Teorías sobre el amor en el cultura árabe medieval - Emilio Tornero Poveda - E-Book

Teorías sobre el amor en el cultura árabe medieval E-Book

Emilio Tornero Poveda

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Beschreibung

La concepción del amor en Occidente, según Stendhal, proviene del mundo árabe medieval. Fue él el primero en advertirlo al decir que «el modelo y la patria del verdadero amor hay que buscarlo bajo la tienda gris del árabe beduino», y al estudiar, por vez primera, algunos tratados árabes de teoría sobre el amor.Siguiendo el ejemplo de Stendhal, en este ensayo se estudian, analizan y extractan los principales libros de teoría amorosa que se han producido en el mundo árabe, entre los que destaca El collar de la paloma de Ibn Hazm de Córdoba, libro absolutamente singular pero que para su cabal entendimiento hay que situarlo dentro de esta gran tradición anterior y posterior a él.También se ofrecen al lector abundantes traducciones directas de los textos árabes que testimonian la sutilidad de los análisis de estos autores y se comparan con algunas obras literarias occidentales. La leyenda de Maynun y Laylà, los famosos amantes prototipo del amor 'udrı, los Romeo y Julieta del mundo árabe, es asimismo estudiada y traducida en uno de los anexos finales.

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Índice

Cubierta

Teorías sobre el amor en la cultura árabe medieval

Preámbulo

Capítulo 1. Tratados árabes sobre el amor

Capítulo 2. Nasīb y gazal

Capítulo 3. Naturaleza del amor

Capítulo 4. Sujeto y objeto del amor

Capítulo 5. Causas y proceso del enamoramiento

Capítulo 6. La unión amorosa

Capítulo 7. Efectos y señales del amor

Capítulo 8. Personajes en torno a los amantes

Capítulo 9. Vicisitudes y final del amor

Capítulo 10. Remedios contra el amor

Capítulo 11. Negadores de la pasión amorosa

Anexo I

Anexo II

Anexo III

Notas

Bibliografía

Créditos

Teorías sobre el amor en la cultura árabe medieval

A mi esposa

Preámbulo

«No hay en toda la topografía humana paisaje menos explorado que el de los amores. Puede decirse que está todo por decir, mejor, que está todo por pensar.»1

Es mi intención, ante esta topografía humana tan poco explorada, según el sentir de Ortega, ofrecer datos para la reflexión procedentes de las teorías que sobre el amor se han emitido en el mundo árabeislámico medieval, presentando abundantes traducciones, mías y de otros, de textos árabes.

Este trabajo no es un estudio histórico o sociológico acerca del amor en el mundo árabe, sino un estudio estrictamente literario de las teorías que aparecen en los textos que luego presentaré. Estos textos versan sobre el amor, al que tratan desde un punto de vista teórico, pero no son tratados de erotología.

Tampoco pretende ser este un estudio del conjunto total de los abundantes textos que versan sobre el amor, pero sí he utilizado los más importantes, con mucho, de entre los que conocemos.

Respecto a estos textos, me limito a analizar, extraer y traducir los planteamientos teóricos, dejando de lado los numerosos poemas y relatos que ilustran sus teorías, y, en general, no considero los razonamientos de tipo religioso y moral.

El amor del que aquí se habla es el amor profano y heterosexual, no el amor en sentido religioso o místico.

Sobre las concepciones acerca del amor hay que tener en cuenta lo que señala Octavio Paz respecto a que, por un lado, el sentimiento amoroso es un sentimiento universal, pero, por otro, las ideas, las concepciones del amor, son múltiples y variadas:

La atracción erótica hacia una persona única es universal y aparece en todas las sociedades; la idea o filosofía del amor es histórica y brota solo allí donde concurren ciertas circunstancias sociales, intelectuales o morales2.

Y sobre estas concepciones amorosas puntualiza el mismo autor lo siguiente:

No son construcciones lógicas: son la expresión de profundas aspiraciones psíquicas y sexuales. Su coherencia no es racional sino vital. [...] Añado que, si no son una filosofía, son una visión del mundo y, así, son también una ética y una estética: una cortesía3.

Señala asimismo O. Paz la deuda que tiene Occidente, en cuanto a su concepción del amor, con el mundo árabe4, destacando que la concepción occidental del amor muestra mayor y más profunda afinidad con la de los árabes y persas que con las de la India y el Extremo Oriente5.

Por otro lado, este tipo de amor, el amor occidental, el que conocemos desde Provenza, como también observa el autor mencionado, no ha sido conocido en la Grecia antigua6, pues si bien Platón es el fundador de nuestra filosofía del amor, el amor de Platón no es el nuestro [...], no es realmente una filosofía del amor, sino una forma sublimada (y sublime) del erotismo7.

La diferencia fundamental entre el amor occidental y el griego es, sin duda, la heterosexualidad, ya que en la Grecia antigua solo aparece Eros en la relación homosexual. El amor heterosexual en Grecia es tardío, puesto que, según observa F. Rodríguez Adrados, se trata de una innovación helenística, que refleja un modelo distinto de sociedad8.

En la Grecia antigua, en cambio, sobre el amor heterosexual, en concreto el del hombre hacia la mujer, nos dice este mismo investigador que, de existir, es antitradicional y está especialmente vetado por la sociedad. Seducir, implorar, añorar, sufrir no está dentro de los esquemas de conducta del hombre: al contrario9.

En el mundo griego habrá que esperar a Plutarco10, quien hacia el año 120 planteará el tema del amor heterosexual y, en pugna con el amor homosexual griego, tratará de mostrar que Eros no puede existir sin Afrodita y que el amor heterosexual no solo es igual, sino superior al homosexual11.

Desde estas premisas, pues, la filosofía griega no ha podido hacer objeto de su especulación al amor heterosexual, ya que, como vemos, no estaba presente en su sociedad, o al menos, si lo estaba, no era algo significativo.

Tampoco la filosofía occidental, a lo largo de su historia, y como se deduce de la cita de Ortega, ha hecho objeto de sus análisis la temática amorosa. Será más bien en otro ámbito, en el literario, donde comenzará a plantearse el tema del amor y de su estudio teórico.

