Poemas y Sonetos - Sor Juana Inés de la Cruz - E-Book

Poemas y Sonetos E-Book

Sor Juana Inés de la Cruz

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Beschreibung

Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) fue una religiosa y escritora mexicana, autora de una literatura barroca de altísima factura, que le dio prestigio y reconocimiento tanto en la alta sociedad novohispana como española. Se le considera una de las máximas exponentes del siglo de oro español.

"Poemas y Sonetos" es una recopilación de sus mejores creaciones.

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Tabla de contenidos

POEMAS Y SONETOS

Amor inoportuno

Ante la ausencia

Cogióme sin prevención

En que satisface un recelo con la retórica del llanto

Día de Comunión

Dime vencedor rapaz

Envía una rosa a la virreina

Este amoroso tormento

Estos versos, lector mío

Excusándose

Expresa los efectos

Finjamos que soy feliz

Letras para cantar

Nacimiento de Cristo

Oración traducida del Latín

Primero sueño

Pues estoy condenada

Redondillas

Sentimientos de ausente

Teme que su afecto

Ya que para despedirme

A su retrato - Soneto CXLV

A una Rosa

Al que ingrato me deja, busco amante…

Detente sombra

Esta tarde, mi bien

Feliciano me adora y le aborrezco

Insinua su aversion a los vicios

La sentencia de Justo

Verde embeleso

POEMAS Y SONETOS

Sor Juana Inés de la Cruz

Amor inoportuno

Dos dudas en que escoger Tengo, y no se a cual prefiera, Pues vos sentís que no quiera Y yo sintiera querer.

Con que si a cualquiera lado Quiero inclinarme, es forzoso Quedando el uno gustoso Que otro quede disgustado.

Si daros gusto me ordena La obligación, es injusto Que por daros a vos gusto Haya yo de tener pena.

Y no juzgo que habrá quien Apruebe sentencia tal, Como que me trate mal Por trataros a vos bien.

Mas por otra parte siento Que es también mucho rigor Que lo que os debo en amor Pague en aborrecimiento.

Y aun irracional parece Este rigor, pues se infiere, Si aborrezco a quien me quiere ¿qué haré con quien aborrezco?

No se como despacharos, Pues hallo al determinarme Que amaros es disgustarme Y no amaros disgustaros;

Pero dar un medio justo En estas dudas pretendo, Pues no queriendo, os ofendo, Y queriéndoos me disgusto.

Y sea esta la sentencia, Porque no os podáis quejar, Que entre aborrecer y amar Se parta la diferencia,

De modo que entre el rigor Y el llegar a querer bien, Ni vos encontréis desdén Ni yo pueda encontrar amor.

Esto el discurso aconseja, Pues con esta conveniencia Ni yo quedo con violencia Ni vos os partís con queja.

Y que estaremos infiero Gustosos con lo que ofrezco; Vos de ver que no aborrezco, Yo de saber que no quiero.

Sólo este medio es bastante A ajustarnos, si os contenta, Que vos me logréis atenta Sin que yo pase a lo amante,

Y así quedo en mi entender Esta vez bien con los dos; Con agradecer, con vos; Conmigo, con no querer.

Que aunque a nadie llega a darse En este gusto cumplido, Ver que es igual el partido Servirá de resignarse.

Ante la ausencia

Divino dueño mío, si al tiempo de partirme tiene mi amante pecho alientos de quejarse, oye mis penas, mira mis males.

Aliéntese el dolor, si puede lamentarse, y a la vista de perderte mi corazón exhale llanto a la tierra, quejas al aire.

Apenas tus favores quisieron coronarme, dichoso más que todos, felices como nadie, cuando los gustos fueron pesares.

Sin duda el ser dichoso es la culpa más grave, pues mi fortuna adversa dispone que la pague con que a mis ojos tus luces falten,

¡Ay, dura ley de ausencia! ¿quién podrá derogarte, si a donde yo no quiero me llevas, sin llevarme, con alma muerta, vivo cadáver?

¿Será de tus favores sólo el corazón cárcel por ser aun el silencio si quiero que los guarde, custodio indigno, sigilo frágil?

Y puesto que me ausento, por el último vale te prometo rendido mi amor y fe constante, siempre quererte, nunca olvidarte

Cogióme sin prevención

Cogióme sin prevención Amor, astuto y tirano: con capa de cortesano se me entró en el corazón. Descuidada la razón y sin armas los sentidos, dieron puerta inadvertidos; y él, por lograr sus enojos, mientras suspendió los ojos me salteó los oídos.

Disfrazado entró y mañoso; mas ya que dentro se vio del Paladión, salió de aquel disfraz engañoso; y, con ánimo furioso, tomando las armas luego, se descubrió astuto Griego que, iras brotando y furores, matando los defensores, puso a toda el Alma fuego.

Y buscando sus violencias en ella al príamo fuerte, dio al Entendimiento muerte, que era Rey de las potencias; y sin hacer diferencias de real o plebeya grey, haciendo general ley murieron a sus puñales los discursos racionales porque eran hijos del Rey.

A Casandra su fiereza buscó, y con modos tiranos, ató a la Razón las manos, que era del Alma princesa. En prisiones su belleza de soldados atrevidos, lamenta los no creídos desastres que adivinó, pues por más voces que dio no la oyeron los sentidos.

Todo el palacio abrasado se ve, todo destruido; Deifobo allí mal herido, aquí Paris maltratado. Prende también su cuidado la modestia en Polixena; y en medio de tanta pena, tanta muerte y confusión, a la ilícita afición sólo reserva en Elena.