Psicoerotismo femenino y masculino - Fina Sanz - E-Book

Psicoerotismo femenino y masculino E-Book

Fina Sanz

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Beschreibung

He aquí un libro original e innovador que llega en el momento más oportuno. Un libro sobre psicosexualidad que habla desde un nuevo paradigma y desde un nuevo concepto de feminismo. Un feminismo que ya no se define por oposición al varón sino por la recuperación de los llamados valores femeninos por parte de toda la sociedad. Se invita a los hombres a recuperar/revalorizar su parte femenina, y a las mujeres a hacer lo mismo con su parte masculina. Se obtienen así unas relaciones a la vez más justas y autónomas. Se apoya la autora en los datos obtenidos de su experiencia como terapeuta, proponiendo ejercicios de autoconocimiento y autoayuda que permitan un mayor equilibrio interior y entre los sexos. El lenguaje es claro y directo, a menudo osado, pero siempre lleno de tacto. El resultado es un conjunto magistral, un ensayo dirigido a un público de ambos sexos, un libro orientado al autoconocimiento. Un libro que también es un manual, no sólo para profesionales de la Salud -en especial de sexología y psicoterapia- sino para grupos de autoayuda, o para cualquier persona interesada en su crecimiento erótico y humano.

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Seitenzahl: 319

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Fina Sanz

PSICOEROTISMO FEMENINO Y MASCULINO

Para unas relaciones placenteras, autónomas y justas

Presentación a cargo de Victoria Sau

© 1990, 1997 by Josefina Sanz y Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

Primera edición en papel: Diciembre 1990

Primera edición en digital: Junio 2021

ISBN-10: 84-7245-224-7

ISBN-13: 978-84-7245-224-4

ISBN epub: 978-84-9988-056-3

ISBN kindle: 978-84-9988-898-9

Foto cubierta: Kim Pedrós

Composición: Pablo Barrio

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

SUMARIO

Prólogo a la 3ª ediciónAgradecimientosPresentación: Otras lecciones de psicologíaPrólogo: Acerca de los paradigmas del comportamiento humanoIntroducciónPARTE I: Tradición cultural, sociedad y subculturas masculina y femenina1. Tradición cultural2. Sociedad3. Subculturas femenina y masculina4. Psicoerotismo femenino5. Psicoerotismo masculino6. El placer y el orgasmo7. Los sentidos8. Fantasías eróticasPARTE II: El método de la «Sensibilización corporal» (S.C.) y «Autosensibilización» (AUT.)9. Buscando otro paradigma: El origen del método10. Método de «Sensibilización corporal» (S.C.)11. «Autosensibilización» (AUT.)12. Aplicaciones prácticas de la «Sensibilización Corporal» y la «Autosensibilización»PARTE III: Recuperando el cuerpo: Autoconocimiento para el cambio13. Percepción de ti misma/o14. La respiración15. La relajación16. La apertura de los sentidos17. Fantasías eróticas y vida sexual18. Empezar a «autosensibilizarse»19. Integrar la «feminidad» y la «masculinidad»20. Anexo 1: Ejercicios de percepción21. BibliografíaAnexo 2: Imágenes de sesibilización corporal y autosensibilizaciónNotas

PRÓLOGO A LA 3ª EDICIÓN

A pesar de que el tiempo transcurrido ha sido relativamente corto, deseo aprovechar la presentación de esta 3ª edición para mirar atrás y reflexionar acerca de esta obra y el tiempo que ha pasado, para situarla en su contexto y el discurrir que ha tenido, así como el mío propio.

Cuando escribí este libro eran los inicios de la sexología en España. La sexualidad había constituido durante muchos años un tema tabú y poco a poco iba introduciéndose de la mano de la educación, la medicina, la psicología, y en general, como un tema a debatir en Jornadas y movimientos sociales.

Se planteaba ya entonces, cuando todavía existía bien poco en el campo de la sexología, una polémica que todavía se mantiene en la actualidad y que subyace en la forma de presentar esta temática: enfocarla desde un punto de vista patológico o problemático, o por el contrario como una actividad placentera, comunicativa y versátil.

Evidentemente ambos enfoques no son ni mucho menos incompatibles; por el contrario, se está hablando de aspectos diferentes de una misma cuestión: hablar de la sexualidad desde una vertiente naturalmente humana y gozosa es referirnos a salud y prevención de problemas; cuando lo hacemos desde las dificultades o sintomatologías sexuales se enfoca desde la pérdida del bienestar natural que debería existir, o desde la enfermedad, dolor o conflictos, y por lo tanto desde la vertiente terapéutica que trata de normalizar los desajustes.

El acento de la sexología parecía ponerse en este segundo aspecto, teniéndose bien poco en cuenta la vertiente gozosa, comunicativa, lúdica e incluso de autoconocimiento de la sexualidad. Tampoco aparecía el concepto de erotismo, ni de vivencias amorosas, como si las manifestaciones sexuales se trataran de aspectos físicos reproductivos y comportamentales, obviándose las vivencias personales.

