Pneumatología: Doctrina del Espíritu Santo - Samuel Pérez Millos - E-Book

Pneumatología: Doctrina del Espíritu Santo E-Book

Samuel Pérez Millos

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Beschreibung

Esta exploración académica accesible de la Doctrina del Espíritu Santo ofrece una poderosa fusión de historia teológica, análisis sistemático e implicaciones prácticas.  Características:  -  Teología Bíblica y Sistemática:  El libro revela las nueve doctrinas fundamentales derivadas de las enseñanzas básicas de la Biblia, enfatizando la total inspiración de la Biblia, su inerrancia y autoridad absoluta  -  Historia doctrinal:  Una introducción iluminadora a cada sección descubre la trayectoria histórica de las doctrinas, permitiendo a los lectores comprender las controversias, cambios y sus causas a lo largo del tiempo  -  Exégesis de los idiomas originales:  El Dr. Pérez Millos proporciona un razonamiento textual provocador para fundamentar las verdades propuestas en cada sección del libro  -  Referencias:  Este volumen incluye referencias de teólogos a lo largo de la historia de la iglesia, presentando un punto de vista imparcial y dando a los lectores una comprensión completa de sus propuestas  -  Bibliografía extensa:  El libro ofrece una bibliografía extensa que abarca desde los padres apostólicos hasta la actualidad  -  Aplicación pastoral práctica:  el autor utiliza su experiencia pastoral de 40 años para cerrar la brecha entre el conocimiento y la aplicación, afirmando que la teología debe practicarse, no solo estudiarse  -  Alcance sin precedentes:  Esta es la obra más extensa de teología bíblica y sistemática hasta ahora en el idioma español, superando las traducciones populares en el mundo evangélico hispano.  El Dr. Samuel Pérez Millos ha consultado más de 500 volúmenes de teología para entregar esta obra maestra. Esta perspectiva actualizada sobre doctrinas importantes para el siglo XXI, con un enfoque iberoamericano, es un recurso valioso para los entusiastas de la teología de habla hispana.

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Seitenzahl: 431

Veröffentlichungsjahr: 2025

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CTBS

Colección Teología

BÍBLICA Y SISTEMÁTICA

PNEUMATOLOGÍA

Doctrina del

Espíritu Santo

Samuel Pérez Millos

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 Viladecavalls

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

© 2025 por Samuel Pérez Millos

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.cedro.org; 91 702 19 70 / 93 272 04 45)».

© 2025 por Editorial CLIE. Todos los derechos reservados.

PNEUMATOLOGÍA

Doctrina del Espíritu Santo

ISBN: 978-84-19779-37-3

eISBN: 978-84-19779-38-0

Teología cristiana

Pneumatología

ACERCA DEL AUTOR

Samuel Pérez Millos natural de Vigo, España. Es Máster en Teología (Th. M.) por el IBE (Instituto Bíblico Evangélico) desde 1975. Es, también, Master en Cristología y Master en Espiritualidad Trinitaria. Miembro de la Junta Rectora del IBSTE (Instituto Bíblico y Seminario Teológico de España) y profesor de las áreas de Prolegómena, Bibliología y Antropología de esta institución.

Decano de Escrituras online, donde imparte las materias de Teología sistemática y algunas de Exégesis Bíblica de los escritos de Pablo. Une a esto la experiencia como pastor de la Iglesia Evangélica Unida de Vigo, durante 38 años.

Fue guiado, en el estudio de la Palabra, de la mano del ilustre teólogo español Dr. Francisco Lacueva.

Autor de más de cincuenta obras de teología y exégesis bíblica. Conferenciante de ámbito internacional y consultor adjunto de la Editorial CLIE en el área de lenguas bíblicas.

D. Samuel viaja siempre acompañado de su esposa Susana, quien colabora en las muchas tareas del Ministerio.

Dedico este libro a los que viven en dependencia del Espíritu Santo, procurando su plenitud en ellos. Los que no buscan emociones, sino realidades espirituales. Los que por la obra del Espíritu están conformándose a Jesús, siendo ejemplo en la iglesia y alumbrando en las tinieblas del mundo. Aquellos para los que el Espíritu no es un asunto teológico, sino vivencial.

