Resetea tus intestinos - Edición aniversario - Facundo Pereyra - E-Book

Resetea tus intestinos - Edición aniversario E-Book

Facundo Pereyra

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Beschreibung

La mayoría de nosotros no sabe que los problemas digestivos causan estragos en todo el cuerpo: afecciones en la piel, cefaleas y migrañas, sobrepeso, enfermedades autoinmunes y la lista sigue...   ¿Cómo recobrar la salud? El doctor Facundo Pereyra, especialista en medicina interna, gastroenterología y endoscopía digestiva, con más de 380.000 seguidores en su Instagram, revela su método para resetear nuestros intestinos, sanar más de 15 enfermedades y recuperar nuestras ganas de vivir. En esta segunda edición, Edición Aniversario, se incluye un nuevo prólogo del autor.

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@editorialelateneo

A papá, el mejor médico que conocí en mi vida.

A mamá, que sin ella papá no hubiera existido.

A los cuatro milagros de mi vida: Ceci, Isa, Cande y Beni.

Prólogo para la edición aniversario de Resetea tus intestinos

Luego de la publicación de Resetea tus intestinos, pude constatar que mi método se afianzaba dada la repercusión de los resultados entre los pacientes. A medida que se reimprimían las tiradas (hoy vamos por la octava reimpresión, con más de 24 000 ejemplares vendidos), la cantidad de consultas online aumentó exponencialmente.

La sorpresa fue enorme cuando me enteré de que había escalado hasta el puesto número 1 dentro del top 100 de los libros más vendidos de la cadena de librerías Cúspide y había ascendido hasta el primer puesto de los best sellers de no ficción de la cadena de librerías Yenny. También estuvo entre los más vendidos de Amazon y Google Play en formato e-book, y fue el libro más vendido de 2022 en la plataforma digital Bajalibros.

Entonces, sobrevino la “crisis” de crecimiento. La demanda para la consulta médica conmigo aumentó progresivamente hasta llegar a los tres meses de demora en los turnos. Durante este proceso, decidí incorporar a nuestro equipo a cuatro médicos para atender esta creciente demanda: el Dr. Matías Heller, clínico; la Dra. Astrid Smolamuck, gastroenteróloga; la Dra. Martina Berardi, médica de familia ayurveda y la Dra. Carolina Salvatori, cardióloga. En las semanas previas a escribir estas líneas se sumó a nuestras filas una pediatra, la Dra. Dolores Lynch. Por otro lado, la demanda creciente también nos llevó a incorporar nutricionistas y facilitadoras. Hoy ya disponemos de once personas con la función de facilitadores de grupos.

Todos los médicos que incorporamos al equipo comparten la misma visión holística del ser humano. Juntos, conformamos un centro virtual de atención de demanda espontánea, es decir, cualquier persona del mundo puede tener acceso a una consulta médica integral en el día o con demora reducida.

La consulta online dura 20 minutos y está bien protocolizada. Primero le preguntamos al paciente qué síntomas generales lo aquejan. Luego, interrogamos por síntomas gástricos, intestinales, de intestino permeable y de serotonina baja (insomnio, nerviosismo, irritabilidad, miedos, angustias, tristeza). A continuación, le consultamos por antecedentes familiares y personales, incluidos análisis de sangre, estudios y cirugías previas. Todos los casos clínicos son distintos, pero en general si el paciente presenta síntomas de intestino permeable o síntomas digestivos crónicos, indicamos el reseteo intestinal.

Durante la consulta le explicamos en qué consiste y cómo realizarlo; además, le damos un teléfono para contactarse en caso de ser necesario. Nuestra modalidad incluye una segunda consulta de seguimiento gratuita. De esta manera, el paciente puede darnos una devolución de cómo le fue y nos permite ajustar el tratamiento.

Así, impulsados por el auge de las redes y del libro, la cantidad de inscriptos en el programa en el último tiempo ascendió a 4000 personas por mes. La mayoría elige hacerlo con la modalidad de grupos supervisados de WhatsApp. Sin embargo, también disponemos de un servicio en el que se puede contratar a un coach, supervisado por un médico del equipo, para que acompañe al paciente diariamente durante 21 días, le resuelva sus dudas y le envíe información de valor.