Por otra parte, la sexología se orientaba fundamentalmente hacia la relación de pareja y con la pareja, teniéndose poco en cuenta a la persona sola –con sus procesos individuales–, o que comunicarse bien con una pareja implica hacerlo también consigo mismo/a.

La terapia sexual estaba enfocada sobre todo a «normalizar» el comportamiento sexual, al tratamiento de las «disfunciones», que presuponía cuál era la función sexual –cosa bastante discutible– identificándose sexualidad con genitalidad; no se tenían en cuenta los aspectos de género y la perspectiva era reduccionista.

Mi trabajo como psicoterapeuta me permitía ver a personas que presentaban problemáticas sexuales, psíquicas y comportamentales; es decir, veía los síntomas, el dolor o el malestar. Interactuaban en mi vida laboral y personal diferentes ámbitos con los que me he mantenido vinculada: el psicológico, el sexológico, el educativo, el social comunitario y los estudios de género.

Cuando escribí este libro, Psicoerotismo femenino y masculino, quería plantear otro enfoque sexológico: partir de la persona como individuo integrado cuerpo-mente, un cuerpo sexuado con capacidad de goce y de erotismo y también con dificultades. La persona se plantea como ser único y que por lo tanto requiere una escucha particular y concreta, pero a la vez como producto sociocultural de una sociedad patriarcal que divide a los seres humanos, en razón de su sexo, en dos géneros: masculino y femenino polarizados. La construcción social del varón y de la mujer es distinta. A partir del cuerpo sexuado se estructura el proceso de identidad, favoreciendo dos formas subculturales, lo que se manifiesta también en el terreno de la sexualidad, de las vivencias corporales y de la interrelación psicosexual.

Esa dicotomía, habitualmente soslayada, así como la jerarquía patriarcal, masculina, quise mostrarla en primer plano en el título del libro, invirtiendo ese orden para hacerlo más patente. Ha sido muy interesante ver, en estos años, la dificultad de mucha gente para poder repetir ese título Psicoerotismo femenino y masculino –el sistema de valores está tan interiorizado que se enunciaba como masculino y femenino–, o los fantasmas que despertaba en los varones antes de leerlo o de escucharme en una conferencia sobre este tema.

Es un libro que parte de los conocimientos de la clínica sexológica y psicológica para proponer recursos de autoconocimiento y autoayuda, recursos que, por otra parte son perfectamente compatibles con una relación de ayuda terapéutica.

Soy consciente de que el libro fue escrito contemplando otros aspectos de mi trabajo –apenas se apuntan aquí–, la idea de nuevos textos complementarios, que irían apareciendo (Los vínculos amorosos, Ed. Kairós, 1995) y que mostrarían una perspectiva más amplia de un sistema terapéutico al que todavía no le había puesto nombre y que actualmente he denominado Terapia de Reencuentro.

Mi idea era ir elaborando teoría y práctica en torno a tres ejes interrelacionados sobre los que se configura la identidad humana: el individual, el relacional y el social.

Este libro introduce a partir de lo individual, al acercamiento a las otras dimensiones y trata, desde la escucha interior, de fomentar relaciones de paz. Esas relaciones que, hombres y mujeres, tanto necesitamos para una buena comunicación.

FINA SANZ

Valencia, diciembre de 1996

AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer en este apartado a las personas que me han ayudado en estos años. Compañeras, amigos, clientes, participantes de grupos, terapeutas. Gente entrañable y querida. Grandes y sencillas/os maestras/os.

Resalto algunos nombres y entidades a quienes aprovecho la ocasión para reiterarles mi gratitud:

A Monique Fradot, cuyo conocimiento profesional y personal reorientó mi vida. A Tan Gnuyen del Centre Source-Université de Psychosynthèse de París. A Leonardo Satne, Hernán Kesselman y profesionales de «El Bancadero» (Centro de ayuda psicológica, de Buenos Aires), que facilitaron mis primeros contactos en Argentina.

Al colectivo «Mujer y Salud» de la República Dominicana y Viky Abril que hicieron posible los trabajos con mujeres caribeñas y centroamericanas. A Rachel Gutiérrez, Aglaete, Marilú, Amarilis y Celina, de los grupos de mujeres de Brasil.

A mis compañeras de la «Asociación de Mujeres para la Salud», de Valencia.

A las/os compañeras/os de la antigua Societat de Sexología del País Valenciano, y en especial a Josep Vicent Marqués, que me animó a escribir ya hace muchos años y de quien he admirado, entre otras cosas, su voluntad de rescatar al varón de las trampas de una sociedad sexista.

A Jean Lescouflair, Manuel Gómez Beneyto, Mª Paz Mariño, Llusi Latorre, José Vicente Ramón, José M. Jaén, Gonzalo Lázaro, Charo Altable, Vicente Ferrer, Rosa Serrano y Ramón Sol, que me han ayudado con sus discusiones, correcciones o su aportación personal en las fotografías de este libro.

A Joan Vilchez y Juan Luis García, por su colaboración sobre la erótica de los varones.

