Recuerdos de un coleccionista de arte - Jorge Helft - E-Book

Recuerdos de un coleccionista de arte E-Book

Jorge Helft

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Beschreibung

Recuerdos de un coleccionista de arte surge de la necesidad de reunir, ordenar y difundir la experiencia, recuerdos y reflexiones de Jorge Helft como coleccionista de arte contemporáneo, gestor y promotor de actividades culturales y testigo privilegiado de los derroteros del arte nacional desde fines de los años cuarenta. Distintos aspectos de su rica trayectoria son revelados en el diálogo intergeneracional que establece con su coautora, donde se recorren sus principales colecciones; el interés y apoyo a artistas fundamentales del arte argentino como Grete Stern, Antonio Berni, Libero Badii, Clorindo Testa, Alberto Heredia, Edgardo A. Vigo, Jorge de la Vega, Alberto Greco, Juan Carlos Distéfano, Víctor Grippo, Pablo Suárez, Liliana Porter, Graciela Sacco y Guillermo Kuitca; y sus estrechos vínculos con otros coleccionistas, gestores, keyplayers y personalidades del escenario artístico internacional durante más de cuatro décadas. El libro busca alcanzar a toda persona interesada por los entretelones de la gestión artística y el coleccionismo de arte del último siglo. El lector se encontrará aquí con una narración fluida, personal y entretenida que hilvana anécdotas, memorias y pensamientos en un valioso testimonio. 

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Jorge Helft

Magalí Saleme

Recuerdos de un coleccionista de arte

© 2023. Senda florida

España

<www.delzorzal.com>

ISBN 978-84-19596-58-1

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.

Quiero dedicar mi parte de este texto a mi esposa Sylvie. Desde que nos conocimos hace mas de 21 años, su cultura general con énfasis en la música (tiene diploma habilitante tanto como jefa coral como directora de orquesta, además de su profesión como cantante) la llevó a entender cabalmente la pasión que yo tenía no solo por la música y la ópera sino más aún por las artes visuales. Esto nos permitió compartir la fuerte emoción tan fundamental para que una hoja de papel o un lienzo adquiera ese poder mágico que solo el arte produce. Juntos hemos constituido una colección admirada por los entendidos. Nuestra vida, a menudo en viviendas de espacio limitado, nos derivó por motivos insalvables a concentrar nuestro coleccionismo hacia formatos pequeños o limitados. Por cierto, esta limitación nunca nos impidió rodearnos de obras maestras. Sin su apoyo y dedicación, sin cierto fanatismo compartido por mí, no hubiéramos podido formar una colección singular y coherente como la que tenemos en la actualidad.

Jorge Helft

Índice

Prólogo | 6

1. Un problema semántico | 9

2 Coleccionismo y antecedentes familiares | 18

3. La educación informal | 25

4. Colección Jorge y Marion Helft | 31

5. Colección de Jorge y Sylvie Helft | 44

6. Actividades periféricas | 52

7. Coleccionistas que he conocido | 70

8. Keyplayers del mundo del arte | 86

Agradecimientos | 96

Dossier de imágenes | 97

Prólogo

Este libro nació gracias a una afinidad azarosa. Como joven tesista de maestría en búsqueda de casos para una investigación sobre coleccionismo de arte, a fines de 2018 me encontraba leyendo Con pasión. Recuerdos de un coleccionista (Jorge Helft: 2007) que inmediatamente me atrapó. No es habitual encontrar libros de coleccionistas en primera persona, pero no fue eso lo que llamó mi atención sino su humor, calidez y honestidad en el abordaje de temas que iban desde las experiencias más traumáticas hasta los mayores deleites. Pensé “este tipo me cae bien”. Entonces decidí que mi tesis de maestría se centraría en la colección Jorge Helft, especialmente nombrada en entrevistas con otros coleccionistas de arte contemporáneo —que la describían como “faro”, “modelo”, “la primera colección moderna”— como un referente ineludible. Realicé una búsqueda sobre eventuales investigaciones previas y me sorprendió hallar poco y nada. Entonces me puse en contacto con Jorge y Marion para constatar la viabilidad de mi investigación y me emocionó la amabilidad y disponibilidad de dos personas de la edad de mis abuelos. Desde el primer momento me abrieron sus puertas y no pusieron oposición ante mis incontables pedidos de información sobre obras, años, técnicas y otros detalles. Conocí a dos personas excepcionales, que además me dieron su bendición para llevar adelante mi tesis.

Pronto descubrí entre las razones por la que Jorge había ocupado un lugar tan relevante en la historia del coleccionismo privado de arte en la segunda mitad del siglo xx en Buenos Aires un compromiso sostenido en la articulación público-privada en iniciativas artísticas —que incluían, por ejemplo, la participación en instituciones estatales y privadas del país y del exterior— y un gusto particular y apoyo por los lenguajes renovadores que estaban alineados con algunas de las tendencias internacionales que se impusieron en ese período a nivel institucional. Asimismo, una disposición mantenida a lo largo de varias décadas a facilitar el acceso y a profundizar la difusión cultural dentro de nuestro país, así como en el extranjero.