A medida que se sucedían los meses -y las reimpresiones del libro- me invitaron a distintas provincias de la Argentina para presentarlo, como Neuquén, Río Negro, Buenos Aires, Tucumán, Santiago del Estero. Junto con mi equipo, tuvimos experiencias maravillosas en todo el país. Por ejemplo, nos invitó el gobierno de la provincia de La Rioja y nos recibió, con asado y una docena de obsequios, en un paraje mágico de las sierras. Al día siguiente de la charla, realizamos consultas médicas y luego tuvimos la posibilidad de descansar y pasear. La calidez de la gente en esta provincia nos llenó el corazón.

Otra experiencia fantástica sucedió en la ciudad de Rosario. La charla estuvo tan entretenida y generó tanta expectativa entre el público que los invité al día siguiente a continuar con el evento, y así fue: la mañana siguiente volvimos a llenar el salón y esa vez se sumaron a la charla familiares, también interesados en conocer el método.

En Mendoza presentamos el libro en Godoy Cruz y Mendoza capital, y quedamos fascinados con una familia que nos invitó a comer a una quinta en medio de la montaña. En esa ocasión me acompañó mi papá, motivo por el cual disfruté el doble.

En Ushuaia quedé encantado con el edificio antiguo donde llevamos a cabo la charla: la Antigua Casa Beban. Tuve el placer de comprobar que en el auditorio estaban tres destacados médicos y amigos de la facultad: Guillermo Michelic, Martin Motti y Rafael Maurette. Y la última gira fue en Uruguay. Junto con la Dra. Caro Salvatori, llenamos la sala de un hotel en Punta del Este.

Dada la repercusión entre los lectores, que luego se convirtieron en pacientes, los médicos y nutricionistas empezaron a entender mi trabajo gracias al empuje del libro y el boca a boca de los pacientes. Recibimos decenas de pedidos de colegas para que les diéramos cursos, o hacer rotaciones en nuestro equipo con la posibilidad de integrar nuestro equipo de trabajo. En enero de 2023 recibimos nuestra primera médica rotante del Instituto Pereyra: la doctora de familia Florencia Ducoin. Se quedó una semana a mi lado atendiendo pacientes y regresó feliz a su ciudad con muchas herramientas, en especial, sobre el manejo de la intolerancia a la histamina.

Publicamos artículos del método en los periódicos de mayor difusión, me invitaron a participar en jornadas sobre bienestar, tuve la oportunidad de ser un orador en el primer Congreso, especializado en terapias complementarias, llamado “Origen”, entre tantos otros lugares donde tuve el privilegio de participar.

Sin embargo, comprendí el verdadero impacto que tenía el libro cuando empecé a recibir llamadas de todas las radios y medios del país. Nuestro trabajo despertó interés en la prensa nacional. Entonces, tuve más fuerza para defender mis descubrimientos. Ya no era un médico de pueblo que contaba en las redes los sorprendentes resultados de sus pacientes, sino que ahora ya había escrito un libro, devenido en best seller, que había modificado la vida de tantas personas. Por supuesto que eso derivó inmediatamente en un aumento de seguidores y personas que decidían llevar a cabo el plan.

En el exterior también tuvimos impacto: en este momento Resetea tus intestinos se está traduciendo al portugués, impulsado por una médica brasilera a la que le fascinó el libro. En Durango, México, días antes de escribir estas líneas, se terminó organizar el primer programa MDB 15-México, dirigido a unos pocos pacientes de una clínica de esa localidad.

En julio del corriente año presentaré mi libro en la Embajada Argentina en España y dictaré una conferencia en Barcelona.

También avanzamos con respecto a la validez científica de nuestro método. En 2022 publicamos dos trabajos en el Congreso Americano de Gastroenterología y este año publicaremos un trabajo más. Las tres publicaciones dan cuenta de la frecuencia alta de síntomas extradigestivos en la población de gastroenterología y también sobre la mejoría clínica que presentan los pacientes luego de nuestro programa.