ÍNDICE

Prólogo

Capítulo I

Introducción y metodología

Propósito

Conceptos

Sujeto de la pneumatología

Etapas

Metodología

Método a seguir

Selección

Clasificación

Análisis

Conclusión

Relación de la pneumatología

Conclusión

Capítulo II

Deidad

Revelación trinitaria en el Nuevo Testamento

La deidad del Espíritu Santo

Nombres divinos

Dios

Señor

Espíritu Santo

Títulos

Relacionados con el Padre

Espíritu de Dios

Espíritu del Señor

Espíritu de nuestro Dios

Su Espíritu

Espíritu de Jehová

Tu Espíritu

Espíritu del Señor Jehová

El Espíritu de vuestro Padre

El Espíritu del Dios vivo

Mi Espíritu

Espíritu de aquel

Títulos relacionados con el Hijo

Espíritu de Cristo

Espíritu de Jesucristo

Espíritu de Jesús

Espíritu de su Hijo

Espíritu del Señor

Otros títulos

Un Espíritu

Siete espíritus

El Señor

Espíritu eterno

Espíritu de gloria

Espíritu de vida

Espíritu de santidad

Espíritu de sabiduría

Espíritu de verdad

Espíritu de gracia

Títulos relacionados con obras divinas Consolador o Paracletos

Espíritu de adopción

Espíritu de fe

Espíritu de fortaleza, amor y dominio propio

Amor

Don

Atributos divinos

Obras divinas

Creación

Contención

Inspiración e iluminación

Concepción virginal de Jesús

Restricción

Convicción

Regeneración

Ayuda

Testimonio

Bautismo

Sello

Plenitud

Intercesión

Santificación

Conclusión

Capítulo III

Personalidad y procedencia

Persona divina

Personalidad del Espíritu Santo

Poseedor de atributos propios de una persona

Intelecto

Sensibilidad

Oye

Escudriña

Habla

Controla

Enseña

Juzga

Convence de pecado

Ejerce voluntad

Escoge y envía

Guía

Intercede

Personalización del Espíritu Santo

Consideraciones generales

Personalidad del Espíritu Santo

Modo

Procedencia

Filioque

Introducción

Credo de Nicea

Padres de la Iglesia

La procesión del Espíritu

Controversia fociana

Focio

La controversia

Cisma Oriente-Occidente

Importancia histórica del filioque

Aplicación personal

Capítulo IV

Tipos y símbolos del Espíritu

Conceptos generales

Concepto de tipo

Ejemplos de tipo

Concepto de símbolo

Ejemplos de símbolo

Tipos y símbolos del Espíritu Santo

Aceite

Aceite en la ofrenda de flor de harina

Aceite en la unción del altar

Unción de Aarón

Unción de los hijos de Aarón

Fuente de luz en el santuario

Agua

Fuego

Símbolo de la acción correctora de Dios

Figura de la Palabra de Dios

Figura de la manifestación del juicio de Dios

El fuego como símbolo del Espíritu Santo

Viento

Paloma

Arras

Sello

El siervo de Abraham

Aplicación personal

Capítulo V

El Espíritu Santo en el Antiguo Testamento

El Espíritu Santo en la creación

Creación en general

Creación de los ángeles

La vida del hombre

El Espíritu Santo desde la creación hasta Abraham

Dios comunicándose

Contendiendo con los hombres

Revelando la verdad

El Espíritu Santo desde Abraham hasta Cristo

Actividades providenciales

El Espíritu y la profecía

Presencia del Espíritu en el antiguo pacto

El Espíritu dado

El Espíritu retirado

El Espíritu sobre grupos de personas

La presencia del Espíritu no equivale a residencia

El Espíritu y el pueblo de Israel

El Espíritu Santo y el nuevo pacto

Aplicación personal

Capítulo VI

El Espíritu Santo en la vida de Jesucristo

El Espíritu en la concepción de Jesús

El Espíritu en la niñez y juventud de Jesús

La plenitud del Espíritu en Cristo

El Espíritu Santo en el ministerio de Jesucristo

Inicio del ministerio

La unción del Espíritu

La plenitud del Espíritu en Jesucristo

El poder del Espíritu en el ministerio de Cristo

El Espíritu en el sacrificio de Cristo

El Espíritu en la resurrección de Cristo

Aplicación personal

Capítulo VII

El Espíritu Santo en la Escritura

Manifestaciones textuales

La Biblia: revelación de Dios para salvación

Inspiración

Inspiración verbal o plenaria

Inspiración pneumatológica

El Espíritu en la interpretación bíblica

Iluminación

Iluminación para el hombre natural

Iluminación para el cristiano

Interpretación

Aplicación personal

Capítulo VIII

El Espíritu Santo en la actual dispensación

Pentecostés

El nuevo santuario de Dios

Oficios distintivos del Espíritu en esta dispensación

Bautismo del Espíritu

Oficio vinculante

El Espíritu residente

Ministerio de sellar al creyente

El Espíritu controlador del cosmos

Plenitud del Espíritu

Aplicación personal

Capítulo IX

El Espíritu Santo en la soteriología

La incapacidad natural del hombre

Los efectos del pecado en el hombre

Depravación

Total incapacidad del hombre

La incapacidad al mensaje de redención

La ceguera espiritual del no regenerado

La incapacidad de comprensión del mundo

La condición de muerte espiritual del pecador

La necesidad de conducción hacia Cristo

La operación del Espíritu en la salvación

Convicción de pecado

Convicción de justicia

Convicción de juicio

La fe salvífica

La regeneración y renovación espiritual

La acción santificadora del Espíritu

Santificación para salvación

Santificación como forma de vida

La comunicación de vida eterna

Bautismo del Espíritu Santo

Resumen

Características

Tiempo

Resultados

El sello del Espíritu

Aplicación personal

Capítulo X

La plenitud del Espíritu

Concepto bíblico de plenitud del Espíritu

Aspectos generales

La plenitud limitada en el Antiguo Testamento

La enseñanza de Jesús para la actual dispensación

Vivir en la plenitud del Espíritu

Los primeros cristianos llenos del Espíritu Santo

La necesidad de la plenitud del Espíritu

La responsabilidad del creyente

La vida victoriosa

La plenitud del Espíritu para obrar el bien

Condiciones para la plenitud del Espíritu

No contristar al Espíritu

No apagar el Espíritu

Andar en el Espíritu

Aplicación personal

Capítulo XI

El fruto del Espíritu

La necesidad del fruto del Espíritu

La demanda de Cristo

El proyecto divino para el creyente

El ejercicio de la voluntad de Dios en el creyente

El carácter moral de Jesús en el creyente

El fruto del Espíritu

Aplicación personal

Capítulo XII

Los dones del Espíritu

La necesidad de los dones

La actuación trinitaria

Los dones del Espíritu

Lista

Clasificación

Extensión

Dotación y limitación

Aplicación personal

Bibliografía

PRÓLOGO

Este libro sobre pneumatología es parte de un enorme proyecto que Samuel Pérez Millos se ha trazado: escribir una teología sistemática. Son pocas personas, desde el Peri Archon de Orígenes, las que históricamente se han atrevido a embarcarse en una empresa de tal envergadura.

La pneumatología es una de las ramas de la teología sistemática peor entendidas por el liderazgo de la Iglesia protestante. Solo hace falta escuchar a un entusiasta predicador o un maestro de escuela dominical para darnos cuenta de la profunda ignorancia que existe al respecto. Tampoco existe interés en estudiar los trabajos de los doctores de la iglesia, desde los antiguos hasta los contemporáneos. Creen que con leer solo la Biblia es suficiente. Como reza el libro de los Hechos: “Felipe se acercó de prisa al carro y, al oír que el hombre leía al profeta Isaías, preguntó: —¿Acaso entiende usted lo que está leyendo? —¿Y cómo voy a entenderlo —contestó— si nadie me lo explica?”. Es necesario leer a Calvino, Wesley, Hodge, Warfield, Berkhof, Chafer, Erickson y ahora a Pérez Millos para entender cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura de la doctrina del Espíritu Santo.

Uno de los problemas más evidentes sobre el entendimiento de la pneumatología es no alcanzar a comprender en toda su dimensión que el Espíritu Santo es una persona que, en esencia y potencia, es Dios mismo y no un poder o fuerza activa. Otro de los errores en los que se incurre es no entender el lenguaje figurado o simbólico usado en la Biblia. Al ser el Espíritu Santo Dios, tiene ipso facto los mismos atributos de la deidad, inter alia: omnisciencia, omnipresencia, omnipotencia. Por lo tanto, no está sujeto a espacio ni a tiempo, como nos quieren hacer creer.

