Televisión, lenguaje y dramaturgia - Reinerio Flores Corbelle - E-Book

Televisión, lenguaje y dramaturgia E-Book

Reinerio Flores Corbelle

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Beschreibung

La dramaturgia en la televisión, el guion, sus estructuras, confecciones y lenguajes, algunos de los varios pilares sobre los que descansa la efectividad de la comunicación televisiva, son los ejes sobre los cuales gira este libro. El propio escritor reconoce que un libro como este se dirige en lo principal a los estudiantes de especialidades como dramaturgia u otras ramas relacionadas con la comunicación. No obstante, para otros especialistas, e incluso simples lectores interesados en los contenidos, lenguajes y estructuras de los medios, el volumen puede considerarse una estupenda herramienta. Con un lenguaje sencillo, invita a conocer y evaluar cómo emplear de manera adecuada los recursos que posibiliten hacer una televisión con una apropiada efectividad comunicacional.

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Seitenzahl: 169

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España. Este y otros libros puede encontrarlos en ruthtienda.com

Edición y Corrección:

Lisandra Ailed Hernández

Diseño, realización y diagramación:

Maikel Martínez Pupo

Composición para e-book:

Ana Irma Gómez Ferral y Valentín Frómeta de la Rosa

© Sobre la presente edición:

© Reinerio Flores Corbelle, 2015

© Editorial enVivo, 2024

ISBN:

9789597276555

Instituto Cubano de Radio y Televisión

Ediciones enVivo

Calle 23 No. 258, entre L y M,

Vedado. Plaza de la Revolución, La Habana, Cuba

CP 10400

Teléfono: +53 7 838 4070

[email protected]

www.envivo.icrt.cu

www.tvcubana.icrt.cu

Índice de contenido
Portada
Portadilla
Créditos
A modo de prólogo
Introducción
Capítulo 1. El complejo audiovisual
Capítulo 2. Público y condiciones para recibir los mensajes
Capítulo 3. La dramaturgia como método de trabajo
Capítulo 4. Elementos que integran el lenguaje de la televisión
Capítulo 5. Dramaturgia de la información
Capítulo 6. Géneros dramáticos clásicos. Características
Géneros. Aspectos fundamentales
Género: Tragedia
Género: Pieza
Género: Melodrama
Género: Farsa
Género: Comedia
Género: Tragicomedia
Género: Didáctico
Capítulo 7. Géneros o tipos de programas por su forma en televisión
Capítulo 8. Géneros periodísticos en televisión
Capítulo 9. El guion de televisión
Etapas de la construcción del guion
Capítulo 10. Análisis del producto televisivo terminado
El análisis y desmonte dramatúrgico de un espacio noticioso tras su puesta en pantalla. Objetivos.
Recomendaciones
Glosario de términos más comunes en televisión
ANEXOS
Proyecto de espacio para televisión
Proyecto de obra
Guion de televisión
Escenas del Capítulo 1: La fuga
Presentación de la serie
Bibliografía
Sobre el autor

A modo de prólogo

En esta profesión se puede ser cualquier cosa… menos bobo.

Roberto Agudo

Recién concluido el V Festival Nacional de Televisión, en una fecha ya tan lejana como mayo de 2008, dramaturgos, críticos y periodistas coincidieron en señalar la “falta de dominio de la estructuración” en los espacios seriados. Esto condujo a una demoledora sentencia, expresada en una que otra entrevista: “...algunos guionistas no dominan la técnica”[1].

Pienso que el problema es aun más grave: diversos guionistas no dominan la técnica del guion; por consiguiente, muchos directivos no saben seleccionar ni a los guionistas ni a los asesores.

Se puede conducir un auto sin licencia, siempre que sepamos manejar. Pero sin saber manejar, aunque tengamos licencia, el resultado ha de ser catastrófico.

En cuanto a guionistas, me parece que sobran patentes de corso.

Cada vez que he integrado un jurado de televisión de los concursos 26 de Julio, 1ro. de Mayo, Gilberto Caballero, del Festival Nacional de Telecentros, provincial, municipal o de base, insisto hasta el cansancio en que: existe un festival todos los días que tiene un jurado implacable: la teleaudiencia.

