Socialización de adolescentes y jóvenes - María Isabel Domínguez García - E-Book

Socialización de adolescentes y jóvenes E-Book

María Isabel Domínguez García

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Beschreibung

La familia, la escuela y las instituciones desempeñan un papel importante en la socialización de valores en adolescentes y jóvenes. También son significativos los medios de difusión y sobre todo las nuevas tecnologías de información y comunicación, TIC, por su influencia en la conducta y estilos de vida y los conocimientos que aportan. Las TIC han modificado la forma de interacción social, pues los teléfonos celulares, las computadoras e internet crean espacios de socialización fuera de la institucionalidad. El presente texto es una minuciosa y sistematizada investigación sobre el funcionamiento y articulación de esos dispositivos en el aprendizaje y adquisición de valores en la adolescencia y la juventud, etapa decisiva en la formación humana. El texto ha sido enriquecido con un amplio glosario e información de actualidad.

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Seitenzahl: 315

Veröffentlichungsjahr: 2017

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Título original: Socialización de adolescentes y jóvenes. Retos y oportunidades para la sociedad cubana actual

Edición: Enid Vian

Edición para Ebook: Ing. Margarita Toledo Albarez

Diseño interior y de cubierta: Deguis Fernández Tejeda

Corrección: Jorge Valiente Fernández

Emplane digitalizado: Ileana Fernández Alfonso Emplane para Ebook: Lic. Belkis Alfonso García

© María Isabel Domínguez García, Idania Rego Espinosa y Claudia Castilla García, 2014

© Sobre la presente edición:

    Editorial de Ciencias Sociales, 2016

ISBN 978-959-06-1751-5

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar, por escrito, su opinión acerca de este libro y de nuestras publicaciones.

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO

Editorial de Ciencias Sociales

Calle 14, no. 4104, e/ 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba

[email protected]

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

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Índice de contenido
Socialización de adolescentes y jóvenes. Retos y oportunidades para la sociedad cubana actual
PREFACIO1
A MANERA DE FUNDAMENTACIÓN
SOCIALIZACIÓN, VALORES Y SISTEMA DE EDUCACIÓN EN CUBA
Características del proceso de socialización en valores del Sistema de Educación en Cuba, en sus niveles medio y medio superior
Dimensión política del proceso de socialización en valores: modelo de individuo
Dimensión ejecutiva del proceso de socialización en valores
Dimensión política del proceso de socialización en valores del Sistema de Educación, en los libros de texto de Historia de Cuba de los niveles medio y medio superior
SOCIALIZACIÓN, VALORES Y MEDIOS COMUNICACIÓN MASIVA EN CUBA
La política para los medios de comunicación en Cuba: algunas consideraciones sobre su implementación
En diálogo con la política para los medios de comunicación masiva
Un acercamiento a la Política de Programación de la Radio y la Televisión Cubanas y la política informativa para la prensa
Valoración crítica de la implementación de la política para los medios de comunicación masiva
La prensa escrita: periódico Juventud Rebelde
Tratamiento de los valores en el periódico Juventud Rebelde
Un análisis particular: tratamiento de los valores en las noticias sobre educación en el periódico Juventud Rebelde
¿Qué consumen y qué opinan los adolescentes y jóvenes acerca de la prensa escrita?
La programación televisiva para adolescentes y jóvenes
Entre el deber ser y el ser. Análisis de guiones y emisiones de los programas juveniles Conexión y Quédate conmigo
Temas y asuntos tratados en los guiones y en los programas
Presencia de valores
Consumo de TV y radio entre adolescentes y jóvenes de la capital. Percepciones y valoraciones
SOCIALIZACIÓN, VALORES Y TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LAS COMUNICACIONES EN CUBA
Nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones: nuevas y viejas interrogantes
Acceso y uso de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (NTIC) ¿alternativa socializadora?
Entre redes y conexiones: los Joven Club y las redes sociales
Joven Club de Computación y Electrónica ¿la computadora de la familia?
Redes sociales en el ciberespacio: una mirada desde los adolescentes y jóvenes
REFLEXIONES FINALES: LOS PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN EN VALORES Y LA JUVENTUD CUBANA ACTUAL. RETOS Y OPORTUNIDADES
GLOSARIO
ANEXOS
ALGUNOS SITIOS WEB CUBANOS CON FACILIDADES PARA LA COMUNICACIÓN INTERPERSONAL*
OTRAS INFORMACIONES DE INTERÉS
Relación de algunas revistas y periódicos cubanos
BIBLIOGRAFÍA
DATOS DE LAS AUTORAS

PREFACIO1

La socialización y el desarrollo de valores están intrínsecamente conectados a las etapas de la infancia, la adolescencia y la juventud, porque es en estos períodos donde esos procesos constituyen el eje central de la conformación del individuo como ser social. Las insuficiencias que se produzcan en el desarrollo de estos podrían acarrear consecuencias no deseables para una integración plena a la vida social.