Los filósofos del mundo árabe, en la estela de los griegos, tampoco se han ocupado propiamente del amor12. Es más, se advierte en uno de ellos, en al-Rāzī, como veremos, la conciencia explícita de que esa realidad humana no es digna del filósofo, y por tanto, de ninguna manera puede convertirse en objeto de sus preocupaciones intelectuales.

Será en otro ámbito del mundo árabe donde aparecerá el estudio teórico del amor. En concreto, hallaremos tratados dedicados a dicho estudio en un ámbito literario-religioso.

Fue Stendhal, quien tanto sabía del amor, el primero en fijarse en el mundo árabe, apreciando el sentimiento amoroso allí manifestado y calificándolo de «verdadero amor» y de «modelo»:

El modelo y la patria del verdadero amor hay que buscarlo bajo la tienda gris del árabe beduino13.

Aludiendo a los libros que sobre el amor han producido los árabes, Stendhal hace esta observación:

Estos libros tan curiosos son muy poco conocidos; al pequeño número de sabios que podrían leerlos, el estudio y los hábitos académicos les han secado el corazón14.

Tal vez por ello, para remediar esa situación, el escritor francés se preocupó de darnos noticia de algunos de estos libros y de extractarnos varias historias de amor ‘uḏrī 15, sobre las que posteriormente, inspirándose en ellas, compuso H. Heine su poema «Der Asra»16.

De entre los libros árabes que versan sobre el amor, el más conocido es el de Ibn Ḥazm de Córdoba titulado El collar de la paloma17. Pero no es este el único tratado sobre el amor en el mundo árabe. Hay todo un filón de obras dedicadas al tema a lo largo de varios siglos y desde muy temprano, como vamos a ver, lo que demuestra la seria preocupación que el amor constituía para la cultura árabe.

La concepción del amor de estos tratados versa fundamental y exclusivamente sobre el amor heterosexual. Ciertamente se menciona en ellos, aunque muy de pasada, el amor homosexual, y hasta cierto punto parece reconocerse su realidad, pero en todo caso como algo excepcional y derivado, que sigue las pautas del amor heterosexual18, pues hay una total unanimidad en el rechazo del amor homosexual, rotundamente condenado por el islam.

El punto de partida de la reflexión de estos libros teóricos árabes es, sobre todo, la experiencia amorosa vivida, encarnada y expresada en la poesía árabe, de ahí las abundantísimas citas de poemas de que están plagados dichos libros así como las también abundantes historias en prosa de amantes, que constituyen igualmente un inmenso acervo de experiencias, ideas y conceptos.

El amor apasionado, romántico y heterosexual que exhalan estos poemas e historias amorosas procede de lo más profundo de la Arabia preislámica, sin que los investigadores hayan podido averiguar su origen último, de dónde y por qué surgen estos apasionados, exquisitos y sublimes amantes que parecen hacer una religión de su sentimiento amoroso y de su adoración a la mujer, pues el amor, en su grado máximo, es concebido, literalmente, como una adoración, taʻabbud, concurriendo y rivalizando con la religión y llegando en el caso del amor ‘uḏrī hasta la muerte y el suicidio por amor19.

Con la aparición del islam no se pierde, sin embargo, ni ese sentimiento amoroso ni los poemas e historias de amor. Todo lo contrario, será en su seno donde se tratará de integrar la herencia árabe amorosa preislámica.

Precisamente lo más llamativo de los tratados árabes sobre el amor que vamos a estudiar es que muchos de ellos han surgido dentro de ambientes caracterizados por su religiosidad, incluso dentro de la más estricta de las escuelas religioso-jurídicas islámicas, la ḥanbalí20.

J. C. Vadet muestra su extrañeza, y con razón, ante esta singular literatura amorosa mezclada con sentimientos religiosos, señalando la dificultad «de hacerse una idea del estado de espíritu que anima a estas síntesis disparatadas»21.

Sin embargo, no podemos considerar estos libros como «síntesis disparatadas» si tenemos en cuenta que su objetivo es, ciertamente, desde el islam, censurar el amor, el amor apasionado, romántico, ‘išq. Este término no aparece en el Corán, pero sí el más general de hawà, que significa «deseo», y que incluye entre sus varios sentidos el de la pasión amorosa. Este término de hawà sí es condenado reiteradamente en el Corán22, y por ello uno de estos tratados sobre el amor tiene el significativo título de Vituperio de la pasión (Ḏamm al-hawà).

Así pues, este amor es condenado desde las instancias religiosas, pero hay que precisar que la condena que concretamente se hace es la del amor ilícito, el no permitido por la ley islámica, o la del amor excesivo y enfermizo, el amor que lleva a la muerte. Observemos, por tanto, que se condenan sus excesos, pero no el amor en sí, y tampoco propiamente se censura la pasión amorosa, ya que esta es considerada un sentimiento positivo y bueno, instituido por Dios para la pervivencia del hombre. Por consiguiente, no son tan disparatados los libros donde se mezcla la religión con el amor.

En cualquier caso, no deja de sorprender encontrar en los tratados a que aludimos cierta delectación y morosidad en la descripción de la pasión amorosa, acompañadas y explicadas a través de innumerables poesías e historias de amantes, algunas de ellas un tanto escabrosas.

Es más, en alguna ocasión llega incluso a decirse al principio de un libro, de un modo muy similar a como lo hace el Arcipreste de Hita al inicio de su Libro de buen amor –obra que surge también dentro de un ambiente religioso–, que el libro, aunque está concebido para el rechazo del amor ilícito, puede servir también de estímulo para esa clase de amor.

Ante tal afirmación, como tendremos ocasión de ver, es posible hablar de una ambigüedad básica similar a la expresada por el Arcipreste, y dichas obras podrían ser igualmente caracterizadas como «Libros de buen amor»23.

De esta manera, para no hablar de disparate en esa peculiar síntesis de religión y amor profano, y para entender un tanto esa cierta «ambigüedad» de tratamiento, conviene tener en cuenta el gran aprecio del matrimonio que se da en el islam. Lo que estos autores pretenden con sus tratados es, en el fondo, rescatar la pasión amorosa, por la plenitud de vida que lleva en sí, y, una vez despojada de sus excesos ilícitos fuera del matrimonio legal, y de sus terribles efectos mortíferos, inculcarla en el matrimonio legal islámico.

