Quifangondo. A vitória é certa - Alfonso Ramón Naranjo Rosabal - E-Book

Quifangondo. A vitória é certa E-Book

Alfonso Ramón Naranjo Rosabal

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Beschreibung

Se basa en la batalla decisiva por la independencia de Angola, acaecida del 23 de octubre al 10 de noviembre de 1975 en las cercanías de ese poblado, al norte de Luanda, entre las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (Fapla) y más de doscientos cubanos, frente a las fuerzas del Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA), reducto colonialista portugués, y sus aliados de Zaire, que contaban, además, con asesores de artillería de Sudáfrica que los apoyaban.

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Seitenzahl: 229

Veröffentlichungsjahr: 2024

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La obra alcanzó la categoría de mención en el Concurso Nacional de la Unhic, 2021.

Jurado:

Presidenta Dra. María Caridad Pacheco González

Miembros:

Dr. Rolando García Blanco

Dra. Nanci Esther Corzo Posse

Página legal

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición:

Olivia Diago Izquierdo

Corrección:

Ana Teresa Molina Álvarez

Diseño y realización de cubierta e interior:

Francy Espinosa González

© Alfonso Ramón Naranjo Rosabal

© Sobre la presente edición:

Editorial Capitán San Luis, 2024

ISBN: 9789592116641

Editorial Capitán San Luis.

Calle 38 no. 4717 entre 40 y 47, Kohly,

Playa, La Habana, Cuba.

Email: [email protected]

www.capitansanluis.cu

www.facebook.com/editorialcapitansanluis

Sin la autorización previa de esta Editorial queda terminantemente prohibida  

lareproducción parcial o total de esta obra, incluido el diseño de cubierta,  

o transmitirlade cualquier forma o por cualquier medio.

Índice
Página legal
Prólogo
Una introducción necesaria
Luanda, 7 de noviembre de 1975, 07:05 horas
Quifangondo, 9 de noviembre de 1975. Batería de BM-21, 18:00 horas
Quifangondo, 10 de noviembre de 1975, 01:25 horas
Quifangondo, 10 de noviembre de 1975, 04:30 horas
Batallón del CIR de Salazar, 05:15 horas
Puesto de mando, Quifangondo, 05:55 horas
Cerro de Cal: cercanías de Quifangondo, 09:15 horas
Puesto de mando cubano-angolano, 09:25 horas
Quifangondo: Batería de BM-21, 09:26 horas
Granja Avícola: cercanías del Cerro de Cal, 09:28 horas
Cerro de Quifangondo: batería Cuatro Bocas, 09:30 horas
Puesto de mando: Alturas de Quifangondo, 09:32 horas
Quifangondo: Batería de BM-21, 10:33 horas
Puesto de mando: Alturas de Quifangondo, 10:40 horas
Batallón del CIR de Salazar, 10:41 horas
Luanda: sede del MPLA y del Gobierno, 16:45 horas
Carretera de Caxito: Cercanía a Quifangondo, 16:50 horas
Puesto de mando: Alturas de Quifangondo, 17:00 horas
Luanda: Plaza Primero de Mayo, 00:01 horas
Anexos
Testimonio Gráfico
Bibliografía
Datos del autor

A la memoria

del heroico e invencible Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz,

guía de la batalla de Quifangondo y de la guerra de Angola,

por su enorme capacidad de dirección y análisis,

y su alta maestría estratégica. Imbatible en todos los combates.

Al doctor y poeta, Antonio Agosthino Neto,

guía del pueblo angolano por el que dio su vida.

A mis bisabuelos mambises: comandante Manuel Naranjo

Montero, integrante de la Segunda Brigada

de la Primera División, del Segundo Cuerpo, caído en el combate

de El Descanso, en la provincia de Pinar del Río,

el 25 de mayo de 1896, y al capitán, José María

de la Asunción Vargas, integrante del Cuartel General,

del Tercer Cuerpo, Primera División del Departamento oriental.

Ambos protagonistas de la Invasión a Occidente, liderada

por el Titán de Bronce, Antonio Maceo Grajales.

A los coroneles Norberto Mantecón Méndez

y José Toledo Zaldívar, presidentes en distintos

momentos de la Asociación de Combatientes

de la Revolución Cubana, en Las Tunas.

