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Es un estudio que fundamenta las condiciones y las causas de la existencia de la producción mercantil en el socialismo y el papel de las categorías económicas y de las relaciones monetario-mercantiles en la orientación de la economía socialista. Se adentra en el origen de la producción mercantil y sus categorías inherentes en la dirección centralmente planificada de la economía, sus características y la utilización de las relaciones monetario-mercantiles en la construcción de la nueva sociedad.
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Seitenzahl: 262
Veröffentlichungsjahr: 2017
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Título original: Socialismo y mercado
Edición base: Javier Bertrán Martínez
Edición para e-book: Natalia Labzovskaya
Diseño de cubierta: Yadyra Rodríguez Gómez
Diseño interior: Carmen Padilla
Corrección: Osvaldo Padrón Guás
Composición: Amarelis González La O
©Fidel Vascós González, 2009
© Sobre la presente edición:
Editorial de Ciencias Sociales, 2016
ISBN 978-959-06-1718-8
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Escribir acerca de socialismo y mercado es abordar un tema actual, práctico y teórico que resulta arduo y complejo. Un preliminar desafío surge, al tratar de situar los escenarios en el que aparecen los debates y argumentos. En sus inicios, el escollo brota de la palestra internacional conmovida por los influjos de disímiles variables. Una, asociada a la última de las crisis económicas más profundas del capitalismo que toca a todos los parajes del planeta. Otra, la Administración que llegó al poder en Estados Unidos evidencia dos objetivos geopolíticos de corto-mediano plazo. Primero, sacar la economía de la grave recesión; el segundo, poner a la nación en situación —por otras vías que las seguidas en la era Busch—, de mantener la hegemonía norteamericana en el mapa mundial.
En tanto, en el ámbito Latinoamericano y Caribeño sobresalen la existencia, fortaleza y voluntad de resistir demostradas por la Revolución Cubana después de 50 años de enfrentar las agresiones diplomáticas, armadas y el bloqueo económico ejercido por los Estados Unidos. A esto se unen las experiencias y avances hacia una nueva comunidad social en Venezuela, al calor de la Revolución Bolivariana; las transformaciones económico-sociales raigales que acomete Bolivia, así como la aspiración de romper las ataduras semifeudales y dependientes en Ecuador, junto a los alentadores destapes de procesos de cambios que pugnan por abrirse paso en otros países de la región.
Así, dentro de este convulso panorama hay sustentos políticos, económicos y sociales para que surjan con fuerza y arraiguen en las grandes masas oprimidas, la rebeldía y la demanda por establecer un sistema social más justo y equitativo.1 Los reclamos por lograr una alternativa viable al cada vez más enajenante capitalismo —sustentador, dentro de su proceder más aberrante, de la pobreza y el hambre, de la degradación social y la explotación irracional de los recursos de la naturaleza y avieso promotor de crueles guerras de rapiña—, adquieren dimensiones e involucran en el bregar de la humanidad a amplias capas y clases en la lucha por erigir una nueva sociedad.2
1Otro mundo es posible, Foro Social Mundial, Porto Alegre, Manuel Monereo y Miguel Riera (Editores); El Viejo Topo, España, 2001; Félix Ovejero Lucas: Proceso abierto. El Socialismo después del Socialismo, Tusquets Editores, S. A., Barcelona, España, 2005.
2 Atilio Boron: (Compilador), Nueva hegemonía mundial, Libros FLACSO, Buenos Aires, 2004.
Mientras, en el plano de las ideas en innumerables publicaciones de los espacios académicos y literarios de la izquierda cosmopolita transcurre un rico y abarcador debate, nutrido de múltiples tendencias: la construcción de renovadoras utopías, la presente crisis del sistema capitalista, visiones sobre el futuro del socialismo —con matices en el amplio e histórico sentido del término—, donde son identificables un heterogéneo abanico de posiciones, desde las socialdemócratas, anarcosindicales, anarquistas, ecosindicalistas, laboristas, las varias tendencias ortodoxas comunistas, marxistas hasta incluyendo las ecosocialistas y las conceptuadas de orientación marxista libertaria.