Prueba de ello es que nos encontraremos a menudo con exhortaciones a la pasión amorosa dentro del matrimonio. Sin duda, nuestros autores manifiestan, en el fondo, un gran aprecio por el amor apasionado,‘išq, aspecto este totalmente opuesto al cristianismo, donde dicha pasión es considerada pecaminosa incluso dentro del matrimonio canónico.

En los capítulos que siguen, antes de comenzar propiamente el estudio de la teoría amorosa árabe, presento los tratados objeto de mi investigación, para a continuación explicar, brevemente, el género poético amoroso árabe, punto de partida de la reflexión de la teoría amorosa.

Tras esos dos capítulos paso a exponer las teorías amorosas de los tratados, estructurándolas según los aspectos más significativos y exponiéndolas de la manera más ordenada posible, tratando de evitar repeticiones, tareas no siempre fáciles debido a la complejidad del tema y al carácter pionero de este estudio24.

Como anexos, presento, en primer lugar, un capítulo dedicado al amor ‘uḏrī en el que incluyo mi traducción de la leyenda de amor más conocida del mundo árabe: «La leyenda de Maŷnūn y Laylà». En el siguiente anexo expongo y traduzco un simposio sobre el amor celebrado en la Bagdad del califa Hārūn al-Rašīd, el califa presente en Las mil y una noches. Un tercer y último anexo está dedicado al controvertido tema de las posibles influencias de estas teorías amorosas en el amor cortés y en algunos aspectos de la literatura europea.

Nota: Son traducciones mías las de aquellos tratados citados de los que no existe traducción en castellano. En los tratados de los que sí tenemos traducciones, me remito a ellas en las citas. El sistema de transcripción de los términos árabes es el utilizado en las revistas Al-Andalus y Al-Qanṭara.

Capítulo 1

Tratados árabes sobre el amor

Los tratados que hablan sobre el amor desde un punto de vista teórico son bastante numerosos, lo cual indica el enorme interés que este asunto ha suscitado en el mundo árabe25.

Constituyen propiamente un género muy coherente con una unidad esencial y una continuidad. Sus autores son conscientes del nuevo género que introducen y se sienten eslabones de una misma cadena, citando los posteriores, con profusión, a los anteriores26.

En buena medida son recopiladores de fuentes orales y escritas sobre dichos y sentencias acerca del amor y de poesías e historias de amantes. Estas fuentes son, por un lado y mayoritariamente, las propiamente árabes, pero, por otro lado, han tenido un cierto acceso a fuentes griegas27, de las que exponen y citan doctrinas también.

Suelen aparecer esta clase de obras estructuradas en torno a dos puntos28:

1. Discusión acerca de la naturaleza, esencia, causa, nombres y clases de amor.

2. Las circunstancias (aḥwāl) de los amantes, es decir, todos los asuntos que atañen a las variadas situaciones de su amor, ilustrado con numerosos ejemplos de poesía y de historias.

Estos tratados se extienden ampliamente en el tiempo, desde el siglo IX hasta el XVII, distinguiéndose aproximadamente tres periodos en su desarrollo29:

1. Siglos IX-XI: en este periodo se inicia la reflexión sobre el amor con al-Ŷāḥiẓ, y, entre otros autores, destacan Ibn Dāwūd, al-Waššāʾ y, sobre todo, Ibn Ḥazm, con un libro absolutamente singular y único.

2. Siglos XII-XIV: es la época de los grandes autores ḥanbalies como Ibn al-Ŷawzī e Ibn Qayyim.

Los autores basan sus obras en la tradición ya acumulada en el primer periodo; con los ḥanbalies, las consideraciones ético-religiosas pasan a un primer plano.

Llama la atención que en un medio tan riguroso y puritano como es el de la doctrina ḥanbalī se trate el tema del amor. En principio, el objetivo de estos autores es poner en guardia frente a sus peligros, e incluso condenarlo, tal como se apunta ya en el título del libro de Ibn al-Ŷawzī: Vituperio de la pasión. Pero a la vez hay en este autor un tratamiento benévolo del amor, pues su intención, en el fondo, es más bien rescatar los valores positivos que en él descubre.

Ibn Qayyim será, en cambio, desde su mismo título, El jardín de los amantes y el esparcimiento de los nostálgicos, totalmente positivo con relación al amor, y solo como de trámite, o por obligación, dedicará su último y breve capítulo a la condena de la pasión amorosa.

3. Siglos XV-XVII: periodo de grandes antologías y de recopilación de los contenidos anteriores buscando entretener a base de versos y anécdotas y dejando de lado las cuestiones teóricas30.

Autores y obras

al-Ŷāḥiẓ (m. 868)

El gran literato al-Ŷāḥiẓ31 dedica dos tratados al tema del amor, iniciando así este género. Son Epístola sobre el amor apasionado y las mujeres (Risāla fī l-ʾišq wa-l-nisāʾ)32 y Epístola sobre las esclavas cantoras (Risālat al-qiyān)33.

Estos tratados están presididos fundamentalmente por la consideración moral y legal de discernir si el amor apasionado, romántico, ʾišq, es lícito o no.

En el primer tratado, este amor apasionado, ʾišq, es considerado como algo que sobrepasa el amor permitido y lícito, ḥubb. Esta clase de amor apasionado solo puede darse entre un hombre y una mujer no lícita, es decir, una mujer libre que no es su esposa ni la de otro, o una esclava que no es de su posesión, de acuerdo con el sistema del matrimonio islámico, donde el hombre puede tener cuatro esposas legales y las concubinas, mujeres esclavas, que pueda poseer, sin limitación de número.

A las mujeres legítimas solo se les puede profesar ḥubb y no ʾišq, pues este es un amor excesivo, una de las clases del amor apasionado, hawà, que conlleva el deseo sexual, la lujuria, šahwa, que va más allá de lo razonable y esclaviza al hombre.

El segundo tratado está dedicado a valorar el amor apasionado, ʾišq, hacia las esclavas cantoras34, y en él se avisa a los amantes ingenuos, poniéndolos en guardia contra sus tretas, pues ellas, dado su oficio, no son sinceras ni fieles en el amor y, aunque quisieran, no podrían seguir el buen camino, ya que han vivido siempre en malos ambientes sin respeto ni religión.