Para romper con ese estigma y enseñar con profundidad toda esta doctrina, surge Pneumatología de Samuel Pérez Millos. El autor se mete en todos aquellos recovecos de esta ciencia y nos entrega un verdadero manual sobre el Espíritu Santo. En doce capítulos aborda desde los temas propedéuticos a la materia hasta los más complejos. Lo primero que hace es demostrar la deidad de la tercera persona de la Trinidad; con esto pone el fundamento de una de las doctrinas pétreas de nuestra fe cristiana. Luego argumenta y prueba que es una persona, algo que es toral entender, pues su ignorancia conduce a una serie de herejías. Seguido, se mete en el tema del lenguaje simbólico, que es muy característico en toda la Biblia. Después efectúa una sinopsis histórica de la actividad de la tercera persona en toda la Escritura, para luego centrarse en la actividad del Espíritu Santo en la presente época, a la cual llama dispensación de la iglesia. Aunque adopta la teología dispensacionalista, hace algunas observaciones diferentes a las que hicieran teólogos de esta escuela. Asegura que “las distinciones en las dispensaciones son evidentes, aunque no coincida la forma de definirlas y diferenciarlas”. Después establece la relación en la actividad que ejerce el Espíritu Santo en la salvación del hombre y, para terminar, aborda típicos temas de la pneumatología, como son el fruto y los dones del Espíritu. Huelga señalar que, aunque Pérez Millos se decanta por una teología no pentecostal —o tradicional, como dirían otros— sobre el tema de los dones del Espíritu, su postura está bien argumentada según la lógica aristotélica y hace reflexiones con todo el peso científico de un académico serio y comprometido con el texto sagrado.

Sin lugar a dudas, es un trabajo erudito, exhaustivo y profundo, obligatorio como texto de estudio en la clase de teología sistemática o de pneumatología de los centros educativos bíblico-teológicos del mundo de habla castellana. Felicitamos a su autor por su compromiso y dedicación al estudio de la teología sistemática que, como muy bien dijera Lewis Chafer, es “la madre de todas las ciencias”. Es nuestra oración que los días críticos por los que pasa esta ciencia lleguen a su fin y que este trabajo marque un antes y un después a esa realidad.

Raúl Zaldívar

Ciudad de Cancún, México

2 de enero de 2024

CAPÍTULO I

INTRODUCCIÓN Y METODOLOGÍA

La pneumatología es la parte de la teología sistemática que estudia la tercera persona divina y su obra. Con ello se establece y selecciona lo que tiene que ver con la expresión de la fe en relación con Dios, con la soteriología, con la espiritualidad cristiana y, de forma definitiva, con la doctrina de la Trinidad como una de las tres subsistencias personales en el ser divino.

Es evidente que el estudio de Dios Espíritu Santo reviste ciertas dificultades que no concurren en el de las otras dos personas divinas. Para entender las relaciones entre el Padre y el Hijo se puede acudir a comparaciones propias de nuestro conocimiento y experiencia en el orden natural, como son los significados de paternidad y filiación. Aunque las semejanzas mantienen la infinita distancia de Dios y de los hombres, hacen asequible a nuestro entendimiento esas relaciones en la deidad. No ocurre tanto con el Espíritu Santo, desde los mismos nombres con que se lo califica, que conllevan conceptos absolutamente indefinidos, infinitos y genéricos, que corresponden a Dios. La Biblia afirma que “Dios es Espíritu” (Jn. 4:24), y Jesús, hablando con la mujer samaritana, le hace una referencia a la esencia divina del Padre, que es Espíritu. El segundo nominal, Santo, que califica y complementa al término Espíritu, corresponde también como expresión general a Dios, ya que en el Antiguo Testamento se define a Dios por su santidad, al decir que Él es santísimo en la forma en la que se establece el superlativo, repitiendo tres veces el adjetivo santo (Is. 6:3). En el nombre Espíritu Santo se aprecia que Dios es un ser incorpóreo, porque es Espíritu. Esto produce también la idea de infinitud, que es propia de Dios. Indudablemente, esto no permite distinguirlo como una persona, lo que es posible con las otras dos. Sin embargo, la lectura bíblica en lo que concierne a la revelación del Espíritu Santo exige que se lo considere necesariamente como persona; por tanto, lo genérico del título se torna personal.

La misma dificultad se aprecia en la procesión. La procedencia de la segunda persona, Dios Hijo, con la primera es evidente. Como enviado del Padre, se distingue continuamente. En su ministerio terrenal, el Verbo encarnado, Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios, hace continua alusión a esta procedencia; hasta en los momentos finales con los doce lo manifiesta: “Salí del Padre, y he venido al mundo” (Jn. 16:28). Sin embargo, no ocurre así con el Espíritu Santo, estableciéndose una complejidad aún mayor, puesto que la procedencia no es de uno, sino de dos, del Padre y del Hijo, siendo por tanto enviado de los dos (Jn. 14:26). Con todo, se establece firmemente la procedencia del Hijo, puesto que hemos recibido “el Espíritu de su Hijo” (Gá. 4:6), y estas son también las palabras del Señor: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me voy, os lo enviaré” (Jn. 16:7; RVR). Quien había enviado al Hijo era el Padre; quien envía al Espíritu es el Hijo en unión con el Padre. La procedencia es de las dos personas.

Sobre esta dificultad identificativa, escribe el maestro en teología Yves M. J. Congar:

No existe una revelación objetiva del Espíritu Santo como existe de la persona del Hijo-Verbo en Jesús y, por Él, de la persona del Padre. En este sentido, se ha hablado de una especie de kénosis del Espíritu Santo; se vaciaría, de alguna manera, de su propia personalidad para ser todo relativo, por otro lado, a “Dios” y a Cristo y, por otro, a los hombres llamados a realizar la imagen de Dios y de su Hijo. A diferencia de Yahveh en el Antiguo Testamento y de Jesús en el Nuevo, el Espíritu Santo no ha empleado el pronombre personal “Yo”. Se nos revela y conocemos al Espíritu Santo no en Él mismo, al menos no directamente, sino por lo que obra en nosotros. Por otra parte, mientras que las actividades de la inteligencia no solo son perceptibles, sino transparentes, y por consiguiente, definibles, las de la afectividad y del amor no han sido analizadas de igual manera. Volveremos a toparnos con todas estas dificultades cuando abordemos una teología de la tercera persona.1

Puede añadirse a esta panorámica de dificultades relacionadas con la persona y obra del Espíritu Santo el hecho de que mientras el Verbo revela al Padre, pero también habla de sí mismo, dando testimonio de procedencia y misión, el Espíritu viene para glorificar al Hijo y no habla nada de su propia cuenta, sino que se limita a declarar lo que oye y glorifica al Hijo (Jn. 16:14). Aparentemente es como si tuviese la intención de ocultarse tras las otras dos personas, dificultando en cierta medida la expresión visible de quién es como persona y cuál es la obra a realizar.

Estas dificultades exigieron, desde el comienzo de la historia de la iglesia, una continua aproximación que permitió fijar la doctrina bíblica de la pneumatología, que aquí, en la limitación propia de un escrito, se ofrecerá como aproximación a este cuerpo de la doctrina bíblica sistematizada.

