Ecos de mi pluma - Sor Juana Inés de la Cruz - E-Book

Ecos de mi pluma E-Book

Sor Juana Inés de la Cruz

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Beschreibung

Ecos de mi pluma es una recopilación de poemas y escritos de Sor Juana Inés de la Cruz  que reflejan su aguda inteligencia, su dominio del lenguaje y su espíritu crítico frente a las normas de su época. A través de su poesía, la autora explora la condición femenina, la naturaleza del conocimiento y las contradicciones de la sociedad colonial novohispana, desafiando las limitaciones impuestas a las mujeres en el ámbito intelectual y artístico. Sus versos combinan una profunda sensibilidad lírica con una aguda reflexión filosófica, consolidando su legado como una de las voces más destacadas del Siglo de Oro. Desde su publicación, Ecos de mi pluma ha sido reconocido por la riqueza de su expresión poética y su capacidad para articular temas universales como el amor, el poder del intelecto y la lucha contra las restricciones sociales. Su estilo elaborado y su ingenio literario han asegurado a Sor Juana un lugar privilegiado en la literatura hispana, inspirando a generaciones de lectores y escritores. La relevancia perdurable de esta obra radica en su capacidad para desafiar las estructuras de poder y dar voz a la búsqueda de conocimiento y autonomía. Ecos de mi pluma no solo ofrece una ventana al pensamiento de una de las mentes más brillantes de su tiempo, sino que también invita a reflexionar sobre las tensiones entre la libertad individual y las expectativas impuestas por la sociedad.

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Veröffentlichungsjahr: 2025

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Sor Juana Inés De La Cruz

“ECOS DE MI PLUMA

ANTOLOGÍA EN PROSA Y VERSO”

Sumario

PRESENTACIÓN

INTRODUCCIÓN

ECOS DE MI PLUMA

ANTOLOGÍA EN PROSA Y VERSO

CARTA DE LA MADRE JUANA INÉS DE LA CRUZ ESCRITA AL REVERENDO PADRE MAESTRO ANTONIO NÚÑEZ, DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS (1682) Pax Christi

RESPUESTA DE LA POETISA A LA MUY ILUSTRE SOR FILOTEA DE LA CRUZ

INTRODUCCIÓN

Sor Juana Inés de la Cruz

1648 – 1695

Sor Juana Inés de la Cruzfue una escritora, poeta y pensadora novohispana, considerada una de las figuras más destacadas del Siglo de Oro en la literatura hispánica. Nacida en San Miguel Nepantla, en el Virreinato de la Nueva España, Sor Sor Juana es reconocida por su aguda inteligencia y su defensa del derecho de las mujeres a la educación. A pesar de las restricciones impuestas por su tiempo, dejó un legado literario que abarca poesía, teatro y prosa, con una profunda reflexión filosófica y teológica.

Infancia y educación

Sor Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana mostró un talento excepcional desde temprana edad. Autodidacta, aprendió latín y dominó diversas disciplinas intelectuales, destacándose en un entorno que limitaba el acceso de las mujeres al conocimiento. Su amor por el aprendizaje la llevó a la corte virreinal de la Ciudad de México, donde impresionó a la élite con su erudición. En 1669, ingresó al convento de San Jerónimo, donde encontró el espacio necesario para dedicarse a sus estudios y a la escritura.

Carrera y contribuciones

Sor Juana escribió poesía, autos sacramentales y ensayos en los que exploró temas como el amor, la identidad y la desigualdad de género. Su obra más emblemática, Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691), es un manifiesto en defensa del derecho de las mujeres a la educación y al pensamiento crítico. Su poesía, influenciada por el barroco, se caracteriza por su profundidad intelectual y su maestría en el uso del lenguaje.

Entre sus composiciones más conocidas se encuentran los Sonetos, que abordan temas como el desengaño y la fugacidad de la belleza, y su famoso poema filosófico Primero sueño, en el que reflexiona sobre la búsqueda del conocimiento. Además, escribió obras teatrales como Los empeños de una casa, en las que combinó ingenio y crítica social.

Impacto y legado

La obra de Juana trasciende su tiempo, consolidándola como una de las primeras feministas de América. Su lucha por el acceso al saber y su resistencia a las normas impuestas por la sociedad colonial inspiraron a generaciones posteriores de escritores y pensadores.

A pesar de las presiones eclesiásticas, su legado permaneció y su figura fue reivindicada siglos después como símbolo de la lucha por la educación y la igualdad. Su influencia se extiende hasta la actualidad, siendo una referencia en los estudios literarios y de género.

Sor Juana Inés de la Cruz murió en 1695 durante una epidemia en el convento de San Jerónimo, donde había pasado la mayor parte de su vida. Aunque sus escritos fueron censurados y su biblioteca dispersada, su obra fue recuperada con el tiempo y hoy es reconocida como una de las más valiosas de la literatura hispanoamericana.

El impacto de Sor Juana sigue vigente, y su nombre se mantiene como un símbolo de la lucha por el conocimiento y la libertad intelectual. Sus versos y ensayos continúan siendo objeto de estudio y admiración, reafirmando su posición como una de las mentes más brillantes de la historia de la literatura en español.

Sobre la obra

Ecos de mi plumaes una recopilación de poemas y escritos de Sor Juana Inés de la Cruz que reflejan su aguda inteligencia, su dominio del lenguaje y su espíritu crítico frente a las normas de su época. A través de su poesía, la autora explora la condición femenina, la naturaleza del conocimiento y las contradicciones de la sociedad colonial novohispana, desafiando las limitaciones impuestas a las mujeres en el ámbito intelectual y artístico. Sus versos combinan una profunda sensibilidad lírica con una aguda reflexión filosófica, consolidando su legado como una de las voces más destacadas del Siglo de Oro.

Desde su publicación, Ecos de mi pluma ha sido reconocido por la riqueza de su expresión poética y su capacidad para articular temas universales como el amor, el poder del intelecto y la lucha contra las restricciones sociales. Su estilo elaborado y su ingenio literario han asegurado a Sor Juana un lugar privilegiado en la literatura hispana, inspirando a generaciones de lectores y escritores.

La relevancia perdurable de esta obra radica en su capacidad para desafiar las estructuras de poder y dar voz a la búsqueda de conocimiento y autonomía. Ecos de mi pluma no solo ofrece una ventana al pensamiento de una de las mentes más brillantes de su tiempo, sino que también invita a reflexionar sobre las tensiones entre la libertad individual y las expectativas impuestas por la sociedad.

ECOS DE MI PLUMA

ANTOLOGÍA EN PROSA Y VERSO

1

Acusa la hidropesía1 de mucha ciencia, que teme inútil aun para saber, y nociva para vivir.

Finjamos que soy feliz,

triste Pensamiento, un rato;

quizá podréis persuadirme,

aunque yo sé lo contrario:

que pues sólo en la aprehensión

dicen que estriban los daños,2

si os imagináis dichoso

no seréis tan desdichado.

Sírvame el entendimiento

alguna vez de descanso,

y no siempre esté el ingenio

con el provecho encontrado.