En el caso de la sociedad cubana, la juventud ha constituido un segmento social vital, tanto en términos cuantitativos como cualitativos, y la atención a su socialización ha estado en los fundamentos mismos de la concepción del proyecto, de ahí que constituya un elemento esencial en el análisis y evaluación de su funcionamiento. En el ámbito de los estudios sobre los grupos juveniles cubanos hemos dedicado particular atención a los procesos de socialización en valores, cómo se producen, quiénes son los agentes socializadores claves, cómo se articulan, cuáles son los contenidos esenciales de esa socialización, con qué métodos se realizan, qué obstáculos encuentran y en qué medida todo ello contribuye a configurar un tipo de subjetividad, un imaginario social determinado, con sus matices generacionales particulares.

La sociedad dispone de instituciones responsabilizadas y especializadas en el cumplimiento de las funciones socializadoras. A la familia le corresponde, por naturaleza propia, la tarea de socializar a sus miembros desde edades tempranas en valores, conocimientos y habilidades esenciales para la vida en sociedad. A la escuela, por su parte, le ha correspondido complementar y ampliar esa socialización, añadiendo además los conocimientos y habilidades especializadas para el desempeño ocupacional y profesional. Y, con posterioridad, el empleo se encarga de materializar en la práctica esos conocimientos y habilidades, al tiempo que completa y concreta valores claves en la socialización como la laboriosidad. Otras vías formalizadas e institucionalizadas, como las organizaciones sociales y políticas, también desempeñan un importante papel.

Sin embargo, cada vez más los procesos socializadores que transcurren fuera del ámbito familiar, escolar y laboral, cobran mayor peso e impactan la formación de valores. Algunos autores, al explicar estos procesos, plantean que en las últimas décadas se han producido dos importantes cambios en torno a la difusión y circulación del saber: el descentramiento y la destemporalización.2 El primer término se refiere a que el saber sale de los límites de los libros y la escuela para circular por otras esferas. El segundo plantea que el saber escapa a los tiempos legitimados socialmente para la distribución y aprendizaje de la información y el conocimiento, que hay saberes “sin lugar propio”; el aprendizaje trasciende a la edad, al aula, se hace continuo, se vive a toda hora y a lo largo de toda la vida.3 Por tanto, a partir de los postulados teóricos de la socialización y la experiencia práctica de cómo están transcurriendo esos procesos en la sociedad cubana actual, consideramos útil indagar acerca de cómo se están produciendo las influen­- cias socializadoras en adolescentes y jóvenes desde instituciones más y menos tradicionales y con mayor o menor nivel de formalización.

Para el análisis de la socialización más formalizada, tomamos como referente a la escuela, pues a pesar de los cambios vertiginosos que han tenido y tienen lugar en el contexto internacional y nacional —en el plano social y el tecnológico— la institución educativa continúa ocupando un lugar central en la socializa­- ción de los individuos, su papel sigue siendo trascendente, y recla­ma, por tanto, un análisis sistemático que contribuya a perfeccionar su papel social. En la escuela el individuo se inserta en una institución formal y comienza a vivenciar, no ya desde el limitado núcleo familiar, sino desde la complejidad social, los elementos constituyentes de esta. De manera que el para qué y el cómo socializan las instituciones educativas, constituye un ámbito imprescindible que no puede dejar de analizarse.

Por otra parte, al descentramiento y la destemporalización antes mencionados contribuyen los medios de comunicación masiva (MCM), por los cuales circula una parte importante de los saberes (información, conocimiento, presupuestos valorativos) y se constituyen en importantes referentes para conceptualizar el mundo y elementos emergentes de la socialización juvenil. A los medios de comunicación masiva se les reconoce la influencia socializadora, pues en apenas poco más de medio siglo fueron ocupando un lugar central en proponer modelos de pensamiento, estilos de vida y valores, todo lo cual se potenció a partir de los años 60 y 70 del pasado siglo, con la masificación de la televisión (TV). Esto, por las posibilidades que ha brindado un medio que penetró la vida privada de la familia e instaló su pantalla en el ámbito doméstico, para hacer asequible y cotidiano su mensaje. Por ello, en este libro se analiza la política trazada en Cuba para los MCM en su función socializadora de niños, adolescentes y jóvenes, como un punto de partida que permitirá contrastar su aplicación en algunos casos concretos de la programación destinada a estos últimos, así como su aceptación entre el público juvenil de varios municipios de La Habana.

Al mismo tiempo, las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (NTIC), su acceso y tipo de uso, están modificando las pautas de interacción social, hacen más amplios y horizontales sus escenarios y se están convirtiendo en importantes espacios socializadores no institucionalizados ni formalizados. Dado el reciente y aún limitado acceso de la población y la juventud a la mayor parte de las (NTIC) en el país, debería suponerse que el acceso individual a los medios tecnológicos (teléfonos celulares, consolas de videojuegos, computadoras, Internet) y sus usos, es todavía reducido, pero su presencia al menos en la capital del país resulta ya significativa en el consumo cultural de adolescentes y jóvenes, lo que plantea un conjunto de nuevas interrogantes para los procesos socializadores y el desarrollo de valores.

