Quien bien te quiere… - Caridad Martínez González - E-Book

Quien bien te quiere… E-Book

Caridad Martínez González

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Beschreibung

Quien bien te quiere… es un libro que los ayudará a conocer al Luberta que nosotros conocimos, ese que jamás dejó de ser cubano cubanísimo, nos acerca al ser humano y al humorista, ese que gozaba de un sentido del humor inigualable. El libro pone a disposición de los lectores libretos escritos originalmente para Alegrías de Sobremesa y parodias de su autor.

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Veröffentlichungsjahr: 2023

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Edición y corrección: María Eugenia de la Vega

Diseño y maquetación: María Elena Gil Mc Beath

Ilustración de cubierta: Ares

Epub: Valentín Frómeta de la Rosa y Ana Irma Gómez Ferral

© Caridad Martínez González y Jorge A. Piñero (Jape), 2022

© Ediciones en Vivo, 2023

ISBN: 9789597268345

Instituto Cubano de Radio y Televisión

Ediciones en Vivo

Calle N, No.266, entre 21 y 23

Plaza de la Revolución, La Habana, Cuba

CP 10400

E-mail: [email protected]

www.envivo.icrt.cu

www.tvcubana.icrt.cu

“Un día sin risa es un día perdido”.

Si esa sentencia de Charles Chaplin es real,

yo llevo muchos, pero muchos años,

sin perder un solo día de existencia.

Alberto Luberta Noy

Prólogo

Alberto Luberta Martínez

No sé si escribir el prólogo de un libro tiene reglas no escritas, de esas que no están dictadas, pero que todo el mundo cumple. No lo sé, porque nunca he escrito un prólogo y resulta que en el primero que me encargan el hijo y el profesional tienen que ponerse de acuerdo.

El hijo, impactado al recorrer las páginas de Quien bien te quiere..., al ver la opinión que tienen de Alberto Luberta personas que escriben desde el cariño, desde el respeto, desde la admiración más profunda. El profesional, reconociendo, una vez más, el humor finísimo de Alegrías de Sobremesa, del que siempre hay algo que aprender. Alegrías… o el programa de Rita y Paco, como le decía gran parte del público, fue una especie de cronista de nuestro tiempo, durante los 52 años que estuvo en el aire, cinco décadas en las que gozó de la preferencia del público, en las que se coló en los hogares cubanos durante las sobremesas de comida y almuerzo, por ese orden.

Son muchos los que me preguntan, todavía hoy, más de cuatro años después de la salida al aire del programa: “¿Por qué no pudo mantenerse en el aire Alegrías de Sobremesa?” El profesional responde: “Porque escribir un programa humorístico diario no es cosa de juego, es algo que hacen solo los genios y Alberto Luberta Noy lo era”. El hijo, por su parte, responde: “El programa salió del aire, porque la mejor manera de honrar la memoria de Alberto Luberta es respetando su trabajo. Lo más sensato, una vez que él no estuvo físicamente, era dejar Alegrías de Sobremesa en el recuerdo eterno de los cubanos”.

Y parte de ese recuerdo eterno es Quien bien te quiere… un libro que los ayudará a conocer al Luberta que nosotros conocimos, ese Luberta que jamás dejó de ser un cubano cubanísimo, un hombre al que la modestia se le veía por encima de la camisa, que vivió como quiso y defendió, hasta las últimas fuerzas, todo aquello en lo que creyó. Quien bien te quiere… nos acerca al ser humano y al humorista, ese que gozaba de un sentido del humor inigualable, que aprovechaba los cuentos escuchados al vuelo, en las calles y en las guaguas, que pulsaba las teclas de su vieja Olivetti (que sigue ahí, en el mismo rincón de su cuarto, como mismo la usó por última vez) con la decisión de quien lo tiene “to’pensa’o”. Quien bien te quiere... pone a disposición de los lectores libretos escritos originalmente para Alegrías… y parodias de su autor. Escapa a mi memoria si esto se ha hecho anteriormente, por lo que estoy convencido de que los lectores lo agradecerán.

