¿Reforma social o revolución? - Rosa de Luxemburgo - E-Book

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Rosa de Luxemburgo

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Beschreibung

¿Reforma social o revolución? es, quizás, el primero de sus textos referenciales, de incisiva profundidad analítica y donde, estimulada por los acuciantes problemas de las luchas revolucionarias del momento en Europa, se adentró en cuestiones esenciales de la estrategia y la táctica del movimiento marxista y obrero. Se trataba, en el fondo, de las tendencias contradictorias entre las posiciones de principios, el oportunismo y el reformismo. La obra es el producto de su apasionada y sólida argumentación contra lo que en aquellos años se llegó a denominar revisionismo. Rosa, recién llegada a Alemania, fue una de las primeras en entrar en el debate, y pronto se convirtió en una de las contendientes más destacadas por la calidad y fuerza de su argumentación.

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Seitenzahl: 294

Veröffentlichungsjahr: 2024

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La Editorial Nuevo Milenio agradece al Dr. Atilio Borón y a Ediciones Luxemburgo de Argentina la posibilidad de hacer esta edición en Cuba.

Traducción y revisión técnica:Atilio Boron y Miguel Vedda

Traducción de milicia y militarismo:Olga Elena Sánchez Guevara

Diseño editorial:Santángelo

Edición:Irma Brighenti

Compilación y análisis temático:Isabel Monal

Revisión editorial:Gladys Hernández Herrera

Diseño de perfil:Ernesto Joan

Diseño de cubierta:Yadyra Rodríguez Gómez

Emplane digital:Madeline Martí del Sol

Conversión a ebook:Grupo Creativo Ruth Casa Editorial

 

© Sobre la presente edición:

Editorial de Ciencias Sociales, 2024

ISBN9789590625602

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones.

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO

Editorial de Ciencias Sociales

Calle 14, no. 4104, e/ 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba

[email protected]

www.nuevomilenio.cult.cu

Tabla de contenido
Nota preliminar
A modo de introducción. Rosa Luxemburgo y la crítica al reformismo socialdemócrata
Recuperación capitalista y génesis del reformismo
Una breve semblanza personal
¿Reforma social o revolución? Tesis fundamentales
Condiciones de producción
Reforma y revolución: reflexiones desde la teoría
La economía política del oportunismo
La adaptabilidad del capitalismo
Estado, sindicatos y reformismo
Militarismo y desarrollo capitalista
Después de Stuttgart
La democracia y sus protagonistas
Esbozo de una teoría de la democracia
La irrenunciable conquista del poder político
La dialéctica como arma de la revolución
El contexto histórico de la crítica de Rosa a las reformas sociales, o por qué las reformas no necesariamente significan “reformismo”
Desafíos de una situación paradojal: necesidad de la revolución, dificultad de la revolución
Un repaso a la historia de las “revoluciones realmente existentes”
Las reformas, la calle y las instituciones
La soledad de los revolucionarios
Bibliografía citada
¿Reforma social o revolución? Rosa Luxemburgo
Prólogo de la autora
I. El método de Bernstein
II. La adaptación del capitalismo
III. Implantación del socialismo por medio de reformas sociales
IV. Política aduanera y militarismo
V. Consecuencias prácticas y carácter general del revisionismo
I. El desarrollo económico y el socialismo
II. Sindicatos, cooperativas y democracia política
III. La conquista del poder político
IV. El colapso
V. El oportunismo en la teoría y en la práctica
Milicia y militarismo
I
II
III
IV

Nota preliminar

Rosa Luxemburgo es, a no dudarlo, una de las grandes figuras del marxismo del sigloxx. Esta mujer extraordinaria se destacó como una luchadora y revolucionaria dedicada y consistente; sus decisivas contribuciones teóricas a la concepción elaborada por Marx y Engels todavía hacen gala de lozanía, y se proyectan como indispensables en las batallas del presente por la emancipación.

¿Reforma social o revolución?es, quizás, el primero de sus textos referenciales, de incisiva profundidad analítica y donde, estimulada por los acuciantes problemas de las luchas revolucionarias del momento en Europa, se adentró en cuestiones esenciales de la estrategia y la táctica del movimiento marxista y obrero. Se trataba, en el fondo, de las tendencias contradictorias entre las posiciones de principios, el oportunismo y el reformismo. La obra es el producto de su apasionada y sólida argumentación contra lo que en aquellos años se llegó a denominar revisionismo. Rosa, recién llegada a Alemania, fue una de las primeras en entrar en el debate, y pronto se convirtió en una de las contendientes más destacadas por la calidad y fuerza de su argumentación.

