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El Divino Narciso es el auto sacramental más conocido de Sor Juana Inés de la Cruz. En él se identifica al mitológico Narciso con Cristo, que ve no ya su propio reflejo, sino su semejanza en la Naturaleza Humana, por lo que se trata de una reelaboración del mito griego de Narciso a partir del imaginario religioso católico. El divino Narciso cuenta con personajes alegóricos, mitológicos y una pequeña participación de personajes bíblicos. Así, Naturaleza Humana, la protagonista, dialoga con Sinagoga y Gentilidad, se enfrenta a Eco y a Soberbia. Narciso, bellísimo hijo de la ninfa Liríope y del río Cefiso personifica la hermosura de la adolescencia. El Divino Narciso alude al tema de la conquista de América y a las tradiciones de los pueblos nativos del continente. Sor Juana se aprovecha de un rito azteca, representado por un tocotín, en honor a Huitzilopochtli para introducir la veneración a la Eucaristía y ligar las creencias precolombinas con el catolicismo hispánico. El título de este auto sacramental alude a El divino Orfeo, de Pedro Calderón de la Barca. Calderón es, muy probablemente, el escritor que más influyó en la obra dramática de Sor Juana Inés de la Cruz. Esta obra es una joya del barroco novohispano. Se publicó en 1689 para su puesta en escena en Madrid. Fue dedicada a la Condesa de Paredes de Nava y marquesa consorte de la Laguna.
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Seitenzahl: 61
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Sor Juana Inés de la Cruz
El divino Narciso
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: El divino Narciso.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica ilustrada: 978-84-9897-450-8.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-082-4.
ISBN ebook: 978-84-9897-220-7.
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Créditos 4
Brevísima presentación 9
La vida 9
El Divino Narciso 11
Personajes 12
Cuadro I 13
Escena I 13
Escena II 19
Escena III 23
Escena IV 32
Cuadro II 39
Escena V 39
Cuadro III 45
Escena VI 45
Escena VII 49
Escena VIII 57
Cuadro IV 61
Escena IX 61
Escena X 63
Escena XI 65
Escena XII 70
Cuadro V 79
Escena XIII 79
Escena XIV 83
Escena XV 87
Escena XVI 88
Escena XVII 89
Libros a la carta 101
Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695). México.
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, nació el 12 de noviembre de 1651 en San Miguel de Nepantla, Amecameca. Era hija de padre vasco y madre mexicana.
Empezó a escribir a los ocho de edad una loa al Santísimo Sacramento. Aprendió latín en veinte lecciones, que le dictó el bachiller Martín de Olivas y a los dieciséis años ingresó en el Convento de Santa Teresa la Antigua y posteriormente en el de San Jerónimo.
En plena madurez literaria, criticó un sermón del padre Vieyra. Ello provocó que el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, le pidiera que abandonase la literatura y se dedicase por entero a la religión. Sor Juana se defendió en una epístola autobiográfica, en la que enarboló los derechos de la mujer. No obstante, obedeció y renunció a su enorme su biblioteca, sus útiles científicos y sus instrumentos musicales. Murió el 17 de abril de 1695.
El Divino Narciso.
La Naturaleza humana.
La Gracia.
La Gentilidad.
La Sinagoga.
Enós.
Un Ángel.
Eco, la naturaleza angélica réproba.
La Soberbia.
El Amor propio.
Ninfas.
Pastores.
Abraham.
Moisés.
Dos coros de música.
Salen, por una parte, la Gentilidad, de ninfa, con acompañamiento de Ninfas y pastores; y por otra, la Sinagoga, también de ninfa, con su acompañamiento, que serán los músicos; y detrás, muy bizarra, la Naturaleza humana, oyendo lo que cantan.
Sinagoga ¡Alabad al Señor todos los hombres!
Coro 1.º ¡Alabad al Señor todos los hombres!
Sinagoga Un nuevo canto entonad
a su divina beldad
y en cuanto la luz alcanza, 5
suene la eterna alabanza
de la gloria de su nombre.
Coro 1.º ¡Alabad al Señor todos los hombres!
Gentilidad ¡Aplaudid a Narciso, plantas y flores!
Y pues su beldad divina, 10
sin igualdad peregrina,
es sobre toda hermosura,
que se vio en otra criatura,
y en todas inspira amores,
Coro 2.º ¡alabad a Narciso, fuentes y flores! 15
Sinagoga ¡Alabad,
Gentilidad aplaudid,
Sinagoga con himnos,
Gentilidad con voces,
Sinagoga al Señor,
Gentilidad a Narciso,
Sinagoga todos los hombres,
Gentilidad Fuentes y flores!