Alegrías de Sobremesa es un pedazo de Cuba, de los cubanos, y en las páginas de Quien bien te quiere… se respira su alcance, su impronta. Cuando leo estas páginas, pienso en las tantas personas que me han dicho, a lo largo de mi vida: “Yo crecí escuchando Alegrías de Sobremesa”. Espero que ellos, ustedes, lo disfruten tanto como lo he disfrutado yo, espero que al leerlo les parezca estar escuchando otra vez: “Y continuamos riendo con un libreto de Alberto Luberta…”.

Por supuesto, en este libro no podía faltar la visión de lo que es, para mí, Alberto Luberta y para seguir incumpliendo las reglas no escritas de los Prólogos, quiero agregar, por último, algo que escribí para la página web de Radio Progreso, el 27 de septiembre de 2021, cuando se cumplían noventa años de su natalicio.

Lo recuerdo sencillo, con una modestia a prueba de balas. Lo recuerdo frente a la máquina de escribir, hablando entre dientes con sus personajes, pero también caminando por las calles de Marianao, jugando dominó en Pogolotti o sentado en la sala de la casa, con una botella de ron en ristre. Así era mi padre, un hombre de pueblo, que respondía humildemente cuando alguien decía a su paso: “Miren, ahí va el de Alegrías de Sobremesa”. Nadie tiene idea de la cantidad de personas que aún me dicen: “En mi casa se escuchaba Alegrías de Sobremesa todos los días, a la hora del almuerzo”. Nadie tiene idea de la emoción tan grande que sentí cuando, el día de su velorio, un muchacho atravesó la capilla y colocó una flor en una de las coronas. Alguien le preguntó quién era y respondió que un oyente, que hacía eso a nombre suyo y de su abuela, que lo había enseñado a querer el programa. Han pasado casi cinco años y aún me emociono cuando lo recuerdo. Me emociono y, por encima, me siento orgulloso, muy orgulloso de ser hijo de ese hombre del que aprendí la disciplina, la profesionalidad y el sentido del humor; porque sí, Alberto Damián Luberta Noy, el hijo de Celia y Armando, el amigo de El Calvo y de Juan Palillo, tenía un sentido del humor y una chispa especiales, capaz de encontrarle el lado gracioso a la más dramática de las situaciones. Nunca olvidaré la anécdota de que venían él y mi madre, caminando desde Radio Progreso hasta Marianao, por los grandes problemas de transporte de aquellos años del período especial. A la altura del puente Almendares, pasó un cortejo fúnebre en sentido contrario y le dijo mi madre: “Siempre hay alguien que está peor que uno”. Y él le respondió, en menos de medio segundo: “Bueno, por lo menos él tiene transporte”. Ese era Alberto Luberta, deliciosamente ocurrente. Y así lo recuerdo, con eso me quedo, porque a quien dedicó más de la mitad de su vida a hacer reír a este pueblo, solo se le puede recordar con un aplauso y una sonrisa.

Alberto Luberta, un toro del humor

Mario Vizcaíno Serrat

Es lógico que Alexis Valdés haya pensado en Cristinito cuando conoció que Alberto Luberta había muerto: fue “El Maestro” quien lo ayudó a construir su popular personaje hace muchos años, en La Habana, cuando lo invitó a trabajar en Alegrías de Sobremesa.

Le pregunté por ese detalle vía correo electrónico pocos meses después de la muerte de Luberta, el 23 de enero de 2017, mientras preparaba este homenaje al humorista que hizo reír a los cubanos durante 18 000 días seguidos.

Cristinito viene de Bandurria. Yo había hecho Bandurria en la televisión y había sido muy exitoso el papel. Diría que se convirtió en el personaje humorístico del momento. Hacía (con el Gran Manolo Melian que era Quiroga) mucho cabaret, teatro, televisión. Y aquello era tremendo. La gente deliraba con la pareja cómica salida de la serie. Luberta me llama y me dice: Quiero que vengas a Alegrías… pero me gustaría que le cambiáramos el nombre al personaje. Y yo le dije, para no traicionar el espíritu del personaje, llamémosle Cristino Hernández, el nombre real de Bandurria (lo decía en un momento de la serie) y Lube me dice: “Me encanta, Cristino Hernández se puede llamar cualquier cubano”.