A mi hermano, el doctor en Ciencias Históricas

José Guillermo Montero Quesada, presidente

de la filial tunera de la Unión de Historiadores de Cuba

y prologuista del libro, muerto por la COVID-19,

el 3 de agosto de 2021.

A mis hermanos caídos en gloriosas misiones internacionalistas.

A mi único y gran amor en las buenas y las malas: Sara.

A mi hija Sailé, y mis nietos, Pedro y Jennifer.

A la Revolución socialista Cubana, a la que sirvo

y serviré hasta el final de mis días.

Al general de ejército Raúl Castro Ruz que aprobó la idea, y prestó su colaboración para que pudiera ser concluido.

Al general de brigada José Amado Ricardo Guerra, que cumplió exitosamente las órdenes de Raúl, y al enlace del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, Lázaro Chávez Novo, ejecutor principal y encargado de llevar a feliz término la ayuda.

Al teniente coronel Abel Olivera Iraola, jefe de la batería

de BM-21, y a todos sus compañeros, que lanzaron la salva

primigenia en Angola y África, por sus consejos

y aclaraciones que me sirvieron de mucho.

Al teniente coronel Roger Batista Chapman, presidente saliente de la ACRC, en Las Tunas.

A la escritora y poetisa Lucy Maestre que me ayudó en la revisión del texto por dos ocasiones, sin una queja.

Al doctor en Ciencias Bernardo Jeffers Duarte, el primero en leer las versiones iniciales, y me presentara al desaparecido doctor en Ciencias Históricas Guillermo Montero Quesada, quien lo revisó, y rogó mandarlo al Concurso Nacional de Investigaciones Históricas.

A todos los que lo leyeron, opinaron, criticaron y dieron ideas para la realización del libro, y creyeron en él, ¡gracias!

Prólogo

Estudiar los procesos liberadores del mundo, con participación cubana, es objeto investigativo de historiadores contemporáneos, especial tratamiento les confieren a hechos de combate, analizados desde diversas perspectivas; así se complementan historias nacionales con las consiguientes conexiones internacionales. En esta oportunidad, la obra Quifangondo: A victória écerta, de Alfonso Ramón Naranjo Rosabal, se basa en la batalla decisiva por la independencia de Angola, acaecida del 23 de octubre al 10 de noviembre de 1975 en las cercanías de ese poblado, al norte de Luanda, entre las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (Fapla) y más de doscientos cubanos, frente a las fuerzas del Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA), reducto colonialista portugués, y sus aliados de Zaire, que contaban, además, con asesores de artillería de Sudáfrica que los apoyaban.

La obra es reflejo de la incondicional colaboración internacionalista cubana, que, unidos a las Fapla, brazo armado del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), liderado por Agostinho Neto, hicieron causa común. Es un compromiso ineludible con aquella aguerrida generación y las presentes que necesitan conocer acerca del legado independentista cubano en otros ámbitos regionales.

El libro que el lector tiene en sus manos está basado en información testimonial y presencial de primera mano, ofrecida al autor por protagonistas de dicha batalla, durante su misión como combatiente y corresponsal de guerra en ese país, y entrevistas a importantes oficiales cubanos y angolanos. Años después, en su desempeño como periodista y documentalista, realiza nuevas indagaciones que le permiten reconstruir memorias de situaciones acaecidas en el campamento y en el teatro de operaciones militares.

Se monta en vivencias contadas por aquellos héroes, todavía bajo las sensaciones del fragor de aquellos días, para narrar y describir, de forma novelesca, avatares, vicisitudes y presiones psicológicas de los soldados cubanos durante la travesía hacia Angola y los memorables días de operaciones y combate. Así, «la historia es una novela verdadera», tal como dijera el historiador francés Paul Veyne; en este caso, distinta a la tradicional historia narrativa positivista o como afirmaría su coterráneo, el filósofo Claude A. Helvetius: «La historia es la novela de los hechos».