Todo el mundo es opiniones

de pareceres tan varios,

que lo que el uno que es negro,

el otro prueba que es blanco.

A unos sirve de atractivo

lo que otro concibe enfado;

y lo que éste por alivio,

aquél tiene por trabajo.

El que está triste, censura

al alegre de liviano;

y el que está alegre, se burla

de ver al triste penando.

Los dos filósofos griegos

bien esta verdad probaron:

pues lo que en el uno risa,

causaba en el otro llanto.3

Célebre su oposición

ha sido por siglos tantos,

sin que cuál acertó, esté

hasta agora averiguado;

antes, en sus dos banderas

el mundo todo alistado,

conforme el humor le dicta,

sigue cada cual el bando.

Uno dice que de risa

sólo es digno el mundo vario;

y otro, que sus infortunios

son sólo para llorados.

Para todo se halla prueba

y razón en que fundarlo;

y no hay razón para nada,

de haber razón para tanto.

Todos son iguales jueces;

y siendo iguales y varios,

no hay quien pueda decidir

cuál es lo más acertado.

Pues, si no hay quien lo sentencie,

¿por qué pensáis vos, errado,

que os cometió4 Dios a vos

la decisión de los casos?

O ¿por qué, contra vos mismo

severamente inhumano,

entre lo amargo y lo dulce

queréis elegir lo amargo?

Si es mío mi entendimiento,

¿por qué siempre he de encontrarlo

tan torpe para el alivio,

tan agudo para el daño?

El discurso es un acero

que sirve por ambos cabos:

de dar muerte, por la punta;

por el pomo, de resguardo.

Si vos, sabiendo el peligro,

queréis por la punta usarlo,

¿qué culpa tiene el acero

del mal uso de la mano?

No es saber, saber hacer

discursos5 sutiles vanos;

que el saber consiste sólo

en elegir lo más sano.

Especular las desdichas

y examinar los presagios,

sólo sirve de que el mal

crezca con anticiparlo.

En los trabajos futuros,

la atención, sutilizando,6

más formidable7 que el riesgo

suele fingir el amago.

¡Qué feliz es la ignorancia

del que, indoctamente sabio,

halla de lo que padece,

en lo que ignora, sagrado!8

No siempre suben seguros

vuelos del ingenio osados,

que buscan trono en el fuego

y hallan sepulcro en el llanto.9

También es vicio el saber,

que, si no se va atajando,

cuanto menos se conoce

es más nocivo el estrago;

y si el vuelo no le abaten,

en sutilezas cebado,

por cuidar de lo curioso

olvida lo necesario.

Si culta mano10 no impide

crecer al árbol copado,

quita la substancia al fruto

la locura de los ramos.

Si andar a nave ligera

no estorba lastre pesado,

sirve el vuelo de que sea

el precipicio más alto.11

En amenidad inútil,

¿qué importa al florido campo,

si no halla fruto el otoño,

que ostente flores el mayo?12

¿De qué le sirve al ingenio

el producir muchos partos,

si a la multitud se sigue

el malogro de abortarlos?

Y a esta desdicha, por fuerza

ha de seguirse el fracaso

de quedar, el que produce,

si no muerto, lastimado.

El ingenio es como el fuego:

que, con la materia ingrato,

tanto la consume más

cuanto él se ostenta más claro.

Es de su propio señor

tan rebelado vasallo,

que convierte en sus ofensas

las armas de su resguardo.13

Este pésimo ejercicio,

este duro afán pesado,

a los hijos de los hombres

dio Dios para ejercitarlos.

¿Qué loca ambición nos lleva

de nosotros olvidados?

Si es para vivir tan poco,

¿de qué sirve saber tanto?

¡Oh, si como hay de saber,

hubiera algún seminario

o escuela donde a ignorar

se enseñarán los trabajos!

¡Qué felizmente viviera

el que, flojamente cauto,

burlara las amenazas

del influjo de los astros!14

Aprendamos a ignorar,

Pensamiento, pues hallamos

que cuanto añado al discurso,

tanto le usurpo a los años.

2

Discurre con ingenuidad ingeniosa sobre la pasión de los celos. Muestra que su desorden es senda única para hallar el amor; y contradice un problema de don José Montoro, uno de los más célebres poetas de este siglo.15

Si es causa amor productiva

de diversidad de afectos,

que, con producirlos todos,

se perfecciona a sí mesmo;

y si el uno de los más

naturales son los celos,

¿cómo, sin tenerlos, puede

el amor estar perfecto?

Son ellos, de que hay amor,

el signo más manifiesto,

como la humedad del agua

y como el humo del fuego.

No son, que dicen, de amor

bastardos hijos groseros,

sino legítimos, claros

sucesores de su imperio.

Son crédito y prueba suya;

pues sólo pueden dar ellos

auténticos testimonios

de que es amor verdadero.

Porque la fineza,16 que es

de ordinario el tesorero

a quien remite las pagas

amor, de sus libramientos,17

¿cuántas veces, motivada

de otros impulsos diversos,

ejecuta por de amor

decretos del galanteo?18

El cariño ¿cuántas veces,

por dulce entretenimiento

fingiendo quilates, crece

la mitad del justo precio?

¿Y cuántas más el discurso

por ostentarse discreto,

acredita por de amor

partos del entendimiento?19

¿Cuántas veces hemos visto

disfrazada en rendimientos

a la propia conveniencia,

a la tema o al empeño?20

Sólo los celos ignoran

fábricas de fingimientos:

que, como son locos, tienen

propiedad de verdaderos;21

los gritos que ellos dan, son,

sin dictamen de su dueño,

no ilaciones del discurso

sino abortos del tormento;22

como de razón carecen,

carecen del instrumento

de fingir, que aquesto sólo

es en lo irracional bueno.

Desbocados ejercitan

contra sí el furor violento;

y no hay quien quiera en su daño

mentir, sino en su provecho.

Del frenético que, fuera

de su natural acuerdo,

se despedaza, no hay quien

juzgue que finge el extremo.

En prueba de esta verdad

mírense cuántos ejemplos

en bibliotecas de siglos

guarda el archivo del tiempo:23

a Dido fingió el troyano,

mintió a Arïadna Teseo,

ofendió a Minos Pasife,

y engañaba a Marte Venus;

Semíramis mató a Nino,

Elena deshonró al griego,

Jasón agravió a Medea,

y dejó a Olimpia Bireno;

Betsabé engañaba a Urías,

Dálida al caudillo hebreo,

Jael a Sísara horrible,

Judit a Holofernes fiero.

Éstos y otros que mostraban

tener amor sin tenerlo,

todos fingieron amor,

más ninguno fingió celos,

porque aquél puede fingirse

con otro color, más éstos

son la prueba del amor

y la prueba de sí mesmos.24

Si ellos no tienen más padre

que el amor, luego son ellos

sus más naturales hijos

y más legítimos deudos.25

Las demás demostraciones,

por más que finas las vemos,

pueden no mirar a amor,

sino a otros varios respectos.

