Presencia negra en la cultura cubana - Denia García Ronda (Coordinadora) - E-Book

Presencia negra en la cultura cubana E-Book

Denia García Ronda (Coordinadora)

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Beschreibung

Se trata de la recopilación y edición escrita de las conferencias impartidas en la Televisión cubana, por un amplio número de especialistas sobre la presencia, actuación, dificultades, valores, etc., del sector negro de la población cubana, desde inicios de la colonia hasta nuestros días. El libro está estructurado en tres partes: colonia, república y revolución, y toca diferentes temas dentro de la temática general (etnias, esclavitud, formas de sociabilidad, relaciones interraciales, situación de la mujer negra, literatura y artes, religiones, héroes y personalidades negras, condiciones económicas, deportes, desigualdades, etc.).

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Seitenzahl: 1248

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Edición y corrección: Denia García Ronda

Diseño de cubierta: Lidiurka Zulueta Valladares

Ilustración de cubierta: Choco

Diseño interior y maquetación digital: Vani Pedraza García

Conversión a ebook: Idalmis Valdés Herrera

 

 

Primera edición impresa: 2015

 

 

Sobre la presente edición digital:

©Ediciones Sensemayá, 2023

 

 

ISBN:9789597242314

 

 

Ediciones Sensemayá

Fundación Nicolás Guillén

Calle 17 #351 esquina a H, El Vedado

La Habana, Cuba

[email protected]

Índice de contenido
Una pelea cubana contra el racismo y la discriminación
Denia García Ronda
Qué pretendemos
Lic. Nancy Morejón
Dr. Miguel Barnet
Dr. Fernando Martínez Heredia
Dra. María del Carmen Barcia
Dra. Beatriz Marcheco
Dra. Denia García Ronda
Primera parte
Historia de las principales etnias africanas traídas a Cuba
Dr. Reinaldo Sánchez Porro
Proceso histórico de la esclavitud de africanos en Cuba
Dra. María del Carmen Barcia
Etnias africanas en Cuba. Su cultura
Dr. Jesús Guanche
El pensamiento sobre la cuestión negra en la colonia
Dr. Eduardo Torres Cuevas
Estrategias esclavas de organización y resistencia
Dra. Gloria García
El cimarronaje. Formas de supervivencia
Dr. Gabino de la Rosa
Insurrecciones y conspiraciones negras en Cuba
Dra. Gloria García
Formas de sociabilidad de los negros libres y esclavos
Dra. María del Carmen Barcia
Trabajo y relaciones interraciales de los negros libres en la colonia
Dra. Olga Portuondo
La mujer negra en La Habana colonial (siglos xvi-xviii)
MSc. Oílda Hevia Lanier
La presencia negra en la poesía y el teatro coloniales
Dra. Denia García Ronda
Plácido y Manzano como escritores negros
Dra. Ana Cairo Ballester
Dra. Denia García Ronda
La narrativa de tema negro en el siglo xix cubano
Dra. Denia García Ronda
El esclavo en la imagen construida del poder colonial
Dra. Yolanda Wood Pujol
El esclavo en las artes visuales de la colonia
Dra. Yolanda Wood Pujol
La música y los músicos negros en la colonia
Dr. Jesús Gómez Cairo
1878-1895. Las Sociedades de Color en la Isla de Cuba
MSc. Oílda Hevia Lanier
Religiones cubanas de origen africano
Dra. Lázara Menéndez
Antonio Maceo
Dra. Olga Portuondo
«Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro»
Dr. Pedro Pablo Rodríguez
De los negros de Cuba a los cubanos negros
Dr. Fernando Martínez Heredia
Segunda parte
El negro en los inicios de la República
Dr. Guillermo Rodríguez Rivera
Condiciones socioeconómicas de los negros en la República
Dr. Oscar Zanetti
La cuestión racial en la Constitución de 1940
Dra. Berta Álvarez
Líderes obreros negros en la República
Dra. Angelina Rojas Blaquier
Deportistas cubanos negros en la República
Dr. Félix Julio Alfonso
Lic. Víctor Joaquín Ortega
La cuestión racial en la cultura cubana (1912-1958)
Dra. Ana Cairo Ballester
El negro en el arte pictórico vanguardista cubano
Dra. Yolanda Wood Pujol
El negro en la gráfica de la República neocolonial
Dra. Luz Merino Acosta
Presencia negra en la música cubana de la República
Tony Pinelli
La oralidad negra en la literatura de vanguardia cubana
Dra. Ana Cairo Ballester
La esclavitud en la narrativa cubana de vanguardia
Dra. Denia García Ronda
La obra antirracista de Fernando Ortiz
Dr. Miguel Barnet
La cultura musical negra en la obra de Alejo Carpentier
Dr. José Antonio Baujín
Nicolás Guillén en la poesía negra cubana
Dr. Guillermo Rodríguez Rivera
Nicolás Guillén y la racialidad cubana
Lic. Nancy Morejón
Tercera parte
El sector negro: de la asociatividad a la Revolución
MSc. Mario Castillo
El ensayismo sobre la cuestión negra en la Revolución
Lic. Tomás Fernández Robaina
Las religiones de origen africano en la Revolución
Dra. Lázara Menéndez
Los cubanos internacionalistas en África
Lic. Jorge Fuentes
El cubano negro en el movimiento olímpico
Lic. Víctor Joaquín Ortega
El negro en la actual cultura visual cubana
MSc. Dannis Montes de Oca
La imagen del negro en el cine cubano
MSc. Dean Luis Reyes
Música popular cubana en la Revolución
Tony Pinelli
La problemática racial en la cultura de la Revolución
Dra. Ana Cairo Ballester
El negro en la narrativa carpenteriana
Dr. José Antonio Baujín
El tema negro en la literatura cubana de los años 90
Dra. Ana Cairo Ballester
Lic. Víctor Fowler
Desigualdades en la Cuba actual. Causas y remedios
Dra. Mayra Espina
Experiencias de las relaciones raciales en la Cuba actual
Graciela Chailloux
Dr. Fernando Martínez Heredia
Pablo Rodríguez
Tato Quiñones
Lic. Jorge Fuentes
Datos de los autores

Una pelea cubana contra el racismo

y la discriminación

 

Denia García Ronda

La historia del pensamiento y la actuación del sector negro de la sociedad cubana, desde los tiempos coloniales hasta hoy, está siendo en estos momentos revalorada por académicos y especialistas, que han investigado no solo la victimización de que fue objeto por la esclavitud y sus secuelas, sino las manifestaciones de su existencia en la Isla, sus rebeldías y su indispensable participación en el perfil nacional cubano, tanto étnica como culturalmente. Sin embargo, todavía la socialización de esas verdades es escasa. Muchos cubanos, de cualquier color de piel, se guían por estereotipos –conformados históricamente– en cuanto al papel de las colectividades y personalidades negras en el devenir sociocultural de Cuba. Se hace necesario, por tanto, como parte de la lucha contra las manifestaciones actuales deracismo en la Isla, divulgar por todas las vías disponibles la verdadera historiade los que un día formaron parte de «la gente sin historia», según la acertada frasede Juan Pérez de la Riva.

Teniendo en cuenta esto, la Fundación Nicolás Guillén, además de otras acciones que realiza con el mismo fin, ideó y organizó un ciclo de conferencias televisivas sobre la impronta negra en la sociedad y la cultura cubanas, cuyo proyecto fue inmediatamente aceptado por la dirección del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), y se trasmitió –con el título «Aquí estamos. Presencia negra en la cultura cubana»– por uno de los canales cubanos más importantes. Las conferencias fueron impartidas por un nutrido grupo de especialistas en sus respectivas materias, que garantizaron su calidad académica.