Describe así la vida militar en múltiples actividades durante las travesías, cotidianidad en los campamentos, en los puestos de mando y trincheras, excavaciones de refugios para hombres y piezas de artillería a golpe de sudor, momentos de miedo, coraje, solemnidades, los olores del combate y múltiples situaciones de la historia privada de la guerra. Logra dibujar la disciplina férrea de aquellos hombres, la moral combativa, pasión y vocación revolucionaria, el efecto de los vibrantes mensajes de Fidel, la hermandad, la añoranza, chistes y recuerdos familiares.

Respeta la autenticidad de los hechos, sin incurrir en las tradicionales invenciones del lenguaje. En algunos pasajes pudiera parecer que existe una excesiva literaturización de lo histórico, pero así el autor hace más atractivo y digerible el discurso, sin dejar de ser un texto riguroso. Recrea lo sucedido mediante distintas sutilezas del idioma, evitando el lenguaje denso, complicado o aparentemente aburrido.

Pinceladas biográficas de los principales protagonistas y retrospectivas de vida durante sus vínculos con la lucha insurreccional cubana, es solo una parte del contexto socioantropológico que explica la ascendencia patriótica, militar e internacionalista de aquellos aguerridos hombres.

Muestra de modo equilibrado, el protagonismo de oficiales, suboficiales, sargentos y soldados, experimentados artilleros, mediante diálogos, expresiones y argumentos reveladores de la realidad, sin apartarse del argumento testimonial, aun cuando corre el riesgo de la inevitable omisión de informaciones y valoraciones de protagonistas que la distancia y el tiempo han limitado conocer. Anécdotas y comentarios relacionados con la historia y cultura de comunidades etnorregionales, fue interés del autor con el objetivo de ofrecer nociones que permitan comprender las actitudes de tribus a favor del movimiento y las que actuaron como mercenarias.

Recrea el ambiente psicosocial en el marco espacial y temporal de los hechos en escenarios paralelos, enfatiza en el medio natural y político que lo condicionaron en entera objetividad del contexto sociohistórico. Dilucida de un modo sencillo las circunstancias tácticas y estrategias, resultado de la inteligencia colectiva reflejada en operaciones militares. El texto culmina con la proclamación de independencia de Angola; entre cantos de victoria y el júbilo popular se anuncia una nueva etapa de resistencia.

La memoria histórica escrita evoca las esperanzas de los pueblos que luchan por una causa justa y devela los particularismos de la identidad cubana emanada de la tradición de lucha de nuestro pueblo. Indiscutiblemente es una modesta contribución a la historiografía cubana, cuyo contenido pasará de padres a hijos para que sigan retumbando los cañones de aquella gesta gloriosa.

José Guillermo Montero Quesada

Doctor en Ciencias Históricas

Las Tunas, 3 de agosto de 2020

«Hace falta que jóvenes internacionalistas y revolucionarios, capaces de sentir y actuar,

recojan para la historia las páginas que ha sido capaz

de protagonizar el pueblo cubano».

Fidel Castro Ruz

Octubre 14 de 2008

11 y 36 a.m.

Una introducción necesaria

Corrían los días finales de la primera quincena de diciembre de 1974, cuando el oficial de la Décima Dirección del Minfar que se encargaba del apoyo a los Movimientos de Liberación Nacional, Alfonso Pérez Morales, Pina, fue enviado a Angola vía Madrid, España,1 como enlace de las FAR con el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA).

En la capital ibérica, lo esperaba el compañero Carlos Cadero Serret, funcionario del Departamento de Relaciones Internacionales del Comité Central del Partido Comunista de Cuba que, junto a él, viajaría al país africano para contactar con el MPLA y explorar la situación que vivía esta agrupación revolucionaria, con el marcado objetivo de percibir las posibilidades de colaboración militar. Cumplieron la tarea tal y como se les había asignado.

Unos días después en Dar es-Salaam, Tanzania, se entrevistaron con el doctor Antonio Agosthino Neto, líder de la agrupación político-militar, a quien le informaron de los resultados de su viaje, afirmándoles que había condiciones objetivas para brindar la colaboración militar solicitada a Cuba.

Neto, rebosante de alegría, les expresó a Pina y Cadero: «Ustedes son los embajadores angolanos en Cuba, y les pido que actúen así», recordaría Pina años después.