Ellos solos se han con él

como la causa y efecto.

¿Hay celos? luego hay amor;

¿hay amor? luego habrá celos.

De la fiebre ardiente suya

son el delirio más cierto;

que, como están sin sentido,

publican lo más secreto.

El que no los siente, amando,

del indicio más pequeño,

en tranquilidad de tibio

goza bonanzas de necio:26

que asegurarse en las dichas

solamente puede hacerlo

la villana confianza

del propio merecimiento.

Bien sé que tal vez, furiosos,27

suelen pasar, desatentos,

a profanar de lo amado

osadamente el respeto;

mas no es esto esencia suya,

sino un accidente anexo

que tal vez los acompaña

y tal vez deja de hacerlo.28

Mas doy que siempre: aun debiera

el más soberano objeto,

por la prueba de lo fino,

perdonarles lo grosero.

Mas no es, vuelvo a repetir,

preciso que el pensamiento

pase a ofender del decoro

los sagrados privilegios.

Para tener celos basta

sólo el temor de tenerlos;

que ya está sintiendo el daño

quien está temiendo el riesgo.29

Temer yo que haya quien quiera

festejar a quien festejo,

aspirar a mi fortuna

y solicitar mi empleo,30

no es ofender lo que adoro;

antes, es un alto aprecio

de pensar que deben todos

adorar lo que yo quiero.

Y éste es un dolor preciso,

por más que divino el dueño

asegure en confianzas

prerrogativas de exento.31

Decir que éste no es cuidado

que llegue a desasosiego,

podrá decirlo la boca,

mas no comprobarlo el pecho.

Persuadirme a que es lisonja

amar lo que yo apetezco,

aprobarme la elección

y calificar mi empleo,32

a quien tal tiene a lisonja

nunca le falte este obsequio:

que yo juzgo que aquí sólo

son duros los lisonjeros;

pues sólo fuera, a poder

contenerse estos afectos

en la línea del aplauso

o en el coto del cortejo.

¿Pero quién con tal medida

les podrá tener el freno,

que no rompan, desbocados,

el alacrán del consejo?33

Y aunque ellos en sí no pasen

el término de lo cuerdo,

¿quién lo podrá persuadir

a quien los mira con miedo?

Aplaudir lo que yo estimo,

bien puede ser sin intento

segundo; mas ¿quién podrá

tener mis temores quedos?

Quien tiene enemigos, suelen

decir que no tenga sueño;

pues ¿cómo ha de sosegarse

el que los tiene tan ciertos?

Quien en frontera enemiga

descuidado ocupa el lecho,

sólo parece que quiere

ser, del contrario, trofeo.34

Aunque inaccesible sea

el blanco, si los flecheros

son muchos, ¿quién asegura

que alguno no tenga acierto?

Quien se alienta a competirme,

aun en menores empeños,

es un dogal que compone35

mis ahogos de su aliento.

Pues ¿qué será el que pretende

excederme los afectos,

mejorarme las finezas

y aventajar los deseos,

quien quiere usurpar mis dichas,

quien quiere ganarme el premio,

y quien en galas del alma

quiere quedar más bien puesto,

quien para su exaltación

procura mi abatimiento,

y quiere comprar sus glorias

a costa de mis desprecios,

quien pretende, con los suyos,

deslucir mis sentimientos,

que en los desaires del alma

es el más sensible duelo?

Al que este dolor no llega

al más reservado seno

del alma, apueste insensibles

competencias con el hielo.

La confianza ha de ser

con proporcionado medio:

que deje de ser modestia

sin pasar a ser despego.

El que es discreto, a quien ama

le ha de mostrar que el recelo

lo tiene en la voluntad

y no en el entendimiento.

Un desconfiar de sí

y un estar siempre temiendo

que podrá exceder al mío

cualquiera mérito ajeno;

un temer que la Fortuna

podrá, con airado ceño,

despojarme por indigno,

del favor que no merezco,

no sólo no ofende, antes

es el esmalte más bello

que a las joyas de lo fino

les puede dar lo discreto.

Y aunque algo exceda la queja,

nunca queda mal, supuesto

que es gala de lo sentido

exceder de lo modesto.

Lo atrevido en un celoso,

lo irracional y lo terco,

prueba es de amor que merece

la beca de su colegio.

Y aunque muestre que se ofende,

yo sé que por allá dentro

no le pesa a la más alta

de mirar tales extremos.

La más airada deidad

al celoso más grosero

le está aceptando servicios

los que riñe atrevimientos.

La que se queja oprimida

del natural más estrecho,

hace ostentación de amada

el que parece lamento.36

De la triunfante hermosura

tiran el carro soberbio

el desdichado, con quejas,

y el celoso, con despechos.

Uno de sus sacrificios

es este dolor acerbo,

y ella, ambiciosa, no quiere

nunca tener uno menos.37

¡Oh doctísimo Montoro,

asombro de nuestros tiempos,

injuria de los Virgilios,

afrenta de los Homeros!

Cuando de amor prescindiste

este inseparable afecto38

— precisión que sólo pudo

formarla tu entendimiento — ,

bien se ve que sólo fue

la empresa de tus talentos

el probar lo más difícil,

no persuadir a creerlo.39

Al modo que aquellos que

sutilmente defendieron

que de la nieve los ampos40

se visten de color negro,

de tu sutileza fue

airoso, galán empeño,

sofística bizarría

de tu soberano ingenio.

Probar lo que no es probable,

bien se ve que fue el intento

tuyo; porque lo evidente

probado se estaba ello.

Acudistes al partido41

que hallastes más indefenso

y a la opinión desvalida

ayudaste, caballero.42

Éste fue tu fin; y así,

debajo de este supuesto,

no es ésta ni puede ser

réplica de tu argumento,

sino sólo una obediencia

mandada de gusto ajeno,

cuya insinuación en mí

tiene fuerza de precepto.43

Confieso que de mejor

gana siguiera mi genio

el extravagante rumbo

de tu no hollado sendero.

Pero, sobre ser difícil,

inaccesible lo has hecho;

pues el mayor imposible

fuera ir en tu seguimiento.

Rumbo que estrenan las alas

de tu remontado vuelo,

aun determinado al daño,

no lo intentara un despecho.

La opinión que yo quería

seguir, seguiste primero;

dísteme celos, y tuve

la contraria con tenerlos.44

Con razón se reservó

tanto asunto a tanto ingenio;

que a fuerzas sólo de Atlante

fía la esfera su peso.45

Tenla, pues, que si consigues

persuadirla al universo,46

colgará el género humano

sus cadenas en tu templo.

No habrá quejosos de amor,

y en sus dulces prisioneros

serán las cadenas oro

y no dorados los hierros;

será la sospecha inútil,

estará ocioso el recelo,

desterraráse el indicio

y perderá el ser el miedo;

todo será dicha, todo

felicidad y contento,

todo venturas; y en fin,

pasará el mundo a ser cielo.

Deberánle los mortales

a tu valeroso esfuerzo

la más dulce libertad

del más duro cautiverio.