Disfruté cada charla con Marion y Jorge y quizás por eso, después de un año de investigación, Jorge me propuso escribir a cuatro manos un libro sobre él como coleccionista. Estas conversaciones sucedieron entre finales de 2020 y principios de 2021, pandemia Covid mediante, con lo que nunca nos habíamos conocido personalmente (él vivía en Francia y yo en Buenos Aires) pero sentíamos que nos conocíamos, quizás por esa azarosa afinidad improbable entre una veinteañera de origen libanés formada en colegio italiano y un señor franco-argentino de más de ochenta años, de origen judío y formado en un colegio norteamericano. Algunos meses más tarde acepté la propuesta y comenzamos a trabajar. Me preocupaban dos temas: que se repitiera lo que ya había sido dicho en su primer libro y el problema del narrador. La repetición de asuntos abordados en su primer libro no constituía un inconveniente para Jorge, así que dejó de serlo para mí. Lo segundo era más complejo: siendo que iba a ser escrito a cuatro manos por coleccionista e investigadora ¿cuál sería mi rol, exactamente? ¿Y el suyo? Tras barajar juntos algunas posibilidades, le propuse replicar lo que ya veníamos haciendo en nuestras entrevistas previas: el libro sería una serie de entrevistas pero, a diferencia de las que habíamos realizado para mi tesis donde yo guiaba el asunto preguntando sobre los temas que eran relevantes para mi trabajo, esta vez él armó un índice de contenidos y fuimos dando forma a capítulos alrededor de cada tema. El resultado son estos Recuerdos de un coleccionista de arte. Conversaciones con Jorge Helft, que espero que coleccionistas, aficionados al arte y todo el público lector pueda disfrutar y encontrar como un valioso testimonio.

Magalí Saleme

1 Un problema semántico

“El arte es una cosa mucho más trascendente, que se acerca a lo sagrado, y si no llegás a captar esa particularidad tan especial no tenés ni la más remota posibilidad de entender de lo que estamos hablando”.

JH: Quiero empezar dándole mucho énfasis al problema semántico. Estimo que es fundamental definir claramente desde el principio de qué estamos hablando cuando hablamos de arte. La mayoría de la gente piensa que un cuadro es arte, que un grabado es arte, que una escultura es arte. Yo estimo que un cuadro suficientemente notable por haber sido comprado por un museo puede o no ser arte. Depende de quién lo mira. Uno de cada cien cuadros que están colgados en un museo puede o no ser arte para mí. Los otros son cuadros y punto. Algo similar sucede con el léxico: miles de pintores no son cabalmente artistas. Producen cuadros, pero no arte. Me consta que mi posición es arbitraria y poco simpática. Sin embargo, siento que llamar artista a cualquier persona que pinta lleva a muchas equivocaciones. El auténtico artista (según mi visión) tiene la “magia” de transformar una imagen en algo casi sagrado y va mucho más allá que una simple representación.

A medio tiempo de mi formación en artes visuales tuve la suerte de profundizar en lo que nos enseñó Marcel Duchamp. Para mí, esta es su más importante contribución a la historia del arte: redefinió lo que es arte. Con ese único concepto nos enseñó que lo que es arte para uno no necesariamente lo es para otro. Lo sabíamos, pero jamás nadie nos lo había dicho.

MS: Una definición centrada en la particularidad del vínculo entre obra y percepción individual…

JH: Sí. Duchamp en 1912 se atrevió a tirar todas las voluminosas teorías anteriores por la ventana y dijo que para que algo sea arte debe producir al espectador un “eco estético”. Con lo cual admitía que es el espectador el que determina si es arte o no. Eso también siempre había sido obvio, pero nadie lo había dicho. Este concepto genial es idéntico a lo que escribió Borges: “El autor propone, pero es el lector el que decide”. Brillante. Un libro que para un lector es genial puede no interesar a otro lector.

MS: ¿Entonces el “eco estético” se da por libre elección?

JH: Bueno… Duchamp admitía que le resultaba difícil definir más precisamente lo que es el “eco estético”. Decía que le parecía algo similar a lo que supone que siente un creyente cuando reza (como él no era creyente y yo tampoco, es difícil que esa definición nos aclare mucho). También decía que el “eco estético” es parecido al sentimiento, a la vibración, a la emoción que sentimos al conocer a otro ser con quien tenemos ciertas afinidades, que pueden ser intelectuales, deportivas, sexuales u otras. Aclara que no es totalmente igual pero similar. Molière o Borges pueden deslumbrar a una persona y aburrir a otra. No por eso son más geniales o menos geniales, producen obras maestras o no. Lo mismo ocurre con una sinfonía de Brahms. Puede encantarnos como música de fondo. Puede aburrirnos. O puede conmovernos si llegamos a darle la requerida atención.

MS: Entonces el “eco estético” es una afinidad subjetiva y, por lo tanto, no tiene sentido construir jerarquías de valor ni pretender legitimidad universal...

JH: Claro, lo dice Duchamp, no es un nombre lo que te tiene que gustar. Lo medular es si la obra te dice algo o no. Por ejemplo, a mí me interesa mucho la obra de Picasso, pero eso no quita que considere que pintó centenares de cuadros que no me interesan en lo más mínimo.

¿Qué artista puede pretender habernos emocionado con todo lo que produjo?

Para intentar que una obra nos produzca un “eco estético” debemos destinar tiempo, mucho tiempo. Mirar no es ver. No es lo mismo mirar una obra por primera vez, que una que ya conocemos. Kandinsky pensaba que el eco estético se logra más fácilmente con una obra cuando ya lo alcanzaste previamente con esa misma obra. Si la queremos conocer en profundidad, es básico dedicarle unos cuantos minutos con mucha atención. Esa primera vez o las siguientes aparecerán nuevos detalles, nuevas armonías, nuevos motivos para que nos emocione (o al revés, que deje de interesarnos). Lo mismo ocurre con la literatura. Leí los siete tomos de En busca del tiempo perdido, de Proust, dos veces (un emprendimiento de varios meses intensos). La primera a los 17 años, la segunda después de los 40. ¿Habré leído el mismo texto? De ninguna manera. Han sido dos experiencias diferentes.

MS: Uno no se baña dos veces en el mismo río…