Tim te Maro y la magia de los corazones rotos - H.S. VALLEY - E-Book

Tim te Maro y la magia de los corazones rotos E-Book

H.S. VALLEY

0,0

Beschreibung

¿Y si tu peor enemigo se convirtiera en tu amigo… con beneficios? Tim Te Maro y Elliott Parker, alumnos de la Escuela Glaciar Fox para Expertos en Magia, no se soportan y solo viven para molestarse. Pero, cuando a ambos les rompen el corazón, deciden unirse para vengarse. Entonces, una tarea escolar pone las cosas un poco… extrañas. De repente se encuentran cuidando un huevo bebé mágico que los obliga a pasar tiempo juntos o podría costarles sus calificaciones. Y mientras se esfuerzan por ser buenos padres, algo empieza a asomar debajo del desprecio. ¿Amistad? ¿Atracción física? Ya que no hay sentimientos implicados, no estaría mal si… le dan rienda suelta a su deseo mientras dure el proyecto, ¿verdad? Sería una buena forma de pasar el tiempo, ¿verdad? Nada podría salir mal, ¿VERDAD?

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 346

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Índice
Cover
Capítulo 1 - Supersolo
Capítulo 2 - Dentro de mi mente
Capítulo 3 - Apóyame
Capítulo 4 - Cualquier cosa es buena si no te mata
Capítulo 5 - Pacificador
Capítulo 6 - Por Dios, fui malo
Capítulo 7 - Frecuencias difusas
Capítulo 8 - Fingir
Capítulo 9 - Lo que ella dijo
Capítulo 10 - Es natural
Capítulo 11 - Tentación
Capítulo 12 - Encendidos
Capítulo 13 - Insaciable
Capítulo 14 - Luz verde
Capítulo 15 - Tienes que saberlo
Capítulo 16 - Se mío esta noche
Capítulo 17 - Consciente de uno mismo
Capítulo 18 - Tranquilidad
Capítulo 19 - A tus pies
Capítulo 20 - Regresemos pronto
Capítulo 21 - Plata y oro
Capítulo 22 - Cómo seguir
Capítulo 23 - Hora de los negocios
Capítulo 24 - Todos lo saben
Capítulo 25 - Delirios
Capítulo 26 - No olvides tus raíces
Capítulo 27 - Juntos
Capítulo 28 - Tradiciones salvajes
Capítulo 29 - Qué puede lograr el amor
Capítulo 30 - Buenas intenciones
Capítulo 31 - Adiós, mi niña
Capítulo 32 - Calor adolescente
Capítulo 33 - De vuelta en casa
Capítulo 34 - Merodeos nocturnos
Capítulo 35 - Lo desconocido y el infinito
Capítulo 36 - Declaraciones
Epílogo - Algo bueno
Agradecimientos
El Premio Ampersand

Dedicado a mis esposas,

Corie, Elise y Q.

CAPÍTULO 1

Supersolo

Podrán pensar que en un lugar como la Escuela Glaciar Fox para Expertos en Magia (que ha enseñado magia durante décadas) deberían haber encontrado un modo de calentar la instalación subterránea supersecreta; o al menos la enfermería. En especial teniendo en cuenta que está debajo de un río de hielo. Los techos son bajos, los muros son gruesos, y hay un sistema de ventilación; bien podría haber sido un sistema de aire caliente. De no usar magia, podría hacerse con algún sistema de energía solar; el glaciar es bastante reflectante. Y frío. En la enfermería no debería hacer frío. Es insalubre.

Este revoltijo que me puso la enfermera en la cabeza no está ayudando, además de que huele mal. La mujer se fue a algún lugar, de seguro para anotar en su registro “¿Qué pasó esta vez, señor Te Maro?”. Apuesto a que lleva la cuenta. Para ser justos, los Defensores debemos llevar la delantera en la cantidad de heridas evitables. Pero, al menos, solemos provocárnoslas a nosotros mismos, no a los demás; a diferencia de los Mentalistas.

La suya no es una mala Especialidad (las cosas que estudian colaboran con la salud, la ley y demás), solo parece que ha atraído a muchas personas horribles en mi año. Y un grupo en particular los ha estado haciendo quedar mal a todos el último tiempo. Mi visita anterior a la enfermería fue porque uno de ellos decidió que sería hilarante hacerme alucinar que mi natilla estaba llena de arañas. Acabé con un tazón roto, un corte de cinco centímetros en el mentón y sin natilla. Si lo pienso, la vez anterior a esa también fue culpa de ellos; y también tengo una cicatriz por ello.

Mientras pienso en eso, veo entrar a su personaje icónico, Elliott Parker. Estoy seguro de que él fue quien descubrió que no me gustan las arañas. Siento cómo se me encogen los hombros: él no parece herido como para estar aquí y sigue vestido con el uniforme completo, aunque ya son más de las ocho. De seguro le gusta cómo la línea azul resalta sus ojos o algo. O tal vez sea que el contraste del gris oscuro institucional con el rubio de su cabello alborotado transmite alegría. Quién demonios puede saber con él.

Me observa un segundo mientras estoy recostado en la única cama ocupada, y me pregunto si la enfermera estará lo suficientemente cerca como para evitar que se comporte como un idiota. Aunque me gustaría practicar algunos de mis nuevos trucos de Defensa Avanzada con él. Destripamiento, tal vez. Quizás esa sea una técnica de magia Ofensiva Avanzada, técnicamente. Quizás no me importe.

–Te Maro –dice él.

