Poesías III - Juan Meléndez Valdés - E-Book

Poesías III E-Book

Juan Meléndez Valdés

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Beschreibung

El tercer tomo de la colección completa de poesía de Juan Melendez Valdés, recogida en 1820. Se puede contemplar la propia biografía del autor leyendo sus poemas. En este tomo, su producción se vuelve menos campestre y amorosa: se acerca más a las elegías morales y filosóficas de sus maestros. Hay también una epicidad y una emoción profundas, ausentes en sus primeras producciones.

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Seitenzahl: 187

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Juan Meléndez Valdés

Poesías III

 

Saga

Poesías III

 

Copyright © 1811, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726793840

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Silvas

Si te digna manet divini gloria ruris.

Virg.

Silva I

A las musas

Perdón, amables Musas; ya rendido

Vuelvo a implorar vuestro favor:

el fuego Gratas me dad con que cantaba un día,

Mis ansias de amor ciego,

O de la ninfa mía 5

Las dulces burlas, el desdén fingido,

Y aquel huir para rendirse luego.

El entusiasmo ardiente

Dadme, en que ya pintaba

La florida beldad del fresco prado, 10

La calma ya en que, el ánimo embargaba

El escuadrón fulgente,

Que en la noche serena

El ancho cielo de diamantes llena;

Deslizándose en tanto fugitivas 15

Las horas, y la cándida mañana

Sembrando el paso de arrebol y grana

A Febo luminoso.

¡Ah Musas! ¡qué gozoso

Las canciones festivas 20

De las aves siguiera,

Saludando su luz el labio mío!

Hora mirando el plateado río

Sesgar ondisonante en la ladera,

Hora en la siesta ardiente, 25

Baxo la sombra hojosa

De algún árbol copado,

Al raudal puro de risueña fuente,

Gozando en paz el soplo regalado

Del manso viento en las volubles ramas. 30

Ni allí loca ambición en peligrosos

Falaces sueños embriagó el deseo,

Ni sus voraces llamas

Sopló en el corazón el odio insano;

O en medio de desvelos congojosos 35

Insomne se azoró la vil codicia,

Cubriendo su oro con la yerta mano.

Miró el más alto empleo

El alma sin envidia; los umbrales

Del magnate ignoró, y a la malicia 40

Jamás expuso su veraz franqueza.

De rústicos zagales

La inocente llaneza

Y sus sencillos juegos y alegría,

De cuidados exento 45

Venturoso gozé, y el alma mía

Entró a la parte en su hermanal contento,

La hermosa juventud me sonreía,

Y de fugaces flores

Ornaba entonces mis tranquilas sienes, 50

Mientras el ardiente Baco me brindaba

Con sus dulces favores;

Y de natura al maternal acento

El corazón sensible,

En calma bonancible, 55

Y en común gozo y en comunes bienes

De eterna bienandanza me saciaba.

¡Días alegres, de esperanza henchidos

De ventura inmortal! ¡amables juegos

De la niñez! ¡memoria, 60

Grata memoria de los dulces fuegos

De amor! ¿dónde sois idos?

¿Decidme, Musas, quién ajó su gloria?

Huyó niñez con ignorado vuelo,

Y en el abismo hundió de lo pasado 65

El risueño placer. ¡Desventurado!

En ruego inútil importuno al cielo,

Y que torne le imploro

La amable inexperiencia, la alegría,

El ingenuo candor, la paz dichosa. 70

Que ornaron ¡ay! mi primavera hermosa;

Mas nada alcanzo con mi amargo lloro.

La edad, la triste edad del alma mía

Lanzó tan hechicera

Magia, y a mil cuidados 75

Me condenó por siempre en faz severa.

Crudo decreto de malignos hados

Dióme de Témis la inflexible vara;

Y que mi blando pecho

Los yerros castigara 80

Del delinqüente, pero hermano mío,

Astrea me ordenó: mi alegre frente

De torvo ceño obscureció inclemente,

Y de lúgubres ropas me vistiera

Yo mudo, mas deshecho 85

En llanto triste, su decreto impío

Obedecí temblando;

Y subí al solio, y de la acerba diosa

Las leyes pronuncié con voz medrosa.