El autor de este libro me critica porque ya no veo novelas nacionales, aunque tampoco me interesan los culebrones extranjeros. Es cierto que de las barbaridades también se aprende. Pero esa verdad debe funcionar hacia abajo, hacia los lados y hacia arriba. Si tengo la patente de corso para escribir guiones o para dictaminar sobre ellos, debo demostrar que soy un buen guionista, o un buen asesor, o que como directivo sé dónde está la calidad. Pero si el público se queja de que los capítulos de la novela transcurren sin que pase nada o de que los diálogos son reiterativos y vacíos, fue porque alguien hizo una desafortunada selección de guionista y asesor.

El director de televisión (TV) hace lo que puede; forma parte de la larga cadena. Si no se queja del guion, es porque llegó a la triste conclusión de que hay que vivir a como dé lugar, o que no sabía nada de guion.

Cuando hablamos de guion siempre lo asociamos con el dramatizado, el musical, el humorístico, etc. ¿Y qué hay con el informativo…?

Entré en este mundo nada menos que cuando nacía la Dirección Informativa del ICRT, allá por el año 1968, curiosa simbiosis que agrupaba en una sola división a todos los noticieros, boletines y programas informativos de la Radio y la Televisión Cubanas.

Fue la época gloriosa de El rápido de las 7 en punto, Su reportero RP, Telecierre, Panorama y las dos emisiones del Noticiero Nacional de Televisión, entre otras emisiones informativas, incluido Radio Reloj. Cuánta nostalgia. Y pensar que la radio y la televisión eran “de palo”. Tal vez, por eso fueron grandes escuelas.

Tanto los profesionales del área radial como la televisiva sabían qué era un guion y lo utilizaban en consecuencia. Cuarenta y tantos años después veo, con preocupación, que el concepto de guion se ha perdido en el área informativa. Las revistas y noticieros son simples cadenetas de segmentos temáticos forzados, sin nada que tenga que ver con una curva de interés o un superobjetivo que tenga en cuenta al receptor. Se piensa como emisor, no como receptor. Y después pretendemos que los medios sean eficaces.

¿En dónde aprendimos que se puede emitir una revista matutina sin guion? ¡Ah!, pero tiene una escaleta. Mágica fórmula la de permitir que la improvisación más temeraria establezca su trono ante las cámaras, durante dos horas tempranas, para espanto de los públicos.

Pero Reinerio Flores me pidió un prólogo, no un pliego de demandas. De todas formas les recomiendo a los que se sientan aludidos, o no, que lean este libro.

Armando Morales Blanco

Ex director del Grupo de Análisis del

Sistema Informativo de la Televisión Cubana.

Profesor Principal del Centro de Estudio de la Radio y la Televisión (CERTV).

Introducción

Con el presente texto pretendo dar respuesta a los diversos problemas que se enfrentan a diario; los que, a través de las distintas especialidades, realizan televisión. Además, intento ampliar muchos de los aspectos ya tratados en los dos textos anteriores: Dramaturgia y guion para radio y televisión y Dramaturgia de la información.

El manejo del lenguaje de la televisión, variado y complejo, es posible dominarlo hasta en sus mínimos aspectos. ¿Y qué nos permite ello? Sencillamente, ser eficiente en la codificación de los mensajes, ideas, tesis y conceptos para que sean comprendidos con facilidad por los receptores o públicos y poder influir en ellos.

No es más que un acercamiento al lenguaje, códigos, dramaturgia y formas más adecuadas de hacer televisión, aprovechando no solo sus bondades, sino sus potencialidades como divertimento para cumplir con objetivos tales como educar, formar e influir en los distintos públicos que integran el conjunto de los televidentes potenciales.

Los aspectos que abordo constituyen la base del trabajo profesional en televisión y son una guía indispensable para asesores, especialistas, guionistas, periodistas y otros trabajadores del medio audiovisual.

Parto del principio de que la efectividad comunicacional por medio de la televisión pasa, necesariamente, por el adecuado manejo de su lenguaje y uso de sus códigos sin perder de vista al público, objetivo y blanco de los múltiples mensajes que se emiten a diario.