La obra es el resultado de dos series de artículos publicados inicialmente en el Leipziger Volkszeitung. Ambas fueron reunidas por ella en un solo folleto bajo el título —ya utilizado para las series— de¿Reforma social o revolución?,el cual vio la luz, en su primera edición, en 1899. La primera parte está constituida por los artículos publicados a finales de septiembre de 1898, y la segunda a principios de abril de 1899. Estas fechas son importantes para la comprensión del lector porque entre una y otra serie tuvo lugar el Congreso de la Socialdemocracia alemana en Stuttgart donde se enfrentaron con fuerza las dos tendencias en liza, y también porque Bernstein, la cabeza de la tendencia señalada como revisionista, publicó su obraLas premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia.

Nuestra Biblioteca Marxista incluyó desde un inicio en su plan este clásico del marxismo. Se venía trabajando en su compilación y edición cuando se hizo disponible una nueva traducción realizada por Atilio Borón y el germanista Miguel Vedda que permitía dejar atrás la tradicional al uso en español, que lamentablemente adolecía de muchos errores e insuficiencias. Nuestra edición incluye, además, el texto de RosaMilicia y militarismo, constituido por un conjunto de artículos que aparecieron como anexo en la primera edición de¿Reforma social o revolución?.

La Introducción de esta edición es del académico académico Atilio Boron. Se trata de la casi totalidad de un texto suyo escrito para otra ocasión y cuya amplia referencia a la actualidad de América Latina hoy, a la luz de las problemáticas debatidas por Rosa, las acercan a nuestra realidad.

Los textos de referencia en alemán se encuentran en el tomo 1/1 de la edición de lasGesammelte Werke (Obras Compiladas) de Rosa Luxemburgo, publicadas por el Instituto de Marxismo-Leninismo del Comité Central del SED de la antigua RDA en la Dietz Verlag de Berlin en 1979. Al frente de la redacción estuvo G. Radczun. Esta compilación no incluye la correspondencia, la cual fue publicada años despues en una edición independiente comoGesammelte Briefe(Cartas Compiladas) en cinco tomos por los mismos editores; junto con Radczun, formó parte de la dirección de la redacción Annelies Laschitza, la reconocida especialista de Rosa, quien ya en la década del noventa sacó un sexto tomo con la correspondencia que había sido excluida de la publicación de 1982.

Isabel Monal

Abril de 2014

 

A modo de introducción1Rosa Luxemburgo y la crítica al reformismo socialdemócrata

1El presente texto forma parte del Estudio Introductorio que Atilio Borón escribió para la edición de¿Reforma social o Revolución?de las Ediciones Luxemburgo de Argentina. Por razones técnicas y la conformidad con el perfil de nuestra Colección Biblioteca Marxista, no se reproduce en su totalidad, sino que se han seleccionado extensos fragmentos del estudio, dada su importancia y actualidad.

El fin de la gran depresión que se extendiera a lo largo de dos décadas, entre los años setenta y comienzos de los noventa del sigloxix, clausuró por un tiempo las expectativas de una crisis terminal del capitalismo y un nuevo estallido revolucionario como el que había conmovido a Europa en 1848. Expectativas que habían abrigado, en un momento, la totalidad de los dirigentes de la I Internacional y que Marx y Engels habían dotado de un fundamento científico al abordar el estudio de las contradicciones, aparentemente insalvables en lo inmediato, del modo de producción capitalista.

Sin embargo, pocos años después de la muerte de Marx, ocurrida en 1883, los signos de recuperación y el inicio de un nuevo ciclo expansivo del capital ya comenzaban a manifestarse por doquier. El capitalismo recibía renovados impulsos con la acelerada industrialización de Alemania y Japón, la normalización de la economía norteamericana bajo la hegemonía norteña luego de finalizada la Guerra Civil, la incorporación de Rusia a la dinámica capitalista mundial, el vigoroso crecimiento de una Italia cuya unificación había sentado las bases para un impetuoso desarrollo industrial en las regiones septentrionales, y con el flujo de materias primas y alimentos abundantes y baratos producidos por una vasta periferia neocolonial —en América Latina y Oceanía— o abiertamente colonial —en Asia y África— a la que la revolución en los medios de transporte, sobre todo en la navegación marítima, y la expansión del ferrocarril, hizo posible una rápida integración a la economía mundial, dotando de nuevos bríos a un capitalismo que, en vísperas de la Comuna de París, en 1871, parecía enfrentarse a un inexorable declive.