Y de ahí creamos a Cristinito entre los dos: con las cosas que él le escribía, con lo que yo traía de los shows y con la base de aquel Bandurria que nació en las aventurasLos Pequeños Fugitivos,de Pedro Urbezo.

Otro que considera que el humor cubano se resiente con la muerte de Luberta es Osvaldo Doimeadiós, para quien el legendario guionista tenía “un talento descomunal para la escritura y el humor específicamente. Oxigenar el programa a través del tiempo, aprovechar las potencialidades de los distintos actores que fueron llegando al programa, estar atento, despierto, vivo, oyendo esas voces que vienen de la calle, de la guagua, del barrio y poniéndolas en boca de sus personas, eso tuvo una respuesta positiva en los oyentes durante décadas. Estuvo siempre con el oído pegado a la tierra, como yo digo que el humorista debe estar siempre”.

Es uno de esos casos raros dentro de la radio cubana. Sobre todo pienso que se puede tener talento o puede no tenerse, pero tan importante como eso es la autodisciplina que él tenía, el oficio de sentarse todos los días a la máquina de escribir. Hemos tenido a otros humoristas con ese oficio, como Zumbado, Enrique Núñez, o Castor Bispo, que no era cubano, pero vivió en Cuba muchos años y escribió en radioLa Tremenda Corte. Son casossui génerisdentro del humor. Luberta supera con creces a los demás porque los suyos fueron demasiados años. En cierto momento se retiró, pero su relación con la radio pudo más y tuvo que volver. Hace dos años, en un evento teórico que se hace paralelo al Aquelarre, que se llama ¿Piensas ya en el humor?,les hicimos un homenaje a él y a los actores deAlegrías de Sobremesa, y Luberta confesaba que estaba cansado, que quería retirarse por fin para dedicarse a sus nietos, a la familia, mientras los actores decían que no, que debía seguir, y yo les dije: señores, Luberta es un genio que está cansado, hay que entenderlo, quiere dedicarse a la tercera edad. El decía que el humor yAlegrías de Sobremesaeran disfrute, pero también una adicción por el trabajo. Una gran lección que nos ha dejado a todos.

En el caso de que la dirección de la radio cubana decidiera mantener Alegrías de Sobremesa, ¿sería fácil encontrar el sustituto de Alberto Luberta?

No creo que podamos clonar a Luberta. Y Alegrías de Sobremesa está signado por su huella. Yo creo que ese programa hay que dejarlo así, transmitirlo, retransmitirlo, —¿por qué no?—, buscar los mejores momentos que tuvo al aire, y no tirar por la borda un programa tan sustancioso al que pueda echarlo a perder alguien que no tenga la capacidad para mantenerlo fresco y vivo. Quizás tendría que surgir otro espectáculo radial de ese corte para suplir Alegrías de Sobremesa. Pienso que debíamos preservar la impronta de Luberta.

Omar Franco está orgulloso de haber integrado el jurado que le concedió el premio nacional de humor a Alberto Luberta en el año 2001, cuando también lo mereció Enrique Núñez Rodríguez. El primer humorista en recibirlo fue H. Zumbado, el año anterior.

Yo, que me dedico a actuar, sé lo que significa un buen escritor de humor, que es quien da vida a los personajes que uno interpreta. Luberta dio vida a muchos personajes de la realidad cotidiana cubana, y solo el esfuerzo de hacer historias diarias merecía desde hacía muchos años un gran premio. Dejó un legado grande para los escritores de humor, sobre todo de humor costumbrista. Un humor que Luberta lograba además por vivir en un barrio y por su alto nivel de comunicación con los demás, pues tenía un gran carisma. Hay que recordar con alegría a Luberta, para hacerle honor al nombre de su programa.

¿Quién pudiera sustituir aLuberta al frente de Alegrías de Sobremesa, en caso de que quisieran continuar el espacio?