Por otra parte, al mirar a lo interno, en el país se está llamando a explorar e insertar enfoques y mecanismos en el contexto de las iniciativas y medidas para “introducir los cambios estructurales y conceptos que resulten necesarios (…) con sentido crítico y creador, sin anquilosamientos”,3 así como “cambiar todo lo que debe ser cambiado”4 e implementar los impostergables perfeccionamientos en el desempeño de la dirección de la economía y la gestión empresarial e insuflar mayor dinamismo al progreso económico-social.
3 Castro Ruz, Raúl: “Discurso en el LIV Aniversario del asalto al Cuartel Moncada”, Granma, 27 de julio de 2007.
4 Castro Ruz, Fidel: “Discurso del 1 de mayo (…)”, Granma, 2 de mayo de 2005.
En este horizonte, entre las acciones a emprender, dos exigencias parecen con fuerza ganar carta de ciudadanía. La primera, la constatación de que la asignatura pendiente en el medio siglo del duro y constante batallar de la Revolución Cubana por el desarrollo económico y la justicia social, lo constituye alcanzar una mayor eficiencia sostenible en la gestión de las empresas y la dirección económica; además del aumento incesante de la productividad del trabajo. Estos son dos de los principales logros que debe satisfacer el llamado a desarrollar los cambios estructurales y de conceptos que pongan al país en la senda de hacer realidad esos objetivos.
La segunda, proporcionar en lo interno y externo, después del derrumbe del socialismo en el centro y este de Europa y la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), ideas, aportes y conceptos al caudal del debate internacional que, con renovador énfasis, tienen lugar en distintos foros, y que con sentido creador buscan dilucidar y contribuir a insuflar nuevos derroteros a lo que se ha dado designar como Socialismo del Siglo xxi.
Entonces, situados en estos planos, podemos decir que un prerrequisito indispensable que contribuya a enriquecer los intercambios teórico-prácticos, necesariamente pasa por el insoslayable análisis valorativo de no solo la propia praxis, sino también de separar lo científico de la apología en la herencia acumulada en el socialismo conocido, válido para el que el viejo topo de la historia rechazó y el existente en Asia. No hay dudas que, para ambos propósitos, el país cuenta con un patrimonio de masa gris —uno de los éxitos visibles de nuestro socialismo— para aducir suficientes elementos fundados en el legado teórico socialista, más las moralejas acumuladas en la práctica de la construcción del socialismo.
Partiendo de esta óptica, la propuesta contenida en Socialismo y Mercado preparada por el licenciado Fidel Vascós González, se integra, con creces, a las demandas actuales para traer a colación todo lo que potencie, inclusive desde otras dimensiones, la madurez de nuestro socialismo, ubique el lugar y papel del mercado y, en especial, contribuya a regenerar y afinar la gerencia económica hasta en aquellos que en el debate internacional timbran el espectro de creativas reflexiones acerca de las formulaciones, opciones y encontradas controversias sobre los modelos del experimento socialista del corto siglo xx, así como los posibles rumbos que, en la globalizada-geopolítica mundial, marcan las plataformas sociales unitarias alternas al orden burgués.
Asimismo, la investigación contenida en el material se inscribe, por sí y ante sí, en el dominio de los contrapuestos puntos de vista que sostienen los especialistas respecto al contenido e interpretaciones del socialismo real, así como del mercado, devenido en institución que, generalmente, es tratada e interpretada bajo un prisma excesivamente ideológico, en el largo devenir de la humanidad desde que aparecieron las primeras ciudades-estados. Por otra parte, es una obra que, en mucho contribuye a ennoblecer y dar continuidad a similares temas, contenidos en otros valiosos e interesantes trabajos que en los últimos lustros han circulado en el país.5
5 Entre otras vale mencionar: Cuba: la reestructuración de la economía; una propuesta para el debate, de Julio Carranza Valdés; Luís Gutiérrez Urdaneta; Pedro Monreal González, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1995; “Plan y mercado. Aspectos estratégicos en el perfeccionamiento del modelo de planificación” de Alfredo González Gutiérrez en revista Cuba: Investigación Económica, no. 3, jul.-sep. de 2000, pp. 1-15; “Socialismo y mercado”, de Alfredo González Gutiérrez en revista Temas, no. 30, pp.18-29. jun.-sep. de 2002, La Habana, pp. 18-29; Compilación de diez estudios político-económico-sociales de la “transición socialista en la periferia” incluidos en Cuba sin dogmas ni abandonos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005, recopilación realizada por el Lic. Armando Chaguaceda Noriega.
