Política y arquitectura - Josep Maria Montaner - E-Book

Política y arquitectura E-Book

Josep María Montaner

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Beschreibung

Casi diez años después de la primera edición de "Arquitectura y política" y tras su paso por la política institucional, los autores revisan en esta segunda parte los postulados clave de la arquitectura contemporánea —su responsabilidad respecto a la sociedad—, para adaptarlos a las nuevas maneras de hacer política, que incluyen el feminismo como componente principal. Para ello, realizan un recorrido histórico y temático sobre el papel social de los arquitectos y los urbanistas hasta la actual era de la globalización. A partir de cuestiones como la vida comunitaria, la participación, la igualdad de género o la sostenibilidad, el libro identifica y analiza las vulnerabilidades contemporáneas de la arquitectura.

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Editorial Gustavo Gili, SL

Via Laietana 47, 2º, 08003 Barcelona, España. Tel. (+34) 93 322 81 61Valle de Bravo 21, Naucalpan 53050, México. Tel. (+52) 55 55 60 60 11

Diseño de la cubierta: RafamateoStudio

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. La Editorial no se pronuncia ni expresa ni implícitamente respecto a la exactitud de la información contenida en este libro, razón por la cual no puede asumir ningún tipo de responsabilidad en caso de error u omisión.

© del texto: Josep Maria Montaner, Zaida Muxí, 2020

y para la edición castellana:

© Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2020

ISBN: 978-84-252-3246-6 (epub)

www.ggili.com

Producción del ebook: booqlab.com

Índice

Prefacio

Política urbana entre la utopía de lo común

y las trampas de la ciudad real

Raquel Rolnik

Introducción

Pasar a la política

COORDENADAS PARA LA NUEVA POLÍTICA

Diagramas del mundo: del planeta al barrio

Tiempo y espacio: los sentidos de la política

Intelectuales y arquitectos en la política urbana

Feminizar (los agentes de) la política

URBANISMO DE LO COMÚN

Sistemas de la ciudad contemporánea

En defensa del espacio público

Por un urbanismo de lo común

El porvenir de lo común: el caso de Barcelona

ÁNGELES Y DEMONIOS EN LA HISTORIA

Tecnofobia y tecnofilia: la megamáquina y la Smart City

Memoria y patrimonio

Sostenibilidad urbana

EL BARRIO COMO UNIDAD BÁSICA

Diversidad de movimientos urbanos

La “pesadilla” de la participación

Derecho a la ciudad, derecho al barrio (contra la gentrificación)

Urbanismo feminista

SISTEMAS DE VIVIENDA

Políticas de vivienda pública

La herencia de la vivienda pública moderna

Hacia una nueva cultura de la rehabilitación

Co-housing y otras alternativas de vivienda como acción

Conclusiones

Agradecimientos

Notas bibliográficas

PREFACIO

POLÍTICA URBANA ENTRE LA UTOPÍA DE LO COMÚN Y LAS TRAMPAS DE LA CIUDAD REAL

Raquel Rolnik

Este no es un manual de “buenas prácticas” de proyectos y políticas urbanas y de vivienda que pueda copiarse bajo la etiqueta Made in Barcelona. Esta no es la respuesta definitiva a la cuestión recurrente en la historia moderna: ¿qué pueden hacer los académicos para reducir la brecha entre el pensamiento crítico y la acción transformadora? Esta no es, finalmente, la ansiada respuesta a cómo puede radicalizarse la democracia, a cómo pueden promoverse procesos genuinamente participativos y a cómo feminizar la política. En fin, este es un relato intelectualmente honesto de una experiencia concreta que involucró a dos arquitectos —Josep Maria Montaner y Zaida Muxí— en la aventura de formar parte de administraciones municipales comprometidas con la idea de la promoción de lo común como objetivo de la gestión.

Josep Maria Montaner, arquitecto e intelectual de la arquitectura, decidió presentarse a las elecciones municipales de 2015 con la plataforma Barcelona en Comú —el movimiento municipalista y renovador encabezado por Ada Colau— que, desde 2014, había logrado constituir una nueva coalición de izquierdas agrupando activistas de la Plataforma de los Afectados por las Hipotecas (PAH) y otros movimientos sociales en torno al derecho a la vivienda, ecologistas, feministas e individuos desilusionados con el establishment político y las políticas urbanas que se habían impulsado en Barcelona a finales de la década de 1990. Concejal electo, se encargó de la vivienda y la rehabilitación, y de un distrito muy grande y activo de la ciudad: Sant Martí.

Zaida Muxí, arquitecta, activista feminista, investigadora y docente, fue invitada en 2015 por la alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet, Núria Parlón, a formar parte del equipo directivo de la gestión de la ciudad como directora de urbanismo, vivienda, espacio público y ecología.

Este libro es un registro/reflexión de estas experiencias. Sin embargo, no se trata de un simple registro que presenta un listado de proyectos y realizaciones, como muchas veces hacen los políticos al concluir el mandato, sino, más bien, de un recorrido por los temas, las cuestiones y las trampas a los que se enfrentan quienes pasan del mundo de la academia y del activismo al mundo de la política institucional.

Los activistas y los intelectuales llegan a los gobiernos con la voluntad de finalmente poder aplicar sus conocimientos e implementar sus utopías, pero se encuentran con una máquina enraizada en sus proprios rituales, lenguajes, creencias y prácticas, por un lado, y con un conjunto muy amplio y desigual de intereses presentes en los conflictos cotidianos de la ciudad, por otro. Las “mil y una limitaciones de la gestión” —en las palabras de Zaida Muxí— se convierten en este libro en una especie de “teoría política en lo urbano” —en palabras de Josep Maria Montaner— que transforman la propia experiencia práctica de la gestión en un ejercicio de producción de conocimiento bajo una nueva perspectiva, y que, además, levanta nuevas cuestiones e interrogantes, desafiando a los investigadores a plantear nuevos temas.

El libro parte de una reflexión de carácter histórico/teórico, “Coordenadas para la nueva política”, para, a partir de la segunda parte, “Urbanismo de lo común”, penetrar propiamente en las experiencias de gestión, especialmente de Barcelona. Por tanto, varias cuestiones atraviesan el libro: ¿es posible guiar la ciudad hacia una política urbana de lo común?, ¿cómo se traduce esto en las decisiones de intervención y gestión?, ¿qué significa feminizar la política urbana en distintos contextos y prácticas de gestión?