–Idiota –respondo.

Me mira como si mi presencia aquí fuera sospechosa, algo ridículo, dado que es obvio que estoy herido de verdad y que él solo está deambulando como siempre lo hace. Además, al otro Tim lo expulsaron el año pasado, así que bien podría llamarme por mi primer nombre. O tal vez todavía está molesto por eso; eran amigos o lo que sea que se le parezca cuando eres discretamente malvado.

–Veo que el que te haya hecho eso no logró enseñarte modales –comenta con la mirada en mi cabeza.

–¿Prefieres señor Idiota?

–¿Qué lo trae por aquí, señor Parker? –pregunta la enfermera, que se acercó a ver a qué se debía el ruido.

–Cosas que preferiría mantener en privado –responde él después de mirarme con recelo, sonrojado. Su piel pálida lo delata. La mía nunca lo hace. Gracias, papá, por la melanina. Lástima que te esfumaste y nos dejaste a mamá y a mí solos.

La enfermera suspira antes de hacer pasar a Elliott a su oficina. Entonces, cierro los ojos e intento un hechizo para aguzar el oído, a pesar de no tener un mea para concentrar mi magia. Dejo de respirar para escuchar mejor, pero no parece funcionar; son muy discretos. Apuesto a que él tiene una ITS.

Compagino una lista de las infecciones horribles que pudo haber contraído, mientras espero a que lo que sea que la enfermera me haya puesto en la cabeza haga lo suyo. Fue un corte menor, pero, al parecer, el peligro de los globos de nieve es el agua antihigiénica que contienen, por lo que le preocupaba que la herida se infectara. Nadie ve la ironía de que mi novia (ahora exnovia) tuviera un globo de nieve cuando vivimos debajo de un glaciar. O de que haya sido esa porquería en particular lo que me enviara aquí y no el río de verdadero hielo sobre nuestras cabezas. O de que sea su culpa que esté aquí; ella es una Sanadora, se supone que ellos son los buenos.

En pocos minutos, Elliott sale de la oficina con actitud sospechosa.Tal vez tengo razón. Tal vez las “Pústulas Parker” que imaginé son reales y su entrepierna está llena de úlceras púrpuras y purulentas. La enfermera busca algo en un gabinete. Elliott se acerca a mí y, por el modo en que me mira, me pregunto si el grabado alrededor de mi cuello será suficiente para protegerme. Quizás un condón de cuerpo completo sería más efectivo teniendo en cuenta la situación en la que está.

–Así que… –comienza y se sienta en la cama junto a la mía, como si de pronto no nos despreciáramos uno al otro.

–¿Qué quieres? –respondo. Intento asegurarme de no sonar hostil para que no crea que pretendo iniciar una pelea, cuando en realidad solo quiero quedarme quieto para que la venda que tengo en la cabeza no caiga sobre mis ojos. Ya es difícil estar aquí tendido con un rodete en el cabello, la liga se me clava en la cabeza y duele.

–Quiero saber si harás algo respecto a la situación en la que estamos.

Tengo que resistir el impulso de girar la cabeza para mirarlo, aunque me duelen los ojos de mirar de costado.

–¿Qué situación?

–En la que mi examigo ha escapado con tu exnovia –dice con un suspiro.

–¿Cuándo? –Creí que se había ido sola después de que le estallara un globo de nieve sobre su tarea. Pero, qué demonios, ¿cuándo la vida ha sido simple e indolora y no un completo desastre?

–Por el aspecto de tu empaste de árbol de té, hace alrededor de media hora –afirma con certeza, lo que resulta un poco sospechoso–. Debo decir que no esperaba que te pateara.

–No lo hizo. –Quiero fruncirle en ceño, pero debo mantener el rostro quieto–. ¿Cómo sabes todo esto?

–Blake, mi compañero de cuarto, examigo, me informó amablemente que nuestro arreglo había llegado a su fin natural y que estaba viéndose con tu novia. –Vuelve a suspirar y, en la periferia de mi mirada borrosa, lo veo bajar la vista hacia sus manos, que tiene cerradas con fuerza sobre las piernas–. Al parecer están enamorados.

–¿Están enamorados?

Pensándolo bien, hace una hora, Lizzie estaba intentando explicarme algo, pero yo en verdad quería que dejara de hablar por completo; todo lo que decía se sentía como otra piedra en mi corazón. Los portarretratos de las paredes se sacudían, una revista tembló y cayó de la cama. Después, un globo de nieve solitario se hizo añicos, volaron vidrios y el pequeño pingüino del interior quedó expuesto por primera vez en la vida. Hacía años que no perdía los estribos de ese modo. Era un niño, de doce años, quizás, la última vez, cuando mi magia apenas empezaba a manifestarse. Ahora, supongo que la alegría desenfrenada de que mi padre se fuera y de que mi novia me dejara fue suficiente para convertirme en una amenaza.

–Tim –había dicho Lizzie con tanta preocupación, tanta delicadeza. Percibí miles de palabras condescendientes en sus ojos–. Mírate, perdiendo el control. ¿Qué sucede contigo? Contrólate, Tim. Anímate. Córtate el pelo. –¿Y si lo que en realidad intentaba decir era, “Y, por cierto, estoy enamorada de Blake Hutton”?

–Eso parece –afirma Elliott.

En este momento, no tengo suficiente fe en ella como para no creerle a Elliott. Empiezan a arderme los ojos, así que me enfoco en él. Es mejor que llorar.

