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"Tiempo de interludios" es el título de esta concisa antología. Un trabajo donde el autor se encarga de rescatar ochenta poesías dentro del más de un centenar de soplos literarios que, durante estos últimos cinco años (2021-2025) ahondaron en sus profusas reflexiones. Desplegada a lo largo de diez capítulos, esta versión antológica transita en algunos de sus apartados con temáticas muy disímiles entre sí; en otros en tanto, nutrida por tópicos cuya acentuada proximidad de sus planteos invitan a emparentarlos. Para un prosista, el armado de una antología poética es un: entretanto en el tiempo, análogo -valga la redundancia- a esos mismos tiempos de interludios que se plasman para un músico como sutiles recreos en medio de sus obras. Lejos de restarle prestigio, el autor no solo los aprecia como un importante género dentro de los tantos que hacen a la composición, sino también que los espeja con sus formas y aspectos en la estructuración del trabajo. Rodríguez Bornert se sirvió justamente de esa alegórica sinonimia arriba apuntada para fundamentar ya sea el bautismo y direccionalidad de la obra como su prolija construcción. La cual -vale añadir- circunscribe en líneas generales temas inherentes a los enmarañados efectos emergentes de la interrelación: individuo-sociedad. Llámese: conflictos, sentires, emociones, ambiciones, tormentos, frustraciones, anhelos, sueños y fundamentalmente esperanzas. De ello se trata esta nueva propuesta literaria.
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Seitenzahl: 135
Veröffentlichungsjahr: 2025
SANTIAGO RODRÍGUEZ BORNERT
Rodríguez Bornert, Santiago Tiempo de interludios / Santiago Rodríguez Bornert. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6462-7
1. Narrativa. I. Título.CDD A860
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Introducción
Capítulo I - CAMINOS
Las dificultades y la luz del faro
Levanta la cabeza
Destellos luminosos
En cada paso hacia el final del camino
Estancado
Buscando hallar ese lugar
Proponte un himpas
Pasaporte para escapar
Capítulo II - Conviciones
Quien deserta de sus convicciones
Lúcidos e iluminados silencios
No corras debajo de la lluvia
Ésa es la encrucijada
Bajo la convicción
No temas ni te perturbes
Muchas veces me pregunté
Perseverante y engreído
Capítulo III - Mundos
Los perseverantes, poemaA los pobladores fundacionales de Los Cardos
La perfección existe
Juguemos niño al juego que más quieras
Un instante
El mundo de los tibios
La frivolidad
Los que están allá, de aquél otro lado
A qué responde: la malicia
Capítulo IV - Posturas
Su deslucido argumento
Un misterio lejano
Si pudiese
La obstinación
SuponesPoema a quienes padecen enconos
No busques otra manera u otro lugar
El mezquino
El vil burgués
Capítulo V - Sentimientos
De extremo a extremo
La angustia y el miedo
Acorazado por el silencio
Créelo mujer si te digo
Un patrimonio de cada individuo
La indecisión
Esa mágica legión de energías
El resentido
Capítulo VI - Sentires
En la bahía de mis percepciones
Cuando juegas a la guerra
La depresión: no comulga con los apasionados
La frustración se halla ahí
El silencio y la soledadPoema a la gente del campo
El desgano
Déspota y esclavo
Los conciliábulos de mis sentires
Capítulo VII - Sueños
Sé de los sueños que nunca llegan
Los reflejos y las sombras
Aforismos versados
A veces me pregunto
Un sueño vintage
Rimando y arrimando participios
La luz de una antorcha
Son desechos de la mente
Capítulo VIII - Reflexiones
Tú, tu mente y el tiempo perdido
Sobre corazonadas
Esas nostalgias depresivas
Presupuestos de la infancia
Pensamientos paria
Reflexionando en voz alta
Aunque sea en lo más mínimo
Cimentadas en el pasado
Capítulo IX - Tiempos
Noches y madrugadas con nubes y lunas
Las fragancias
El meridiano y la puerta del presente
Cuando la infancia se va
Ese vehículo que nos transporta
Hoy niño, te expreso como adulto
Voy a buscar la palabra
Bisagra de cada jornada
Capítulo X - Vidas
Carta a la señora muerte
En qué momento
Ellos, los que improvisan
Convéncete que es ella
Anciano sin nombre
Con lápices y papeles
Sólo una tribu
La sombra de la oscuridad
A la memoria de mis queridos padres:Celia Beatriz Bornert ySantiago Carmen Rodríguez
Seleccionar un compilado de narrativas, versos y poesías que converjan y comulguen bajo el título de un texto, impone no pocas veces, acceder a una enorme disyuntiva de percepciones.