No obstante, el estudio sobre la televisión y su efectividad comunicacional estará incompleto si no nos acercamos a disciplinas como la semiótica de la imagen, la estética, la teoría de la comunicación, la psicología social, las técnicas periodísticas y otras ciencias sociales. Estas permitirán, no solo tener una visión abarcadora de la problemática del proceso de comunicación, sino emplear formas más adecuadas para llegar a los públicos y por añadidura, satisfacerlos espiritualmente. De esta manera, se mantienen frente a la pequeña pantalla, con la atención necesaria, hasta el final de cada programa.

Como a lo largo del presente texto volveré una y otra vez sobre el concepto de efectividad comunicacional, es necesario tener bien claro a qué llamo así y qué factores han de tenerse presentes para lograrla.

El primer aspecto es despertar el interés de los receptores potenciales. Para ello, el programa, de alguna forma, debe reflejar su mundo, que les reporte algo nuevo, útil y atractivo; que el conflicto que les presentemos motive y emocione; que se cuente una historia creíble y que los elementos sean expuestos con claridad meridiana, para que sean comprendidos con facilidad y que, por añadidura, les aporte algo de valor espiritual.

Para lograr estos superobjetivos, es indispensable cumplir con las reglas dramatúrgicas que recomiendo y los resultados serán un programa de calidad, cuya consecuencia será la efectividad comunicacional con los receptores.

En los siguientes capítulos encontrarán tratados aspectos teóricos y prácticos acerca del adecuado empleo de los géneros dramáticos, las estructuras narrativas, los géneros periodísticos en televisión y el modo de empleo del lenguaje de la televisión y la dramaturgia.

Encontrarán también aspectos referidos al análisis y valoración del guion y del desmontaje del producto televisivo terminado, que les permitirán hacer juicios profesionales sobre calidad y efectividad comunicacional de cada programa y el adecuado manejo del lenguaje y la dramaturgia en la televisión.

Recomiendo, por tanto, el estudio detallado de cada uno de ellos, el anexo, la práctica de escribir guiones, realizar análisis dramatúrgicos, desmontajes de programas y, finalmente, acercarse a los textos que señalo como bibliografía complementaria.

Si puedo contribuir a que cada cual realice su trabajo en televisión, día a día, con profesionalidad y eficiencia, me daré por satisfecho.

El Autor.

La Habana, 2010

Capítulo 1

El complejo audiovisual

Si le preguntáramos a cualquier persona qué es la televisión, sin dudas, responderá que es imagen y sonido, o tal vez la calificarían como medio audiovisual; quizás un medio de comunicación.

No se equivocaron, pero hay que tener cuidado. Caracterizar a la televisión de esas formas es perder de vista particularidades esenciales que impedirían comprenderla y lograr, a través de ella, una adecuada eficiencia comunicacional con sus receptores.

El destacado sociólogo brasileño Arthur Da Távola, en su libro La libertad de ver, aborda, de forma ingeniosa y acertada, después de un riguroso estudio de los públicos, los efectos que pueden lograrse en los receptores con el empleo apropiado del lenguaje de la televisión.

El televidente es capaz de hacer una lectura crítica de lo que ve y escucha de forma inmediata, si lo que le ofrecemos va en contra o a favor de sus intereses. El público gusta o no, apoya o no, acepta o rechaza, aplaude o se burla de lo que ve y escucha a través de la pequeña pantalla, como reacción natural del ser humano. Esta respuesta implica cierta reflexión; llamémosla primaria, ante los hechos que les mostramos, sean reales o de ficción.

¿Por qué ocurre este fenómeno? La televisión actúa, por sus características, directa e intensamente sobre las emociones mediante sus dos canales de información, como una sola unidad dramática o lo que llamamos complejo audiovisual.

Si usted llama por su nombre a un invidente con un grito, desde un punto alejado de él, volverá su rostro para el lugar que su oído señala y la impresión que nos causa es que quiere ver. No es más que una reacción innata por la necesidad de ubicarse en espacio e identificar con dos puntos de referencia, no solo de dónde, sino de quién viene el llamado.

Si un receptor medio se sienta ante el televisor y la imagen le muestra una cosa y el texto otra, se producirá en él una disociación entre ojo y oído, y se verá en la disyuntiva de seleccionar una de las dos informaciones, pero cuál.

