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La belleza de la vida prescinde de natas certezas. Transita por senderos de imprevisibilidad y descansa en apeaderos de desafíos que se suponen construidos con maderos de desatino. Es en esencia por ello que nada está escrito. Nada. Y todo en la vida, absolutamente todo, está por escribirse. La tónica de éste trabajo cursa y se "hidrata" en gran parte de su desarrollo con ese "néctar". El de la imprevisibilidad en primera instancia y el de la compleja lectura de la realidad que con inmediatez se le suma. Lectura a la vez que se halla atada y debido a ello alterada por un sinnúmero de factores distorsivos. "Realidad Desenhebrada" es una propuesta del autor destinada a bucear en las aguas reflexivas de ésa temática. La cual aborda y deja traslucir con el encanto que sólo la magia de la poesía impone. Con éste marco y estas herramientas en mano, Rodríguez Bornert ahondó en temas tan críticos como controversiales que hacen al vertiginoso paso de esta contemporaneidad. Un tiempo provisto de verdaderos abismos que importunan la vida del hombre tales como la desigualdad, la discriminación, el egocentrismo, la desnutrición, la corrupción, el absolutismo y la irracionalidad. Un libro que sin dudas: dará que hablar, dividirá opiniones.
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Seitenzahl: 108
Veröffentlichungsjahr: 2023
SANTIAGO RODRÍGUEZ BORNERT
Rodríguez Bornert, Santiago Realidad desenhebrada : poemario / Santiago Rodríguez Bornert. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-3973-1
1. Poesía. I. Título. CDD A861
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Introducción
Capítulo 1
TIEMPOY SENTIMIENTO
De extremo a extremo
La perfección existe
Noches y madrugadas con nubes y lunas
Créelo mujer si te digo
Las palabras entre nosotros
Capítulo 2
CONDUCTAS Y ACTITUDES
Su deslucido argumento
Ellos, los que improvisan
Será ese día
El meridiano y la puerta del presente
Si pudiese
Capítulo 3
POSTURAS URBANAS
El tiempo perdido, según un burócrata
El mundo de los tibios
Las dificultades y la luz del faro
Quien deserta de sus convicciones
No busques otra manera u otro lugar
Capítulo 4
PERCEPCIONES
En la bahía de mis percepciones
Sé de los sueños que nunca llegan
El colofón de una vida
Esta realidad desenhebrada
La magia de tu espalda
Levanta la cabeza
Capítulo 5
CIRCUNSTANCIAS Y CONDICIONES
Su escuálida condición
La depresión: no comulga con los apasionados
Lúcidos e iluminados silencios
Anciano sin nombre
El desgano
Rimando y arrimando participios
Capítulo 6
DISLOQUE Y ATADURA
No temas ni te perturbes
Esa mágica legión de energías
Tú, tu mente y el tiempo perdido
Disloque y atadura
Esas nostalgias depresivas
Las carencias de ustedes hermanos
Capítulo 7
EL EXILIO Y LOS PASOS DEL FORASTERO
Su mochila de repartidor
Ten en cuenta
Buscando hallar ese lugar
Aforismos versados
Tributo a todos mis antepasados
Los que están allá, de aquél otro lado
Capítulo 8
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
Una contundente ofensiva
Tus angustias más lacerantes
Tu visión sobre una revolución,………y la mía
Muchas veces me he preguntado
Reflexionando en voz alta
Para ambos lados has enfilado
Capítulo 9
DIALOGOS IMPESADOS
Mi tristeza, naturaleza
La habitación de Alexandra
Tristeza, a ti te digo
Carta a la señora muerte
Hoy niño, te expreso como adulto
Table of Contents
A mis queridos padres: Celia Beatriz Bornert y
Santiago C. Rodríguez
Introducción
Tal vez haya sido una más, entre esas tantas leyendas que muy a menudo circulan con insistencia de “boca en boca”, para alcanzar en un momento dado o inesperado su máximo vuelo y esplendor, para consagrarse así –desprendida ya del resto– bajo el título de: “urbana”.
Aunque después y por cuestiones cíclicas –supongo– se disipa con o por el inexorable paso del tiempo, para un día cualquiera desaparecer y más tarde perder todo tipo de rastro de lo que alguna vez fue, su existencia.
No recuerdo bien en qué precisa ocasión –me refiero a cuántas décadas atrás lo escuché– ni tampoco quien fue la persona que pronunció ese conjunto de palabras qué –con fisonomía de leyenda insisto– logró grabarse a fuego en mi memoria.
He decidido recrear dicho “conjunto de palabras” aquí, como anteriormente lo expresé, no obstante seguir pesándome esa duda que concierne a si calibra o no como leyenda.
Añadido a ello quiero rescatar en definitiva como un hecho cierto, que ya sea uno u otro el relieve que detente la idea, el mismo termina siéndome útil.