En ocasiones, esa tarea de encuadre puede tornarse en una ardua empresa –si es que se la encara con un ánimo reflexivo y concienzudo– o en su defecto y a contracara de ello, de tan sólo un trámite –si se realiza con displicencia suma–
El abordaje tanto de uno u otro de estos caminos, no deja de formar parte –para quien escribe– de una de esas deliciosas instancias que sólo se incuba bajo el magnificente techo de la producción literaria.
Cabe asimismo señalar, que de ningún modo el lector debe acceder a una tarea que suponga hallarse direccionada, esto es, prestarle una atemperada o bien meticulosa lectura e interpretación a todo el compacto de ideas que, para el caso, este libro encierra. Será –para decirlo de otro modo– el propio lector quien decida en que vértice de aquellos u otros caminos se habrá de parar, para subirse entonces al personalísimo vector interpretativo con el que trazará el recorrido de las páginas.
Es que, en definitiva, la interpretación goza de un inagotable abanico de variantes que a la vez se subsumen y conjugan en infinitos “mares de variables”
La interpretación pues, se afinca al pie de un sinnúmero de muros, intangibles todos y edificados con un material que se alza como mayoritario entre el resto. Ese material no es otro que la: influencia
El lector es soberano de su interpretación, a pesar de la influencia que sobre él siempre gravita.
Para una persona que transita sus años jóvenes, la influencia no es más que un barniz diáfano, que serpentea obviamente casi virgen de experiencias vividas y con un establecimiento idiosincrático cuyo impacto no deja de ser apenas una promesa, tan remisa como vacilante.
Sin menoscabo de todo ello y aunque parezca mínima e inocua, la influencia en el joven: está.
Para una persona en cambio que ya vio transitar sus años jóvenes como así también los de la madurez, la influencia no es más que una inseparable e innegable parte de su ser, motivadora y hasta regidora a veces de su conducta y personalidad, con incidencias que cercenan e inhiben o bien liberan y hasta despotrican.
La influencia a veces es arbitraria, dado que impacta en los individuos con tanta virulencia y demasía, que les genera una: ceguera de la objetividad. He ahí lo que comúnmente se conoce como: fanatismo.
Este autor se anima a creer que: si el fanatismo no trepa hasta el grado de una patología, puede sí, que registre con ello una muy cercana fisonomía.
Del otro extremo de esta específica posición referenciada, se hallan aquellas personas que han prescindido de servirse en un modo porfiado e ininterrumpido de las bondades que, eventualmente y a sabiendas, les proporcionan ya sea la experiencia de vida como la huella de las influencias.
Entre uno y otro de estos extremos se encuentran infinitas posiciones, algunas asumidas y otras con dobleces, unas rígidas y otras inestables, benévolas y perversas, algunas que suman, otras que restan y para simplificar, una enorme molienda de posibilidades imposible de detallar si se quisiera.
Habré sin duda de pecar de reiterativo si vuelco aquí un concepto que en alguno de mis otros libros volqué.
Es que, para ser sincero y dadas mis limitaciones, confieso que no encuentro una ejemplificación mejor de la que inmediatamente soslayo.
“Un hecho, suceso o acontecimiento determinado –como se lo quiera llamar– visualizado por cien personas, se transforma con el correr del tiempo en cien historias distintas entre sí”. Y ello se debe justamente a ese conjunto de matices que se abroquelan parapetados –como si de filtros se tratasen– en las retinas mismas de quienes observaron el mencionado evento.
Una suerte de engranaje se echará a andar y campeará allí la subjetividad del “espectador de ese acto”. Coaccionado –si se me acepta y entiende el término– por el tendido de influencias que, a modo de tintura tiñen el acto observado.
Ese hecho o suceso acecido contará –según el intérprete– con ribetes que lo enfatizarán o ultrajarán, dándole valor o por el contrario degradándolo.
La crítica que se realice a este trabajo, recorrerá quizás con su aguja no pocos puntos del amperímetro que ancla en esos específicos campos.
Todo depende de esa interpretación a la que me referí, la misma que anida inhibida u opera con indiscreción en el intelecto del lector.