El punto de partida es que el bien común tiene que ser el valor central para una alternativa local que se enfrente al poder hegemónico del neoliberalismo, pero los autores se preguntan si esta puede ser una alternativa real de la izquierda y los movimientos anticapitalistas capaz de afrontar la crisis actual. Esta pregunta atraviesa varios temas que aparecen en el libro y a los que la gestión de la ciudad real tiene que responder: la tecnificación y la uberización, la turistificación, la crisis de la vivienda, la gentrificación, los movimientos NIMBY y las trampas de la participación, los desafíos de escala y de la diversidad de sujetos. Para cada uno de estos temas —que son también los capítulos del libro— se presentan también las propuestas para afrontarlos, así como lo que, a pesar de lo que se propone, no se consiguió implementar, por, entre otras razones, depender de atribuciones y competencias de otros niveles de gobierno (regional y estatal).

El objetivo central de la agenda del urbanismo de lo común es que las personas y las comunidades sean responsables y protagonistas de la política, y que la protección de la vida de la gente y del planeta ocupe el centro de los valores que iluminan la política, situando la vida cotidiana en el centro. En palabras de los autores:

Ni el Estado ni el mercado pueden acercarse tanto a la calidad de vida del día a día, de los cuidados de las personas y de los espacios de la reproducción y la proximidad. Por ello, lo común y lo cooperativo conforman la esfera más próxima al mundo de los cuidados, de la labor. Y si la lucha por la igualdad es auténtica, surge de la iniciativa de las mujeres, es feminista. La defensa de lo común se relaciona con las ideas ecofeministas y las nociones de interdependencia y ecodependencia.

Estos planteamientos requieren cambios profundos en el planeamiento urbano, práctica que en su nacimiento captura lo común como propiedad y esfera del Estado y de su aparato político-burocrático, pero también exige una reinvención de las prácticas y las experiencias históricas de apoyo mutuo y comunidad que se han desarrollado en escalas y contextos técnicos y territoriales muy distintos de los que tenemos hoy en nuestras ciudades.

Conseguir pasar —comentan los autores— de la escala del huerto, la comuna, el bosque o las co-housing a escalas sociales mayores y más complejas, como el barrio o el municipio. Ahí radica la complejidad del cambio […]. Si los ejemplos de comunes que podemos utilizar implican, como máximo, a algunos centenares de personas, el reto está en la escala de miles de habitantes. Un reto que tiene que ver con el tiempo necesario para la construcción de comunidades y con que existan pruebas piloto que funcionen, sirvan de modelo y se vayan extendiendo. Son unas escalas mayores que exigen nuevas estructuras más allá de la autogestión asamblearia: se debería evolucionar hacia redes de comunes y cooperativas de diversas escalas, dentro de unos estados y administraciones contemporáneos que evolucionasen hacia la capacidad de integrar la prioridad de lo común, la participación, la autogestión, bottom-up, la gestión de comunidades, talleres y entidades.

Descubrimos en el libro “pruebas piloto” —como las cooperativas de vivienda y proyectos mas radicalmente participativos—, pero también, desde la movilización de instrumentos de regulación local, descubrimos resistencias contra la apropiación de la ciudad por parte de un extractivismo furioso que usurpa la ciudad de sus habitantes para convertirla en objeto hueco, puro soporte de valor.

Entre frustraciones, descubrimientos e imaginación institucional, el municipalismo de lo común diseña su lugar en la historia. El libro es, sin duda, uno de los registros de este lugar.

INTRODUCCIÓN

PASAR A LA POLÍTICA

Podrá objetarse ahora que después de haber intentado captar la complejidad de la cuestión urbana en todos sus aspectos y, por tanto, de que cualquier explicación concreta haga referencia a la totalidad de la estructura, sepamos aquello que constituye el hecho principal de la polis: la política, a partir de su construcción.

Por tanto, la pregunta puede plantearse en estos términos: si la arquitectura de los hechos urbanos es la construcción de la ciudad, ¿cómo puede estar ausente de esta aquello que constituye su momento decisivo, la política? No obstante, basándonos en todas las argumentaciones que hemos expuesto aquí, no solo afirmamos el vínculo político, sino que, al contrario, sostenemos la preeminencia de dicho vínculo y de su carácter decisivo.

De hecho, la política constituye en este caso el problema de las elecciones. En última instancia, ¿quién elige la imagen de una ciudad? La ciudad misma, pero siempre y únicamente a través de sus instituciones políticas.

Aldo Rossi, La arquitectura de la ciudad, 1966.

En vez de confiar por completo en los gobiernos nacionales o en la propiedad privada para proteger nuestros recursos —pues a veces pueden hacerlo, pero a menudo fracasan— necesitamos abrir espacio para que los usuarios locales se gobiernen a sí mismos.

Elinor Ostrom, El gobierno de los bienes comunes, 1990.

DOS TESTIMONIOS PERSONALES

Este libro es una especie de continuación de Arquitectura y política. Ensayos para mundos alternativos (2011). De hecho, haberlo escrito y publicado fue una de las razones para aceptar el reto de presentarme a las elecciones municipales de 2015 con Barcelona en Comú, el movimiento municipalista y renovador encabezado por Ada Colau; una plataforma que, en la primavera de 2014, nos comprometimos a impulsar diversos sectores de la izquierda barcelonesa: activistas por el derecho a la vivienda, ecologistas, feministas, docentes universitarios, críticos, etc. De mi previo compromiso y acción vinculada a la universidad pública y al activismo político pasé a asumir responsabilidades de gobierno, como concejal electo, participando en la gestión de la nueva política en las ciudades del cambio.

Dejé temporalmente el mundo académico. Es este, en gran parte, un ámbito alternativo en el que reina el libre pensamiento, y que está enfocado hacia la investigación, aunque a veces dominado por mecanismos endogámicos y con cierta tendencia a alejarse de la realidad. La enseñanza de la arquitectura y del urbanismo mira la ciudad desde la morfología, las tipologías, la memoria y los planos, pero sin tener en cuenta a las personas, sus necesidades, experiencias, diversidad y conflictos. Porque, tal como se explicará, la ciudad y la política municipal no tienen ningún sentido sin las personas reales que la habitan y usan, la sufren y la disfrutan.