Mucho te deberán todos;

y yo, más que todos, debo

las discretas instrucciones

a las luces de tus versos.47

Dalos a la estampa por que

en caracteres eternos

viva tu nombre y con él

se extienda al común provecho.

3

Que resuelve con ingenuidad sobre [el] problema entre las instancias de la obligación y el afecto.

Supuesto, discurso mío,48

que gozáis en todo el orbe,

entre aplausos de entendido,

de agudo veneraciones,49

mostradlo en el duro empeño

en que mis ansias os ponen,

dando salida a mis dudas,

dando aliento a mis temores.

Empeño vuestro es el mío;

mirad que será desorden

ser en causa ajena, agudo,

y en la vuestra propia, torpe.

Ved que es querer que, las causas

con efectos desconformes,

nieves el fuego congele,

que la nieve llamas brote.

Manda la razón de estado

que, atendiendo a obligaciones,

las partes de Fabio olvide,

las prendas de Silvio adore;50

o que, al menos, si no puedo

vencer tan fuertes pasiones,

cenizas de disimulo

cubran amantes ardores:

que vano disfraz las juzgo,

pues harán, cuando más obren,

que no se mire la llama,

no que el ardor no se note.

¿Cómo podré yo mostrarme,

entre estas contradicciones,

a quien no quiero, de cera;

a quien adoro, de bronce?

¿Cómo el corazón podrá,

cómo sabrá el labio torpe

fingir halago, olvidando;

mentir, amando, rigores?51

¿Cómo sufrir, abatido

entre tan bajas ficciones,

que lo desmienta la boca

podrá un corazón tan noble?52

¿Y cómo podrá la boca,

cuando el corazón se enoje,

fingir cariños, faltando

quien le ministre razones?

¿Podrá mi noble altivez

consentir que mis acciones

de nieve y de fuego, sirvan

de ser fábula del orbe?53

Y yo doy que tanta dicha

tenga, que todos lo ignoren;

¿para pasar la vergüenza

no basta que a mí me conste?

Que aquesto es razón me dicen

los que la razón conocen;

pues ¿cómo la razón puede

forjarse de sinrazones?

¿Qué te costaba, Hado impío,

dar, al repartir tus dones,

o los méritos a Fabio

o a Silvio las perfecciones?54

Dicha y desdicha de entrambos

la suerte les descompone,

con que el uno su desdicha

y el otro su dicha ignore.

¿Quién ha visto que tan varia

la Fortuna se equivoque,

y que el dichoso padezca

por que el infelice goce?

No me convence el ejemplo

que en el Mongibelo ponen,55

que en él es natural gala

y en mí voluntad disforme;

y resistir el combate

de tan encontrados golpes,

no cabe en lo sensitivo

y puede sufrirlo un monte.

¡Oh vil arte, cuyas reglas

tanto a la razón se oponen,

que para que se ejecuten

es menester que se ignoren!

¿Qué hace en adorarme Silvio?

Cuando más fino blasone,

¿quererme es más que seguir

de su inclinación el norte?

Gustoso vive en su empleo

sin que disgustos le estorben.

¿Pues qué vence, si no vence

por mí sus inclinaciones?56

¿Qué víctima sacrifica,

qué incienso en mis aras pone,

si cambia sus rendimientos

al precio de mis favores?

Más hago yo, pues no hay duda

que hace finezas mayores,

que el que voluntario ruega,

quien violenta corresponde,

porque aquél sigue obediente

de su estrella el curso dócil,

y ésta contra la corriente

de su destino se opone.

Él es libre para amarme,

aunque a otra su amor provoque;

¿y no tendré yo la misma

libertad en mis acciones?

Si él resistirse no puede,

su incendio mi incendio abone.

Violencia que a él le sujeta

¿qué mucho que a mí me postre?

¿No es rigor, no es tiranía,

siendo iguales las pasiones,

no poder él reportarse

y querer que me reporte?57

Quererle porque él me quiere,

no es justo que amor se nombre;

que no ama quien para amar

el ser amado supone.

No es amor correspondencia;

causas tiene superiores:

que las concilian los astros

o la engendran perfecciones.58

Quien ama porque es querida,

sin otro impulso más noble,

desprecia el amante y ama

sus propias adoraciones.

Del humo del sacrificio

quiere los vanos honores,

sin mirar si al oferente

hay méritos que le adornen.

Ser potencia y ser objeto

a toda razón se opone,

porque era ejercer en sí

sus propias operaciones.59

A parte rei se distingue60

el objeto que conoce;

y lo amable, no lo amante,

es blanco de sus arpones.

Amor no busca la paga

de voluntades conformes,

que tan bajo interés fuera

indigna usura en los dioses.

No hay cualidad que en él pueda

imprimir alteraciones

del hielo de los desdenes,

del fuego de los favores.

Su ser es inaccesible

al discurso de los hombres,

que aunque el efecto se sienta,

la esencia no se conoce.

Y en fin, cuando en mi favor

no hubiera tantas razones,

mi voluntad es de Fabio;

Silvio y el mundo perdone.

4

Pide, con discreta piedad, al señor arzobispo de México el sacramento de la confirmación.

Ilustrísimo don Payo,61

amado prelado mío;

y advertid, señor, que es de

posesión el genitivo:62

que aunque ser tan propietaria

no os parezca muy bien visto,

si no lo tenéis a bien,

de mí está muy bien tenido.

Mío os llamo, tan sin riesgo,

que al eco de repetirlo,

tengo yo de los ratones

el convento todo limpio.63

Que ser liberal de vos,

cuando sois de amor tan digno,

es grande magnificencia

que hacia los otros envidio;

y yo, entre aquestos extremos,

confieso que más me inclino

a una avaricia amorosa

que a un pródigo desperdicio.64

¿Mas dónde, señor, me lleva

tan ciego el afecto mío,

que tan fuera del intento

mis afectos os explico?

¡Oh, qué linda copla hurtara,

para enhebrar aquí el hilo,

si no hubierais vos, señor,

a Pantaleón leído!65

Mas vamos, señor, al caso,

como Dios fuere servido.

Ya os asesto el memorial;66

quiera Dios que acierte el tiro:

Yo, señor (ya lo sabéis),

he pasado un tabardillo,

que me lo dio Dios, y que

Dios me lo haya recibido;67

donde con las critiquices

de sus términos impíos,

a ardor extraño cedía

débil el calor nativo.68

Los instrumentos vitales

cesaban ya en su ejercicio;

ocioso el copo en Laquesis,

el huso en Cloto baldío.

Átropos sola, inminente

con el golpe ejecutivo,

del frágil humano estambre

cercenaba el débil hilo.69

De aquella fatal tijera

sonaban a mis oídos,

opuestamente hermanados,

los inexorables filos.

En fin, vino Dios a verme;

y aunque es un susto muy fino

(lo que es para mí), mayor

el irlo a ver se me hizo.70

Esperaba la guadaña,

todo temor los sentidos,

todo confusión el alma,

todo inquietud el juicio.