“Tiempo de interludios” es el título con el que decidí bautizar el armado de esta concisa antología. Un trabajo en el que rescato –entiéndase por lo pronto selecciono– unas ochenta poesías dentro del más de un centenar de esos soplos literarios que en estos últimos cinco años rústicamente he elaborado. Trabajo que desplegué a lo largo de diez capítulos, algunos de ellos muy disímiles entre sí, mientras que otros, facturados con el tendido de puentes temáticos que, por su cercanía, invitan a verse mixturados o emparentados.
Para el prosista, el verso y armado de una antología es un: entretanto en el tiempo, análogo –valga la redundancia– a ese mismo tiempo de interludio que, con aire de recreo, se plasma para un músico como un género más dentro de los tantos que hacen a la composición.
Sin ánimo de restarle ese importantísimo prestigio que realmente merece, intento al menos aquí, en la estructuración de este trabajo, espejarlo con todas sus formas y aspectos.
Esta alegórica sinonimia que arriba termino de apuntar me sirvió para fundamentar no sólo el “bautismo” de la obra y su direccionalidad, sino también su construcción. La cual –vale ampliar– circunscribe a un sinnúmero de temas inherentes a los enmarañados efectos emergentes de la interrelación: individuo–sociedad. Llámese: conflictos, sentires, emociones, ambiciones, tormentos, frustraciones, anhelos, sueños y fundamentalmente esperanzas.
Es justamente ésta y no otra, la idea que gatilló el título de esta nueva obra.
Confieso –para finalizar– que no encontré mejor forma para explayarme que ésta y aspiro pues en simultáneo con ello, que este trabajo sea del agrado de todos mis lectores.
Santiago Rodríguez Bornert
No me valdré de algún artificio,
para sortear las dificultades que me abruman,
las mismas que con pertinaces insistencias,
pareciera ya me acostumbran.
Terrenos ondulados y amurallados,
es esa la perspectiva que mi mirar visualiza,
horizontes intrincados y enquistados,
confieso que nada de esto me tranquiliza.
Al menos existen gentes, con gestos elogiosos.
Las mismas que honran y halagan,
la educación y los principios,
que en sus infancias recibieron.
En aquel faro de luz, allá en la lejanía,
ahí se encuentran.
Lo sé, son ellos.
Con su presencia física unos y espiritual otros.
Lo percibo y sé que la ayuda no será tardía.
Atravesaré esta granja de dificultades,
enclavada en medio de la desenhebrada realidad,
la misma que hoy me alcanza.
Lo haré siguiendo el haz de luz de ese faro,
incólume de la bastarda coyuntura,
que tristemente pareciera,
se halla y aboca a mi caza.
Las dificultades y la luz del faro
Libro: “Realidad desenhebrada” Capítulo 3, año 2021
Abundan y redundan,
razones y certezas,
si con aires de mesura,
siempre te conduces.
No es una aventura que insistas,
con tu bien entendida simpleza,
sería sí para tus actos una verdadera extrañeza,
que desistas de la nobleza.
No concibas a la templanza,
como una cara más de la tardanza.
Sé prudente, sereno y apela a tu confianza.
Considera siempre,
que la más tardía de tus decisiones,
es la que no tomas,
justamente la que nunca avanza.
El indeciso es aquél que nunca nada aporta,
el mismo que ni por asomo,
inclina la balanza.
Las penumbras en el camino,
oscurecen tanto como las tristezas.
Opta por transitar con entereza,
munido al menos,
con una pizca de esperanza,
con la frente alta, sin agachar la cabeza.
Recuerda que ni el anhelo más chico,
se exime del más furibundo de los vientos
y que si tus días son negros,
ninguna tormenta viene para empeorarlos.
Levanta la cabeza y transita con entereza.
Ten presente que no hay viento que muera,
sin convertirse en brisa
y que la tempestad sólo perdura,
cuando nunca se rechaza.
Levanta la cabeza y comienza a percibir,
ese aire de felicidad que se aproxima,
viene por ti,
prepárate para vivirlo.
Levanta la cabeza
Libro: “Realidad desenhebrada” Capítulo 4, año 2021
Vagan en la mente desconectados,
para nada acorralados,
con la paradoja de hallarse:
libres pero encerrados.
Hilos conductores intangibles,
que conocen de asonadas.
Pareciese que obran indiferentes,
pero en verdad descuellan atentos.
Silenciosos venden sus figuras,
para ganar en confianza,
para desenvolverse como respetuosos.
Son ellos los impulsos,
en verdad unos pocos,
los que se trastornan e indómitos,
obran como irrespetuosos.
Sus figuras ciernen el chantaje,
así precipitan su viraje.