Por tanto, este libro intenta pasar a limpio, buscando el registro y estilo adecuado, la experiencia y las reflexiones de cuatro años en la gestión municipal de Barcelona, entre 2015 y 2019. La voluntad es sintonizar la teoría aprendida, elaborada y transmitida a lo largo de muchos años, con la práctica vivida durante un mandato, para ir incorporando la experiencia de la gestión de la realidad dentro de un nuevo grado de interpretación, de una nueva perspectiva, de una teoría política de lo urbano: una síntesis de la experiencia de la universidad y de la gestión de la ciudad y de la vivienda, de la reflexión teórica y de las políticas de planificación urbana.

Josep Maria Montaner

Al igual que Josep Maria, en este libro busco compartir las reflexiones que ha comportado la experiencia directa de la función pública en un gobierno local, a la que llegué desde una experiencia vital y laboral variada, mayormente basada en mi labor docente e investigadora en la universidad pública y mi compromiso por el derecho a la ciudad desde una perspectiva feminista. En junio de 2015 fui invitada por la alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet, Núria Parlón, a formar parte del equipo directivo de la gestión de la ciudad.

La acción municipal, expuesta siempre a lo urgente y lo inmediato de las necesidades reales y perentorias de la ciudadanía, deja muy poco margen para la reflexión. Es por ello por lo que a la gestión municipal se ha de llegar con un pensamiento previo, y la universidad pública es uno de los mejores contextos desde donde prepararlo. De ahí que una primera lección de esta experiencia política y técnica sea la importancia del pensamiento crítico universitario para buscar soluciones a las necesidades reales de las ciudades, sin estar constreñidos por las mil y una limitaciones de la gestión.

Aunque diferentes, las universidades públicas y los gobiernos locales comparten el haber sido especialmente atacados por las políticas de recortes y austeridad de los gobiernos neoliberales; y aún sufren sus terribles consecuencias. Las unas por ser espacio de pensamiento libre y crítico, las otras por ser el estamento gubernamental más próximo a la ciudadanía y, por tanto, de la política real. Y esto no ha sido casual. Se ha apostado por las universidades privadas, al tiempo que se ha ahogado económicamente a las públicas y se han subido desmesuradamente las matrículas. Los gobiernos locales han visto recortadas sus capacidades presupuestarias y de contratación de personal, al tiempo que se les ha exigido mucho más: transparencia, urgencias derivadas de la inmediatez del mundo digital, etc. Y, siendo la cara pública más próxima a la ciudadanía, ha tenido que asumir todos los efectos de la crisis. Se exige a los gobiernos locales que solucionen problemas que no les competen, para los que no cuentan con mecanismos legales ni económicos. En definitiva, a los gobiernos de estado neoliberales, más cercanos al grupo Bilderberg y a las bolsas que a la ciudadanía real, les ha interesado desarticular y desprestigiar la enseñanza pública, porque puede ser crítica y promueve la inclusión social. Además, han tratado de limitar y ralentizar a los gobiernos locales para poder “demostrar” el falso dogma de la eficiencia de lo privado frente a la lentitud de lo público, llevando a la privatización de servicios, recursos y bienes públicos.

Zaida Muxí

En definitiva, este libro responde a una necesidad y a un trabajo intelectual: repensar la experiencia municipal dentro del contexto de los retos urbanos y planetarios actuales; y devolver y transferir este conocimiento a la universidad pública.

Josep Maria Montaner y Zaida Muxí

UNA DÉCADA MÁS TARDE

La experiencia y el momento de partida en ambos libros son distintos. Cuando en 2011 se publicó Arquitectura y política. Ensayos para mundos alternativos —escrito entre 2006 y 2009—, crecían los movimientos reivindicativos y alternativos; justo entonces eclosionaba el movimiento de los indignados en el 15-M en Madrid, Barcelona y Sevilla, o el Occupy Wall Street en Nueva York: las contradicciones y conflictos se hacían evidentes y señalaban líneas de fuga y de esperanza.

Este libro fue escrito durante 2018 y 2019, cuando el planeta está fuertemente afectado por grandes problemas: la emergencia ecológica, con los efectos ya irreversibles del cambio climático, un incremento inadmisible de la contaminación, el aumento de las desigualdades y de los movimientos migratorios, exacerbados por las crisis; y una regresión política sin precedentes, que sucede al unísono en una gran parte de países: el nacionalismo conservador y excluyente en la India; la aniquilación de una parte de la población de Siria, tras la revuelta en 2011 por la corrupción gubernamental en lo relativo a la distribución del agua potable, con un gobierno que ha condenado a millones de sirios a convertirse en refugiados; el retroceso democrático de Turquía con Erdogan; la continuidad en el poder del monolitismo autoritario de Putin, en Rusia; la victoria de Donald Trump en 2016 como nuevo presidente de Estados Unidos, hecho que pone de relieve la ignorancia política, las fake-news y la exclusión de los otros; la elección en Brasil de un presidente machista, homófobo, xenófobo y antiecologista como Bolsonaro en 2018; todo ello junto con el poder omnipresente y expansivo del capitalismo de Estado controlado por el Partido Comunista en China.1 Incluso en los países latinoamericanos, portadores hace unos quince años de alternativas progresistas que no han podido consolidarse, hoy prácticamente —a excepción de México— predominan gobiernos de derechas y regresiones neoliberales que, donde llevan más tiempo implantados, como en Chile; el espejismo latinoamericano neoliberal comienza a resquebrajarse.

Desgraciadamente hoy emergen unos líderes que han reutilizado los argumentos del patriarcado, del patriotismo y de la xenofobia, siguiendo modelos caciquiles y autoritarios basados en el discurso del miedo, los mecanismos de la exclusión y las artimañas de la mentira; en un mundo al que se inunda de las falsas promesas y del odio que expanden los déspotas. Ello se produce al unísono del crecimiento del autoritarismo religioso, que cuanto mayor es la desintegración social y la vulnerabilidad más se expande.

Es en este contexto en el que se ha producido la absurda decisión británica de salir de la Unión Europea, el Brexit, tras un referéndum construido durante la campaña sobre falsedades y simplificaciones.