El estudio central, contenido en Socialismo y Mercado, está consagrado a dilucidar las condiciones y causas de la existencia de la producción mercantil en el socialismo, incluyendo el papel de las categorías económicas y de las relaciones monetario-mercantiles en la dirección de la economía socialista. Por ello, es totalmente válido que el autor comenzara por exponer, en primer lugar, las consideraciones y tendencias más abarcadoras que, según Marx y Engels, surgirían en el funcionamiento económico de la nueva sociedad —el comunismo—, al ser superadas las relaciones de producción capitalistas.
Sin embargo, resulta útil recordar que el examen científico de Marx y Engels del entramado económico-social burgués, se distancia medularmente de las construcciones sociales idealizadas que encontramos en los escritos de los socialistas utópicos. Esto no demerita que, en el acervo de esta corriente del socialismo, abunden ideas de interés y meritorias. Tampoco Marx ni Engels contaron con un laboratorio social que les sirviera para definir científicamente las formas concretas que operarían en la futura sociedad comunista, lo cual no es óbice para que avanzaran ciertas proposiciones sobre el tema. En última instancia, enfatizaron en el carácter histórico y transitorio del capitalismo, y combatieron teorías equivocadas, cuestión apreciable en varias de sus obras.
Así, lo más esencial al incursionar acerca de la producción mercantil y de las relaciones monetario-mercantiles en diferentes espacios contenidos en los escritos de ambos clásicos, es factible agruparlos en cinco rasgos claves. Ante todo, la división social del trabajo originado en la producción —por artesanos aislados— de objetos que satisfacen necesidades humanas —mercancías—, bajo la acción de la ley del valor, consumidos por otros que los adquieren en el intercambio de equivalentes en el mercado, es un proceso que, al ocurrir de manera anárquica y a espaldas de los productores, conduce a la dilapidación de trabajo social desde el punto de vista del conjunto de la sociedad.
En otros momentos es posible identificar que tanto Marx como Engels contraponen, en reiteradas ocasiones, la regulación del carácter directo de la división social del trabajo realizado por una autoridad central, a la que acontece a través del arbitraje del mercado. Esta primera distinción sería una cualidad que caracterizaría a una economía que esté constituida por “una unión de hombres libres que trabajan utilizando medios de producción comunes y que, conscientemente, usan sus múltiples fuerzas individuales como una única fuerza de trabajo social”.6 Así, el primer perfil definitorio del socialismo estaría dado por la regulación anterior de la división social del trabajo.
6 Carlos Marx: El Capital, t. I, Sección Primera, Capítulo I, Ediciones Venceremos, La Habana, 1965, p. 45.
Siguiendo esta lógica, al entrar la sociedad en posesión de los medios de producción — fundamentales — y aplicarlos directamente de modo social, las labores individuales se convierten por su propia naturaleza, en trabajo social con independencia de sus diversos empleos. La sociedad puede calcular cuantas horas de trabajo hay, por ejemplo, en un par de zapatos, una máquina de vapor, en 100 metros de paño, etc.; la experiencia cotidiana indicará, como media, la cantidad de trabajo necesaria para cada artículo. Queda anulada la necesidad de la mediación del valor monetario. Entonces, el segundo atributo que define al socialismo sería, la determinación directa de los gastos de trabajo vivo y pretérito para la producción de los distintos valores de uso.
De lo apuntado se desprende que, en presencia de la división directa del trabajo y cuando la norma de ese gasto por unidad de lo producido se fije sin rodeos, lo propio es que en la sociedad socialista se aplique el cálculo natural en unidades físicas. Aquí habría que destacar el nuevo carácter que adquiere el valor de uso como condición para la satisfacción de las necesidades sociales. Tampoco debe pasar por alto la importancia de las escalas macroeconómicas, cuestión analizada en la reproducción del capital social total,7 donde Marx trató las proporciones no solo desde el punto de vista del valor, sino también la proporcionalidad en términos físicos, al dividir el producto social en dos sectores: medios de producción (I) y el de medios de consumo (II).