¡O! ¡quien entonces el poder tuviera, 90

Musas, de resistir! ¡quién me volviese

Mi obscura medianía,

El deleyte el reír, el ocio blando,

Que imprudente perdí! ¡quien convirtiese

Mi toga en un pellico, la armonía 95

Tornando a mi rabel, con que sonaba

En las vegas de OTEA1

De mis floridos años los ardores,

Y de Arcadio la voz le acompañaba

Baylando en torno alegres los pastores! 100

El que insano desea

El encumbrado puesto,

Goze en buen hora su esplendor funesto.

Yo viva humilde, obscuro,

De envidia vil, de adulación seguro, 105

Entre el pellico y el honroso arado.

Y de fáciles bienes abastado,

En salud firme el cuerpo, sana el alma

De pasiones fatales,

Entre otros mis iguales, 110

En recíproco amor entre oficiosos

Consuelos feliz muera

En venturosa calma,

Mi honrada probidad dexando al suelo,

Sin que otro nombre en rótulos pomposos 115

Mi losa al tiempo guarde lisonjera.

Pero ¡ay Musas! que el cielo

Por siempre me cerró la florecida

Senda del bien, y a la cadena dura

De insoportable obligación atando 120

Mi congojada vida,

Alguna vez llorando

Puedo solo engañar mi desventura

Con vuestra voz y mágicos encantos,

Alguna vez en el silencio amigo 125

De la noche callada

Puedo en sentidos cantos

Adormir mi dolor, y al crudo cielo

Hago de ellos testigo,

Y en las memorias de mis dichas velo. 130

Musas, alguna vez; pues luego ayrada

Témis me increpa, y de pavor temblando

Callo, y su imperio irresistible sigo,

Su augusto trono en lágrimas bañando.

Musas, amables Musas, de mis penas 135

Benignas os doled: vuestra armonía

Temple el son de las bárbaras cadenas,

Que arrastro miserable noche y día.

Silva II

Al céfiro

Durmiendo Clóris

 

Bate las sueltas alas amorosas,

Cefirillo suave, silencioso;

No de mi Clori el sueño regalado

Ofendas importuno: al fresco prado

Tórnate y a las rosas, 5

Tórnate, cefirillo bullicioso,

Y de su cáliz goza y sus olores.

A mi Clori perdona, tus favores,

Tu lisonjero aliento le escasea;

Y huye lejos del labio adormecido, 10

No agravies, no, atrevido

Su reposo felice,

Que Amor quizá en su idea

Me retrata esta vez, quizá le ofrece,

Mi fe pura y le dice: 15

Duélete, o desdeñosa,

De tan fina pasión, y con su fuego

Su tímida modestia desvanece,

Tornándola sensible y cariñosa.

¡O! ¡mi ventura no interrumpas ciego! 20

Yo no sé que gozoso

Me anuncia el corazón al contemplarla.

Déxame ser en sueños venturoso,

Y escapa lejos a jugar al prado,

O respetoso pósate a su lado. 25

Empero ya travieso por besarla

Una rosa doblaste,

Y vivaz en sus hojas te ocultaste.

De nuevo tornas y la rosa inclinas,

Y con vuelo festivo, 30

Bullicioso y lascivo

La meces, y a su pecho te avecinas.

¡O! ¡que mi ardor provocas

Cada vez que lo tocas!

¡O! ¡que tal vez ese cogollo esconde 35

Letal punzante espina, que su nieve

Hiera con golpe aleve!

Cesa, y benigno a mi rogar responde:

Cesa, céfiro manso,

Y siga Clori en plácido descanso. 40

Cesa, y a tu deseo

Corresponda tu ninfa agradecida

En fácil himeneo.

O nuncio del verano deleytoso,

Tú que en móviles alas vagaroso, 45

De las flores galán, del prado vida,

Vas dulce susurrando,

Con delicado soplo derramando

Mil fragrantes esencias, ¡ay! no toques

Esta vez a mi Clori; no provoques, 50

Cefirillo atrevido,

Con tu aroma su aliento:

Guarda, que Amor con ella se ha dormido.

Mas ¡ay! con que contento

Parece que se ríe y que me llama. 55

Su boca se desplega

Y su semblante celestial se inflama,

Como la rosa pura

Que bañada en aljófares florece

Emulando del alba la hermosura. 60

Llega festivo, llega

A sus párpados bellos,

Y con ala traviesa cariñoso

Asentándote en ellos

Apacible los mece, 65

Que otra vez ríe y su alegría crece.

