Tristes sábanas mojadas - Aldo Birgier - E-Book

Tristes sábanas mojadas E-Book

Aldo Birgier

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Beschreibung

La enuresis infantil nocturna tiene una denominación demasiado pomposa como para tomársela en serio. No es otra cosa que un problema superable o, más académicamente, de una 'dificultad para aprender a controlar la emisión de orina durante el sueño'. Tristes Sábanas Mojadas resulta de una investigación clínica con un diseño semi-experimental de tipo longitudinal a lo largo de tres años basado en los aportes de un trabajo de 1970 de Kimmel y Kimmel. En esta ocasión se ha generado un protocolo simplificado de retardo progresivo, un ejercicio diurno de unas pocas semanas soslayando largos tratamientos, noches interrumpidas, o medicación. Las conclusión de la investigación es lo suficientemente alentadora como para ponerla a disposición de colegas, pediatras, educadores y otros interesados. El propósito no es otro que el de orientar a los adultos del entorno infantil en un procedimiento sencillo para superar un transtorno que no debe considerarse una enfermedad sino, simplemente, un problema abordable vía de un entrenamiento sistemático. Se introduce de entrada, en un capítulo Cero, un instructivo simplificado que apunta a ahorrarle tiempo al lector interesado. El resto de la lectura pretende la comprensión de la problemática de las Tristes Sábanas Mojadas. La dificultad, extendida a un gran número de chicos, no tiene otra gravedad que las molestias para el entorno y/o el sufrimiento evitable de los 'locos bajitos'. Trata el asunto con toda la seriedad que merece (esto es, con cierto grado de humor) y adicionalmente, adjunta en los 'Apéndices' algunos temas relacionados que el lector puede encontrar de interés. De paso desparrama algo de casuística, cosa que nunca falla a la hora de motivar a algún lector trasnochado y aburrido. Aldo Birgier es Licenciado en Psicología y M.A. en Psicología Médica. Se ha desempeñado a cargo del Servicio de Salud Mental en centros de salud de la Provincia de La Pampa y ha sido docente Titular en Psicología Clínica y otras especialidades en distintas universidades en Colombia, y de Metodología de la Investigación y Epistemología en la UNLPam, donde ha dirigido proyectos de investigación en diversas carreras. Luego de ejercer en el sector privado ha decidido que ya tiene bastante con todo eso y ahora se dedica a un intermitente 'dolce far niente', lo que le permite pergeñar, como para despuntar el vicio, cosas como el presente Manual de Ciencia-Micción (el chiste ya lo deschavó el autor y no hay modo de que otro se lo apropie).

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Seitenzahl: 261

Veröffentlichungsjahr: 2018

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Aldo Birgier

Tristes sábanas mojadas

Editorial Autores de Argentina

Birgier, Aldo 

   Tristes sábanas mojadas / Aldo  Birgier. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2018.

   Libro digital, EPUB

   Archivo Digital: descarga

   ISBN 978-987-761-293-6

   1. Acceso a la Salud. I. Título.

   CDD 649.1

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail:[email protected]

Coordinación de producción: Helena Maso Baldi

Diseño de portada: Justo Echeverría

Maquetado: Eleonora Silva

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina –Printed in Argentina

Índice

0A los bifes

1Humedades

2La investigación

3Tal cual…

4¿Enfermedad?

5No es enfermedad, pero se sufre

6¿Por qué orinamos?

7¿Y si se sale…?

8Lo que se suele hacer

9Al menos funcionan

10Pastillitas

11Lo que hice

12El caso 73

13Los instrumentos

14Autárquicos

15Resultados, el cómo

16Resultados, el cuanto...

17Concluyendo, que amanece

18Un chorrito final

19Lo que sobra

Apéndice AAplicación de un procedimiento estandarizado de retardo progresivo en enuresis infantil

Apéndice BReportaje: Importante ¿para quién?

Apéndice CLímites

Apéndice D¿Auto-qué?

Apéndice EUn sucio asunto

Apéndice FUn asunto más sucio aun

Apéndice GEsas cosas de los casos

0

A los bifes

Mire, no le voy a hacer perder el tiempo.

Si alguien está leyendo este libro es porque necesita que le resuelvan un problema, no hace falta demasiado para darse cuenta. El pibe se mea en la cama.