Esta obra no defiende a los dueños de estas esclavas como sugería C. Pellat, sino que más bien los ataca con sutil ironía35.

En este primer autor, pues, predomina una cierta visión negativa respecto al amor apasionado, ‘išq, que, según él, y a diferencia de autores posteriores, solo es el que se experimenta ante esas esclavas cantoras. Sucumbir a dicho amor supondría rebajarse y hacerse esclavo de ellas, lo cual va contra el orden activo y señorial del varón y subvierte la escala jerárquica social de una élite que se somete al imperio de estas esclavas36.

Ibn Dāwūd (m. 910)

Es el autor de El libro de la flor (Kitāb al-zahra)37, que es, casi exclusivamente, una antología de versos que recogen muy poca reflexión teórica y escasas y breves anécdotas en prosa. El libro consta de dos partes, con cincuenta capítulos cada una. En cada capítulo inserta el autor cien versos sobre el tema elegido. Todos los capítulos de la primera parte versan sobre el tema amoroso, y aunque la reflexión teórica es mínima, el epígrafe de cada uno de ellos indica una voluntad clara de clasificación, constituyendo en este sentido un primer intento de reflexión sobre los versos amorosos. Por ello, merece la pena consignar el título de esos capítulos, pues dicha enumeración de temas amorosos y las breves reflexiones que, a veces, se insertan entre los versos, de una manera u otra serán tenidas en cuenta por los autores posteriores:

1. Aquel cuyas miradas son muchas, largamente durarán sus aflicciones.

2. El intelecto en la pasión amorosa permanece cautivo mientras que la nostalgia amorosa mandará sobre ambos.

3. Quien trata de curarse con su enfermedad no alcanzará su cura.

4. No es inteligente el que no descubre su mal al médico.

5. A quien obtiene una victoria clara le sobrevienen cambios.

6. Humillarse ante el amado es una de las cualidades del hombre pulido.

7. Se le hace corto el tiempo a quien le dura la alegría.

8. Sea casto quien es refinado.

9. No es propio del refinado cansar al amado con la descripción (de su carácter).

10. El pensar mal viene del mucho egoísmo.

11. A quien el amado es fiel no se preocupa del espía.

12. Quien es privado de la unión frecuente queda satisfecho con pocos favores.

13. Quien es privado del encuentro con el amado se humillará ante los mediadores.

14. Quien es privado de la unión se contentará con el mensajero.

15. Aquel a quien aman sus amigos será calumniado por sus coetáneos.

16. Quien no censura una falta no puede proteger a sus amigos.

17. Quien censura todas las faltas de su amigo hará que este se canse de él o que lo odie.

18. Corazones distanciados y moradas cercanas es peor que moradas lejanas.

19. Quien perdona no censura, y quien se excusa no comete falta.

20. Cuando aparece la traición es fácil apartarse.

21. A quien le asusta la separación, se apoderará de él la nostalgia.

22. ¡Qué pocos son aquellos que encuentran consuelo y que no les domine la pasión!

23. Aquel al que su pasión le domina por encima de su paciencia, tendrá paciencia ante la traición de aquel al que ama.

24. Quien soporta el alejamiento se expone al sufrimiento.

25. En el adiós antes de la separación, se llega al momento del reencuentro.

26. La separación solo existe para castigo de los amantes.

27. A quien se le ausenta su compañero, sentirá mucha nostalgia de él.

28. Quien no se une a la caravana, llorará ante los campamentos abandonados38.

29. Quien se priva de la compañía del vecino, de nada le sirve buscar casa.

30. Quien es privado de moverse de su lugar tiene nostalgia de los vientos39.

31. En los brillos de los relámpagos hay solaz para el melancólico y nostálgico.

32. En la llama del fuego hay consuelo para el enfermo lleno de perplejidad.

33. En el zureo de la paloma hay solaz para el amante solitario.

34. Quien ha sido afligido con la separación y el abandono ocupa su pensamiento en augurios y conjuros.

35. En el gemido del camello que ha sido separado hay solaz para el amante enamorado.

36. A quien ha perdido la unión le reanima la imaginación.

37. Quien está privado de ver (a la amada) se consuela con las huellas (que quedan en los campamentos abandonados).

38. Quien está privado de estas huellas se consuela con el recuerdo.

39. Vigilias de imaginaciones y deseos son la causa de la completa debilidad y languidez.

40. Aquel cuyo sueño es corto, es larga su noche.

41. Aquel cuya resignación es vencida, abunda en lloros.

42. La delgadez del cuerpo es una de las señales de la tristeza.

43. El camino de la paciencia es largo y el ocultamiento del amor es duro.

44. A quien pierde su paciencia se le hace evidente su secreto.

45. A quien el amor no le ha venido por adquisición voluntaria no se le debe reprochar40.

46. Será grande la tristeza de aquel cuya pasión le viene desde hace mucho.

47. A quien sus guedejas se le ponen grises, le tratarán desabridamente sus amantes.

48. Quien desespera de su amor no encontrará consuelo en su tiempo.

49. El fiel al pacto solo se conoce en la separación o en la distancia.

50. Poca fidelidad tras la muerte es más excelso que mucha durante la vida.

La segunda parte de El libro de la flor tiene, sin embargo, un aire muy distinto de la primera, destacando en ella las consideraciones de tipo religioso y moral sobre el amor. Con ello, el autor parece estar justificando la primera parte, pues tal vez a un alfaquí, como era su caso, no se le perdonaría el dedicar un libro exclusivamente al tema del amor41; de ahí, al parecer, su intento de justificación de la primera parte.

En este sentido nos dice al final de la primera parte42 que, siguiendo el modo de composición de los poetas árabes, ha comenzado por citar poesía amorosa como una introducción para el asunto importante que se tratará después43, es decir, en el segundo libro. En este insiste en que no hay pecado en tratar del amor, pues no es reprobado por la ley islámica sino todo lo contrario, ya que en el Corán y en las noticias de los profetas hay argumentos a favor de ello, si bien él no las cita para no dar lugar a malentendidos. Asimismo, señala que también algunos profetas han sido seguidores de la pasión y que nadie ha llegado en el amor a la altura de estos, etc.