Queriendo ajustar de priesa

lo que a espacio he cometido,

repasaba aquellas cuentas

que tan sin cuenta he corrido.

Y cuando pensé que ya,71

según quimeras de Ovidio,

embarcada en el Leteo

registraba los abismos,

del Can trifauce escuchaba

los resonantes ladridos,

benignos siempre al que llega,

duros siempre al fugitivo;

allí miraba penantes

los espíritus precitos,72

que el Orco, siempre tremendo,

pueblan de varios suspiros;

la Vejez, el Sueño, el Llanto,

que adornan el atrio impío,

miré, según elegante

nos lo describe Virgilio.

Cuál, el deleznable canto

sube por el monte altivo;

cuál, en la peña sentado,

hace el descanso suplicio;

a cuál, el manjar verdugo,

para darle más castigo,

provocándole el deseo,

le burlaba el apetito;

cuál, de una ave carnicera

al imperio sometido,

inacabable alimento

es de insaciable ministro;

las atrevidas hermanas,

en pena del homicidio,

con vano afán intentaban

agotar el lago Estigio.

Otras mil sombras miraba

con exquisitos martirios;

y a mejor librar, señor,

pisaba Campos Elíseos.

Pero, según las verdades73

que con la fe recibimos,

miraba del purgatorio

el duro asignado sitio.

De la divina justicia

admiraba allí lo activo,

que ella solamente suple

cordel, verdugo y cuchillos;

lastimábame el rigor

con que los fieros ministros

atormentaban las almas,

duramente vengativos;

miraba la proporción

de tormentos exquisitos,74

con que se purgan las deudas

con orden distributivo;

miraba cómo hacer sabe

de las penas lo intensivo,

desmentido ras del tiempo,

juzgar los instantes siglos.75

Y volviendo de mis culpas

a hacer la cuenta conmigo,

hallé que ninguna pena

les sobraba a mis delitos;76

antes bien, para mis culpas,

dignas de eterno suplicio,

por temporales pudieran77

parecerles paraíso.

Aquí, sin aliento el alma,

aquí, desmayado el brío,

el perdón, que no merezco,

pedí con mentales gritos.

El Dios de piedad, entonces,

aquel Criador infinito

cuya voluntad fecunda

todo de nada lo hizo,

concediéndose a los ruegos

y a los piadosos suspiros,

o lo que es más, de su cuerpo

al sagrado sacrificio,78

del violento ardiente azote

alzó piadoso el castigo,

que movió como recuerdo79

y conozco beneficio;

y con aquel vital soplo,

con aquel aliento vivo,

dio segunda vida a este

casi inanimado limo.

En efecto, quedo ya

mejor, a vuestro servicio,

con más salud que merezco,

más buena que nunca he sido.

Diréis que por qué os refiero

accidentes tan prolijos,

y me pongo a contar males

cuando bienes solicito.

No voy muy descaminada;

escuchad, señor, os pido:

que en escuchar un informe

consiste un recto juicio.

Sabed que cuando yo estaba

entre aquellos parasismos80

y últimos casi desmayos

que os tengo ya referido,

me daba gran desconsuelo

ver que a tan largo camino,

sin todos mis sacramentos

fuese en años tan crecidos.

Que ya vos sabéis que aquel

que se le sigue al bautismo,

me falta (con perdón vuestro,

que me corro de decirlo).81

Porque como a los señores

mexicanos arzobispos

viene tan a espacio el palio,

con tanta prisa pedido;

viendo que de él carecían

iguales, grandes y chicos,

cada uno trató en la fe

de confirmarse a sí mismo.

Y así, señor (no os enoje),

humildemente os suplico

me asentéis muy bien la mano;

mirad que lo necesito.

Sacudidme un bofetón

de esos sagrados armiños,

que me resuene en el alma

la gracia de su sonido;

dadme, por un solo Dios,

el sacramento que os pido;

y si no queréis por solo,

dádmelo por uno y trino;82

mirad que es, de no tenerlo,

mi sentimiento tan vivo,

que de no estar confirmada

pienso que me desbautizo.

No os pido que vengáis luego,

que eso fuera desatino

que con razón mereciera

vuestro enojo y mi castigo:

que bien sé que ocupaciones

de negocios más precisos

os usurpan del descanso

el más necesario alivio;

sino que, pues de elecciones

casi está el tiempo cumplido,

entonces, señor, hagáis

dos mandatos de un avío.83

Así, príncipe preclaro,

vuestros méritos altivos

adorne gloriosamente

el cayado pontificio.84

Si yo os viera padre santo,

tener, sacro vice-Cristo,

del universal rebaño

el soberano dominio,

diera saltos de contento,

aunque éste es un regocijo

de maromero, que ha hecho

señal de placer los brincos.

Fuera a veros al instante:

que, aunque encerrada me miro,

con las llaves de san Pedro

no nos faltara postigo.

Y así, no penséis, señor,

que de estimaros me olvido

las licencias que en mi achaque

concedisteis tan propicio:

que a tan divinos favores,

con mi propia sangre escritos,

les doy, grabados en él,

el corazón por archivo.

Perdonad que, con el gusto

de que os hablo, no he advertido

que habréis para otros negocios

menester vuestros oídos.

Y a Dios, que os guarde, señor,

mientras al mismo le pido

que os ponga en el pie una cruz

de las muchas del oficio.85

5

Puro amor, que, ausente y sin deseo de indecencias, puede sentir lo que el más profano.

Lo atrevido de un pincel,

Filis, dio a mi pluma alientos:

que tan gloriosa desgracia

más causa ánimo que miedo.86

Logros de errar por tu causa

fue de mi ambición el cebo;

donde es el riesgo apreciable

¿qué tanto valdrá el acierto?

Permite, pues, a mi pluma

segundo arriesgado vuelo,

pues no es el primer delito

que le disculpa el ejemplo.

Permite escale tu alcázar

mi gigante atrevimiento

(que a quien tanta esfera bruma,

no extrañará el Lilibeo),87

pues ya al pincel permitiste

querer trasladar tu cielo,88

en el que, siendo borrón,

quiere pasar por bosquejo.

¡Oh temeridad humana!

¿Por qué los rayos de Febo,

que aún se niegan a la vista,

quieres trasladar al lienzo?89

¿De qué le sirve al Sol mismo

tanta prevención de fuego,

si a refrenar osadías

aun no bastan sus consejos?90

¿De qué sirve que, a la vista

hermosamente severo,

ni aun con la costa del llanto

deje gozar sus reflejos,91

si, locamente la mano,

si atrevido el pensamiento,

copia la luciente forma,

cuenta los átomos bellos?

Pues ¿qué diré, si el delito

pasa a ofender el respeto

de un sol que llamarlo sol

es lisonja del Sol mesmo?92

De ti, peregrina Filis,93

cuyo divino sujeto

se dio por merced al mundo,

se dio por ventaja al cielo:

en cuyas divinas aras

ni sudor arde sabeo,

ni sangre se efunde humana,

ni bruto se corta cuello,94

pues del mismo corazón

los combatientes deseos

son holocausto poluto,95

son materiales afectos,

y solamente del alma

en religiosos incendios,

arde sacrificio puro

de adoración y silencio.