–¿Qué arreglo? –pregunto, a pesar de que creo saber lo que podía haber entre él y Blake. Tal vez maravillarme por el hecho de que podamos tener ciertos intereses en común me distraiga de mi desgracia por un segundo. Pero, repito, tal vez esté proyectando.

–Ten un poco de imaginación, Te Maro, ¿quieres? –comenta con la cabeza de lado y una sonrisa de suficiencia que resulta interrumpida por la enfermera. De acuerdo, nada de imaginar, entonces.

–Tiene suerte de que haya encontrado esto, casi se nos agota el mes pasado después de… Bueno, ya sabe –comenta la mujer, que apareció a los pies de la cama con un pequeño recipiente de vidrio en la mano.

–Tristemente sí, lo sé –responde Elliott con una expresión de dolor, y yo tengo la leve sospecha de que mi idea respecto a su entrepierna no era del todo infundada.

–¿Cómo está eso, señor Te Maro? ¿Se absorbió por completo? –pregunta ella. No sé cómo espera que lo sepa, no puedo verlo.

–Creo que necesita un minuto más, señora. Me quedaré con él –propone Elliott. Me estremezco por la necesidad de mirarlo boquiabierto. Nunca fuimos amistosos, por decirlo de forma moderada. Para ser menos moderado, lo odio y estoy cien por ciento seguro de que el sentimiento es mutuo, por lo que no entiendo por qué se ofrece a cuidarme.

–Muy bien, avíseme –dice la enfermera antes de desaparecer en la oficina otra vez. Quizás ahora esté anotando en su registro Mentalista: “otro caso de forúnculos sexuales color púrpura, ordenar más ungüento”. Estoy un tanto horrorizado de que me esté dejando solo con él.

–Entonces, Te Maro. Mi ex, tu ex, dos terribles personas. ¿Qué te parece si los jodemos un poco?

Eso es. Podría haber imaginado que sería un asunto mayormente egoísta. Idiota.

–Quizás joder un poco menos con ellos hubiera estado bien, ¿no crees? –comento señalando el pequeño recipiente en su mano.

–O, en tu caso, quizás un poco más. –Inclina la cabeza, y me dan ganas de golpearlo, al diablo con la condenada venda en mi cabeza. Que caiga sobre mis ojos, puedo pelear ciego.

–Te odio –digo, sin embargo, con la mirada fija en el techo de concreto y en los ductos de ventilación entrecruzados.

–Eso es irrelevante y no me sorprende en lo más mínimo –bufa él–. El asunto es, ¿soportarás que tu exnovia haya escapado con un malvado, horrible y enorme Mentalista?

–Estás estereotipando –le llamo la atención, a pesar de que suelo decirles cosas peores. En general, cuando intentan practicar en los demás sin permiso.

–El solo hecho de que sea un estereotipo no significa que no sea verdad –afirma mientras se acomoda intencionadamente el anillo de plata, que parece costoso, en el dedo medio–. Él es bastante grande.

Mi mente divaga al escuchar ese comentario y me toma un segundo percatarme de que Elliott debe ser el causante de mi confusión al intentar que mis pensamientos tiendan hacia los celos. No sé a quién se le ocurrió la genial idea de enseñar a un puñado de adolescentes a manipular mentes. Desearía que no lo hubieran hecho, aunque debo admitir que ser Mentalista era mi segunda opción. Es la Especialidad más versátil, pero preferiría dejar la escuela antes que tener que relacionarme con cualquiera de ellos a propósito. Él ni siquiera es el peor. Por suerte, ahora hay tres Mentalistas menos después del fiasco del año pasado y de la política de la directora de tolerancia cero hacia personas que incendien la escuela. Me gusta pensar que ya no le agradan tampoco.

–No me importa –respondo esforzándome por aclarar mi mente–. Dijiste que querías saber si haría algo al respecto; no lo haré. ¿Qué más quieres?

–Bueno, tú sabes. Calefacción central apropiada; no vivir bajo tierra la mayor parte del año, rodeado de un blanco insulso que me hace llorar un poco por dentro; una bandeja llena de crumble de manzana; tal vez que mis padres me envíen una postal de vez en cuando… –Su voz se silencia como si no hubiera querido decir eso, y me pregunto si tendrá a alguien con quien hablar. Solo quedan él y Manaia de su pequeño grupo de Auckland tras los eventos del año pasado. Y dudo que los demás Mentalistas sean confiables; yo no les contaría nada–. Como sea, me conformo con una mínima venganza.

–No saldré contigo para molestar a Blake, si es eso lo que piensas.

–Qué interesante que tu mente haya llegado a eso.

–Como si no fuera tu objetivo.

–Mi objetivo es molestarlo, no confundirlo.

–¿Y qué necesitas de mí?

–Quiero que me ayudes a pensar en algo que los haga sufrir a ambos –responde con un suspiro–. Si no fuera por Elizabeth, aún tendría a un amigo perfectamente bueno, con beneficios perfectos, y no tendría necesidad de hablar contigo.

–Apesta ser tú. Es triste que no me sienta para nada motivado a ayudarte, ya que no me agradas, en realidad.

–¿Qué quieres, entonces? –protesta con las manos en el aire–. ¿Quieres que te pague?

–No necesito tu dinero, Elliott.

–De acuerdo. Primero, por el estado de esa sudadera, creo que sí lo necesitas. Segundo, dado que eres tan terco, estoy seguro de que quieres vengarte de esa serpiente que te dejó por otro sin siquiera decirte que ese era el caso, al parecer. –Se pone de pie para irse–. Pensaré en algo y te lo diré.