A la Editorial Kairós que ha hecho posible la edición de este libro.

A mi madre, a mi padre y a mi tía Isabel, hermosa gente mayor de quienes he aprendido a ver el cuerpo y la sexualidad como algo natural, alegre y gratificante, que hay que tratar con respeto y ternura.

A Andreu, mi hijo, otro de mis maestros.

PRESENTACIÓN: OTRAS LECCIONES DE PSICOLOGÍA

Durante un viaje de regreso en avión, desde una población del norte de España a la que habíamos acudido por razones de trabajo Josefina Sanz y yo, estuvimos poniendo en común nuestras ideas así como nuestra experiencia profesional. Y coincidimos –era de esperar– en que estábamos abriendo caminos nuevos en psicología. Descentradas de la visión androcéntrica de la misma por un lado, provistas de elementos teóricos de nuevo cuño por otro, y convencidas, además, de que los seres humanos experimentan en sus vidas un plus de sufrimiento tan importante como innecesario debido a la organización patriarcal de la sociedad, fuimos conscientes de que teníamos los elementos necesarios para un cambio de paradigma científico en ese campo.

Las ciencias, como es de sobra conocido –y sin que ello les reste su importancia– hacen el papel de corifeo del orden de cosas establecido: dan fe de dicho sistema y lo refuerzan. Era casi imposible, pues, que la psicología emergente de una sociedad patriarcal no fuese patriarcal ella también. No obstante también es cierto que la ciencia contiene entre otras la característica de la creatividad que le permite trascenderse a sí misma. De modo que Josefina Sanz y yo convenimos en que podíamos, y debíamos, dar a conocer públicamente el marco teórico desde el que abordamos la aproximación al conocimiento de la psique humana, así como la aplicación práctica que se deriva del mismo. Y aquí está el libro de esta autora, un libro sobre psicosexualidad que habla desde el nuevo paradigma. Palabra, la suya, de mujer. Palabra nueva. Palabra para un nuevo significado global de humanidad.

Me permito unir mi palabra a la de esta autora para decir que la sociedad, en tanto que campo de relaciones intra e interpersonales, tiene una estructura no aprehensible a simple vista que clasifica a los individuos apriorísticamente en razón del sexo, categoría biológica utilizada para fundamentar las relaciones de poder por medio de la jerarquización de las diferencias, y sostenida por los correspondientes papeles de género. El discurso sobre lo innato y lo adquirido, la herencia de la representación social de la gran escisión producida en los seres humanos por esa estructura que los desgarra por un lado y por otro los moldea para vivir en el desgarramiento.

La división sexual del trabajo, una de las características fundamentales del modelo patriarcal, no sólo ha separado aptitudes e intereses, competencias y vocaciones, como no hubiera podido hacerlo el más fino de los bisturís, sino, lo que es más grave: ha dividido los sentimientos, las emociones, las actitudes y, en definitiva, la personalidad de los seres humanos. Actividad y pasividad, agresividad e inhibición, estabilidad y labilidad emocional son algunos de los conceptos bipolares que «encajan» con los de masculino y femenino, de modo que la propia psicología estereotipa los estereotipos. Y el paradigma tiene tal fuerza que cuando en la realidad los términos no se corresponden con los sujetos pertinentes, éstos se sienten incómodos, frustrados y dudosos de su propia identidad sexual. No es ninguna paradoja que el amor se ridiculice y el odio se fomente y se tolere.

Un artículo de Freud, que data de 1912, titulado «Sobre una degradación general de la vida erótica», aborda el problema, muy extendido también entonces, de la impotencia masculina, cuya solución estriba en que el varón rebaje el objeto sexual, lo degrade, de modo que «si aman a una mujer no la desean y si la desean no pueden amarla». El término bipolar amor/desprecio se corresponde en paralelo con el resto de polaridades propias del sistema de conceptualización patriarcal. El encuentro o reunión de los dos sentimientos positivos, amor y deseo, hacia una misma mujer, es sólo el privilegio de una minoría de varones que demuestran con ello haber completado su desarrollo psicosexual, lo que hoy se conoce con el nombre de «amor genital». Simbólicamente siempre son necesarias dos mujeres para el hombre: la buena y la mala, la madre (suya o de sus hijos) y la prostituta. O bien, si sólo hay una mujer disponible, la sobrevaloración previa a las relaciones íntimas y el desprecio una vez satisfecho el deseo.

La influencia de las teorías de Freud sobre el desarrollo psicosexual ha sido muy grande, posiblemente porque no innovaba sino que reflexionaba sobre lo dado, reforzándolo. En el mismo artículo Freud se inhibe de entrar en cualquier corriente de opinión y duda de que ciertas reformas de la sexualidad no pudieran exigir sacrificios más graves. Después de todo, podríamos añadir, la mujer ya era también en otros terrenos la gran sacrificada. Sociedad patriarcal, ergo sociedad sacrificial. Sólo hace falta señalar, en cada momento, cuál es la víctima.