Éste venera tu culto,

éste perfuma tu templo;

que la petición es culpa

y temeridad el ruego.

Pues alentar esperanzas,

alegar merecimientos,

solicitar posesiones,

sentir sospechas y celos,

es de bellezas vulgares

indigno, bajo trofeo,

que en pretender ser vencidas

quieren fundar vencimientos.

Mal se acreditan deidades

con la paga; pues es cierto

que a quien el servicio paga,

no se debió el rendimiento.

¡Qué distinta adoración

se te debe a ti, pues siendo

indignos aun del castigo,

mal aspiraran al premio!96

Yo, pues, mi adorada Filis,

que tu deidad reverencio,

que tu desdén idolatro

y que tu rigor venero:

bien así, como la simple

amante que, en tornos ciegos,

es despojo de la llama

por tocar el lucimiento;97

como el niño que, inocente,

aplica incauto los dedos

a la cuchilla, engañado

del resplandor del acero,

y herida la tierna mano,

aún sin conocer el yerro,

más que el dolor de la herida

siente apartarse del reo;98

cual la enamorada Clicie

que, al rubio amante siguiendo,

siendo padre de las luces,

quiere enseñarle ardimientos;99

como a lo cóncavo el aire,

como a la materia el fuego,

como a su centro las peñas,

como a su fin los intentos;

bien como todas las cosas

naturales, que el deseo

de conservarse, las une

amante en lazos estrechos…

Pero ¿para qué es cansarse?

Como a ti, Filis, te quiero;

que en lo que mereces, éste

es solo encarecimiento.100

Ser mujer, ni estar ausente,

no es de amarte impedimento,

pues sabes tú que las almas

distancia ignoran y sexo.

Demás, que al natural orden

sólo le guardan los fueros

las comunes hermosuras,

siguiendo el común gobierno.101

No la tuya que, gozando

imperiales privilegios,

naciste prodigio hermoso

con exenciones de regio:

cuya poderosa mano,

cuyo inevitable esfuerzo,

para dominar las almas

empuñó el hermoso cetro.

Recibe un alma rendida,

cuyo estudioso desvelo102

quisiera multiplicarla

por sólo aumentar tu imperio.

Que no es fineza, conozco,

darte lo que es de derecho

tuyo; más llámola mía

para dártela de nuevo.103

Que es industria de mi amor

negarte, tal vez, el feudo,

para que al cobrarlo, dobles

los triunfos, si no los reinos.

¡Oh, quién pudiera rendirte,

no las riquezas de Creso104

(que materiales tesoros

son indignos de tal dueño),

sino cuantas almas libres,

cuantos arrogantes pechos,

en fe de no conocerte

viven de tu yugo exentos!;

que quiso próvido Amor

el daño evitar, discreto,

de que en cenizas tus ojos

resuelvan el universo.105

Mas ¡oh libres desdichados,

todos los que ignoran, necios,

de tus divinos hechizos

el saludable veneno!:

que han podido tus milagros,

el orden controvirtiendo,

hacer el dolor amable

y hacer glorioso el tormento.

Y si un filósofo, sólo

por ver al señor de Delo,

del trabajo de la vida

se daba por satisfecho,106

¡con cuánta más razón yo

pagará al ver tus portentos,

no sólo a afanes de vida,

pero de la muerte a precio!

Si crédito no me das,

dalo a tus merecimientos;

que es, si registras la causa,

preciso hallar el efecto.

¿Puedo yo dejar de amarte,

si tan divina te advierto?

¿Hay causa sin producir?

¿Hay potencia sin objeto?

Pues siendo tú el más hermoso,

grande, soberano exceso

que ha visto en círculos tantos

el verde torno del Tiempo,107

¿para qué mi amor te vio?

¿Por qué mi fe te encarezco,

cuando es cada prenda tuya

firma de mi cautiverio?

Vuelve a ti misma los ojos

y hallarás, en ti y en ellos,

no sólo el amor posible,

más preciso el rendimiento,

entre tanto que el cuidado,

en contemplarte suspenso,

que vivo asegura, sólo

en fe de que por ti muero.

6

Romance que escribe a la excelentísima señora condesa de Paredes, excusándose de enviar un libro de música; y muestra cuán eminente era en esta arte, como lo prueba en las demás.

Después de estimar mi amor,

excelsa, bella María,

el que en la divina vuestra

conservéis memorias mías;

después de haber admirado

que, en vuestra soberanía,

no borrada, de mi amor

se mantenga la noticia,

paso a daros la razón

que a no obedecer me obliga

vuestro precepto, si es que hay

para esto disculpa digna.

De la música un cuaderno

pedís, y es cosa precisa

que me haga a mí disonancia

que me pidáis armonías.108

¿A mí, señora, conciertos,

cuando yo en toda mi vida

no he hecho cosa que merezca

sonarme bien a mí misma?

¿Yo, arte de composiciones,109

reglas, caracteres, cifras,

proporciones, cuantidades,

intervalos, puntos, líneas,

quebrándome la cabeza

sobre cómo son las sismas,

si son cabales las comas,

en qué el tono se divida;

si el semitono incantable

en número impar estriba,

a Pitágoras sobre esto110

revolviendo las cenizas;

si el diatesarón ser debe

por consonancia tenida,

citando una extravagante

en que el papa Juan lo afirma;111

si el temple en un instrumento,

al hacerlo, necesita

de hacer participación

de una coma que hay perdida;

si el punto de alteración

a la segunda se inclina,

más por que ayude a la letra

que por que a las notas sirva;

si el modo mayor perfecto

en la máxima consista,

y si el menor toca al longo;

cuál es altera y cuál tripla;

si la imperfección que causa

a una nota, otra más chica,

es total, o si es parcial,

esencial o advenediza;

si la voz que, como vemos,

es cuantidad sucesiva,

valga sólo aquel respecto

con que una voz de otra dista;

si el diapasón y el diapente

el ser perfectos, consista

en que ni menos ni más

su composición admita;

si la tinta es a las notas

quien todo el valor les quita,

siendo así que muchas hay

que les da valor la tinta;112

lo que el armónico medio

de sus dos extremos dista,

y del geométrico en qué,

y aritmético, distinga;

si a dos mensuras es toda

la música reducida,

la una que mide la voz

y la otra que el tiempo mida;

si la que toca a la voz,

o ya intensa, o ya remisa,

subiendo o bajando, el canto

llano sólo la ejercita,

más la exterior, que le toca

al tiempo en que es proferida,

mide el compás, y a las notas

varios valores asigna;

si la proporción que hay

del ut al re no es la misma113

que del re al mí, ni el fa sol

lo mismo que el sol la dista:

que aunque es cantidad tan tenue

que apenas es percibida,

sesquioctava o sesquinona

son proporciones distintas;

si la enarmónica ser

a práctica reducida

puede, o si se queda en ser

cognición intelectiva;

si lo cromático el nombre

de los colores reciba

de las teclas, o lo vario

de las voces añadidas?

