Poemas de amor - Sor Juana Inés de la Cruz - E-Book

Poemas de amor E-Book

Sor Juana Inés de la Cruz

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Beschreibung

"Poemas de amor" es una recopilación de los poemas barrocos más célebres de Sor Juana Inés de la Cruz, como "Detente, sombra", "La sentencia del justo", "Nacimiento de Cristo", "Día de comunión", "Letras para cantar", "Finjamos que soy feliz" o "Esta tarde, mi bien".-

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Sor Juana Inés de la Cruz

Poemas de amor

 

Saga

Poemas de amor

 

Copyright © 1689, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726642605

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

DETENTE SOMBRA

Detente, sombra de mi bien esquivo,

imagen del hechizo que más quiero,

bella ilusión por quien alegre muero,

dulce ficción por quien penosa vivo.

 

Si al imán de tus gracias, atractivo,

sirve mi pecho de obediente acero,

¿para qué me enamoras lisonjero

si has de burlarme luego fugitivo?

 

Mas blasonar no puedes, satisfecho,

de que triunfa de mí tu tiranía:

que aunque dejas burlado el lazo estrecho

 

que tu forma fantástica ceñía,

poco importa burlar brazos y pecho

si te labra prisión mi fantasía.

LA SENTENCIA DEL JUSTO

Firma Pilatos la que juzga ajena

Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!

¿Quién creerá que firmando ajena muerte

el mismo juez en ella se condena?

 

La ambición de sí tanto le enajena

Que con el vil temor ciego no advierte

Que carga sobre sí la infausta suerte,

Quien al Justo sentencia a injusta pena.

 

Jueces del mundo, detened la mano,

Aún no firméis, mirad si son violencias

Las que os pueden mover de odio inhumano;

 

Examinad primero las conciencias,

Mirad no haga el Juez recto y soberano

Que en la ajena firméis vuestras sentencias

Rosa divina, que en gentil cultura

Eres con tu fragante sutileza

Magisterio purpúreo en la belleza,

Enseñanza nevada a la hermosura.

 

Amago de la humana arquitectura,

Ejemplo de la vana gentileza,

En cuyo ser unió naturaleza

La cuna alegre y triste sepultura.

 

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida

soberbia, el riesgo de morir desdeñas,

y luego desmayada y encogida.

 

De tu caduco ser das mustias señas!

Con que con docta muerte y necia vida,

Viviendo engañas y muriendo enseñas.

Amado dueño mío,

Escucha un rato mis cansadas quejas,

Pues del viento las fío,

Que breve las conduzca a tus orejas,

Si no se desvanece el triste acento

Como mis esperanzas en el viento.

 

Óyeme con los ojos,

Ya que están tan distantes los oídos,

Y de ausentes enojos

En ecos de mi pluma mis gemidos;

Y ya que a ti no llega mi voz ruda,

Óyeme sordo, pues me quejo muda.

 

Si del campo te agradas,

Goza de sus frescuras venturosas

Sin que aquestas cansadas

Lágrimas te detengan enfadosas;

Que en él verás, si atento te entretienes

Ejemplo de mis males y mis bienes.

 

Si al arroyo parlero

Ves, galán de las flores en el prado,

Que amante y lisonjero

A cuantas mira intima su cuidado,

En su corriente mi dolor te avisa

Que a costa de mi llanto tiene risa.

 

Si ves que triste llora

Su esperanza marchita, en ramo verde,

Tórtola gemidora,

En él y en ella mi dolor te acuerde,

Que imitan con verdor y con lamento,

Él mi esperanza y ella mi tormento.

 

Si la flor delicada,

Si la peña, que altiva no consiente

Del tiempo ser hollada,

Ambas me imitan, aunque variamente,

Ya con fragilidad, ya con dureza,

Mi dicha aquélla y ésta mi firmeza.

 

Si ves el ciervo herido

Que baja por el monte, acelerado

Buscando dolorido

Alivio del mal en un arroyo helado,

Y sediento al cristal se precipita,

No en el alivio en el dolor me imita,

 

Si la liebre encogida

Huye medrosa de los galgos fieros,

Y por salvar la vida

No deja estampa de los pies ligeros,