Un retroceso neoliberal del que el Estado español tampoco se ha librado, con siete años de un gobierno retrógrado. En este contexto, el nacionalismo español ha utilizado a Cataluña como banco de pruebas y experimentación del retroceso, basado en los recortes, en la limitación de su autonomía y en la represión de la disidencia, potenciando un enfrentamiento gravísimo que ha reforzado el sentimiento independentista y que ha dado cobertura a la eclosión de la extrema derecha.

En la mayoría de los países europeos —por ahora excepto Portugal, Noruega, Irlanda y Malta— los partidos xenófobos, excluyentes y antieuropeos pueden llegar a contar con el 20 % de los votos del electorado. Lamentablemente, en algunos casos la misma política xenófoba está o ha estado en el gobierno, como en la Italia de Matteo Salvini, con su inhumana política antimigración como ministro del Interior y como primer ministro de 2018 a 2019; o en Hungría, con el ultraderechista Viktor Orbán como primer ministro (1998-2002 y luego desde 2010). Además, en países como la República Checa y Polonia, o como Austria hasta 2019, también la derecha más dura tiene presencia en el gobierno. Y las prácticas represivas, típicas del fascismo y el totalitarismo, como la violencia policial, la tortura, los presos políticos o la censura de la libre expresión, se han convertido en habituales.2

Se han producido también otros cambios importantes. Si a principios del siglo XXI entraron a dominar el mundo las nuevas grandes compañías de las TIC, lo que se resumía en las GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple), a partir de 2010, tras la crisis hipotecaria y el cambio de estrategias de los fondos de inversión, han irrumpido las NATU (Netflix, Airbnb, Tesla, Uber), expresión renovada de las nuevas tecnologías y los servicios por internet.3 Algunas de ellas —como Airbnb, Amazon, Uber, Glovo, Deliveroo y demás variantes— están provocando transformaciones que pueden ser irreversibles y muy dañinas para la vida, los derechos y las formas de las ciudades. Y si a principios de la década de 2000 lo que más predominaba en los medios eran los intentos y las realizaciones de grandes operaciones de transformación con el objetivo de conquistar territorios para la industria del ocio—como Marina d’Or, Eurovegas y gran cantidad de proyectos especulativos en las costas—, ahora estos grandes operadores de la economía digital —falsamente denominada colaborativa—, soportada por las grandes fondos de inversión, ya no se dirigen a las periferias, sino a conquistar los centros; se han infiltrado en las ciudades ya hechas, en los territorios de mayor calidad y en los barrios más deseados, vaciando las viviendas habituales para apartamentos turísticos o comprando los valores urbanos y patrimoniales más preciados.

PASAR A LA POLÍTICA

Es ahí donde el compromiso político y social es más necesario que nunca, un compromiso por la vida en el planeta, por la defensa de que las ciudades sean para sus habitantes y por la protección constante de unos derechos sociales conquistados con mucho esfuerzo y que hoy se ven amenazados. Ha llegado de nuevo el momento en que los arquitectos pasemos a la política, algo que ha tenido su tradición en determinados episodios (Gottfried Semper a mediados del siglo XIX, Margarete Schütte-Lihotzky, Adolf Loos, Ernst May o Hannes Meyer durante las vanguardias) y algo que hoy ha renacido por necesidad.

El propio Rem Koolhaas reclamó insistentemente este compromiso en 2016, justo cuando ganó el Brexit. Koolhaas centraba sus argumentos para entrar en la acción política en la defensa del europeísmo como proyecto de paz, solidaridad y cooperación, contra el ascenso del populismo.4 A partir de ello ha impulsado el laboratorio de ideas Eurolab, promovido desde AMO, para mejor difundir la idea positiva de una Europa compartida por sus valores, libertades y derechos.

Por ello es vital para el planeta que se consolide una nueva manera de hacer política, tal como se argumenta en este libro. Cuando la política convencional sigue predominando, con su partidismo, malas artes, mentiras, secretismo y “clientelismo”, es clave que entren nuevos políticos, expertos no profesionalizados, especialmente mujeres feministas, que no tengan los vicios que genera la formación durante años en el seno de la maquinaria política de partidos movidos por el ansia de poder, la vanidad y el revanchismo. En este sentido, es imprescindible el desarrollo de una nueva subjetividad5 no basada en la afirmación del yo, sino en la cooperación; no en el dominio, sino en la feminización de la política; no en el odio, sino en el amor: una política del trabajo en equipo, de abajo arriba, que busque el bien común.

Porque ante la expansión del hiperneoliberalismo tecnófilo, la opción de mundos alternativos y la defensa del bien común es aún más urgente e imprescindible. Estas son las razones de ser de este libro, y por esto ahora es el momento de pasar a la política: cuando las conquistas esenciales en el campo de los derechos, del feminismo, del ecologismo, de la democracia participativa y de la economía social, solidaria y cooperativa se ven amenazadas.

Es vital, por tanto, pasar a la política más activa. ¿O es que se puede pretender salir de la política? Imposible. Todo es política, y si no intervenimos lo harán por nosotros los profesionales viciados de la política y los lobbies del poder. Como demostró Hannah Arendt, también hace política quien se define como apolítico y quien obedece a “la banalidad del mal” dictada por los déspotas. También hacen política quienes acaban aceptando como normal cada una de las estrategias nefastas del neoliberalismo; quienes solo tiene interés en su negocio y en su confort. Y es que como decía Marina Waisman: “Todos somos testigos y, por tanto, responsables”.6

_______

1 Geiselberger, Heinrich (ed.), El gran retroceso, Seix Barral, Barcelona, 2017.

2 Esperamos, querido lector y lectora, que cuando leas este libro esta eclosión de la extrema derecha haya constituido un breve episodio, ya superado.

3 Brossat, Ian, Airbnb. La ciudad uberizada, Katrakak, Pamplona, 2018.

4 “Me paso a la política para prevenir que Holanda sea la siguiente en salir de la UE”. Zabalbeascoa, Anatxu, “Entrevista a Rem Koolhaas”, El País, Madrid, 4 de julio de 2016.

5 Montaner, Josep Maria, “Deconstrucción de la dualidad subjetividad/objetividad”, en Del diagrama a las experiencias, hacia una arquitectura de la acción, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2014.

6 Montaner, Josep Maria, “La arquitectura descentrada”, en Moisset, Inés (ed.), Marina Waisman. Reinventar la crítica, Un día/una arquitecta, Buenos Aires, 2018.

