Retablos, prestigio y dinero - Matilde Miquel Juan - E-Book

Retablos, prestigio y dinero E-Book

Matilde Miquel Juan

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Beschreibung

Desde la segunda mitad del siglo XIV, Valencia inicia un progresivo ascenso social y económico que se plasmó artísticamente en la llegada de maestros pintores de diferentes procedencias, lo que dio lugar a la realización de obras de arte de gran calidad en un ambiente muy favorable. Es el inicio y punto de referencia del llamado Siglo de Oro valenciano. Este libro se centra en el análisis del período del gótico internacional en Valencia desde una amplia perspectiva y estudia la aparición y la trayectoria de cada uno de los grandes pintores o los patronos que consolidaron a Valencia como un importante foco del gótico internacional en el Mediterráneo. Además de la originalidad del enfoque utilizado, las novedades documentales son una de las claves del libro, ya que arrojan una luz mayor y abren caminos para descifrar el complejo panorama artístico de la Valencia de 1400.

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Seitenzahl: 818

Veröffentlichungsjahr: 2011

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RETABLOS, PRESTIGIO Y DINERO

TALLERES Y MERCADO DE PINTURA EN LA VALENCIA DEL GÓTICO INTERNACIONAL

Matilde Miquel Juan

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, foto químico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

© Del texto: Matilde Miquel Juan, 2008

© De esta edición: Universitat de València, 2008

Coordinación editorial: Maite Simón

Realización ePub: produccioneditorial.com

Cubierta:

Ilustración: Gonçal Peris, Milagrosa misa de San Martín. Detalle del retablo de San Martín.

Valencia, Museo de Bellas Artes

Diseño: Celso Hernández de la Figuera

Corrección: Pau Viciano

ISBN: 978-84-370-7141-1

¿Qué es el libro?

El libro es lumbre del corazón;

Espejo del cuerpo,

Confusión de vicios;

Corona de prudentes;

Diadema de sabios;

Honra de doctores;

Vaso lleno de sabiduría;

Compañero de viaje;

Criado fiel;

Huerto lleno de frutos;

Revelador de arcanos;

Aclarador de oscuridades.

Preguntado responde,

Y mandado anda deprisa,

Llamado acude presto,

Y obedece con facilidad.

Fin.

Codex Miscellaneus. Siglo XI. Toledo.

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

CITA

ABREVIATURAS / ARCHIVOS

EQUIVALENCIAS

PRÓLOGO

PRESENTACIÓN

INTRODUCCIÓN: PINTORES Y SOCIEDAD EN UNA CIUDAD TARDOMEDIEVAL

VALENCIA Y EL GÓTICO INTERNACIONAL EN EUROPA

LA CIUDAD COMO MEDIO SOCIAL DEL TRABAJO ARTÍSTICO

I. PINTAR POR ENCARGO

LOS PATRONOS Y LOS MECENAS

1. LOS CLIENTES DE LOS PINTORES EN LA CIUDAD DE VALENCIA

1.1 Las mujeres del arte

2. LA CORTE REAL: LA INNOVACIÓN AL SERVICIO DEL PODER Y LA FAMA

3. EL GOBIERNO MUNICIPAL: EL DECORO DE LA URBE. LA FIGURA DEL PINTOR DE LA CIUDAD

4. LA IGLESIA COMO CLIENTE Y PROMOTORA DE EMPRESAS ARTÍSTICAS: LA NECESIDAD LITÚRGICA Y EL PRESTIGIO DE LAS DEVOCIONES

4.1 La alta jerarquía eclesiástica

4.2 Encargos de clérigos e iglesias parroquiales

4.3 Corporaciones de oficio

5. LOS PROHOMBRES. EL PATRICIADO URBANO EN BUSCA DE UN PAPEL EN LA SOCIEDAD. PARTICIPACIÓN E IMITACIÓN

6. LA MÀ MITJANA: LAS OBRAS CONVENCIONALES

7. CONCLUSIONES

II. PINTAR EN EL OBRADOR

ELARTESANO EN LA EDAD MEDIA. DISPOSICIÓN DELTALLER E IDENTIDAD ARTÍSTICA

1. EL ARTESANO EN LA EDAD MEDIA. LA FORMACIÓN DE LAS CORPORACIONES Y COFRADÍAS DE OFICIO. EN EL SENO DEL GREMIO DE FRENEROS DE LA CIUDAD DE VALENCIA: LOS PINTORES

2. LA DIRECCIÓN DEL TALLER: EL MAESTRO

2.1 El monopolio del taller local: Pere Nicolau y sus sucesores

2.2 Los artistas foráneos: Marçal de Sas y Starnina

2.3 El maestro itinerante: Miquel Alcanyiç

3. LA JERARQUÍA DEL TRABAJO: EL OFICIAL Y EL APRENDIZ. LAS ESTRATEGIAS DE PRODUCCIÓN

3.1 Los contratos de aprendizaje o de afermament

3.2 Los invisibles del obrador: los oficiales

3.3 Estrategias de producción: la asociación, la subcontrata y las colaboraciones. La movilidad de los artistas y sus talleres

4. LOS ARTESANOS DECORATIVOS: LOS PINTORES DE COFRES, BANDERAS, ESCUDOS, CORTINAS Y ENTREMESES

5. EL LUGAR DE TRABAJO Y APRENDIZAJE. LOS LUGARES DE VENTA. LA CASA DEL ARTISTA

6. LOS VÍNCULOS SOCIALES Y FAMILIARES. LA VIDA ECONÓMICA DEL ARTISTA

7. CONCLUSIONES

III. PINTAR PARA EL MERCADO

EL MERCADO DE LA PINTURA

APÉNDICE

RETABLOS

DOCUMENTOS

BIBLIOGRAFÍA

ILUSTRACIONES

ABREVIATURAS

AAV

Archivo de Arte Valenciano

ABMAB

Anales y Boletín de los Museos de Arte de Barcelona

ACCV

Anales del Centro de Cultura Valenciana

AEM

Anuario de Estudios Medievales

AIA

Archivo Ibero-Americano

BMICA

Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar

BSAL

Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana

BSCC

Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura

CEHA

Congreso Español de Historia del Arte

CHCA

Congreso de Historia de la Corona de Aragón

EUC

Estudis Universitaris Catalans

RABM

Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

RABLB-

Real Academia de las Buenas Letras de Barcelona

ARCHIVOS

ACA

Archivo de la Corona de Aragón

ACB

Archivo Catedral de Barcelona

AHN

Archivo Histórico Nacional

AHPB

Archivo Histórico de Protocolos de Barcelona

APCP-

Archivo de Protocolos del Colegio del Patriarca, Valencia

ARV

Archivo del Reino de Valencia

MR

Mestre Racional

RC-

Real Cancillería

RP-

Real Patrimonio

AMV

Archivo Municipal de Valencia

EQUIVALENCIAS

Sistema monetario

ARAGÓN

1 florín de Aragón – 10 sueldos

CATALUÑA

1 libra – 20 sueldos

1 florín de Aragón – 11 sueldos

MALLORCA

1 libra – 20 sueldos

VALENCIA

1 libra – 20 sueldos

1 florín de Aragón – 11 sueldos

Dimensiones[*]

ARAGÓN

1 palmo – 0,19 centímetros

CATALUÑA

1 palmo – 0,19 centímetros

MALLORCA

1 palmo – 0,19 centímetros

VALENCIA

1 palmo – 0,22 centímetros

[*] No se presentan las de todos los retablos conocidos, únicamente las de una selección. Debido a los problemas de equivalencias monetarias entre el precio del sueldo en los diferentes territorios de la Corona de Aragón la comparación del precio de los retablos, así como también el valor económico del metro cuadrado, resulta difícil y deja inconclusa una labor muy interesante.