(Pónese la Naturaleza humana en medio de los dos coros.)
Naturaleza humana Gentilidad, Sinagoga,
que en dulces métricas voces 20
a Dios aplaude la una,
y la otra celebra a un hombre:
escuchadme lo que os digo,
atended a mis razones,
que pues soy madre de entrambas, 25
a entrambas es bien que toque
por ley natural oírme.
Sinagoga Ya mi amor te reconoce,
¡Oh Naturaleza!, madre
común de todos los hombres. 30
Gentilidad Y yo también te obedezco,
pues aunque andemos discordes
yo y la Sinagoga, no
por eso te desconoce
mi amor, antes te venera. 35
Sinagoga Y solo en esto conformes
estamos, pues observamos,
ella allá entre sus errores
y yo acá entre mis verdades,
aquel precepto, que impone, 40
de que uno a otro no le haga
lo que él para sí no abone;
y como padre ninguno
quiere que el hijo le enoje,
así no fuera razón 45
que a nuestras obligaciones
faltáramos, con negar
nuestra atención a tus voces.
Gentilidad Así es; porque este precepto,
porque ninguno lo ignore, 50
se lo escribes a tus hijos
dentro de los corazones.
Naturaleza humana Bien está; que ese precepto
basta, para que se note
que como a madre común 55
me debéis las atenciones.
Sinagoga Pues dinos lo que pretendes.
Gentilidad Pues dinos lo que dispones.
Naturaleza humana Digo, que habiendo escuchado
en vuestras métricas voces 60
los diferentes objetos
de vuestras aclamaciones:
pues tú, Gentilidad ciega,
errada, ignorante y torpe,
a una caduca beldad 65
aplaudes en tus loores,
y tú, Sinagoga, cierta
de las verdades que oyes
en tus profetas, a Dios
Le rindes veneraciones; 70
dejando de discurrir
en vuestras oposiciones,
(A la Gentilidad.) pues claro está que tú yerras
(A la Sinagoga.) y claro el que tú conoces
aunque vendrá tiempo, en que 75
trocándose las acciones,
la Gentilidad conozca,
y la Sinagoga ignore...
Mas esto ahora no es del caso;
y así, volviéndome al orden 80
del discurso, digo que
oyendo vuestras canciones,
me he pasado a cotejar
cuán misteriosas se esconden
aquellas ciertas verdades 85
debajo de estas ficciones.
Pues si en tu Narciso, tú
tanta perfección supones,
que dices que es su hermosura
imán de los corazones, 90
y que no solo la siguen
las ninfas y los pastores,
sino las aves y fieras,
los collados y los montes,
los arroyos y las fuentes, 95
las plantas, hierbas y flores,
¿con cuánta mayor razón
estas sumas perfecciones
se verifican de Dios,
a cuya beldad los orbes, 100
para servirle de espejos,
indignos se reconocen;
y a quien todas las criaturas
(aunque no hubiera razones
de tan grandes beneficios, 105
de tan extraños favores)
por su hermosura, no más,
debieran adoraciones;
y a quien la Naturaleza
(que soy yo), con atenciones, 110
como a mi centro apetezco
y sigo como a mi norte?
Y así, pues madre de entrambas
soy, intento con colores
alegóricos, que ideas 115
representables componen,
(A la Sinagoga.) tomar de la una el sentido,
(A la Gentilidad.) tomar de la otra las voces,
y en metafóricas frases,
tomando sus locuciones 120
y en figura de Narciso,
solicitar los amores
de Dios, a ver si dibujan
estos oscuros borrones
la claridad de sus luces; 125
pues muchas veces conformes
divinas y humanas letras,
dan a entender que Dios pone
aun en las plumas gentiles
unos visos en que asomen 130
los altos misterios suyos;
y así quiero que, concordes,
(A la Sinagoga.) tú des el cuerpo a la idea,
(A la Gentilidad.) y tú el vestido le cortes.
¿Qué decís?
Sinagoga Que por la parte 135
que del intento me toque,
te serviré yo con darte
en todo lo que te importen,
los versos de mis profetas,
los coros de mis cantores. 140
Gentilidad Yo, aunque no te entiendo bien,
pues es lo que me propones,
que solo te dé materia
para que tú allá la informes
de otra alma, de otro sentido 145
que mis ojos no conocen,
te daré de humanas letras
los poéticos primores
de la historia de Narciso.
Naturaleza humana Pues volved a las acordes 150
músicas, en que os hallé,
porque quien oyere, logre
en la metáfora el ver
que, en estas amantes voces,
una cosa es la que entiende 155
y otra cosa la que oye.
Sinagoga ¡Alabad al Señor todos los hombres!