Recuperación capitalista y génesis del reformismo

Como no podía ser de otra manera, estos cambios no pasaron inadvertidos para las mentes más lúcidas del socialismo europeo. Engels, en lo que ciertamente debe ser descrito como su “testamento político”, ya había advertido en 1895 sobre la magnitud de las transformaciones ocurridas y ofrecía penetrantes reflexiones acerca de sus implicaciones para la estrategia y las tácticas de lucha de la clase obrera y sus aliados. Pero habría de ser la serie de artículos que su amigo y albacea testamentario, Edouard Bernstein, comenzara a publicar enDie Neue Zeit, el órgano teórico oficial de la socialdemocracia alemana, un año después de su muerte, lo que desataría una larga y enconada controversia —elBernstein Debatte— en torno al futuro del capitalismo, las perspectivas de la revolución mundial y, como oportunamente lo recogería poco después el título del libro de Bernstein, “las tareas de la socialdemocracia” en tan poca promisoria coyuntura. Las opiniones vertidas fueron muchas, y las críticas lapidarias dirigidas en contra de la “traición” de Bernstein, acusado de revisionista, oportunista y reformista, sacudieron el pesado andamiajede la socialdemocracia alemana —a la sazón el partido “guía”de la II Internacional—, cuyos líderes simpatizaban en privado con las tesis de Bernstein puesto que, en el fondo, reflejaban cristalinamente las prácticas políticas y sindicales del partido alemán al paso que públicamente se rasgaban las vestiduras ante la iconoclástica revisión de las tesis de Marx. El escándalo se agravaba, además, porque desde su exilio londinense Bernstein había apoyado en el Congreso del Partido Socialdemócrata de Alemania(spd)de Erfurt, en 1891, la reafirmación de las tesis marxistas ortodoxas impulsadaspor Karl Kautsky haciéndose eco de las recomendaciones deEngels. Hay que recordar que poco antes este había dado a conocer la dura crítica de Marx al Programa de Gotha, de 1875, exigiendo del partido alemán una definición clara y distinta a favor de la concepción marxista sobre el curso y destino final de la sociedad capitalista.2

2Colé, G. D. H.: Historia del pensamiento socialista, Fondo de Cultura Económica, México, 1975, t. III, p. 242.

Dos contribuciones sobresalieron entre las muchas críticasdirigidas en contra de Bernstein, las cuales sirvieronpara proyectar a dos jóvenes procedentes de la periferia europea —uno de la atrasada Rusia, otra de la no menos atrasada Polonia, gran parte de la cual se encontraba bajo el dominio del Zar— al centro de un debate intelectual y político otrora reservado casi con exclusividad para los intelectuales socialistas de las metrópolis europeas del capitalismo: nos referimos, naturalmente, a Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, y a Rosa Luxemburgo. Contemporáneos, nacidos en 1870 y 1871 respectivamente, y del todo marginales hasta el momento, sus contribuciones habrían de marcar el punto más alto de un debate cuya actualidad no sufrió merma con el paso de los años. Sociológicamente hablando, el protagonismo de Lenin y Rosa refleja la entrada en escena de una nueva generación de intelectuales marxistas. Si Bernstein había sido amigo de Engels; si Bebel y Liebknecht tenían fluidas relaciones con los fundadores del materialismo histórico; si Kautsky también disfrutaba de la confianza de ambos; el abrupto ingreso de Lenin y Rosa, que jamás habían tenido contacto algunocon Marx o Engels, reflejaba, por una parte, la extraordinaria difusión alcanzada por el marxismo en la periferia europea, que producía un desplazamiento hacia el Este europeo de sucentro de gravedad y, por la otra, un salto generacionalsumamente significativo. Al momento de estallar la polémica, en 1899, ninguno de los dos alcanzaba los treinta años de edad. Y hasta entonces, eran prácticamente desconocidos fuera de los harto reducidos cenáculos de la izquierda radical rusa y polaca. Luego de su intervención en elBernstein Debattesus nombres se convertirían en referencia obligada del movimiento socialista internacional.