7 Ver Carlos Marx: “El proceso de circulación del Capital”, El Capital, t. II, Ediciones Venceremos, La Habana, 1965.
Sin embargo, en sensu stricto, Marx ni Engels en sus obras indicaron el modo de realizar el cálculo de los costos y resultados en términos físicos; aunque es factible asumir que se refirieron a los gastos en horas de trabajo, y sus resultados, en unidades caracterizadas por el valor de uso de los diversos productos. De tal modo, en una economía socialista, donde se hace intensiva la necesidad de utilizar al máximo las capacidades productivas y la fuerza de trabajo, realizar los planes empleando balances materiales se volvería un método indispensable. Así, el tercer rasgo específico del socialismo consistiría en la necesidad de efectuar el balance de los recursos en unidades físicas.
En tanto, uno de los puntos destacables en lo anteriormente expuesto concierne al destino del producto social del que dispone la sociedad. En este punto, es factible tomar como pautas los contenidos en dos de los textos8 en los que Marx y Engels negaron los supuestos que el obrero debía recibir el producto íntegro de su trabajo. De aceptarse tal situación, quedaría al arbitrio de cada individuo el poder de decisión de cómo distribuir lo creado socialmente, entre lo que iría al consumo, y la parte que la sociedad destinaría a la acumulación.
8 Ver Federico Engels: Anti-Dühring, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1960; y Carlos Marx: “Crítica al Programa de Gotha”, Obras Escogidas en tres tomos, t. III, Ediciones Progreso, Moscú, 1981. Ver de Lenin, en el capítulo V, “Estado y la Revolución”, Obras Escogidas, t. VII.
Lo que cada productor recibiría, en las nuevas condiciones de producción, Marx lo bosquejó en la Críticaal Programa de Gotha, Engels, en el Anti-Dühring, en la parte de la economía, y con posterioridad, Lenin desarrolló esos enunciados en El Estado y la Revolución. La parte del producto social, correspondiente al consumo individual, se efectuaría aplicando el criterio del aporte de trabajo de cada cual al proceso productivo. Sería este principio el cuarto atributo del socialismo. Sin embargo, aunque es aceptada la distribución con arreglo al trabajo, en el experimento socialista conocido en la literatura sobre el tema se cuestiona si en verdad ha llegado a tener plena vigencia.
Finalmente, contraponiendo el carácter espontáneo del funcionamiento de una economía capitalista al carácter social que asume la producción socialista, del pensamiento de los fundadores del socialismo científico se desprende que ésta es una economía centralmente planificada. De aquí que la concentración del fondo de acumulación, esto es, la parte que se destina a reponer y ampliar la producción social, así como decidir los modos de su utilización, los asume la sociedad tomada como conjunto. Este último elemento caracterizaría el quinto rasgo del socialismo.
En fin, es infructuoso todo intento de hallar argumentos en los clásicos (Marx- Engels), contentivos de generalizaciones teóricas sobre la acción de la ley del valor en el socialismo.9 No mueve a dudas que, cuando ellos utilizaron el concepto de valor referido al socialismo, no aludían a la ley del valor como característica inherente de la producción socialista, sino, al cálculo directo del trabajo social. En resumen, al descubrir la ley del movimiento del modo de producción capitalista, pudieron trazar, por contrario, las bases para enunciar los atributos generales que pautarían las nuevas condiciones de producción.
9 “La cuestión que pone Marx en primer plano al considerar que en el socialismo no tendría lugar la producción mercantil, es que en él la ley del valor cesaría de ser la ley reguladora de la distribución del trabajo social entre los sectores y ramas de la economía”. Ver, José Acosta Santana: Teoría y Práctica de los Mecanismos de Dirección de la Economía en Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1982, p. 18.