Existen dos tipos de lectores ante una situación como esa. Uno, el que requiere cualquier solución eficientes ya. Y otro, un poco más sutíl, que recela que la solución no sea una chantada más. Establecer a cual pertenece usted es muy sencillo. Si simplemente arranca a aplicar (rigurosamente, eso sí) lo que le propongo entonces es del tipo 1, en cambio si le da por ver si lo que propongo tiene un cierto fundamento pasa al tipo 2 y lee un poco más y, si ve que la cosa pinta bien, entonces procede.

Existe sin embargo una variante más moderada. Consiste en mandarse de una a tratar de ver si la cosa funciona mientras sigue adelante tratando de enterarse del resto. Al fin y al cabo desde el momento en que arranca con el procedimiento y empieza a percibir los resultados deben pasar cuanto menos unas cinco semanas. Para no aburrirse mientras espera que el chico avise y vaya cumpliendo con los pasos necesarios puede sentarse y descular tranqui el asunto de los fundamentos.

Si no le convence siempre es posible dejar el asunto y volver a los procedimientos previos aunque no le hayan servido de gran cosa. No importa el resultado siempre puede uno deshacerse del libro por el simple expediente de tirarlo a la basura, pasarselo a otro para que se ensarte, y/o colocarlo en la biblioteca y sacarlo cada tanto para mostrar lo bien que le fue. En ese caso, apenas se entere de un chico en las mismas que el que quiere ayudar ahora, hasta puede sentirse solidario y regalárselo.

Arranquemos entonces.

Preparación preliminar:

Asegúrese que el pibe tiene ganas de empezar con el asunto de controlar el pis (nocturno o cualquier otro). Si el loco bajito tiene menos de los tres años y medio déjelo en paz y espere por lo menos hasta que cumpla los cuatro.

1.Una vez decidido de un modo consensuado con el implicado establezca la norma (eso se llama ‘consigna’) de un modo delicado pero firme: simplemente diga ‘No me gusta que te hagas pis y quiero que dejes de hacerlo o al menos me avises para ir al baño todas las veces.’ (Si le interesa, en el ApéndiceC puede encontrar alguna que otra orientación respecto de los límites, tema por demás controvertido.

2.Suspenda todo otro procedimiento si venía aplicando alguno. En especial cualquier tipo de medicamento recetado supuestamente para esto.

3.El chico sabe que no puede controlarlo. Siéntese frente a él y hagale entender que quiere ayudarle y que tiene un modo de hacerlo.

4.Luego proceda a leer el siguiente informe. Se lo pongo a mano por si le interesa la hoja de promoción para su información sintética. Ahí va.

Ahora sí puede empezar.

Paso uno:

Lea cuidadosamente el instructivo y la hoja de registro que lo acompaña. Es conveniente no utilizar los del libro y sacar un par de fotocopias en una media hojita de ambos lados de modo que pueda tenerla a mano toda vez que sea necesario. Hágalo ahora mismo.

Paso dos:

1. Con paciencia explíquele al susodicho lo que van a hacer, esto es, que van a empezar a partir de este mismo día aumentando el tiempo de espera entre el momento en que él tiene ganas de orinar, y el momento de poder ir a hacerlo. La hoja de registro sirve para guiarlo día por día.

La frase más sencilla es:

‘A partir de ahora, cada vez que tengas ganas de ir a hacer pis, vos me avisás, y yo te digo cuanto tenés que esperar para ir al baño.’

2. Ensaye a ver si ha comprendido, espere que le avise que tiene ganas de ir al baño, y mire el reloj. Hagalo esperar el plazo indicado en la hoja para ese día. Puede jugar, juntar las piernas, dar saltitos, hacer bromas, lo que se les antoje a usted y al chico. Y luego de cumplido el lapso avise que puede ir al baño. No hay drama, el primer día son sólo cinco minutos de espera y cualquiera puede.

En caso de que tenga dificultad puede agregar un ejercicio muy simple: pídale que apriete la colita (da igual si en niña o niño) reiteradamente varias veces. Puede repetir todos los días un ejercicio de unos cinco minutos.

3. Anote el evento de acuerdo a las instrucciones en la primera línea de la hoja de registro con el palote respectivo todas las veces que solicite ir a orinar ese día. Hagalo igual todas las veces hasta el final del día.