–Espero que no.

–Pero lo haré. Pasa la noche a solas con tus pensamientos para ver cómo te sientes. –Se acerca para pararse sobre mí. Es inquietante, no confío en él–. Parece estar listo, enfermera Hiatt –anuncia–. Ta-da.

–Como sea.

Imbécil. Es un inimaginable e increíble imbécil. ¿Quién rayos dice “ta-da”? ¿Es una señora de ochenta años? ¿Por qué lo ayudaría? ¿Qué puede hacer por mí? ¿Y por qué, después de cuatro años y medio, no puede dejarme en paz?

CAPÍTULO 2

DENTRO DE MI MENTE

Una noche a solas con mis pensamientos no es lo que necesito. En especial cuando fue un bastardo el que hizo que prestara atención a que es eso lo que está pasando. Y a que ya no tendré nada más. Nada que se parezca a sexo o a un sueño sexual, ni siquiera una enérgica paja, ya que cada vez que intento tocarme pienso en Lizzie diciéndome “No era bueno para ninguno de los dos, ¿no crees?” o en Elliott diciendo, “Qué interesante que tu mente haya llegado a eso”. La enorme curiosidad de estar con otro chico (el cosquilleo que ha estado creciendo al fondo de mi mente hace meses), es demasiado para esta noche. Mañana me veré terrible y Lizzie pensará que he estado toda la noche despierto llorando por ella.

Necesito no estar despierto. Tengo algunas gotas para dormir de Silvia entre mis artículos de tocador para una emergencia. ¿Es una emergencia intentar no lucir patético frente a mi exnovia? Digamos que lo es. Busco el envase, vierto media dosis sobre mi lengua y vuelvo a taparlo. Puedo escuchar a Sam en el fondo de mi mente decir que es una pérdida de recursos. Y Silv de seguro mañana me dará un sermón acerca del uso excesivo, pero sé que no las hubiera preparado para mí si fueran peligrosas. Ella me conoce muy bien. Eso sucede cuando creces con alguien.

Mis padres consiguieron trabajos aquí alrededor de un año después que los de Silvia y los de Sam. La madre de Silvia era vicedirectora y el padre de Sam, profesor de Inglés. Era el inicio del verano y tuve que abandonar la primaria de Wellington para mudarme a un lugar helado en medio de la nada, donde no tenía amigos. Pero ellos dos estaban aquí, por lo que no resultó tan malo como mi versión de diez años esperaba. Las imágenes de esos primeros meses están acompañadas por el aroma a manzanas calientes y piedra húmeda, y por la sensación de que el tiempo era totalmente irrelevante; un círculo constante de comida, libros y juegos de mesa. Éramos demasiado jóvenes para asistir a clases, pero estábamos atrapados aquí de todas formas. Recorríamos los viejos pasadizos y consumíamos nuestro peso en dulces Milo y bizcochos entre sesiones de estudio aleatorias. Se siente tan vívido que me pregunto si la poción de Silvia me está haciendo alucinar o si es que me estoy volviendo supernostálgico a la avanzada edad de diecisiete años. Me quedo dormido y sueño que tengo diez años. Al despertar, siento que tengo cien y me arrastro por el corredor de concreto frío para desayunar.

–Te Maro, luces terrible. ¿No dormiste? –Elliott está sobre mí, haciendo sombra sobre mi tazón de cereales de trigo. Ha pasado de un aburrido y algo triste plato de papilla a uno de papilla lúgubre y deprimente. Apenas me senté y él ya está frente a mí, arruinando mi desayuno. Qué molestia.

–¿Qué quieres, Elliott?

–Conformidad. Tengo una idea, es excelente –responde con una sonrisa, una enorme diferencia a su usual gesto de superioridad, que resulta sorprendentemente maliciosa tan temprano en la mañana.

–Dilo, entonces. –Suspiro, ya que creo que decirle que se largue será menos efectivo que ignorarlo.

–Iniciaremos un nuevo tema hoy en Competencias básicas.

Uff. Sí. Competencias básicas. Nuestro castigo colectivo por sobrevivir a la adolescencia. Una clase dedicada a enseñarnos cómo actuar como adultos normales, apoyada en cientos de presentaciones dolorosamente animadas del Concejo Internacional de Educación Mágica. Dicen promover la “cooperación y el bienestar emocional entre los jóvenes adeptos a la magia en un mundo exterior potencialmente hostil”, pero mi ser estaría mucho mejor sin ella. Incluso han logrado combinarla con el plan de estudios nacional para que no podamos decir que es totalmente inútil. Lo único útil que nos han enseñado en todos estos años fue cómo lidiar con familiares y amigos que no ganaron la lotería genética de tener magia, y ni siquiera es algo que merezca crédito. Ahora, estamos en medio de “Familia, relaciones y reproducción”, así que…

Mierda. Tiene razón. En verdad tiene razón. Maldigo en mi tazón de trigo porque en mi mente no es lo suficientemente fuerte.