Me resulta útil porque me ofrece “el disparo narrativo justo” para poder abrazar e internarme en todo el desenhebrado universo de ideas que, con mi mayor voluntad y con“el pesado peso” de mi mediocre capacidad, intentaré verter a lo largo de todas las páginas que hacen al cuerpo de éste libro.
Se decía –a propósito de este pie introductorio que termino de soslayar– que los caballos eran los únicos animales que poseían la capacidad del habla y que fue justamente un indio de éstas latitudes uno de los primeros hombres en “inaugurar con augurio” ese enlace, esa conexión, ese intercambio, o si se quiere ese hilo conductor por medio del cual uno y otro podían ser emisores y receptores de sus puntos de vista, pensamientos, apreciaciones e inquietudes entre otras tantas alternativas viables.
No obstante contar con un poco de incredulidad, el indio encaminó su ánimo para ajustarlo de cara al diálogo, pero cuando estuvo ya seguro de llevarlo a cabo redobló la apuesta para sumarle al mismo un audaz ingrediente.
Optó pues, por abrir el diálogo con un interrogante destinado a sondear el nivel de conocimiento de su interlocutor.
“…………Si es que habla –pensó el indio respecto a las cualidades del caballo– quisiera saber qué y cuánto es lo que sabe…….”
En un modo sucinto y con una mezcla tanto de soltura como prudencia, el indio le preguntó:
“…….Tú, que hablas, dime si sabes cuando voy a morir…..”
El caballo hizo un largo silencio.
Ese tan extenso silencio al que se llamó el animal –condujo al indio a poner paños fríos a su cálida expectativa y en función de ello a dudar ya de la veracidad de esa versión que tanto corría por su hábitat y que había cobrado el cuerpo, la forma y la dimensión de una absoluta e inequívoca verdad.
El indio se cansó de esperar la respuesta del caballo, llegó a pensar e incluso hasta convencerse que estaba perdiendo el tiempo, puesto que la misma, nunca habría de llegar.
En una forma repentina el indio se vio sorprendido cuando el caballo volteó su cabeza para mirarlo a los ojos con suma firmeza y durante no pocos segundos.
El indio allí si intuyó que algo sucedería, era inminente y seguro que algo extraño se instaló en ésa atmósfera, en ésa precisa instancia.
El caballo le manifestó con exactitud la hora, el día, el mes y el año en el que se produciría su deceso, su tránsito a la posteridad, su muerte, su ausencia definitiva en ésos campos que lo vieron nacer, jugar, crecer, correr, pelear y cazar.
El indio no tardó en procesar la información que acababa de recibir y allí mismo rompió en llanto, anticipó sin duda la nefasta emoción de su propio velorio (el que ya contaba con hora y fecha).
Tras crearse ésa situación, el caballo se sintió con la imperiosa necesidad de “redondear” su impactante respuesta con un detalle que entendía, para nada debía dejar pasar por alto:
“……. Me han dotado de la misma virtud que tú tienes –la del habla– pero no del defecto o corroído deterioro que muchos de ustedes poseen: el de mentir.…
Debí decirte la verdad porque no sé mentir.
Yo me siento muy triste por haberte herido, muy apenado también porque no cuento con tu defecto –el de mentir– y mucho más afligido aún por esta virtud que poseo –la de decir la verdad– que aunque no lo creas, mucho me daña……..”
Para el indio esa respuesta del caballo le significó algo así como un flechazo en el centro del pecho –esos mismos que conducen inevitablemente a la muerte–.
Fue a partir de ese entonces que el indio vivió el resto de sus años envuelto en una tristeza absoluta, porque cada día que pasaba había dejado de ser un disfrute, le implicaba todo lo contrario, una verdadera cuenta regresiva que se acortaba cada vez más y más. Una lenta agonía que el nostálgico y trágico paso de soles y lunas se encargaban de recordarle.
El caballo a la par del indio entristeció también durante todo el tiempo que le restó vivir. Se sintió abatido por contar con esa virtud del hombre, por carecer de ese desleal defecto de “mentir” y sobre todo, por haber sido el responsable de entristecerlo hasta el último día de su vida.
En su último día de vida el indio se arrodilló a modo de despedida para besar la tierra que lo había visto nacer e iba a ver morir y le imploró a todos sus dioses –el del Sol, el de la Tierra, el de los cielos, el de las estrellas, el de la guerra, el de los ríos, el de la montañas, el de la Luna, el de la siembra y el de la sabiduría– que ninguno de sus semejantes tuviera que atravesar el sufrimiento por el que él transitó, el mismo que tanto lo acongojó desde que supo con exactitud cuándo iba a morir.