Me complace terminar esta, digamos, declaración abierta de principios que supone por un lado el libro de Josefina Sanz y por el otro esta pequeña aportación introductoria al mismo, formulando el deseo de un encuentro, en un foro público adecuado, entre nosotras y aquellas compañeras y compañeros en la profesión que se instalan en el cambio de paradigma, y que conciben la psicología y el comportamiento sexual, en su triple vertiente investigadora, docente y aplicada, desde la óptica transformadora que le proporciona la palabra de la mujer.

VICTORIA SAU

Barcelona, abril de 1990

PRÓLOGO: ACERCA DE LOS PARADIGMAS DEL COMPORTAMIENTO HUMANO

La ciencia es incapaz de observar y tener en cuenta todas las variantes que intervienen en un fenómeno determinado, realizar todos los experimentos posibles y practicar todas las manipulaciones clínicas y de laboratorio. El científico tiene que reducir el problema a una escala operable, y para ello se rige por el principal paradigma vigente. Por consiguiente el científico no puede evitar la introducción de un sistema de creencias en su área de estudio.

S.GROF

Lo que se consideran paradigmas científicos1 no son algo objetivo, neutro y universal. Cada abordaje terapéutico está en relación con un marco teórico, y éste en relación con unos presupuestos ideológicos, históricos y personales. En el proceso de investigación quienes exploran no son ajenos a los sistemas de valores predominantes ni a su propia visión del mundo desde su historia personal y su subjetividad, percibiendo unos datos y no otros de una misma realidad.

Los fenómenos humanos pueden ser considerados desde varias perspectivas, muchas de las cuales pueden ser complementarias. De ahí que los modelos de interpretación de la realidad o del comportamiento humano aporten enfoques, maneras de ver esa realidad desde un determinado ángulo de visión, y tengan su coherencia interna. Pero ninguno de ellos supone una interpretación absoluta. Considerar que un paradigma es el único paradigma «científico» o que hace la interpretación más «profunda» tiene más que ver con actitudes dogmáticas que con la dinámica del saber científico.

Los distintos paradigmas del área de psicoterapia y sexología tratan de explicar los comportamientos humanos desde la perspectiva del aprendizaje social, las estructuras psicodinámicas, las relaciones familiares, el desarrollo energético, etc. Muchos de estos presupuestos, que comparto, aportan enfoques interesantes e imprescindibles en la comprensión del ser humano, pero al no replantearse la estructura patriarcal –como una clave de comportamientos y psicopatologías– se corre el riesgo de que las teorías elaboradas, las clasificaciones comportamentales que se hacen, o la utilización de técnicas, estén imbuidas de los valores patriarcales.

Durante este siglo y más concretamente en las últimas décadas, en los movimientos de mujeres, en sus jornadas y congresos, han ido apareciendo numerosas aportaciones e investigaciones, individuales y colectivas, en las diferentes áreas: filosófica, de la salud (psicología, sexualidad femenina, anticoncepción, aborto, nuevas tecnologías reproductivas, etc.), educativa (programas para una educación no sexista), literaria, etc.

La propia crisis de identidad de las mujeres, su status social y el tratamiento que se les daba (o por el contrario, lo que se ignoraba) en la ciencia oficial, han propiciado el replanteamiento de la misma, su crítica y la búsqueda de alternativas, lo que ha ido esbozando la creación de un nuevo paradigma.

Un nuevo paradigma es difícilmente aceptable dado que cuestiona factores de tipo ideológico, emocionales o incluso administrativos.

Mi aportación con este libro va encaminada en este sentido: colaborar en la construcción de ese nuevo paradigma que se esboza como otra perspectiva del comportamiento humano.

Son apuntes para la reflexión y el cambio.

INTRODUCCIÓN

Este libro es el resultado del núcleo central del trabajo que como profesional de la salud inicié hacia 1977 y del compromiso que he ido asumiendo con las personas y colectivos con los que lo he compartido, y conmigo misma como mujer.

Consta de tres partes estrechamente interrelacionadas en su concepción y práctica, de modo que de cualquiera de ellas derivan las demás. El orden de sucesión que presento me ha parecido que posiblemente sería el más didáctico: el marco teórico, la metodología y la aplicación práctica.

La Parte I plantea el esbozo de un nuevo paradigma en cuanto a la interpretación de comportamientos humanos. Se reflexiona sobre:

1. La influencia que tiene la estructura sociocultural, y más concretamente los valores y estructura patriarcal, en el compromiso y vivencias de mujeres y varones.

2. Cómo, a través de las estructuras relacionales, se mantienen relaciones de poder entre ambos sexos, incorporándose inconscientemente en la propia percepción de sí misma/o, y reproduciéndose de nuevo a nivel social.

3. En la sociedad patriarcal los valores dominantes son los masculinos. Se educa a varones y mujeres en torno a valores y roles diferentes, pero se priorizan unos sobre otros.

4. En base a ello varones y mujeres desarrollan dos cosmovisiones diferentes. Esto queda reflejado en su relación con el mundo y consigo mismos, y también en sus manifestaciones y vivencias eróticas. No tener en cuenta esto supone la creación de teorías que mantienen sutilmente valores sexistas.