El ¿Qué hacer? de Lenin y¿Reforma social o revolución?de Rosa son los dos escritos en donde se plasman sus críticas frontales en contra del revisionismo bernsteiniano.3Si en el primero de los textos el eje excluyente de la argumentación lo constituye el problema de la organización de las clases y capas explotadas —un problema esencialmente político, por supuesto, y no meramente instrumental o burocrático—, la obra de Rosa incluye un amplio abanico de temas de importancia fundamental relacionadas con el curso del desarrollo capitalista, el papel y los límites de las reformas sociales y la misión del Partido Socialista. El autor de estas líneas cree sinceramente que, más allá de algunos lugares comunes como, por ejemplo, la acusación de “espontaneísmo” dirigida en contra de la revolucionaria polaca, o de “aparatismo” con que se suele (mal)interpretar el libro de Lenin; ambos textos expresan un contrapunto susceptible de conjugarse en una armoniosa síntesis.4Tarea tanto más urgente en tiempos como los actuales, cuando una reflexión sobre las perspectivas delsocialismo a comienzos del sigloxxiestá signada por una temeraria subestimación de la centralidad de la problemática de la organización. En cierto sentido, podría decirse que las reflexiones contemporáneas sobre el porvenir del socialismo tienen, al menos en América Latina, todavía mucho que ver con ambos autores. Con Rosa, por sus aportaciones sobre los límites de la reforma, la conciencia obrera como producto de la lucha y la necesidad de una democracia socialista; y con Lenin, por la trascendencia de sus observaciones sobre las cuestiones de la conciencia socialista y la organización. Lamentablemente, ambos autores y su densa obra teórica sonmuy poco conocidos, inclusive por quienes gustan autodenominarse como sus herederos. Por decisivos y cruciales que seanlos temas abordados por Rosa, y por ello la reedición de este libro, ellos constituyen una parte que solo cobra pleno sentido cuando se la vincula con la obsesiva preocupación leninista por las cuestiones organizativas, dado que, como lo recuerda con frecuencia, la única arma con que cuentan las clases subalternas para cambiar este mundo es su propia organización. Uno de los más graves peligros que enfrenta el ascendente movimiento popular en América Latina es caer en la falsa antinomia que opone Lenin a Rosa. No es casual que algunos intelectuales de la derecha procuren apropiarse del legado de la segunda a la vez que expresan su visceral rechazo al primero, considerado como el exponente por antonomasia del despotismo político. Si las fuerzas de las clases subalternas han de prevalecer en su combate contra el capital, la síntesis de la obra de estos dos grandes revolucionarios constituye un imperativo categórico. La publicación de sus intervenciones en elBernstein Debatte, precedidos por sus respectivos estudios introductorios, es nuestra pequeña contribución en esta dirección.

3Una pequeña digresión sobre el título de la obra de Rosa. En diversas traducciones al español, y también a otras lenguas, aparece comoReforma o revolución, algunas veces entre signos de interrogación y otras no. Otras traducciones ofrecenReforma o revolución social. En realidad, el título exacto es¿Reforma socialo revolución?, traducción al castellano del que la autora le puso en alemán:Sozialreform oder Revolution?.

4Hemos examinado el texto de Lenin en nuestro “Estudio Introductorio. Actualidad del ¿Quéhacer?”(Lenin, 2004).

Una breve semblanza personal

La menor de cinco hermanos, Rosa había nacido en el seno de una familia judía en 1871 en Zamose, ciudad que en esa época pertenecía a Rusia.5No es un dato menor el hecho de que dicha ciudad fuese fuente permanente de disputas entre el Imperio Austro-Húngaro y al Zar. De hecho, hasta 1809 había estado bajo dominio austríaco, pero el Congreso de Viena, reunido en 1815 para rediseñar el mapa europeo una vez concluidas las guerras napoleónicas, colocó la mayor parte de lo que hasta entonces había sido el Gran Ducado de Varsovia —y que hoy es Polonia— bajo la autoridad del Zar. Debido a esta circunstancia, los acontecimientos y desarrollos políticos ocurridos en Rusia fueron siempre de sumo interés para Rosa. Por otra parte, tal como lo señala el autor de su excelente estudio biográfico, J. Peter Nettl, más de la tercera parte de la población de Zamose estaba constituida por judíos, un sector no solo poderoso, sino también por comparación muy culto, entre los que predominaba una visión laica y progresista opuesta al fanatismo de los Jasidim y que, seguramente, influyó tempranamente en la formación ideológicade la joven marxista polaca. Es conveniente resaltar el hechode que la familia de Rosa se asimiló notablemente a la vida polaca y que sus vínculos con el judaísmo fueron por demás tenues. En su casa se hablaba y “se pensaba” en alemán y,como recuerda su biógrafo, todos sus hermanos tenían nombres clásicos, pero ninguno se inspiraba en la tradicióndel Viejo Testamento. Por otra parte, tampoco ninguno delos cinco hijos de la familia participó jamás en algunos de los muchos movimientos o asociaciones de la comunidad judía de Polonia.6No obstante, esta constelación de variables políticas y familiares dejó una profunda huella en la agenda intelectual de Rosa: una obsesiva preocupación por la “cuestión nacional”, un tema que el internacionalismo a la vez teórico y práctico de los fundadores del marxismo había relegado a un lugar bastante marginal y que la condujo a ásperas y constantes polémicas con Lenin.

5Sobre este particular el ambiente familiar de Rosa y la débil —vinculación de su familia con la minoría judía residente en la ciudad—remitimos al lector al esclarecedor estudio de J. Peter Nettl (1974),que sigue siendo una referencia imprescindible para la comprensión de la vida y obra de nuestra autora.

6Nettl, J. Peter: Rosa Luxemburgo, Edit. Era, pp. 54-57, 1974.