Y en fin, andar recogiendo

las inmensas baratijas

de calderones, guiones,

claves, reglas, puntos, cifras,

pide otra capacidad114

mucho mayor que la mía,

que aspire en las catedrales

a gobernar las capillas.115

Y más si es porque en él, la

bella doña Petronila

a la música, en su voz,

nueva añada melodía.116

¿Enseñar música a un ángel?

¿Quién habrá que no se ría

de que la rudeza humana

las inteligencias rija?117

Mas si he de hablar la verdad,

es lo que yo, algunos días,

por divertir mis tristezas

di en tener esa manía,

y empecé a hacer un tratado

para ver si reducía

a mayor facilidad

las reglas que andan escritas.

En él, si mal no me acuerdo,

me parece que decía

que es una línea espiral,

no un círculo, la armonía;

y por razón de su forma

revuelta sobre sí misma,

le intitulé Caracol,

porque esa revuelta hacía.

Pero éste está tan informe,

que no sólo es cosa indigna

de vuestras manos, más juzgo

que aún le desechan las mías.

Por esto no os lo remito;

más como el Cielo permita

a mi salud más alientos

y algún espacio a mi vida,

yo procuraré enmendarle,

por que teniendo la dicha

de ponerse a vuestros pies,

me cause gloriosa envidia.

De don Martín y don Pedro118

no podéis culpar de omisas

las diligencias, que juzgo

que aun excedieron de activas.

Y mandadme; que no siempre

ha de ser tal mi desdicha,

que queriendo obedeceros,

con querer no lo consiga.

Y al gran marqués, mi señor,

le diréis, de parte mía,

que aun en tan muertas distancias119

conservo memorias vivas;

que no olvido de su mano

sus mercedes recibidas:

que no son ingratos todos

los que, al parecer, se olvidan;

que si no se lo repito,

es por la razón ya dicha

de excusar que lo molesta

ostente lo agradecida;

que no le escribo porque,

siendo alhaja tan baldía

la de mis letras, no intento

que de embarazo le sirva;

que el carácter de crecer120

el número a su familia,

le tengo impreso en el alma

si no sale a las mejillas;

y que ya que mi desgracia

de estar a sus pies me priva,

le serviré en pedir sólo

a Dios la vuestra y su vida.

7

Con ocasión de celebrar el primer año que cumplió el hijo del señor virrey, le pide a su Excelencia indulto para un reo.

Gran marqués de la Laguna,

de Paredes conde excelso,

que en la cuna reducís

lo máximo a lo pequeño;121

fondo diamante, que arroja122

tantos esplendores regios,

que en poca cantidad cifra

el valor de muchos reinos:

yo, señor, una criada

que sabréis, andando el tiempo

y andando vos, desde ahora

para entonces os prevengo

que sepáis que os quise tanto

antes de ser, que primero

que de vuestra bella madre,

nacisteis de mi concepto,123

y que le hice a Dios por vos

tantas plegarias y ruegos,

que a cansarse el Cielo, juzgo

que hubiera cansado al Cielo.

¡Cuánto deseé el que salierais

de ser mental compañero

de las criaturas posibles

que ni serán, son, ni fueron!

Ana, por Samuel, no hizo

más visajes en el templo,

dando qué pensar a Elí,

que los que por vos he hecho.124

No dejé santo ni santa

de quien con piedad creemos

que de impetrar sucesiones

obtienen el privilegio,

que no hiciera intercesora,

que no hiciera medianero,

por que os sacase de idea

al ser, el Poder Supremo.

Salistes, en fin, a luz,125

con aparato tan bello,

que en vuestra fábrica hermosa

se ostentó el saber inmenso.

Pasóse aquella agonía,

y sucedióle al deseo

(que era de teneros antes)

el cuidado de teneros.

Entró con la posesión

el gusto, y al mismo tiempo

el desvelo de guardaros

y el temor de no perderos.126

¡Oh, cuántas veces, señor,

de experiencia conocemos

que es más dicha una carencia

que una posesión con riesgo!

Dígolo porque, en los sustos

que me habéis dado y los miedos,

bien puedo decir que tanto

cómo me costáis, os quiero.

¡Cuántas veces ha pendido

de lo débil de un cabello,

de vuestra vida, mi vida,

de vuestro aliento, mi aliento!

¿Qué achaque habéis padecido,

que no sonase, aun primero

que en vuestra salud el golpe,

en mi corazón el eco?

El dolor de vuestra madre,

de vuestro padre el desvelo,

el mal que pasabais vos

y el cariño que yo os tengo,

todo era un cúmulo en mí

de dolor, siendo mi pecho

de tan dolorosas líneas

el atormentado centro.

En fin, ya, gracias a Dios,

habemos llegado al puerto,127

pasando vuestra edad todo

el océano del cielo.

Ya habéis visto doce signos,

y en todos, Alcides nuevo,

vencido doce trabajos

de tantos temperamentos.128

Ya, hijo luciente del Sol,

llevando el carro de Febo,

sabéis a Flegón y Etonte

regir los fogosos frenos.129

Ya al León dejáis vencido,

ya al Toro dejáis sujeto,

ya al Cáncer sin la ponzoña

y al Escorpión sin veneno,

sin flechas al Sagitario,

hollando de Aries el cuello;

a Géminis, envidioso,

y a Acuario dejáis sediento;

enamorada a la Virgen,

a los Peces dejáis presos;

al Capricornio, rendido,

y a Libra, inclinado el peso.

Ya habéis experimentado

la variedad de los tiempos

que divide en cuatro partes

la trepidación del cielo:130

florida a la Primavera,

al Estío macilento,

con su sazón al Otoño

y con su escarcha al Invierno.

Ya sabéis lo que es vivir:

pues, dado un círculo entero

a vuestra dichosa edad,

quien hace un año, hará ciento.131

Ya, en fin, de vuestro natal…132

¿Natal dije? ¡Qué gran yerro!

¡Que este término me roce

las cuerdas del instrumento!

Pero habiendo de ser años,

¿qué término encontrar puedo

que no sea años, edad,

natalicio, o nacimiento?

Perdonad, señor, y al caso

un chiste contaros quiero;

que a bien que todas las coplas

son una cosa de cuento.

Predicaba un cierto quídam133

los sermones de san Pedro

muchos años, y así casi

siempre decía uno mesmo;

murmoróle el auditorio

lo rozado en los conceptos;

y avisóselo un amigo

con caritativo celo,

y él respondió: “Yo mudar

discurso ni asunto puedo,

mientras nuestra Madre Iglesia

no me mude el evangelio”.

Éste es el cuento, que puede

ser que gustéis de saberlo;

y si no os agrada, dadlo

por no dicho y por no hecho.