Por ejemplo, ya contamos con datos estadísticos internos que nos permiten comprobar la eficacia del método según el cuadro o patología. Nuestra estimación de resultados se refiere solo a personas que tienen más de 6 puntos del autotest.

Remisión de los síntomas después de hacer el reseteo intestinal:

Como se puede apreciar, el 92 % de los pacientes que hace el plan remite los síntomas de ansiedad y el 90 % resuelve sus problemas digestivos. Incluso tenemos un ranking de los alimentos del plan que los pacientes suelen incorporar con mayor facilidad:

Mermelada sin azúcar 85 %

Galletas de arroz 80 %

Mateco 78 %

Pochoclo 60 %

Manteca de maní 50 %

Huevote 43 %

Té verde 40 %

Tofu 30 %

Y también tenemos un ranking de lo que más se dificulta o requiere mayor acompañamiento:

Incorporar rutina de ejercicios 95 %

Dejar las harinas 92 %

Sostener una alimentación saludable 90 %

Incorporar meditaciones 90 %

Reemplazar el azúcar 89 %

Dejar los lácteos 70 %

Dejar el mate 50 %

Estos datos nos dan la pauta de que necesitamos ampliar la comunidad de manera tal que no resulte complicado sostener hábitos saludables.

Para terminar, hoy quiero contarles que mucho del éxito de este libro se debe a una búsqueda infructuosa y desesperada de las personas ante la falta de respuesta de la medicina convencional. Existe un agujero negro en el que caen muchos pacientes impacientes, y el reseteo intenta proponer una salida amable.

A pedido de los lectores, hemos publicado la segunda parte de este libro, igual de importante y necesaria que el primero, titulada La vida después del reseteo. Cómo sostener los cambios para lograr bienestar todos los días, con Editorial El Ateneo. Es un manual práctico sobre cómo manejarse en caso de falta de respuesta con el método y cómo llevar una vida plena alimentándose de manera más saludable sin fracasar en el intento, e incluye un apartado de recetas sencillas para el día a día. También tiene consejos para poner en piloto automático el cambio de hábitos en la vida diaria, incluso en eventos y reuniones sociales. En esa segunda obra trazamos en detalle cómo diagnosticar la intolerancia a la histamina y su tratamiento, cómo usar, siguiendo una base científica, los suplementos según cada necesidad y elaboramos una guía para aplicar el ayuno intermitente.

Solo me queda dar infinitas gracias a todos los que creen en nosotros, que hoy cada vez son más. Mi sueño es llegar a la salud pública para que toda esta información circule sin distinciones sociales, porque se puede vivir mejor con unos simples cambios.

Facundo Pereyra, verano 2023

Tenía 42 años esa tarde de verano de 2013 en la que una paciente de nombre Carmen se presentó en el consultorio externo de gastroenterología del flamante Hospital de Cipolletti (provincia de Río Negro, Argentina), que marcaría mi carrera para siempre.

Ya hacía cinco años que había regresado a asentarme en mi querida ciudad natal buscando tranquilidad luego de completar catorce años de formación ininterrumpida como médico en Buenos Aires. Atrás quedaban mis tres años en el Hospital de Clínicas como residente de clínica médica y mis seis años en el Hospital Udaondo (tres como residente y tres más ad honorem). A lo largo de mi formación fui bendecido con cuatro rotaciones en el exterior; Australia (emergencias), España (hepatología), Perú (endoscopia digestiva) y Estados Unidos (emergencias).

En Buenos Aires mi vida era un tanto alocada. Luego de transitar las dos residencias bajo extremo estrés y poco sueño, en los últimos años trabajaba en piloto automático: hacía tres guardias semanales y vivía a fondo. Dormía poco, salía mucho y no tenía registro de la importancia del descanso.

Cuando terminé mi segunda residencia, batí mi propio récord de guardias seguidas sin descansar, estuve doce noches trabajando sin volver a casa. En 2003, tenía 33 años y entré en crisis. Comencé a sufrir un estado permanente de angustia, sin entender bien qué me pasaba, algo que hasta el momento jamás había experimentado.