Cuando conversé pasado casi un año de este suceso con el general Antonio dos Santos França, Ndalu, jefe del estado mayor de la Novena Brigada; aunque en funciones al mando supremo de dicha tropa por la enfermedad del comandante Ndozi, su jefe, me explicó:

A principios de 1975, se hablaba de que el MPLA era el movimiento, de los tres existentes en esos momentos en Angola, además de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola, (Unita) y Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA), con menos apoyo material. El FNLA, de José Gilmore Holden Roberto, lo aupaban Zaire y Sudáfrica; mientras que a la Unita, de Jonas Malheiro Savimbi, la apadrinaba Estados Unidos y también el régimen del apartheid.

Le pregunté a Neto,2 ¿por qué no acudir a Cuba, que siempre nos había ayudado desde la época de Cabinda y del surgimiento de los destacamentos Kamy y Camilo Cienfuegos, entrenados por personal cubano, que desde Zaire ingresaron a la Primera Región Militar del MPLA en Angola, allá por la década de los sesenta?, y estuvo de acuerdo. Rápido se lo hizo saber a la dirección del Movimiento.

En abril de 1976, en conversación que sostuve, también en Quifangondo, con el entonces primer comandante Carlos Fernández Gondín, a la sazón, jefe del Frente Este de la Misión Militar Cubana en Angola (MMCA), y próximo a cumplir su misión en el país africano, me expresó:

Neto había enviado a Cuba una solicitud de ayuda; pero no estaba muy claro de cómo podía ser esa ayuda. A fines de 1974, partieron los compañeros Pina y Cadero a tantear la situación, pero esta no era lo todo precisa que se requería, por lo que el Comandante en Jefe, ordenó enviar un grupo de trabajo a Luanda, la capital del país, para pulsar la situación imperante, ya que tras los Acuerdos de Alvor,3 era confusa; dar fe de las acciones combativas que se desarrollaban, y del armamento que poseían, entre otros tópicos. Corría ya, la primera semana de agosto, cuando partimos.

El grupo se conformó con los entonces primeros comandantes, Raúl Díaz-Argüelles García, como jefe, y Víctor Schueg Colás; el capitán de corbeta Carlos Manuel Méndez Fraga; el mayor Guillermo Frank Yanes, y yo. Teníamos la responsabilidad de ver la objetividad de la ayuda, qué tipo de armamento se podía dar. Recorrimos prácticamente todo el país y cuando regresamos, le presentamos a Fidel y Raúl, con lujo y detalles, qué se debía hacer, dónde y cómo, con la rapidez que la situación requería.

Recuerdo que Argüelles le manifestó al comandante de brigada Abelardo Colomé Ibarra, primer sustituto del ministro de las FAR: «El camarada Neto aceptó muy emocionado la proposición nuestra. Estaba conmovido. Me pidió que le dijera a Fidel que aceptaba todo».

Ellos pedían unos cien instructores, pero eso era imposible para esa vasta geografía, estarían lejos unos de otros y los pondría en situación difícil, por lo que se decidió enviar 480 compañeros, entre jefes de pelotones, compañías y batallones, para abrir cuatro Centros de Instrucción Revolucionaria (CIR); el más poderoso en Cabinda, lugar muy codiciado por el enemigo; los demás en Benguela, Saurimo y Salazar, hoy N'dalatando.

Por orden de Fidel, el grupo visitó Cuba en busca del personal, rigurosamente seleccionado no solo por su disposición, sino además, por su capacidad y conocimiento del arte militar. La idea era formar en no menos de seis meses, dieciséis batallones, los que crearían las bases para la constitución de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (Fapla)».

De visita en Santiago de Cuba en 1986, gracias al general de brigada José Nivaldo Causse me presenté, cámara en mano, ante el general de brigada Víctor Eurídice Schueg Colás. En Negage, Angola, luego de la ofensiva hacia el Frente Norte, donde estuve por poco tiempo junto a él, me fue esquivo; ahora, aunque menos huidizo, me precisó:

—¡Flaco!, ustedes los periodistas me ponen nervioso, y más tú que trabajas en la televisión. Si quieres algo de mí… guarda todos esos aparatos.