En resumen, parece que el hecho de adjuntar a la primera parte esta segunda tan distinta44, cuando ambas partes podían haber sido concebidas como dos libros autónomos, no tiene otro objetivo que justificar la primera y esta justificación de las obras dedicadas al tema del amor, inaugurada por Ibn Dāwūd, será continuada por los tratadistas posteriores.

al-Waššāʾ (m. 936)

El libro del brocado (Kitāb al-muwaššà) de al-Waššāʾ45 no es un libro de teoría amorosa, sino de teoría de la elegancia, Ẓarf, propia de un grupo social conocido por el nombre de los elegantes o refinados, Ẓurafāʾ46, pero entre cuyas características se incluye el estar enamorado.

Por este motivo pasa el autor a tratar del amor y, sin ser sistemático ni formular una teoría coherente, dedica bastantes páginas a este asunto47. Los títulos de los capítulos dedicados al amor son los siguientes:

14. Leyes de la elegancia.

15. De aquellos que murieron al perder al amado o que enfermaron por la fuerza de su pasión.

16. De la descripción del amor y de la intensa amargura y agonía que hay en él.

17. De cómo se define la pasión y qué nombre le dieron al principio en el desierto.

18. Que trata de la perfección de los afectos del amor por la que se pregunta a los hombres veraces.

19. Que trata de quienes son castos en el afecto y guardan los lazos de sus pactos de amor.

20. Que trata de la indignidad de las esclavas y de la eficacia de sus tretas con los jóvenes.

21. Que trata de la ruptura con los que traicionan y lo que se debe hacer ante el aburrimiento y el abandono del amado.

22. Que recomienda abstenerse de la pasión y del riesgo de los sufrimientos.

De una manera similar a la de al-Ŷāḥiẓ, al-Waššāʾ está en contra del amor por las esclavas cantoras y pone en guardia contra sus tretas.

al-Jarā’iṭī (m. 938)

Su tratado sobre el amor, titulado La enfermedad de los corazones (Iʾtilāl al-qulūb)48, a diferencia de los tratados anteriores, es el primer libro dedicado al tema del amor desde consideraciones total y exclusivamente religiosas islámicas, iniciándose, pues, con él lo que podríamos llamar «libros de buen amor árabes».

Faltan en este autor consideraciones desde el punto de vista de la razón y citas de autores no árabes, por ejemplo de griegos, aspectos que aparecerán posteriormente.

Así, todo el libro está profusamente lleno de tradiciones islámicas49, citas coránicas y consideraciones piadosas. Sin embargo, también figuran en él, tanto o más que los aspectos religiosos, abundantes poemas de amor y relatos de amantes; es decir, que dichos poemas y relatos son materia de análisis desde el prisma religioso, y de esta manera se van acrecentando y enriqueciendo este tipo de tratados, creando escuela.

Subraya J. C. Vadet50 este contraste y amalgama de temas profanos y religiosos, observando que la pasión es condenada sin reservas en la primera parte de la obra mientras que en la segunda hay un cambio de actitud al respecto, mostrando complacencia hacia una moral y un ideal que se alejan de los valores islámicos.

Se oponen, pues, en al-Jarā’iṭī, según Vadet, una moral de la ley islámica y una estética de la pasión amorosa difíciles de conciliar, de manera que, aun utilizando los mismos términos en la primera y en la segunda parte de la obra, pertenecen dichos términos a registros muy diferentes, teniendo lugar entonces el choque entre dos concepciones morales opuestas.

En consecuencia, nos topamos en al-Jarā’iṭī con la ambigüedad del tratamiento del amor a la que ya hemos hecho referencia en el «Preámbulo», ambigüedad que se incrementará en los autores posteriores.

Vemos, pues, en este autor el intento por salvar dentro del islam el valor del amor apasionado heredado de la tradición más puramente árabe, pues ya en el inicio de la obra se transmite una tradición sobre Mahoma que afirma que el primer amor que hubo en el islam fue el del Profeta hacia su esposa ‘Ā’iša, la esposa a la que más amaba, con lo que está situando al Profeta como el modelo de los amantes.

El título de esta obra, La enfermedad de los corazones, alude, naturalmente, a la enfermedad del amor, pero propiamente no encontramos en ella una teoría amorosa explícita. Nos aparece dividida en ocho partes que podemos describir así:

En la primera parte las consignas religiosas son las más abundantes y se dedica un capítulo al vituperio de la pasión, de donde tomará el título una obra posterior.

En la segunda parte se exalta la castidad, se condena el adulterio y se pone sobre aviso con respecto a las mujeres.

En la tercera parte, además de poner sobre aviso contra las mujeres, se condena el amor a los efebos y se dedican varios capítulos al asunto de guardar la mirada. Su último capítulo está dedicado a la belleza.

En la cuarta parte se insta a situarse en el punto medio del amor, huyendo de los extremos, y se exalta, sobre todo, la fidelidad de los amantes.

En la quinta parte se tratan la infidelidad, la traición, las calumnias y la compasión que hay que tener para con los afligidos por causa del amor.

En la sexta parte se habla del apuro del amante al ver a su amado, del rechazo del amado hacia el amante, de las visitas de los amantes y de su separación.

En la séptima parte, entre otros temas, se habla del secreto y de los celos.

Finalmente, en la parte octava se recoge alguna breve definición de la pasión, de sus deseos, de la ayuda y del correo de los amantes y de remedios contra la pasión.

Ijwān al-Ṣafāʾ (s. X)

Incluida en la obra Epístolas (Rasāʾil) del grupo de autores Ijwān al-Ṣafāʾ51 se encuentra una epístola dedicada al tema del amor que lleva el título de Epístola sobre la esencia del amor (Risāla fī māhiyyat al-ʾišq)52.

Este tratado versa, según observa su traductor al castellano R. F. Albert, sobre el amor profano y abarca también el amor platónico y el amor a Dios.

Por pertenecer a la primera época, sus análisis no son muy completos y se contenta con definiciones teóricas sin estar ilustrado con historias y anécdotas de amantes, aunque sí aparece esmaltado de breves citas poéticas.

Después de exponer definiciones varias sobre el amor, se destaca como la mejor aquella que dice que el amor es un vivo anhelo de unión. El amor comienza por la mirada, y la causa de su nacimiento, así como de su fin, se debe a los astros.