COORDENADAS PARA LA NUEVA POLÍTICA

Las estructuras políticas, estatales e internacionales, los partidos políticos y los sindicatos tradicionales son incapaces de afrontar las nuevas coordenadas planetarias. Surgieron y se articularon en un sistema social, productivo y tecnológico que hoy ha cambiado sustancialmente; por tanto, es necesario replantear totalmente la lógica de la política. Debe aflorar una nueva manera de trabajar que ponga en primer término los derechos y los deberes de las personas, la biodiversidad y la prioridad del mundo vivo, buscando medios para frenar el aumento de la desigualdad, la pobreza y la dualización.

Al mismo tiempo que van siendo más visibles los “Estados fallidos” a lo largo y ancho del mundo (por su incapacidad de defender el bien común del país, por su violencia y destrucción hacia sus propios habitantes, o, esencialmente, por actuar como consejos de administración de los lobbies del poder económico), las ciudades van demostrando su capacidad de funcionamiento cotidiano y de empatía y proximidad hacia las personas, y de dar respuestas, experimentando con soluciones de vanguardia. Los gobiernos de los Estados son estructuras obsoletas por su jerarquía piramidal, por su estrecha proximidad a los poderes económicos y por su gran distancia en relación con los problemas reales de la población.

La alternativa radica, por tanto, en el contexto espaciotemporal de los seres humanos que viven y se relacionan en las estructuras urbanas. Por todo ello, esta primera parte del libro aborda una reflexión sobre las dimensiones espaciales y temporales de las políticas urbanas en el contexto del nuevo municipalismo. Deben repensarse, en definitiva, las escalas, los sentidos, los valores, las herencias y las interrelaciones entre los muy diversos agentes involucrados.

DIAGRAMAS DEL MUNDO: DEL PLANETA AL BARRIO

Necesitamos síntesis que nos expliquen la situación del mundo, conceptos que resuman el diagnóstico. Y necesitamos tener muy claras las diversas escalas, reales y simbólicas, en las que se mueve nuestra existencia contemporánea.

Habitamos el Antropoceno,1 un concepto tipo que expresa la realidad de un planeta completamente transformado por el ser humano, un planeta que es energía en sí mismo y que, durante las últimas décadas, ha estado en continuo proceso de explotación y hoy ha llegado a la saturación. En 2000, Paul J. Crutzen forjó este nuevo término para denominar la época que se abrió con la industrialización, un período en que adquirimos una potencia técnica inédita para modificar la Tierra.2 Cambio climático patente y acelerado, desertización, deforestación, pérdida de la biodiversidad, graves enfermedades producidas por la contaminación ambiental son solo algunos aspectos de la cara perversa de esta nueva era.

De todas maneras, sería más preciso y crítico hablar de Andropoceno, ya que esta transformación global del planeta es el resultado de la manera de hacer jerárquica y productivista sobre la naturaleza del macho de la especie animal que es el ser humano.3 Es el resultado de la explotación capitalista, por tanto, y precisando, lo llamaríamos Capitaloceno. En definitiva, del patriarcado capitalista.

Estamos en una situación de “emergencia climática”, ya irreversible; tenemos que aprender a convivir con este proceso de recalentamiento y afrontar con previsión, sentido, estrategia y unidad sus consecuencias, especialmente el aumento de la contaminación y el desequilibrio en las emisiones de CO2, el deshielo y la deforestación, el incremento de las temperaturas y la subida del nivel del mar; sin dejar de buscar cómo ralentizar o detener el proceso.

Como argumenta Marc Augé en El porvenir de los terrícolas,4 podemos hablar de una “condición planetaria” y de la necesidad de unos objetivos comunes para esta humanidad terrícola,5 una condición en la que la única alternativa posible es la voluntad de trazar una historia humana y planetaria: solo tendremos un futuro si buscamos acuerdos y acciones unitarias. Esta conciencia planetaria y ecológica la encontramos ya en los escritos pioneros de la bióloga Rachel Carson, quien en Primavera silenciosa (1962) alertaba de que el abuso de las sustancias químicas de los insecticidas en los cultivos afectaban a la salud de humanos y animales, y nos podían llevar a un mundo sin pájaros. Por su parte, la arquitecta Lina Bo Bardi, con su propuesta de programa de Teoría de la arquitectura (1957),6 hacía hincapié en las relaciones entre arquitectura y naturaleza aludiendo ya entonces a los incipientes problemas ecológicos.

Y en la medida que la globalización implica siempre desigualdad y explotación, recurrimos al concepto de “lo planetario” como alternativa social.

DIAGRAMAS DEL MUNDO

Disponemos de diagramas e indicadores que expresan la evolución de la desigualdad. El más eficaz y contundente es el índice de Gini, que va mostrando la evolución de la diferencia entre los “deciles” de los ingresos más altos y los más bajos. El índice de Gini nos muestra cómo esta diferencia disminuyó durante la época del estado del bienestar, tras la II Guerra Mundial, y cómo a partir de finales de la década de 1980, con la consolidación del neoliberalismo y la irrupción de dos grandes potencias como Rusia y China, la desigualdad ha vuelto a aumentar. Estas fechas no son casuales: a lo largo del siglo XX, desde el capitalismo se trató de contrarrestar el ideal más igualitario planteado en los países del bloque soviético o del socialismo realizado. Cuando este mundo se desplomó, con el llamado proceso de la Perestroika y la caída del Muro de Berlín (1989), se desdibujaron las alternativas y el caballo de fuego del capitalismo amenazó con desbocarse.

Existen también datos y diagramas que muestran la desigualdad de género, su evolución y su estado actual, como los datos que presenta el libro editado por Architecture for Humanity sobre la desigualdad de las mujeres en relación con los hombres: hacen 2/3 del trabajo, producen la mitad de la comida, ganan solo el 10 % de los sueldos totales y no llegan a poseer ni el 1 % de las propiedades del mundo.7 O como el diagrama que la arquitecta Daniela Arias hizo para su tesis doctoral,8 donde plasma las diversas olas de rebeldía e igualdad impulsadas por los movimientos feministas hasta llegar a los actuales avances, que esperemos sean ya definitivos: los inicios durante la Ilustración y el establecimiento de los primeros derechos de la mujer, los avances a lo largo del siglo XIX que culminaron en el movimiento sufragista, los nuevos movimientos feministas radicales y de liberación sexual de las décadas de 1960 y 1970 y los actuales y amplios movimientos, como el ecofeminismo, #8M, #MeToo, #Niunamenos, #Ele Não, Dancing Day, etc. Hasta el día de hoy, a cada cresta de la ola le ha sobrevenido una depresión que ha conseguido borrar lo aportado y alcanzado por las mujeres, cuando no la desaparición de los derechos.