Este libro es una recopilación de esas conferencias. Salvo las lógicas adecuaciones del lenguaje oral al escrito, y determinados ajustes editoriales, aparecen tal como fueron impartidas. Como el ciclo, este volumen está organizado en tres partes: Colonia, República y Revolución, de acuerdo con los cambios contextuales de cada etapa de la historia cubana, pero no con un carácter fragmentario, sino reconociendo los elementos de continuidad y ruptura que se produjeron en cuanto a la cuestión negra.

El objetivo central de la Fundación al abordar este tema ha sido llevar a un número sustancial de cubanos la idea de que, en el caso de Cuba, como país de grupos raciales de diferente origen, pero con una misma cultura, resulta imposible lograr la verdadera integración nacional sin tener en cuenta la historia entretejida de todos ellos –en especial de los descendientes de Europa y de África– con el mismo nivel de importancia. Tal cosa no podrá ser lograda sin eliminar prejuicios acerca de la impronta del sector negro1en nuestra identidad como nación y en nuestra cultura, y a ello puede contribuir el conocimiento y valoración de su presencia en ellas.

En definitiva, estamos presentando en este libro un resumen de la historia social de Cuba, porque, glosando a Nicolás Guillén, no se puede hablar de ella con olvido del negro. El lector encontrará valoraciones que van desde las diferentes etnias y espacios africanos que llegarían posteriormente a América mediante la emigración forzada, y las complejas características de la trata negrera y la esclavitud, hasta el tratamiento de la cuestión negra en las nuevas circunstancias sociales cubanas, tras el triunfo de la Revolución en 1959: los modos de resistencia y lucha de los esclavos; la economía, vida cotidiana y formas de organización del sector de los negros libres; la actuación de los negros y mulatos en las luchas por la independencia, y en las posteriores batallas sociales en la República; su presencia en el arte y la literatura en las distintas etapas históricas, en tanto sujetos y como temas de las creaciones, su religiosidad, etcétera.

No falta el tratamiento de las desigualdades en la Cuba actual, sus causas, tanto desde el punto de vista histórico, como de las circunstancias contemporáneas, marcadas por la crisis económica conocida como Período Especial, en la que fueron precisamente los negros los más perjudicados en cuanto a la búsqueda de fórmulas para sobrepasarla; así como su actuación en distintos espacios políticos, sociales y culturales, entre ellos la participación como internacionalistas en las guerras de Angola y otros países africanos; su masiva presencia en el deporte, y los éxitos nacionales e internacionales de muchas de sus principales figuras; y de igual modo su importancia en la cultura artístico-literaria cubana, tanto en cuanto sujeto de ellas como en su imagen en diferentes obras, pictóricas, literarias, musicales, audiovisuales…

Por supuesto que tanto el curso televisivo como el presente volumen son solo una parte de la gran batalla que tienen que librar los interesados en lograr la total equidad de los cubanos; pero creemos que pueden ser buenos instrumentos para los debates y las acciones para ello. En estos temas no están todas y cada una de las problemáticas de las relaciones raciales y del papel del sector negro en la sociedad cubana –falta, por ejemplo, lo relacionado con la ciencia–, sin embargo, de manera histórica, están presentados muchos de los aspectos de ellas.

En resumen, consideramos que este libro puede contribuir a la socialización de la historia y contemporaneidad de la presencia, actuación y desventajas del sector negro y mestizo en la sociedad cubana, en el entendido de que a mayor conocimiento sobre este tema mayor será la posibilidad de vencer en la batalla contra los prejuicios y las discriminaciones.

1 Utilizamos el término «sector negro» como una convención acerca de los hombres y mujeres cuyos antepasados, o parte de ellos, llegaron a Cuba mediante la terrible institución de la esclavitud, y que han sufrido exclusiones y discriminaciones por el color de su piel, sin desconocer que no se trata de un conglomerado homogéneo, ni tampoco que, como ha demostrado la ciencia genética, todos los cubanos tenemos genes tanto de origen europeo como africano.

Qué pretendemos1

 

Lic. Nancy Morejón

Presidenta de la Academia Cubana de la Lengua.

Dr. Miguel Barnet

Presidente de la UNEAC y de la Fundación Fernando Ortiz.

Dr. Fernando Martínez Heredia

Presidente del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello.

Dra. María del Carmen Barcia

Catedrática de la Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz.

Dra. Beatriz Marcheco

Directora del Centro Nacional de Genética Médica.

Dra. Denia García Ronda

Directora académica de la Fundación Nicolás Guillén.

 

Nancy Morejón (moderadora): «Aquí estamos/ la palabra nos viene húmeda de los bosques/ y un sol enérgico nos amanece entre las venas». Con estos versos de Nicolás Guillén queremos dar inicio a una serie de conferencias en relación con un tema fundamental en su obra, como lo ha sido el factor étnico en la conformación de la nación cubana. Para este primer panel, nos hemos reunido varios intelectuales, incluida una doctora en Medicina, que tocaremos este tema de la forma en que lo vemos desde la Cuba de hoy, en función de todo el avance de la vida social y política del país. En primer lugar quisiera presentar a Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y de la Fundación Fernando Ortiz; autor de un clásico de la literatura cubana como Biografía de un cimarrón. Quisiera que nos expusiera sus criterios en relación con el tema racial, y qué importancia considera que tiene este ciclo de conferencias.

Miguel Barnet: Como bien dice Nancy, Nicolás Guillén fue una figura que marcó –junto con Fernando Ortiz– un camino que despejó algunas incógnitas y mucha confusión que había sobre el tema racial en Cuba. Pienso que, ante todo, tenemos que estar plenamente conscientes de que por mucho que se haya batallado contra la discriminación y el racismo, estos son fenómenos que vienen de la esclavitud, o sea, que tiene unos hilos históricos que han sido hasta ahora muy fuertes. Para tratar de buscarle una solución o al menos entender el problema, tenemos que ir al fondo del ser humano, al subconsciente, donde radican y viven todavía, lamentablemente, muchos prejuicios que nacieron de aquel nefasto negocio mercantil del capitalismo. En Cuba duró más de trescientos años. Algunos paladines de este tema, iniciadores de la defensa civil del hombre y la mujer negros en nuestro país –como Campos Marquetti, Juan Gualberto Gómez, y otros– pensaron que se iba a resolver con la instrucción; pero no tuvieron éxito de esa manera, y han tenido que producirse obras importantes en la cultura cubana, literarias, científicas, como la de Fernando Ortiz, por ejemplo, o la de Elías Entralgo y de otros contemporáneos.

Es un tema que todavía es motivo de debate. Varios debates han tenido lugar enlos últimos tiempos. Uno fue el proyecto Color Cubano, que tuvo importancia enun momento determinado y dejó un saldo favorable, y otros en las comisiones que existen hoy contra el racismo y la discriminación racial, como la Comisión Aponte, que creamos en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, que se supone quelleve el peso de la vanguardia ideológica y científica al abordar este tema, queha pasado, además, a la Asamblea Nacional, sobre todo a su Comisión de Cultura, Educación y Ciencia. Es un tema muy complejo, y es importante que la Fundación Nicolás Guillén haya creado este ciclo de conferencias con especialistas en la materia.