–Sí –coincide, y levanto la vista para fulminarlo con la mirada, al tiempo que pasa Lizzie con su pequeño uniforme remilgado y su falda demasiado corta. Solía encantarme su falda, pero ahora me pregunto si habrá contribuido a que Blake se fijara en ella y me robara a mi novia. Ella me mira de forma extraña, pero Elliott no lo nota–. Hoy comenzaremos nuestra nueva tarea, Te Maro, para la que ambos hacemos equipo con nuestros ex. Pero tengo un plan. –Puedo ver a dónde quiere llegar y no me gusta. Cambiar de equipo para estar con él es apenas menos malo que tener que trabajar con Liz–. Si lo menciono en clases, puede resultar de dos maneras –continúa–: nuestros ex intentan con el antiguo cuento de “pero aún podemos ser amigos” e insisten en que sigamos así, lo que nos llevará a algo horriblemente incómodo y doloroso, o la señora Falso Entusiasmo intenta imponer su dominio sobre la clase una vez más y, aunque Blake y Elizabeth también quieran cambiar de compañero, no nos dejará.

–Espera –interrumpo, porque no es lo que esperaba–. Si crees que no hay nada que podamos hacer, ¿por qué estás hablándome?

¿Por qué tienes que hacer que mi vida sea menos disfrutable de lo que ya es? Ah, claro, porque eres tú y no puedes evitarlo.

–Porque no dije que no hubiera nada que podamos hacer, solo creo que no funcionará si yo lo hago. Tiene que salir de ti, ya que tú eres… tú. El preferido de la mitad de los maestros y tan perfecto que es probable que nunca hayas roto una regla. –Resopla–. Y porque tu madre trabaja aquí, así que puede que te escuchen.

Ahí está, el descarado abuso de poder.

Dicho eso, si existe alguna buena ocasión para aprovecharlo, debe ser esta.

–¿Entonces quieres que yo exija que cambiemos de compañeros y que trabajemos juntos?

–Las personas no te dicen que no a ti, Te Maro –afirma. Eso no es verdad. Acaban de dejarme. Es un “no” resonante, en letras mayúsculas. Con brillos–. Todos te conocen, a todos les agradas. Tienes esa imagen íntegra de chico bueno que a los maestros les agrada. Y ese costado atlético, un tanto peligroso, que a las chicas les gusta, con tu cabello largo y tu entrenamiento en armas impartido en la escuela. Eres la imagen perfecta para un afiche de relaciones internacionales del chico birracial azotado por el viento y el…

–¿Alguna vez las personas tienen oportunidad de decirte que no a ti? –intervengo porque, para ser honesto, quiero que cierre la boca.

–Todo el tiempo. –Él suspira y, como mi vida solo puede empeorar, se sienta frente a mí–. Por favor, no seas una de ellas. Tengo que compartir habitación con el chico que acaba de dejarme por una chica. Y si no haces nada y también tengo que hacer esta estúpida tarea con él podría morir. –Suena a súplica. Y también a que cree que me importaría si muriera.

–Eso haría que el desayuno fuera mucho más tranquilo.

–Te compraré un unicornio, Te Maro. Por favor.

–No creo que eso me sirva para algo, dado que no soy ni virgen ni mujer.

–¿Un estilista? ¿Un corte de cabello? ¿Un nuevo guardarropas que no sea enteramente de Kmart? ¿Un suéter de lana merino que resalte las vetas color avellana de tus ojos? ¿Quizás un bolso para que cargues tus cosas? ¿Un perro? ¿Me estoy acercando?

–Te estás volviendo irritante.

–Mírame a los ojos y dime que no quieres acabar con ellos. Que no quieres poner a prueba su amor floreciente con esta estúpida tarea. Esta clase de cosas arruinan las relaciones, algo a lo que nosotros somos inmunes, claro, pero ellos no. Ellos sufrirán durante cuatro semanas completas, y nosotros tendremos nuestra venganza.

Tiene un buen punto.

–Bien, lo haré. Ahora, lárgate. –Le doy la espalda a su sonrisa engreída para volver la atención a mi triste montaña de cereales de trigo, mientras él se pone de pie.

–Seguro que no te arrepentirás –dice.

–Reboso de confianza. –Y de lo que podría parecer curiosidad si se tratara de otra persona, pero es Elliott, así que debe ser horror.

Él se marcha y me deja solo, preguntándome en qué me metí. ¿Puede ser peor que hacer la tarea con mi exnovia mientras intento superarla? Tal vez. Pero tengo hasta el primer período para pensar en una mejor idea y, si no… bueno. Lo mejor que puedo esperar son mejoras microscópicas.

Entonces llegan los demás, pero Silvia y Sam están retrasados por razones que deben ser reprobables en un ámbito escolar y deprimentes para alguien al que acaban de dejar. El rodete en el cabello negro reluciente de Silvia está impresentable y, aunque el impecable de Sam nunca tiene el cabello desalineado, camina con cierto contoneo lánguido que suele significar una cosa. Se sientan frente a mí y la chispa traviesa en los ojos oscuros de Silvia lo confirma; los peores mejores amigos de la historia. Enrostrármelo así.

Me inclino sobre la mesa para preguntarles por lo bajo si sabían de la naturaleza sexual de la relación entre Elliott y Blake, pero resulta que ellos tampoco tenían idea.

–No puedo imaginarlos juntos para nada –comenta ella con el ceño fruncido–. Elliott es tan… No lo sé, ¿quisquilloso? Y Blake es un idiota. El otro día le preguntó a la profesora de Culturas Clásicas si la Antigua Grecia seguía siendo un país.

No esperaba que dijera algo gracioso, por lo que me ahogo con el último trago de té. Me sube por la nariz y chisporrotea un segundo, antes de volver a bajar por mi garganta. Sam controla si corro peligro de morir con el desayuno y logra no divertirse demasiado a costa mía. Bueno, al menos no se ríe. Puede que el día haya empezado mal, pero al menos tengo a mis amigos para apoyarme cuando los necesito. Aunque, es algo deprimente que mi momento de necesidad sea tan extremo como ahogarme mientras intento descifrar si prefiero estar atado a mi exnovia o a un chico que no me agrada.

