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Emili Montserrat, uno de los especialistas en leucemia y linfoma de mayor prestigio del mundo, ha impartido conferencias y charlas al más alto nivel. Se ha propuesto compartir su conocimiento sobre la materia escribiendo un libro eminentemente práctico, pero aderezado con sabrosas anécdotas, donde ofrece pautas, consejos basados en su experiencia y todas las herramientas precisas a tener en cuenta por cualquier profesional científico para salir airoso de una charla, una conferencia científica, la escritura de un artículo, una entrevista o una mesa redonda.
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Seitenzahl: 173
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Índice
PORTADILLA
INTRODUCCIÓN
1. ¿QUÉ ES LA COMUNICACIÓN?
2. CÓMO PREPARAR UNA CONFERENCIA
3. NUEVAS TECNOLOGÍAS Y COMUNICACIÓN
4. CÓMO HACER QUE UNA CONFERENCIA SEA UN ÉXITO
5. LA IMPERIOSA NECESIDAD DE PUBLICAR
EPÍLOGO. BAJANDO EL TELÓN
PARA SABER MÁS
AGRADECIMIENTOS
ANEXO 1. BASES DE DATOS DE ARTÍCULOS Y LIBROS CIENTÍFICOS
ANEXO 2. QUÉ HAY QUE SABER SOBRE CÓMO PREPARAR UNA CONFERENCIA
ANEXO 3. NEOLENGUAJE, ANGLOGUAY, VOCABLOS Y EXPRESIONES INNECESARIAS
ANEXO 4. PALABRAS Y EXPRESIONES INGLESAS INNECESARIAS EN LA ENSEÑANZA Y LA COMUNICACIÓN
ANEXO 5. «FALSOS AMIGOS» EN EL IDIOMA INGLÉS
ANEXO 6. QUÉ HAY QUE SABER SOBRE LAS DIAPOSITIVAS
ANEXO 7. CÓMO DAR UNA CONFERENCIA CON ÉXITO
ANEXO 8. CÓMO RESPONDER A LAS PREGUNTAS
ANEXO 9. CÓMO SER UN BUEN PRESIDENTE DE UNA SESIÓN CIENTÍFICA
ANEXO 10. CRITERIOS DE LA COMISIÓN NACIONAL EVALUADORA SOBRE LA AUTORÍA DE TRABAJOS ACADÉMICOS
NOTAS
© Emili Montserrat Costa, 2022.
© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S. L. U., 2024.
Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.
rbalibros.com
Primera edición en libro electrónico: octubre de 2024.
OBDO025
ISBN: 978-84-1132-016-0
Composición digital: www.acatia.es
Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Todos los derechos reservados.
PARA PILAR Y NUESTRA ARMADA INVENCIBLE
J. B. Donovan (el abogado) —¿Nunca se pone nervioso?
R. Abel (el espía) —¿Ayudaría?
El puente de los espías,
STEVEN SPIELBERG
I keep six honest serving-men
(they taught me all I knew);
their names are What and Why and When
and How and Where and Who.
Tengo seis fieles servidores
(me enseñaron todo lo que sé);
sus nombres son Qué y Por qué y Cuándo
y Cómo y Dónde y Quién.
«Just so Stories», The Elephant’s Child
RUDYARD KIPLING
La Humanidad ha progresado en los últimos cien años mucho más de lo que lo hiciera en los anteriores sesenta mil. Los saberes crecen exponencialmente. Se calcula que en 1900 los conocimientos se duplicaban cada cien años; hoy lo hacen cada dos. El presente y el futuro de la sociedad, así como el de las personas que la conforman, dependen de la transmisión y aprehensión de conocimientos, de la comunicación.
Como parte de ese proceso, las personas intercambiamos información y debatimos conceptos e ideas. Las primeras reuniones para discutir y transmitir conocimientos científicos (los embriones de las conferencias y congresos de hoy en día) se sitúan en el siglo XVIII y se multiplicaron muy rápidamente al igual que lo hacían las sociedades científicas.
Más cerca en el tiempo, decía el escritor, filósofo y periodista Eugenio d’Ors hace casi un siglo que, «a partir de las ocho de la tarde o das una conferencia o te la dan». Pues bien, estamos en el siglo xxi. ¿Cuántas reuniones, presentaciones de negocios, conferencias o ruedas de prensa se celebran cada día? Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que decenas de millones.
Sin embargo, para muchas personas, incluso para aquellas cuya profesión contempla, en buena medida, la exposición pública de sus ideas o hallazgos profesionales, hablar en público es algo que les resulta muy difícil.