Para entender el presente son imprescindibles los diagramas que históricamente nos han explicado la esencia del mundo. Si seguimos una arqueología de estos encontramos un hilo de referencias: Giambattista Nolli (del que hablamos más adelante, al tratar del urbanismo de lo común), Charles Pierce (1839-1914), quien fundó el concepto de diagrama como tal, o Jeremy Bentham (1748-1832), quién con su “panóptico” (1791) definió uno de los diagramas más programáticos y extendidos, hasta Ebenezer Howard, Lillian Gilbreth, Christine Frederick, Christopher Alexander o Patrick Geddes. Todos ellos concentraron la complejidad de sus propuestas en series de diagramas.9

Este último autor, el biólogo y urbanista Patrick Geddes (1854-1932), nos remite a sus antecesoras y maestras, la tradición de las mujeres filantrópicas y defensoras de los barrios en el mundo anglosajón, como lady Aberdeen10 u Octavia Hill,11 que están en la raíz de su visión urbana vitalista y basada en intervenciones cuidadosas con el contexto. De esta manera, Geddes es también un antecedente de toda la corriente del urbanismo ecológico y holístico, y fue el referente y mentor de autores como John F. C. Turner y Colin Ward y todo su pensamiento autogestionario, anarquista y de acción en favor de la autoconstrucción.12

La invención y la gestión de los equipamientos públicos, los denominados equipamientos del poder de principios del siglo XIX, siguiendo las tipologías del tratado de J. N. L. Durand, nos demuestran la raíz del Estado-nación basada en estos edificios públicos (ayuntamientos, mataderos, mercados, palacios de justicia, museos, bibliotecas, aduanas, teatros, bolsas, cárceles, hospicios, hospitales, cementerios, escuelas, etc.) y su crisis actual en un mundo esencialmente dualizado en el que predominan los equipamientos del lujo y de la exclusión característicos de la globalización (resorts hoteleros, conjuntos corporativos, centros comerciales, barrios cerrados, rascacielos), por una parte, y las alternativas participativas, sostenibles, de equipamientos de proximidad, a escala de los barrios, como los centros sociales o las cooperativas, por la otra.

ALTERNATIVAS

Hoy existen proyectos que abordan esta situación de saturación y crisis climática, como algunos de los presentados en la Bienal de Arquitectura de Venecia de 2018, dentro del tema central “Freespace”, comisariado por las arquitectas Yvonne Farrell y Shelley McNamara, de Grafton Architects.

Uno de ellos es el gran proyecto The Big U, planteado en 2014 por el Ayuntamiento de Nueva York tras el huracán Sandy, con un horizonte que alcanza 2050, con el fin de regenerar y proteger 16 kilómetros de costa del Lower Manhattan, previendo los efectos del cambio climático, las inundaciones y el aumento del nivel de las aguas del mar. Una de las propuestas ganadoras, The Dryline (2015), compuesta de una suma de equipos multidisciplinares encabezados por el estudio danés de Bjarke Ingels (BIG) y el holandés de One Architecture, que proponen un cinturón de diques como franja polivalente que se aproveche para crear equipamientos públicos y espacios libres lineales además de conectar con los barrios limítrofes, conforma una masa verde de vegetación resistente y resiliente a las condiciones climáticas adversas. Una de las amenazas de la crisis climática es el aumento de las desigualdades, por lo que este proyecto tiene el valor de apostar por generar espacio público y equipamientos, que son áreas de igualdad de oportunidades en el acceso a los derechos.

O como la investigación “In Plain Sight”, de Diller&Scofidio + Renfro, Laura Kurdan, Robert Gerard Pietrusko y el Columbia Center for Spatial Research, que mediante fotografías de satélite analiza a fondo la realidad de los puntos, los ejes y los nodos de mayor consumo de energía en el seno del planeta, que no son siempre los más poblados, sino grandes centros de extracción de petróleo, bancos de pesca, bases militares, granjas industriales, líneas de alta tensión, minas, plantas de energía o fronteras; es decir, espacios de sobreexplotación de recursos finitos.

Intervenciones como la citada en Manhattan también se están planificando en Holanda, un país asentado sobre un delta, con un tercio de su territorio por debajo del nivel del mar y dos tercios expuestos al riesgo de inundaciones. Por tanto, ya se trabaja en el refuerzo de la protección más grande del país, el Afsluitdijk, con 32 kilómetros de longitud y 90 metros de anchura. Esta gran muralla se convertirá en una gran planta de producción de energías limpias, además de un parque ecológico y del proyecto de islas flotantes con paneles solares, turbinas y cometas submarinos.

En la actualidad, la arquitectura —sea de la escala que sea, desde el diseño de los interiores hasta el urbanismo— no puede plantearse aislada de las grandes cuestiones como la desigualdad, que incluye la perspectiva de género interseccional, o la crisis climática, que requiere el uso de materiales reciclables y de energías renovables, evitando el consumo innecesario y la contaminación de todo tipo.

Y actualmente, frente a los grandes problemas sociales y ecológicos, y dada la incapacidad de los Estados-nación, la única alternativa y el nuevo agente son las ciudades, que deben ser el contexto de la solución y no el problema. Para ello son necesarios procesos de transformación muy profundos: cambios en la obsoleta estructura jerárquica, funcionarial, sectorial y gerencial de los ayuntamientos para superar su rigidez, burocratización, compartimentación y lentitud a la hora de afrontar las emergencias sociales. Es necesario fortalecer la escala de gestión y gobernanza metropolitana, como únicas soluciones para enfocar adecuadamente problemas y plantear soluciones en su escala real y efectiva; además de potenciar las redes y plataformas de colaboración entre ciudades para conseguir más representatividad y fuerza frente a los Estados y las organizaciones supranacionales.

TIEMPO Y ESPACIO: LOS SENTIDOS DE LA POLÍTICA

La arquitectura y el urbanismo se basan en proyectar unas intervenciones en el espacio que necesitan tiempo para su desarrollo. Filosofía y política coinciden en que su materia es el tiempo.