Es inmanejable y estrepitoso,
verlos abandonar su ropaje,
fácil es encuadrarlos,
son sediciosos.
Como un torbellino de imágenes,
que vaga a la deriva,
que irresoluto,
recorre los laberintos de la mente,
desde algún lugar inhóspito,
hacia cualquier parte
—no me preguntes cual–
Destellos luminosos,
de colores furiosos,
empedernidos y creídos para sí,
de ser reales.
No pocas veces uno de ellos,
se valentona,
con una trágica arrogancia,
con el crédito de exhibirse como real.
A pesar de las incongruencias,
que supone aceptar la presencia,
de dolorosas ausencias.
Es difícil cosechar flores,
si solo danzan cartuchos,
decepciona todo marco,
si es furibundo
y pareciese que hacia esos lares,
gira este mundo.
Son esas imágenes noctámbulas,
las que me desconciertan.
Como si se tratase del rodado,
de parsimoniosas películas,
al que compilado asisto,
ignoro quien las dirige,
no es que sea ingrato,
pero admito que mirarlas,
mucho me aflige.
Son pesadillas,
desavenencias de la intrincada mente,
tormentosas, angustiosas y gratuitas.
Ha sido sin duda el rodaje de la vida,
la que les dio el formato,
la que les ofreció su macabro libreto.
Pese a sus denodados intentos,
avanzo en mi camino,
confieso que no me desaniman,
me malhumoran apenas,
mas no me contaminan.
Destellos luminosos
Libro: “El ruedo de la infancia” Capítulo 3, año 2022
Sonidos arrulladores,
la sedosidad de la piel y fragancias suaves,
que envuelven y abrigan.
Es el cobijo materno tierno ante el sollozo,
que en auxilio manso acude.
Es también el flujo del pezón,
el que con su tibio sabor a miel,
lo irrumpe.
El registro de una voz cercana,
que asiste cada mañana
y se identifica plena,
con aquel tiempo sumergido,
flotando quien sabe dónde,
aunque seguro,
como nadie protegido,
al lado de las entrañas.
Un día todo eso se termina.
Y comienza el camino de la infancia,
un punto de partida,
una cuenta regresiva,
hasta el último de los días,
al que invita la vida.
Encontrarás niño,
en cada paso hacia el final del camino,
luces y sombras,
pero ten cuidado,
nunca des por hecho,
que unas brillan y otras nublan.
Encontrarás niño,
en cada paso hacia el final del camino,
derechos y torcidos,
ilesos y mal heridos,
cándidos y descreídos,
libres y poseídos,
humildes y presumidos,
victoriosos y abatidos,
honrados y mal paridos,
orientados y perdidos,
atentos y abstraídos
asociados y desunidos,
abocados y distraídos,
aplazados y distinguidos
Encontrarás niño,
en cada paso hacia el final del camino,
todo un cóctel de realidades.
Y es justamente ésa,
la que te brindará o negará condiciones,
en función de las posibilidades,
que decidido sigas y persigas.
Con la dosis de ambición que destines
y desde luego,
con la cuota de convicción,
que a diario le consignes.
En cada paso hacia el final del camino,
irás dejando partes de tu vida.
Procura elegirlas,
escribirlas,
dibujarlas y pintarlas,
a tu manera,
sólo como tú quieres.
Ten presente en cada momento:
a la magia de la infancia
—aquél maravilloso punto de partida–
Sácala de la guarida,
ornamentará tus días,
te sumará prestancia.
En cada paso hacia el final del camino
Libro: “El ruedo de la infancia” Capítulo 4, año 2022
Una entre otras,
esas son las posibilidades,
como si se tratase de puntos cardinales,
que legitiman los cauces,
que toma el caminante,
algunos rasgados,
otros audaces.
Quién es quién para juzgar,
con voz pendenciera,
los pasos de aquél,
que ignora su rumbo.
Si, al fin y al cabo,
cualquiera es su destino,
todos los caminos allí lo conducen.
Será sin duda esa,
la vida del linyera.
Quién sabe si su ambular es por desatino,
o impronta propia del destino.
Quién sabe si fue ese su destino,
el que arrasó sus dejos de humanidad,
el mismo también,
que lo sumergió al oscuro fango de la soledad.
Si estancado en la vida o buscando una salida.
Si viviendo o partiendo.
Cargando con una cruz,
sin punto de partida,
con un rumbo que menea el sufrimiento,
que es intenso y por ello,
nunca cesa.
Quién es quién, para juzgar.
El cauce y los conflictos,