El presente libro es el resultado de indagaciones que el Grupo de Estudios sobre Juventud del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas venía realizando y que adquirieron un nuevo impulso por el estímulo de responder al problema de investigación propuesto por el Programa Territorial de Investigaciones Sociales de La Habana “Los procesos de socialización para el desarrollo de valores”, convocado por la Delegación Provincial en la capital del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA). La formulación de dicho problema fue “cómo lograr un sistema de socialización que estimule la creación de valores éticos superiores en el contexto nacional e internacional actual”.4

Sin dudas, la naturaleza del problema planteado es de gran amplitud y complejidad, y sus respuestas se deben ir construyendo en aproximaciones sucesivas, para aportar una mayor comprensión de los procesos de socialización de adolescentes y jóvenes en el país y proponer recomendaciones que aprovechen de forma más efectiva las potencialidades de cada una de ellas para esos fines.

Después de varios años de investigaciones sobre el tema, pretendemos con este libro no solo socializar la información de que disponemos, sino también contrastar opiniones con otros especialistas, estimular la profundización de las investigaciones, sobre todo invitar a la adolescencia y la juventud, como protagonistas de este estudio, a la reflexión y al diálogo a partir de sus propias perspectivas.

A MANERA DE FUNDAMENTACIÓN

La adolescencia y juventud como etapas de la vida de construcción de identidades y definición de adscripciones y pertenencias a grupos sociales, a partir, entre otros elementos, de la adquisición, desarrollo y consolidación de valores, implica la exploración de nuevos significados en el entorno social en el que se desenvuelven y por ello constituyen etapas claves para la socialización. Ello requiere definir qué entendemos por juventud y por socialización.

Sin lugar a dudas, una definición conceptual de juventud resulta controvertida, debido a la naturaleza diversa de los procesos de orden biológico, psicológico y social que tienen lugar en esa etapa de la vida. Ello ha dado lugar a numerosas definiciones según los elementos que se privilegien en el análisis, incluso cuando se intentan combinar criterios de distintos órdenes.

A partir de esas diferencias de enfoque, en los estudios sobre este sector de la población hemos partido de una concepción de juventud como grupo sociodemográfico, definido socialmente por su pertenencia socio-estructural (clasista, de género, por el color de la piel, territorial) y por la naturaleza de la actividad que se desarrolla en esa etapa, la que condiciona un conjunto de relaciones sociales específicas que conforman la condición juvenil a partir del significado propio de dicho período. Ello da lugar a una identidad juvenil que es tanto autoidentidad como identidad reconocida por el resto de las generaciones.5

Esta concepción de juventud, aun cuando admite su carácter como etapa del ciclo de vida y tiene que recurrir al establecimiento de límites de edades para operacionalizarla, pone el énfasis en las relaciones sociales de las cuales es portador el grupo en su conjunto, pero, cada vez más, en los distintos segmentos que la componen, de ahí que ampliemos el concepto de juventud al de juventudes.

Enfocar el análisis en la condición juvenil6 permite una mayor adecuación a las características de la época actual, en las que se aprecia una ruptura de la lógica lineal entre presente y futuro, y de la dicotomía entre inclusión y exclusión. Estos procesos se entrelazan o superponen, lo que cambia la tradicional dialéctica entre ruptura y continuidad en la sucesión generacional, a la vez que cuestiona la manera simplificada de concebir la etapa juvenil como preparación para la vida adulta.

Si bien los orígenes de estos cuestionamientos se remontan a varias décadas,7 el alargamiento de las etapas educativas, la complejidad de la inserción laboral en empleos que satisfagan las expectativas de los que arriban al mercado de trabajo, la incontenible expansión de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones y, en general, los retos económicos, sociales, políticos y medioambientales que heredan, entre otros factores relevantes, remueven las bases mismas de las concepciones sobre juventud hasta ahora predominantes.

Para entender las transformaciones en la condición juvenil, resulta de gran utilidad enfocarla a la luz de la categoría sociológica generaciones. Estas son el resultado de la socialización en un momento común de la evolución de la sociedad, lo que condiciona prácticas sociales relativamente comunes o al menos interconectadas, en etapas claves de formación de la personalidad. Estas prácticas dan lugar a rasgos estructurales y subjetivos específicos, que las dotan de una fisonomía propia.8

La comprensión de la relación entre juventudes y generaciones permite entender el significado de las identidades juveniles como procesos que se configuran y reconfiguran en dinámicas inter e intrageneracionales y captar las conexiones que se tejen en la visible diversidad y fragmentación juvenil. En ello resulta esencial la interrelación que tiene lugar entre la realidad social como conformadora de determinada identidad, incluida la herencia histórica, y el activismo con que los jóvenes se apropian, desde su subjetividad, de esa realidad en que están inmersos.