Tras la muerte del indio (producida el día, el mes, el año e incluso a la hora que el caballo predijo) todos los dioses se reunieron, cada uno esgrimió su postura, las debatieron y arribaron finalmente a la conclusión que sí, el pedido contaba con fundamentos y sustentos más que suficientes y probados.
Decidieron quitarles el habla a los caballos para asegurarse con ello que los hombres no pudiesen contar con una vida “escrita” acerca de su desarrollo, limitada a un tiempo estricto, previsible e invariable en su concepción e inmodificable en toda su extensión, porque en realidad –coincidieron unánimemente– eso no es vivir.
Es justamente el desconocimiento o ignorancia, la intriga o incertidumbre, la ansiedad o espera paciente e impaciente del futuro que se acerca, el cercano y el lejano, el mismo que sin disimulo alguno habita como sentido en la mente del hombre, el que nutre y vitaliza esa magia que aflora al enfrentar cada instante de vida.
Enfrentar ese futuro con forma de muralla que nunca amaga porque en realidad avanza y avanza y siempre se viene. Confrontar cada paso que se da a cada instante que la vida propone.
Porque la vida es eso, un divino desafío que invita a apostar a ella en todo momento, deleitándose de su belleza y obviando sus certezas.
Es que en definitiva es tan sólo ella la que se encarga de decidir cuándo, cómo y dónde se baja el telón, porque la función inexorablemente termina.
Voy a trazar un paralelismo entre ésta leyenda que termino de volcar (de la cual insisto, no es de mi autoría e ignoro además su procedencia, pero perdura todavía en mi memoria) con la idea germinal o inicial que me condujo a cimentar la redacción de este texto.
La tónica de éste trabajo cursa y se “hidrata” en gran parte de su desarrollo con el “néctar” de ese veredicto aportado por los dioses del indio.
La belleza de la vida prescinde de natas certezas. Transita por senderos de imprevisibilidad y descansa en apeaderos de desafíos que se suponen construidos con maderos de desatino.
Es en esencia por ello que nada está escrito. Nada.
Y todo en la vida, absolutamente todo, está por escribirse.
Todo.
La realidad de ayer la conozco porque es historia.
La realidad de hoy la conozco porque es la que vivo.
La realidad de mañana es la más hermosa de todas,
porque la ignoro, porque no la he vivido.
Confieso que para la producción de éste libro han sido muchísimas horas más las que me he visto subsumido bajo la órbita de zigzagueantes e indeseados paseos emocionales propinados por el rigor de la reflexión (un incesante ir venir que me llevó de estar quebrado hasta eufórico), que las que invertí en tomar papel y lápiz y mudar sin miramiento alguno todo lo que esos estados me proporcionaron.
Desemboco nuevamente en la idea de: realidad, no sin antes panear en un modo efímero el concreto y veraz mensaje qué, adrede de la temática que abordo, tamiza el proverbio que traigo a colación:
“……...Existen en todo el mundo alrededor de cien millones de leyes para hacer cumplir los diez mandamientos………..”
Coincido a pleno, adhiero en todo, lo comparto, lo subscribo.
Puede que sí, que la sintaxis de este concepto volcado guarde un alto grado de identidad con la idea que he de soslayar a continuación, aunque me acerco mucho más a suponer que por su carácter cuadra más como sinonímica.
“……………....Existen en todo el mundo millones y millones de lecturas de la realidad……Aunque todos sabemos, la realidad es una sola……………”
Cómo no van a existir: las guerras, las hambrunas, las matanzas, los daños irrecuperables y desastres que el hombre le provoca a la naturaleza, la contaminación ambiental, las luchas raciales, la desnutrición infantil, la degradación de valores, la marginalidad, el tráfico de drogas y armas, el analfabetismo, la corrupción, las dictaduras y todo el accionar de esa despreciable gente que pareciese colabora empecinadamente más y más para que todo esto que narro –de ninguna manera en una forma taxativa– se acentúe.
Cómo, me pregunté, me pregunto y creo que me he de seguir preguntando por el resto de mis días.
La solución sí es compleja, pero el diagnóstico es en cambio sencillo.
Todos los hombres ven una sola realidad (la que tienen delante de sus ojos y narices) pero el problema está, en que cada uno la interpreta como quiere.
Es muy fácil deducir qué sucede a partir de allí.
Si cada uno interpreta la realidad como quiere, esto implica también que luego cada uno tratará de bregarla y versarla a su antojo o como más le satisface.
Esa difícil interpretación de la realidad responde si se quiere a la existencia en muchos casos –sino todos– de factores distorsivos que se encuentran innegablemente atados a los particularísimos intereses del individuo.
El individuo se allana a creer mucho más en lo que ya sabe y ha visto (conocimiento y experiencia) por sobre ese recelo e inconsciente desprecio que lo lleva e induce a rechazar todo lo que desconoce.