PRÓLOGO

La ciudad de Valencia fue un gran emporio artístico para la pintura del gótico internacional. Entre 1390 y 1440 las prácticas en la pintura de retablos y la iluminación de manuscritos caracterizadas por el dibujo refinado, el cromatismo brillante y la combinación desigual de la estilización y el naturalismo más crudo anidaron en los talleres valencianos y contaron con la adhesión de los principales promotores de encargos. Un buen número de retablos y códices iluminados dispersos en museos, bibliotecas y colecciones de Europa y América acreditan por sí solos el abolengo de esta etapa de la pintura en Valencia y han atraído con razón el interés de los historiadores del arte españoles y extranjeros desde hace mucho. Se ha acumulado así un volumen de artículos, monografías y catálogos de exposiciones desafiante para la capacidad de los investigadores que han venido después, quienes se han visto obligados a revisar con detenimiento la historiografía y ponerla en orden antes de definir un punto de vista propio. No siempre el recorrido por el laberinto de atribuciones, publicaciones de fuentes documentales, precisiones cronológicas y clasificaciones iconográficas ha sido fácil y algunos no han conseguido escapar de él o esperan aún el hilo de Ariadna que les ayude a salir de allí. Fragmentos de esa madeja se encuentran en una gran cantidad de contratos, cartas de pago y otros registros que atesoran los archivos valencianos y forasteros, como se han dado a conocer en los últimos años en número creciente y con criterios modernos de edición a través de la serie Documents de la pintura valenciana medieval i moderna de la que ya han aparecido dos volúmenes en la colección Fonts Històriques Valencianes, editada por la Universitat de València. Noticias frescas llegan también del análisis técnico de las obras propiciado por los trabajos de conservación que emprenden restauradores y de nuevos enfoques que devuelven al ámbito valenciano pinturas antes desarraigadas de adscripción dudosa.

A comienzos del siglo XXI, doscientos años después de que la pintura del gótico internacional empezara a llamar la atención de la historia del arte y del coleccionismo, parecía llegado el momento de detenerse en el intrincado panorama bibliográfico y documental y plantearse nuevas preguntas ante las obras y las noticias escritas que se tenían de ellas. Esta labor se planteó hace años Matilde Miquel Juan y la llevó a cabo en su tesis doctoral Talleres y mercado de pintura en Valencia (1370-1430), que defendió con brillantez en la Universitat de València en octubre de 2006. Por supuesto importaba más que las preguntas estuvieran bien formuladas y fueran pertinentes, que la respuesta alcanzada o pendiente, pero la autora ha sabido dar contestación, siquiera fuera parcial o provisional, a la mayor parte de ellas, sin descuidar la aportación de documentos inéditos o apenas considerados por la historiografía precedente.

El panorama aparecía desde el comienzo interesante, sobre todo si consideramos que estamos hablando de una ciudad comercial pujante en el Mediterráneo, capital de un reino de la Corona de Aragón, en la que un puñado de pintores concentraron la mayor parte de los encargos, se asociaron cuando les convino y observaron alternativamente como competidores y colaboradores a sus colegas de profesión. A su manera, Valencia era entonces una corte ocasional y un mercado de pintura en ebullición que tenía en el retablo su producto estrella. En la práctica el mercado valenciano de pintura estaba poco regulado, pero quedaba mediatizado por la oferta, la demanda y las orientaciones del gusto que marcaban la corte y una elite de promotores artísticos. Los trabajos de Joaquín Yarza han marcado el cuestionario para los investigadores que se ocupan de las artes figurativas en la Corona de Aragón de los siglos XIV y XV, definiendo nuevas categorías como la de artista-empresario y situando a los artífices en su entorno social y cultural. Miguel Falomir, que codirigió esta tesis doctoral, había indicado el camino para explorar la etapa del gótico internacional con sus estudios sobre la pintura valenciana del Renacimiento, pero era preciso emplear otras herramientas y puntos de vista para operar en el contexto del brillante período 1370-1430.

Muchas cuestiones atañen a los artesanos-artistas que fueron los pintores de la Valencia de 1400 y a los clientes e instituciones para los que trabajaron. De dónde venían, cómo aprendían su oficio, en qué condiciones lo practicaban en los talleres y los criterios con que se estipulaba su remuneración son algunas de las más importantes. La manera de elegir a los pintores y carpinteros que realizaban los retablos, las aspiraciones de quienes los encargaban y su voluntad de invertir en este singular producto artístico por razones de piedad, prestigio y emulación son el otro campo fundamental de esta investigación. Pintores y clientes se encontraban en un mercado dinámico y plural, competitivo y abierto a la innovación por cuanto falto de una sólida tradición anterior, en un momento en que la marcha de la pintura europea se aceleraba y se inflamaba con el fasto de las cortes y la movilidad de los artistas mientras la rueda de la fortuna no cesaba de girar: la riqueza se redistribuía en medio de clamorosas desigualdades que los privilegios de grupos e individuos acentúan con ahínco. La diversificación de las devociones en función de intereses particulares, familiares o de grupo se manifiesta a través del encargo de objetos artísticos de intención piadosa, a caballo entre lo público y lo privado.

El retablo se caracteriza por ser un producto costoso, complejo, tipificado pero a la vez flexible frente a la innovación, y sobre todo apto para la personalización a través del encargo. Su versatilidad para incorporar técnicas pictóricas, escultóricas y formas arquitectónicas no es la menos importante de sus características y es que en verdad la pintura sobre tabla no era todavía un género artístico. La pintura de retablos conoce así un crecimiento inusitado en las ciudades de la Corona de Aragón, reuniendo el quehacer de varios oficios artísticos y el interés de muchos promotores: nobles, prelados, magnates, comerciantes, cofradías, corporaciones de oficio y albaceas de difuntos recurren a los pintores para expresar sus inquietudes religiosas no menos que su afán de magnificencia. Es posible que para algunos de ellos la pintura sobre tabla fuera también un remedo de objetos suntuarios, con cualidades que no podían costearse, como las que tenían las joyas, los metales preciosos, los tapices, las sedas y otros productos exquisitos de las manufacturas urbanas. Precisar tales intenciones sin recurrir a explicaciones mecánicas requiere basarse en datos documentales, índices cuantitativos y cualitativos y un conocimiento particular de los clientes en su relación con los pintores, que no eran tampoco meros intérpretes pasivos de la voluntad de otros: para ellos cada obra era una oportunidad de descollar en medio de una oferta quizá reñida, seguramente diversificada. En 1472, por ejemplo, el encargo al pintor Joan Reixach de un retablo de la iglesia de San Antonio abad de Valencia se realizaba «a fique nostre Senyor Déu en sia lloat e la dita església del bonaventural monsenyor Sant Antoni ne sia ornada, e així que al dit mestre Johan Reixach ne sia atribuïda molta honor, e al dit venerable comanador consolació». Los retablos eran apreciados por sí mismos como piezas integradas por tablas, entrecalles, pináculos, arquillos, un tabernáculo y figuras marginales, aunque nosotros estemos acostumbrados a fijarnos en los fragmentos de aquellos conjuntos. Las variaciones en la disposición de estos elementos son múltiples y casi siempre significativas a la hora de valorar la obra en cuestión y por ello el método comparativo puede resultar esclarecedor, como demuestra el presente libro.

La trayectoria de la autora avala la calidad de este trabajo. Formada en las aulas de la Universitat de València con Premio Extraordinario de la licenciatura en Historia del Arte, Matilde Miquel ha desarrollado su actividad investigadora como becaria del Programa Formación del Personal Investigador de la Conselleria de Cultura de la Comunidad Valenciana en el Departamento de Historia del Arte de la misma Universidad, en el Museo del Prado, el Warburg Institute de Londres, la Institució Milà i Fontanals del CSIC y el Kunsthistorisches Institut de Florencia; ha frecuentado los principales archivos valencianos y de otros centros de la Corona de Aragón y ha merecido el Premio Senyera de Investigaciones Históricas del Ayuntamiento de Valencia en 2007. Quien suscribe estas líneas ha tenido la fortuna de conocerla como alumna desde el primer curso de su licenciatura y desde entonces no ha dejado de apreciar a la estudiante brillante, a la investigadora en formación y últimamente a la colega perspicaz e industriosa que puede renovar y ampliar el conocimiento de la disciplina con sus aportaciones. Debo reconocer que ésta es la mayor satisfacción para un docente, porque da sentido a nuestra labor y augura la proyección en el tiempo de una nueva generación de estudiosos del arte gótico en tierras valencianas con plena autonomía intelectual. Cabe agradecer a Publicacions de la Universitat de València que respaldara el proyecto de publicación de un libro a partir de la tesis doctoral de la autora así como su orientación en el proceso editorial para que el resultado fuera el apetecido, si no mejor.