5. La sociedad patriarcal no favorece tampoco el desarrollo de los varones, puesto que, al igual que a las mujeres, se les educa con roles estereotipados y se les permite crecer como personas sólo en una parte de sus posibilidades.

A partir de estos planteamientos se van analizando ciertos aspectos comunes que se manifiestan en el comportamiento psicosexual y el erotismo de la mujer y el varón, y que corresponden a su pertenencia a las «subculturas» femenina y masculina. Se habla de las sensaciones eróticas globales y genitales, del psicoerotismo a través de los sentidos, de las fantasías y se replantea el tema del orgasmo.

En la Parte II expongo la metodología que ideé para diferenciar las sensaciones eróticas que remiten a la globalidad y genitalidad y cómo hacer para integrarlas: Método de «Sensibilización corporal» y «Autosensibilización». La «Sensibilización corporal» se utiliza para trabajar en sesiones individuales de psicoterapia y sexología; la «Autosensibilización» como complemento de la anterior y como método de autoayuda.

En la Parte III propongo cómo iniciarse en la filosofía del método de «Autosensibilización» como forma de autoconocimiento y autorresponsabilidad. Para ello se proponen ejercicios perceptivos, de respiración, de relajación, sentidos, fantasías o ensueños dirigidos, y finalmente para potenciar la globalidad corporal y la genitalidad. Todo ello constituyen recursos básicos para la autonomía personal y sexual.

Los contenidos que se exponen en este libro son una pequeña parte de mi trabajo, pero constituyen el núcleo central, teórico y metodológico del mismo. Empecé a elaborarlo hacia 1975. Por entonces era profesora universitaria de psicología desde hacía bastantes años, pero los contenidos que impartía distaban mucho de mis planteamientos profesionales y vitales. Tuve ocasión de realizar un trabajo en psicoterapia con mujeres en la consulta psiquiátrica del doctor Manuel Gómez Beneyto. A partir de ahí observé que, tras las diversas sintomatologías, las mujeres presentaban ciertas características comunes. Posteriormente investigué en un centro de planificación familiar, tornando contacto con las mujeres y varones que acudían por sintomatologías sexuales, con lo cual pude ir viendo que esas notas comunes que se daban en las mujeres se traducían también a nivel corporal y de su erotismo, y que eran diferentes a las que manifestaban los varones. Fue así como empecé a desarrollar la metodología expuesta en las Partes II y III.

Gradualmente amplié los contenidos teóricos y la aplicación de técnicas a partir de mi interés por una formación multidisciplinar (bioenergética, psicosíntesis, gestalt, psicodrama, técnicas de relación, masaje, tantra, etc.) en la que hay una influencia importante de la orientación humanista y de la sexología californiana, y más tarde también de técnicas para mejorar la salud, de inspiración oriental, que ponen el acento en la autonomía de la persona (automasajes, técnicas de respiración, relajación, etc.).

Mi trabajo se había desarrollado basándose en las personas que corresponden a la sociedad occidental de países más y menos avanzados económicamente. Para constatar la validez de mi método me desplacé también a Latinoamérica, donde he organizado grupos de mujeres y mixtos en Argentina, República Dominicana y Brasil.

Actualmente trabajo como profesional de psicoterapia y sexología y realizo una labor docente para formación de monitoras de grupos de mujeres, formación de profesionales y psicoterapeutas en sexología y en los programas de «Crecimiento erótico y desarrollo personal», de los que hablaré a continuación.

No hago una distinción entre lo que clásicamente se entiende como psicoterapia y la sexología, ya que desde mi marco teórico referencial, en el desarrollo de la estructura de personalidad de los individuos hay un determinante que es el sexo con el que nace la persona y por el que es educado, según la sociedad y la familia, de una u otra forma. De ahí que en su comportamiento, actitudes, emociones, forma de expresarse y comunicarse, haya que tener en cuenta ese referente. Trabajo con personas adultas que presentan sintomatologías psíquicas o sexuales (una depresión o una impotencia, por ejemplo); considero que cualquier sintomatología puede ser producto, entre otras cosas, del estado de insatisfacción del individuo consigo mismo, con sus relaciones y con el mundo que lo rodea. Y esa insatisfacción se muestra en cualquiera de las manifestaciones de la totalidad del ser humano.

Programa de «Crecimiento erótico y desarrollo personal»

De los trabajos de formación que he ido realizando, sin duda el que tuvo una incidencia más importante en la reorientación de mi vida profesional fue mi formación con Monique Fradot.2

Amplié a partir de entonces mi propio programa con ejercicios prácticos y conceptos teóricos (vg.: espacio, seducción, sentidos…) que había compartido con ella, y los doté de contenido propio, remodelando todo esto dentro de mi marco de trabajo, integrándolo en este programa que contempla el contexto sociocultural y la perspectiva de género.