Pertenezco a la generación de los años 80 del siglo anterior, cuando surgieron buenos escritores. Incluso provengo de la CUJAE, donde aparecieron humoristas de la talla de Virulo, Alexis Valdés, Ulises Toirac. Pero el talón de Aquiles del humor cubano son los escritores. De todos modos, hay algunos de esa etapa —Telo, Baudilio, Eduardo del Llano— junto a algunos más de ahora, como Bacallao, Nelson Gudín (El Bacán), Miguel Moreno (La Llave). Ahora bien: continuar lo hecho por Luberta es harina de otro costal. Él es el decano de una facultad, y ojalá aparecieran alumnos nuevos. Escritores como Luberta surgen cada 100 años. Escribir todos los días es bastante difícil.

¿Tres cualidades imprescindibles en alguien que se considere humorista?

El talento. Como en cualquier profesión. El estudio. El rigor artístico, que el arte sea el rasero, no el dinero. Porque lo que queda es el arte.

¿Persiste en Cuba una tendencia a poner el dinero por encima del arte?

Poco después del movimiento interesante que se gestó en los 80 en la Universidad, apareció, desgraciadamente, el Período Especial, que, como al resto de las esferas de la vida, le dio un golpe fuerte al arte. Cuando hay escasez económica y material comienza un tipo de deshumanización y el arte lo siente cuando los artistas tratan de garantizar la subsistencia. Es una lógica del ser humano. En esa etapa, se rompió un sueño que traíamos los humoristas, y sin llegar al egocentrismo cubano, debo reconocer que estábamos haciendo algo interesante con respecto al resto de América Latina. Humoristas latinoamericanos comenzaban a llegar aquí. Tuve la oportunidad de conocer a Les Luthier, paradigma del humor universal, gracias a aquel movimiento cubano. Pero ya después apareció un humor fácil, formas muy simples de hacer humor que reproducían muy rápido el dinero. Fue un código en los años 90, y aun tenemos ese mal sabor. Sin dejar de reconocer —y pertenezco a la junta directiva del Centro Promotor del Humor— que el propósito es ir mejorando el trabajo. La vida cubana también ha cambiado mucho, en relación con la de aquellos años 80, cuando empezamos. Ahora descansa mucho en lo material. Don Dinero ha aparecido con cierto protagonismo. Hemos buscado en las universidades humor de aquellos años y cuesta trabajo encontrarlo.

Hay muchos que se inclinan hacia la forma más simple. Con programas de humor costumbrista como Vivir del cuento O Deja que yo te cuente, antes—, se está saneando esa estética de reírnos con humor inteligente, no con burla. El cubano, más que sentido del humor, ha tenido sentido de la burla, de la chanza. Ojalá existan cada vez más espacios de humor en la radio y la televisión, pero que estén a la altura del nivel de instrucción del público cubano. No es menos cierto que el público, ante la necesidad de reír, consume cualquier cosa. Nosotros, los humoristas, debemos replantearnos qué le damos al público, porque, aunque este no tenga la cultura que quisiéramos, es estudiado, al menos tiene un estudio elemental, y vale la pena explotarlo. A veces, lo subestimamos y pensamos que con cosas simples puede reír. Estuve en Humoris Causa muchos años, y nuestra meta era exprimir el cerebro del espectador, y para eso, tiene que exprimírselo uno primero. Lleva un esfuerzo. Pero, al final uno debe agradecer haberse esforzado por sacarle al público lo máximo.