Nancy Morejón: Es decir, que consideras saludable que se haya mantenido el debate sobre el tema.

Miguel Barnet: El debate es saludable siempre y cuando lo enfoquemos con objetividad, con herramientas científicas y con una proyección social, porque es una problemática que requiere mucho estudio. Creo que debemos reconocer todo lo que hizo la Revolución en sus comienzos, y las leyes que Fidel Castro articuló, con la idea de que con ellas podríamos resolver el problema; y él mismo reconoció, en un Consejo Nacional de la UNEAC, que ni así estaba resuelto, por lo cual tenemos que continuar desarrollando trabajos que contribuyan a buscar un camino que nos ilumine en este sentido.

Nancy Morejón: ¿Cómo ves; por ejemplo, el trabajo de las revistas? Porque Catauro, que edita la Fundación que presides, es ejemplar en este sentido.

Miguel Barnet:Catauro no trata solo el tema racial; tiene un abanico temático muy amplio: la obra de Fernando Ortiz y sus contemporáneos, también enfoques de temas latinoamericanos y otros; pero, por supuesto, el tema de los factores étnicos en la sociedad cubana es prioritario en la Fundación y, por tanto, en su revista. Pero además de Catauro está la revista Temas, que ha abordado el asunto con mucha profundidad, y ha hecho debates en torno a esto.

Quiero recordar que uno de los primeros debates sobre este tema –que se llamó «Integración y racialidad»– tuvo lugar en la Fundación Fernando Ortiz, hace más de diez años. Y eso dio inicio a una serie de debates posteriores. Recuerdo que hubo una pregunta de una compañera: ¿Integrarnos a qué –decía–, a qué se puede integrar la población negra? Integrarse, junto al blanco, a la sociedad, desde luego; como quiso Nicolás Guillén; a esta sociedad ya integrada étnicamente: mestiza, blanquinegra; pero integrarse a una sociedad con otros principios, que no son los del capitalismo; a los principios socialistas que son mucho más humanos y más justos. Porque lo que no se puede admitir es que en el socialismo, que es el sistema que esperamos que rija el futuro, pueda existir ningún tipo de discriminación, ni racial, ni sexual, ni laboral, ni de capa social. Entonces, en ese sentido, pienso que debemos seguir encauzando estos temas.

Nancy Morejón: Gracias Miguel. Ahora quisiera pedir su opinión sobre este tema tan crucial, y que está en el centro de su trabajo investigativo, a la doctora María del Carmen Barcia, Premio Nacional de Ciencias Sociales, que ha hecho valiosísimos aportes sobre la familia negra y mulata de Cuba. La invito a hacer una breve reflexión sobre la importancia del estudio del tema racial en los archivos. En La Gaceta de Cuba ella confesaba que su hobby era trabajar en los archivos; y buena parte de su trabajo parte de esa base. Sin embargo, creo que también tiene un oído fino para la tradición oral, que cuenta mucho en este tipo de investigación.

María del Carmen Barcia: Primero quiero decir que me parece muy importante la pertinencia de este ciclo de conferencias, porque hay una visión algo distorsionada sobre la presencia del negro en nuestra historia, y no se ha logrado, ni en los medios de comunicación ni en la escuela, dar una lectura muy abierta, y muy complementaria, de la implicación de los negros en nuestra sociedad y en nuestra cultura. Y pienso que este espacio puede divulgar elementos que tal vez no sean los que estén siendo utilizados por esas vías formales, que resultan un poco esquemáticos en algunos momentos y hasta maniqueos en otros.

Siempre hablo de la historia profunda, la que hay que investigar en las fuentes, en los archivos, en los testimonios, en los discursos de otra época y en la oralidad, que son los que nos van mostrando cómo se fue desenvolviendo y construyendo nuestra sociedad. Y de esa forma entender quiénes somos, cómo somos y por qué somos así, que implica conocer ciertamente nuestras raíces. Así podemos aportar muchísimo a la sociedad.

Yo, efectivamente me divierto trabajando en los archivos. Tal vez pueda pensarse que son momentos de soledad; pero no es así, porque igual que el antropólogo social trabaja, en los espacios donde él se desenvuelve, con gente viva, el historiador hace lo mismo con los muertos, a través de sus documentos y de sus cuentos. Y por lo tanto, como me gusta mucho ese trabajo, lo disfruto. No quiero decir que sea divertido, porque es duro y, además, las cosas que uno encuentra a veces son muy tristes, tanto como la vida contemporánea; a tal punto que, en situaciones márgenes que hay en la actualidad, uno se dice: Tal parece que el tiempo no ha pasado. Y sin embargo, ha pasado mucho, mucho tiempo.

En relación con lo que decía Miguel, es muy importante entender que cuando triunfa la Revolución hacía setenta y tres años que se había abolido la esclavitud –eso en tiempos históricos es nada– y que dejó lo más terrible: pobreza. Seres humanos empobrecidos, no marginales, que es otra cuestión porque el marginal es el delincuente, sino marginados en los bordes de la sociedad y que tenían que incorporarse a ella. Desde luego, ese fue un proceso nada fácil a pesar de que había muchos negros y mulatos intelectuales que habían logrado posiciones dentro de la sociedad y que eran los que podían solucionar, teóricamente, esa cuestión. Y digo teóricamente, porque la pobreza no se soluciona con la teoría; salir de ella necesita otros cauces. En el año 1959 la Revolución heredó esa situación, y se aspiraba a que eso pudiera ser resuelto. Han pasado cincuenta y tantos años, y no hemos sido capaces –no porque no se haya querido, sino porque no se ha podido– de solucionar todos los problemas de la pobreza. Y eso marca nuestra sociedad. Pero la pobreza económica, por llamarla de alguna manera, no tiene por qué ser pobreza cultural. Y entender esas raíces culturales, que para mí son muy importantes, no es ir hacia abajo; sino que te permite comprender, e ir hacia arriba.

La otra cuestión son las relaciones; y ahí tal vez valdría la pena hacer una reflexión un poco compleja y de otro tipo. La sociedad se mueve por redes que casi siempre son de intereses, que no tienen que ser económicos; puede ser un interés cultural, o con una función específica; pero siempre existen esas redes. Y siempre las hubo en Cuba, y se movían en asociaciones que se agrupaban en determinados espacios privados. Y creo que el principal problema para el desarrollo cultural es que esas redes –estoy hablando históricamente, no refiriéndome a la situación actual– permanecían, digamos, separadas. Había redes sociales muy importantes de los negros y de los mulatos, otras que agrupaban a los inmigrantes españoles, en general o por regiones; se movían en esos espacios, se debían favores, oportunidades, unos ayudaban a otros; pero la integración total de esas redes, que en definitiva es la integración social, no se logró durante esos años y considero que todavía no se ha logrado totalmente.

Miguel Barnet:Quisiera añadir algo que, de alguna manera, abunda sobre estas redes, y creo que explica también la conformación de esos conglomerados frente a la violencia de la esclavitud; porque no se puede olvidar que no es solamente la pobreza lo que heredamos, sino la violencia; y dentro de ella está, desde luego, la discriminación racial perversa. Las familias africanas llegaron a Cuba secuestradas, esclavizadas, y los sistemas de parentesco se resquebrajaron totalmente desde que fueron llevados a las costas africanas para transportarlos en el barco negrero y trasplantarlos luego en una sociedad distinta. Esa familia se formó de manera heroica, salvando sus principios, sus valores morales y éticos, y construyendo esas redes donde se produce, además, un profundo mestizaje. Esa es la familia biológica; pero si algún sostén y alguna fundamentación tuvo esa familia, fueron las creencias religiosas que trajeron los africanos y que desarrollaron sus descendientes. Es la familia religiosa. Yo no sé cuál de las dos tiene un basamento más sólido y más firme; pero las religiones contribuyeron a unir, a cohesionar esas redes familiares.