Finalmente, glosando los cursos que son identificables en los postulados de los clásicos, por las que transitarían las relaciones de producción socialistas, son definibles tres estadios; 1) período de transición del capitalismo al comunismo. Desaparece la explotación del hombre por el hombre, pues, los medios de producción dejan de ser propiedad privada. 2) Socialismo, primera fase, designada como faceta inferior de la sociedad comunista; la distribución de lo producido se realiza a partir del trabajo entregado por cada obrero. 3) Fase superior del comunismo. El Estado se extingue; es aplicada la forma distributiva, de cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades.
Por último, es necesario hacer referencia a la teoría de los clásicos sobre la revolución socialista. Para ellos, la contradicción entre la cada vez mayor socialización de la producción y la concentración de la apropiación privada de los resultados del trabajo llevaría a la explosión social que daría al traste con el capitalismo. El detonante surgiría, al unísono, en los países más avanzados —Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos de América—, iniciándose el período de transición esbozado en el Programa de Gotha. Sin embargo, el capitalismo de libre concurrencia encontró salida a esta antítesis a finales del siglo xix, al entrar en la etapa imperialista con la consolidación de modo acelerado, de los monopolios en las principales ramas de la producción social.
En la nueva situación creada, el meollo y la superación del escenario por el que transitó el capitalismo a finales del siglo xix e inicios del xx, fue examinado por Lenin. En sus obras glosó lo general y particular de las características y categorías derivadas del afianzamiento del imperialismo, como nueva fase del modo de producción burgués. Agrosso modo, tres son los principales momentos destacados e identificables en esta etapa. El primero, abarca el examen de la economía mercantil hasta febrero de 1917; el segundo, a los realizados en la práctica, al triunfar la Revolución Bolchevique en Octubre de 1917; el tercero, a los que atañen a la situación revolucionaria creada en Europa y, en especial, en Rusia, en el curso (1914-1918) con el estallido de la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo no puede obviarse que, en la primera etapa, hay que distinguir sucesos nodales muy concretos, imbricados en la lucha política interna en un doble sentido. En unos casos enfrentar las ideas de los narodniki o populistas que hacían del campesino la fuerza motriz para el derrocamiento del zarismo. Para Lenin, se trataba de aplicar con creatividad la teoría de Marx a la situación de Rusia. En otras palabras, fundamentar el papel del proletariado o de su ideología en la revolución. Dos son los textos leninistas básicos que enriquecieron en este punto la teoría marxista: Acerca de la llamada cuestión de los Mercados (1893) y El desarrollo del capitalismo en Rusia (1896-1899).10
10 V. I. Lenin: “Acerca de la llamada cuestión de los mercados”, Obras Completas, t. I (1983-1984), Editorial Progreso, Moscú, 1981, pp. 73-129; “El desarrollo del capitalismo en Rusia”, editado en 1899, Obras Completas, t. III, Editorial Progreso, Moscú, 1981, pp. 1-664.
En estos materiales Lenin define por producción mercantil aquella donde las cosas son elaboradas por productores aislados, especializados y dueños de sus condiciones de producción, se realizan mediante la compra-venta —en el mercado — y así, se trocan en mercancías. En el capitalismo, la producción mercantil alcanza el máximo desarrollo al convertirse en mercancía, además de los productos de la labor humana, también la fuerza de trabajo del hombre. También, refutó lo erróneo de la teoría — de Rosa Luxemburgo—11 de que el capitalista tenía que realizar la plusvalía en los mercados de los pequeños artesanos. La producción burguesa, al arruinar con una mayor productividad a los productores individuales, crea su propio mercado de consumidores.
11 Ver, Rosa Luxemburgo: La acumulación del Capital, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970.
La segunda está dirigida a demostrar, en una acuciosa y detallada exposición, sustentada en un amplio caudal de cifras estadísticas, los cambios que se operaban dentro del campesinado de varias regiones de Rusia, donde paso a paso penetraban las relaciones de producción capitalistas. En este caso, el objetivo era doble. De una parte, impugnar las equivocadas teorías de los populistas con respecto a la revolución socialista. De otra, sentar los pilares científicos que debían nutrir el acervo revolucionario del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia (POSDR), cuestión que saldría a relucir en el Primer Programa del Partido, aprobado en el II Congreso efectuado en 1903.12
12 Ver, Lenin: Obras Escogidas en XII tomos, “¿Qué hacer?”, t. II, pp. 4-188; “A los pobres del campo”, t. II, pp. 212-273; “Un paso adelante, dos pasos atrás”, t. II, pp. 294-387.