Aunque parezca evidente, el tiempo es una medida universal, planetaria, que nos viene dada por el movimiento de la tierra, mesurado por el reloj, y un recurso finito para los seres humanos. Sin embargo, el tiempo no es coincidente para todas las personas ni para las diferentes situaciones de la política. El tiempo personal se constriñe y se estira en función de muchas variables, como el género, interseccionado por múltiples condiciones, entre ellas la edad o la situación socioeconómica, que influyen en los usos temporales y espaciales. También el espacio en el que nos movemos, nuestro espacio urbano cotidiano, alarga o disminuye la efectividad en los usos del tiempo. Con estas variables trabajan, no sin dificultad, las políticas municipales, que deben dedicarse a unos espacios y unas personas concretas. Por ello ese tiempo de la política se hace singular, diferenciado, ya que la política tiene sus propios tiempos asignados, principalmente, por la longitud de los mandatos, entre elecciones y elecciones.

Por tanto, las políticas municipales son las intervenciones en el espacio a través de los tiempos, de diferentes plazos y procesos.

TIEMPO

La política consiste, por tanto, en la gestión del tiempo colectivo; y esto se hace más evidente en la política municipal. En la ciudad colisionan, de manera vivible y visible, los diferentes tiempos del presente: la urgencia, la emergencia, el presente, el medio plazo y la estrategia; es decir, por una parte, las necesidades del aquí y ahora, y, por otra, las previsiones del futuro, no por afán de adivinanza o predicción, sino por prever y definir el querer ser de la ciudad, la misión clave de la política municipal. Lo que relaciona todas las dimensiones temporales son las decisiones que dirimen cómo ordenarlas y organizarlas, cómo priorizar sin excluir ningún tiempo. A primera vista, la urgencia y la emergencia serían prioridades; sin embargo, el presente y el futuro deben simultanearse para conseguir superar verdaderamente la urgencia y la emergencia.

Desde un punto de vista del tiempo, aunque la política trabaja según diversos arcos temporales, estos se polarizan en dos duraciones extremas: la inmediata —del conflicto y lo prioritario, ligada al vivir hoy, a las necesidades más perentorias— y la estratégica —a medio y largo plazo, más allá de un mandato, la que da sentido histórico—; es decir, existe una dimensión temporal marcada por la resolución urgente de las contingencias del presente, afrontando crisis y accidentes. Al mismo tiempo, la política debe ser previsora, versátil y capaz de afrontar los problemas del presente con una visión de futuro.

La política tiene, por tanto, una dimensión del tiempo a corto plazo, que muchas veces se expresa en medidas de acción inmediata y gestos muy visibles, y, al mismo tiempo, la política municipal no es tal si no posee un proyecto, si no se refiere a un modelo de ciudad y se trabaja en pensamientos, relatos y estrategias de media y larga duración.

Posiblemente, la buena política tiene que ver con la sabia articulación de las diferentes temporalidades. La emergencia no debe impedir dibujar un futuro, de igual manera que una planificación futura no puede hacer esperar lo urgente. Y es desde la perspectiva de la larga duración, no contaminada con el día a día, desde donde se pueden valorar las políticas e interpretar sus presencias e influencias en las ciudades.

Por tanto, esta dimensión temporal estratégica municipal plantea diversas escalas: el presente de la normalidad —es decir, en el que se dispone para trabajar durante los años del mandato, que ya incorpora tareas en una temporalidad urgente previamente detectada—, una temporalidad a medio plazo de repetición de mandato y, por último, un tiempo largo, de unos 20 años como plan estratégico, como ideal. Además, ese presente de la normalidad se ve afectado casi diariamente por el tiempo de los imprevistos y las emergencias que la mayoría de las veces agregan a la dimensión de la inmediatez temporal la desesperación que comporta decisiones que deben pensarse y realizarse de manera tan rápida, lo que conlleva una inevitable improvisación, que precisa de equipos bien preparados y trabados, buenos conocedores de sus capacidades y alcances.

De todas formas, la lentitud, aunque sea exasperante —y más en un tiempo en el que todo es aparentemente inmediato— es expresión de la dimensión democrática de la política, que ha de seguir leyes, normas, planes, ordenanzas, protocolos, revisiones, procesos de participación, negociaciones, exposiciones y licitaciones públicas; es decir, los procedimientos legales y administrativos que constituyen la burocracia son, en su buena aplicación, los garantes de la igualdad ante la ley.

Sin embargo, es cierto también que ninguna aplicación legal es unívoca y, por tanto, una buena gestión pública también tiene que ver con la interpretación de las leyes, con entender las circunstancias, y con una voluntad de que con su aplicación se haga posible la equidad y la empatía. El espacio de la interpretación de la norma es vital para la diversidad esencial de la ciudad.

La impaciencia por el tiempo lento y madurado de la democracia, agravada por el clima constante de pánico económico, es hoy una de las causas del éxito de los populismos y de los caciquismos, de los que ven en ellos soluciones simples, rápidas y expeditivas.

EL EJEMPLO DE PORTUGAL

Un buen ejemplo de las diversas temporalidades de la política es el programa SAAL (Serviço Ambulatório de Apoio Local) en Portugal, como resultado inmediato de la Revolución de los Claveles del 25 de abril de 1974.13 Fue una temporalidad presente, que llegaba con una urgencia previamente detectada. Por ello se trató de un proceso rápido e intenso —apenas duró dos años—, pero que consiguió construir una gran cantidad de viviendas populares para gente con pocos recursos, realojada en los mismos barrios autoconstruidos de los que procedían, según proyectos de centenares de técnicos y estudiantes movilizados. Desde el punto de vista de la duración de la política, el caso del SAAL casi se comprime en el tiempo inmediato de la corta duración, un tiempo de gran rapidez, que solo puede darse en unas condiciones singulares de revolución, participación, autoorganización, mutuo apoyo técnico y libertad normativa.

Debemos tener en cuenta que el SAAL fue un ejemplo de gestión estatal con capacidad para potenciar unos cambios rápidos y profundos, que no es equiparable a los límites de competencias y posibilidades que se dan en el ámbito municipal. A la emergencia del diagnóstico le sucedió la rapidez en la elaboración de las respuestas, algo que solo podría ocurrir en tiempos de estallido, de llama explosiva, de urgencia vital y política, en tiempos en los que las leyes están para ser modificadas y mejoradas.