El programa que realizo (Niveles I y II) está concebido dentro del campo de la salud con un enfoque preventivo de los posibles desajustes que ocasiona a la persona la escisión entre mente y cuerpo, y la idea, culturalmente generalizada, de concebirlos fundamentalmente desde el punto de vista de enfermedad, dolor, experiencias negativas o disfunción, en vez de concebirlos como algo placentero y que favorece el desarrollo.

Igualmente está concebido con un enfoque terapéutico (autoterapéutico) para, mediante ejercicios vivenciales, conocer mejor el propio espacio personal, los mensajes inconscientes de nuestro cuerpo y entender los mensajes de los demás; a partir de ahí, plantear qué queremos cambiar y cómo hacerlo.

El programa trata de combinar la SEXOLOGÍA desde un planteamiento positivo –el crecimiento erótico– y la PSICOTERAPIA, desde un punto de vista autoterapéutico y de autoanálisis: la comprensión de los problemas para que se pueda dar un cambio.

En el PROGRAMA de «Crecimiento erótico y desarrollo personal» (Nivel I) se abordan los siguientes temas:

Las subculturas masculina y femenina en el marco social y la tradición cultural.

Autopercepción.

Técnicas de respiración.

Técnicas de relajación.

Método de «Sensibilización corporal» y «Autosensibilización».

Placer y orgasmo.

Apertura de los sentidos.

Integración de los roles opuestos: integrar la «feminidad» y «masculinidad» interiores.

El concepto de espacio personal (espacio interior, relacional interior, relacional y social) y las relaciones de pareja.

Espacio, relaciones de poder y relaciones de respeto mutuo.

Movimientos y ritmos corporales (cómo se expresa el cuerpo mediante el lenguaje no verbal y la toma de conciencia de las emociones que conlleva).

La seducción (como forma de reconocimiento). El lenguaje de la aproximación (y los miedos a la aceptación y al rechazo).

Las formas de comunicación a través del contacto.

La psicodinámica del encuentro erótico.

Sexualidad y amor: el proceso de fusión/separación (autonomía) en la relación afectiva.

Fotobiografía (técnica que he creado para explorar la historia personal a través de las imágenes fotográficas y ver la relación entre los propios valores y psicoerotismo y los del núcleo familiar).

Sexualidad y relativismo cultural.

Creatividad y crecimiento personal.

El contenido de este libro corresponde a una parte relativamente pequeña, pero nuclear, del Nivel I, y está conectado con la totalidad del mismo.

Nota: El sexismo de las expresiones lingüísticas es incorporado y reproducido por varones y también por mujeres, donde lo femenino –como si no tuviera entidad propia– es subsumido por lo masculino. El hecho de ser conscientes de ello, utilizando el lenguaje no como forma de opresión sino de liberación, favorece el cambio de nuestras propias estructuras internas y ejerce una acción sobre las relaciones personales y la estructura social.

He decidido, por lo tanto, utilizar sistemáticamente ambos géneros en este libro, e incluso invertir el orden cotidiano establecido, no como cambio de la relación de poder, sino sencillamente como homenaje a quienes tanto tiempo han estado relegadas.

PARTE I:TRADICIÓN CULTURAL, SOCIEDAD Y SUBCULTURAS FEMENINA Y MASCULINA

Las raíces de nuestros comportamientos pueden tener distintos orígenes. Las actitudes vivenciales y comportamentales guardan relación con la tradición cultural a la que se pertenece, con la estructura social, con el sexo de la persona –que determina no sólo especificidades psicobiológicas, sino diferentes subculturas– y con el proceso concreto que ha vivido esa persona a través de los diferentes agentes socializadores como son el núcleo familiar, la escuela, los medios de comunicación, los grupos de pares, etc., y que van dando lugar al mundo particular que la persona se crea, un conglomerado de sensaciones, emociones, pensamientos, modos de comportarse y relacionarse, que configuran su identidad y la estructura de su personalidad. Esta estructura de personalidad no es permanente sino que pasa por momentos de crisis y cambios continuos –más o menos acusados en unas personas que en otras y en según qué momentos–, dado que el ser humano está capacitado para entender y comprender también otros sistemas de valores, otras formas de actuar diferentes de las suyas, valorar de nuevo y decidir qué hacer, cómo y cuándo.

Estos procesos de cambio a veces suceden de manera gradual y apacible, poco a poco, y en otras ocasiones de manera brusca y crispada; se viven con mucho placer o con ciertas dosis de dolor por el reajuste personal, por el miedo al cambio –lo desconocido–, o por el desajuste que producen esos cambios en el entorno.

Pero si bien es cierto que las personas tenemos un cuerpo biológico y unas determinantes socioculturales, también tenemos la capacidad de darnos cuenta de ello y entender que no producen un efecto determinista. No somos sujetos pasivos. El cuestionarse día a día cómo nos sentimos y qué va bien o mal en nuestras vidas permite actuar en los cambios que deseamos producir y sentirnos personas activas y con capacidad de decidir.

Lo que desarrollaré a continuación es una reflexión sobre algunos de estos determinantes de nuestra manera de sentir, pensar y actuar. Algunos afectan casi por igual a ambos sexos, otros de manera distinta a la mujer y al varón.