4. Llévelo a hacer pis antes de ir a dormir.

5. Deje que mee en paz, no diga más nada, no rete, no proteste, no ponga cara de culo si amanece mojado. Ni se le ocurra obligarle a limpiar las sábanas. Sonría, el chico se lo agradecerá. Si hace frío, póngale un pañal. Recuerde que en invierno es más difícil.

Paso tres:

1. Continúe todas las veces de cada día, de acuerdo al estiramiento de los plazos, todos los dias hasta completar la hoja de registro.

2. En caso que requiera más tiempo (porque le cuesta un poco esperar) simplemente repita el tiempo de espera del día anterior (cuando sí pudo) y luego pase al día siguiente.

Paso cuatro:

Tome nota del momento en que el chico (si es que se orinaba todas las noches) empieza a amanecer con las sábanas secas. Si ya controlaba algunas noches de la semana fíjesé si las veces de cama seca se incrementan. Acuerdese de felicitarlo, despues de todo no es su mérito, es el esfuerzo del chico.

Es poco probable que hasta la tercera semana se noten resultados. Si al cabo de cinco o siete semanas no ve resultados deje pasar un tiempo y empiece con el procedimiento nuevamente. No hay problemas, la técnica funciona igual y lo que ya hizo no se pierde.

Recuerde que las otras técnicas requieren varios meses, que la medicación supone esperar resultados al cabo de un año, y que algunos psicólogos pretenden varios años de ‘terapia’. De paso, no preste mucha atención a la idiotéz de que si se le pasa lo del pis, le va a venir algo peor. Eso es puro terrorismo psi ya que está reiteradamene comprobado que ocurre todo lo contrario: cuando se le pasa, cuando amanece seco y sin preocupaciones todos los días, las otras cosas mejoran.

Yeso es todo. Que le aproveche. Si quiere enterarse más siga la lectura, y si no, que le aproveche igual. Y no olvide felicitar al chico de mi parte: se lo merece.

Bien, si deja la lectura aquí y ha complido con el instructivo (no importa el resultado) puede irse tranquilo con la conciencia idem por haber intentado al menos resolver el problema.

(Dejemonos de pavadas como lo de la ‘autoayuda’: el que está ayudando es el autor que es quien le informa cómo resolver un problema basado en su experiencia con un montón de casos y en una investigación rigurosa. Eso se debería llamar ‘hetero-ayuda’ pero sería un despropósito parecido. Si tiene ganas de ampliar el concepto puede ir al Apéndice D en la página, xx)

A los qué les guste saber los porqués den vuelta la página y entérense porque la cosa funcionó o no lo hizo para volver a intentarlo mejor informado.

Ha sido un placer servirle. En especial, si la cosa fue como espero, felicítese por haber ayudado a eliminar el sufrimiento de un chico que se mea en la cama, o dónde sea.

Trasmita mis saludos al resto de la familia y a sus amigos.

Aldo Birgier psicólogo clínico

Entrarle algo más a fondo en el tema de las tristes sábanas húmedas hace que los considere amigos. Como premio adicional en una de esas se enteran de algunas cosas que pueden servirles para otros asuntos propios de la crianza e incluso de eso que se ha dado en llamar ‘el buen vivir’.

Ahora invito a los restantes, a los que prefieren enterarse un poco mejor de todo esto de la enuresis mientras van aplicando el procedimiento, a seguir leyendo. No importa si lo hacen para entretenerse y pasarla bien, o porque son desconfiados y quieren prevenirse de cualquier chantatada, empiecen a pasar la hoja. Pueden mojar el dedo índice con la lengua, si gustan.

Como adicto a la literatura de anticipación me place presentarles este breve tratado de ciencia-micción. O sea, que si se le ocurre el chiste, ya lo conté yo primero. Lo siento, me venía bien para crear el clima.

***

1

Humedades

Segúnlas diferentes estimaciones en nuestro país 543.226 niños se despiertan mojados todos los días, como consecuencia de tenebrosos traumas infantiles, y con efectos económicos, sociales y psico-emocionales realmente perniciosos.

Cualquiera que profiera una frase tal autoriza a una persona inteligente e intelectualmente honesta a darle una palmadita en el hombro con una sonrisa comprensiva. Un lector con un interés genuino por el tema y con un conocimiento no académico del asunto no merece esa chantada.