Es preciso hacer notar que el estudio de la persona y obra del Espíritu Santo, en el decurso del tiempo, se ha inclinado en muchas ocasiones por la espiritualización, dejando a un lado, cuando no ignorando, la vinculación con los asuntos materiales, lo que ha marginado muchas de sus operaciones evidentes del mundo material. Tal situación se pone de manifiesto en la enseñanza habitual de la iglesia, centrada en la espiritualidad individual, cuando en el Nuevo Testamento se lo revela como Señor, que va manifestándose en la comunidad en dependencia de Jesucristo, que la edifica, conforme a su aseveración (Mt. 16:18). El apóstol Pablo vincula esto con la obra que el Espíritu Santo realiza en la iglesia como vicario de Cristo, hasta el punto que la confesión de que Cristo es Señor solo es posible por Él: “Y nadie puede decir: Jesús es el Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Co. 12:3; RVR).

Propósito

Estudiar la pneumatología sistemática es proponerse a desarrollar una ruta que alcance el objetivo final, que no puede ser otro que establecer un detalle sistematizado de la doctrina bíblico-teológica fundamental sobre la persona y la obra del Espíritu Santo. Anticipadamente una base inamovible es la aceptación de la deidad y personalidad del Espíritu, lo que determina relacionarlo con su razón de principio, que es Dios, vinculándolo con su posición en el ser divino como uno de los tres santos en la Trinidad y, por tanto, único Dios verdadero.

El inconmensurable, infinito y eterno Dios es incognoscible al pensamiento limitado del hombre, imposible de ser comprensible (en el sentido de abarcable) al pensamiento de la criatura. La única vía de revelación utilizable al propósito del estudio de la pneumatología no puede ser otra que la revelación. Del mismo modo que el Verbo encarnado revela exhaustivamente a Dios, la Escritura revela al autor divino de la misma, que es el Espíritu Santo (2 Ti. 3:16; 2 P. 1:21). En ella se revela a sí mismo en el plano de su deidad, por cuya razón se expresa su eterna subsistencia en el ser divino.

La pneumatología se determina en dos sentidos. Uno de ellos tiene que ver directa e incuestionablemente con Dios y, por tanto, con la Trinidad; de ahí que esté firmemente vinculada con la teología propia y la Trinidad, ya que se relaciona con el ser divino y sus manifestaciones. Otro de los sentidos en que se orienta la pneumatología está relacionado con la soteriología, ya que la salvación del pecador, su santificación y glorificación se ejecutan también por acción del Espíritu, que actúa en unión con las otras dos personas divinas para ejecutar el plan de redención, eternamente establecido por Dios.

Es preciso definir en el trabajo cuál ha de ser el camino para establecer lo que tiene que ver con el ser divino en relación con el Espíritu Santo, estableciendo las bases que demuestren su deidad, objetivo final de la pneumatología, y refiriéndose especialmente a la tercera persona, sin entrar a considerar aspectos específicos de la doctrina trinitaria, que tienen su marco en el apartado correspondiente de la teología sistemática. Pero ha de relacionarse con las otras dos personas divinas por necesidad de procedencia e inmanencia.

De igual modo, ha de procurarse la relación entre la deidad del Espíritu y la humanidad del hombre; a la acción divina de convicción se une la capacitación para la fe, que permite acceder a la justificación y lo introduce en la experiencia de la regeneración. De igual manera, es el Espíritu el que santifica al salvo, pero esa santificación no puede separarse de la realidad santificadora que es la implantación de Cristo en la vida del cristiano para que pueda cumplirse la predestinación que Dios ha establecido para los cristianos: “Que sean hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Ro. 8:29).

La imposibilidad de separar al Espíritu de las otras dos personas divinas es fundamental para poder establecer su presencia en el santuario espiritual de Dios, que es el salvo. Sin embargo, la inhabitación de cada una de las otras personas divinas tiene que ser estudiada en la correspondiente sección de la teología propia, la Trinidad y la cristología. En ello está presente, como se ha indicado, la soteriología. La presencia del Espíritu Santo atrae consigo a la Trinidad por causa de la inmanencia de las tres personas. La revelación pone de manifiesto la que corresponde a la primera y segunda personas, ya que Jesús mismo la afirmó cuando dijo: “Yo y el Padre somos una sola cosa” (Jn. 10:30; RVR). Sin embargo, esa inmanencia en el Espíritu no está expresada directamente, pero se infiere en el estudio de la revelación.

No puede pasarse por alto la victoria preparada para el salvo en la vida de santificación, que no puede separarse de la relación vinculante con Cristo y en Él, posible por la unidad del Espíritu, que sumerge a cada creyente en el Salvador —a quien Dios constituye como ejemplo conformante, es decir, modelo o arquetipo de lo que está determinado que sean los que creen en Él (Ro. 8:29)— para hacer posible la victoria en Cristo sobre los problemas propios de la existencia humana a causa del pecado (Ro. 8:37).

El propósito de la pneumatología no es otro que hacer una aproximación lo más concreta posible a esta doctrina fundamental con el fin de permitir un conocimiento mayor de Dios Espíritu Santo, con una orientación intelectual propia de la ciencia teológica, sin desvincularla de la aplicación que todo estudio de la teología ha de producir en la vida personal. El mero conocimiento intelectual no sirve para progreso espiritual y para testimonio visible de la comunión con Dios. La teología que no se transforma en principio vital satura el cerebro, pero deja frío el corazón.

Conceptos

La pneumatología, bien sea sistemática o bíblica, expresa la base de fe sobre la persona y obra del Espíritu Santo, que es potencia para la voluntad y luz para la inteligencia. Toda la pneumatología debe contener tres aspectos. Uno de ellos es el histórico, que estudia los hechos del Espíritu en el entorno en que se produjeron, analizándolos en su medio geográfico, cultural, religioso, social, etc. Están sumamente vinculados a la experiencia antropológica. Un segundo aspecto está relacionado con lo que podría llamarse fundamental, que trata de lo que es propio de la persona divina, de manera especial en las obras que ponen de manifiesto las perfecciones propias y exclusivas de Dios, especialmente reveladas en el uso de sus perfecciones o atributos incomunicables. El tercero tiene que ver con aspectos ontológicos, ya que trata, investiga y concreta qué dimensiones del ser, del hombre y de la historia quedan iluminadas desde la luz singular del Espíritu que lo revela en la Palabra.