Al comentar aspectos de nuestra tradición cultural no pretendo ponerla en tela de juicio comparando o valorando unas tradiciones en relación a otras. Sólo me interesa analizar qué posibles vínculos existen entre nuestros comportamientos psicosexuales y la tradición que ha ido pasando a través de generaciones.

1. TRADICIÓN CULTURAL

Los pueblos pertenecen a tradiciones culturales cuyo conjunto de mitos, tabúes, valores… constituyen una filosofía que se mantiene a lo largo de generaciones como si fuera el inconsciente colectivo de ese pueblo. El desconocimiento de esas tradiciones ha permitido calificar de locura, inmoralidad o incapacidad intelectual a personas o a pueblos que no se ajustaban a nuestros parámetros.

Este apartado pretende resaltar algunos aspectos de nuestra tradición cultural que posiblemente influyen de modo general tanto en mujeres como en varones.

Nuestra cultura, que forma parte de la tradición judeo-cristiana, tiene unas características propias, afectando a todo el pensamiento occidental y, por lo tanto, al campo de la ciencia, de la filosofía, del arte, etc., incidiendo sobre nuestra forma de vivir la vida cotidiana.

– Uno de esos aspectos interesantes a resaltar es la escisión que existe entre el espíritu y el cuerpo, que se concreta más adelante en la división mente-cuerpo.

A diferencia de otras formas de pensamiento que conciben a la persona como una unidad y no se entiende una de sus manifestaciones sin su interrelación con las demás, la visión integradora nos es tan ajena que ni siquiera contemplamos en nuestro vocabulario palabras que indiquen el concepto de totalidad y debemos recurrir a términos como «psicosomático» o «psico-físico» –a veces sin guión, ilusionándonos de que así indican mayor unidad– o utilizar términos que matizamos posteriormente; así por ejemplo, cuando utilizo la palabra cuerpo, suelo explicar que me refiero, no al cuerpo biológico sólamente, sino al conjunto de sensaciones, emociones, pensamientos…

Esta visión dicotómica se mantiene en la actualidad en el terreno científico y concretamente en el campo de la salud, más para profundizar en el análisis que en la síntesis, perdiendo a veces la perspectiva de interrelaciones causales y produciendo una especie de «esquizofrenia» de la persona escindida en muchos pedacitos. Pensemos por ejemplo qué ocurre cuando nos enfermamos; es frecuente ir de especialista en especialista sin entender la base general que está dañando a algunos de nuestros órganos ni su interrelación con los demás, con nuestras emociones o nuestro sistema de vida. O lo que ocurre con la división de los campos del saber: las disciplinas que se dedican al estudio de los órganos físicos, las que se ocupan de los aspectos psíquicos, las que estudian la sexualidad, etc., a diferencia de otras formas de entender la salud, más integrales.

Pero además, en esta división espiritual-corporal, o de psiquesoma, mente-cuerpo, ambas expresiones no son igualmente valoradas, lo que también produce una consideración desigual en el mundo del trabajo intelectual-manual. De ahí que en el ámbito de lo personal se intente anular, rechazar, reprimir o despreciar algunas de estas manifestaciones frente a otras.

– En nuestra tradición cultural se ensalza el dolor. Expresiones como: «El dolor fortalece el espíritu», «Hay que aguantar…», «Hay que resignarse…», son una muestra de ello.

El dolor tiene, en un plano no consciente, connotaciones afectivas, amorosas y de autoestima. En la tradición cristiana Jesús sufre un calvario y muere por amor a la humanidad; de ahí el asociar amor-dolor y el asumir el dolor como parte del lenguaje y la expresión afectivas. Esto puede observarse todavía muy claramente en algunos ritos folclóricos religiosos –personas con coronas de espinas, la cruz a cuestas, andando descalzas con los pies ensangrentados, etc.– o en expresiones amorosas de los vínculos materno/paterno-filiales o entre los amantes: «Quien bien te quiere te hará llorar», «Sufro porque te quiero», en donde parece relacionarse la intensidad del dolor con la del amor o donde el dolor es considerado como una medida de amor. También puede apreciarse en los trabajos psicoterapéuticos y sexológicos, especialmente en los primeros. Cualquier psicoterapeuta, seguramente, habrá constatado la vivencia de satisfacción de la/del cliente cuando en la sesión llora, se encuentra mal o somatiza. «Esta sesión sí que ha sido buena», suelen comentar, como felicitando y felicitándose; y cómo, por el contrario, se frustran y culpabilizan cuando no se les ocurre nada de lo que quejarse o se encuentran bien. En estos casos dicen: «Me encuentro bien, y me siento mal de encontrarme bien», «Me encuentro bien, ya veremos qué viene después», o «Seguro que mañana estaré fatal» o «Me parece una pérdida de tiempo la sesión si me encuentro bien», como si la búsqueda de la identidad o del bienestar tuviera que pasar o que construirse necesariamente desde lo negativo o desde el sufrimiento.