A los trece años Rosa ingresaba a la Segunda Escuela Superior para niñas de Varsovia, ciudad a la cual su familia se había mudado cuando tenía poco más de dos años. Según las reglamentaciones vigentes, en la escuela solo se podía hablar en ruso, estaba prohibido el uso de cualquier otra lengua, incluyendo el polaco, aún entre los propios alumnos. Politizada desde los primeros años de la escuela, al llegar a los últimos ya había formalizado una vinculación muy estrecha con una organización revolucionaria, por supuesto que ilegal: el Partido Revolucionario del Proletariado. Ya en 1886, la indiscriminada persecución en contra de cualquier organización política opuesta al zarismo había culminado en la condena a muerte por la horca de cuatro militantes. A fines de 1889, advertida de la inminencia de su arresto, se exilia en Suiza, más precisamente en Zurich, y a comienzos de 1890 se inscribe en la Facultad de Filosofía para cambiarse, dos años después, a la Facultad de Derecho, en donde la temática social que tanto le preocupaba era objeto de particular atención.7En 1897, con escasos 26 años, Rosa presentó su tesis doctoral titulada “El desarrollo industrial de Polonia”, un texto que aún hoy conserva su valor y que al año siguiente dehaber sido defendido sería publicado por una editorial comercial en Leipzig, Alemania. Convencida de que su lugar en elmundo no sería la academia, pese a sus sobresalientes condiciones y la calidad de su tesis doctoral, y resuelta a participarde lleno en el centro mismo de las luchas por el socialismo, decide trasladarse a Alemania, aprovechando una cierta vinculación con Karl Kautsky que ya desde entonces consideraba a la joven exiliada una excelente informante sobre asuntos polacos para la revista teórica del partido,Die Neue Zeit. Luego de vencer incontables dificultades, incluyendo un matrimonio de ocasión para facilitar su ingreso a Alemania —¡al fin y al cabo, Rosa no solo era joven y muy inteligente sino que, además, judía, polaca y marxista!—, llegaría a Berlín en mayo de 1898. Poco después se afiliaría alspd.8

7Conviene recordar que Suiza era, en ese entonces, uno de los centros más importantes de recepción de los exiliados políticos de Europa Oriental, no solo de Polonia sino también y principalmentede Rusia. Plejanov ya estaba en Ginebra cuando Rosa llegó a Zurich. Tiempo después, arribarían Lenin, Trotsky y otros emigrados rusos. Poco después, Rosa se marcharía a Berlín.

8Nettl..., pp. 63-101.

Rosa difícilmente hubiera podido llegar en mejor momento. Desde 1896, Edouard Bernstein había comenzado a publicar enDie Neue Zeituna serie de artículos subsumidos bajo el título general de “Problemas del socialismo”. Una parte de estos se publicaría después, en 1899, como un libro independiente basó el títuloLas premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia,texto que con el paso del tiempo adquiriría el carácter de un verdadero manifiesto del revisionismo.Un año antes, en octubre de 1898, la dirigencia retóricamente revolucionaria, pero prácticamente reformista delspdhabía hecho malabarismos en el Congreso de Stuttgart para soslayar cualquier pronunciamiento sobre las heréticas tesis de Bernstein. August Bebel, jefe máximo delspd,declaraba que el Congreso debía abocarse al examen de “asuntos prácticos” y no inmiscuirse en “problemas teóricos” que, según él, poco o nada tenían que ver con el manejo cotidiano y las tácticasde lucha del partido. La principal cabeza teórica del partido, yde la II Internacional, Karl Kautsky, no solo había publicado los artículos en la revista de su dirección sino que,a lolargo de los debates en Stuttgart, adoptó una actitud distante y prescindente.9Rosa, en cambio, había venido criticando a Bernstein desde elLeipziger Volkszeitung, en vísperas delCongreso de Stuttgart, publicando una serie de artículos en donde refutaba las tesis avanzadas por Bernstein enDie Neue Zeit.10Completada su labor, con el agregado de nuevos capítulos,¿Reforma social o revolución?se convertiría en poco tiempo en uno de los textos clásicos más importantes del pensamiento marxista […]

9Actitudes tanto más censurables si se tiene en cuenta que, según Lenin, Kautsky había sido un “marxista ortodoxo” por lo menos hasta 1909, año en que se publica un libro que el líder revolucionario ruso considera ejemplar desde el punto de vista de la teoría marxista. Se trata deDer Weg zum Macht(El camino al poder). Pero, como observan varios biógrafos de Kautsky, este era un hombre retraído que sentía una profunda aversión por las polémicas y los debates públicos.

10Esos capítulos luego constituirían la primera parte de¿Reforma social orevolución?,una vez que Rosa completara el libro.