Esa (re)construcción subjetiva de los grupos juveniles ocurrebajo condiciones y factores históricos y estructurales concretos,y bajo las influencias socializadoras que de ellos se derivan, dema­nera que se hace necesario tener en cuenta el contexto en que se produce la interacción de esos factores, como el escenario específico en que se conformarán las nuevas generaciones y su escala de valores.

Cuando se habla de juventudes en Cuba se hace referencia al segmento de población entre 14 y 30 años, según está definido en el Código de la niñez y la juventud vigente en el país. Se pueden diferenciar tres segmentos etarios:9

• La juventud temprana o adolescencia:10 entre 14 y 17 años.• La juventud media: entre 18 y 24 años, que es la que constituye el núcleo central de la juventud.• La juventud madura o tardía: entre 25 y 30 años.

A pesar de la considerable reducción que ha tenido la juventud como resultado de la transición demográfica que tiene lugar en el país, la cual está provocando un intenso proceso de envejecimiento poblacional, aún representa el 20,4 % del total de la población (al finalizar el año 2011 existían 2 297 428 jóvenes).11

Junto a los cambios en la cantidad y composición de las juventudes en el país, también se modifican las visiones predominantes en la sociedad acerca de este segmento social y, en consecuencia, los enfoques de la socialización. En una reciente periodización acerca del tratamiento de la juventud, identificábamos cinco mo­mentos:12

1.La juventud como actor protagónico de la transformación social. Correspondió fundamentalmente a los años 60 del siglo pasado. Su papel relevante a partir del triunfo de la Revolución en múltiples tareas productivas, culturales y defensivas, vitales para el país, convirtió al grupo juvenil en un sector realmente estratégico para el desarrollo nacional. Los enfoques socializadores de esta etapa iban encaminados a potenciar a la juventud en función de una mayor inserción social y un mayor empoderamiento para llevar adelante el reordenamiento económico, social y político que brindara mayor igualdad y justicia.2.La juventud como grupo etario: los estudiantes. Fue la manera predominante de concebirla en los años 70 y primera mitad de los 80, en los que el crecimiento de la proporción de jóvenes en la sociedad, acompañado de las políticas sociales encaminadas a garantizar la universalización de la educación —incluido el acceso masivo a la enseñanza superior—, elevó significativamente el número de estudiantes y generó cierta identificación entre juventud y grupos estudiantiles. Ello marcó la manera de concebir a la juventud, cuya participación social estuvo centrada sobre todo en el ámbito educativo y, más que un actor social protagónico, comenzó a ser concebida como un grupo poblacional sujeto de derecho y objeto privilegiado de las políticas socializadoras.3.La juventud como objeto de socialización y sujeto activo de transformación. Este enfoque correspondió a la segunda mitad de los años 80, cuando —como parte del llamado Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas13— se comenzó a producir un movimiento de recuperación de la participación popular enun sentido amplio y, aunque se mantuvo el peso de la juventud como objeto de socialización, no quedó circunscrita al grupo estu­diantil, sino que se estimuló la participación desde diferentes sectores juveniles como sujetos activos de la transformación social en sus diferentes ámbitos, a la vez que hubo un papel más protagónico de las organizaciones juveniles en la representación de sus intereses dentro de la estructura del Estado y en la formulación de políticas dirigidas al sector.4.La juventud como problema.Durante los años 90 —signados por la crisis económica que enfrentó Cuba como resultado de la conjunción de la ruptura de los vínculos económicos con los países del campo socialista eurooriental, la agudización del bloqueo de los Estados Unidos y los propios problemas acumulados en elfuncionamiento de la economía— se produjeron notables impactos en los procesos de inserción social de los grupos juveniles, tanto por los cambios que tuvieron lugar en los espacios concretos, dígase instituciones educativas, laborales, comunidades, organizaciones sociales y políticas, como por sus propias transformaciones subjetivas. Ello dio lugar al repliegue, en ciertos sectores, haciametas menos colectivas, a la vez que surgieron o reaparecieroncom­portamientos no ajustados a los objetivos de la socialización promovida, tales como desvinculación de las actividades de estudio y trabajo, alcoholismo, conductas violentas o delictivas y prostitución. En esta etapa conocida como Período Especial, las circunstancias reavivaron las visiones de la juventud como problema, a la vez que las políticas sociales se dirigieron a tratar de conservar en niveles aceptables los logros alcanzados en materia de inclusión social, fundamentalmente educación y empleo.5.La diversidad de miradas: las juventudes.Esta correspondió a la primera década del actual siglo, en que los impactos que se generaron en el anterior decenio dieron lugar a una mayor heterogeneización social, a sectores juveniles altamente diferenciados respecto a las generaciones precedentes, pero también con una fuerte diversidad entre sí, que hacía más pertinente hablar de juventudes enplural, a partir de la diversificación y superposición de sus formas de expresión. En este marco, las políticas sociales desplegadas en la etapa identificada como Batalla de Ideas,14también combinaron diversos enfoques, en particular el de la recuperación de la juventud como sujeto de derecho y objeto de las políticas, fundamentalmente educacionales, junto al de la solución de la juventud como problema y al de actor protagónico del desarrollo social (más que el económico). En función de ello se puso especial énfasis en la recuperación de los espacios educativos y laborales para la población juvenil, y la generación de nuevas formas de inserción social a partir de la modalidad de programas sociales, dirigidos fundamentalmente a sectores en desventaja social o que habían quedado fuera de los canales formales de integración.