Lo que agora nos importa

es, fresco pimpollo tierno,

que viváis largo y tendido

y que crezcáis bien y recio;

que les deis a vuestros padres

la felicidad de veros

hecho unión de sus dos almas,

bisagra de sus dos pechos;

que se goce vuestra madre

de ser, en vuestros progresos,

la Leto de tal Apolo,134

de tal Cupido la Venus;

que deis sucesión dichosa,

a quien sirvan los imperios,

a quien busquen las coronas,

a quien aclamen los cetros;

que mandéis en la Fortuna,

siendo, en sus opuestos ceños,

el móvil de vuestro arbitrio

el eje de su gobierno.135

Creced Adonis y Marte,

siendo, en belleza y esfuerzo,136

de la corte y la campaña

el escudo y el espejo.

Y pues es el fausto día,

que se cumple el año vuestro,

de dar perdón al convicto

y dar libertad al preso,

dad la vida a Benavides,137

que aunque sus delitos veo,

tiene parces vuestro día138

para mayores excesos.

A no haber qué perdonar,

la piedad que ostenta el Cielo

ocioso atributo fuera,

o impracticable a lo menos.

A Herodes en este día

pidió una mujer, por premio,

que al sagrado precursor

cortase el divino cuello:139

fue la petición del odio,

de la venganza el deseo,

y ejecutó la crueldad

de la malicia el precepto.

Vos sois príncipe cristiano,

y yo, por mi estado, debo

pediros lo más benigno

y vos no usar lo sangriento.

Muerte puede dar cualquiera;

vida, sólo puede hacerlo

Dios: luego sólo con darla

podéis a Dios pareceros:

que no es razón que, en el día

genial de vuestros obsequios,

queden manchadas las aras

ni quede violado el templo.140

Y a Dios, que os guarde, señor;

que el decir que os guarde, creo

que para con Dios y vos

es petición y es requiebro.

8

Aplaude lo mismo que la Fama en la sabiduría sin par de la señora doña María de Guadalupe Alencastre, la única maravilla de nuestros siglos.

Grande duquesa de Aveiro,

cuyas soberanas partes141

informa cavado el bronce,

publica esculpido el jaspe;

alto honor de Portugal,

pues le dan mayor realce

vuestras prendas generosas

que no sus quinas reales;142

vos, que esmaltáis de valor

el oro de vuestra sangre,

y, siendo tan fino el oro,

son mejores los esmaltes;

Venus del mar lusitano,

digna de ser bella madre

de Amor, más que la que a Chipre

debió cuna de cristales;143

gran Minerva de Lisboa,

mejor que la que, triunfante

de Neptuno, impuso a Atenas

sus insignias literales;144

digna sólo de obtener

el áureo pomo flamante

que dio a Venus tantas glorias

como infortunios a Paris;145

cifra de las nueve Musas,146

cuya pluma es admirable

arcaduz, por quien respiran147

sus nueve acentos suaves;

claro honor de las mujeres,

de los hombres docto ultraje,

que probáis que no es el sexo

de la inteligencia parte;

primogénita de Apolo,

que de sus rayos solares

gozando las plenitudes,

mostráis las actividades;

presidenta del Parnaso,

cuyos medidos compases

hacen señal a las Musas

a que entonen o que pausen;

clara Sibila española,148

más docta y más elegante

que las que en diversas tierras

veneraron las edades;

alto asunto de la Fama,

para quien hace que afanes

del martillo de Vulcano149

nuevos clarines os labren:

Oíd una Musa que,

desde donde fulminante

a la Tórrida da el sol150

rayos perpendiculares,

al eco de vuestro nombre,

que llega a lo más distante,

medias sílabas responde

desde sus concavidades,

y al imán de vuestras prendas,

que lo más remoto atrae,

con amorosa violencia

obedece, acero fácil.

Desde la América enciendo

aromas a vuestra imagen,

y en este apartado polo

templo os erijo y altares.

Desinteresada os busco:

que el afecto que os aplaude

es aplauso a lo entendido

y no lisonja a lo grande.151

Porque ¿para qué, señora,

en distancia tan notable

habrán vuestras altiveces

menester mis humildades?

Yo no he menester de vos

que vuestro favor me alcance

favores en el Consejo

ni amparo en los tribunales;

ni que acomodéis mis deudos,

ni que amparéis mi linaje,

ni que mi alimento sean

vuestras liberalidades.152

Que yo, señora, nací

en la América abundante,

compatriota del oro,

paisana de los metales,

adonde el común sustento

se da casi tan de balde,

que en ninguna parte más

se ostenta la tierra madre.

De la común maldición

libres parece que nacen

sus hijos, según el pan

no cuesta al sudor afanes.153

Europa mejor lo diga,

pues ha tanto que, insaciable,

de sus abundantes venas

desangra los minerales,

y cuantos el dulce lotos

de sus riquezas les hace

olvidar los propios nidos,

despreciar los patrios lares,154

pues entre cuantos la han visto,

se ve con claras señales

voluntad en los que quedan

y violencia en los que parten.155

Demás de que, en el estado

que Dios fue servido darme,

sus riquezas solamente

sirven para despreciarse:156

que para volar segura

de la religión la nave,

ha de ser la carga poca

y muy crecido el velamen;157

porque si algún contrapeso

pide para asegurarse,

de humildad, no de riquezas,

ha menester hacer lastre.

Pues ¿de qué cargar sirviera

de riquezas temporales,

si en llegando la tormenta

era preciso alijarse?158

Conque por cualquiera de estas

razones, pues es bastante

cualquiera, estoy de pediros

inhibida por dos partes.

¿Pero adónde de mi patria

la dulce afición me hace

remontarme del asunto

y del intento alejarme?

Vuelva otra vez, gran señora,

el discurso a recobrarse,

y del hilo del discurso

los dos rotos cabos ate.

Digo, pues, que no es mi intento,

señora, más que postrarme

a vuestras plantas, que beso

a pesar de tantos mares.

La siempre divina Lisi,159

aquella en cuyo semblante

ríe el día, que obscurece

a los días naturales;

mi señora la condesa

de Paredes (aquí calle

mi voz, que dicho su nombre

no hay alabanzas capaces);

ésta, pues, cuyos favores

grabados en el diamante

del alma, como su efigie,

vivirán en mí inmortales,

me dilató las noticias

ya antes dadas de los padres

misioneros, que pregonan160

vuestras cristianas piedades,

publicando cómo sois

quien con celo infatigable

solicita que los triunfos

de nuestra fe se dilaten.

Ésta, pues, que sobre bella,

ya sabéis que en su lenguaje

vierte flores Amaltea161

y destila Amor panales,

me informó de vuestras prendas,

como son y como sabe,

siendo sólo tanto Homero

a tanto Aquiles bastante.162

Sólo en su boca el asunto

pudiera desempeñarse,

que de un ángel sólo puede

ser coronista otro ángel.

A la vuestra, su hermosura

alaba, porque envidiarse

se concede en las bellezas

y desdice en las deidades.

Yo, pues, con esto movida

de un impulso dominante,

de resistir imposible

y de ejecutar no fácil,

con pluma en tinta, no en cera,

en alas de papel frágil