El estudio de la pneumatología histórica tiene que ver con la vida del hombre en el decurso de la historia, afectado en múltiples formas por la acción personal del Espíritu Santo, siendo incapaz de separarse de esa realidad. Dios no creó y se ausentó de su creación, dejándola al arbitrio de sus circunstancias, sino que intervino en ella, conservándola, controlándola y orientándola al cumplimiento de su programa eterno. No se trata de simples acontecimientos históricos, sino de Dios, que interviene en la historia. El Espíritu es, por tanto, Dios en una operación ad extra, para encontrarse con su creación y especialmente con sus creaturas que, desorientadas por el pecado, rebeldes por condición, se han opuesto sistemáticamente al Creador, al que desprecian como tal y repudian por lo que es. Tal oposición requirió acciones de Dios, ejecutadas en muchas ocasiones por la acción personal del Espíritu Santo. Si en Cristo, Dios vino al encuentro del hombre para salvarlo, en el Espíritu se encuentra con él para limitar sus acciones, detener sus consecuencias, reorientar su conducta y restaurarlo al propósito del principio, en la medida en que sus limitaciones lo hacen posible. Por tanto, el Espíritu trasciende la historia y el tiempo en su atemporalidad divina, para actuar en cualquier momento de la historia humana. Es en la pneumatología histórica que Dios, como tal, trasciende al tiempo para dar a los temporales existencia de eternidad, uniéndolos al Verbo encarnado, en cuyo encuentro Dios se hace vida para quienes adopta como hijos en el Hijo (Fil. 1:21), reproduciendo en ellos el carácter del Hijo del Hombre, y con ello se lleva a cabo el propósito del Padre de conformar a sus hijos adoptados con el Unigénito Hijo amado (Ro. 8:29).

Es evidente la necesidad de estudiar la pneumatología histórica en un tiempo en que el humanismo procura desterrar en cuanto le es posible la idea de Dios. Desde el aparente campo religioso, los críticos humanistas luchan contra la historicidad de las obras divinas del Espíritu Santo, procurando situarlas en el terreno de la mitología, que debe ser expurgado para dejar lo que sea aceptable y verificable desde la ciencia. Para estos, los milagros del Espíritu Santo nunca ocurrieron en la forma en que se describen. El milagro portentoso de la resurrección del cuerpo muerto de Jesucristo es ampliamente cuestionado, afectando con ello a la misma base de la salvación, de modo que “si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana, aún estáis en vuestros pecados” (1 Co. 15:17).

La presencia de los hechos portentosos del Espíritu Santo está registrada en la Escritura, a la que se le da carácter de inerrante por ser el resultado de la inspiración del Espíritu en los hagiógrafos. Cuestionar esos hechos como míticos es cuestionar al Espíritu Santo negando su deidad. No puede desvincularse al Espíritu de su obra; por tanto, no puede desvincularse de la inspiración, inerrancia y autoridad de la Escritura.

Esta es la razón y propósito de las presentes notas, que por la extensión de la doctrina son sumamente breves y se presentan para dar una sencilla pauta de estudio que permita una aproximación a la pneumatología desde la perspectiva bíblica.

Sin embargo, es evidente que el estudio firme y completo de la Biblia está en decadencia en muchos sectores del cristianismo. Este problema no es reciente y se hace notar desde hace más de un siglo. Refiriéndose a él, escribe el Dr. Chafer:

No constituye secreto que el ministro promedio no está leyendo teología sistemática ni tampoco dichos escritos ocupan un lugar prominente en su biblioteca. Esta condición hubiese sido extremadamente sorprendente a ministros de dos generaciones atrás —hombres cuya posición era respetada entonces debido al profundo conocimiento que tenían de las doctrinas de la Biblia y cuyas predicaciones y escritos han ido muy lejos, en el engrandecimiento y edificación de la iglesia de Cristo—.

La situación presente no es un momento pasajero. El mismo efecto que tendría para un médico el desechar sus libros de anatomía y terapéutica lo tiene para el predicador el descartar sus libros de teología sistemática; y ya que la doctrina es la estructura del cuerpo de la verdad revelada, el abandono de esta traerá por resultado un mensaje caracterizado por incertidumbre, inexactitudes e inmadurez.

¿Cuál es el campo específico de conocimiento que distingue la profesión ministerial, sino el conocimiento de la Biblia y sus doctrinas? Al predicador le ha sido dada una responsabilidad de extremada importancia. Hombres de otras profesiones son incansables en sus esfuerzos por descubrir las verdades.2

Esto ha generado una grave situación en la comprensión, precisión y entendimiento de la doctrina sobre el Espíritu Santo, siendo evidente en la limitación que se da a esta doctrina en los tratados de teología.

Sujeto de la pneumatología

Si la pneumatología es la parte de la teología que estudia la persona y obra del Espíritu Santo, el sujeto de la pneumatología no puede ser otro que el Espíritu Santo. El estudio y las conclusiones que se alcancen tienen la importancia de constituir las bases de una doctrina fundamental, que tiene una dimensión plena puesto que el Espíritu Santo está presente desde el instante primero de la creación hasta la definitiva perfección en la nueva creación de Dios.

Esta elaboración doctrinal no puede alcanzarse, sino por la vida de la exégesis y selección de cada asunto relacionado con el Espíritu Santo. No en algún aspecto, sino en la plenitud de todos. La selección y sistematización de los elementos doctrinales hacen que la iglesia sea el soporte del fundamento doctrinal que exhibe la pneumatología como verdad de fe. Esto es sumamente importante porque sale al paso de los muchos errores, bien por desconocimiento o, mayoritariamente, por enseñanza intencionada de los falsos maestros, que han generado en el tiempo herejías en la pneumatología bíblica. Quiere decir esto que la iglesia está llamada a predicar lo que es veraz, sustentando ante el mundo y en el tiempo la verdad que ha recibido para ser creída primero y proclamada después, como base fundamental de la fe. Falsear la verdad que le ha sido entregada produce serios problemas entre los que está el deterioro de la doctrina y los conflictos entre distintos creyentes o grupos de creyentes, debilitando la convivencia propia de la comunión y presentándola como dividida frente a la exigencia de Jesús: “Que todos sean uno” (Jn. 17:21; RVR).

La base sustentadora de la pneumatología es la Escritura en su totalidad, escrita en el tiempo por profetas (2 P. 1:21), a los que se unen los apóstoles para los escritos del Nuevo Testamento. En el tiempo, los que han sido capacitados por medio del don de maestro han conducido la selección de los distintos elementos de la pneumatología, tomados todos ellos de la Palabra. Esto ha permitido elaborar lo que se puede llamar pneumatología dogmática, como conjunto de lo que el cristiano debe creer tocante a la persona y obra de Dios Espíritu Santo.

De forma especial, en el tiempo de la iglesia no se trata de elaborar un elemento de la fe cristiana que surja desde el pensamiento y la reflexión humana, sino de seleccionar las verdades tomándolas del misterio revelado por apóstoles y profetas. Por consiguiente, la pneumatología sistemática es la enseñanza que a lo largo de los siglos se ha llevado a cabo por quienes Dios ha capacitado con los dones de la gracia para este ministerio, los que han sido capaces de discernir el mensaje de la Biblia y enseñar las verdades del contenido de esta materia teológica.