A partir del año 2011, con la aprobación de los lineamientos económicos y sociales que han dado lugar a la actualización delmodelo económico, habría que añadir unasextaetapa, en la que semantiene la diversidad de miradas hacia las juventudes, perose pone el énfasis en una socialización que las convierta en actores protagónicos del desarrollo económico y cree en ellas una conciencia de productor.

¿Cómo se concibe la socialización?

Por una parte, la categoríasocializaciónha devenido herramienta útil para articular el análisis de cómo se produce la relación entre el individuo y la sociedad, cuestión que a lo largo de los años ha sido una de las preguntas claves del pensamiento social, y cuyas respuestas han marcado los destinos más transitados en el viaje por la comprensión de la realidad.

Una revisión de las visiones fundamentales, al menos del pensamiento clásico, deja clara la presencia de tendencias que han reconocido a un sujeto absolutamente “sujeto” a los designios y controles de una sociedad, o por el contrario, un sujeto que nada le debe a ella, dueño absoluto de su destino y su suerte. La sabiduría popular ilustra cuando dice que los “extremos se tocan”, pues lo cierto es que la ausencia de equilibrio, articulación y complejidad de cualquiera de esas dos visiones, no permite avanzar en una mirada convincente. Como analizan Alvarado y Ospina, “La reflexión sobre este proceso se ha desarrollado en el marco de dos extremos: el determinismo objetivista que considera al sujeto como un ser pasivo que es moldeado por la realidad objetiva, y el voluntarismo subjetivista que define al individuo como sujeto libre de determinaciones y creador de su propia realidad”.15

Así, por ejemplo, el estructural-funcionalismo ofrece una visión estática y determinista del sujeto social, donde pareciera que la adaptación de los individuos al sistema se da de manera mecánica, sin mediaciones subjetivas y donde su papel activo queda anulado. Desde esta perspectiva, la socialización lleva a formar un “adulto perfectamente convencional”,16 cuya participación en patrones de acción socialmente controlados y evaluados tiene como objetivo ser funcional al sistema predominante.

De otra parte, corrientes de base psicoanalítica hicieron contribuciones a la comprensión de la socialización: la consideración del papel de la subjetividad, sus instintos, emociones y sensaciones; la influencia de agentes socializadores claves como la familia, la escuela y la colocación del conflicto en el centro de la relación entre el individuo y la sociedad, son algunas de ellas.

Concepciones dentro de esa corriente han tenido un fuerte peso en la interpretación y la práctica de la socialización. Entre ellas se destaca, por su amplio impacto, la noción de “moratoria psicosocial”, para definir la etapa de la adolescencia como un período inactivo, un tiempo dedicado a la libre experimentación a través del juego de roles, en el que se busca la autoidentidad y la ubicación más conveniente en la sociedad, por lo que es concebida como una etapa preventiva que garantiza “el desarrollo saludable de la personalidad”.17

Esa visión amplía el ámbito de la socialización y lo extiende a todo el proceso vital, con lo que se distancia de Freud, quien lo limitaba a la temprana infancia.

En esta misma dirección, otros autores reconocieron a la juventud como una “segunda oportunidad” en la socialización, es decir, una etapa del desarrollo que no está condicionada solo por la socialización que tuvo lugar en la infancia, sino que es capaz de desarrollar su propio dinamismo a través de la participación del individuo en la sociedad. Esa relación del individuo con la sociedad y con la cultura adulta se hace posible debido a la separación del joven de sus padres.18

Estos planteamientos, más allá de sus aportes, adolecieron de limitaciones en su enfoque, sobre todo el haber centrado el pro­blema de la identidad únicamente en el individuo y desconocer la influencia que para la socialización tiene la interrelación con el medio.19

Ya para las últimas décadas del pasado siglo, tanto las concepciones de la socialización continua del estructural-funcionalismo como las de la socialización conflictiva de mayor peso psicoanalítico que habían imperado tradicionalmente en la sociedad, destinadas siempre, en última instancia, a garantizar una adecuada inserción en la vida adulta, dejarían de ser las más recomendables ante las reales dificultades de la juventud para insertarse socialmente, sobre todo en la esfera del empleo.