Por otro lado, como donde verdaderamente se puede dar la unión es en las cosas espirituales, se pasa a hablar del amor platónico y del amor divino, destacándose que la finalidad de los otros amores es despertar al alma para este último y definitivo amor que nunca pasa.

Masʾūdī (m. 956)

Nos ha transmitido este autor un simposio celebrado en la Bagdad del califa Hārūn al-Rašīd dedicado al tema del amor, en el que sabios de diferentes tendencias y sectas exponen, brevemente, sus opiniones53.

La presentación y traducción del tratado la ofreceremos al final de este estudio, en el Anexo II.

al-Daylamī (m. ca. 1000)

Aunque el tratado de Daylamī El libro de la inclinación del alif unido con el lām inclinado (Kitāb ‘aṭf al-alif al-ma’lūf ‘alà al-lām almaʾṭūf)54 es fundamentalmente un tratado de amor místico55, merece, sin embargo, ser citado aquí por sus aportaciones respecto al amor profano, pues este amor no es condenado, sino considerado por el autor como la base y el principio indispensable para poder elevarse al amor místico, ya que, comenta56, si las almas no están preparadas para recibir el amor natural, no lo estarán para recibir el amor divino, porque el amor divino es la plenitud a la que se accede a partir de los estadios anteriores.

En su prefacio afirma que el amor es el estado más estimado y extendido, pero que, sin embargo, es ampliamente mal entendido, y por ello ha pensado reunir en este libro las opiniones de sabios y de hombres cercanos a Dios, a fin de obtener una idea clara del amor, de manera que este no sea condenado de modo indiscriminado, teniendo en cuenta que ha habido profetas y personas virtuosas que han sido afligidos por la pasión amorosa.

Nos transmite también al-Daylamī en este tratado abundantes opiniones de filósofos y de hombres de letras sobre el amor profano, así como diversas historias de amantes y algunos versos amorosos.

Igualmente el autor se plantea si el término ‘išq, «amor apasionado», se puede aplicar al amor del hombre a Dios y de Dios al hombre, concluyendo de una manera positiva y alineándose con los místicos que admiten este uso.

Avicena (m. 1037)

Avicena es autor de una Epístola sobre el amor (Risāla fī l-ʾišq)57 cuyo tratamiento es exclusivamente filosófico. Sin embargo, aunque propiamente no se puede considerar un tratado de amor en el sentido en que aquí lo estudiamos, su Epístola es significativa por cuanto algunos de sus conceptos han tenido una cierta trascendencia y son citados por los autores que analizamos58.

Ibn Ḥazm (m. 1065)

Su libro El collar de la paloma (Ṭawq al-ḥamāma)59 es, en palabras de Ortega, «el más ilustre sobre el tema del amor en la civilización musulmana»60.

Sobresale, con diferencia, entre los restantes libros de teoría amorosa por la profundidad de sus análisis teóricos y la veracidad de las historias de amor que narra.

Es en esos análisis donde se muestra plenamente la originalidad de Ibn Ḥazm, pues no proceden, en general, de ninguna de las obras anteriores que estudiamos. Ciertamente, pueden observarse en él algunas influencias, por ejemplo de Ibn Dāwūd, pero se trata de elementos muy concretos y breves, y no podemos afirmar con propiedad que el Libro del brocado (Kitāb al-muwašša) de al-Waššāʾ haya influido en él como sugería E. García Gómez61.

A diferencia de todos los otros autores, Ibn Ḥazm tiene el propósito consciente de ofrecer historias reales, suyas o de su entorno cercano, que contrapone a las empleadas por otros autores:

En lo que me has encomendado he de hablar por fuerza de lo que he visto con mis propios ojos o de lo que he sabido por otras personas y me han contado las gentes de fiar de mi tiempo62.

Perdóname, pues, que no traiga a cuento las historias de los beduinos o de los antiguos, pues sus caminos son muy diferentes de los nuestros. Podría haber usado de las noticias sin número que sobre ellos corren; pero no acostumbro a fatigar más cabalgadura que la mía, ni a lucir joyas de prestado63.

El libro está concebido a modo de epístola en la que el autor contesta desde Játiva a un amigo suyo que le ha escrito desde Almería, por tanto hacia el año 1022, cuando Ibn Ḥazm tendría unos 25 años, edad muy temprana para un libro tan perfecto como este. No se descarta, pues, que haya sufrido retoques posteriores que mostrarían la gran sabiduría y madurez del autor64.

La psicología femenina está muy bien descrita por Ibn Ḥazm, y ello se debe, entre otras posibles razones, a su infancia en el harem, según destaca E. García Gómez65.

He aquí los capítulos en los que agrupa sus análisis e historias:

1. Sobre la esencia del amor.

2. Sobre las señales del amor.

3. Sobre quien se enamora en sueños.

4. Sobre quien se enamora por oír hablar del ser amado.

5. Sobre quien se enamora por una sola mirada.

6. Sobre quien no se enamora sino con el largo trato.

7. Sobre quien habiendo amado una cualidad determinada, no puede amar ya luego ninguna cosa contraria.

8. Sobre las alusiones verbales.

9. Sobre las señas hechas con los ojos.

10. Sobre la correspondencia.

11. Sobre el mensajero.

12. Sobre la guarda del secreto.

13. Sobre la divulgación del secreto.

14. Sobre la sumisión.

15. Sobre la contradicción.

16. Sobre el que saca faltas.

17. Sobre el amigo favorable.

18. Sobre el espía.

19. Sobre el calumniador.

20. Sobre la unión amorosa.

21. Sobre la ruptura.

22. Sobre la lealtad.

23. Sobre la traición.

24. Sobre la separación.

25. Sobre la conformidad.

26. Sobre la enfermedad.

27. Sobre el olvido.

28. Sobre la muerte.

29. Sobre la fealdad del pecado.

30. Sobre la excelencia de la castidad.

Américo Castro suscitó la tesis de una posible influencia de El collar en el Libro de buen amor del Arcipreste de Hita, pero E. García Gómez limitó mucho el alcance de esta66.

Volviendo sobre este punto, he considerado recientemente67 que hay que descartar toda influencia, pues se trata de coincidencias que se refieren a aspectos muy generales y comunes, de manera que no se puede hablar con propiedad de influencia.