Mi madre se preocupó, y viajó desde Cipolletti para acompañarme a consultar a una psicoanalista con quien comencé una terapia. Si bien me sentí contenido, no sentí ningún avance. Mi tío Haroldo, que vive en la ciudad de Buenos Aires, tomó las riendas del asunto. Primero me llevó a unas charlas mano a mano de “Un curso de milagros” con Toto, un pastor amigo.

De esos encuentros me quedó muy claro algo importantísimo: lo que estaba sintiendo no era real, mis pensamientos automáticos negativos eran producto de mi cabecita. Y me trajo algo de alivio. Luego, el tío me recomendó el curso de El arte de vivir. Los primeros encuentros me parecían muy raros, incluso me dio un poco de miedo. No me ayudó del todo con mi angustia. Pero adopté dos cosas maravillosas que hasta hoy practico: los ejercicios de respiración y la meditación.

En 2004, durante el último año de mi residencia de gastroenterología, conseguí una rotación en Madrid en el servicio de hepatología. Durante la estadía, me tomé una semana para andar el Camino de Santiago buscando arreglar mi cabeza. Mientras caminaba, un día sentí que necesitaba un cambio de vida. Y fue ahí, justo antes de llegar a la ciudad de Burgos, que decidí dar un giro drástico a mi vida colmada de guardias para volver a mi pueblo a trabajar a la clínica de mi padre, un prestigioso gastroenterólogo. Creía -y no me equivocaba- que en el interior del país iba a tener más tiempo para descansar, acomodar mis ideas y mejorar mis prácticas para ayudar mejor a los pacientes.

Aquel día, cuando llegó Carmen, conocí su historia dramática. Tenía 40 años, había sufrido un traumatismo cervical un año atrás en un accidente automovilístico, y desde entonces la atormentaba un dolor en el cuello crónico intratable, a pesar de que los estudios de imágenes no mostraban lesión alguna. A raíz de los dolores, padecía un estado de ansiedad generalizada con depre­sión severa, que incluía un intento de suicidio, dos antidepresivos y un antipsicótico sin la mínima mejoría. La tenían muy mal no solo el dolor de cuello sino también la aparición de dolores severos en brazos y articulaciones, un profundo decaimiento y hormigueos muy molestos en las manos.

Entonces, le diagnosticaron fibromialgia, una enfermedad que genera dolor crónico en los músculos, con lo cual estaba recibiendo dosis excesivas de metadona en parches, un derivado de la morfina que solo se utiliza en casos de dolor incontrolable. En los últimos meses empeoró su colon irritable de antaño, con severa distensión abdominal, vómitos, cólicos y diarreas, motivo por el cual concurrió a verme como gastroenterólogo.

Su cuadro era desesperante. Intenté animarla explicándole que creía que podía ayudarla. Le conté que, habiendo analizado su cuadro clínico, creía que sus dolores y su depresión podrían deberse a un aumento de la permeabilidad de su intestino. Entonces, le hablé del “síndrome de intestino permeable”, una teoría alternativa aún no aceptada por la medicina por falta de un análisis específico, pero con la cual ya tenía algo de experiencia y algunos buenos resultados. Le ofrecí para esto una dieta específica y algunos suplementos que podrían ayudarla a salir adelante. Me mostré esperanzado, aunque -en realidad- no lo estaba; su cuadro era demasiado severo y mis conocimientos sobre el tema en aquel entonces aún estaban en pañales.

Aceptó comenzar con el tratamiento. A los siete días, su digestión se había normalizado y, para sorpresa de ambos, al cabo de veintiún días sus dolores corporales habían remitido casi por completo. Pero lo más llamativo de todo era su estado de ánimo. Había recuperado vitalidad, se mostraba contenta, esperanzada y con ganas de salir adelante. Imagínense mi euforia. ¡Su depresión había desaparecido!

De a poco fuimos retirando su medicación y solo dejamos el antidepresivo a dosis baja. Luego de un año, logramos retirar el fármaco. Hoy, casi 9 años después, Carmen vive una vida normal, con su colon irritable controlado a través de la alimentación.