Sin embargo, no es desde fuera o al margen de la iglesia que se establece la pneumatología, sino que se hace desde ella misma. Quiere decir esto que la formación y expresión de la doctrina ocurre en una larga trayectoria temporal, en la que se elabora desde el estudio, la meditación, la reflexión y la precisión de las verdades bíblicas reveladas sobre la persona y obra del Espíritu Santo. Con todo, la verdad no se ha extinguido en cuanto a desarrollo, puesto que la Palabra de Dios es inagotable porque procede de Él y supera en todo a cualquier conocimiento humano.

El sujeto de la pneumatología es infinito, puesto que es una persona divina, subsistente en el único Dios verdadero. De ese modo, no puede desvincularse de la inmanencia divina y de las relaciones trinitarias en el ser divino, tanto ad intra como ad extra. Es preciso tener en cuenta que el estudio de una persona divina arrastra consigo a toda la Trinidad, en la que existe eternamente en comunión de vida.

El teólogo que estudia la pneumatología es una persona y como tal capaz de caer en la subjetividad, pero la asistencia del Espíritu lo conduce, en la medida en que dependa de su ayuda, a la verdad, como Jesús anunció a los suyos: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda la verdad” (Jn. 16:13). Sorprendentemente, el mismo Espíritu que se estudia y cuya doctrina se precisa es el mismo sujeto de esa doctrina. En esa forma, el Espíritu se revela a sí mismo. Cada una de las partes de la doctrina tiene que manifestarse y entenderse en la dimensión única de la verdad. Esto es, el objeto de la pneumatología, el Espíritu Santo, se traslada al sujeto a quien se orienta la verdad, produciendo con ello la realidad viviente del fundamento de la fe que es el Espíritu revelado. Es, por consiguiente, en el ámbito de la iglesia como comunidad de creyentes que se aborda la pneumatología, tanto en el aspecto de aprender la fe, como de proclamarla y enseñarla.

Ya que esta doctrina sistematizada es materia de fe, el teólogo tiene que ser un fiel creyente en la inspiración e inerrancia de la Biblia. A este le es dada la dotación del mismo Espíritu para firmeza y fidelidad de las deducciones que establezca sobre el sustento de la Palabra. Necesariamente la actuación del Espíritu en el teólogo y en general en el creyente permite a la mente natural, para la que las cosas de Dios son locura, que llegue a la comprensión precisa y verdadera de la doctrina.

Etapas

La expresión de la doctrina no se produjo en un período de tiempo corto, sino que, como todas las distintas partes de la teología sistemática, requirió un desarrollo a lo largo del tiempo, que no ha extinguido avanzar en el estudio de los diversos conceptos que integran la pneumatología.

Estas etapas se irán considerando en el desarrollo de este trabajo, pero, en general puede establecerse el progreso en la trayectoria temporal de esta manera:

Iglesia primitiva (desde mediados del s. I hasta comienzos del s. II).

Patrística (desde el s. II hasta el s. VIII).

Edad Media (comprendida entre los s. IX y XVI).

Racionalismo (comprendido entre los s. XVII y XVIII).

Actual (desde el s. XIX hasta hoy).

Metodología

Toda ciencia requiere la aplicación de un método a efecto de obtener resultados en su investigación. La palabra método viene del latín methodus, y esta a su vez del griego mevqodo», que es un sustantivo compuesto por la preposición metav —equivalente a después, más allá— y oJdov», lo que resulta como camino a seguir o, tal vez mejor, camino seguro para llegar más allá. La acepción más antigua de la palabra en el griego clásico equivale a indagación, búsqueda, persecución, investigación, que es la acepción más consonante con el sentido que debe dársele en la investigación teológica, en su sentido básico de camino a seguir o continuar y con el propósito de realizar algo. En el campo de la filosofía, reviste una notable importancia el Discurso del método, que es una de las obras más destacables de la filosofía occidental.3 La metodología está presente, cada vez más, en la vida cotidiana de nuestra sociedad, mientras que, lamentablemente, está proscrita de las instituciones académicas evangélicas.

También es necesario entender que en todo lo relativo a la teología y sus distintas secciones, no puede reducirse la metodología a un solo camino, ya que es suficiente con una observación desprejuiciada para comprender la diversidad de métodos que se utilizan en el análisis de los temas teológicos.

Así escribe el profesor Tellería, tratando el tema del problema planteado por la teología en relación con los métodos:

Digámoslo de entrada: la teología es también una ciencia, pese a sus detractores que le niegan tal categoría; sin pretender, ni mucho menos, devolverle su prístino status universitario medieval de Regina secientiarum o “reina de las ciencias”, afirmamos no obstante que se trata de una ciencia que podemos muy bien catalogar dentro de la gran familia de las ciencias humanas, lo que no evitará que haya quien proteste por ello, dado su peculiarísimo objeto de estudio. Y como tal, ha de desarrollar su propio método de trabajo. En realidad, el gran problema de la teología es su enorme variedad de métodos. Pocas disciplinas humanas habrá en las que la subjetividad alcance un papel tan relevante. Podemos decir, y sin temor a equivocarnos, que hay tantos métodos teológicos como teólogos, y que estos, además de ser seres humanos con su propia identidad y con su peculiar percepción de la realidad y de los asuntos que tratan, vienen condicionados por su entorno cultural, familiar, filosófico y sobre todo denominacional, todo lo cual incide en el enfoque de sus trabajos, el valor que concedan a sus fuentes, su concepto de la autoridad eclesiástica, etc. Digámoslo claro: no hay un método único en teología; no existe solo un instrumento de trabajo en exclusiva que le ayude a esta especialidad a obtener lo que se propone, ni lo podrá haber jamás. Si eso sucediera, podríamos afirmar entonces la muerte de la teología como ciencia y como disciplina del pensamiento.4

Método a seguir

Se ha dicho antes que puede haber una diversidad de métodos para formular la pneumatología bíblica. Por tanto, se hace necesario establecer la vía que se utilizará para alcanzar este objetivo.

El camino a seguir consistirá en cuatro pasos: 1) Selección, que escogerá los datos bíblicos relativos al Espíritu Santo. 2) Clasificación, agrupando los distintos elementos seleccionados por materias homogéneas. 3) Análisis, basado en el estudio individual de cada uno de los elementos seleccionados y clasificados para obtener una panorámica lo más amplia y agrupada posible de la doctrina. 4) Conclusión, que se alcance en el estudio analítico de los datos reunidos.

Selección

Se alcanzará en una minuciosa lectura bíblica. La fuente de donde se seleccionan los datos para la pneumatología no puede ser otra que la Escritura, único medio producido por revelación e inspiración que garantiza la verdad de los datos que se seleccionen.