Aparte de El collar, contamos con otro libro de Ibn Ḥazm: El libro de los caracteres y las conductas (Kitāb al-ajlāq wa-l-siyar)68, que trata asimismo, en algunas ocasiones, del amor y de la belleza.

Ibn al-Sarrāŷ (m. 1106)

En su tratado Los campos de batalla de los amantes (Maṣāriʾ al-ʾuššāq)69, coleccionó abundante poesía e historias de amantes, sin incluir apenas la reflexión teórica sobre el amor. Su mayor importancia radica en haber sido fuente de poesías y relatos de amor, muy frecuentada por el siguiente autor, Ibn al-Ŷawzī70, quien sí reflexionó abundantemente sobre el amor.

Ibn al-Ŷawzī (m. 1200)

El tratado de Ibn al-Ŷawzī Vituperio de la pasión (Ḏamm alhawà)71, compuesto entre los años 1165 y 1171, El collar de la paloma y la obra de Ibn Qayyim, que citaremos a continuación, constituyen los tres verdaderos tratados de teoría sobre el amor, debido a que, junto a las poesías e historias de amantes, ofrecen abundantes teorías y reflexiones sobre el hecho amoroso, sobresaliendo en este aspecto por encima de los restantes tratados que mencionamos.

El objetivo del tratado de Ibn al-Ŷawzī, siguiendo a al-Jarā’iṭī, es, en principio, fundamentalmente religioso, e incluso dedica un capítulo, el 10, a insistir en que el amor a Dios es exclusivo e incompatible con cualquier otro tipo de amor. Esto no es óbice para que el autor se regodee ampliamente en las descripciones del amor profano y de ahí que resulte tan contradictorio, pues pese a sus intenciones de partida luego se ocupa sin reparo del amor humano.

Aunque Ibn Ḥazm es citado en el Vituperio nominalmente, no hay, sin embargo, influencia de su obra en esta, como tampoco la hay de al-Waššāʾ. Ibn al-Ŷawzī sigue fundamentalmente a otros autores: alJarāʾiṭī, a quien cita en numerosas ocasiones, si bien no se refiere en concreto al título de su libro, y al-Sarrāŷ, al que no cita explícitamente pero del que transmite con abundancia versos e historias, aunque sin coincidir en todo con la obra que de este nos ha llegado72.

El libro echa mano, como hemos visto en algún que otro caso anterior, al recurso retórico de una contestación epistolar a un interlocutor, en este caso enredado en el amor, y para el que compone este tratado con el objeto de sacarle de tal peligro.

La obra se divide en 50 capítulos. El primero está dedicado a la razón; en el segundo se vitupera la pasión amorosa. En los siguientes capítulos, hasta el 11, el autor trata de la lucha contra la pasión. Del 12 al 20 discute ampliamente sobre la mirada: si es lícita o no, de las consecuencias del mirar, etc. A continuación, hasta el capítulo 34, pasa revista a diversos temas, como la necesidad de ponerse en guardia frente a los encantos de las mujeres, y se pronuncia en contra de la homosexualidad.

Desde el capítulo 35 hasta el 48 trata del amor apasionado, romántico, ʾišq, definiéndolo primero para vituperarlo después. Muestra las malas consecuencias de este amor a través de historias de amantes a los que el amor les hizo apostatar de su religión, cometer toda clase de crímenes o suicidarse, entre otras cosas; y, como muestra de la locura e infelicidad a que da lugar, relata ampliamente las historias de las principales parejas de amantes ʾuḏríes. Sin embargo, pese a la condena de este amor apasionado, es descrito, en el fondo, con una cierta simpatía por el entusiasmo y la felicidad que origina en los amantes.

El capítulo 49, el más largo, recoge los remedios del amor, y finalmente el 50, de apenas dos páginas, incluye amonestaciones y consejos generales que nada tienen que ver con el amor.

En la obra de Ibn al-Ŷawzī, la estructuración de los capítulos se esboza del siguiente modo: expone en primer lugar argumentos de razón, ʾaql, explicando el título o lema del capítulo; a continuación se aducen argumentos y citas de tradiciones islámicas, naql; y, finalmente, se ilustra con poesía, šiʾr, e historias de amantes.

La estructura de los capítulos sigue el orden iniciado por alJarā’iṭī, con la diferencia de que añade los argumentos de razón, aspecto no contemplado por aquel autor. Esta estructuración será llevada a su culmen, de una manera más sistemática y perfecta, en la obra de Ibn Qayyim.

Inicia, pues, Ibn al-Ŷawzī su tratado con una loa a la razón, pero no acentúa su aspecto cognitivo, sino el control que puede ejercer sobre las pasiones, y, así, opone la razón, la ciencia religiosa y la laboriosidad a la pasión.

No condena la sexualidad en sí, pues en el islam esta es siempre considerada algo positivo dado por Dios al hombre; tan solo se limita a mostrar las consecuencias de los excesos de la pasión amorosa, a la vez que intenta persuadir de que la curación de dichos excesos es posible.

Distingue entre un amor puramente sensual y carnal y un amor apasionado, romántico y casto, pero infeliz, pues suele terminar mal, a menudo incluso con la muerte, y lo ilustra con muchas historias de amor, que tienen así una doble función. Por un lado vienen a ser un aviso moral de los peligros a los que puede arrastrar la pasión amorosa, pero, por otro, estas historias testimonian que la vivencia del amante es un suceso fascinante y valioso que vale la pena describir y transmitir73. Prueba de ello es el amplio espacio que dedica a las historias de los amantes ʾuḏríes.

Aunque propiamente la pasión amorosa es condenada, se percibe, sin embargo, un cierto regusto y delectación en su descripción, que igualmente se pone en evidencia en la narración de algunas de las historias amorosas subidas de tono. La moralidad que se desprende del libro está mezclada con una discusión simpatética con la pasión74.

En este sentido, no debemos olvidar la anécdota que cuenta el viajero andalusí Ibn Ŷubayr75 sobre este autor, que era a la vez un gran predicador. Ibn Ŷubayr narra que Ibn al-Ŷawzī empleaba en sus sermones versos amatorios a fin de conseguir conmover a sus oyentes, con tal pericia que los hacía llorar de emoción.