Amadeo Serra Desfilis

PRESENTACIÓN

Desde los primeros trabajos preparatorios esta investigación ha tenido varios cambios debidos a la propia evolución del tema. La primera transformación fue el título y todo lo que ello implicaba. Con el nombre de El artista-artesano en la Valencia medieval, 1370-1472, se iniciaron las pesquisas, pero la propia búsqueda documental y las lecturas hicieron que con la intención de mejorar y perfeccionar la visión de la pintura medieval se redujera la cronología y se ampliaran aspectos tan interesantes como la demanda y el mercado del arte. La primitiva fuente de inspiración fueron el conjunto de artículos de Joaquín Yarza sobre el artista artesano en la Corona de Aragón, y por otra parte el deseo de comprender y discernir, creemos que ni siquiera ahora podemos decir descifrar, el periodo del gótico internacional en Valencia, la situación laboral del pintor medieval en el reino valenciano y la red de relaciones personales, familiares o laborales de los clientes y mecenas.

El punto de vista empleado por el doctor Yarza resultaba completamente diferente de los habituales trabajos sobre descripción formal e iconográfica y, sobre todo, de identificación y atribución de las obras, tan frecuente en este periodo.1 En la actualidad la mayoría de los estudios sobre pintura en la Edad Media se centran en analizar las obras y asignarlas a un artista o a un taller en un intento, muy loable, por asimilar un periodo y la evolución de la historia de la pintura. Pero en el caso del gótico internacional en Valencia, por las obras conservadas y la documentación conocida, no existe un acuerdo generalizado sobre los maestros y sus pinturas, cambiando las atribuciones según unas observaciones o análisis meramente formalistas, y aunque existen y existirán estudios con muy buenos resultados, a falta de nueva documentación, nos encontramos en una callejón muy estrecho con calles sin salida, por lo que el cambio de perspectiva podía proporcionar, por lo menos, unos resultados diferentes. Por ello se ha dejado para otros estudios y artículos el análisis formal e iconográfico de las obras y los problemas de atribución.

Se trata de estudiar un periodo de la historia de la pintura valenciana a partir de la historia social, con unas preguntas y unas respuestas concretas que permitan la comprensión y la asimilación del desarrollo del gótico internacional en Valencia, en el marco de conceptos generales como el tipo de clientela que encarga pinturas y su relación con las obras que solicita, la llegada de artistas extranjeros, el modo de producción de los talleres valencianos, las estrategias de producción, los vínculos familiares entre diferentes artistas y los lugares de venta y aprendizaje. Además de otros aspectos más concretos como el cauce por el que un pintor como Pere Nicolau llegó a desempeñar un papel tan importante dentro del mundo artístico valenciano, la forma en que maestros como Gonçal Peris, Jaume Mateu o Antoni Peris ocuparon una función artesanal propia tras la muerte de Nicolau dentro del mercado del arte del reino, las conexiones entre Starnina y Miquel Alcanyiç o Pere Nicolau y Marçal de Sas, además de la tupida malla de contactos entre los clientes del periodo, o las circunstancias que explican la activa producción artística durante estos años, conformando a la ciudad en una de las capitales artísticas del gótico internacional.

Posiblemente, la vía para conseguir estos resultados haya sido ver la pintura como un oficio más, y, de hecho, si se observa el índice es posible adecuarlo a cualquiera de las artesanías medievales. Actualmente se asiste a un resurgir de los trabajos de tipo social, donde se estudian los diferentes oficios de la ciudad, tales como los notarios, los mercaderes o los especieros,2 como un tipo de investigación extendido entre los historiadores medievales. Los buenos resultados de estos estudios pueden ser la base para conocer más a fondo la figura del pintor y la producción artística medieval durante el periodo del gótico internacional. Igualmente, los excelentes análisis que han proporcionado los trabajos de los últimos años sobre arte y economía corroboran aun más una línea de estudio centrada en la historia social. Las obras de historia económica de Richard Goltdwaithe y Michael Montias,3 o los congresos publicados sobre mercado del arte y economía, centrados en aspectos artísticos y sociales, como las publicaciones de North, Ormod, Fantoni, Matthew, Matthews-Grieco, Fontaine, o la XXXIII Semana de Estudios de Prato,4 entre otros, han sido una base muy importante sobre la que se ha desarrollado una parte de este trabajo.5

El estudio tiene tres pilares fundamentales: la historia social, centrada en el análisis de los pintores como grupo artesanal y el tipo de demanda que ejercía la sociedad valenciana bajomedieval; la historia económica sobre la que bascula el capítulo del mercado del arte, sin cuyos datos no habría sido posible abordar y completar la visión del periodo; y la propia historia del arte, que nunca ha sido dejada de lado, y se desliza por todos los capítulos en un intento de comprender el papel que desempeñaron artistas y obras en el desarrollo de la pintura internacional en Valencia.

Para abordar correctamente un trabajo de estas características se ha estudiado detenidamente la documentación sobre el artista medieval en los territorios de la Corona de Aragón, con los que más afinidad tenía el análisis del pintor en el reino de Valencia.6 Pero igualmente se ha tenido muy en cuenta la bibliografía internacional sobre este tema y periodo, especialmente con Italia, en los que la comparación resultaba un medio idóneo para confrontar noticias o aportar luz a una situación que probablemente fue muy similar en toda Europa. El otro gran puntal sobre el que se apoya la investigación es el trabajo de archivo desarrollado durante estos años en Valencia y Barcelona (el Archivo del Reino, el Archivo Municipal, el Archivo de Protocolos del Colegio del Patriarca en Valencia, y el Archivo de la Corona de Aragón, el Archivo Histórico de Protocolos de Barcelona y el Archivo de la Catedral de Barcelona). Todo lo cual permite hablar de un análisis documental que asciende a más de 450 registros, y que se traduce en la aportación de 10 nuevos contratos de pintura, una asociación, una subcontrata, una tasación, varios acuerdos para la elaboración de la madera de un retablo, dos contratos de aprendizaje, y otras noticias con información relevante sobre la vida artística de la ciudad de Valencia.

Las fechas se centran en el periodo del gótico internacional por las propias características del periodo que lo hacían especialmente propenso al estudio del artista-artesano, a la movilidad de los maestros o a la producción de retablos. Aunque los años más interesantes giran alrededor de 1390, es en 1370 cuando la ciudad de Valencia solicita el compromiso de Llorenç Saragossà de residir en la ciudad, en un intento de adquirir los servicios de uno de los mejores pintores, según palabras del monarca Pedro IV el Ceremonioso. Este hecho que se puede parangonar con otros similares en ciudades italianas marca un punto sin retorno que fue favorecido por el trabajo en la ciudad de Francesc Serra II, Francesc Comes o Esteve Rovira de Chipre, mostrando el cambio de mentalidad y el deseo de crecimiento social, empleando como herramienta al arte y sus cultivadores. Y la fecha máxima es la de 1430, un año antes de que Lluís Dalmau emprendiera su viaje a Flandes, por encargo del monarca Alfonso el Magnánimo, con la finalidad de conocer y aprender la nueva pintura flamenca, por su consideración de data clave para la introducción del nuevo estilo en los territorios de la Corona de Aragón. Aunque se atiende tanto a las obras como a los maestros del internacional que sobrevivieron y confeccionaron más allá de este momento.

El presente estudio se encuentra lejos de las biografías de artistas del periodo internacional –aunque en algún momento lo parezca–, tampoco se trata de un análisis exhaustivo del gótico internacional en Valencia, sino una visión sobre los clientes, los modos de producción y el mercado en aquellos aspectos que parecen más interesantes o especialmente valorados y significativos. El propio título: Retablos, prestigio y dinero. Talleres y mercado de pintura en la Valencia del gótico internacional, ya indica una orientación dirigida al estudio del tipo de demanda, con un análisis concreto de determinadas personalidades especialmente significativas, como el infante Martín, y luego rey Martín I, el obispo de Cerdeña, Joan de Becciaco, los canónigos de la catedral de Bernat Carsi, Francesc Martorell, Miquel del Milacre, Rodrigo de Heredia, Pere Guitardi, además de burgueses y nobles como Alfonso de Aragón, o el Viejo, Pere Torrelles, Vidal de Blanes, Nicolau Pujades, entre otros, y el tipo de obras religiosas que solicitaban. El segundo capítulo, núcleo de la investigación, se centra en los modos de producción y desarrollo del trabajo del pintor dentro del taller, con un estudio de los diferentes tipos de maestros que desplegaron su actividad en la ciudad, la labor de los aprendices y su jerarquía de taller, y los lugares de venta. La última parte, y la conexión entre el cliente y el pintor, es el estudio del mercado del arte en Valencia, con el análisis de las novedades técnicas que favorecieron la práctica de la pintura en Valencia, que garantizaron el éxito de los encargos y el deseo de los clientes de solicitar obras de arte como aspectos sociales que hicieron posible una actividad artística como la documentada en la ciudad de Valencia durante el periodo del gótico internacional.

* * *

Me gustaría agradecer a mis directores de tesis, Amadeo Serra Desfilis y a Miguel Falomir Faus, el apoyo mostrado y los inspiradores consejos e ideas que hemos compartido durante años. Tras la lectura de la tesis esta investigación se enriqueció de las sugerencias e indicaciones de los miembros del tribunal: Joaquín Yarza Luaces, Andrea De Marchi, Francesca Español, Jesús Criado Mainar y Juan Vicente García Marsilla, a los cuales agradezco sus consejos y la atenta lectura que hicieron de la investigación.

Este trabajo no hubiera sido posible sin la beca de investigación otorgada por la Conselleria de Cultura de la Generalitat Valenciana iniciada en noviembre de 2001, y su ayuda en las estancias de investigación en el Warburg Institute de Londres, el Departamento de Estudios Medievales de la Institució Milà i Fontanals, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Barcelona y el Kunsthistorisches Institute de Florencia. Centros donde he encontrado el apoyo intelectual de Charles Hope, Maria Teresa Ferrer Mallol, Roser Salicrú, Carl Strehlke y Maria Teresa Filieri. Siempre estimulante fue el intercambio documental y científico con los colegas de archivo y biblioteca durante dichas estancias: Juan Luis González, Alexandra Beuchamp, Daniel Duran, Sthephane Pequinot, Carles Vera, Ester Redondo, Veracruz Miranda y Encarna Montero. Y en los archivos valencianos de Vicent Graullera, María José López, Juan Corbalán de Celis, Jaime Richard, y la colaboración de Federico Iborra y Carme Llanes.

Mi agradecimiento alcanza a los amigos: Marisa Vázquez de Ágredos, Begoña Cortés, Alma Vidal, Laura Marín, Esperanza González, Beatriz Sánchez, Eliseo, Carolina Pelaz, Pablo González y José Gresa. Y, especialmente, a Miguel Rivera Dorado que siempre ha estado a mi lado y ha revisado muchos de los capítulos, apoyándome y mostrándome su cariño. Y, por último, a mi familia y a Pilar y Remedios Porcar por acompañarme durante estos años.

[1]. A los estudios de Joaquín Yarza («Artista artesano en el gótico catalán», Lambard (Estudis d’art medieval), III, 1987, pp. 129-169; «El pintor en Cataluña hacia 1400», en Artistes, artisans et production artistique au Moyen Age, vol. I, París, Picard, 1986, pp. 381-405; «El artista gótico hispano», en Actas del I Curso de Cultura Medieval (Aguilar de Campo, octubre 1989), 1991, pp. 29-43; «Artista-artesano en la Edad Media hispana», en L’artista-artesà medieval a la Corona d’Aragó (Lleida 14-16 enero 1998), Lleida, Universitat de Lleida, 1999, pp. 7-58), hay que añadir las contribuciones de otros autores en X. Barral i Altet, Artistes, artisan et production artistique au Moyen Âge, 3 vols., París, Picard, 1987, y dentro del ámbito de la Corona de Aragón la edición de Yarza sobre L’artista-artesà medieval a la Corona d’Aragó, de 1999.

[2]. E. Cruselles, Los mercaderes de Valencia en la Edad Media, Lleida, Milenio, 2001; J. M. Cruselles, Els notaris de la ciutat de València. Activitat profesional i comportament social a la primera meitat del segle XV, Barcelona, Fundació Noguera, 1998; C. Vela, L’obrador d’un apotecari medieval segons el llibre de comptes de Francesc ses Canes, Barcelona, 1378-1381, Barcelona, Institució Milà i Fontanals, CSIC, 2003. Los ejemplos son múltiples: J. Aurell, Els mercaders catalans al Quatre-cents. Mutació de valors i procés d’aristocratizació a Barcelona (1370-1470), Lleida, Pagès editors, 1996.

[3]. R. A. Goldthwaite, The building of Renaissance. Florence: An economic and social history, Baltimore, John Hopkins University Press, 1980; íd., Wealth and the demand for art in Italy,1300-1600, Baltimore-Londres, Johns Hopkins University Press, 1993; íd., «The Empire of Things: Consumer demand in Renaissance Italy», en F. W. Kent, P. Simons y J. C. Eade, Patronage, art, and society in Renaissance Italy, Oxford, Clarendon Press, 1987, pp. 153-175; J. M. Montias, «Cost and value in seventeenth-century Dutch Art», Art History, vol. 10, núm. 4, 1987, pp. 455-466; J. M. Montias, «Notes on economic development and the market for painting in Ámsterdam», en S. Cavaciocchi, Economia e arte. Secc. XIII-XVIII,. Instituto Internzionale di Storia Economica

«F. Dantini». XXXIII Settimana di Studi, Prato, 2001, pp. 115-130, principalmente.

[4]. L. Campbell, «The market in the Southern Netherlands in the Fifteenth century», The Burlington Magazine, 877, vol. CXVIII, 1976, pp. 188-198; M. North (ed.), Economic History and the Arts, Colonia, Böhlau Verlag, 1996; M. North y D. Ormrod (eds.), Art Markets in Europe, 1400-1800, Hampshire-Vermont, Ashgate, 1999; M. Fantoni, L. C. Matthew y S. Matthews-Grieco, The Art Market in Italy, 15th-17th centuries (Il Mercato dell’Art in Italia. Secc. XV-XVII), Módena, Franco Cosimo Panini, 2003; S. Cavaciocchi, Economia e Arte, Atti della «Trentatessesima Settimana di Studi», Istituto Internazionales di Storia Economica «F. Datini», Prato, Le Monier, 2001. Junto con otras publicaciones como: G. Neher y R. Shepherd, Revaluing Renaissance Art, Aldershot, Ashgate, 2000.

[5]. Centrándose en el arte valenciano de los siglos XIV y XV, recientemente ha aparecido: J. V. García Marsilla, «La demanda y el gusto artístico en la Valencia de los siglos XIV y XVI», en X. Company, J. Aliaga y V. Pons, La Llum de les Imatges. Lux Mundi, Xàtiva, 2007, Valencia, Generalitat Valenciana, 2007, pp. 374407; íd., «El precio de la belleza. Mercado y cotización de los retablos pictóricos en la Corona de Aragón (s. XIV y XV», en P. Guichard, C. Denjean (eds.), Des valeurs et des prix dans les sources médiévales. Hommage à Maurice Berthe, Toulouse, Université Toulouse-Le Mirail, 2008, pp. 192-221 (en prensa).

[6]. Nos referimos principalmente a: J. Sanchis Sivera, La catedral de Valencia, Valencia, Imprenta Francisco Vives Mora, 1909; íd., «Pintores medievales en Valencia», EUC, vol. VI, 1912, pp. 210-246, pp. 296-327, pp. 444-471; y vol. VII, 1913, pp. 25-103; íd., Pintores medievales en Valencia, Barcelona, L’Avenç, 1914. (reed. 1996); M. Serrano y Sanz, «Documentos relativos a la pintura en Aragón durante los s. XIV y XV», RABM, vol. IX, 1915 (I), pp. 147-166; vol. XXXIV, 1916a (I), pp. 462-492; 1916a (II), pp. 409-421 y 411-428; 1917 (I), pp. 92-101 y 103-11; 1917 (II) pp.357-359; 1918, pp. 103-113; J. Sanchis Sivera, «Pintores medievales en Valencia», AAV, 1924, pp. 3-29; 1928, pp. 3-64; 1929, pp. 3-64; 1930, pp. 2-110; J. M. Madurell Marimón, «El arte en la comarca Alta de Urgell», ABMAB, vol. IV, núm. 1-2, 1946, pp. 9-172; vol. III, núm. 4, 1945, pp. 259-340; vol. IV, núm. 3-4, 1946, pp. 297-416; íd., «El pintor Lluís Borrassà. Su vida, su tiempo, sus seguidores y sus obras. I. Texto apéndice documental. Índices», ABMAB, vol. VII, 1949, pp. 9-326; vol. VIII, 1950, pp. 7-387; vol. X, 1952, pp. 7-365; L. Cerveró Gomis, «Pintores valentinos, su cronología y documentación», ACCV, 1960, pp. 226-257; 1963, pp. 63-156, y 1964, pp. 83-136; íd., «Pintores valentinos, su cronología y documentación», AAV, 1956, pp. 95-122; 1965, pp. 22-26; 1966, pp. 19-30; 1968, pp. 92-98; 1971, pp. 23-36 y 1972, pp. 44-57; G. Llompart, La pintura medieval mallorquina. Su entorno cultural y su iconografía, 4 vol., Palma de Mallorca, Luis Ripoll, 1977.

INTRODUCCIÓN: PINTORES Y SOCIEDAD EN UNA CIUDAD TARDOMEDIEVAL

VALENCIA Y EL GÓTICO INTERNACIONAL EN EUROPA

A partir de la realización de las exposiciones de 1962 y 1964 sobre el gótico internacional, international style o tardogótico, la información sobre el estilo ha cambiado mucho y en los últimos años se asiste a una revalorización del periodo con una mayor profusión tanto de catálogos como de artículos de investigación y libros. Cada una de las escuelas nacionales de historia del arte ha tomado un camino y ha realizado unos estudios especializados según su producción artística, que hoy en día resultan fundamentales para acercarse al conocimiento del periodo internacional en Europa. Pero, lo que más se necesita en la actualidad es una publicación que tenga la voluntad de aunar las diferentes características del estilo de forma global y europea, más allá de las características francesas, bohemias, italianas o españolas. Se trata de un esfuerzo ímprobo, puesto que existe una amplia bibliografía que según los países se centra en diferentes aspectos como la identificación de las obras y los artistas (Italia), el especial interés por los clientes y la demanda (el importante patronazgo desarrollado por la familia Valois en Francia), o cierto desconocimiento (debido a la lengua de publicación principalmente, la antigua zona de Bohemia), que resulta difícil de integrar y, sobre todo, de analizar desde cierta perspectiva, con la intención de extraer unas conclusiones que conduzcan a ideas generales sobre el periodo y el estilo.

Desde que en 1888 Louis Courajoud pronunciara su conferencia en l’École du Louvre definiendo las primeras características del courant internacional,1 como él lo definió, debieron pasar más de 70 años para que en 1962 se celebraran las dos primeras exposiciones sobre el movimiento; en Viena (AA.VV., Europäische Kunst um 1400, Viena, Kunsthistorisches Museum, 19622) y en Baltimore (P. Verdier, The Internacional Style. The Arts in Europe around 1400, The Walters Art Gallery Baltimore, 1962). A partir de ese momento el movimiento ha sido reconocido y confirmado por todos los historiadores. En los últimos años los esfuerzos de las diferentes escuelas han sido mayores: en Francia durante el 2004 se llevaron a cabo varias exposiciones centradas en estudiar la importancia de París alrededor de 1400 y el importante patronazgo desarrollado por Carlos VI y la familia real.3 Era una puesta al día de las obras y sus técnicas, los artistas, temas iconográficos, clientes y cuestiones de estilo que ayudan mucho a comprender el desarrollo del internacional en Francia y su nacimiento alrededor de la ciudad parisina. En la zona bohemia, más allá del trabajo y su traducción en diferentes idiomas de Jan Bialostocki, la bibliografía es bastante desconocida, aunque actualmente se están publicando investigaciones en inglés que ayudan a la revalorización de este periodo en la zona central de Europa.4 En Inglaterra, debido al escaso desarrollo del movimiento, y a pesar del excepcional díptico Wilton, la historiografía se ha centrado en escasas ocasiones en el periodo.5 En Italia se asiste a una revisión constante del periodo tardogótico, de sus obras y artistas, en un intento de deslindar personalidades y afianzar la obra de los diferentes artistas dentro de su contexto y buscando una comprensión mayor de la evolución del estilo según las zonas y maestros. Se trata de una de las escuelas más activas, donde las publicaciones son abundantes y los investigadores han marcado una trayectoria de trabajo excepcional, desde las publicaciones de Boskovits, Bellosi, Sricchia Sartoro, Filieri o De Marchi,6 a la aportación norteamericana de Strehlke,7 entre otros.

En España la situación es bastante diversa. En la Corona de Castilla los estudios son dispersos y se encuentran principalmente en artículos de investigación, a falta de una revisión de un periodo no excesivamente apreciado por la calidad y cantidad de las obras, en pro de un hispanoflamenco mucho más valorado. Mientras que en la Corona de Aragón se asiste a una revalorización constante del movimiento, tanto por el número de obras conservadas como por la maestría de muchas de ellas. En Aragón los estudios de M.ª Carmen Lacarra sobre la figura del pintor en Aragón y el papel del mecenazgo,8 y de Jesús Criado Mainar y María Teresa Ainaga Andrés sobre la saga de los pintores Estencop,9 resultan muy interesantes. En Barcelona la figura de Lluís Borrassà ha centrado toda la atención desde el trabajo de Gudiol hasta las publicaciones de Ruiz y Quesada.10 Y actualmente destacan los estudios sobre Bernat Martorell y el retablo de san Pedro de Púbol,11 o el estudio del gótico internacional en Girona de Molina i Figueras, además de los trabajos más generales sobre la Cataluña medieval, entre otros,12 los cuales proporcionan una mirada vasta y completa del periodo. En Mallorca la visión del gótico internacional, tras la importante obra de Gabriel Llompart, y el catálogo de la exposición de Mallorca Gótica, bajo la dirección del mismo Llompart, se ha visto aumentada con la publicación de la tesis doctoral de Tina Sabater sobre la pintura del cuatrocientos en Mallorca, y todos estos trabajos debido a la movilidad de los pintores de la isla a la península, muestran un intento de aunar la visión del estilo entre los territorios de la Corona de Aragón.13 Igualmente en Valencia a partir de la tesis de José i Pitarch14 los esfuerzos se han intensificado con los trabajos de Hériard Hubreuil,15 Joan Aliaga, Ximo Company,16 José Gómez Frechina,17 y los artículos de Josep Ferre, Carme Llanes, Encarna Montero en pintura, y Nuria Ramón Marqués en miniatura.18

En general, una revisión del tema vendría dada por el catálogo del Renacimiento Mediterráneo, exposición celebrada en Madrid y Valencia durante el año 2001. Las aportaciones del catálogo son verdaderamente muy interesantes, puesto que además de agruparse obras de diversas procedencias europeas, bajo la dirección de Mauro Natale, se han reunido un grupo de investigadores de diferentes países para unificar criterios y aportar nuevos conceptos artísticos alrededor del Mediterráneo.19 A excepción de este catálogo, la mayoría de los estudios muestran una mirada muy centrada en un territorio, o un artista, cuando hay que tener en cuenta que posiblemente la característica que mejor define el gótico internacional es la movilidad: los viajes de artistas o de personajes de un lugar a otro, las cosmopolitas relaciones entre los diferentes estratos de poder de toda Europa, el movimiento de obras de arte –generalmente miniaturas y orfebrería– en busca de un dueño y, en general, la rapidez con que las ideas, los estilos y las corrientes artísticas circulaban de un territorio a otro. Sin esta movilidad que caracterizó Europa desde 1360 hasta finales del siglo XV no hubiera sido posible apreciar un arte medieval como el que se ha conservado.

Valencia ha sido reconocida tardíamente como una de las importantes ciudades del gótico internacional. Recordando las palabras de Mauro Natale y Shearman la crítica ha tardado en reconocer su papel, y mientras que en el catálogo sobre el gótico internacional de Baltimore ni siquiera aparece su nombre, en el de Viena se le cita como uno de los centros secundarios y marginales del sistema.20 Fue, sobre todo, a partir de la identificación del Maestro del Bambino Vispo con Starnina cuando se ha considerado a la urbe como una de las ciudades del internacional, citada junto a las zonas de Borgoña, Bohemia o Renania. Desde principios del siglo XX se asiste a una revalorización de la pintura medieval valenciana de manos de historiadores como Sanchis Sivera, Cerveró Gomis, Saralegui o Tormo, dentro de cuyos estudios se encuentran las figuras de Pere Nicolau, Marçal de Sas o Starnina, con la finalidad de datar, atribuir y analizar las relaciones entre las noticias recién exhumadas y las obras conservadas. A partir de la década de 1980 las publicaciones se especializan y aumentan, distinguiéndose dos caminos paralelos; uno el que siguen los autores como José i Pitarch y Heriárd Dubreuil en un intento por descubrir a los artistas y sus obras dentro de un ámbito local e hispánico, y un segundo camino, seguido por los investigadores europeos centrados en identificar a la figura del Maestro del Bambino Vispo con Starnina, confirmado en 1983 por Van Waadenoijen, y por descifrar los cambios y aportaciones del florentino a la pintura de la Toscana. A partir de esta identificación, tanto Starnina como Valencia se han introducido dentro de las rutas europeas de la historia del arte, y la ciudad en una de las capitales capaz de proporcionar respuestas en la red de artistas y obras que se configuran durante el periodo del gótico internacional.

LA CIUDAD COMO MEDIO SOCIAL DEL TRABAJO ARTÍSTICO

Tras los graves problemas que afectaron a toda la península y gran parte de Europa a mediados del siglo XIV, por las sucesivas oleadas de pestes, hambres y carestías, en el reino de Valencia se asiste desde 1370 a una cierta recuperación, patente en aspectos como el crecimiento demográfico y el aumento de la producción y el comercio. Este resurgir no afectó únicamente a la mejora del nivel de vida de los habitantes de la ciudad, sino, y sobre todo, al mayor protagonismo que ejerció Valencia dentro del Mediterráneo, como uno de los enclaves mercantiles fundamentales en determinados productos, como la lana o la cerámica. La apertura del Mediterráneo, y la fuerte atracción que ejercía para propios y extraños, implicó la llegada de gentes de las más diversas procedencias y de los más variados productos.

A pesar de sus vínculos con otros territorios y culturas, el Mediterráneo occidental siempre mantuvo una unidad de civilización, favorecida por los intercambios, y garantizada por los múltiples contactos entre los personajes de poder, ya fueran de la realeza (miembros de las familias reales, embajadores, o personas de la corte), la Iglesia (obispos, canónigos, monjes, etc), individuos del mundo mercantil (mercaderes destinados a otras ciudades) e intelectuales (estudiantes formados en otras universidades europeas). Y el lenguaje artístico fue otro medio más de comunicación y unión entre los diferentes territorios, como una especie de koiné que todos empleaban y comprendían; por ejemplo, el italogótico ha sido definido como una «“lingua franca” para los artistas del Mediterráneo europeo».21 Valencia adquiría un mayor protagonismo dentro de esta red de relaciones sociales y comerciales, de la que siempre había formado parte, pero que ahora actuaba con voz y voluntad propia en pro de sus intereses y necesidades.

La crisis de mediados del siglo XIV afectó gravemente al reino de Valencia no únicamente por la peste que asolaba cíclicamente sus territorios y sus gentes, llegando hasta el siglo XV (epidemias de peste en 1380, 1383-1384, 1395 y 1401, y durante el siglo XV en 1404, 1428, 1439, 1450, 1458, 1475-1477), sino también por una serie de penalidades que agravaron la situación: la carestía de alimentos por la falta de mano de obra, sequías, malas cosechas, y, por lo tanto, hambre, el terremoto de 1348, y desde el último tercio del siglo la guerra con Castilla y el sitio de la propia ciudad de Valencia,22 las inundaciones del Turia y el Júcar en 1406, o la plaga de langosta en 1407 y 1408,23 mermando tanto el número de habitantes, como el ánimo y la salud de la población valenciana.

Uno de los principales atractivos del reino de Valencia, dentro de los propios territorios de la Corona de Aragón, y de los europeos, es su labor en la producción agrícola especializada, con el desarrollo de cultivos considerados casi como exóticos por el resto de las grandes urbes occidentales, muchos de los cuales salieron con bastante frecuencia de los puertos valencianos. Estas siembras y manufacturas (grana, frutos secos, cereales, aceite, además de la producción de la famosa cerámica de Manises o el papel, las lanas, cueros y sedas, entre otras) procedían de una previa agricultura o artesanía de origen musulmán, lo que unido a la fascinación que podía generar Valencia como territorio de frontera y sus favorables condiciones de vida para los que allí se asentaran, configuraron a Valencia tras la conquista cristiana como un territorio de posibilidades y aventuras.

Todos los problemas que vivió la ciudad durante la segunda mitad del siglo XIV se vieron amortiguados por el periodo de crecimiento en que estaba inmersa la Corona y, a pesar de la espectacularidad de unos datos tan catastróficos, en el reino de Valencia no parece que la dinámica positiva de población se resintiera de forma irreversible, como parece que ocurrió en Cataluña y en la mayoría de los países europeos, por ejemplo en 1361 se registra 26.000 habitantes y en 1418 se calcula 36.000.24 El proceso de recuperación es más perceptible a partir de la década de 1370 cuando Valencia, coincidiendo con cierto estancamiento de Barcelona y el declive de Mallorca, emerge como una ciudad mercantil, financiera e industrial dentro del panorama mediterráneo, por el crecimiento de la población y, por tanto, de la mano de obra, y por el importante papel que ejercieron los hombres de negocios locales actuando coordinadamente en la exportación exterior y compra de productos, estimulando la propia producción local, el desarrollo de la manufactura urbana y las transformaciones del mundo rural.25

El ciclo de recuperación ya es plenamente palpable dentro de la mentalidad valenciana a principios del siglo XV cuando aparecen las expresiones de «la gran multitud del poble», «lo gran poble», «el copiós poble», «la innumerable multitud del poble de la dita ciutat», entre la documentación de la época. El sentimiento colectivo de la población y, sobre todo de sus dirigentes, era el de una regeneración tras la grave situación social que había vivido el reino, así la pujanza económica y comercial fueron los puntales que se emplearon para configurar a Valencia como una de las importantes ciudades de la Corona de Aragón, y esto es comprensible a la luz de la política urbanística y la imagen de decoro que caracterizó a la ciudad durante, al menos, la primera mitad del siglo XV (reformas urbanísticas, acequias, alcantarillado, construcción y mantenimiento de edificios públicos civiles patrocinados por la ciudad, puentes y un nuevo recinto amurallado).26 Posiblemente la palabra que mejor define el crecimiento demográfico del reino sea la de irregular, puesto que frente al despoblamiento de los territorios de la zona del Maestrazgo y las poblaciones de la orden de Montesa, la ciudad de Valencia se caracteriza por un crecimiento constante de población por la emigración desde las zonas rurales, en busca de trabajo y medios. La zona sur mostró un crecimiento espectacular a lo largo del siglo XV, duplicando y, a veces, triplicando la población con una diferencia cronológica de escasos años durante la segunda mitad del siglo XV. Hasta las décadas de 1420-1430 se puede hablar de cierto crecimiento regularizado, según los territorios, pero a partir de este momento se muestra negativo con graves pérdidas en la zona norte y centro del territorio del reino, mientras que en el sur el aumento demográfico sigue en ascenso.

Centrándonos en la ciudad de Valencia su crecimiento constante se debió a la emigración de gentes tanto de zonas rurales del reino como de otros territorios, como el castellano, donde el hambre de 1377 favoreció el traslado a zonas más ricas, dentro de un fenómeno generalizado en toda Europa a partir de la segunda mitad del siglo XIV, y donde las grandes ciudades se caracterizan por ser centros de absorción de la población procedente de ámbitos rurales o zonas más desfavorecidas. Esto se aprecia con bastante claridad en los llibres d’aveïnaments de la ciudad, donde se documentan entre 1375 y 1410 un total de 1.669 nuevas familias, además de las viudas y huérfanos que no se documentan y se conocen por otras fuentes, y los vecinos y commorantes, que se añaden al grueso de la población.27 Las zonas de estos nuevos vecinos serán preferentemente las parroquias de San Juan del Mercado, San Martín y Santo Tomás, donde precisamente la actividad menestral y comercial era más importante.28 Aun a pesar de este crecimiento constante, la falta de mano de obra especializada y residente en la capital seguía siendo una de las necesidades del municipio, por ello, el ofrecimiento de la Casa de la Ciudad a Llorenç Saragossà de permanecer en la urbe, y la ayuda económica que le procura, se encuentra dentro de las demandas de una capital en expansión. Pero el hecho de que el gobierno municipal consciente de dichas necesidades emplee todos los medios a su alcance para favorecer la llegada y establecimiento de ciertos maestros extranjeros o personajes de relevancia en el desarrollo económico y social de la ciudad, debe considerarse como excepcional a finales del siglo XIV en el panorama europeo. Eiximenis indica el fenómeno de acogida que mostraban los valencianos con palabras como estas: «bé acullents persones estranyes», lo que hace más comprensible la llegada de artistas como Pere Nicolau, Marçal de Sas y Starnina a finales del siglo XIV.29 La ciudad de Valencia se configuró así como el principal foco de atracción de todo el reino, además de por la emigración de parte de la población del campo a las ciudades en busca de trabajo y una profesión, por el aumento de tierras en manos de vecinos de las urbes y una mayor inversión de capital en zonas agrarias. Desde finales del siglo XIV estos procesos fueron estimulados por la mejora comercial y mercantil de una ciudad en crecimiento –introducción de capital extranjero, principalmente italiano–, que se tradujo en la reactivación del mundo agrícola por la comercialización de sus cultivos: se mejoraron y multiplicaron las siembras y se amplió la zona cultivable por la desecación de marjales, entre otras actividades.

Una población en constante crecimiento y en fase de adaptación por su heterogeneidad, condición social, actividades profesionales, origen regional o «nacional», además de diferencias religiosas, que generará problemas de integración social y de reinserción laboral, como lo demuestra el rechazo de los mercaderes italianos a trabajar en unas condiciones distintas a las de los locales en tierras italianas30 o, mucho más grave, la convivencia entre cristianos, judíos y musulmanes. La coexistencia de las tres religiones se vio afectada por cuestiones externas y de muy diversa índole; en el caso musulmán el recrudecimiento de la piratería berberisca y los constantes ataques a zonas costeras y rapto de cristianos,31 y en el caso judío las envidias de su posición económica y algunas predicaciones con tintes demagógicos, además del ataque a la judería en 1391, entre otras. En ambos casos se trataba de un sector de la población importante social y económicamente para el bienestar del reino y, por lo tanto, imprescindibles para su desarrollo y crecimiento, por lo que a pesar de los problemas de convivencia que podían ocasionar, las autoridades siempre se resistieron a la expulsión definitiva, que se produjo años más tarde.

El aumento de la población se hizo notar en dos frentes distintos; por una parte, en la agricultura, muy afectada por la falta de mano de obra, además de las sequías, malas cosechas, inundaciones y plagas, que ahora se veía fuertemente apoyada por una creciente población que solicitaba nuevas tierras que cultivar, lo que generó en el municipio una política de reactivación agraria y mejora de ciertas zonas pantanosas que antes eran tierras fértiles,32 con el consecuente cultivo de alimentos y productos agrarios especializados, lo que elevó a un alto grado de especialización la producción de la urbe, con plantas extrañas y drogas orientales, tal y como las denomina Eiximenis, refiriéndose al azúcar, algodón, azafrán, arroz, alheña, comino, etc, o la seda y las plantas industriales (lino, cáñamo, greda, simientes y azafrán).33 Y por otra, por la mejora del comercio exterior, bien a través de la producción y demanda propia, bien como puerto intermedio terrestre y marítimo de otras ciudades. Este segundo aspecto es muy interesante, puesto que supone la inserción de Valencia dentro de las redes internacionales del intercambio mercantil. La tendencia de la ciudad de Valencia fue la de involucrarse en un mercado de productos de consumo de coste más bajo, pero de mayor volumen y solicitados por amplios sectores de la población.34 Se aboga por un estilo de mercado que se aparta del elevado precio de determinados artículos solicitados por unas minorías, en pro de un producto demandado por la sociedad de los núcleos urbanos. Todo ello facilitado por la proliferación de centros mercantiles y rutas secundarias que provocaron el incremento de la densidad de circulación más allá de las redes principales.

El comercio fue una de las herramientas de integración y cohesión más poderosas de la Edad Media, puesto que, por encima de los problemas particulares de uno u otro territorio, primaban las necesidades mercantiles de sus ciudadanos y del propio gobierno. En el caso concreto de la Corona de Aragón, el comercio sirvió como elemento de unión dentro los diferentes reinos y de apoyo entre unos y otros al servicio de sus propios beneficios, y, en contra de la fuerte competencia que desarrollaban los mercaderes italianos, ante los cuales los aragoneses se sentían casi indefensos.

A pesar de los datos y las circunstancias sociales que transmiten una imagen de bonanza económica y social, debido a la prosperidad comercial a partir de finales del siglo XIV, y más notorio en el primer cuarto del siglo XV, hay ciertos datos negativos como el deterioro demográfico de la población del reino, en general, y del campo en mayor medida, así como la migración del campo a las ciudades, o la ruina de parte de determinados sectores urbanos, corroborada por la subida de los precios y los salarios, y el estancamiento de las rentas. Durante el siglo XV se reconocen en Valencia ciertos elementos de mejoría como la diversificación de la agricultura, la tranquilidad social en la zona rural, trabajada por la población mudéjar del reino –alejada de las reivindicaciones campesinas de otros territorios de la Corona–, la mejora estructural del comercio y la industria, adaptadas a las necesidades mercantiles del momento, y perfectamente conectadas con el mundo mediterráneo, además de una estabilidad en los precios y salarios, lo que favorecía, sin duda, una situación de mejora respecto a los años anteriores. Pero la tendencia actual para estudiar el periodo no se basa en términos absolutos de decadencia o esplendor, sino que se atiende a esos puntos intermedios que caracteriza a una sociedad con muchas facetas y puntos de vista que reflejan y explican mejor un periodo de cambios en la historia de Europa.35 Por ejemplo, se ha hablado de Valencia como una nueva capital de la Corona de Aragón, en retroceso de Barcelona, que agotada por la guerra civil interna dejó paso a una ciudad en crecimiento progresivo, pero si se analiza con más detalle, se aprecia como Valencia no pudo sustituir a Barcelona como centro organizador del comercio internacional peninsular. Las razones son varias: en Valencia no se innovaba ni se buscaban nuevos mercados, ni artículos; su estrategia de mercado se basaba en seguir los mismos esquemas empleados por el comercio catalán con la consecuente ayuda a su desarrollo; hay un retraso cronológico de Valencia en integrarse dentro de las rutas comerciales europeas; y, por último, se aprecia una participación secundaria del puerto de Valencia frente al de Barcelona, a grandes rasgos.36 Todo lo cual muestra el bajo grado de desarrollo del mercado valenciano y su dependencia de otras ciudades, principalmente Barcelona que, en ese aspecto, seguía dominando como plaza fuerte de la Corona de Aragón. El sector de la economía más evolucionado en el reino de Valencia fue, sin duda, el comercio exterior, con cambios y mejoras, y múltiples ventajas como la subordinación de un amplio territorio interior, caracterizado por mercados regionales como Toledo, Cuenca y Teruel, que tenían como salida inmediata a la urbe del Turia –y que requerían tanto de productos agrícolas locales como internacionales–. Pero la capacidad de innovación de la ciudad frente a las nuevas circunstancias no fue suficiente para erigirse como el puerto más importante de la península en el mar Mediterráneo.

Valencia, junto con Barcelona, Mallorca y Perpiñán, se convirtió a principios del siglo XV en uno de los grandes centros comerciales a nivel internacional, alojando a empresas productivas, como la de Francesco Datini en Morella, o la Strozzi en la misma Valencia. Siendo claves el comercio de telas, el afianzamiento del mercado interior y las variaciones de la demanda, y a partir de mediados del siglo XV, la conversión en punto de enlace con Andalucía, Portugal y Canarias, además de la apertura de este mercado a Europa alrededor de 1450.37 Uno de los aspectos fundamentales para la mejora del mercado en el reino de Valencia fueron las inversiones de los grupos económicamente más fuertes y el deseo de consumo de una población en pleno proceso de crecimiento.38

El poder monárquico y la ciudad de Valencia

La precaria situación económica de la monarquía desde el reinado de Pedro IV y sus hijos, así como durante el reinado de los Trastámara, Fernando I y Alfonso V, agravada por la marcha de este último a tierras italianas, tuvo como consecuencia la inestabilidad del poder real que, con frecuencia, se veía obligado a convocar cortes con la finalidad de solicitar nuevas ayudas a las ciudades con las que emprender sus empresas políticas (el viaje a Sicilia, la conquista de Nápoles, etc.) o sociales (la boda del heredero o los actos de bienvenida de un importante personaje), y a través de las cuales sus reinos reivindicaban nuevas prerrogativas y defendían sus intereses.39

La propia ciudad de Valencia tuvo que prestar en sucesivas ocasiones grandes cantidades a la familia real, con la consecuente aproximación de la urbe a los intereses y políticas de la monarquía, mostrando igualmente el intento del municipio de configurarse en una de las grandes metrópolis del Mediterráneo. A pesar del intento de los Trastámaras por limitar el poder de las entidades municipales, la iniciativa no fructificó, y tras el corto reinado de Fernando I, el gobierno de Alfonso V, con su marcha a la ciudad partenopea, dejó sin resolver las necesidades no sólo gubernativas, sino también políticas y sociales en un periodo de constantes cambios.

La precaria situación económica de la monarquía tuvo como consecuencia inmediata en el campo artístico su relajada posición de mecenas de las artes,40 y más si los comparamos con importantes promotores como la dinastía Valois en Francia en esos mismos años. Posiblemente las dos grandes excepciones fueron Pedro IV y Alfonso V. Mientras que la figura del primero comienza a revalorizarse por su intervención en las obras de reforma del palacio del Real de Valencia, además de la atracción que pudo suponer en artistas como Aloi de Montbrai, o la más conocida de Llorenç Saragossà. Alfonso el Magnánimo, y a pesar de la distancia, dejo su impronta en obras muy significativas como la capilla de los reyes del convento de santo Domingo de Valencia y el interés que siempre mostró por el arte quedó reflejado, de una u otra manera, en la vida valenciana del momento.

Una de las figuras que más apreció reveló por el reino de Valencia fue el primero infante, y después rey Martín I, que desde joven y gracias a sus posesiones en el reino valenciano prestó su ayuda en determinados momento de crisis, como fue el asalto a la judería en 1391, además de la estancia de su esposa María de Luna con la finalidad de pacificar los enfrentamientos entre ciertas familias nobiliarias.41 La muestra más clara de la presencia de Martín I en el reino es tanto la fundación de la cartuja de Valldecrist, como la del monasterio de Santo Espíritu por su esposa, María de Luna, entre otras.42

Si la unión de Sicilia a los territorios de la Corona benefició los contactos peninsulares con los territorios italianos, durante el reinado del Magnánimo y la conquista de Nápoles éstos se intensificaron. La incorporación de Nápoles, a pesar de los problemas políticos por la ausencia continuada del monarca de la península, trajo consigo una interesante etapa artística y una apertura a las novedades italianas, pero también más oportunidades para la sociedad civil valenciana que se asentaba en la nueva corte de Alfonso V en la ciudad de Nápoles: el viaje de eclesiásticos, notarios y juristas de ricas familias valencianas, el traslado de nobles y caballeros con motivo de la conquista, además del incremento de la actividad mercantil con la nueva plaza adquirida y sus territorios.

Las diferencias políticas y sociales entre los diferentes monarcas que reinaron en la Corona de Aragón también se aprecian en su posición ante el grave problema que afectaba a la Iglesia. Pedro IV exigía la indiferencia de sus ciudadanos ante el Cisma, buscando lo más beneficioso para los intereses de la Corona, mientras que la llegada al poder de Juan I y Martín I supuso el apoyo incondicional de la Corona al papa de Aviñón, generando un motivo más de discordia entre padre (Pedro IV) e hijo (Juan I), que se cerró tras la muerte del Ceremonioso. El cambio de signo de las relaciones entre la cercana corte de Aviñon y la monarquía, además del traslado de Benedicto XIII a Peñíscola, motivaron unos mayores y frecuentes contactos sociales y políticos, además de los artísticos que se tradujeron en la llegada de obras y artistas, y lo que todavía es más importante, una mentalidad receptiva a las novedades llegadas de más allá de los Pirineos.

La estructura de la sociedad valenciana

Si se atiende a las fuentes medievales que hablan sobre la composición de la sociedad medieval, y valenciana en particular, se encuentran las palabras de Francesc Eiximenis aludiendo al paralelismo entre el cuerpo humano y la comunidad, y a la existencia de diferentes partes y estamentos, cada uno de ellos con una función dentro del conjunto y una misión diferente, y al hecho de que el buen funcionamiento de una sociedad se debe al bienestar de cada uno de ellos;43 los miembros del gobierno, los caballeros y hombres de armas, los consellers, los religiosos, los menestrales y los campesinos.

La división que hace Eiximenis, a pesar de basarse en la tradicional estructura alto-medieval de monarquía, Iglesia, nobleza y campesinado atiende a la mayor diversificación de una población en aumento y a sus necesidades de vida, cada día más complejas. Las variantes se deben a la aparición del patriciado urbano y la menestralía. El patriciado urbano es el grupo social con poder político, social y económico, con una profesión liberal, capaz de desempeñar cargos de poder dentro del gobierno de la ciudad,44 mientras que el grupo menestral o artesanal se encargará de responder a la creciente demanda de productos manufacturados por parte de la sociedad local y extranjera, en consonancia con el crecimiento de las urbes y el auge del reino dentro del comercio mediterráneo. La aparición de estos grupos sociales tendrá una gran importancia en el desarrollo de las artes, puesto que bien a través de sus cargos en el poder y posición social, bien por la necesidad de mostrar el estatus de su familia, su devoción o piedad, se encargarán retablos y otros objetos artísticos que ubicarán en lugares públicos de referencia, además de en sus capillas familiares, como un elemento más de comunicación y transmisión de determinadas ideas. En el segundo caso, la posición económica más desfavorable de los artesanos y la necesidad de agruparse tanto con la intención de defender sus intereses, como de mantener y garantizar la producción, implicará la aparición de las corporaciones de oficio, que de forma comunitaria encargarán algunos de los retablos más interesantes de la pintura valenciana medieval. Esta actitud se vincula claramente con las actividades dirigidas a defender el prestigio de la ciudad, en pro de la «cosa pública», y cierto «patriotismo urbano».45