Tengo buenas noticias para ellas: hablar bien en público es algo que se puede aprender. Y resultar, además, divertido.
Debido a mi trayectoria profesional como profesor de universidad y al generoso reconocimiento de muchos colegas a mi tarea como docente, investigador y divulgador, a lo largo de mi vida he impartido y escuchado cientos de conferencias. Mi experiencia, pues, abarca las dos orillas: la del conferenciante y la del oyente. Doy conferencias y me las dan, como le ocurría —salvando todas las distancias— a Eugenio d’Ors.
Hace ya algún tiempo empecé a escribir unos apuntes sobre todo lo aprendido acerca de cómo hablar bien en público y, también, algunas anécdotas por mí vividas ilustrativas sobre el arte de comunicar a todo tipo de públicos. Con el transcurrir de los días pensé que mi experiencia podría ser útil para otros, y es por ello que aquellos apuntes, esquemas y notas se han convertido en este libro que tienes en las manos.
He querido conservar el tono inicial de mis apuntes y utilizar un lenguaje sencillo y claro. Lo que pretendo es hablar, puesto que de hablar se trata, con el lector. Y, sobre todo, serle de utilidad, que mi experiencia pueda servirle como una guía o ayuda a la hora de preparar y dar una charla, de hablar en público.
He añadido también algunas historias, aforismos y unos pocos aguijonazos, por tres razones La primera, escribir un libro ameno, cosa que espero haber conseguido. La segunda, por el poder de las anécdotas para evocar lo que se ha escuchado o leído. Y, por último: espolear el espíritu crítico de los lectores ante algunas de las graves cuestiones que nos afectan como sociedad en el siglo xxi.
El texto está dividido en distintos apartados para que el lector pueda encontrar aquello que más le interese fácilmente. Inevitablemente, sin embargo, ello ha comportado cierto grado de reiteración, por el que pido disculpas.
En la parte inicial de este libro se exponen las generalidades sobre las modalidades de comunicación y sus elementos comunes. También se resumen algunos conceptos clave sobre cómo se asimila y, en consecuencia, debe transmitirse la información. En la segunda parte se explica, paso a paso, cómo preparar una charla. Y en la última se detalla cómo hacer que una exposición sea un éxito y cómo escribir un resumen o artículo científico. Asimismo, al final del libro figuran anexos donde se pueden consultar por separado las claves sobre cómo preparar y dar una charla.
Cuando se habla de comunicación hay algunos aspectos que no se pueden soslayar. Cada día recibimos cientos de mensajes sobre los más diversos asuntos, de forma que podría decirse que vivimos inmersos en información (que en ningún caso debiera confundirse con conocimientos), pero tanto o más cierto es que también somos víctimas de la desinformación o, para decirlo más crudamente, de la mentira y el engaño (eso que algunos llaman «posverdad»). Es un fenómeno mundial. Se estima que en la actualidad un 30% de la información de la prestigiosa cadena de televisión CNN es errónea. En el caso de la FOX (la preferida del señor Trump) es del 60%. Mientras escribo este prólogo ha estallado lo que puede calificarse como «el escándalo de Facebook», que ha llegado hasta el mismo Congreso de los Estados Unidos de América.
Es difícil encontrar fuentes de información fiables en cualquier ámbito y poder así forjarse un criterio propio, lo que viene agravado por la escasa cultura científica de gran parte de la población. Por ejemplo, los movimientos antivacunas o la creencia acrítica en curas o dietas milagrosas solo pueden explicarse por la falta de esa tan deseable cultura científica. Es esta una carencia que debiera corregirse cuanto antes.
En un intento de separar el grano de la paja, he hecho una incursión por los estudios y trabajos en los que se sustentan los paradigmas actuales sobre la comunicación y la enseñanza, sobre todo con respecto a las nuevas tecnologías. Como veremos, queda mucho camino por recorrer, y los peligros son muchos: en un par de décadas podríamos acabar uniformados, robotizados y reeducados. Tenemos que estar alerta.
Como los libros tienen vida propia, el texto que está en tus manos ha acabado siendo ecléctico, a caballo entre la información, el análisis, el ensayo y los recuerdos. Pero sin desviarse de su intención inicial: la de resultar una herramienta práctica para comunicar (bien) en ciencia.