Por muy serio y autorizado que aparente el dato es definitivamente imposible sostener tal cosa aunque le aseguro que he escuchado y/o leído tonterías similares. En una de esas apenas sirva a modo de enganche. Ocurre que simplemente es mentira y/o ignorancia. A lo sumo y sin andar haciendo papelones cuantitativos todo lo que se puede decir es que son muchos los chicos que pasan por eso, que se trata de un verdadero fastidio, y que carecemos de certezas sobre sus eventuales causas.

Con lo que se cae lo de que “curar la enfermedad” de orinarse en la cama presupone indagar en su “significado simbólico profundo”, sea lo que sea que eso signifique, o dar por descontado ineludiblemente algún evento traumático infantil, o que haya que tomar medicamentos que lo remedien. Tampoco es cierto que nada funciona y/o que se pasa solo. Aclaro que las comillas y cursivas previas son intencionales.

Lo que les voy a proponer es un recorrido (somero, porque el objetivo es otro) de modo que vaya quedando pasablemente claro de qué se trata todo este húmedo asunto. Obliga a repasar las cosas que se dicen; las que se saben; las que no se saben. Y hasta las barbaridades folklóricas y/o pseudo-científicas de modo que vayan asumiendo una dimensión razonable.

Está claro que no alcanza con que quede claro. Lo que realmente interesa es saber qué hacer para que, al menos una porción de esos que no sabemos cuántos son, dejen de padecerlo. Y que tantos tristes meones y quienes se interesan por ellos concluyan en que vale la pena el esfuerzo de intentarlo.

Eso debe bastar como aperitivo del libro. Salvo el título y el índice, no hay nada previo en el libro que obstaculice arrancar de una.

Los lectores saludables por lo general tienden a saltearse los prefacios/preámbulos/prólogos/introducciones y demás introitos, y apuntan sin más a lo que les interesa[1]. Razón suficiente para hacérselas fácil. Lectura lineal, tirando a recontra-lineal entonces, algo que ustedes sabrán agradecer. Aquí la cosa va de ‘empiece por el presente capítulo y siga la secuencia de los números enteros naturales, capítulo tras capítulo (despues de todo quedó visto lo necesario en el Capítulo Cero) hasta llegar al último de la serie’.

El lector de a pié puede mandarse de entrada a los apéndices ampliatorios según gustos y cada tanto. Va a depender de las inclinaciones temperamentales de cada cual, y no veo cómo impedir que recurran al zapping. Igualmente me siento en la obligación de prevenirlos de la tentación de curiosear de antemano.

Perseguir un objetivo por demás respetable (que los meones dejen de serlo) no tiene porqué resultar reñido con disfrutar la lectura. Mi propósito expreso es que la pasen bien mientras tanto. Dármelas aquí de literato constituye una crueldad inmerecida para con quienes apenas persiguen honradamente que su crío deje de mearse en la cama y para buena literatura hay mejores opciones. Destinar tiempo a lecturas como esta supone un interés poco emparentado con una afición académica o literaria. Me disculpo entonces, y sigo. Después de todo lo que cuenta es el resultado.

Apunto a satisfacer las demandas de un padre harto de las sábanas húmedas, de un maestro que desea darle alguna orientación a ese padre, o de un pediatra cansado de no poder satisfacer un reclamo tan puntual como el de los meones. Y hasta me arriesgo a fantasear con que por ahí pudiera asomarse un colega psicólogo de esos que quieren dejar de interpretar el mundo y comenzar a cambiarlo.

La linealidad propuesta no es inocente. Persigue generar cierto entrenamiento en la concentración tras el objetivo y, de paso, promover una predisposición de ánimo que obligue a apaciguarse un poco, a leer despacio, a intentar entender la problemática. Y recién entonces proceder a hacer frente a la tarea metódicamente y con la paciencia necesaria. Sugiero intentarlo a partir de ahora.

Circula por ahí un breve librito sobre adolescentes dirigido a padres impacientes y ‘sacados’ por tener que lidiar con los susodichos extraterrestres que me gustaría recomendar. Lo sugiero como lectura para el momento en que les toque. Porque todos los chicos, con pis en la cama o sin, guste o no, llegan a adolescentes. Y ahí los quiero ver…

Sin embargo hay un motivo adicional. El escrito mencionado al pie de página[2] no se larga de entrada a formular soluciones. Ensaya en cambio una especie de puesta en situación emocional reflexiva que me gustaría replicar aquí. Propone un elemental ejercicio de distanciamiento orientado a mirar la cosa con criterio de sub espetiae aeternitatis.