Del examen hecho por Lenin del documento programático discutido en el Congreso, y de lo apuntado en sus obras, siguiendo a Marx y Engels, consideró que la producción mercantil en el socialismo desaparecía al dejar de regir la ley del valor, suprimirse la propiedad privada sobre los instrumentos de producción y pasar éstos a ser usados por el conjunto de hombres libres que utilizan en común los medios productivos. Con la llegada de los bolcheviques al poder (octubre-1917), el socialismo dejó de ser una hipótesis científica para insertarse como suceso vivo del devenir histórico. La realidad creada llevaría a Lenin por otros derroteros, impuestos por la verdad extraída de la acción.
Sin embargo, al repasar las generalizaciones acerca de la producción mercantil en el socialismo de la herencia de los clásicos, así como de los trabajos de Lenin anteriores a 1917, no debe obviarse que otros exponentes del pensar socialista también abordaron el tema. Quizás, la obra en que mejor se resume este pensamiento sea la de K. Kautsky, La Revolución Social.13 El autor, aunque no dejó de otear las dificultades para realizar la distribución en magnitudes físicas, le restó importancia. Resolvió que este escollo era salvable, eliminando las pequeñas unidades y concentrando las producciones en una cantidad ínfima de grandes empresas. Resultó meritorio que diferenciara la acción de la ley del valor de las formas mercantiles en el socialismo.
13 Kar Kautsky: La Revolución Social, Berlín, 1902, Citado por, Wlodzimierz Brus, en El funcionamiento de la economía socialista, Oikos-tau, S.A. Ediciones, Barcelona, España, 1969, pp. 34-36.
A partir de esta distinción dedujo el uso de la moneda solo como medio técnico; e insistió en que la socialización de los medios de producción eliminaba la base para la acción de la ley del valor. La necesidad de regular la producción a través del intercambio de valores distintos dejaba de existir; así, desaparecía la utilización de la moneda como medida de valor y expresión objetiva del mismo. Los precios se establecerían a partir de tomar como punto de referencia el tiempo-trabajo contenido en cada producto. Al tiempo que rechazó construir esquemas únicos para el funcionamiento de la economía socialista, en particular, en las relaciones mutuas entre las varias formas de propiedad y los métodos para democratizar la dirección de la economía.
No obstante, años más tarde, a los influjos de las experiencias deducibles de la organización de la economía alemana de tiempo de guerra (1914-1918), Kautsky —La Revolución Proletaria y su Programa—, y otros teóricos de la socialdemocracia europea, abandonaron el esquema de la distribución física. Adoptan posiciones opuestas en muchas cuestiones, incluida la relativa a la producción mercantil en el socialismo; justo, con posterioridad, en este salto influyó la crítica a la que sometieron la etapa del llamado comunismo de guerra —se verá más adelante— en Rusia.14
14 Síntesis del análisis histórico sobre la dirección de la economía socialista, pueden consultarse en, Wlodzimierz Brus, ibíd., pp. 25-81.
Por otra parte, es oportuno recordar que la revolución de inspiración proletaria debió iniciarse en los países (hegemónicos) industrialmente adelantados como condición sine qua non de un sistema capaz de producir los bienes necesarios para la plena satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de la sociedad, y se formara un hombre liberado de la explotación. Por tanto, el socialismo (comunismo) sería fruto de la superación del desarrollo capitalista. Con el corolario de que sería un proceso viable solamente a escala universal. En tanto, el cambiante escenario por el que transitó el capitalismo a principios del siglo xx fue analizado por Lenin en un texto emblemático: El Imperialismo, fase superior del Capitalismo.15