No pretendo en modo alguno pasar por un reputado especialista en el arte de hablar en público (un «gurú», dirían algunos). Después de más de treinta años dando charlas creo que sigo siendo un aprendiz. Bastantes de mis conferencias han tenido cierto éxito; otras han sido justamente criticadas; y varias han acabado en un auténtico fracaso. Pero de todas he sacado provecho. También he aprendido de magníficos oradores a los que he tenido la inmensa suerte de escuchar. Y de los escritos de expertos, ellos sí, en el arte de comunicar. Jamás se deja de aprender.
En cualquier caso, este es el libro que me hubiese gustado leer cuando me inicié hace ya muchos años en el arte de comunicar. Si consigue ahora ayudar de forma amena a quienes no se les da bien hablar en público o la comunicación científica, mi propósito al escribirlo se habrá cumplido.
Palafrugell, diciembre 2020 - octubre 2021
La comunicación consiste en la transmisión e intercambio de mensajes entre seres vivos. El proceso comunicativo es esencial para la Humanidad: permite que las personas compartan información, se relacionen entre sí, debatan, lleguen a acuerdos y los lleven a cabo.
Toda comunicación incluye tres elementos: un emisor (por ejemplo, profesor, orador, científico, corporación, gobierno) que transmite un mensaje o información (noticias, avances científicos, nuevos productos, proyectos) a un receptor (estudiantes, clientes, ciudadanía), valiéndose de diversos medios de comunicación (orales, escritos, redes sociales).
El receptor espera recibir una información que le sea útil.
A su vez, el emisor aspira a obtener un resultado e información sobre cómo se ha recibido la información (figura 1).
Los objetivos son enseñar, informar, inspirar y convencer.
Este proceso, sin embargo, puede verse distorsionado por interferencias («ruido») (por ejemplo, múltiples e innecesarios mensajes, complejidad inadecuada del lenguaje), que deben evitarse.
Figura 1. Toda comunicación parte de un emisor o conferenciante y se dirige a una audiencia determinada (estudiantes, profesionales, público en general); la comunicación puede adoptar diversas formas (clase, seminario, conferencia) en función de lo que se quiere transmitir, cómo hacerlo y a qué audiencia se dirige. En la mayoría de las ocasiones es deseable que la audiencia valore el contenido y la forma de la charla y lo haga llegar al emisor o para que pueda mejorar sus futuras clases o comunicaciones.
Existen muchos tipos de reuniones cuyo objetivo principal es comunicar, transmitir o intercambiar información, pero en estas páginas me referiré sobre todo a aquellas que se suelen mantener en el entorno docente, académico o científico.
Los congresos son reuniones que tienen como fin difundir, intercambiar y discutir conocimientos.
Los términos congreso y conferencia son hasta cierto punto sinónimos, si bien existen algunas diferencias: los congresos pueden tener un ámbito regional, nacional o internacional.
A diferencia de las conferencias, los congresos tienen carácter permanente y se celebran periódicamente.
Los congresos se estructuran en:
Conferencias magistralesConferencias plenariasConferencias invitadasSimposiosComunicaciones oralesMesas redondasSesiones de pósteresSesiones educacionalesReuniones con un expertoDebates
Las conferencias tienen una estructura flexible y pueden consistir tan solo en una serie de charlas sobre una determinada cuestión o temas afines.
Las contribuciones al congreso (y alguna vez las de las conferencias) se publican en forma de actas o como suplementos de revistas especializadas.
Las universidades y sus facultades o escuelas tienen como una de sus principales misiones la de enseñar. Sus actividades se organizan en torno a:
ClasesSeminariosTalleresMásteresEducación continuadaCursos en línea
Con frecuencia, también se llevan a cabo tareas de comunicación y divulgación del conocimiento para la población en general, más allá del ámbito académico, educacional o científico. Estos actos, muy variados, incluyen:
Conferencias políticasTeleconferenciasVideoconferenciasConferencias de prensaEntrevistasActos sociales
Es importante destacar que, hoy en día, prácticamente todas las formas de comunicación pueden llevarse a cabo de forma presencial, telemática o mixta (esto es, combinando la comunicación presencial y la telemática).
De la comunicación telemática, cada vez más presente en nuestras vidas, se hablará con detalle a lo largo de este libro.
No solo comunicamos con la voz, sino también con los gestos. Por lenguaje no verbal se entiende la comunicación que se establece por medio de la apariencia, gestos y signos. Dicho de otra manera, es comunicación no verbal toda aquella que no se basa en la palabra, sino en la gestualidad.