Nancy Morejón:Voy a pedirle a Fernando Martínez Heredia, Premio Nacional de Ciencias Sociales, también gran conocedor de estos temas, que nos introduzca, en relación con el factor étnico y la cuestión racial, en el concepto de nación, tan fundamental para Nicolás Guillén, cuya obra tiene como aliento principal la relación de nación y mestizaje; puesto que una nación, incluso en el mundo moderno, no puede ser concebida si no es una sociedad abierta y pluricultural.

Fernando Martínez Heredia:Hay cosas que me parecen fundamentales. Ante todo, no puede haber un solo concepto de nación. A mi juicio, tiene que haber dos: la nación de los países que llamamos desarrollados, y la de los países que fueron colonizados y neocolonizados. El problema de la pervivencia del colonialismo en la mente de las personas es tan grave que va más allá, muchas veces, de la desaparición del colonialismo físico y del neocolonialismo también. Por ejemplo, todavía podemos encontrar, en lo que se divulga, en lo que hace nuestro sistema educacional, en lo que está en nuestros medios de comunicación, elementos reos de colonización, junto con cosas que son lo contrario. Esto confunde, y por eso es necesario luchar contra ello.

La otra cuestión que me parece también importantísima para estas definiciones es lo histórico. Miguel decía, con toda razón, que debemos tener una perspectiva histórica, y María del Carmen aclaró que hay que empezar a desarrollarla. Digo esto pensando en que los negros de Cuba cambiaron su situación completamente a fines del siglo xviii. Uno no puede decir «los negros», en general y con una forma atemporal. Su situación empeoró desde entonces. Fueron colocados en el centro mismo del modo de producción; eran decisivos para que Cuba fuera la colonia más rica del mundo y que las empresas se integraran en el circuito del capitalismo mundial con la exportación de azúcar. Tuvieron que ser el centro de la clase obrera, como se dijo después. Se dijo que eran esclavos, se les despojó de todo: de la vida, del trabajo, de la cultura misma; de todo lo que se pudo, en función del capitalismo. De ahí vienen varios problemas. Yo solo puedo hablar de algunos, pero no puedo evitar referirme al de la necesaria adecuación y el sometimiento. Me alegra muchísimo cada vez que se habla de la rebeldía; pero me entristece que nunca se hable del sometimiento. Los negros de África y sus descendientes tuvieron que someterse y adecuarse; ceder una gran parte de sus culturas para poder sobrevivir y, sobre todo, para que sus hijos tuvieran algunas oportunidades. Es decir, autosubestimarse, tratar de imitar el modelo del otro.

Si no conocemos –y ya estamos hablando de conocimiento– esas realidades, es muy difícil combatirlas; y por esto el concepto de nación en el caso cubano resulta maravilloso por lo que nos permite. En otros países –Canadá, por ejemplo– la nación se fue formando poco a poco, de la acumulación de comunidades, de maneras de ser específicas. Aquí no; aunque eso de la violencia sobre el negro es verdad, también es cierto la de otro tipo, la violencia liberadora, las revoluciones; y la Revolución del 95 creó la nación cubana. Antes, lo que había en Cuba eran culturas; de ahí surge la cultura nacional y la identidad nacional. También las palabras a veces se usan muy fácilmente; y el tema nacional no surgió en una mañana, tuvo un dificilísimo y larguísimo proceso para serlo. La Revolución del 95 hizo que las personas de Cuba se sacrificaran en masa –fue un holocausto–, pero también que se reconocieran como cubanos, y asimismo hizo que los negros de Cuba también pelearan y se sacrificaran en masa, y se reconocieran como cubanos negros. Hasta ese momento eran los negros de Cuba, la Revolución los convirtió en los cubanos negros. Esto tiene una importancia trascendental hasta el día de hoy.

Yo admiro mucho a los buenos poetas; porque me enseñan cosas de las ciencias sociales que ellas todavía no han dicho. Ernesto Cardenal escribió una vez: «La Historia es la secretaria del olvido». Y es cierto. Hay una selección, y por lo general resulta a favor del tipo del sistema de dominación que existe; pero se vuelve cultura, porque toda dominación bien estructurada es cultural, y entonces lo malo es que igual que gente buenísima cree que un negro es sinónimo de marginal, cree también en una historia colonizada.

Nancy Morejón: Es muy interesante lo que ha dicho Fernando. Yo estaba recordando ahora, en relación con esto, una cita de Franz Fanon, el gran autor del mundo caribeño, que publicó en Cuba Ernesto Guevara en una pequeña editorial que había, que se llamaba Venceremos. Decía Fanon: «inferiorizado; pero no convencido de mi inferioridad». Es una divisa verdaderamente dinámica para entender el factor nación.

José Luciano Franco se refirió mucho al cimarronaje, y la historiadora cubana Leida Oquendo también hizo algunos trabajos. Me interesaría, para resumen de su intervención, saber cómo ve Fernando este fenómeno de los cimarrones, de la rebeldía y de la formación de una nación como la cubana.

Fernando Martínez Heredia: En el caso cubano, son formas de rebeldía y también de asociatividad. Nuestro país tiene una historia social que es muy poco enseñada y muy poco aprendida, y que quisiera que forme parte de los que aprenden y de los que son capaces de enseñarles a todos. En ese sentido, la historia social nos permitiría ver cómo había centenares de personas fuera de la ley cuando Céspedes comenzó, el 10 de Octubre de 1868, la insurrección. Por ejemplo, los cimarrones estaban fuera de la ley, pero algunos comerciaban, incluso con alguna que otra isla del Caribe. Necesitamos saber el papel que cumplen las rebeldías individuales y las de grupo en un sistema de dominación; en este caso el nuestro. Y ahí podemos ver cómo costó un enorme trabajo que se integraran los negros y los blancos, y lograr entre todos la libertad y la justicia, hasta donde se pudo lograr. No era fácil. A principios de la guerra del 68, hubo unos versos que dicen: «al bárbaro español hagamos guerra/ los cubanos y los negros reunidos». Y esos son versos mambises. No era fácil, porque estas formas de rebeldía buscando justicia, no habían llegado a conocer el ideal de una libertad nacional. Pero fue esa idea, asumida en masa, la que hizo que los que pudieran haber sido una multitud de cimarrones se convirtieran en una multitud de mambises en la Revolución del 95, y que pelearan juntos todos, en cualquier parte de Cuba. Lo que gritaban los invasores del 95, cuando pasaron por las Villas por lo menos, era: «¡Arriba Oriente!, ¡Viva Maceo!» No gritaban «¡Viva Cuba Libre!»; pero estaban cambiando, y sobre todo estaban cambiando a Cuba. Eso quiere decir que se fue construyendo, por la rebeldía, el ciudadano, las personas capaces, los negros orgullosos de sí mismos, que decían: «nuestros padres y abuelos hicieron también la independencia de Cuba». Sobre todo se creó una nueva hermandad que trascendía las razas.