No tenemos mucho tiempo para evaluar mis dos opciones igualmente horribles antes de que suena la campana para ir a Competencias básicas. De modo que recibo cero ayuda para pensar en una mejor manera de evitar a mi exnovia que usar a Elliott Parker. Ni siquiera puedo suplicarles que se involucren en el cambio de compañeros porque tampoco piensan bien de Lizzie ahora y menos de Elliott (eso es lo que sucede cuando haces que todo tu curso quede expulsado de la cancha de squash en el noveno año. Todos te odian a ti y a tus estúpidos amigos. Por siempre). Además, Silvia y Sam son buenos juntos, no quiero arruinárselos. Lo mismo con Matt y Ana, aunque solo sean amigos. Y estoy bastante seguro de que a Nikau le gusta Hana, así que no quiero meterme entre ellos. Él es un buen chico, y parece que ella lo trataría bien. Y solo tengo seis amigos, así que no hay nadie más con quien hablar.

Se percibe una extraña anticipación en el aire al entrar a clases. Nadie más parece notarla, así que supongo que las lecciones semanales extra que me da mi madre a la hora del té están mejorando mi percepción. Ella enseña Empatía como parte de la especialidad en Sanación (además de Tecnología de materiales suaves), por lo que sé coser un botón y estar ansioso por otras personas además de por mí mismo. Me mostró muchos trucos sencillos cuando era pequeño, de modo que la magia no me resultó tan extraña como a muchos de los otros. Es probable que por eso Elliott piense que soy el estudiante preferido de todos; solo es más fácil enseñarme gracias a ella. Más fácil que a él, en todo caso. En parte porque es un dolor de cabeza, en parte porque su familia no es de por aquí.

Toda la magia en Nueva Zelanda y en las islas del Pacífico es muy similar (en mayor parte tiene que ver con la relación de las personas con la naturaleza y esas cosas), así que la escuela está a su servicio, a pesar de que algunos tenemos herencia de otras culturas también. Y, ya que la rama europea de la que haya surgido Elliott obviamente es diferente, siempre estuvo destinado a tener dificultades. Es decir, todos tenemos que esforzarnos al principio, pero estoy bastante seguro de que heredó la magia de su abuela, de modo que ni siquiera creció viéndola en su casa. Es claro quienes no han sabido de la existencia de la magia, incluso después de que llegan aquí; es algo que influye en sus habilidades. Aunque él no es malo ahora, por lo que he visto. Y tiene buenas calificaciones en todas las asignaturas normales, así que espero que sea útil para esta estúpida tarea.

Lizzie entra y se sienta justo frente a mí; el escritorio no es lo suficientemente ancho como para mantener una distancia cómoda. Supongo que se sentó allí a propósito, esperando que trabajemos juntos. Me pregunto si tuvo en cuenta que ayer me dijo que era “probable que fuera mejor” que no lo intentáramos.

Como era de esperarse, Elliott decide sentarse a mi lado, como si los dos estuvieran compitiendo para ver quién puede ponerme más incómodo. Lo bueno es que ambos lucen inquietos también; Lizzie le lanza una mirada terrible a Elliott, que no aparta la vista de su móvil para prestarnos atención. Es mejor a que esté hablando, supongo.

La señora Van Mills se aclara la garganta para iniciar la clase, y Elliott me da un codazo en las costillas. Casi tengo el valor de decir algo acerca del cambio de compañeros, pero ella comienza a explicar cosas que en verdad importan, como cuántos créditos tiene la asignatura y cuánto tiempo tenemos para terminar el trabajo teórico. Me obliga a preguntarme, otra vez, si estoy tomando la decisión correcta. Son cuatro semanas de un tema que ya de por sí es incómodo, en las que, además, tendré que pasar mucho tiempo fingiendo diversión familiar con Elliott. Veo que todos ponen los ojos en blanco o se conmueven al tiempo que la profesora procede con la belleza de la procreación, la preparación emocional y cómo la asignatura pondrá a prueba nuestra capacidad de trabajar en equipo. Concluye con el valor de conocer la responsabilidad de tener hijos como jóvenes adultos, mientras pasa la mano sobre la enorme caja de madera frente a ella y se escucha el chirrido de las uñas enterrándose en ella.

Siento el codo de Elliott en mis costillas otra vez. Es ahora o nunca, supongo.

–Bienvenidos al primer día de sus vidas como compañeros tempora...

–Disculpe, ¿señora Van Mill? –pregunto, esforzándome por lucir como el honesto lame botas que Elliott piensa que soy–. Quisiera cambiar de compañero.

Lizzie gira la cabeza hacia mí tan rápido que casi espero que se le caiga. Es como un torbellino rojizo. Al otro lado, Blake luce confundido por un segundo, luego esperanzado, luego molesto. Quizás es porque no sabe que su ex ya accedió a esto; o que él lo instigó, de hecho. Blake puede tener a mi exnovia toda para él y comprobar, de una vez, si tienen lo necesario para ser pareja. Una prueba de fuego. Peor, una prueba con un bebé falso. Mi desprecio hacia este proyecto ridículo mengua un poco y casi sonrío al imaginar lo que le espera. Noches sin dormir, cambios de pañales y horarios para comer. Sufre, pitochico.