Alberto Luberta es el único humorista cubano capaz de escribir un libreto diario, sin choteos ni cursilería, en un estilo decente, con un propósito edificante, durante 50 años. ¡Y hacía reír! ¿Cuándo surgirá otro igual? Su humor nació de una capacidad ferviente para observar el entorno diario y convertirlo en letra, y luego en voces de los actores. Y lo hizo con respeto por el humor. Tanto, que quería retirarse antes de que perdiera la lucidez para escribir. Por eso tenía una carrera contra el tiempo en aras de que alguien lo sustituyera como guionista de Alegrías de Sobremesa, o que terminara el programa. Una mañana calurosa de julio de 2015, mientras conversábamos en Radio Progreso y él estaba a punto de cumplir 84 años, me dijo: “Mira, Alegrías de Sobremesa ya dio todo lo que iba a dar. En este momento, Aurora Basnuevo es la protagonista, pero para llegar a serlo han pasado años y años. Y ella está por los 76 o 77 años de edad. Y hemos tenido muchas fallas: murió Aida Isalbe, Hilario Peña viaja mucho, Mario Limonta anda por Los Ángeles, Diana Rosa estuvo un mes en Estados Unidos. Me tienen loco porque no tengo reparto. Pero no quiero meter más personajes. Y ha llegado un momento en que quiero parar. Me levanto todos los días a las cinco de la mañana a escribir, termino sobre las 9 y media, me baño y vengo a entregar los libretos. Pero por la noche tengo que preparar lo que voy a hacer al día siguiente porque no puedo levantarme a las cinco en blanco. De manera que cuando empiece a escribir ya tenga las hijuelas —De tres tres, Final inesperado, A granel—, el reparto, etc. Y hace ocho días cumplí 68 años de trabajo en la radio. Mi entrada en la CMQ de Monte y Prado fue el 1 de julio de 1947. Coincidió, por cierto, con la fundación de Radio Reloj. Y voy a cumplir 84. Yo necesito disfrutar mi vejez, ¿no? A lo mejor sigo levantándome a las cinco porque ya tengo el hábito de hacerlo, pero no para ponerme a trabajar. Si me da la gana salgo a caminar, o me pongo a hacer ejercicios. Y, además, sinceramente: en estos momentos tengo un repartico, tengo lucidez para escribir, pero dentro de un año, ¿qué?, ¿la tendré? ¿Y no se me habrá agotado más el poco reparto que tengo? Yo quiero adelantarme al tiempo. Y quedar dignamente en el aire, para que la gente recuerde bien Alegrías de Sobremesa y no tenga que decir: ¡oye, esa gente está acabando! Y no debiera perderse el espacio que tiene el programa”.

A sugerencia del Centro Promotor del Humor, en aquellos días Luberta conversó con los humoristas jóvenes que participaron en el evento teórico del Aquelarre, con la intención de que algunos se entusiasmaran con la idea de escribir Alegrías… También, por entonces, flotó en el aire la posibilidad de terminar el veterano programa de Radio Progreso y colocar uno similar en su horario, un humorístico costumbrista que pudiera enganchar a la audiencia. Pero la idea no prendió con los humoristas y Luberta solo se zafó de Alegrías cuando su organismo le puso luz roja. Entre noviembre de 2015, cuando presentó los primeros síntomas del cáncer de próstata que se lo llevó, y enero de 2017, cuando murió, escribió Alegrías de Sobremesa luchando con la salud quebrada. Su último ingreso de hospital fue el viernes 13 de enero, y falleció el 23, a los 85 años.

Luberta creía que para escribir buen humor hay que leer. “Yo leo mucho. Yo leo una novela y quizás veo una situacioncita que me sirve para hacer un libreto cómico. Y veo mucho también. A veces voy con mi mujer y le pregunto: ¿viste eso?, y me dice: No, ¿qué cosa? Y no lo vio delante de sus ojos. Y utilizo lo que vi. A veces es una frase que escucho al pasar. Hace tiempo tuve una pareja, Chacho y Teté, —Martha Velazco y Humberto Concepción— que siempre estaban discutiendo. Y un día me encuentro a un hombre que me dice: Yo soy Chacho, fui pianista de la Aragón, y a mi mujer le dicen Teté. Ella dice que yo lo conozco a usted y le cuento lo que pasa entre nosotros. “Tú vas siempre con el chisme a Luberta porque ayer salió en el programa lo que pasó aquí”. Y realmente lo que yo escribía eran mis broncas con mi mujer, las de mi vecino con su mujer, pues todas las broncas entre marido y mujer son iguales. Pero mira qué casualidad que había un matrimonio real de Chacho y Teté”.