¡Ay! agítala, llega y tan dichoso

Momento no perdamos, cefirillo,

Que Amor me llama y su favor me envía:

Acorre, vuela, y tu fugaz soplillo 70

Ayude al logro de la dicha mía.

Silva III

Las flores

Naced, vistosas flores,

Ornad el suelo, que lloró desnudo

So el cetro helado del invierno rudo,

Con los vivos colores,

En que matiza vuestro fresco seno 5

Rica naturaleza.

Ya ríe mayo, y céfiro sereno

Con deliciosos besos solicita

Vuestra sin par belleza,

Y el rudo broche a los capullos quita. 10

Pareced, pareced, o del verano

Hijas y la alma Flora,

Y al nacarado llanto de la aurora

Abrid el cáliz virginal: ya siento,

Ya siento en vuestro aroma soberano, 15

Divinas flores, empapado el viento;

Y aspira la nariz y el pecho alienta

Los ámbares que el prado les presenta

Do quiera liberal. ¡O! ¡qué infinita

Profusión de colores 20

La embebecida vista solicita!

¡Qué magia! ¡qué primores

De subido matiz, que anhela en vano

Al lienzo trasladar pincel liviano!

Con el arte natura 25

A formaros en una concurrieron,

Galanas flores, y a la par os dieron

Sus gracias y hermosura.

Mas ¡ah! que acaso un día

Acaba tan pomposa lozanía, 30

Imagen cierta de la suerte humana.

Empero más dichosas,

Si os roba, flores, el ferviente estío,

Mayo os levanta del sepulcro umbrío,

Y a brillar otra vez nacéis hermosas. 35

Así, o jazmín, tu nieve

Ya a lucir torna aunque en espacio breve

Entre el verde agradable de tus ramas,

Y con tu olor subido

Parece que amoroso 40

A las zagalas que te corten clamas,

Para enlazar sus sienes venturoso.

Mientras el clavel en púrpura teñido

En el flexible vástago se mece,

Y oficioso desvelo a la belleza, 45

A Flora y al Amor un trono ofrece

En su globo encendido,

Hasta que trasladado

A algún pecho nevado,

Mustio sobre él desmaya la cabeza 50

Y el cerco encoge de su pompa hojosa.

Y la humilde violeta, vergonzosa

Por los valles perdida

Su modesta beldad cela encogida;

Mas el ámbar fragrante 55

Que le roba fugaz mil vueltas dando

El aura susurrante,

En él sus vagas alas empapando,

Descubre fiel do esconde su belleza.

Orgullosa levanta la cabeza 60

Y la vista arrebata

Entre el vulgo de flores olorosas

El tulipán, honor de los vergeles;

y en galas emulando a los claveles,

Con faxas mil vistosas 65

De su viva escarlata

Recama la riquísima librea.

Pero ¡ah! que en mano avara le escasea

Cruda Flora su encienso delicioso,

Y solo así a la vista luce hermoso. 70

No tú, azucena virginal, vestida

Del manto de inocencia en nieve pura

Y el cáliz de oro fino recamado;

No tú, que en el aroma más preciado

Bañando tu hermosura, 75

A par los ojos y el sentido encantas,

De los toques mecida

De mil lindos Amores,

Que vivaces codician tus favores,

¡O como entre sus brazos te levantas! 80

¡Como brilla del sol al rayo ardiente

Tu corona esplendente!

¡Y qual en torno cariñosas vuelan

Cien mariposas, y en besarte anhelan!

Tuyo, tuyo seria, 85

O azucena, el imperio sin la rosa,

De Flora honor, delicia del verano,

Que en fugaz plazo de belleza breve

Su cáliz abre al apuntar el día,

Y en púrpura bailada el soberano 90

Cerco levanta de la frente hermosa.

Su aljófar nacarado el alba llueve

En su seno divino;

Febo la enciende con benigna llama,

Y le dio Citerea 95

Su sangre celestial, cuando afligida

Del bello Adonis la espirante vida,

Que en débil voz la llama,

Quiso acorrer; y del fatal espino

Ofendida ¡o dolor! la planta bella 100

De púrpura tiño la infeliz huella.