También puede considerarse que la gran rapidez del programa SAAL ha tenido que ser complementada, tras el paso del tiempo, con la necesaria rehabilitación de muchos de estos barrios, completando proyectos inconclusos, como el de Bouza, obra de Álvaro Siza, pues, aunque la acción inicial y efectiva haya sido inmediata, las ciudades y los barrios están vivos y necesitan continuos cuidados. Las sociedades cambian, en cantidad y en modos de vivir; las materias y los materiales se deterioran, se hacen obsoletos. El trabajo en las ciudades nunca está terminado.

Un contrapunto con respecto a la rapidez del SAAL es otro gran proyecto portugués, el barrio de La Malagueira en Évora, del propio Álvaro Siza, un proyecto de gestión municipal promovido por el alcalde Abílio Fernandes, del Partido Comunista Portugués, iniciado en 1973, aprobado en 1977 y con una duración de dos décadas. Se trata de un magnífico ejemplo del cambio de paradigma en las políticas de vivienda.14 Incluso por el hecho de haber quedado incompleta, es un buen ejemplo de la larga duración de la política municipal, de la lenta transformación de la ciudad y del territorio para la creación de un barrio popular.

ESPACIO

En lo que se refiere al espacio, al territorio donde interviene la política municipal, lo importante es que este no es un espacio genérico que va más allá de un lugar significativo: en política, el espacio solo tiene sentido en tanto que está habitado, un espacio cuyo valor está estrechamente relacionado con la calidad de vida de las personas, con los usos y las cualidades, la memoria y las necesidades. Es siempre un espacio vivido de múltiples maneras.

También la interpretación y la comprensión de los espacios variará en función de las condiciones que establezcamos con ellos: por qué se usa, quién lo hace, para qué, cuándo, cuánto; de ahí que en ocasiones se produzcan confrontaciones entre lo que propone la administración y lo que espera y desea la población, una población que, además, no es necesariamente uniforme y que, a su vez, no siempre comparte dichas expectativas. Estas, no obstante, no siempre son confrontaciones caprichosas, expresión de intereses partidistas o de intenciones excluyentes —como los movimientos NYMBY—,15 sino que en muchas situaciones obedece a las diferentes experiencias que se tienen sobre los espacios y sobre los significados que se les otorga, haciendo necesaria la utilización de herramientas participativas para llegar a diagnósticos y objetivos compartidos.

De cada fenómeno urbano hay percepciones distintas y, a veces, contrapuestas. Un ejemplo: la diferente percepción de la presencia de perros en el espacio público por parte de sus propietarios o por parte de personas que no tienen perros o que los temen. O cómo se ha percibido en Barcelona la irrupción de la bicicleta y los carriles dedicados a su circulación, que se tratará en el capítulo dedicado al espacio público.

La amplitud de los espacios con los que se relacionan las personas dependerá de una serie de variables interseccionales de género, edad, situación socioeconómica y capacidades. Mayores posibilidades de movimiento permiten experimentar, conocer y apropiarse de más espacios de la ciudad. Existe un sentimiento de pertenencia y de enraizamiento en los barrios que se vuelve más intenso en las personas en los extremos vitales, como los jóvenes que se agrupan en torno a sus actividades cotidianas y escolares, en espacios y edificios públicos. Al crear referencias y relaciones, este sentimiento hace que formen parte de la ciudad; sin embargo, podría ser negativo que ese sentimiento de pertenencia estuviese de algún modo constreñido por fronteras físicas, reales o percibidas, o si fomentase la exclusión del otro. En este sentido, el aislamiento de algunos barrios —ya sea por su lejanía a centros de afluencia, por su situación limítrofe de algún territorio o por su separación de otros barrios por fronteras difícilmente franqueables, como grandes infraestructuras— puede generar una sensación de olvido para quienes viven allí, así como su estigmatización por quienes no los conocen.

Por tanto, las visiones contemporáneas, tan de moda, que priman los flujos, la desterritorialización y la transitoriedad son absurdas e irreales; visiones sesgadas que, desde el Androcentrismo, la clase y el énfasis en la movilidad privada, han querido hacer que su experiencia sea exclusiva y absoluta, pretendidamente universal y neutral. Y nada más alejado de la realidad de los barrios, donde, a través de los movimientos urbanos y las entidades sociales, la gente está estrechamente arraigada en el territorio, el lugar o el contexto, en la calle y la plaza, la escuela, el centro de salud, el mercado y el parque, con un fuerte sentimiento de pertenencia a la historia, las cualidades y las necesidades del barrio. Las relaciones entre las personas se producen en las actividades diarias y repetitivas que potencian familiaridad entre los habitantes de un territorio. Esta repetición de acciones cotidianas en unos espacios y tiempos determinados, este apego al barrio es la esencia misma de la vida urbana, pues construye las redes de conocimiento compartido sobre las que se construye una sociedad.

LOS SENTIDOS DE LA POLÍTICA EN LA ARQUITECTURA

Empecemos aclarando el concepto de política, que tiene múltiples interpretaciones. Aquí hablamos siempre de política en su vertiente municipalista y en el contexto de la ciudad.

Podría decirse que hacemos uso de la política en tres sentidos: uno que tiene que ver con la política institucional, con las personas que se dedican a la política; otro que tiene que ver con la acción, la lucha y el compromiso desde las bases y la confrontación con el poder; y un último sentido más constructivo y articulado de la política, como motor del cambio y la mejora, a partir de la articulación de diversos poderes y agentes.

En primer lugar, podemos interpretar esto en un sentido amplio, relacionado con la evolución propia de cada país como sociedad; y esto podemos trasladarlo a escala de la ciudad y relacionarlo con su evolución, en la línea de lo que Aldo Rossi escribió en su libro La arquitectura de la ciudad (1966):

De hecho, la política constituye en este caso el problema de las selecciones. En última instancia, ¿quién elige la imagen de una ciudad? La ciudad misma, pero siempre y únicamente a través de sus instituciones políticas. Puede afirmarse que esta elección sea indiferente, pero sería una simplificación banal de la cuestión. Esa elección no es indiferente; Atenas, Roma y París son también la forma de su política, los signos de una voluntad.16