Las razas son construcciones sociales centrales. Las cuestiones secundarias, como el color de la piel, la forma del pelo y otros rasgos se pueden y se deben investigar muy bien; pero las razas son construcciones sociales de relaciones entre grupos humanos. Uno no dice que es de una raza hasta que no establece quiénes no lo son. Y por lo tanto le puede tocar algo malo o algo bueno, según la raza a la que haya decidido que pertenece. Muy poco antes de la Guerra de los Diez Años hubo una discusión acerca de por qué la ley de Cuba –no era cubana– impedía que se casaran los blancos con los que no eran blancos. Eso estuvo prohibido durante casi ochenta años, casi todo el siglo xix. Había un apartheid. Existía un registro civil para blancos y otro para los que no eran blancos. Y entonces se produjo un debate muy interesante desde el punto de vista cristiano; porque se decía: ¿Si todos somos hijos de Dios, por qué no se pueden casar todos entre sí? Y el Obispo de La Habana, un hombre seguramente muy inteligente dijo: «Porque no es un problema de religión, es un problema de orden público».

Eso no se puede olvidar; pero tampoco se puede olvidar el problema de las acumulaciones culturales. La acumulación cultural va produciendo que uno sienta, se represente, piense, lo crea firmemente, cosas que pueden no tener ya una base, por ejemplo, en el sistema de explotación. La República de la posrevolución de 1902 no necesitaba el racismo del siglo xix; vino una masa enorme de personas de España, y de Haití, de Jamaica y de otros lugares, a trabajar por el salario; y el dinero es el gran igualador formal. Sin embargo, el racismo no desapareció. No se logró el ideal de Martí cuando le decía a Juan Gualberto Gómez: «Conquistaremos toda la justicia». No se pudo lograr porque se impuso el capitalismo neocolonizado; y las posrevoluciones son de retrocesos; y el retroceso, en este caso, es que podíamos ser muy nacionalistas y a la vez muy racistas. Había cambiado el racismo. En la historia, es muy necesario conocer el racismo, y todavía tenemos la necesidad de seguirlo conociendo.

Nancy Morejón: Vamos a escuchar ahora a una científica, médica de profesión, que se dedica a los estudios de genética, exactamente en el Centro de Genética Nacional, y quisiéramos saber su opinión en relación con esta idea tan interesante de Fernando de que la raza es una construcción social. ¿En el plano de la genética, cómo lo ve la doctora Beatriz Marcheco?

Beatriz Marcheco: Lo primero que debemos comentar es que así como las naciones tienen un patrimonio histórico, un patrimonio cultural, y costumbres y tradiciones de los pueblos, y así como las diferentes manifestaciones del arte ayudan a conocer los orígenes de una nación, también hemos aprendido, gracias al desarrollo que han alcanzado las tecnologías y la ciencia, que las naciones tienen un patrimonio genético, del cual se encuentran características que distinguen una población de otra. Entre ellas hay rasgos que comúnmente son utilizados para definir a cada individuo y para asociarlo al concepto de raza; pero es un rasgo, como su estatura o el color de los ojos. Como mismo se encuentran en una población individuos que miden 1,30 o 1,90 m; existen las diferentes tonalidades de la piel. En el caso de nuestro país, cada vez se va a dificultar más poder distinguir a los cubanos en los tres grupos tradicionales en que usualmente nos hemos clasificado, o sea, blancos, negros y mestizos.

Recientemente nuestro Centro concluyó una investigación en la que, aparejado a la información genética, estábamos muy interesados en buscar un método para medir –de la manera más objetiva posible– la pigmentación de nuestra piel. Y es así que utilizamos un equipo con el que fuimos midiendo, persona por persona, el índice de melanina en su epidermis. La melanina es el pigmento que da color a nuestra piel. Y fue interesante ver cómo los cubanos, en un rango de uno a cien —o sea, de lo más blanco a lo más negro—, se distribuyen entre veintitrés y ochenta y cinco, como promedio. Pero usted puede ver un individuo que por la piel le parezca mestizo, y que tenga labios muy gruesos o muy finos, ojos claros u oscuros, pelo de una textura que lo mismo puede ser de negro como de blanco, ¿cómo lo define, como negro o como blanco? Pero no solo la raza, la clasificación de la piel tiene componentes tan subjetivos que un individuo que en Guantánamo se define como mestizo, en Villa Clara se identifica como negro. Eso tiene que ver con el medio que lo rodea, con las condiciones contextuales, e incluso con el color de la piel de la propia persona que clasifica al otro individuo. Las personas, mientras más clara tienen la piel, tienden más a oscurecer las tonalidades de otros; y mientras más oscura la tienen, pueden distinguir mejor las distintas tonalidades oscuras de la epidermis.

De manera que es un reto para nosotros aportar estos elementos a los estudios históricos, etnológicos, a los de las ciencias sociales en general; porque la impresión nuestra es que este mestizaje se va a incrementar cada vez más, y que la mezcla de nuestra población va a ser cada vez más intensa. Comparando las proporciones que encontramos en los individuos estudiados en el año 2007 con el estudio de 2012, comprobamos que la población está más mezclada. En ese último análisis, a diferencia del de 2007, estudiamos a todas las generaciones de la población cubana actual, desde los dieciocho hasta los noventa y cinco años. Además, le preguntamos a cada persona su color de piel, y los investigadores, por su parte, la caracterizaron según su criterio, y fue muy interesante encontrar mucha coincidencia en ambas clasificaciones. Pero no pocas veces existen diferencias en la apreciación de un individuo sobre el color de su piel, y el que otra persona realiza sobre ese mismo individuo.

Nancy Morejón: Denia García Ronda, directora académica de la Fundación Nicolás Guillén, nos hablará sobre los objetivos y la razón de este ciclo de conferencias sobre la presencia negra en la cultura cubana.

Denia García Ronda: Creo que por las intervenciones de los distintos especialistas ya se puede tener una idea de qué queremos con este ciclo. Es decir, se va a enfatizar en ese sector cubano de color de piel más oscura, su impronta en la historia y la cultura cubanas, sin desconocer que efectivamente somos un pueblo multicolor y con una cultura mestiza desde hace mucho tiempo, que –como decía el doctor Martínez Heredia– se ha ido conformando a través de los años y que, por supuesto, todavía está en proceso. Entonces lo que queremos es, precisamente, ver la presencia negra en la cultura cubana, en sentido amplio: historia, sociedad, economía, literatura, arte, etc., a través de todos estos siglos cuando nos hemos ido mezclando, como dice Guillén.

En este sentido, nos proponemos privilegiar, sobre todo, la participación del sector negro en la cultura, la historia, la sociedad cubana; sin dejar de tratar, por supuesto, los elementos de explotación, de expoliación, de exclusión, que han sufrido la población africana y sus descendientes en todo este tiempo. Nos interesa ver lo colectivo; por ejemplo, la participación de las masas negras y mestizas en las guerras de independencia o en las posteriores luchas sociales, y sus aportacionesculturales, pero también destacar la labor de determinadas personalidades –blancas o negras– que han tratado la problemática de la racialidad de una u otra forma.

Estos procesos discriminatorios parten, muchas veces, del desconocimiento de hechos, actitudes, perspectivas de la población negra cubana. Por lo general, se conoce solo una parte de la historia de ese sector; por ejemplo, los horrores de la esclavitud; pero no los saberes que traían los africanos tanto en oficios como en cosmogonías e imaginarios. Se sabe de algunas grandes figuras negras, como Maceo o Jesús Menéndez, pero no se conoce otras que han aportado mucho a nuestra cultura y a nuestra sociedad. Queremos empezar por brindar esos conocimientos mediante conferencias de especialistas de primer orden; y que lleguen a un gran número de personas, a instituciones, a universidades, a escuelas, a fin de contribuir a eliminar estereotipos y prejuicios.