La separación entre el proceso de socialización y su vínculo directo con el proceso de trabajo incrementó los factores que conducían a la formación de una identidad individualista y disminuía cada vez más aquellos que podían formar una identidad colectiva, tanto desde el punto de vista del contenido como de las formas de socialización. Esta transformación condujo a fundamentar el paso de unasocialización productivaa unasocialización consumista. El cambio en la estructura de la experiencia de los jóvenes desde unos patrones de socialización productiva a unos consumistas, lleva implícitos transformaciones en la interacción entre individuo y sociedad, y en su impacto en el desarrollo de la personalidad, que se expresan en diferencias en la estructura, en la experiencia social y en una aproximación diferente a la sociedad y al futuro. La tendencia a reducir la socialización a través deltrabajo y reemplazarla por procesos de aprendizaje abstractos,conduce al debilitamiento y pérdida de la capacidad para la integración social.

Vinculado al análisis de la socialización y las posibilidades o no que ofrece para la integración social, se han desarrollado otras categorías como las deanomia,marginalidadyexclusión,explicativas de las dificultades que enfrenta la juventud para lograr su plena inclusión en las estructuras sociales.

Sin embargo, todos estos aportes resultan incompletos si no se piensa la socialización en su interrelación con las características del contexto histórico, la naturaleza de la estructura socioclasista existente y las relaciones de poder dominantes, que marcarán el sentido de la socialización como generalidad, así como el nivel de desarrollo de las contradicciones sociales y las constricciones que el sistema social impone a la participación y a las prácticas cotidianas. De ahí que el enfoque histórico-materialista contribuya a colocar, en el centro del análisis de la socialización de los indi­viduos, la naturaleza de las relaciones sociales en las que se desarrollan y el carácter activo y transformador del sujeto en ese proceso.

La socialización puede darse espontáneamente, pero en tanto existen instituciones que se autodefinen como socializadoras por excelencia y tienen esta misión dentro de su sentido de ser, la cuestión ética, los para qué de la socialización, deben ser revisados y discutidos sistemáticamente. Esto para identificar, parafraseando a Bourdieu, “qué sujetos están queriendo hacer y cuánto lo están logrando”,20 puesto que se trata de un proceso en extremo potente que contribuirá, o puede potencialmente contribuir, al desarrollo futuro de generaciones y naciones. Ello es importante porque la socialización es, ante todo, relacional, y por ello implica relaciones marcadas por el poder, que deben ser analizadas de forma regular con el fin de convertirlas en oportunidad y no mantenerlas como amenazas, como tradicionalmente ha ocurrido.

Algunos autores enfatizan en cómo se reproducen las visiones de futuro en función de aquello que se conoce y bajo lo cual hemos sido construidos como seres sociales.21 Resultan muy apropiadas las palabras de Holloway: “no sabemos cómo se cambia el mundo sin tomar el poder”.22 La realidad es que estos son los principios de relación que, como generalidad, conoce la humanidad, como dijera Freire “testimonios de humanidad”.23 Se asume aquí, junto a Marx, su visión de que es la división social del trabajo, y sus consecuencias sociales, la responsable del surgimiento de las formas de dominación y de las clases sociales, el Estado y sus insti­tuciones como sujetos esenciales de esta dominación.

El estudio del poder desde esta perspectiva crítica implica, en primer lugar, comprenderlo históricamente, como proceso y como construcción social, no como una característica individual, ajena a su contexto, a la estructuración de la realidad, a la correlación de fuerzas en la sociedad. A su vez, se requiere estudiar la interrelación de estos elementos con la configuración, estructura de la sociedad y la vivencia e interpretación, la internalización, que los individuos hacen de ella.

Por ello es necesario entender el papel de las relaciones como núcleo en la concepción del individuo, estas desde su carácter histórico y como vía para emprender cualquier proceso de cambio. Coherente con estos principios, hay que partir del papel esencial de la subjetividad, que a su vez condiciona la importancia de los procesos de interacción, interpretativos. Enfatizar en una mirada a la subjetividad integradora, que actúe como principio articulador micro-macro y que parta del principio de que la realidad tiene un carácter sistémico, integrado, en interrelación dinámica y compleja entre el todo y las partes.24

En sintonía con los principios mencionados, hay que rescatar y privilegiar el papel del lenguaje en la comprensión del proceso de socialización. Autores marxistas como Leontiev, Luria y Vigotsky, desarrollaron amplias y valiosas posturas al respecto, a partir de la relación cultura-lenguaje.25Coincidimos con Martín-Baró, en su libroAcción e ideología. Psicología social desde Centroamérica,en que el lenguaje sirve como mediador-socializador entre la persona yla comunidad, entre la experiencia individual y el orden social ypor esa condición es elemento central para comprender los procesos socializadores. Cuando los individuos aprenden a comunicarse están aprehendiendo las expectativas, exigencias, cultura,valores históricos de la sociedad en que se insertan. De maneraque este énfasis determina derroteros metodológicos para las investigaciones sobre el tema.