15 V. I. Lenin: “El Imperialismo, fase superior del capitalismo”, Obras Escogidas en XII, tomos, t. V, pp. 372-542.
Lenin retomó y sometió a críticas las visiones expuestas a cerca del cambiante escenario en que fue interpretado el capitalismo —monopolio, capital financiero, ultra imperialismo— de fines del siglo xix e inicios del xx; sentó las premisas para el análisis científico del posterior curso del modo de producción capitalista. Además imprimió un nuevo giro a la lucha revolucionaria del proletariado Esta fase, la del capitalismo monopolista de Estado, le sirvió para atalayar la ruptura de la cadena imperialista por el eslabón más débil, la Rusia zarista. El triunfo revolucionario en este país —el menos desarrollado de los imperialistas—, llevaría a que un partido comunista enfrentara el desafío de llevar a feliz término las tareas que la burguesía había resuelto en los centros capitalistas hegemónicos.
Siguiendo el canon de la prédica socialista, los bolcheviques, encabezados por Lenin, una vez tomado el poder, proceden a despojar a la burguesía —nacional y extranjera—, de los medios básicos de producción: industria, ferrocarriles, banca, comercio exterior, etc. Con el dominio estatal de los principales resortes del poder económico, pasó a primer plano la tarea de administrar y dirigir la economía sobre otros presupuestos. El genial conductor del proletariado ruso, rápidamente entendió que no era viable eliminar de la noche a la mañana las relaciones mercantiles, cuestión tratada, entre otras notas, en el Decreto que nacionalizó la banca y en “Las Tareas Inmediatas del Poder Soviético”.16
16 V. I. Lenin: “Proyecto de Decreto sobre la puesta en práctica de la nacionalización de los bancos y las medidas derivadas de ellas”, t. VIII, pp. 444-447; “Las tareas inmediatas del Poder Soviético”, t. VIII, pp. 90-129 en Obras Escogidas en XII tomos.
Resulta interesante prestar atención a lo que Lenin consideró determinante —diciembre 1917; abril de 1918—, como tareas del momento. Ante todo, entre otros muchos objetivos, trajo a un primer plano la disciplina en el trabajo, organizar la contabilidad y el control, distinguió entre nacionalización, como expresión jurídica, y la socialización, vinculada a la utilización eficiente por la sociedad de lo nacionalizado. Destacó que el socialismo exige un avance consciente y masivo en el logro de una productividad del trabajo superior a la capitalista, basada en lo alcanzado por este régimen.
Sin embargo, bien pronto, en la segunda mitad de 1918, hubo que conjugar las tareas del proyecto socialista, bosquejado en ciernes, con las inmediatas de defender el Poder Soviético por el destape de la contrarrevolución interna y la intervención de las potencias extranjeras —“ahogar el niño en la cuna”—. Unir todos los recursos económicos y, con ellos, subordinar los órganos estatales y partidistas al esfuerzo bélico propició que, con posterioridad, esta experiencia se identificara con un tipo de socialismo denominado comunismo de guerra. Aquel particular estado se confundiría, por un tiempo, con la esencia y los supuestos que, en lo político, económico y social correspondían al socialismo.
Entre fines de 1918 e inicios de 1921, tres serían los matices principales que definieron la situación económica de la naciente República Soviética: desaparece toda actividad económica privada; el dinero, emitido en cantidades astronómicas, pierde sus funciones; el comercio queda anulado al imperar el trueque de mercancías. Las relaciones de intercambio campo-ciudad son sustituidas por la contingentación realizada por los pelotones del Ejército Rojo. El campesino entregaba el grano, deducidas las reservas necesarias para la subsistencia y simientes, y recibía a cambio un compromiso de consumo futuro. Igual curso seguían los guardias blancos (contrarrevolución), pero, además colgaban al campesino. Los bolcheviques resultaban los menos malos.