Codíciala Cupido

Entre las flores por la más preciada,

Y la nupcial guirnalda que ciñera

A su Phiquis amada, 105

De rosas fue de su pensil de Gnido;

Y el tálamo feliz también de rosa,

Donde triunfó y gozó, cuando abrasado

En su llama dichosa

Tierno exclamó en sus brazos desmayado: 110

Hoy, bella Phiquis, por la vez primera

Siento que el Dios de las delicias era.

¡O reina de las flores!

¡Gloria del mayo! ¡venturoso fruto

Del llanto de la aurora! 115

Salve ¡rosa divina!

Salve, y ve, llega a mi gentil pastora

A rendirle el tributo

De tus suaves odores,

Y humilde a su beldad la frente inclina. 120

Salve ¡divina rosa!

Salve, y dexa que viéndote en su pecho

Morar ufana, y por su nieve pura

Tus frescas hojas derramar segura,

Loco envidie tu suerte venturosa, 125

Y anhele en ti trocado

Sobre él morir en ámbares deshecho:

Me aspirará su labio regalado.

Silva IV

El sueño

¿Por qué en tanta alegría

Se inunda mi semblante

Y enagenado el ánimo se goza?

Curiosa me demandas, Fili mía.

Hállote, y al instante 5

Mi corazón palpita y se alboroza,

Y río si te miro,

Y no de pena, de placer suspiro.

Un sueño, un sueño solo mi contento

Causa, Fili adorada; 10

Óyelo y goza el júbilo que siento.

En la fresca enramada,

Cual solemos triscando

Y riendo y burlando,

Soñé feliz que estábamos un día. 15

De liadas flores a tu sien texía

Y amaranto oloroso

Yo una guirnalda bella;

Mas tú, cuando oficioso

Ceñírtela intenté, me la robaste; 20

Y una cinta con ella

Flexible haciendo, blandamente ataste

Mis dos manos. Estrecha, Fili, estrecha,

Dixe, el nudo primero,

Y otro y otro me echa, 25

Que a gloria tengo el ser tu prisionero.

Luego viendo una rosa

En medio el valle descollar hermosa

Sobre todas las flores,

De los besos del céfiro halagada, 30

A cortarla corrí. ¡Flor venturosa,

Le dixe, el lácteo seno de mi amada

De tu frescura goze y tus olores!

Y en él la puse lleno de ternura.

Mi rosa pareció más encendida 35

Y su nieve más pura

Contrapuesta a la púrpura subida.

Tú al punto la tomaste,

Y no sin vanidad ¡ay! la llegaste

Al carmín vivo de tus labios bellos, 40

Y besándola de ellos

A los míos riyendo la pasaras.

El alma toda apenas los tocaras,

El alma toda a recoger tu beso

Sobre la rosa se lanzó anhelante, 45

Y por uno sin seso

Su tierno cáliz te torné abrasado

Con mil y mil en mi pasión amante.

En tales burlas por el fresco prado

Vagando alegres fuimos, 50

Cantando mil tonadas,

O remedando en voces acordadas

Ya el trino delicado a los xilgueros,

Ya el plácido balar de los corderos.

Cuando a Lícidas vimos 55

Que a nosotros venía,

Qual suele en torva faz. ose o y zeloso:

Nublóse tu alegría,

Bien como flor cortada

Cuya mustia beldad cae desmayada; 60

Y con labio medroso,

Huyamos, me dixiste:

¿Zagal tan necio y tan, odioso viste?

Yo te idolatro, y quiere

Que oyga su amor y alivie su cuidado; 65

Y así me sigue qual si sombra fuera.

¡Ay zagal! aquí estas; en vano espera:

Y fiel mi mano al corazón llevaste.

Sobre él la puse, y fino palpitaba,

Y el mío de placer mil vuelcos daba. 70

Así en trisca inocente

Sin sentirlo llegamos a la fuente,

Que en torno enrama el álamo pomposo,

Aquí evitemos la abrasada siesta,

Dixiste, pues a plácido reposo 75

Su sombra brinda y brinda la floresta;

Y te asentaste en la mullida grama.

Yo me senté a tu lado,

Y en torno se derrama

Con el tuyo paciendo mi ganado 80

Por la fresca pradera.