En la dicotomía dolor-placer, el dolor es valorizado y el placer penalizado. El goce, el bienestar sin pagar un precio –el dolor antes o después– produce miedo; miedo en cuanto al placer de sensaciones corporales, de imágenes, de pensamientos. Se vive el cuerpo más como lugar de dolor que como lugar de placer, aunque aparentemente, en una sociedad de consumo, pareciera lo contrario.

– Hay miedo al placer. El placer se asocia al pecado, lo sucio, lo feo, lo desagradable, lo inmoral, la culpa, el castigo.

Placer → culpa → castigo → autocastigo

El miedo al placer podemos observarlo tanto en lo individual como en lo relacional o social. En lo individual es una de las causas de problemas sexuales, sobre todo en mujeres: el no permitirse el goce.

Este miedo se asocia a otro: el miedo a la libertad. Cuando tras un proceso psicosexológico la persona recupera su disponibilidad para el placer, aparece este segundo miedo que puede resumirse en esta formulación: «Y ahora que sé que el placer depende de mí y puedo gozar, ¿no desearé gozar con todos los hombres?», expresando el temor a que con su capacidad se pudiera desarrollar un impulso sexual compulsivo indiscriminado. Éste es un temor que expresan frecuentemente algunas mujeres y que considero que reproduce la fantasía de la supuesta disponibilidad sexual del varón.

En lo relacional se concreta también en el miedo a la dependencia o «adicción» no sólo sexual sino afectiva; se podría resumir en esta frase: «Temo gozar por miedo a crear una dependencia afectiva con esa persona», o «No quiero gozar demasiado –u orgasmar– para no depender de ella».

Finalmente, en cuanto al terreno social, hay que destacar los escándalos que producen los temas relacionados con el placer sexual.3 Por otra parte hay que destacar cómo los regímenes represivos y autoritarios –y las personas autoritarias– tienen una especial preocupación por el placer sexual como algo peligroso que hay que controlar y vigilar por el temor a la libertad, el descontrol o el desorden.

También es interesante ver la posible relación entre los roles psicosexuales y los arquetipos de la tradición cultural, así como con su jerarquía.

En la tradición judeo-cristiana la estructura es patriarcal, la máxima jerarquía es masculina, una figura paterna de bondad pero sobre todo de ley y orden, juicio, premio y castigo. La mujer aparece como símbolo de seducción, de pecado, culpable de las desgracias humanas: Eva. En la tradición católica es muy importante la figura femenina como imagen materna representada por la virginidad y castidad –la Virgen–, conciliadora, mediadora entre la figura paterna y la humanidad: sus hijos/as.

Estos arquetipos se reproducen en torno al varón-padre y mujer-madre en la estructura familiar, y responden a la expectativa social en cuanto a los sexos.

Podría ser tema de reflexión también la dicotomía que existe frecuentemente entre los varones respecto a una doble imagen de la mujer: o buena o mala (seductora, engañosa), o madre o puta, y la dificultad que aparece para integrar ambas figuras –la afectiva y la sexuada, la idealizada y la real–, con lo que a veces en la vida cotidiana se produce una cierta escisión en torno a la mujer; aquella con la que convive se identifica más con la figura de mujer maternal y bondadosa, pero se permiten mayores impulsos sexuales, mayor juego erótico o sencillamente un mayor desarrollo de su sexualidad con las mujeres de fuera del hogar: la amante, la prostituta o, en general, las «otras» mujeres. Éste es un punto de discusión en algunos grupos con mujeres y también varones, dado que dificulta los vínculos de pareja afectivo-sexual.

2. SOCIEDAD

La sociedad occidental pertenece a la tradición judeo-cristiana. El comentar aquí también algunas de sus características puede ayudar a entender cómo se interviene desde el marco social en el desarrollo de la estructura de la personalidad femenina y masculina y se crea el vínculo de poder.

Nuestra sociedad tiene una estructura jerárquica y patriarcal. No todas las personas son igualmente reconocidas; existe una jerarquía de poder, no sólo económico sino social, que constituye la base de un sistema de dominación-sumisión.

Es una sociedad patriarcal, lo cual implica que la jerarquía de poder está representada simbólicamente por el varón. Existe una valoración de todo lo masculino. Los genitales, que permiten la distinción sexual al nacer –en este caso, pene y testículos–, adquieren un valor simbólico de poder. Es una sociedad falocrática.

Para que esta estructura de dominación social pueda mantenerse se requiere que las personas incorporen dicha estructura psicológicamente y reproduzcan las relaciones sociales de dominio-sumisión a través de un tipo de relaciones que denomino «sadomasoquistas». Socialmente, el papel de dominio se le otorga al varón y el de sumisión a la mujer. Esto genera a nivel psicológico que al hombre se le enseñe a comportarse «sádicamente» y a la mujer de manera «masoquista».

Este ejercicio de las relaciones sadomasoquistas se ejerce en muchas ocasiones de manera extremadamente sutil y casi imperceptible al exterior, reproduciéndose incluso a nivel de la fantasía.