Alegrías de Sobremesa era tan arraigado en el gusto popular, que, sin anunciarlo públicamente, por toda Cuba corrió la voz de que Alberto Luberta dejaría de escribir el programa. Fue cuando a finales de 2014 él comunicó a la dirección de la radio cubana que pretendía abandonar su programa insignia en julio de 2015, para dar tiempo a buscar un espacio sustituto. Pero llegó esa fecha y el panorama siguió igual.

¿Y por qué no se dice ya públicamente que usted dejará Alegrías de Sobremesa?, le pregunto en ese momento.

Porque ya lo saben en todo el país. A Pachi Naranjo, que vino hace poco a Alegrías… lo entrevistaron en la Discoteca Popular y dijo que era una lástima que el programa se acababa en julio. ¿Quién lo autorizó a decir eso? Y a mí en la calle hay oyentes que me han pedido que no lo deje. Entonces acordé seguir hasta que aparezca un sustituto atractivo.

Eso puede ser un bumerán para usted, pues mientras siga escribiendo el programa, los que tienen que buscar el escritor o el espacio sustituto se acomodan.

Bueno, vamos a ver qué pasa. La vida me ha demostrado, modestia aparte, lo difícil que es encontrar a otro escritor que se encargue diariamente de Alegrías de Sobremesa. Si lo escriben dos o tres, lo echan a perder porque se necesita un solo estilo. Y lo otro: a lo mejor aparece quien pueda escribirlo porque yo no soy un genio, pero esta disciplina que yo tengo, que arrastro desde hace 68 años, es difícil verla ahora. Comencé a los 16 años y me eduqué en la disciplina y el orden de la radio.

Usted, que ha escrito para muchos actores durante 50 años, ¿ha sentido alguna diferencia entre unos y otros, se ha sentido mejor escribiendo para algunos?

Siempre he escrito para actores. Pero es cierto que hubo un momento en que trabajé con lo mejor del humor en Cuba: Idalberto Delgado, Agustín Campos, Wilfredo Fernández, Enrique Arredondo, José Antonio Rivero, Pipo de Armas, Reinaldo Miravalles, Carlos Moctezuma, Juan Carlos Romero, Erwind Fernández. Tuve a Manuel Marín, que me hacía doce personajes. Una vez le puse dos personajes conversando, y me dijo: ¿por qué no me pones tres? Se los puse y los hizo. Siempre tuve un equipo de 15, 16 actores, y ahora tengo ocho. Y ahora los actores tienen más responsabilidades, antes se dedicaban más a un programa.

Al hablar del humor anterior a la Revolución y compararlo con el actual, Luberta recordó que antes la radio y la televisión tenían una comisión de ética y el humor que hacían esos medios servía de guía para saber hasta dónde se podía llegar.

Recuerdo a un actor español que, en los años 50, actuando en La Habana, lo suspendieron por decirle Mariconchi a un personaje afeminado. ¡Y ahora hay un actor que se llama Mariconchi! Antes, los cómicos le decían al público El Respetable. Ahora hay humoristas que se meten con el público, se burlan. Yo he estado como espectador en un teatro y me he abochornado, y a mi lado un matrimonio con sus dos hijos se ha desbaratado de la risa con cochinadas. ¿Adónde vamos a parar? Sin lugar a dudas, hemos experimentado una pérdida de valores grande, y el humor no ha escapado a eso. No puede escapar. En Alegrías… no se ha dicho jamás una mala palabra. Y sigue manteniendo una audiencia alta. No son necesarias las malas palabras.

Una vez yo estaba con Alexis Valdés, que trabajaba en el hotel Riviera, y por esas cosas que pasan en este país, le pagaban con bonos, como a los campesinos en la zafra. Yo creo que fue antes de la legalización del dólar. Y tenía que consumir los bonos allí. Entonces me invitó a comer, y luego nos fuimos al cabaret, donde se presentaba Ulises Toirac, que tiene cosas muy buenas y trabajó con nosotros en Radio Progreso. Pero esa noche lo que soltó fue espantoso.

Cuando termina, me pregunta qué me pareció. Le dije que una plasta. Me explicó que, si no era así, no le pagaban. Le dije que eso era prostituirse, ser un mercenario, porque ese no era el humor que él defendía.