El albo vellocino a la cordera,

Que en grato don por el rabel me diste,

A rizar oficiosa te pusiste,

Y yo en tanto escribía 85

Tu nombre venturoso

En la lisa corteza,

Y así apenado al álamo decía:

Crece, tronco dichoso,

Crece, y el nombre de mi Fili amada 90

Crezca a la par contigo,

Y a par también su amor y su firmeza;

Y se a los cielos de mi testigo.

De hoy más por los pastores

Se escogerá tu sombra regalada, 95

Quando traten en pláticas de amores,

O al viento envíen sus dolientes quejas.

Sus inocentes danzas

Tendrán en ti las lindas zagalejas

Y anidarán los dulces ruiseñores. 100

Ni sufrirás del tiempo las mudanzas

De las sonantes hojas despojado,

Ya con su nombre a Fili consagrado,

Tú que fina escuchaste

Mi apasionado ruego, 105

Cariñosa tomaste

La aguda punta, y escribiste luego

Tras FILI. DE. DAMON., y por adorno

De mirto una lazada

Que los dos nombres estrechaba en torno; 110

Y tierna me miraste: ¡o que mirada!

De ella alentado mis felices brazos

A tu cuello de nieve

Lanzándose amorosos... Un ruido

Suena a la espalda y la enramada mueve. 115

Tú esquiva evitas los ardientes lazos;

Yo miro ayrado, y Lícida escondido

Torvo acechaba nuestra dulce llama.

Su odiosa vista en cólera me inflama,

Detiéneme tu brazo cariñoso; 120

Lícidas huye con fugaz carrera,

Despierto, y en mi sueño venturoso

Fue FILI DE DAMON tu voz postrera.

Silva V

Los recuerdos tristes

¡Ah Clori! se anublaron

Los días del placer: nuestra ventura

Pasó, pasó dexando en la memoria

Recuerdos y amargura.

Sombra fugaz volaron 5

Las horas fugitivas de mi gloria,

Muy mas que el ave que ni rastro dexa

Quando hasta el cielo rápida se aleja.

Vuelvo atrás, y el deseo

Engañador te finge qual un día 10

Nos viera Amor, de sus ardientes flechas

Nuestras dos almas para en uno hechas

Gozándose llagadas, retirados

Del comercio importuno,

Y a su imperio feliz abandonados; 15

Ya en la alameda hojosa en el recreo

De un paseo inocente,

Ya en tu albergue glorioso, do ninguno,

Triste censor de nuestras ansias puras,

Ni tus palabras mágicas oía, 20

Ni de mi loca lengua las ternuras,

Ni los suspiros de mi amor ferviente,

Sólo el cielo nos viera

Y sus puras antorchas rutilantes,

Y al cielo enagenado yo pedía, 25

Que en sus claras mansiones

Mis votos y tus votos recibiera;

Y en mis brazos amantes

Mas fino te estrechaba,

Y así testigos mi delirio hacia 30

De mi inmensa ventura,

Ya la lumbre de amor, ya los triones,

Mientras ardía y gozaba,

Y tornaba a gozar y más ardía.

¿Te acuerdas, adorada, la ternura 35

Con que anublando ya la imagen triste

De mi ausencia el placer, tú me dixiste:

¡O importuno! olvidemos

Momento tan fatal: hora gozemos,

¿Gozemos otra vez? ¡Ah! ¿qué se hiciera 40

De aquella noche, en que el desdén rendido

Prorrumpiste llorando: eres querido;

Tuya soy, ¿tuya?, ¡O noche! si olvidarme

De ti puedo, mi pecho al gozo muera;

Clori dexe de amarme. 45

Divididos apenas

Del blondo estío en los ardientes días,

Si el trance se llegaba

De alejarme de ti,

¡Qual te afligías! 50

¡Como yo me apartaba! ¡ay horas, llenas,

Horas, llenas de gloria y de ventura!

¡Horas, que en vano detener procura

Mi insano amor! ¿do estáis? ¿o que se ha hecho

De aquel hallarme a su adorable lado 55

Y a sus plantas postrado,

En ansias mil deshecho?

Ya embriagado el oído.

En su voz celestial que el alma eleva

Y do le agrada extática la lleva; 60

Ya ciego, sin sentido

A los rayos lumbrosos

De sus ojuelos vivos, cariñosos;

Ya plácido gozando la alegría

De su amable semblante, 65

Do reynan sencillez y cortesía

Y angélica inocencia; el albo seno

De honestidad y de ternura lleno

Baxo la sutil gasa palpitante,

Mientras furtivo mi mirar seguía 70

Su movimiento blando,

Mi fiel imagen dentro contemplando.