¿Reforma social o revolución? Tesis fundamentales

Condiciones de producción

En su estupenda biografía sobre Rosa Luxemburgo, Nettl demuestra las enormes dificultades que nuestra autora tuvo que vencer para publicar su réplica a Bernstein y para que el Partido Socialdemócrata se aviniera a querer examinar sus planteamientos. Es que este partido se había convertido cada vez más en una estructura imponente, pero inoperante, gobernada por una capa de funcionarios pequeñoburgueses quelo último que querían para su partido era provocar una discusión teórica seria sobre el curso del capitalismo y la respuesta que se suponía debería brindar la socialdemocracia. En esta, “la organización se había vuelto un obstáculo potencial, lacohesión un factor de inmovilidad, la tradición un peso muerto”.11Por ello, cuando comienzan a divulgarse las tesis de Bernstein, a fines de 1896, la respuesta del partido fue minimizar el alcance de sus preocupaciones. Temas similares a los esbozados por Bernstein venían ventilándose con sordina en el partido desde 1891, pero fue este, con su serie de artículos titulada “Problemas del socialismo” enDie Neue Zeit, quien incendió la pradera al criticar todas y cada una de las principales tesis del marxismo.

11Nettl..., p. 203.

La respuesta del teórico más importante delspdy la II Internacional, Karl Kautsky, puede calificarse como de ingenua complacencia: consideró los dardos disparados por Bernstein como “sumamente atractivos” y no le parecieron merecedores de una crítica sistemática por su ataque a ladoctrina que el propio Kautsky había contribuido a popularizar no solo en Alemania. Decimos “ingenua complacencia” porque, tiempo más tarde, este, consciente ya de las implicacionesde la revisión bernsteiniana, habría de plantear su divergencia de fondo con Bernstein. —“Nuestra cooperación ha terminado. No puedo seguirlo a usted más a partir de hoy” pero, siguiendo su costumbre, solo lo haría en una correspondencia privada fechada el 23 de octubre de 1898, nunca en público12[…]

12Idem, p. 134.

La crítica de Rosa a Bernstein, cuyos detalles veremos más adelante, se centraba en el abandono que este proponía del marxismo, pese a que Bernstein jamás abjuró explícitamente de las enseñanzas del maestro. A diferencia de algunos “posmarxistas” de nuestro tiempo, Bernstein se limitó a señalar algunas debilidades en los análisis de Marx que requerían una urgente tarea de decantación teórica para dejar de lado premisas y teoremas que habían sido refutados por la historia. Uno de los elementos decisivos de su análisis consistía en la comprobación de la creciente adaptabilidad del capitalismo, potenciada por la fusión entre las empresas, la utilización del crédito para atenuar los ciclos del capital y la ausencia de verdaderas crisis capitalistas en los últimos años. Nettl señala que esto no implicaba que Bernstein renunciara, al menos explícitamente, a los fines del socialismo. En ese sentido, nos dice, no era un “liquidacionista” como los mencheviques o, agregaríamos nosotros, la plaga posmoderna que se agita en nuestros días. Pero Nettl subestima las implicaciones que se derivan del hecho de que para Bernstein el socialismo no era una “necesidad histórica” sino un proyecto moral que tenía mucho más que ver con Kant que con Marx. Siendo esto así, lo importante era el movimiento de reformas graduales que, poco a poco pero persistentemente, nos iría acercando a ese ideal más que la obstinación en llegar a ese fin por la vía revolucionaria. La revisión de Bernstein contenía, además, un par de argumentos profundamente antagónicos con las tesis centrales del materialismo histórico: en primer lugar, sostiene que “con relación al liberalismo comoun granmovimiento histórico distinto a los partidos que invocan su nombre, el socialismo es su legítimo heredero y no solo ensu secuenciacronológica sino en sus cualidades espirituales”;13y segundo, remata su argumentación en el último capítulo de su libro sentenciando que “el fin no es nada, el movimiento es todo”, con lo cual las políticas oportunistas delspd,adquirían por primera vez una legitimación teórica que jamás habían gozado anteriormente14(Bernstein, 1982: 202).

13En la segunda mitad del sigloxx, uno de los más articulados defensores de esta tesis sería Norberto Bobbio, quien reelaboraría las tesis de Piero Gobetti y Cario Roselli acerca del “socialismo liberal” en numerosos escritos, algunos de los cuales están referidos en la bibliografía que acompaña esta nota introductoria. Ver Bobbio (1988; 1994: especialmente el capítulo de Salvatore Veca titulado “Socialismo e liberalismo”, 179-196), Bonanate y Bovero(1986) y, además, el intercambio epistolar entre Perry Anderson y Norberto Bobbio (1991).

14Bernstein, Edouard: Edit. Siglo XXI, México, p. 202, 1982.