Omar Franco, Doimeadiós, Luis Silva, Churrisco, no caen en eso.

Alexis Valdés colgó en las redes sociales unas parrafadas que son su homenaje de admiración a uno de los más talentosos humoristas cubanos de todos los tiempos. Con gusto, aceptó compartirlas:

Me acaba de decir Claudia «murió Alberto Luberta» y durante unos segundos me quedé sin palabras, como perdido. Es ese estado de desorientación que producen las noticias tristes.

Alberto Luberta fue y será un genio del humor popular. Muchas veces se emplea de manera gratuita la palabra genio, pero este no es el caso.

Llevo más de tres décadas dedicándome al humor y no he conocido a otro escritor como él. ¿Quién escribe un programa diario de humor durante tanto tiempo (ya no sé si son 50 años)? ¿Qué otro escritor se despierta cada mañana y escribe un libreto de comedia, de un tirón, sin reescribir, sin enmendar, así de una?

Yo no conozco a otro y he trabajado en muchos países hispanos, entre ellos España, donde hay grandes escritores y gran tradición del humor escrito. Dicen que Jardiel Poncela lo hacía. Otro genio. 

Yo tuve la suerte de que Luberta se fijara en mi personaje Bandurria y que me trajera a Alegrías de Sobremesa, donde juntos creamos este Cristinito que lleva conmigo y con todos sus fans treinta años. Y digo juntos creamos porque yo tenía ya el personaje, el tipo, él le dio alimento y larga vida con sus ideas y palabras. Y también lo hicimos juntos porque cuando escribía una parodia para Cristinito, sabiendo que siempre me gustó escribir, llegaba un momento en que ponía «y ahora sigue tú», jaja, me dejaba compartir con él la escritura. Él, que era el maestro de los maestros. Pero al fin un maestro humilde y generoso, nada celoso de sus alumnos.

Pues entre él y yo creamos algunas locuras cómicas que aún perduran en la memoria de muchos amantes del humor. 

Por su mano pasaron casi todos los mejores actores de la comedia radial hecha en Cuba en los últimos 50 años Desde Arredondo hasta Miravalles pasando por Idalberto Delgado, el gran José Antonio Rivero, Agustín Campos, Darío Proenza, Leonel Valdes, Wilfredo Fernández, Erwing Fernández, Aurora Basnuevo, Juan Carlos Romero, Diana Rosa Suárez, Marta Jiménez, una lista interminable, y perdonen las omisiones. Él les aportó a todos su sabiduría, su cubanía, su ingenio, y una amistad invaluable.

Porque Luberta era un amigazo. Un tipo jovial, ameno, buena gente, humilde, campechano, cariñoso, generoso. Tam-bién era un genio como ser humano.

Así que nos vas a faltar mucho, Lube, porque no solo nadie escribe como tú, también eres insustituible como persona.

A los hijos y a su sempiterna compañera de vida, Caridad Martínez, todos de su mismo estilo de humanidad, mis condolencias, mi cariño y mi hombro para llorar al más grande escritor del humor popular cubano que mi generación conoció.

Y como tú, Lube, eras rápido versando, aquí te dejo estos ripios de versos veloces que ojalá te alcancen por allá arriba.

Se nos fue Luberta Alberto

El hombre que más reía 

Vaya para él mi poesía 

Hecha a corazón abierto

Que te has ido es incierto

Te quedas, pues cada día 

La Onda de la Alegría 

Esparcirá cual murmullo

Ese humor que es solo tuyo

Con el que aliviabas en sano

Al hombre simple cubano

Que tu nombre repetía.

Has partido desde el puerto 

Donde zarpan los gigantes

Los que somos del reír amantes

Reverenciamos tu genio

Y te entregamos el premio 

Más grande a un creador

El aplauso y el amor

Del humilde que agradece

El reír que tantas veces

Alivia su corazón 

Ya sabes que te quería

Queda un abrazo pendiente 

Y digo como en Alegría 

«Qué gente pero qué gente…» 

Lube: por estas cosas del mundo que nadie entiende no nos vimos en 12 años, pero hablamos y nos escribimos y siempre nos llegó tu cariño. Un cariño que heredé de mi padre, que te amaba. Que Dios te haga llegar estas palabras y el abrazo que no pude darte.