Lo que ocurre es que la disociación de sus dos sentidos: el visual y el auditivo, puede desorientarlo. Por lo tanto, no logrará comprender los mensajes, vacilará en seleccionar y desaprovechará tiempo en el cual elementos importantes del o los mensajes contenidos se le perderán, por lo que difícilmente, de ahí en adelante, se interesará por continuar viendo el material.

Si un grupo de amigas y amigos se encuentran reunidos por una festividad y varios de ellos quieren liderar la conversación y la atención, hablando al mismo tiempo, lo más probable es que alguien pida que hable uno solo, porque no se entiende nada de lo que dicen. Es imposible recibir informaciones diversas a un mismo tiempo, porque se convertirían entonces, en ruidos que dificultarían la comprensión y selección del mensaje que deseamos, necesitamos o esperamos.

Es muy frecuente ver en las pantallas a un conductor plantear un grupo de ideas al mismo tiempo que el cintillo que corre por el borde inferior, de derecha a izquierda, con información que nada tiene que ver con lo que el expositor menciona. Entonces, a cuál de las informaciones se debe atender.

El movimiento llama más la atención del ojo, por lo que la dicotomía que se produce entre imagen y voz traerá aparejada la incomprensión de los mensajes emitidos, la desestimulación o la irritación, y por tanto, se verá rota la efectividad comunicativa entre el espectáculo y sus receptores.

No obstante, no solo lo planteado hasta ahora constituye elementos disociadores de la atención del espectador para que comprenda qué se dice y por qué. Hay múltiples elementos que estudiaremos en el capítulo referido al análisis del producto televisivo terminado, que permitirá comprender mejor este aspecto.

Si damos como ciertos los argumentos expuestos hasta el presente, tenemos que entender que la televisión, más que imagen y sonido, es un complejo audiovisual que por su estructura y lenguaje puede resultar muy eficaz, no solo para trasmitir mensajes, ideas o conceptos, sino para influir en los receptores, si se respetan y emplean, adecuadamente, reglas y leyes que imponen el lenguaje.

Por otra parte, en la televisión la imagen tiene que modificar la palabra, aportarle nuevos significados para dimensionar los mensajes. La imagen tiene la capacidad de introducir a los receptores en la realidad que muestra o la nueva realidad elaborada, partiendo de que el tratamiento sea creíble para que el impacto en las emociones sea aceptado.

La televisión actúa directa, eficaz e intensamente en los sentidos, movilizando más los sentimientos que la inteligencia, pues la imagen con su fuerza dramática impacta más que mil palabras. Es además un medio de síntesis, al contener en sí al resto de las artes audiovisuales; aunque tiene un lenguaje particular, lo que condiciona la forma de emitirlos mensajes.

Según el sociólogo brasileño Arthur Da Távola, la televisión provoca en el receptor, manejando su lenguaje adecuadamente, tres momentos que él llama la instancia mimética, la empática y por último, la reflexiva, cuando actúan los patrones de juicio y realizan una lectura crítica por la forma en que muestra ese contenido.

Cuando el receptor se sienta ante el televisor comienzan a actuar mecanismos psicológicos independientes a su voluntad. Si el espectáculo ha sido construido respetando el lenguaje y la dramaturgia del medio, las posibilidades de empatía entre ambos aumenta de froma considerable. En segundo lugar, las posibilidades de que el televidente acepte las ideas que se proponen, dependiendo de su naturaleza y coincidencia con los conceptos del receptor, permitirán una lectura crítica o reflexiva muy influida por las emociones que despertó en él.

Hay quienes afirman que el televidente es un ente pasivo ante la pantalla. No obstante, si somos capaces de mostrarle el conflicto en todas sus dimensiones de forma creíble, lo hará suyo, nos acompañará en toda su exposición hasta el final, tomando o no partido por las tesis y conceptos que emitimos. Por tanto, la televisión funcionará como un medio bidireccional, creará nuevos estímulos que, en mayor o menor medida, harán que reaccione en consonancia con los mensajes.

Si perdemos de vista estos conceptos, que deben estar acompañados del adecuado manejo de la dramaturgia y el lenguaje de la televisión en su sentido más amplio, difícilmente podamos llegar a los receptores de forma eficiente y todo esfuerzo se pierde.

Pasemos a otra particularidad que está muy ligada a las anteriores. ¿Qué es el mensaje en televisión? ¿Cómo funciona en el receptor? ¿Qué elementos formales debe tener para lograr una eficiente comunicación con los receptores y funcionar de manera conveniente?