En todo caso, donde sí tiene razón Nettl es cuando afirma que lo que Bernstein hace es simplemente decir, escribiendo en negro sobre blanco, lo que el partido alemán y sus sindicatosya estaban haciendo, y que por eso le aconsejaba que tuviera la valentía de aparecer como lo que en realidad era:“un partido reformista, socialista y demócrata”.15Su desacuerdo no era con las tácticas y las prácticas políticas delspd,sino con la inflamada retórica revolucionaria que, ocasionalmente, era proferida por algunos de sus máximos dirigentes. De todos modos, la radicalidad de sus planteos no dejó de incomodar a algunos líderes de la social-democracia. Ignaz Aver, el secretario delspdy gran organizador del “aparato” del partido, le escribió a Bernstein reprochándole la publicación de sus cautelosos consejos y su propuesta de abandonar la retórica revolucionaria. En tono afectuoso le decía en una carta que sería dada a conocer mucho después: “Querido Ede [...] uno nodiceesas cosas, uno sencillamente lashace”16(Nettl, 1974:136; énfasis en el original).

15Nettl..., p. 172.

16Idem, p. 136.

En este sentido, podría pues argumentarse que la vitriólica reacción de la izquierda delspdtenía tanto que ver con el sinceramiento que se desprendía de los análisis de Bernstein como con sus sacrílegas críticas al corazón del corpus teórico marxista. Al final de cuentas, lo que Bernstein decía era queelspdno era un partido de revolucionarios sino un moderado partido de pequeñosburgueses interesados en limar las aristas más ásperas del capitalismo, pero nada más. Y eso no podía sino provocar el enojo de quienes, como Rosa y tantos otros, querían que esa estructura partidaria se jugase en favor de la revolución y que ellos, como intelectuales marxistas y, por lo tanto, intransigentemente opuestos al capitalismo, podrían utilizar el enorme potencial organizacional del partido para librar desde ahí su combate contra el capital. Se comprende, por tanto, la importancia que Rosa le asignaba a la tesis, refutada por la historia para su propia desgracia, pues la pagaría con su vida, de que las ideas de Bernstein no representaban el sentir del partido, de su dirigencia y su militancia. […]

Reforma y revolución: reflexiones desde la teoría

Rosa comienza su libro invitando al lector a formularse un par de preguntas retóricas: ¿puede la socialdemocraciamanifestarse en contra de las reformas sociales?; ¿debemos oponer revolución social y reforma social? Su respuesta es terminante: no hay oposición posible entre reforma y revolución. “Para la socialdemocracia, existe una vinculación indisoluble entre reforma social y revolución social, en la medida en que la lucha por las reformas sociales es para ella elmedio, mientras que la revolución social esel fin”(p. 99). Pero ¿cuál es la razón por la cual plantearse estas preguntas? Es que Bernstein, quien, según Rosa, “por primera vez” en la historia del movimiento obrero opone reformas sociales y revolución, obliga a una discusión seria sobre el asunto. Su teoría nos invita a renunciar a la revolución, el fin último u objetivo final de la socialdemocracia, al paso que convierte a las reformas, los medios de la lucha de clases, en el fin práctico, concreto, de sus desvelos. En sus propias palabras, el “fin [...] no es nada; el movimiento lo es todo” (p. 100). Para ella esto significaba, lisa y llanamente, el abandono del proyecto de transformación socialista de la sociedad burguesa y la adopción de un programa alternativo que se agotaba en la introducción de algunas reformas a la economía capitalista, perosin afectar las estructuras fundamentales que perpetuaban la explotación del trabajo asalariado. Tal como Rosa lo manifestara en su vibrante intervención en el Congreso de Stuttgart, “la conquista del poder político sigue siendo el objetivo final y este sigue siendo el alma de la lucha. [...] El movimiento sin relación con el objetivo final, el movimiento como un fin en sí mismo es nada para mí, y el objetivo final es todo”.17

17Luxemburgo, Rosa: Discursos en el Congreso de Stuttgart, 3-4 octubre, 1898. Enwww.marxista.org/archive/luxemburg/1898/10/04.htm

Ya desde las primeras páginas de su pequeño libro, Rosa plantea con claridad el trasfondo no solo práctico, sino también teórico de la polémica y, por consiguiente, la importancia de librar una batalla en ambos frentes. Rosa reacciona enérgicamente ante el desdén de la dirigencia y el funcionariado delspdpor las cuestiones teóricas. Esta actitud había ya merecido ácidos comentarios de parte de Plejanov, quien indignado por las preocupaciones bajamente políticas de sus colegas alemanes le había escrito a Kautsky (en su calidad de director de la revista teórica delspd,Die Neue Zeit): “Dice usted que sus lectores no se interesan en la filosofía: pues bien, usted debe obligarlos a interesarse”.18

18Nettl..., p. 170.