El concepto (ensayen pronunciarlo; si no se enganchan, al menos les permitirá quedar re-bien en una tertulia) es particularmente protector, un expediente especialmente recomendable para esta ocasión. Consiste en asumir imaginariamente una saludable perspectiva espacial y temporal ante los eventos inquietantes y los aprietes cotidianos que nos acosan cada tanto.

La potencia sugestiva de la imagen que su autor esgrime para inducir tal estado es inapelable. La resumo porque vale la pena para ustedes. Se trata de la breve anécdota de un padre terriblemente conmocionado por algún moco que se acababa de mandar su adolescente, corroído por la preocupación de las consecuencias. Allá en Pompeya, al pie del Vesubio, justo el día anterior de la erupción por todos conocida...

Deténganse ahí. Visualicen la situación.

No pretendo lograr un efecto emocional tan desmedido. (Para eso mejor hubiera sido elegir ponerlos en la piel de un japonés en Hiroshima, el día 5 de agosto de 1945, un día antes, por ejemplo.) Prefiero formularlo como algo más modesto, algo que les conduzca a tomar el este evento un poco más tranqui: apenas un padre cualquiera en mi barrio, molesto porque el chico amaneció meado, reflejaría un estado de espíritu deseable para encarar la tarea que les condujo a leer este libro.

Presupone algo de constancia, paciencia y humor, lo que en el lenguaje coloquial con influencias tirando a new age conocemos como buena onda.

Si les rinde pueden intentar implementarlo en alguno que otros suceso desquiciante del devenir diario. (‘Funciona para mi’, diría Hunter en aquella serie policial de tiempos idos, antes de que nos acometiera la variante tecno de CSI, que también tiene sus cosas.)

Sigan la línea de puntos entonces, y déjenme a mí el trabajo de administrar el timing. Cuando llegue el momento les haré saber que llegó la hora de iniciar la tarea (a los que ya la hayan iniciado no tengo nada que haceles saber). Lo prometo. Mientras, simplemente disfruten de la lectura.

Resistir a la tentación de saltearse capítulos les va a servir como un breve entrenamiento en esas habilidades indispensables en estas lides: motivación y paciencia. Puede hacer la diferencia entre obtener algún resultado satisfactorio o terminar pensando que todo esto no es más que otra de las tonterías que sólo han servido para aumentar la frustración. La propia y la de los chicos.

Previendo que de que algunos de ustedes han decidido no seguir con la lectura (ya que no me precio de enganchar a todos los lectores) rindo aquí el apresurado, inexcusable y sentido homenaje a los que contribuyeron de algún modo a que ustedes cuenten con este libro. Sería desconsiderado para con los que pusieron el hombro, el tiempo y algunas ideas meritorias no hacerlo. Respetuosamente entonces los menciono en el párrafo siguiente en el que agradezco, precisamente, a los que había que agradecer.

Gracias a los metiches que me mandaron a los chicos que sufrían su diario amanecer mojado: maestras, médicos generalistas, pediatras, colegas psicólogos, y todos los demás. a los que contribuyeron con sus comentarios y correcciones, a quienes realizaron estudios adicionales sobre el tema. a los padres, tutores, y encargados que aplicaron con toda la paciencia lo que había que aplicar. A quienes me aguantaron, sobre todo a los chicos que pusieron el cuero, con o sin la esperanza de que les funcionara.

Ah, y no debo olvidarme de la editorial, que los tipos pusieron lo suyo. Por si alguno quiere saber de los ‘agradecibles’ con nombre y apellido les invito al final del libro, con toda la pompa y circunstancia…

Perpetrado el ritual de forma, se pueden retirar tranquilos los que hayan decidido hacerlo. Los restantes, vamos al grano. Pasen y siéntense: no es saludable leer estas cosas de parado.

Espero que la propuesta operativa ayude a sus niños a amanecer libres de ese fastidio húmedo en la cama, y a ustede a aventar ese fastidio seco de querer ayudar sin saber cómo. No está en mi temperamento proponer llevar a cabo un expediente sin la debida fundamentación. Es simple, para uso de padres, pediatras, psicólogos y maestros. También he diseñado una alternativa para chicos algo mayores, ‘autogestionado’, que requiere un poco de paciencia.