Van Mill se acerca a nuestra mesa con una mano en la cintura.

–Señor Te Maro, asignamos las parejas la semana pasada.

–Me siento muy incómodo de compartir un bebé falso con mi exnovia, señora –digo en voz baja, como si estuviera compartiendo algo personal–. Estaría feliz de hacerlo con cualquiera que no fuera Lizzie.

–Puedo ver que no sería ideal, pero… –Hace una pausa, de seguro para pensar en cómo convencerme de que cierre la boca y no le complique la vida. Me siento un poco culpable, pero después de haber visto a Lizzie otra vez estoy desesperado por evitarla.

–Por favor, señora. Considerando que ahora debo crecer sin un padre y que me dejaron anoche, yo solo… –Parpadeo algunas veces para darle dramatismo, como si fuera a llorar en medio de la clase–. No creo poder soportarlo y no quiero que mi madre se preocupe.

–Ah, bien, ya veo –responde–. Dependerá de que otra pareja esté dispuesta a cambiar con ustedes.

–¿Qué dices, Elliott? –pregunto al mirarlo por primera vez en toda la clase–. ¿Quieres tener un bebé falso conmigo?

Él sonríe con suficiencia, alza una ceja. Parece que se negará, pero dice:

–Suena fantástico, Te Maro. Blake, Elizabeth, ¿les parece bien? –Baja la voz y se vuelve mordaz–. ¿Quieren criar a un bebé juntos?

–Muy gracioso –comenta Blake, con una sonrisa amplia, pero insegura–. Pero, vamos, yo…

–Lo haremos –interrumpe Lizzie, con los ojos en llamas. Su lado competitivo sale a relucir otra vez, es una pena que ahora sea en mi contra. Aunque es genial que Blake no lo esté disfrutando. Idiota.

–Muy bien –acepta Van Mill, fingiendo alegría, y vuelve a la clase–. Parece que estamos todos de acuerdo. Pero deben recordar que el bebé está diseñado para reaccionar al estado emocional de sus padres, al igual que un niño humano normal. Por lo tanto, las emociones negativas tendrán un efecto desfavorable. –Nos mira de a uno a la vez, sin saber qué es lo que ve–. Sus calificaciones serán determinadas en parte por la teoría y en parte por lo feliz que sea el bebé al terminar cada una de las cuatro semanas.

–Entonces, evitar a nuestros ex es una buena medida, definitivamente –respondo por todos, pero más que nada por mí mismo.

CAPÍTULO 3

APÓYAME

No puedo afirmar haber pasado los últimos cuatro años y medio haciendo juicios favorables sobre Elliott, pero, aunque lo hubiera hecho, nunca hubiera esperado que fuera tan bueno como padre ficticio. Desde el instante en que Van Mill le entregó una manta diminuta y colocó esa cosa sobre sus brazos extendidos, que fue hace alrededor de una hora, él se convirtió en un padre cariñoso, afectuoso y protector. De un huevo.

–¿Este asunto de la paternidad será difícil para ti, teniendo en cuenta que tu propio padre te abandonó el año pasado? –pregunta–. ¿Han pasado, qué, cuatro meses? ¿Cinco? –Claro, luego dice cosas como esta.

–No fui abandonado –digo con un suspiro. Desearía poder hacer esta tarea sin conversar, pero Elliott parece determinado a arruinar el ligero eco vacío de los corredores mientras vamos a beber el té de la mañana. Por supuesto, Van Mill nos detuvo para “asegurarse de que tomáramos la decisión correcta para los bebés”. No había pasado un minuto antes de que Blake comenzar a discutir con Elliott y de que Lizzie me fulminara con la mirada, como si todo fuera mi culpa. Como si yo me hubiera dejado a mí mismo. La profesora se cansó bastante rápido y nos echó al corredor. No sé a dónde fueron Liz y Blake, pero no me importa.

–Bien, fuiste dejado intencionalmente –resopla Elliott–. Digamos, descuidado. –Está acomodando la manta del bebé y sus palabras suenan extrañamente gentiles.

–Criar a tu hijo para que sea un chico desagradable también es descuidar –comento, pero no tan fuerte como para que me escuche.

–¿Qué?

–Nada.

Me mira un momento, con los brazos alrededor del suave nido de nuestra nueva obligación: un huevo dorado del tamaño de una pelota de rugby, envuelto en una manta blanca. Estoy seguro de que no me golpeará. Aunque también estoy casi seguro de que el huevo es de metal, así que puede que me golpee con él, y que el proyecto termine antes de empezar.

–No tenemos tiempo de trabajar en tu comentario, Te Maro, pero ¿qué te parece si dejo que elijas el primer nombre de la bebé? Y, con mi ayuda, al menos podrás romper el ciclo de descuido y ser un buen papi-huevo para nuestra nueva hija.

–Seguro –sentencio–. Gracias. –Acabo por sonreír en contra de mi voluntad porque “papi-huevo” suena perverso y raro en su acento refinado–. ¿Quieres ponerle el segundo nombre?

–Es muy decente de tu parte.

Así, nuestra hija recibe el nombre “Meggan Christobelle Parker Te Maro”. El apellido en orden alfabético, por supuesto.

Esto será ridículo.