Ese es el sentido de este proyecto, y creo que con él la Fundación Nicolás Guillén puede poner un granito de arena en el camino de la eliminación de los prejuicios, de las exclusiones, del racismo.

Nancy Morejón: Quiero agradecer el espacio que a estos temas ha dado la Fundación Nicolás Guillén, y, en su nombre, a los que participan en este ciclo de conferencias, muy particularmente a los profesores, pero también a especialistas, técnicos, instituciones, colaboradores, y al Canal Educativo de la Televisión Cubana, el vehículo audiovisual de las conferencias. Igualmente les doy las gracias a los que me acompañaron en este intercambio inicial.

1 Panel de apertura del Ciclo de conferencias «Aquí estamos. Presencia negra en la cultura cubana», realizado en los estudios del Canal Educativo de la Televisión Cubana.

Primera parte

«Vine en un barco negrero» (La Colonia)

Historia de las principales etnias africanas traídas a Cuba

 

Dr. Reinaldo Sánchez Porro

Profesor. Universidad de La Habana.

 

Esta conferencia tiene que ver con las raíces africanas, de donde vino todo el componente negro cubano, en su amplia variedad. Y para eso nos vamos a trasladar rápidamente al continente africano. Tenemos la intención de iniciar un debate, que tiene que ver con dos nociones fundamentales: el concepto de raza, tan debatido, en cuanto a si es vigente o no, y el de etnia, como elemento que puede o no sustituir al de raza, un tanto culpabilizado por ser raíz del término racismo. Esos serán los elementos esenciales: de dónde vino esa plétora de aportes culturales de diversa condición que la trata de esclavos trajo a nuestro continente para, en el caso cubano, darle una mayor variedad a nuestra cultura.

Sobre el discutido concepto de raza, recordemos que el origen de la humanidad está en el continente africano. Una serie de descubrimientos en el área de la garganta de Olduvai y la zona circundante, en el África oriental, hace que se considere que allí es donde esta comenzó. Al mismo tiempo, las pruebas arqueológicas, antropológicas, y sobre todo el ADN, han demostrado que tal vez la población más antigua sean los llamados paleoafricanos, los khoisan, en un entorno que no participó directamente en el poblamiento de Cuba porque varias condicionantes hicieron que el componente negro-africano de esa parte no fluyera hacia nuestro país.

La variedad de tipos físicos de la humanidad se va a producir por una serie de adaptaciones al medio. El hombre sale de África, se lanza a conquistar el mundo y en diversos contextos va desarrollando características que le permiten sobrevivir en la naturaleza; de ahí viene el polimorfismo humano. Es una realidad que el hombre presenta un aspecto diferente en distintos lugares; si procediéramos a quitar la palabra raza, de todas maneras esa diversidad se expresaría.

El concepto raza comenzó a identificar a esas particularidades cuando llegamos a ese momento paralizador del siglo xv en el que comienza la trata de esclavos. En los cuatro siglos posteriores Europa va a tener todas las oportunidades para irse adelante técnicamente, desarrollarse y periferializar al mundo. En la práctica, fue la primera globalización, a partir de un proceso paulatino: primero la trata de esclavos como un elemento de la acumulación originaria y luego la formación de los grandes conjuntos coloniales. El resto del mundo se va pintando con los colores de las potencias europeas por el creciente fenómeno colonial, sobre todo a finales del siglo xix, que es la mayor etapa imperial, cuando el capitalismo se desborda por el mundo.

El colonialismo es la negación del trato entre iguales, sean naciones u hombres, y es entonces cuando el concepto racial se envilece al ser presentado como evidencia de una falsa jerarquización humana y se suma a la inferiorización impuesta a todo ese mundo que pertenece a la periferia. Europa necesita justificar el trato desigual según el color, y aparecen las teorías raciales que implican una definición peyorativa del grupo que se quiere discriminar o disminuir, atribuyéndole aspectos y características negativas. No hubo un solo régimen de dominación colonial occidental que no impusiera a los pueblos dominados, en mayor o menor grado, la doctrina de su pretendida inferioridad racial ante el conquistador. De ahí surge el prejuicio racial, que es la materialización de esa concepción discriminatoria, y se desencadena el racismo en las mentes y en las instituciones.

Ese racismo implica la atribución de una serie de características biológicas, psicofísicas, conductuales, casi siempre imaginadas o inventadas, a la comunidad que se quiere descalificar. El paso siguiente es la materialización de todo eso mediante la segregación racial que fue una práctica institucionalizada durante el período colonial, y tiene que ver con toda esta cadena de elementos que hay que destruir para fomentar la unidad entre los hombres, lo mismo a nivel nacional como internacional.

Esa situación contribuye a que el término raza pase a ser una palabra deleznable y se empiece a buscar sustitutos. Sustituir «raza» por «grupo étnico» es factible y bastante común. Muchas veces se habla de grupos étnicos, y lo que están expresando es la variedad de grupos humanos y, sobre todo, las características físicas que se heredan, que es lo esencial en este sentido. Sin embargo, para los especialistas, la etnia viene siendo otra cosa; históricamente es una definición de pueblo. Pudiéramos decir que la humanidad ha tenido un largo proceso como comunidad en evolución: de la sociedad tribal a pueblo, a etnia en definitiva, y posteriormente a nación, y en esa dialéctica del cambio la etnia viene siendo la auto conciencia, por parte de un grupo, de su territorialidad, su lengua, sus tradiciones y características culturales, de lo que lo diferencia con respecto a otros. Por lo tanto, opino que puede haber puntos en común, pero no son exactamente lo mismo y con eso no estoy diciendo ninguna verdad revelada, sino iniciando el debate sobre estos conceptos, por lo que pueden surgir divergencias interesantes con respecto a ello.

Vamos entonces a centrarnos en el continente africano. Quiero recordar, como un factor sustancial, la civilización egipcia. Geográficamente, Egipto es africano, por supuesto, pero también, desde el punto de vista de sus componentes, es en buena medida negro-africano. Esa civilización es fruto de la confluencia de muchos pueblos, y los negro-africanos tienen un papel fundamental en ella. La XXV dinastía fue puramente «etíope» (negra) y Nubia, que la origina, sería un componente en esta historia compartida. Esa fue la etapa en que esta posibilidad (la de la negro-africanización plena del país-río) creció muchísimo más. Por eso, cuando hablamos de la influencia egipcia no estamos hablando de algo extra continental. Todo lo que venga de ahí va a ser claramente compartido como propio, sin desconocer que haya otros focos culturales independientes, que, al mismo tiempo, tendrán una interrelación. En ese sentido, vamos a estarnos refiriendo a un eje que viene a ser como un ángulo recto: el valle del Nilo y su continuación hacia el interior de África occidental que nos suministró tantos grupos étnicos. Eso se da sobre todo a través de la franja sudano-saheliana, esa vasta región que está al sur del Sahara y que será uno de los primeros lugares donde se desarrolle un conjunto de civilizaciones africanas, la parte negro-africana en sí, donde desde principios de nuestra era se van constituyendo formaciones estatales.