Esta es la base de sustentación de la doctrina y el camino a seguir; la pneumatología tiene que asentarse sobre la única autoridad en materia de fe, que es la Biblia. Por consiguiente, la metodología a seguir tiene que supeditarse a ella. Ha de tenerse en cuenta que la Biblia es el libro de la fe. Sin embargo, ni el libro ni la misma fe son contrarios al razonamiento humano, ya que es “la prueba convincente de lo que no se ve” (He. 11:1; RVR). No es un libro de ciencia, pero cuantas expresiones hace relacionadas con el saber científico no entran en contradicción. Todo cuanto está en el escrito bíblico y lo constituye no es el resultado del esfuerzo mental del hombre, ni de su propio saber y conocimiento, ni de la investigación mental o reflexiva del hombre, sino la revelación divina comunicada a los escritores que Dios mismo seleccionó para escribir la Biblia; como dice el apóstol Pedro: “Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 P. 1:20, 21). Esta verdad es fundamental en la definición de lo que es la Escritura, la revelación personal de Dios por medio de su Palabra, de manera que cuanto Él quiere que se conozca, tanto divino como antropológico o histórico, queda registrado en ella, poniendo ante la criatura lo que Dios quiere revelar acerca de Él, de su obra y de su programa escatológico independientemente de la capacidad cognoscitiva del hombre.

Es evidente que lo que de Dios se conoce es revelado por Él. Esta revelación es múltiple en cuanto a temas, comprendiendo lo devocional, histórico, profético, ético, etc. Sin embargo, hay asuntos secretos no revelados, que están en el arcano de Dios y que no serán conocidos porque no están en ella. La revelación es progresiva, como expresa —en traducción literal— el apóstol Pedro: “Toda profecía de Escritura en particular interpretación no llega a ser”. Si Dios se revela en su Palabra, necesariamente ha de hacerlo bajo su control, lo que entra de lleno dentro del ámbito de la inspiración.

Este es el camino para la selección de datos que permitirá presentar la pneumatología, considerándola desde la revelación bíblica, y seleccionando en la recogida de datos lo que la Escritura revela acerca de Dios Espíritu Santo.

Clasificación

El segundo paso en el método que se utiliza es la clasificación de los datos seleccionados. Esta se realizará como teología del descenso, que parte de la vinculación de las tres personas divinas en el seno trinitario, progresando hacia las obras que la tercera persona, el Espíritu Santo, pone de manifiesto en el entorno de la historia del universo, que comprende también la realización de la obra de salvación, la regeneración de los perdidos que creen, la santificación de ellos, la constitución y formación de la iglesia, la glorificación, etc.

En estos eventos están comprendidas también las operaciones divinas en el decurso de la historia, como puede ser la acción controladora que ajusta esta al propósito divino. Dicho de otro modo, la clasificación de los datos bíblicos sigue el sentido en que Dios Espíritu Santo desciende al encuentro del hombre para llevar a este al encuentro con Dios.

Análisis

El tercer paso en el método elegido tiene como misión analizar los datos recogidos y clasificados con el fin de llegar a conclusiones que permitan expresar la pneumatología en los distintos módulos de la doctrina. Este análisis no se establece por deducciones humanas basadas en operaciones de poder que el Espíritu Santo realiza y que son apreciables y observables por el hombre, sino que descansa en la revelación que Dios mismo hace de Él en la Escritura.

Para un análisis firme de la pneumatología se requiere la firmeza de sostener que no hay contradicciones en toda la Escritura. No se trata de seleccionar una parte de la misma para elaborar el análisis desligándola del resto. No es entender lo que un determinado autor enseña sobre el tema en cuestión, sino que ha de establecerse una identificación plena que trate cualquier aparente contradicción como una expresión determinada sobre un aspecto de la doctrina, de manera que sin grandes esfuerzos se consiga armonizar los datos seleccionados en toda la extensión. El análisis debe efectuarse desde la coherencia y no desde la diversidad, puesto que el mensaje y la interpretación de la Biblia es uno solo. En la aparente discrepancia no se ha de buscar la identificación forzando para ello la interpretación para hacerla consonante con el resto, a cualquier costo, pero sin duda es bueno en el análisis buscar más la armonía que la discordia. Es precisamente lo que la Reforma pretendía en el análisis de la doctrina, la analogía de la fe.5

En el análisis han de concurrir elementos complementarios que ayudarán a una correcta interpretación de los datos bíblicos seleccionados. Entre otros están las perspectivas sociológicas y antropológicas del tiempo del escrito, ya que primariamente el autor, al impulso del Espíritu, escribió verdades que debían ser comprendidas por los lectores primarios, a quienes iba dirigido el escrito. Esto requiere que no se pretenda una interpretación sociológica que corresponda solo al tiempo en que se hace el análisis.

Requiere también distinguir claramente, como extensión de lo que se ha dicho en el párrafo anterior, entre el mensaje dado para una determinada circunstancia sociológica y la afirmación inamovible en el tiempo que corresponde a la verdad doctrinal contenida en el párrafo.

Sobre esto escribe Millard Erickson:

Necesitamos distinguir entre el contenido permanente, invariable de la doctrina y el vehículo cultural en el que se expresa. No es un asunto de “deshacerse del bagaje cultural” como dicen algunos. Se trata más bien de separar el mensaje a los corintios como cristianos que vivían en Corinto en el siglo primero del mensaje que se les dio como cristianos. Este último sería la verdad perdurable de las enseñanzas de Pablo, que con una forma de expresión adecuada se puede aplicar a todos los cristianos de todos los tiempos y lugares, en contraste con lo que era pertinente en aquella situación en concreto. Esta es la teología “pura” de Gabler.

En la Biblia, las verdades permanentes a menudo se expresan en forma de una aplicación particular a una situación específica. Un ejemplo de esto es el tema de los sacrificios. En el Antiguo Testamento, se consideraban los sacrificios como medios de expiación. Tendremos que preguntarnos si el sistema de los sacrificios (holocausto: corderos, palomas, etc.) es esencia de doctrina o si simplemente es una expresión, en un momento dado de la verdad perdurable de que debe haber un sacrificio vicario por los pecados de la humanidad.6

Otras ciencias humanas deben ser tenidas en cuenta a la hora de analizar los datos seleccionados para expresar la pneumatología. Meramente a modo de ejemplo, las obras del Espíritu en un determinado momento deben ser consideradas a la luz de la historia. La tercera persona divina tuvo actuaciones concretas en momentos históricos, como fue el tiempo antediluviano, el de capacitación de algunos para la construcción del tabernáculo en el desierto, las obras portentosas de los jueces, etc. Tales eventos tienen que ser examinados a la luz de la historia del momento en que se produjeron. Esto no supone, como se ha dicho antes, que no exista una enseñanza doctrinal general en cada una de ellas, que permanece en el tiempo.

La filología es otro elemento importante en el análisis de los datos bíblicos, ya que el idioma no siempre se ha mantenido en el tiempo del mismo modo. Los datos filológicos ayudarán para asegurarse de que los elementos estudiados y evaluados estén en armonía con la investigación y análisis de los mismos.