A Luberta, por el privilegio de tenerle

Isel Chacón Díaz

Comenzaba septiembre, cuando la periodista Odalis Acosta Góngora, presidenta de la Upec en Artemisa, nos entrevistó, a propósito de la celebración del aniversario noventa del natalicio de Alberto Luberta, justo hoy, día 27. Su interés —también el de algunos compañeros de Radio Progreso— era que nos refiriéramos al vínculo de Luberta con el Museo del Humor y, por supuesto, que destacáramos momentos significativos.

Algo así, expresé:

Fue en noviembre de 2007 que conocimos, personalmente, a Alberto Luberta. Visitó el Museo para la presentación del libro titulado Nada más real… El Oro olímpico cubano con humor, siglo xx, del autor Julio Torres. Tuvimos la posibilidad de compartir con él durante casi toda una jornada y a partir de entonces consideramos que podía ser posible su participación como presidente del jurado del CONCURSO NACIONAL DE LITERATURA HUMORÍSTICA “JUAN ÁNGEL CARDI”, el que tiene lugar en la Humoranga Ariguanabense, unido al Salón de Humorismo y Sátira.

Durante cuatro ediciones consecutivas del Cardi, Luberta encabezó dicho jurado. Sus apreciaciones y juicios resultaron de un valor extraordinario. Llama la atención cómo siendo los otros dos miembros profesionales de generaciones más jóvenes existía plena coincidencia de criterios. El ambiente de trabajo del pequeño equipo evaluador era muy agradable, lo que propiciaba el buen resultado. Para Mercedes Azcano, directora de Palante y escritora humorística, así como para Carlos Fundora, escritor y guionista de programas de la TV, fue un orgullo compartir esas sesiones de labor con Luberta. Cuánto aprendizaje. Mientras, para el certamen constituyó una excelente manera de prestigiarlo. Muchos de los creadores con los que hablábamos para convocarlos nos preguntaban por los integrantes del jurado. Mencionar a Luberta despertaba aún más el interés que pudieran tener.

Pero no solo se trataba de presidir el tribunal, Luberta se incorporaba a las actividades colaterales de todo el evento. Así, participaba en los coloquios sobre literatura humorística y brindaba consideraciones de gran valía. Y qué decir del acto de premiación. Sus palabras para el público, la entrega de galardones y el abrazo a los laureados eran vivencias inigualables.

Siempre estuvo dispuesto a colaborar, jamás dijo NO, aun cuando podía estar colmado de tareas y quizá de otros problemas. Conversar con él, hasta por teléfono, era un placer. Su trato afable, coloquial y afectuoso nos daba confianza y provocaba cada vez una admiración mayor.

Para la jornada décima del concurso (abril de 2016), teniendo en cuenta que se trataba de un número significativo, el colectivo de la institución propuso que una de las actividades dentro del programa fuera un reconocimiento a Alberto Luberta. Muchas eran las razones para ello.

Con amor lo preparamos, pero él no llegó. Sabíamos que algo serio estaba sucediendo. En cuanto le resultó posible avisó: Se había sentido mal y le era imposible asistir.

Ya no era igual, la magia, el hechizo del encuentro directo se habían perdido, mas, los presentes conocieron el porqué del agasajo y de corazón aplaudieron. Días después, nos visitó, como había prometido, para recibir los obsequios y el diploma, DIPLOMA DE HONOR que se le otorgó y que expresaba, el siguiente argumento:

A Alberto Luberta Noy

“Por su decisivo e imperecedero aporte al humorismo cubano y a nuestra cultura”

Y concluía el importante documento con una aseveración martiana: “…los grandes creadores ven lo eterno en lo accidental; por lo que sus obras perduran”.

Con profunda gratitud lo tomó. Él poseía, sin duda, la humildad de los hombres superiores.