Solo entonces echó a volar sus recuerdos iniciales de Angola:

Víctor Eurídice Schueg Colás

Cuando llegamos a explorar, según el mandato del jefe, nos percatamos, de la gran popularidad de que gozaba el MPLA, era euforia lo que la población del país, principalmente de Luanda, sentía por Neto y su Movimiento.

De más está decir que las fuerzas militares del MPLA tenían grandes necesidades, principalmente de instrucción y armamento. Nos dimos cuenta, al instante, que sus soldados-guerrilleros eran muy inteligentes, que asimilaban bien las tareas encomendadas, lo que significaba que aprenderían rápido. El tiempo nos dio la razón.

Al regreso, sin más argumentos que estos, el Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, acordó brindar ayuda al MPLA, la reunión de aprobación fue en los salones del Laguito, en La Habana, y poco tiempo después, la despedida, por Fidel, en la Escuela Superior del Partido Ñico López, grupo por grupo.

Así me fue contando el general durante un rato de aquella tarde. Y luego de un breve alto, me dijo:

Te voy a reiterar algo que tú conoces. Con esta acción se reafirmó la vocación internacionalista de los cubanos, que asumimos como deberes propios la defensa de la patria y de la causa revolucionaría de cualquier rincón del mundo.

Siempre se tuvo en cuenta y se respetó la decisión soberana de los internacionalistas cubanos, de los que como tú y yo fuimos al principio, o de los que están ahora combatiendo por mantener la soberanía de esa tierra hermana. Todos fuimos por propia convicción.

Schueg, respetado por su disciplina y exigencia en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, tenía ya un envidiable currículo, como jefe y combatiente, además de haber cumplido misiones en Tanzania y en el Congo Belga. Jefes y combatientes lo llamaban a sus espaldas el «Despeinado», por su costumbre de andar con la cabellera revuelta y sin gorra cuando estaba contrariado por algún motivo del servicio. En ese momento nadie quería cruzarse con él. En lo personal, era amable, preocupado y respetuoso.

El 3 de agosto de 1990, durante una visita a la provincia de Ciego de Ávila, a la que fui invitado por el general de ejército Raúl Castro Ruz, entonces ministro de las FAR, le pedí volver a Angola con el objetivo de realizar tres documentales para la Televisión Cubana. Me autorizó.

Días antes de la partida, ya en 1991, se produjo el fin del unipartidismo mediante la promulgación de una ley y alto al fuego, que solo se interrumpió cuando Jonás Malheiro Savimbi, jefe de la Unita, se negó a aceptar el triunfo arrollador del MPLA en las elecciones parlamentarias. Esto, dio al traste con el nombre de República Popular que, desde el 11 de noviembre de 1975, identificaba al país. Fue una apertura al multipartidismo al permitir a la Unita hacer política y ocupar cargos, primero en el Parlamento, y luego en las estructuras de las, hasta entonces, Fapla. Recuerdo el consejo por intermedio del general de cuerpo de ejército Ramón Espinosa Martín, entonces jefe del Ejército Oriental. «Dile al Flaco que escriba de Quifangondo, que el viaje en esas condiciones es imposible, y NO lo autorizo. Que escriba de Quifangondo, que él sabe para eso».

Transcurrieron casi veintiocho años, y el 10 de enero de 2018 me envió un obsequio con su enlace del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros y, además, un mensaje verbal: «Eso es para que escribas de Angola, nos hace falta y es necesario —y reiteraba un llamado que había hecho hacía algunos años—: Nuestra historia es rica en hechos y se ha escrito poco de ellos, es necesario que se conozca más…».

Quifangondo fue para mí un reto; leí cuanto material cayó en mis manos, conversé con varios participantes de la batalla que, sin quererlo, me dieron pie a los diálogos y anécdotas que aquí aparecen y otras impublicables.

Sobre esta épica batalla existen pocos textos, y a veces controvertidos en fechas, horas y datos de las acciones.

En ocasiones se ha subvalorado esta batalla, que propició la proclamación de Angola como república soberana. Sin la aplastante victoria de angolanos y cubanos, en Quifangondo, la independencia no se declaraba, o quizás, hubiese costado más llegar a ella.