Este reproche por cierto no podía ser dirigido a Rosa, profundamente interesada no solo en los temas económicos y políticos sino también en los filosóficos. Y es precisamente debido a esto que se enfurece cuando oye en su propio partido que “las controversias teóricas son solo una cuestión de los “académicos” (p. 101). No solo considera un juicio como este una calumnia que encanallece o envilece a la militancia del partido sino que, además, tales discusiones supuestamente “teóricas” y, por lo tanto, “alejadas” de las urgencias prácticas, en realidad reenvían a cuestiones que trascienden el plano de lo meramente filosófico y que en el caso concreto del oportunismo de Bernstein se resuelven en la siguiente cuestión: ¿cuál será el carácter de clase del movimiento obrero? ¿Será pequeñoburgués, cuya representación filosófico-política es el oportunismo, o será proletario, en cuyo caso su proyección teórica será la revolución?

Debido a estas consideraciones, en el capítulo final de su libro, Rosa subraya la extraordinaria gravedad e implicaciones de las tesis contenidas en la obra de Bernstein. Se trataría,en este caso, de aportar un “fundamento teórico a las corrientes oportunistas [en la socialdemocracia]” (p. 174). Este sesgo antiteórico —o al menos la actitud de encapsular las discusiones teóricas completamente al margen de la vida del partido— era incomprensiblemente compartido por el mayor teórico delspdy la II Internacional, Karl Kautsky.19Después de identificar en el oportunismo una cierta animosidad en relación con la “teoría”, Rosa afirma:

19Dan cuenta de esta actitud de Kautsky numerosos estudios; ver, entre los más importantes, a Colé (1975: Tomo III), Badia (1999) y Matthias (1971). Ver asimismo el trabajo de Salvadori (1976), a nuestro juicio, la más esclarecedora y documentada indagación

sobre la biografía político-intelectual de Kautsky, un personaje que no conoció desde el punto de vista de sus contemporáneos, sino dos actitudes: exaltación incondicional, por parte del propio Lenin hasta 1909, o condena absoluta, como ocurriría después de esa fecha y sobre todo luego de que estallara la Primera Guerra mal. En su notable obra, Salvadori permite captar los complejos matices de su pensamiento y las condiciones que causaron su sinuosa evolución, o involución.

¿Qué es lo que caracteriza a estas prácticas oportunistas? La hostilidad hacia “la teoría”. Esto es completamente natural, puesto que nuestra “teoría” —es decir, los fundamentos del socialismo científico— establece límites muy definidos para la actividad práctica, tanto con respecto afinesbuscados como a los medios de lucha a aplicar, y también con respecto almodode luchar. Por eso es natural que en todos aquellos que únicamente buscan resultados “prácticos” se manifieste la aspiración a tener las manos libres, o sea, a separar nuestra práctica de la “teoría”, a hacer que aquella sea independiente de esta (pp. 174-175).

Esta referencia, al final de su libro, de algún modo matizay corrige el optimismo inicial de Rosa reflejado en las primeras páginas escritas con anterioridad al Congreso de Stuttgart, celebrado, como ya hemos visto, en octubre de 1898. Si en los capítulos iniciales de Rosa sobre este tema la premisa implícita era que las tesis de Bernstein no tenían caladura profunda dentro del partido, en sus conclusiones se advierte una tonalidad más amarga y desengañada, sin duda derivada de la renuencia del congreso partidario a condenar al oportunismo de Bernstein. Según Nettl (1974:134):

En el congreso prevaleció la impresión de que el resentimiento contra Rosa Luxemburgo y Parvus [por sus encendidos ataques en contra de la bonachona figura de Bernstein] ahogaría las dudas tentativas de muchos en relación con Bernstein. El congreso encareció a todos que regresaran a casa y pensaran con más calma. ¿Quién podría asegurar que al cabo de un año todo el asunto no habría dejado de excitar los ánimos. Los dirigentes delspderan buenos políticos: antes de sentirse obligados a enzarzarse en cualquier controversia partidaria, hacían todo lo posible por dejar que esta muriera de muerte natural.

Los capítulos finales de¿Reforma social o revolución?, escritos luego del congreso, traslucen esa decepción. Y si al principio se le negaba entidad a las tesis bernsteinianas como representativas de un estado de opinión dentro del partido, al final del texto estas aparecen como la culminación teórica del oportunismo llamada a justificar una práctica políticavacilante, cautelosamente reformista y, a la postre, derrotista. “Por eso vimos que todos los elementos oportunistas se agruparon en torno a su bandera [de Bernstein] en el congreso de Stuttgart” (p. 175). Elementos que, conviene recordarlo, con sus evasivas terminaron legitimando los planteamientos de la “herejía” que venía de Londres y que fueran tan denodadamente combatidos por Rosa, al punto tal que estaba dispuesta a entregar la mitad de su vida para refutarlos.20

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