Los más aficionados al lenguaje respetuoso y considerado pueden saltearse o hacer caso omiso a algunas expresiones políticamente incorrectas. Aviso mi intención (para matizar un poco) de tomarme la licencia de hacer caso omiso a convenciones del leguaje supuestamente educado y correcto.

De paso no me voy a privar alguna que otra consideración sobre asuntos aledaños que un padre (y, por qué no, también a quien no lo sea) pueda llegar a encontrar útil y/o conveniente.

Los lectores con inquietudes académico-científicas quedan invitados a interiorizarse de la investigación formal sobre el tema en uno de los Apéndices, el primero, precisamente.[3] Si bien cada quien es libre de leer como le venga en gana (y perdonen la insistencia) mejor que pasen a verlo al final.

[1]Los tipos como yo,a quienesles resulta trabajoso sustraerse a la ilusión de encontrar una perla de calidad (una entrada como la de Sartre a F. Fannon o la de Cortázar a Poe, por ejemplo) que se jodan. Después de todo esa especie de vicio confeso termina por lo general en decepción.

[2]Bayard y Bayard.Socorro, tengo un hijo adolescente,Atlántida, Buenos Aires, 1989.En este casosísugiero tenerlo en cuenta: si ahora tienen un “enurético” bajo su mando, recuerden que cuando supere una edad esperable, él pasará a tenerlos bajosumando. Y llegará el momento de leerlo, se los aseguro.

[3]Prefiero suponer que elInforme de Investigaciónha sido lo suficientemente amplio, profundo y riguroso, como para merecer pasar elreferatode alguna publicación con prestigio bien asentado, lo que no pasa de una pura pedantería académica.

2

La investigación

Hace algunos años comencé una investigación rigurosa sobre el tema de la enuresis, tema indagado de un modo más bien tirando a light o soft, digamos. Obviamente es necesario estar incentivado. No se elige por capricho un tema. Recortar un pedazo de la realidad para considerarlo un problema para investigar supone tener razones para hacerlo.

El motivo para convertirlo en un interrogante a desentrañar suele surgir de extrañas fuentes, algunas impensadas. En este caso funcionó como aguijón caer en cuenta que, en mi práctica clínica, había estado aplicando por años una pretendida ‘técnica’ que no era tal. Lo notable fue que obtuve un razonable éxito en una proporción de casos para nada desdeñable.

Encuadrado dentro del enfoque de la Psicología Clínica Basada en Pruebas (PCBP),[4] cuando me avivé de eso no me quedó escapatoria: ser hincha de la PCBP lo instala a uno fatalmente en la repudiada categoría de renegado insoportable ante algunos colegas. Supongo que expresa un rasgo particularmente perverso de mi retorcida personalidad y llegará el día de merecer un condigno castigo. Ser interpretado, por ejemplo.

Como sea, todo profesional que adhiere a esa perspectiva está condenado a fundamentar lo que propone y debe proporcionar un criterio razonable para que un recurso pueda ser aplicado a una situación determinada. Para cualquier caso, no sólo cuando asoma un purrete que moja la cama.

Implementar un procedimiento dentro de este enfoque teórico-aplicado exige desplegar al menos dos tipos de investigaciones previas, una referida al contexto (de tipo epidemiológica) y otra, de riguroso cuño experimental, que deschave que el recurso en cuestión es el ‘culpable’ exclusivo del cambio.

La tesis de Licenciatura de Marcela Mansilla cumplió satisfactoriamente con el primer encargo. Gracias a la misma, y ya licenciada, pudo ser sometida a un feroz interrogatorio por parte de su director. Que viene a ser un servidor. Pueden echarle luego una ojeada en Apéndice B si gustan.

La segunda exigencia que se cumplió simultáneamente y aquí tienen el resultado llevó un trajinar de más de tres años. Creo que valió la pena. (Las pruebas de la infamia las traigo en mi maleta y en el ApéndiceA ya mencionado).

Lo que prosigue entonces no es otra cosa que el reporte de esa investigación, atiborrado de esteroides, ampliado hasta el paroxismo, y empachado con todo eso que uno se guarda y nunca pone en los informes. Papeles que uno tira impunemente cuando ha zafado pero que a mí me dio no sé qué desprenderme de ellos.