Durante la investigación, leí las cartas que dirigí a mi esposa en mi etapa quifangondiana, contacté bibliografía, y releí el libro del coronel Gonzalo Del Valle Céspedes.4 Sostuve conversaciones con varios compañeros: soldado de la reserva Enrique Grín Tamayo; sargento de segunda del Servicio Militar General Nelson Alfonso González; soldado Modesto González Ávila y el cabo permanente Floro Batista Pérez.

Ahora, mientras llego al epílogo de este libro, no dejo de recordar las palabras que me envió un general amigo, quien lo hizo revisar detenidamente por un grupo de compañeros —especialistas y participantes directos en los acontecimientos que la obra narra—, y me sugirió que «trabajara con el objetivo de eliminar ideas repetidas, corregir imprecisiones, mejorar la redacción y perfeccionar la mezcla entre hechos y la ficción, algo que sabemos que resulta muy difícil de lograr». Y creo que se ha logrado armonizar con la labor y exigencia de la editora Olivia, a quien, dejando a un lado cualquier esquematismo, reverencio; al igual que la Editorial Capitán San Luis, que me ha acogido sin distingo; a Julito Cubría, su director; Marilyn Rodríguez, la jefa de Redacción; la diseñadora Francy Espinosa, que consultó mis sugerencias, y trabajó como Miguel Ángel lo hizo en la Capilla Sixtina; al coronel y doctor en Ciencias Luis Eugenio Abreu Rivera, quien me abrió las puertas de la Editorial con su dictamen, y a la correctora de estilo Ana Teresa Molina, que me cuenta haber llorado con el libro. A todos mi agradecimiento y el de mi familia.

Para las nuevas generaciones es el ejemplo de quienes en un momento determinado la vida los puso en el lugar del combate dejando atrás hijos, esposas, padres y hermanos, sin otro interés que cumplir con la Revolución socialista que les había dado ese mandato supremo; no es como dicen historiadores, escritores y periodistas occidentales que han escrito sobre la guerra de Angola: «Los cubanos fueron obligados, como satélites de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas».

¡No!, cada uno de nosotros fue por voluntad propia, a dar incluso hasta su propia vida. Ahí se equivocaron y se equivocan los que, tras más de cuarenta y ocho años, tratan de obviar el papel desempeñado por Cuba, cuando se habla de la guerra de Angola, y, del papel que desempeñaron sus hijos. Esta es nuestra historia. Como expresó en El Principito su autor Antoine Marie Jean-Baptiste Roger de Saint-Exupéry: «[…] solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos». No nos ven y nos obvian, porque no tienen corazón para sentir y ver.

Cuando se hable en cualquier escenario de Angola, hay que mencionar en mayúscula y con signos de admiración el papel de Cuba y de sus hijos, luchando codo a codo junto a descendientes de sus antepasados, esclavos africanos traídos a esta tierra bravía, y que dieron junto a nosotros, muestras de amor y desinterés por esta patria que los acogió como hijos.

Todos juntos, con excelente preparación militar, guiados por Fidel y Raúl, acudimos al llamado sin importar grado militar, cargo u especialidad. Allí estaba el pueblo uniformado del comandante Camilo Cienfuegos: estudiantes, campesinos, intelectuales, choferes, albañiles, carpinteros, médicos, periodistas. Todos como un haz de voluntad, inculcada por el ejemplo de nuestro invicto líder, Fidel.

Hace algunos años, para ser más exacto, en el 2003, durante la celebración del Día Internacional de los Trabajadores en Las Tunas, el general de división Ulises Rosales del Toro, entonces vicepresidente del Consejo de Ministros, pero en la época de la lucha en Angola, jefe de la Agrupación de Tropas de Sur y luego del Estado Mayor General, me comentó sobre el accionar de Fidel durante el conflicto bélico.

Ulises Rosales del Toro

Fidel nos tiene acostumbrados a que él está siempre en la actividad estratégica más importante, y en el lugar desde el cual puede dirigir esos acontecimientos.

Con Angola siempre hubo comunicaciones permanentes, teníamos comunicación directa y personal, por lo tanto, recibíamos de manera puntual lo que estaba sucediendo en el teatro de operaciones. Y los aspectos de la predicción en Angola, estuvieron presentes más que en ningún otro lado, por la distancia, y porque el Comandante en Jefe llegó a conocer aquel territorio por fotografías y a través de información de manera increíble. Creo que el éxito en Angola se debe a su maestría, a su genialidad como estratega militar.