Y, por supuesto, ni siquiera comencé a pensar cómo se lo diré a mi madre. Por la tarde, entro a su habitación y veo que ya se cambió la ropa de trabajo por pantalones deportivos y un suéter de lana, que le queda tan grande que debió ser de mi padre. Está parada frente al mostrador de la cocina junto a dos tazas de té humeantes, mientras come crostulas de un contenedor Tupperware que parece más viejo que yo. No sé cómo hace para conseguir bocadillos croatas de la mujer de la oficina, pero no me quejaré porque son deliciosos y no quiero que deje de hacerlo. Ella no sabe nada de pastelería, así que no deben estar intercambiando comida. Quizás a la mujer le gusten las manoplas que teje mi madre.

Me encuentra en medio de la pequeña sala para darme un abrazo y hacer una discreta evaluación maternal de mi estado físico. Debo aprobar su análisis porque me suelta y se dispone a acercar el té hasta el sofá. Eso, o notó que mi vida es catastrófica y que el té es una necesidad urgente. Tomo asiento en una punta del sofá y ella en la otra, taza en mano.

–Allie Van Mill me dijo que has hecho equipo con Elliott Parker para el proyecto del bebé. –Me mira con las cejas levantadas con cuidado, una expresión diplomática neutral–. ¿Cómo llegaron a eso?

Bien, así que sabe que algo está pasando.

–Lizzie y yo rompimos –admito, y su neutralidad se escapa por la ventana. Una extraña metáfora, supongo, dado que no hay ventanas aquí abajo, solo muros grises sin fin.

–Ah. –Deja la taza en la mesa auxiliar, se acerca a mí y me abraza por los hombros, de modo que mi propio té está a punto de derramarse–. Cariño, bebé, ven aquí.

–Aquí estoy, mamá –digo y dejo que me abrace.

–¿Por qué no me lo dijiste?

–Sucedió anoche. No te había visto. Estoy bien.

–¿Qué sucedió?

–Ella… –No le diré a mi madre el verdadero motivo por el que rompimos, nadie necesita tanta información respecto a la vida sexual de su hijo, pero no se me ocurre nada que pueda creerse. Lizzie y yo estuvimos juntos durante casi un año, mi madre la conoció y me conoce a mí, por supuesto; en gran medida. Entonces me aferro a la única verdad que no es sobre mí–. Me dejó por Blake Hutton. Al parecer, están enamorados.

–Blake es un idiota. Chica tonta. –Me suelta para acariciarme el cabello–. Eres más lindo que él, de todas formas. Apuesto a que su bebé huevo no es nada lindo.

Quiero poner los ojos en blanco, pero el comentario es gracioso para los estándares de Heather Te Maro, así que sonrío.

–Gracias, mamá.

–¿Necesitas algo? Sé que Elliott y tú no se llevan bien. Si no quieres trabajar con él, puedo hablar con Allie.

–No –digo, negando con la cabeza–. Está bien. Se ha comportado por ahora.

–Si estás seguro. –No deja de mirarme con sus ojos color verde pálido entornados, como si ella no estuviera segura–. ¿Quieres cenar aquí esta noche? Puedo buscar comida para nosotros y traerla. ¿Vemos los Expedientes X o algo?

–No. No quiero darle mucha importancia. Pero gracias.

Mi madre aún vive en el mismo apartamento en el que crecí, el que ella compartió con mi padre hasta hace unos meses, y que todos compartimos hasta que yo me mudé a la residencia para estudiantes a los trece años. No es una suite de lujo ni nada, pero es mucho mejor que los dormitorios o el comedor. Y mis padres trajeron muchas de las cosas de nuestra antigua casa, así que todavía se sentía como un hogar. Hasta que mi padre se fue. Mi madre siempre dice que aceptaron trabajar aquí por el bien de todos como familia, pero tengo la sensación de que yo fui el más beneficiado.

–Sabes que siempre serás bienvenido aquí de vuelta. ¿Sigues teniendo la llave?

–Sí.

Se levanta para ir a la cocina y revuelve el caótico cajón un momento, antes de perder la paciencia y convocar a lo que está buscando hacia su mano. No puedo esperar a ser tan bueno como para poder usar magia básica sin un mea o un encantamiento verbal.

Regresa con una llave. Una pieza escolar oxidada con la inscripción no duplicar y un destapador en forma de delfín como llavero.

–Es del recinto de tu padre, por si lo necesitas –explica al dejarla en mi mano–. No entré desde que él se fue, así que no sé qué queda allí adentro. Pero si necesitas tiempo a solas, el espacio es tuyo. Sé que es probable que no tengas muchas oportunidades de estar solo.

No sé qué decir. Sabía que mi padre tenía un espacio personal, por supuesto, pero no creí que siguiera allí. Vacío. Tal vez porque supuse que el nuevo profesor de historia lo había ocupado o tal vez porque no quise pensar en él después de que nos dejó. Quizás haya sido bueno que mi madre no lo mencionara hasta ahora, porque hace cuatro meses y medio, cuando él se marchó, de seguro hubiera entrado al lugar para hacerlo pedazos. Ahora, solo me pone un poco triste. Pero ya estoy triste de todas formas, así que ver lo que queda de él puede no ser tan malo. Quizás, si me enfoco en que lo extraño, el sentimiento llene el espacio vacío que dejó Lizzie. Y me recuerde mis prioridades.

–Gracias –le digo a mi madre y abro la mano. Es extraño pensar que un llavero de dos dólares en forma de delfín pueda hacer que el corazón de alguien caiga al suelo, pero supongo que es el precio de amar a una persona que te abandona; desarrollas reacciones desproporcionadas a objetos inanimados que alguna vez fueron suyos.