Hay que hablar de la heterogeneidad del desarrollo africano. Antes del contacto con Europa existían cerca de cuatrocientos grupos o entidades reconocidas, de diferente nivel de desarrollo: varios Estados multiétnicos plenamente considerados como tales, junto a sociedades tribu-patriarcales preestatales, que es lo que prima. Existía también la sociedad primitiva en descomposición, la comunidad primitiva, poco significativa a nivel continental. Esa variedad nos está hablando de las riquezas de este Continente. Los más desarrollados se van a localizar en esa sabana sudano-saheliana. El que más se conocerá es el imperio de Ghana, que comienza a formarse en los primeros dos siglos de nuestra era, en el borde del Sahara. Después vendrá el Imperio de Mali, luego Songhai de Gao. En fin, son conjuntos de fuerzas que nos quedan un tanto lejanos, pero que, de alguna forma, participarán indirectamente en la integración de nuestra población, por algunos de los elementos que la integran, pero que no son los fundamentales. Aunque, si hablamos de los componentes africanos de la población cubana, tendríamos que afirmar –comparándolo con aquella aseveración de Jorge Luis Borges de que Argentina es Europa en el exilio– que Cuba es África en el exilio.

Las investigaciones más recientes –desde el siglo xix se está trabajando mucho en esto– demuestran que muy diversos componentes étnicos llegaron prácticamente de todas partes del Continente, desde Senegal, con los wolof, los tucolor y los serere, pasando por toda la costa del África occidental, bajando hasta la básica zona centro-ecuatorial; incluso vinieron los macuá que son de Mozambique. Es decir, que tenemos aportes de la mayor parte del continente, en ese holocausto continuado por cuatro siglos, durante los cuales el continente africano es despojado de sus riquezas fundamentales, que eran los hombres en su edad más productiva, con posibilidades de trabajar, de desarrollar sus sociedades, que a partir de la trata se van a caotizar. Eso explica el desnivel al que hice referencia anteriormente, y que sería una condicionante histórica del continente africano.

En esa misma franja sudano-saheliana se desarrollaron otros conjuntos políticos, y formaciones estatales. En un primer momento, esta área se dedicó, sobre todo, a la agricultura cerealera y posteriormente al comercio transahariano, a través de esa barrera natural que es el desierto, pero que no es cerrada totalmente. Ese será un elemento de despegue en la formación y auge de los ya citados imperios sudaneses. Pero no solo existen estos imperios, tenemos el caso del Estado de los mossis, ubicado donde actualmente está Burkina Faso.

En el recuento de los grupos africanos que llegan a Cuba aparecen muchos de estos nombres que menciono. Es el caso, por ejemplo, de las siete ciudades-Estado Hausa, al norte de la Nigeria actual, que comparten con los demás grupos citados una tradición oral que habla de un origen similar mediante una migración venida del oriente, desde el valle del Nilo o aún más allá. Todas esas civilizaciones que se formaron al sur de Egipto –Meroe, Kuch– tienen gran importancia, como también Axum, en Etiopía. Van a continuar actuando sobre el corredor en el ángulo recto que yo decía, trasladando influencias «nubias». Esto brinda elementos importantes para entender los acontecimientos posteriores.

 

 

Otro componente cultural e histórico muy importante que va a dotar a la mayor parte del continente, desde el centro hasta el sur, de una relativa unidad lingüística, con todas las variantes que esto pueda comportar, son las migraciones bantú, más o menos desde principios de nuestra era. Cuando Europa occidental estaba bajo el Imperio romano, hubo migraciones desde un núcleo poblacional que se desarrolló entre Camerún y Nigeria, heredero en buena medida de la civilización nok en la meseta de Bauchi. Ellos habían aprendido a trabajar el hierro, por lo que desarrollaron una agricultura con implementos de ese metal. También los guerreros pudieron tener armas de hierro. Esto permitió la formación de una corriente migratoria que, partiendo del límite de lo que llamaríamos hoy África Occidental y África Ecuatorial, rodeó la cuenca del Congo y comenzó a bajar, llegó al África Oriental y tuvo un segundo momento de relanzamiento cuando llegaron a Katanga, y allí, en la zona de los lunda y luba –que retomaremos cuando hablemos de las influencias originarias del reino del Congo, que sí tiene que ver con nosotros– se dio otra pausa en la migración, hasta que finalmente estos grupos, que lingüísticamente se llaman bantú, llegaron hasta África del Sur y en buena medida arrinconaron a la población paleoafricana, los khoisan. Cuando hablo de bantú no me refiero a un mismo grupo racial o tipo físico, o a un género de vida determinado, sino a vínculos lingüísticos establecidos entre pueblos diversos por este proceso de expansión.

Ello nos lleva a hacer el análisis de los distintos grupos humanos, aparte del debate ya referido con respecto a la raza. En este sentido, me voy a auxiliar de la división que hace Amadou Mahtar M´Bow, el calificado senegalés que fue director de la UNESCO entre 1974 y 1987, una autoridad cultural en el continente. Él considera la existencia de sub-razas con características físicas diferentes entre los melano (negro)-africanos: la sudanesa, la guineana, la congolesa, la nilótica y la zambeziana o sudafricana. En toda la zona del Sudán, los hombres son de elevada estatura, delgados, con facciones más o menos finas, y piel muy oscura; todo eso ligado al fenómeno de las migraciones. Hay dos grandes conjuntos migratorios en el Continente, como en el resto del mundo, los grupos ganaderos y los agrícolas sedentarios. Se supone que la mayor parte de los antepasados de estos sudaneses llegó, en una etapa anterior a nuestra era, desde el sur de Etiopía, y le dio esas características a la población de la zona sudano-saheliana, en contraste con lo que vemos más al sur. M´Bow habla de una sub raza o sub grupo en el sur, los guineanos, que son los que están más cercanos a nosotros. De ahí salió una buena parte de los esclavos que vinieron para Cuba. Ellos tienen otras características: son de estatura más baja, puramente negros en cuanto a sus rasgos faciales y demás. Este grupo está conformado por civilizaciones que nos interesan, porque ya estamos en el cinturón boscoso de la Guinea, banda forestal verde que corre paralela a la costa.

Si hiciéramos un mapa del África Occidental, tendríamos una franja horizontal de selva, bastante grande, que se une o continúa por el oriente a la cuenca del Congo, hasta la zona central de África, luego le sigue hacia el norte la zona sudano-saheliana de sabanas y, finalmente, el desierto. En esa franja hay formaciones estatales que nos interesan porque tienen que ver con nosotros. Ahí está el reino Ashanti, con su capital Kumasi, en el centro de la actual Ghana, no la Ghana imperial, sino el Estado de Ghana en la antigua Costa de Oro, que dejó de llamarse así en 1957, cuando la independencia. Este reino tenía una salida al mar a través del territorio costanero de los fanti. Ahí está el castillo de Mina que construyeron más tarde los portugueses para la trata; a partir de entonces se incrementó el proceso migratorio de esclavos hacia América, y los mina aparecen en los cabildos registrados en Cuba. Ashanti fue uno de los reinos de la zona forestal fundados por migraciones venidas del norte.

Un elemento muy presente en toda la cultura y la religiosidad africana es el culto a los antepasados y la deificación, prácticamente general, de los reyes fundadores de estas entidades políticas, promotores de estos cultos que los van mitificando. En el caso específico de los ashanti, esta figura fue Osei Tutu a fines del siglo xvii, quien está unido a la leyenda que habla de una especie de taburete dorado (sika dwa) que en un momento determinado bajó del cielo para constituirse en la representación de la unidad del pueblo ashanti bajo su jefe, el ashantehene.