Importante es la apreciación que, a finales de los ochenta del pasado siglo, hizo sobre nuestras tropas el secretario de Estado adjunto para África, de Estados Unidos, Chester Crocker. En cable a su secretario de Estado, el señor George Shultz, le expuso: «[…] descubrir lo que piensan los cubanos es una forma de arte. Están preparados tanto para la guerra como para la paz. Esto tiene como telón de fondo las fulminaciones de Castro y el despliegue sin precedentes de sus soldados en el terreno».

También importante es la valoración de Henry Kissinger en privado al entonces presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez, a solo unos meses de iniciada la Operación Carlota: «Cómo estarán de deteriorados nuestros servicios de información, que no nos enteramos de que los cubanos iban para Angola, sino cuando ya estaban allí».

O la reflexión de Neto con uno de los miembros del Buró Político del MPLA, mientras desde su oficina en Vilaliza, en el barrio San Emilio, muy cerca del puerto de Luanda, miraba la cantidad de barcos cubanos atracados en la rada, y contándolos desde la ventana, sintió un estremecimiento de pudor muy propio de su carácter: «No es justo, a este paso Cuba se va a arruinar»

A la juventud cubana.

autor

A Sara, a mi familia:

«[…] Si les dicen que los revolucionarios no tenemos buenos sentimientos, porque abandonamos a la familia por un ideal que no es nuestro, no les crean. Solo un amor sin límites por el ser humano es capaz de llevarnos a sacrificar la familia y hasta nuestra propia vida, como es el caso, para que en el futuro haya felicidad para todos los pueblos.

»Para que el negro no sea maltratado por el color de su piel y muera en su propia tierra africana como ajeno; por eso estamos aquí; ustedes estarán tristes, pero conscientes de nuestro sacrificio. No se dejen embaucar de nadie. Eso no es de revolucionarios».

Guapango5

Noviembre de 1975

Luanda

7 de noviembre de 1975

07:05

Luanda, 7 de noviembre de 1975, 07:05 horas

Capítulo I

El buqueLa Plata, anclado en puerto desde esta mañana de viernes, era un hormiguero. Grúas, lingas, hombres, brazos, sudor, se sumaban para concluir en tiempo el descargue de la motonave cubana, que procedente de Punta Negra, en el Congo, había llegado desde la lejana isla caribeña con potentes máquinas de guerra, las BM-21 —sistema reactivo soviético compuesto por lanzacohetes múltiples de 40 guías, para proyectiles turbo-reactivos, con telescopio panorámico PG-1M y colimador K-1—, designadas para abrir fuego de saturación contra agrupaciones u objetivos aislados del enemigo.6

La operación se realizó de forma oculta y lenta —por la ausencia del sobrecargo que era quien había montado la «mercancía» en Cuba y solo él sabía la organización de cada cosa en las bodegas del barco—. Fue un secreto celosamente guardado por el mando cubano. Hombres y medios de combate se asentaron en una hacienda ganadera, propiedad de un español radicado en el país, a unos doce kilómetros del borde delantero de Quifangondo, en la retaguardia de las tropas revolucionarias, y a otros cuatro kilómetros del poblado de Viana, al oeste de la capital, el que servía de magnífico enmascaramiento. Allí quedaron emplazados. ¡Solo por poco tiempo!

Su dotación, procedente de la Unidad Militar 3500,7 había arribado a Angola el 29 de octubre, y tras un arduo y tortuoso trayecto aéreo —de Cuba a Guinea Bissau, Guinea Conakry, Punta Negra, Cabinda, Luanda y luego al llamado de Argüelles—, partió a combatir con los lanzacohetes Grad-1P en Benguela, al sur del país. Regresó a Luanda el 5 de noviembre, y se mantuvo a la espera de la batería que arribaría dos días después.

Pernoctaron en Grafanil, sede de la MMCA, hasta que el 9 en la madrugada, hombres y máquinas partieron rumbo a las cercanías de Quifangondo, utilizando la vía Grafanil-Viana, unos 32 kilómetros.