La filosofía debe servir de ayuda a los análisis de los datos recogidos, de modo que pueda expresarse con la mayor precisión e incluso suplemente lo que, sin estar directamente escrito, sea preciso para aclaración y precisión de la verdad. Por supuesto, cualquier ciencia humana servirá en su caso y necesidad como elemento complementario en el análisis, pero en ningún modo podrá condicionarlo. De otro modo, las ciencias están al servicio de la teología, que no está subordinada a ellas.

No cabe duda de que en la selección de los datos están presentes las acciones que evidencian la realidad de la deidad del Espíritu. Pero el análisis, que abre la puerta a la pneumatología sistematizada, no se establece desde la mera reflexión del hombre, sino desde la revelación de Dios. Por tanto, la pneumatología y lo que tiene que ver con la fe sobre el Espíritu, su persona y obra, no se establece por deducción o incluso por inducción basada en las obras de poder que el Espíritu realizó desde el principio de la creación, sino en la revelación divina que permite responder a la pregunta: ¿Quién es el Espíritu Santo? Solo así se puede afirmar su condición de persona divina y no una manifestación de la omnipotencia de Dios.

Conclusión

La selección, clasificación y análisis de los datos bíblicos permitirán alcanzar la conclusión final de la pneumatología, que es la respuesta a una pregunta: ¿Qué quiere decir la Escritura con los datos seleccionados? O, de otro modo, ¿qué significa esto?

Aunque aparentemente la conclusión tendría que ser la misma en modo atemporal, la doctrina tiene que ser expresada contemporáneamente, es decir, para el tiempo en que se comunica. Es más, el entorno social condiciona la expresión de la verdad, haciéndola reconocible conforme a ese entorno. En esto está claramente presente el entorno cultural del medio humano al que se presenta la verdad, ya que, en el caso concreto de la pneumatología que nos ocupa, da las respuestas a las cuestiones que en entorno social y cultural plantea. No se trata de tener un postulado y establecer luego la pregunta que pudiera utilizarlo, sino que el modo en que se formulen las preguntas establece la orientación resultante del principio teológico concreto. El contenido de la respuesta es inamovible, pero la situación hace que la formulación de la pregunta sea distinta en el entorno sociocultural en que se enuncie.

El contexto teológico-religioso puede convertir la verdad en elemento de rechazo, de modo que las verdades serán cuestionadas por su propia naturaleza al entrar en confrontación con la tradición teológica en conflicto. Así ocurre con ciertos aspectos de la pneumatología que se relacionan con acciones motivadas por la obra del Espíritu, y que obedecen a enseñanzas establecidas en tradiciones no bíblicas, por ejemplo, la operatividad de los dones del Espíritu.

Debe establecerse también el motivo central, el eje sobre el que pivote el todo de la pneumatología. El teólogo debe buscar ese elemento centralizador que, como se ha indicado antes, no puede entrar en conflicto con la Escritura en general. Por consiguiente, el núcleo del desarrollo de esta parte de la teología sistemática ha de ser la persona y obra del Espíritu Santo en conformidad con lo revelado en la Escritura. Esto lleva aparejada la selección de materiales, que se ha tratado en el primer punto de este apartado. Sin embargo, debe superar la forma de las citas bíblicas que la sustenten para entrar en panorámicas más amplias de la doctrina. De esta manera, podremos tener un enfoque de la gloriosa perspectiva de Dios Espíritu Santo como un todo panorámico que está presente en toda la Escritura.

Relación de la pneumatología

Siendo esta una materia dentro de la teología sistemática, necesariamente existe una relación con las otras doctrinas fundamentales de la fe cristiana, como se aprecia:

a) Relación con la teología propia. La vinculación de la tercera persona divina en el seno trinitario es elemento de vital importancia en el desarrollo de la pneumatología. La unidad y relación interpersonal está presente en la inmanencia divina; es necesario hacer mención de esto, pero sin extenderse a aspectos que deben ser tratados en el apartado correspondiente a la Trinidad.

b) Relación con la antropología. El Espíritu Santo actúa en la creación del hombre y efectúa operaciones directas con la criatura creada, de forma especial en cuanto a la recuperación de la condición del hombre, deteriorada a causa del pecado, alejado de Dios.

c) Relación con la soteriología. En lo que tiene que ver con la ejecución de la salvación y su aplicación a los perdidos, el Espíritu tiene una acción incuestionablemente necesaria. Es quien puede generar la convicción de pecado, justicia y juicio en la comprensión espiritual del pecador (Jn. 16:8). Es también quien capacita al hombre caído para salvación (1 P. 1:2). El Espíritu establece la certeza de salvación sellando al creyente como propiedad de Dios y dándose a sí mismo como arras de la herencia hasta la redención de la posesión adquirida (Ef. 1:14).

d) Relación con la eclesiología. La iglesia comienza con el descenso del Espíritu Santo (Hch. 2). Es el Espíritu el que conduce la acción de la iglesia; el que capacita a los creyentes para el ministerio; el que llama a la obra misionera (Hch. 13); el que asiste en la toma de decisiones sobre conducta y vida cristiana (Hch. 15); el que conduce la evangelización en determinados lugares, impidiéndola en otros (Hch. 16); es también el que da dones a la iglesia (Ro. 12; 1 Co. 12); es el que santifica y conduce al creyente en la vida victoriosa (1 Ts. 2:13). No se puede estudiar pneumatología sin vincularla, aunque sea tangencialmente, con la eclesiología.

e) Relación con la escatología. Es la persona divina que actuará en la resurrección y transformación de los creyentes. De igual manera, actúa también en la labor de contención del programa satánico que pretende colocar un hombre en el trono de Dios (2 Ts. 2:7).

f) Relación con la bibliología. El autor divino de la Escritura es el Espíritu Santo (2 P. 1:21; 2 Ti. 3:16). La confección humana del escrito obedece a la acción inspiradora e iluminadora de la tercera persona divina.

g) Relación con la cristología. No puede desligarse el Verbo que se encarna del Espíritu que concibe su naturaleza humana. El Espíritu está permanentemente vinculado con Cristo, que tiene el Espíritu sin medida (Jn. 3:34). Las señales mesiánicas, especialmente la expulsión de demonios, fueron hechas por Jesús en el poder del Espíritu (Mt. 12:28; Lc. 11:20). Es el Espíritu quien condujo acciones determinadas de Jesús, como impulsarlo al desierto para ser tentado por el diablo (Mt. 4:1).

Es evidente que no se pueden desvincular las doctrinas de la teología sistemática. La Escritura está plenamente cohesionada y forma un todo unido entre sí; de ahí la dificultad de tratar separadamente cada una.

Conclusión

Cerrando el capítulo introductorio de la pneumatología, debe precisarse en el método a seguir la razón de una posición que antes llamamos del descenso