Además de los ashanti, está el importante reino dahomeyano. Se ha creado mucha confusión porque el Estado de Dahomey cambió su nombre por Benin después de la independencia. Benin es la denominación de una región que cubre desde el río Volta, en la actual Ghana, hasta el delta del Níger por toda el área costanera que da al golfo denominado Bahía de Benin. Esa región, conocida como Costa de los Esclavos cuando la trata, se llamó el Benin (como decir las Antillas o los Balcanes); eso explica que en la actualidad haya una provincia de Benin y un río Benin en Nigeria, y el Estado independiente de Benin en el antiguo Dahomey, y que la Universidad de Togo se llame también Universidad de Benin; porque se comparte una cierta unidad geográfica, no política, hasta la actualidad.

 

 

El Reino dahomeyano será muy importante entre las formaciones que tienen un origen más o menos independiente del proceso de la trata, pero que luego evolucionan extraordinariamente mediante ella. Dahomey se convertiría en un elemento sustancial de la cultura general del área, con las manifestaciones del arte dahomeyano, el palacio de Abomey, las representaciones, los murales, etc. Van a tener mucha influencia de su vecino inmediato, el más importante de esta área: el imperio de Oyo, el conjunto confederal de los yoruba, al cual le vamos a dar mayor peso en nuestra exposición por razones obvias.

El cuarto de los Estados de esta zona forestal es el Benin propiamente dicho, también íntimamente ligado con los yoruba. El Estado yoruba tiene ese origen, también mantenido por su tradición oral en las zonas más al este; los que vinieron del oriente se establecen allí, y el enclave fundacional de esta civilización tendrá la característica de ser definidamente urbano, algo poco común en el continente africano, donde la inmensa mayoría de las sociedades eran rurales, ligadas a la agricultura o a la ganadería. Aquí va a haber ciudades amuralladas, a partir de Ifé la ciudad que devendría sagrada más tarde para el conjunto de los pueblos yoruba y que se considera que empezó a formarse hacia el siglo x de nuestra era. En cuanto a sus componentes, se habla de dos olas sucesivas de pueblos que vienen de la zona más oriental, y la tradición oral dice que el rey fundador fue Oduduwa, una figura que se va a mitificar. Según se plantea, era «un príncipe bargu», se estableció allí y desde entonces se produjo el desarrollo de costumbres y disciplinas en estos reinos militares, con una tradición ética muy fuerte con respecto a lo que un militar debe ser y hacer en cuanto a la consecución de sus objetivos de conquista.

La práctica indicaba que los reyes estuvieran siete años en el poder y al concluir ese período debían suicidarse. Oduduwa fue sustituido entonces por su hijo Oranyan, que es importante en la tradición de todo el conjunto yoruba porque fundó la dinastía en el Estado de Benin y eso nos habla de la materialización de la estrecha relación que tendrán, también en el plano cultural, con sus vecinos. Al seguir la sucesión, llegó al poder Ajaka, quien no estuvo dispuesto a matarse después de su programado septenio. Apareció entonces la figura máxima dentro de la concepción religiosa de este reino que se va formando: Changó, el cuarto rey, identificado con una cabra. Es el hombre conservador que se aplica, según la tradición, a la preservación de las costumbres, que desarrolla una gran actividad guerrera y comienza a unificar el territorio yoruba sometiendo a otras ciudades a la soberanía de Ifé y la nueva población que va a fomentar: Oyo.

Un poco más al norte, no en la zona de la selva, que es donde está el origen de esta civilización, sino ya en la sabana, Changó va a guerrear exitosamente con su legendaria caballería, pero su punto débil, según una parte de la tradición, es que se apoya en Nupe, uno de los Estados al norte del río Níger. La zona yoruba estaba limitada por el Níger hasta su confluencia con el Benué, luego cubría hasta el delta de ese río por el este, y por el sur sus límites se acercaron a veces a la costa de Guinea, en el Atlántico. Esa es la región a la que nos estamos refiriendo. La tradición establece que este gran guerrero al cumplir sus siete años de reinado fue al bosque sagrado y ejecutó el rito establecido del suicidio. Apareció entonces el sacerdocio del Changó deificado. Por otra parte, Ajaka, que no se había matado, incumpliendo la tradición, regresó y comenzó una lucha que convirtió en rivales a las dos ciudades: la tradicional Ifé, donde está el Oni que es la figura fundacional y cada vez más un jefe espiritual, y el nuevo poder de Oyo. En esta dicotomía, el sacerdocio de Changó tendrá que librar una guerra para que se le permita entrar directamente y adorar a su representación divina en la propia capital. Esta es la primera guerra civil, de las muchas que habrá en la historia yoruba. Ese es el mito fundacional; realmente no tenemos documentación, pero todo esto está muy firme en la tradición regional, y tiene que ver mucho en los cultos de origen africano en Cuba.

Ese reino ha ido creciendo extraordinariamente y para el sigloxiii, además de la tradición militar, se producen importantes manifestaciones artísticas: esculturas de terracota, de piedra, de bronce y de latón, de tal belleza clásica que hará que algunos europeos, cuando las encuentran, empiecen a especular que son etruscas, porque se niegan a aceptar que sean puramente africanas. Ellas nos hablan del más alto nivel de desarrollo artístico en toda esa región, incluyendo a los imperios sudaneses. Ese auge del sigloxiiino parece coincidir con el apogeo político del Imperio de Oyo, como se va llamando toda esta región, que se ha ido extendiendo debido a las campañas militares.

Se conoce que en cada estación de seca eran llamados a filas todos los hombres con capacidad militar, para lanzarse a grandes campañas en el entorno y así es como se llega, en el siglo xviii, a la conquista del reino de Dahomey, sometido a tributo a partir de 1747. Este es un indicio del momento de prosperidad del Imperio de Oyo. Se ha postulado el presunto origen, libre de toda vinculación con la trata masiva de esclavos, que tiene Oyo, que parte de sus propias raíces y evolución aunque la esclavitud y alguna trata existieron, pero no como fenómeno básico en la economía del área. No va a ser igual al caso de Dahomey o al de Ashanti, cuyo desarrollo se aceleró por la introducción de la trata trasatlántica. En este caso, el Imperio yoruba tiene una evolución independiente de esto hasta finales del xviii. Cuando estas guerras entre ciudades comienzan a suministrar prisioneros que se destinan a la trata –al conectar con el comercio humano centrado más al sur, en la costa– es que empiezan a llegar a Cuba, en grandes contingentes, los llamados lukumí.

Este gentilicio ha causado un gran debate: ¿por qué lukumí si son yoruba? Habría que averiguar a partir de qué momento aceptaron esa denominación, que parece no haber sido anterior al comienzo del siglo xix. Hay fuentes antiguas que mencionan, entre los reinos yoruba, un posible Reino Lukumi, que puede haber sido el origen de la palabra con la que se los identifica en Cuba. Por otra parte, estas denominaciones no siempre tienen que ver con el grupo étnico original, sino con el puerto de embarque, y otra serie de condicionantes. A veces hay miles de kilómetros de distancia entre el punto de captura del hombre que va a ser convertido en esclavo y el de embarque, cuyo nombre le adjudican. Hay otra teoría que plantea que el término lukumí obedece al trato entre iguales que se daban los yorubas –como decir asere en la actualidad, entre nuestra población.