Clori, esta imagen indeleble sea,

A pesar de la suerte

Que agostará nuestro florido suelo. 75

Idolatra en tu fe, constante vea

Arder hasta la muerte

La fiel llama que en ti me envidia el cielo.

O si débil acaso... Clori mía,

Sin que dexes de amarme, 80

En las brazos iluso en mi alegría

Hoy acabe, si un día has de olvidarme.

Silva VI

El lecho de Fílis

¿Do me conduce Amor? ¿do inadvertido

En soñadas venturas embebido

Llegué con planta osada?

Esta es la alcoba de mi Fili amada.

Aquel su lecho, aquel, allí reposa: 5

Allí su cuerpo delicado hermoso

En blanda paz se entrega

Al sueño más suave: esta dichosa

Olanda la recibe. Llega, llega

Con paso respetoso, 10

O deseo feliz, llega y suspira

Sobre el lecho de Fili, y silencioso,

Si en él descansa, al punto te retira.

Retírate, no acaso a despertarla

En tu ardor impaciente 15

Te atrevas por tu mal:

huye prudente,

Huye de riesgo tal, y ni a mirarla

Pararte quieras por estar dormida,

Que aun corre riesgo, si la ves, tu vida. 20

Pero sólo está el lecho: ¡afortunado

Lecho, salve mil veces,

Pues que gozar mereces

De su esquiva beldad! ¡salve, nevado

Lecho, y consiente que mi fina boca 25

La olanda estreche, que felice toca

Los miembros bellos de mi Fili amada!

Su huella señalada

En ti, lecho felice,

Aquí posó dormida 30

La rubia frente, a mi deseo dice;

Allí tendió hacia ti su brazo hermoso

Del delirio de un sueño conmovida,

Y aquí asentó su seno delicioso.

¡O salve veces mil, y el atrevido 35

Tiempo no te consuma,

Dichoso lecho, del Amor mullido!

Siempre en torno de ti las Gracias velen.

Los sueños lisonjeros,

Quando mi Fili tu suave pluma 40

Busque, sobre ella cariñosos vuelen:

En sus alas los céfiros ligeros

Todo el ámbar le ofrezcan de las flores,

Y mi forma tomando

El placer, en su sello mil ardores, 45

Gozos mil mueva, su desdén domando.

¡Salve, lecho feliz, que sólo sabes

Misterios tan suaves!

Tú, si su seno cándido palpita,

Le sientes palpitar; tú, si se queja, 50

Tú, si el placer la agita

Y embriagada le dexa

Fingirse mil venturas,

Todo lo entiendes, lecho regalado,

Todo lo entiendes con envidia mía. 55

Sus ansias, sus ternuras,

Sus gozos, sus desvelos,

Su tímida modestia, sus rezelos,

En el silencio de la noche amado

Patentes a ti solo, con el día 60

Para mí desaparecen,

Y qual la niebla al sol se desvanecen.

¡O lecho, feliz lecho, qual suspiro

Quando tu suerte y mis zozobras miro!

Si en ti el reposo habita, 65

¿De do, lecho feliz, viene la llama

Que en delicias me inflama?

¿La grata turbación que el pecho agita?

¡Ah lecho afortunado!

Tú de mi bien recibes 70

El llanto aljofarado,

Si lastimada llora: tú percibes,

Tú solo en sus amores confidente,

Su delicada voz. ¿Mis ansias siente?

¿Se angustia como yo? ¿teme? ¿rezela? 75

¿Duda, si en verla tardo, y se desvela?

¡Ay! tú lo sabes: dímelo te ruego,

Y templa de una vez mi temor ciego.

Témplalo, dulce lecho... Así decía

El ardiente Damon, sin que pensase 80

Que Fílis le atendía

A otra parte del lecho retirada.

La bella zagaleja lastimada

De que tanto penase,

Salió presta de donde se escondía. 85

Damon se turba, y Fílis cariñosa

Se ríe dulcemente y le asegura,

Madando la serrana desdeñosa

Su rigor desde entonces en blandura.

Silva VII