Antropológicamente, el lenguaje corporal antecede al verbal. Sin embargo, los primeros estudios sobre la comunicación no verbal fueron llevados a cabo por Charles Darwin en 1872 en trabajos titulados «La expresión de las emociones en el hombre y en los animales», subrayando las similitudes de los gestos entre primates.
Existen hoy cientos de libros, artículos y blogs sobre la comunicación no verbal. Algunos no son más que pseudociencia: la mayoría son sobre todo textos de autoayuda; otros, una forma de entretenimiento inteligente; pocos, textos de provecho. Sin embargo, para sus apóstoles la comunicación no verbal viene a ser una especie de Santo Grial que permite descubrir lo que los demás nos quieren ocultar: qué piensan, sus intenciones, sinceridad, ambiciones y deseos. Al mismo tiempo, según algunos, la comunicación no verbal permitiría influir en los otros y en su toma de decisiones: conseguir una cita con la vecina del cuarto, un préstamo o cerrar un negocio...
Los «sinergólogos», cuya disciplina, nos dicen, «está anclada en un campo multidisciplinario en la encrucijada de las neurociencias y las ciencias de la comunicación» (https://institutoespanoldesinergologia.com / http:// www.synergologie.org/), afirman, por ejemplo, que existen quince maneras distintas de tocarse la nariz y otras cincuenta de tocarse la cara, cada una de ellas con un significado distinto. Lo revelador, explican, son los «micromovimientos». Pero a renglón seguido aclaran que su saber no se puede sistematizar ni es comparable a ningún otro. Y, como no podría ser de otra manera, no puede analizarse científicamente ni está sujeto a empirismo alguno. ¡Acabáramos!
Dejando a un lado las interpretaciones forzadas y exageraciones, la importancia de la comunicación no verbal es obvia: todos somos capaces de captar el estado de ánimo de los demás, sobre todo de aquellos que nos son más próximos, sin necesidad de hablarnos. Es esta una capacidad que viene de lejos, profundamente arraigada en el ser humano. Las expresiones del rostro, los gestos, la posición del cuerpo, la forma de caminar, dónde y cómo nos sentamos, el contacto físico, la forma de peinarnos o de vestirnos..., todo ello forma parte de la comunicación. El lenguaje no verbal va de la mano con la palabra.
La manera más potente y a la vez más sutil de comunicación no verbal es la mirada. Lo primero que dibujan los niños son caras con grandes ojos. Cuando tenemos algo importante que decir lo hacemos cara a cara, preferimos las videollamadas a las llamadas convencionales. Mientras escribo estas líneas seguimos utilizando, debido a la COVID-19, las mascarillas en espacios públicos cerrados; nos molestan física y anímicamente. No podemos vernos las caras, no podemos comunicarnos como desearíamos.
Nos miramos para reconocernos, para intercambiar ideas, emociones y sentimientos. También para acompañar lo que decimos. Con una mirada invitamos al otro a acercarse, a hablar. Con otra podemos indicarle, por el contrario, que preferimos estar solos. Una mirada distinta y le estaremos preguntando. Al jefe le basta una mirada para imponer silencio. Miramos a los otros para saber si en verdad nos escuchan y hacen caso. Nuestras abuelas nos hablaban del «mal de ojo» porque creían que era posible transmitir el mal con solo una mirada.
La mirada nos abre puertas, con la mirada se inician idilios. El flechazo son dos miradas que se cruzan porque, como decía Voltaire en su vena más lírica:
Una mirada, un suspiro, el silencio son suficientes para explicar el amor.
Sin embargo, el lenguaje corporal está sujeto a importantes limitaciones y una decodificación certera del mismo es muy difícil, por no decir imposible (ni siquiera, como han intentado algunos, aplicando la inteligencia artificial).
El significado de un gesto depende de múltiples circunstancias (genéticas, culturales, de género, de área geográfica) y, en función de ellas, puede tener distintos significados.
Un ejemplo, aunque de brocha gorda, nos sirve para ilustrarlo:
—Veo que lloras de la emoción.
—No, me ha entrado una mota de polvo en el ojo.
¿Qué decir, a su vez, de la distancia entre personas como elemento de comunicación no verbal a la que algunos confieren mucha importancia?
Cuarenta y cinco centímetros se considera signo de intimidad (¡ojo, parejas!), 45-120 cm, una relación personal; más de 120 cm, distancia social; y más de 360 cm, distancia pública... ¿Pero cómo casan estas distancias con los viajes en metro, las playas en verano, los conciertos, las discotecas...? ¿Y con la COVID-19? Mejor lo dejamos aquí.
