta Benjamín Péret, prologuista de la edición francesa, vio dentro de las páginas de ese cuaderno, de impecable factura y lenguaje resplandeciente, “el movimiento salvaje de los grandes árboles”.

El escritor haitiano René Depestre ha visto en la obra de Aimé Césaire un grito vegetal (poeta sobre el que Rimbaud jugara un papel fundamental en su formación intelectual, tanto como en Paco Mir). Es el grito de un árbol que se adelanta como una antorcha negra y verde para contar a los hombres la historia del mundo, la historia de la tierra, la historia de los desdichados. Refiere, además, una anécdota sobre el gran poeta martiniqués:

El mismo me decía hace unas semanas —cuenta Depestre sobre Césaire—, que si no fuera hombre él quisiera ser un árbol, porque el árbol tiene una suerte de heroicidad, de armonía; es el fenómeno de la naturaleza que parece tener menos contradicciones consigo mismo, hay una unidad en ese árbol. 9

El poeta como intérprete de la naturaleza caribeña, no puede pasar por alto las combustiones del grito único del poeta-árbol. Canta: Encontraría de nuevo el secreto de las grandes comunicaciones y de las grandes combustiones. Diría aguacero. Diría río. Diría ciclón. Diría hoja. Diría árbol.10 Imbuido de esa hambre y sed universales de fusión con el paisaje y la naturaleza, escribe:

A fuerza de mirar los árboles me convertí en árbol / y mis largos pies de árbol cavaron en el suelo anchos / sacos de veneno en altas ciudades de osamentas / a fuerza de pensar en el Congo me convertí en un Congo / bullicioso de bosques y de ríos.11

En otra parte del poema afinca el canto en la visión transformista del hombre en árbol: “¡Ved el árbol de nuestras manos! / Gira para todos, incisas las heridas en su tronco / para todos trabaja la tierra / ¡embriaguez hacia las ramas de perfumada precipitación!” 12

El árbol es uno de los símbolos esenciales de la tradición. Algunos pueblos eligen un árbol determinado como si concentrase las cualidades genéricas de modo insuperable. Entre los celtas, la encina era el árbol sagrado; el fresno, para los escandinavos; el tilo, en Germania; la higuera en la India; la ceiba, en Cuba.13

El poeta turco Nazim Hikmet y el martiniqués Aimé Césaire fueron dos poetas leídos con fruición por Paco Mir. Las fuentes testimoniales y las citas recogidas en textos de Paco (intertextualidad), así lo corroboran. Las poéticas de Hikmet y Césaire también exploran en sus diluvios líricos las posibilidades poéticas que ofrece el juego de las metamorfosis del poeta convertido en árbol. Nazim Hikmet —poeta con el que Paco Mir dialoga en algunos de sus poemas—, es el cantor que no duda en afirmar en Duro oficio el exilio