Tal procedimiento en los sermones era bastante usual en los predicadores de la época; tanto es así que incluso Ibn al-Ŷawzī lo critica en una de sus obras, lo cual parece una contradicción, puesto que él mismo lo practica. S. Leder, sin embargo, interpreta este detalle como una ambigüedad no problemática76.

Parece, en resumen, que Ibn al-Ŷawzī, aun considerando incompatible este tipo de amor con la vida conyugal, se esfuerza por hacerlo admisible, una vez depurado de sus excesos, pues percibe en él un caudal de vida intensa que puede revivificar la institución matrimonial y ponerla así a salvo de otros peligros mayores.

Ibn Qayyim al-Ŷawziyya (m. 1350)

Este autor ha compuesto el tratado que mejor sintetiza la doctrina del amor de la escuela ḥanbalī y que viene a ser su culmen, tratado que titula de un modo muy positivo: El jardín de los amantes y el esparcimiento de los nostálgicos (Rawḏat al-muḥibbīn wa-nuzhat al-muštāqīn)77.

El libro está dividido en 29 capítulos. Los tres primeros están dedicados a los nombres con que es designado el amor. El cuarto explica cómo el amor es la causa del mundo y de los movimientos que en él se dan. El quinto versa sobre los motivos del amor. Hasta el capítulo 9 se discute sobre la mirada, acerca de si es lícita o no.

Del capítulo 10 al 16 se habla del amor apasionado, romántico, ʾišq. A diferencia de Ibn al-Ŷawzī, Ibn Qayyim no se centra en el vituperio y la condena de este tipo de amor, sino que expone, por separado, las opiniones de aquellos que lo condenan y aquellos que lo aprueban, para zanjar finalmente, en otro capítulo, la cuestión de una manera positiva, llevándola hacia el terreno religioso.

Los dos siguientes capítulos versan sobre la unión amorosa. El 19 trata de la belleza; el 20, de las señales del amor; el 21, de la exclusividad del amor; el 22, de los celos; y el 23, de la castidad. Los siguientes, hasta el capítulo 29, se ocupan de la precedencia de los amores castos y permitidos, y el 30 aborda el vituperio de la pasión, hawà, siguiendo el título del tratado de Ibn al-Ŷawzī.

Organiza Ibn Qayyim su material siguiendo el esquema inspirado y ya prefigurado en Ibn al-Ŷawzī, pues el tema de cada uno de sus capítulos es analizado, en primer lugar, desde la razón, ʾaql, aportando argumentos racionales en pro o en contra. Cita a continuación textos del Corán y tradiciones islámicas, naql, en el mismo sentido de defensa o ataque del tema presentado, y se añaden finalmente testimonios poéticos, šiʾr, así como historias amorosas en prosa, con el objetivo de defender o atacar las tesis presentadas.

Ibn Qayyim no es solo un buen compilador de los análisis anteriores de otros autores sobre el tema del amor, sino que es también un verdadero autor que sabe manejar su material y contribuye con sus propias aportaciones y conclusiones.

Su orientación es más positiva que la de anteriores autores, y sus análisis racionales más largos, haciendo menos hincapié en las tradiciones del Profeta. Llama la atención, frente a Ibn al-Ŷawzī, que propiamente no haga una condena del amor apasionado ni dedique capítulos a mostrar las consecuencias a que podría llevar dicho amor (muertes, suicidios, apostasías, etc.), como hacía aquel, dejando solo para un capítulo final la censura de los excesos de la pasión amorosa; su propósito fundamental es más bien llegar a unas componendas, a un compromiso con la pasión. Su interés se centra en movilizar las afecciones humanas a fin de conseguir metas espirituales positivas78.

Características generales de estos tratados

Como características comunes y generales en los tratados objeto de estudio podríamos señalar las siguientes, que se hallan presentes en bastantes obras:

Justificación de los tratados

Los autores tienden a guardarse de la acusación de frivolidad por dedicar su atención al tema del amor mediante la justificación de que tal dedicación es un mero pasatiempo o distracción, conveniente y sana, a fin de no estar siempre serios y ocupados, o preocupados, con asuntos graves, coincidiendo en esto con la justificación que expone el Arcipreste de Hita para tratar del amor en su Libro de buen amor79.

Hemos visto al hablar de El libro de la flor de Ibn Dāwūd cómo la segunda parte del libro, de tema más religioso, parecía estar presidida por la intención de justificar el tema del amor de la primera parte, tratando de adelantarse a posibles ataques respecto a que un alfaquí, como era su caso, dedicase sus esfuerzos a temas tan frívolos y profanos.

El collar de Ibn Ḥazm presenta la misma situación, esta vez declarada de modo explícito al principio del libro, en su «Prólogo», donde el autor asegura que, sobre este asunto del amor, de no haber sido por complacer a su interlocutor epistolar no lo hubiera tomado a mi cargo, por tratarse de asunto liviano y ser nuestra vida tan corta, que no conviene que la usemos sino en aquello que esperamos ha de hacer más llevadera nuestra existencia futura y más placentera nuestra eterna morada el día de la resurrección80.

No obstante, para defender su entrega a estos asuntos, alega que se trata de una mera distracción o pasatiempo, ya que el mismo Profeta del islam decía según una tradición a él atribuida:

«Dejad que las almas se explayen en alguna niñería, que les sirva de ayuda para alcanzar la verdad». Asimismo se cita entre las sentencias de los hombres piadosos de otros tiempos la siguiente: «Quien no sepa echar alguna vez una cana al aire, no será un buen santo». Y, por fin, una tradición del Profeta reza: «Dejad descansar a las almas, porque, si no, toman moho como el hierro»81.

Al comenzar a analizar la esencia del amor, lo primero que nos advierte Ibn Ḥazm es que el amor no está reprobado por la fe ni vedado por la ley islámica, ya que entre los amantes hay no pocos califas, rectos imames, hombres piadosos y alfaquíes82.

Finalmente, en el «Epílogo», todavía defiende esta dedicación suya:

Bien sé que alguno de mis encarnizados enemigos condenará que yo haya compuesto una obra como esta y dirá: «Echose fuera de su camino» o «Se salió de su campo»; mas no he de consentir que nadie me cuelgue lo que no me he propuesto83.

En el tratado de Ibn al-Ŷawzī, Vituperio de la pasión, y también en contestación a un pretendido interlocutor epistolar, dice el autor: