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Primera obra del ciclo «Piratas de Malasia».El protagonista de este ciclo de 11 novelases el pirata Sandokán, llamado «el tigre de Malasia», un príncipe de Borneo desposeído de su trono por el colonialismo británico (es digno de mención el hecho de que, en la misma época en que la narrativa de aventuras británica glorifica sin ambages su política colonialista -véase, por ejemplo, la obra de H. Rider Haggard-, Salgari hace protagonista de sus novelas a un resistente anticolonialista). Los británicos -y sobre todo el llamado «rajá blanco» de Sarawak, en Borneo, James Brooke, personaje que existió realmente- son los principales enemigos del héroe, quien cuenta con el apoyo de otros personajes, como su amigo fraterno, el portugués Yáñez, o Sambigliong. El ciclo mezcla dos líneas narrativas: la protagonizada por Sandokán y Yáñez, y otra, que comienza en la India, protagonizada por el indio Tremal-Naik y el mahrato Kammamuri (Los misterios de la jungla negra) en su lucha contra los malvados thugs, adoradores de la diosa Kali. Ambas líneas confluyen en la novela Los piratas de Malasia, convirtiéndose Tremal-Naik y Kammamuri en grandes amigos y seguidores incondicionales de Sandokán y Yáñez. El principal personaje femenino de la serie es la amada de Sandokán, la inglesa Lady Mariana Guillonk, llamada la «Perla de Labuán», cuyo trágico final marcará la vida posterior del héroe. Más suerte en sus amoríos tiene Yáñez, quien se convierte en príncipe consorte de Assam gracias a su matrimonio con la mahrajaní Surama. El orden de publicación de los títulos no coincide exactamente con el orden argumental. Las dos últimas novelas de la serie se publicaron tras la muerte del autor.
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Veröffentlichungsjahr: 2016
SANDOKAN - EL REY DEL MAR
SANDOKAN - EL REY DEL MAR
CAPÍTULO I-V
CAPÍTULO VI-X
CAPÍTULO XI-XVI
CONCLUSIÓN
CAPÍTULO PRIMERO - UNA EXPEDICIÓN NOCTURNA
-¡Señor Yáñez, por aquel agujero de allí abajo veo brillar una luz!
-Ya la he visto, Sambigliong.
-¿Será algún prao que esté anclado en la rada?
-No; más bien creo que se trata de una chalupa de vapor. Probablemente, la que ha conducido hasta aquí a Tremal-Naik y a Damna.
-¿Acaso vigilarán la entrada de la rada?
-Es muy posible, amigo mío -respondió tranquilamente el portugués, tirando el cigarrillo que estaba fumando. -¿Podremos pasar sin ser vistos?
-¿Crees que van a temer un ataque por nuestra parte? Redjang está demasiado lejos de Labuán, y lo más probable es que en Sarawak no sepan todavía que nos hemos reunido. A no ser que ya tengan noticia de nuestra declaración de guerra. Además, ¿no vamos vestidos corno los cipayos del Indostán? ¿Y no van vestidas ahora lo mismo que nosotros las tropas del rajá?
-Sin embargo, señor Yáñez, preferiría que esa chalupa o ese prao no estuviera aquí.
-Querido Sambigliong, no dudes que a bordo estarán todos durmiendo. Les sorprenderemos.
-¡Cómo! ¿Vamos a asaltar a esos marineros? -preguntó Sambigliong.
-¡Naturalmente!. No quiero que queden a nuestras espaldas enemigos que luego podrían molestarnos en nuestra retirada. Dejaremos libre el camino para que el Rey del Mar no se vea precisado a venir en nuestro socorro, teniendo, como tendría, que arrimarse a la costa. Podría dar un encontronazo con algún escollo. Supongo que no habrá mucha gente en esa chalupa, prao o lo que sea, y nosotros somos bastante ligeros de manos. No hay que hacer uso de las armas de fuego: solamente deben funcionar los kriss y los parangs. ¿Me habéis entendido?
-Sí, señor Yáñez -contestaron varias voces. -Pues entonces, ¡adelante y en silencio!
Esta conversación se sostenía a bordo de una gran chalupa que avanzaba al impulso de doce remos y que iba ocupada por catorce hombres, los cuales vestían el pintoresco traje de los cipayos de Sarawak: un jubón de paño rojo, pantalón de tela blanca, un pequeño turbante, también blanco, y zapatos de punta vuelta.
Doce de dichos hombres tenían un color de tez muy oscuro, asemejándose mucho a los malayos, o, por lo menos, a los dayakos; En cambio, los otros dos eran de raza caucásica, y vestían uniformes de oficiales.
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