Podrán imaginarse mi revolución interna en aquel entonces. Significó un antes y un después en mi vida profesional. Luego vendrían muchas historias parecidas, que compartiré a lo largo de estas páginas. Con el tiempo me fui convenciendode algo muy real que la medicina aún no acepta:muchos de los problemas crónicos de salud se relacionan con algún grado de mal funcionamiento del intestino y de la comunidad de microorganismos que habitan dentro de este, más conocida como microbiota. En pocas palabras, reparar los intestinos y potenciar su funcionamiento constituye una herramienta novedosa y útil para aliviar muchas enfermedades crónicas.

En los capítulos que siguen, pretendo interiorizar al lector en cómo y por qué un intestino disfuncional puede ser el origen de muchos de los malestares frecuentes, así como mostrar cuáles son las herramientas para revertir este fenómeno. Por eso, en la segunda parte de esta obra, me centraré en dolencias con las que muchos lectores podrán identificarse: problemas digestivos varios como colon irritable, gastritis, problemas de la piel, dolencias osteomusculares; cefaleas, fatiga, estrés, ansiedad, depresión; así como también enfermedades autoinmunes (celiaquía, artritis, hipotiroidismo de Hashimoto), fibromialgia, entre tantas otras.

Veremos cómo se relacionan el intestino permeable y la alteración de la microbiota intestinal con estas patologías, para luego ofrecer una solución amable, que está al alcance de todos. De ahí que en la tercera y última parte, detallaré los pasos de un método para bienestar integral que incluye un plan de alimentación y sugerencias de hábitos de vida saludables.

CÓMO LLEGUÉ AL INTESTINO PERMEABLE

Pero antes quiero que conozcan más en profundidad mi particular historia de cómo descubrí y luego incorporé el concepto de intestino permeable a la práctica médica, a pesar de provenir de una formación ultraconservadora.

El primero en abrir un poco mi cabeza fue mi padre, apenas llegué a Cipolletti allá por 2007. Reconozco que volví de Buenos Aires un poco quemado y aburrido de la gastroenterología. Las mismas patologías crónicas, los mismos remedios y la misma sensación amarga: sentía que no curaba a casi nadie.

Empecé a estudiar medicina guiado por la pasión de mi padre. Siempre me llamó la atención cómo amaba lo que hacía y lo feliz que era trabajando. Pero lo que nunca dejó de sorprenderme era cómo lo amaba la gente: donde íbamos, siempre había un paciente agradecido. Cuando comencé a trabajar con él, me encontré con otra medicina. Sus tiempos eran otros: él atendía a cada paciente sin reloj, con el tiempo necesario hasta entender qué le pasaba y cuál era el origen de sus problemas.

Con su parsimonia de provincia (oriundo de Santiago del Estero) hablaba con los pacientes de su matrimonio, su trabajo y sus hijos, hacía chistes y emitía consejos que podían resonar apresurados, pero las personas lo amaban. Llegamos a estar hasta una hora con algunos pacientes, mientras otros lo esperaban hasta dos o tres horas sin quejarse, se trataba de una verdadera sala de espera. Recibíamos pacientes de otras provincias de la Patagonia que viajaban a verlo y a esperarlo.

Mi padre había sido un excelente cirujano. En sus años de plenitud, allá por 1980 llevó a cabo una cirugía de hígado ultracompleja que motivó su reconocimiento internacional: era la segunda vez que se hacía en el mundo. Pero cuando cumplió 60 años, mi madre “le sacó la roja” porque no estaba nunca en casa, y dejó los quirófanos. Se dedicó a algo más tranquilo: a la gastroenterología clínica. No paraba de estudiar ni un solo día, leía todo libro que veía, aunque no estuviera avalado por la ciencia. Esto nos traía discusiones: yo venía de una formación muy rígida y descreía de todo aquello no demostrado “científicamente”.