De igual manera que como veremos con las herramientas TIC, no abundan los estudios rigurosos sobre la comunicación no verbal. No solo eso, sino que algunos errores de bulto llevan décadas repitiéndose. Por ejemplo, algunos «expertos» afirman que el 93% de la comunicación (fijaros bien: el 93%, no el 92% ni el 94%, sino el 93%) se transmite mediante el lenguaje no verbal, y únicamente el 7% mediante el habla. Es falso. No obstante, es algo que algunos van repitiendo artículo tras artículo, libro tras libro, conferencia tras conferencia. Y eso a pesar de que ha transcurrido más de medio siglo desde que se publicase el artículo en el que se basa esta afirmación y su propio autor aclarase su significado (el estudio se refería a la comunicación de emociones, no a la comunicación en general). Es, por otra parte, la prueba fehaciente de que algunos citan artículos sin haberlos leído.
Debido, por tanto, a lo que acabamos de exponer, no está de más hacer un llamamiento a la prudencia en la interpretación del lenguaje no verbal en términos generales y, de forma muy particular, en la toma de decisiones.
Para acabar, el lenguaje no verbal no puede disociarse del oral y debe fluir de forma espontánea, sincrónica con el mismo, sin necesidad de pensar en él. Por lo general, quien bien habla, bien se mueve.
Los más curiosos podéis encontrar en la Red vídeos donde se analizan los gestos más habituales del lenguaje no verbal:
https://www.significados.com/comunicacion-no-verbal/https://www.forbes.com/sites/carolkinseygoman/2017/11/05/10-body-language-myths-that-limit-your-success/https://carolkinseygoman.com/
Lo más frecuente es que se asista a una conferencia o congreso por propia iniciativa. El participante se inscribe en ellas debido al interés que despiertan los temas que se van a tratar, mantenerse al día sobre un asunto o materia en concreto, ponerse en contacto con otros profesionales o colegas y, con muchísima frecuencia, para presentar a la comunidad científica sus propios trabajos, cosa que le ayudará en su promoción personal y científica.
En otras ocasiones se puede ser invitado directamente a pronunciar una conferencia. Empecemos por este último caso, puesto que es el que más interrogantes puede plantear.
Ante todo, y en primer lugar, debemos dar las gracias por la invitación. Recibir una invitación para ser uno de los actores principales de una conferencia es algo que debe agradecerse por el reconocimiento que implica hacia nuestra persona y trayectoria profesional.
Un buen amigo, nonagenario ya, profesor emérito de una universidad americana, atiende las invitaciones que continúa recibiendo de todas las partes del mundo para dar conferencias y, siempre que puede, las acepta. Me comentó que aceptarlas lo considera, en realidad, como una obligación, puesto que «si me invitan es porque consideran que mi presencia les puede ser útil. Me he pasado toda la vida estudiando la amiloidosis, que, como sabes, es una enfermedad infrecuente. Creo honestamente que sé bastante sobre ella y que algo les puedo enseñar... Eso sí, me estoy planteando dejar de hacer vuelos transoceánicos a partir del año próximo». ¡Magnífico, mi amigo!
Dejando a un lado las invitaciones, lo más común, como ya se ha comentado, es que se asista a una reunión científica por propia iniciativa. En ambos casos —sea la asistencia a una reunión debida a una invitación o por iniciativa propia— es importante saber elegir y ser consciente de que no todas las conferencias son iguales ni, sobre todo, están suficientemente acreditadas. Como suele decirse, no es oro todo lo que reluce.
En los últimos años se ha extendido una práctica fraudulenta que consiste en organizar reuniones y pretendidos congresos cuyo principal fin es enriquecer a los organizadores. De manera parecida, también se han puesto en circulación revistas que publican, a menudo previo pago, artículos sin haber sido revisados por expertos (peer review) y de nulo interés científico. Ahora bien, es justo reconocer que estas revistas no existirían (o lo harían de mala manera) si no fuese por la existencia de autores demasiado ingenuos o, lo que es peor, movidos por el interés de hinchar su currículo y promocionarse de forma fácil.
La situación ha llegado a tal punto que se ha vuelto alarmante, puesto que estas publicaciones, cuyos datos y conclusiones no han sido escrupulosamente revisados, se infiltran por todas partes, incluso en los mejores medios. Así, por ejemplo, en el muy popular buscador académico Scopus, se han identificado 160.000 artículos publicados en 300 revistas potencialmente depredadoras (un 3% del total) entre 2015-2017.