A partir de todo lo anterior, las autoras de este texto han concebido las investigaciones sobre la socialización de la juventud cubana

como un proceso de interacción social mediante el cual los individuos construyen y reconstruyen su sistema de valores, a partir de la cultura y tradiciones de su contexto, pero sobretodo del momento histórico en el que se insertan. Se produce de manera continua y sistemática, desde lo cotidiano, a través de distintos mecanismos socializadores, que pueden ser formales e informales y tiene un carácter activo, en el que se combinan la intencionalidad y la espontaneidad, la apropiación y la creación, la socialización y la individuación.26

Al mismo tiempo ponemos el énfasis en que:

En tanto interacción social está afectada por procesos interpretativos, comunicativos y subjetivos en general, demanera que no es lineal sino que se da en un continuo proceso dinámico de construcción, reconstrucción e interinfluencia de todos los elementos participantes, ya sean constituyentes o resultantes [y que] su objetivo debe ser facilitar la integración activa y emancipadora del individuo al entorno social.27

Entre esos elementos constituyentes y resultantes, ocupan un lugar central los valores como parte importante de la vida espiritual e ideológica de la sociedad y del mundo interno de los in­dividuos, como “producción de la conciencia (social e individual) en el contexto de las relaciones sociales dadas en la actividad del sujeto”.28

El proceso debe contribuir a potenciar individuos activos, conscientes de su papel y responsabilidad social, comprometi­-dos con el devenir de su entorno, y no pasivos receptores, reproductores de la realidad y su configuración. No pensar los procesos sociales desde sus objetivos políticos y éticos y, por tanto desde la utopía social, sería una contradicción. Por otra parte, al hablar de un proceso que requiere ser analizado en su continuidad temporal, se enfatiza en la imbricación dinámica, tanto delos contenidos (implícitos y explícitos) que fluyen como parte deaquello que “debe ser socializado o está siendo socializado”,como de los modos en que este proceso se implementa y los efectos de todos estos factores sobre los sujetos y la realidad misma, no como momentos independientes, sino simultáneos, dialécticos, dinámicos.

En este sentido, la socialización incluye diferentes dimensio­nes, complementarias y constitutivas del proceso cotidiano de cons­tru­cción y reconstrucción de la realidad social en cualquiera de sus niveles:29

•Dimensión histórica: Hace referencia a los determinantes históricos que impactan en los modos de socialización. Igualmente rescata su lugar dentro de la configuración estructural de la sociedad y su sistema de relaciones.•Dimensión política: Referida al sistema de ideas, fundamentalmente éticas, que subyacen y orientan la socialización y la conformación del modelo de individuo que caracteriza a una sociedad en un momento histórico determinado.•Dimensión ejecutiva: Se refiere a los modos en que se implementa y lleva a cabo el proceso de socialización. Las acciones que se organizan, formales e informales, los métodos, los modos de evaluar estos.•Dimensión cultural: Toma en cuenta el conjunto de tradiciones, costumbres, patrones y prácticas propios de un contexto y momento histórico, que dan identidad a individuos, grupos y sociedades.•Dimensión subjetiva: Hace referencia al proceso mediante el cual los elementos externos son apropiados por los individuos, grupos y sociedades, reelaborados y convertidos en parte de su configuración individual pero también colectiva. Tiene lugar en los individuos, grupos y sociedades; incluye por tanto el cómo impacta todo lo anterior en el sujeto-grupo-sociedad, cómo es interiorizado e incorporado, cómo modifica sus características.

Igualmente, el análisis de esta categoría requiere tomar en cuenta la imbricación compleja de esferas, niveles y actores, que actúan simultáneamente en el proceso. Por ello, la socialización debe ser concebida como proceso multidireccional e interinstitucional, es decir de la sociedad y sus instituciones hacia el individuo y viceversa, encaminado a aportar instrumentos para el aprendizaje, la autosocialización y la formación de valores.

El potencial socializador de los distintos actores debería enfocarse a contribuir al desarrollo de un pensamiento crítico y propositivo, lo cual solo es posible desde contenidos sustentados en el respeto a la diversidad, a los derechos, la participación y la responsabilidad, es decir, encaminados a “enseñar a pensar”, propósito que cuestiona el principio de transmisión de valores que lleva implícita la concepción de receptores pasivos.