Este generalizado proceder puede explicar lo afirmado por el autor en cuanto a que, en “la cosecha de 1920-1921, los campesinos entregaron al Estado un 30% más de trigo que en 1919-1920, así como también mayores volúmenes de carne, papas, mantequilla y otros productos”.17 Fueron identificadas las relaciones monetario-mercantiles con el capitalismo; ellas eran un obstáculo para edificar el socialismo, las cuales había que eliminar lo más rápido posible. Así, surgen intentos de suprimir el dinero, mediante el registro en unidades físicas de los gastos de producción; índice en unidades energéticas de trabajo y padrón directo en unidades de tiempo de trabajo puro.18
17 Fidel Vascós González: Socialismo y mercado, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009, p. 44.
18 Los portadores de esta iniciativa fueron Estanislav Strumilin y Eugenio Vargas, aunque resultó infructuosa. Un resumen de tal práctica puede consultarse en Wlodzimierz Brus, ibíd., pp. 59-81. Una crítica a la medición en unidades físicas intentada en el período del comunismo de guerra apareció en la URSS, en Boris D. Brutskus: “La Economía Socialista. Razonamientos Teóricos sobre la Experiencia Rusa”, Revista el Economista, no. 1, Moscú, 1922, pp. 48-65, no. 2, pp. 163-183, no. 3, pp. 54-72, reproducidos en la revista Cuestiones de la Economía, no. 8, 1990. Moscú (en ruso)
Mientras el país concentra todas las energías en la lucha contra los enemigos —externos e internos— del Poder Soviético, dos posturas van a coexistir en lo relativo al papel y lugar de las relaciones monetario-mercantiles. Una quedó reflejada en las discusiones y programa aprobado en el VIII Congreso del Partido Comunista de Rusia (bolchevique). Entre otros objetivos, el cónclave reconoció que no era posible establecer la igualdad de salario y consumo; abogó por continuar sustituyendo el comercio por la distribución planificada de los productos por el Estado.19 Otra corriente la simbolizó el intento teórico de que el comunismo de guerra constituía la vía soviética hacia el socialismo y, con ello, la supresión de toda la armazón monetario-mercantil.20
19 V. I. Lenin: “Éxitos y Dificultades del Poder Soviético” (1919), t. IX, pp. 259-290; y “VIII Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia (18-23 marzo de 1919)”, t. IX, pp. 291-378, Obras Escogidas en XII Tomos.
20 Ver Nicolás Bujarin: Teoría Económica del Período de Transición, Editorial Siglo XX, Argentina, Editores S.A., Buenos Aires, 1974.
Lenin saludó y, además, hizo interesantes señalamientos a la teoría (Bujarin, 1920) sobre la política desarrollada en la conducción político-económica, originada a los dictados del comunismo de guerra. Hombre de pensar científico, político y revolucionario poseedor de un creativo espíritu pragmático a quien le gustaba de repetir la frase de Napoleón, “entablar la batalla y seguir su curso”, no desdeñó explorar la vía hacia el socialismo en la coyuntura extraordinaria que tomó Rusia. Sin embargo, hacia fines del año aparecieron opiniones que objetaban las requisas de granos (contingentación), pues no contribuían al incremento de la productividad del trabajo en la producción agropecuaria.
La victoria, a fines de 1920, sobre los enemigos internos y externos, así como las complejas situaciones surgidas en el campo —rebeliones campesinas en varias zonas del país—, junto a lo variopinto de las corrientes y apreciaciones de las situaciones creadas en el transcurso del comunismo de guerra dentro de las filas bolcheviques y sus aliados más cercanos, llegaron a manifestarse en motines —el más relevante el de Kronstadt— que reclamaban un viraje en la política aplicada. En el verano de 1921 Lenin reconoce los errores en los enfoques aplicados y aboga por un cambio en la política del PCR (b).
El viraje se produciría en los marcos del X Congreso del PCR (b) al aprobarse el informe sobre la sustitución del sistema de contingentación por un impuesto en especie.21 Lenin tomó conciencia de la necesidad de acometer la tarea de crear los fundamentos básicos —primer tránsito— para que Rusia pasara al socialismo, fase no prevista por los clásicos si nos remitimos a lo expuesto en el Programa de Gotha. La Nueva Política Económica (NEP) se convertiría en el eje central en los objetivos de crear las premisas que harían posible alcanzar, al decir de Lenin, la cultura, ante todo, económica, política y social que llevarían a consolidar las conquistas socialistas en Rusia.
21 V. I. Lenin: “ X Congreso del PCR (b)”, Obras Escogidas en XII tomos, t. XII, pp. 1-64.