Los primeros meses a su lado fueron transformadores. Sus pacientes contentos de conocerme lo elogiaban en todo momento. “Tu papá me cambió la vida”, “tu viejo me salvó de la depresión”, “tu papá me curó la artrosis”, “tu viejo me curó la gastritis, el colon irritable, el vértigo y la psoriasis…”. Eran piropos que recibíamos a diario en el consultorio y en las calles de nuestro pueblo. Me parecía, en principio, exagerado. ¿Sería el efecto placebo? ¿Acaso los curaba con la palabra? ¿Cuál era el secreto de su éxito?

Según él, su secreto era algo que no había escuchado nunca: poner a descansar al aparato digestivo a través de una correcta alimentación. “Hay algo funcionando mal en el intestino que afecta el resto del cuerpo. Pareciera que algo pasa a la sangre con el alimento e irrita a otros órganos. Lo vengo observando hace años aunque no encontré nada escrito en ningún lado. Vos sacale al paciente todo lo que inflama el intestino: harinas, azúcar, procesados, lácteos, legumbres y algunos vegetales. Que sea bien estricto sin nada de deslices, por un par de meses. Vas a ver que esa persona no tiene nunca más proble­mas digestivos y se le mejora todo, la migraña, la artrosis y hasta la depre”.

Al principio descreía de tanta magia: el efecto placebo del buen trato y la empatía es capaz de sanar a la persona como un todo, pensaba. Pero me llamaba la atención lo bien que andaban nuestros pacientes, en especial, los que ya habían fracasado con los tratamientos convencionales.

Los primeros meses veíamos los pacientes juntos. Una tarde se presentó Claudia, una señora muy prolija de una ciudad cercana, con una historia de colon irritable refractario. Cuando mi padre le preguntó por otros síntomas asociados, ella respondió: “Nada más, doctor, solo algo que no es de su incumbencia, sufro migrañas diarias hace diez años y me atiendo en el Hospital Italiano”. A los veinte días de iniciado su tratamiento, la mujer volvió a vernos fascinada: su colon irritable estaba controlado. Pero lo más sorprendente es que después de diez años su migraña había desaparecido.

En otra oportunidad recibimos a Marta, la abuela de un amigo que venía padeciendo de toda la vida severa distensión abdominal. En los últimos tiempos su salud se había deteriorado debido a recurrentes ataques de pánico.

Luego de descartar enfermedades orgánicas, le recomendé la dieta de mi padre y, preocupado por su estado anímico, le indiqué sin dudar un medicamento para la ansiedad, con el fin de estabilizar sus químicos cerebrales... A los quince días volvió feliz. Por primera vez en años, no solo su cuadro digestivo había desaparecido, sino que para su alegría ya no padecía más ataques de pánico. Orgulloso, le comenté: “¿Vio, señora? ¡Estos medicamentos para la ansiedad son buenísimos!”, “No, doctorcito -me dijo-, no me animé a tomarlo. Pero creo que no hace falta, con la dieta que me dio me siento perfecta”.

Las historias de Marta y Claudia tenían un denominador común: habían mejorado los síntomas extradigestivos como por arte de magia al arreglar su aparato digestivo. En ellas, durante los meses posteriores de seguimiento detecté un mismo patrón: los síntomas reaparecían cuando algo irritaba su sistema digestivo. En el caso de Marta, era solo el exceso de trigo cuando estaba nerviosa. En el de Claudia los síntomas volvían cada vez que ingería trigo, lácteos o recibía analgésicos...

¿Qué pasaba en el intestino que impactaba con tanta fuerza en otros órganos?

Empecé a interiorizarme cada vez más en el asunto. Empecé buscando en PubMed, el buscador online de la biblioteca de Nueva York, la “biblia” de las publicaciones científicas, pero me decepcioné rápidamente. Encontré poco y nada escrito al respecto, solo algo escueto de alguna manifestación extraintestinal del colon irritable, pero nada sobre su origen ni cómo abordarla.

Entonces, me propuse interrogar más a fondo a mis pacientes. Me motivó más en mi nueva tarea descubrir que la mayoría de los pacientes digestivos en el interrogatorio dirigido también manifestaban síntomas asociados como cefaleas, edemas, hormigueos, fatiga, alergias o artralgias. ¿Cómo explicar estos fenómenos?

Después de mucho investigar, finalmente encontré algo interesante.