El logro de mejores resultados en ese proceso debe tener en cuen­ta tres dimensiones fundamentales: la articulación interinstitucio­nal, la potenciación de valores y los procedimientos a emplear.30

Laprimera dimensiónse refiere al conjunto de instituciones socializadoras que pueden cooperar y la naturaleza de los posibles vínculos a establecer entre ellas. Existe consenso en que la socialización es un proceso que involucra a múltiples actores y que del conjunto de instituciones que intervienen, unas tienen objetivos, metas y procedimientos más explícitos y organizados que otras,a la vez que las posibilidades de influencia sistemática y nivelesde medición de los resultados también resultan disímiles.

El problema actual radica en la articulación entre espacios tradicionales como la familia, el centro educativo, la comunidad, el empleo, los medios de comunicación —en especial la televisión—, las organizaciones sociales y las políticas —en particular las estudiantiles y juveniles— y otras, que han ido alcanzando mayor jerarquía como el grupo de coetáneos y la conectividad horizontal a través de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, pues los efectos son radicalmente diferentes si sus acciones se contradicen o si se complementan.

Lasegunda dimensiónse refiere a socializar en un conjunto de valores que deben constituir la columna vertebral de la formación del individuo. Estudiosos del tema, al analizar los valores, han señalado la importancia de diferenciar los planos de análisis entre la situación objetiva del valor —es decir, como parte constitutiva de la realidad social, como una relación de significación entre los distintos procesos o acontecimientos de la vida social— y las necesidades e intereses de la sociedad en su conjunto; la situación subjetiva del valor, o sea la apropiación subjetiva a partir de su significación social en la conciencia individual o colectiva; y la situación de valores instituidos y reconocidos oficialmente, pues la sociedad debe organizarse y funcionar a través de un sistema de valores de donde emana la ideología oficial, la política interna y externa.31

Aunque este es un tema altamente polémico, consideramos que existe un conjunto de valores universales y nacionales que tienen contenidos de gran estabilidad, los que deben constituir el centro de la socialización del individuo. No obstante, hay que tener en cuenta que los contenidos se adecuan a las condiciones concretas de cada época y, a su vez, se producen cambios en las jerarquías en función de las condiciones, pues los valores —en toda sociedad, a lo largo de la historia y en cualquier cultura— configuran una escala, describen un ordenamiento, que varía de acuerdo con los desafíos concretos que se enfrenten en cada momento.

Por eso, un aspecto crucial es lograr comprender la dialéctica apropiada entre lo estable y lo cambiante, que permita la actualización y el reajuste de los contenidos de la socialización, de forma tal que el proceso no se convierta en una abstracción difícil de concretar o algo descontextualizado y poco aplicable a la situación actual. Concentrarse en los valores esenciales, con respeto por las diferencias generacionales y la diversidad juvenil, evita la dispersión de las acciones y contribuye al logro de una mayor efectividad en la socialización.

La tercera dimensión alude a los procedimientos más eficaces para la socialización. Este es el elemento más complejo, porque significa cómo hacerlo. Es difícil detenerse en el panorama de los procedimientos por la diversidad que entraña lograr coherencia en función de la institución que socializa o el contenido concreto de que se trate. Sin embargo, pueden enunciarse algunos principios metodológicos que deben estar presentes en cualquier procedimiento socializador. En primer lugar, es necesario concebirla como un proceso:

•Gradual y permanente, pues no funciona cuando es abordado asistemáticamente.•Integral, ya que no debe ser diseñado para un único espacio o momento.•Diferenciado, es decir, adecuado a las características particulares de los grupos a los que van dirigidas las acciones.•Articulador de transmisión, reflexión y participación. La socialización en valores requiere combinar la información con el espacio para la reflexión y la constatación personal de los contenidos que se reciben, a través de la participación directa o la búsqueda personal de ejemplos que permitan al sujeto su propia evaluación. La participación es condición esencial para formar el sentido de responsabilidad indi­vidual.•Articulador de razón y emoción. Es necesario combinar la información y la transmisión de normas con el componente afectivo, para lo que hace falta movilizar no solo la razón sino también la emoción.

La efectividad de la socialización en valores depende de su carácter activo, de la participación consciente del individuo en el proceso, contar con una adecuada información y conocimiento de las normas de conducta socialmente legitimadas, corroborar por sí mismo, en sus propias acciones, los conocimientos que recibe y verse representado, reconocido y estimulado.

Esto subraya la importancia de considerar que cada acción socializadora tenga en cuenta su capacidad para:

•Aportar información.Es necesario tomar en cuenta que cada día el sujeto socializado es un individuo que eleva sus interacciones sociales, que está expuesto a medios de información diversos y a mensajes amplios y contradictorios, por lo que la socialización conscientemente orientada tiene el desafío de brindar elementos esclarecedores y constructivos que le permitan comparar y arribar a conclusiones propias.•Promover la participación. Es decir, favorecer la participa­- ción activa en la definición de metas en su propia sociali­zación, en la ejecución de actividades prácticas y en la toma de decisiones que afectan su vida, su presente y su futuro.•Brindar espacio para la expresión de la individualidad. El hecho de que la socialización implique la preparación y adecuación