El mensaje en televisión está integrado por una o varias ideas, tesis, sugerencias o concepciones acerca de cómo debe ser la vida del ser humano en sociedad, la relación con su medio y otros aspectos; está constituido por información. Pero la televisión, por sus características, al emitir mensajes, puede apelar a diversas formas que resulten atractivas y fáciles de asimilar, desde las más simples a las más complejas, directa, indirectamente y hasta por comparación.

Al emitir los mensajes y evitar el rechazo, el desinterés o la incomprensión, teniendo en cuenta la complejidad del medio y del propio receptor, debemos elaborarlos de forma tal que sean fácilmente decodificados, completando las ideas con conclusiones para que la fábula funcione con eficiencia

No es pertinente referirse a Aristóteles (Grecia, 384-322 a.n.e.), quien durante sus clases, disertaciones y puestas en escena de las obras poéticas (teatro), se ocupaba con insistencia de la forma que empleaba para explicar sus ideas y conceptos, muy atento a la reacción del auditorio. A partir de este principio, que hoy podemos denominar básico, creó un método y muchos de sus elementos se encuentran en la dramaturgia moderna y, por añadidura, en la de la televisión.

Tampoco podemos perder de vista que los mensajes no los emitimos de forma personal ante un auditorio presente, que es un factor psicológico de fuerte influencia, sino a través de un medio que carece de vida propia, que al ser encendido en los hogares estará rodeado de ruidos externos que pueden contribuir a la distorsión de las ideas, que no es más que la misma cotidianidad; lo que estudiaremos en detalle en el capítulo referido a público y las condiciones para recibir los mensajes.

Si somos capaces de construir los mensajes bajo los principios antes enunciados, respetando el sistema de códigos de la televisión y apoyándonos en la dramaturgia, sin dudas se habrá construido un producto televisivo de alta eficiencia comunicacional con sus receptores potenciales.

Capítulo 2

Público y condiciones para recibir los mensajes

Los problemas a los que se enfrenta cualquier realizador en televisión son múltiples y van desde cómo llegar a la mayor cantidad de público posible, lograr que mantenga su atención a lo largo de la obra hasta su conclusión y que comprenda los mensajes para que, al final, tome partido alrededor de las ideas y tesis propuestas.

La mayoría de los teóricos coincide en señalar cuatro factores esenciales para lograr estos propósitos: contar una buena historia de forma atractiva, que tenga vínculos con la realidad o entorno, que sea original, y que de cualquier forma cumpla con las necesidades espirituales de esparcimiento o información.

Evidentemente los aspectos señalados con anterioridad y otros que podemos enumerar, son precondición para lograr los objetivos de cualquier realizador artístico. Pero el problema es mucho más complejo, pues el público es heterogéneo, es decir, tenemos que hablar de públicos por edad, sexo, niveles culturales y educacionales, económicos, de desarrollo psicológico, sentimentales, de gustos, etcétera.

¿Es posible mantener frente a una pantalla a todos los públicos interesados en una misma obra hasta el final de esta? No, indudablemente no, pero sí hay formas de mantener una gran cantidad de esos públicos potenciales que tiene la televisión.

¿Qué factores, además de los ya mencionados, han de tenerse en cuenta al realizar una obra para que su socialización sea lo más amplia posible? ¿Dónde recibe el televidente el espectáculo? La pregunta parece tonta porque todos conocemos la respuesta: en casa; pero se han preguntado en cuáles condiciones.

Antes de adentrarnos en las condiciones medias en que el público recibe el espectáculo televisivo, quiero detenerme en algo importante: la concentración. Para recibir información y poderla procesar adecuadamente, cualquier persona necesita concentrarse en lo que lee, escucha y ve. Esa concentración está determinada por la necesidad de recibir toda la información que se le suministre por cualquier vía para entender las ideas que se exponen.

En oportunidades, nos encontramos en la calle con alguien conocido y con deseos de contarnos una historia interesante que deseamos escuchar. Pero el movimiento de personas y ruidos a nuestro alrededor, no nos permite concentrarnos en los datos que nos ofrece, y le pedimos ir a otro lugar más tranquilo para poder conversar y entender lo que nos cuenta.