El propósito explícito declarado, convicto y confeso, es hacer que los lectores se sientan igual de motivados para ir aplicando lo que se fue averiguando para terminar de una vez por todas con las tristes sábanas. O al menos tratar de hacerlo sin morir en el intento.

Puede que sea una deformación profesional pero un breve desvío permite a captar el contexto y aportar credibilidad de la propuesta.

Como docente de Metodología de la Investigación y de Epistemología me la he pasado años orientando a mis alumnos sobre cómo conseguir que no les tiren por la cabeza un informe de investigación elaborado trabajosamente con mucha dedicación.

Me toca irlos pateando por el camino desde tropezar intencionalmente con un problema interesante y digno de ser destripado hasta pretender publicar lo que salga. Con todo lo que va entremedio. Eso supone desarrollar una estrategia para recolectar la información pertinente; componer un informe de proyecto para que se lo aprueben y/o se lo financien; arrancar a acopiar lo que sirva procesar, evaluar e interpretar lo que se amontonó y, finalmente, comunicarlo y defenderlo de un modo decente.

En eso he fungido como un perito en el cómo precisamente. No es de extrañar entonces que a lo largo de esta investigación me haya perseguido de un modo persistente una sensación equivalente a la de un musicólogo que compone una sonata, o de un marchad que se puso a pintar un óleo, o un crítico literario que le da por escribir una novela.

Respetar la perspectiva científica es respetar la inteligencia del interlocutor. Exige exponer los fundamentos racionales de lo que uno propone y además aportar la evidencia empírica controlada para respaldarlos. Proceder intelectualmente de otro modo sería mero autoritarismo, algo similar a decir esto es así porque yo o algún otro figurón lo dice.

Uno no se larga de cabeza a averiguar lo que le interesa sino que empieza por reunir la información sobre los antecedentes del tema para explicar por qué uno cree que hay que investigar algo. Luego revisa los precedentes de investigaciones anteriores sobre el mismo problema. Y manda todo eso por la trituradora para dejar un jugo más o menos espeso. Y, al final, lo filtra hasta que muestre que la cosa tiene que ver con lo que uno quiere averiguar y que tiene la necesaria importancia.

También hay que dejar claro que no se está inventado la rueda. Aunque bueno, se puede hacer pero tomando la precaución de denominarlo replicación, procedimiento regular que sirve para acreditar que los investigadores anteriores estaban MFT, esto es, mingitando fuera del recipiente adecuado, expresión delicada pero indiscutiblemente apropiada para la cuestión enurética.

Toda investigación pretende rellenar un agujero de ignorancia que haya quedado expuesto entre antecedentes y precedentes. Lamentablemente los informes académicos serios reclaman una síntesis escrupulosa con la ingrata consecuencia de que se pierde mucho del sabor de la aventura.

Nosotros, aquí entre amigos, no tenemos porqué a privarnos de nada y podemos ir metiendo el resto de la carne al asador desde los chorizos hasta el costillar y el vacío.

Jodas metafóricas aparte, voy a ir relatando todo lo que averigüé y cómo hice, y contar lo que arrojó la investigación sin guardarme el material sobrante.

Hecha la aclaración metodológica de forma puedo irles adelantando que la cosa funcionó. Y cuando no lo hizo he tratado de averiguar porqué.

Sigo a partir de ahora la secuencia convencionalmente dispuesta de Título, autor, Abstract, introducción, método, resultados, conclusiones, discusión, referencias y apéndices.

Por el camino nos permitiremos las licencias literarias que nos venga en gana. Les va a sobrar tiempo mientras van aplicando lo que hace falta para que terminen de una vez por todas con las tristes sábanas húmedas.

Pero, eso sí, todo bien documentado. Porque de chantadas supuestamente académicas ya deben estar llenos.

Empecemos.

[4]PCMP, es un equivalente de la denominadaMBE,Medicina Basada en la Evidencia, salvo que para los psicólogos la palabra ‘evidencia’ no tiene el mismo sentido en inglés que en español, por lo cual preferimos usar ‘prueba’, y el enfoque está menos comprometido con la industria farmacéutica, como veremos más adelante.

3

Tal cual…

“Mearse en la cama es una verdadera mierda…”

Caso Nº 46

Posiblemente esa sea la expresión más sintética que fue capaz de exteriorizar un chico de doce años, uno de los pocos que alcanzó a superar la incomodidad de hablar espontáneamente de ‘eso’.

Porque la mayoría no quiere o no sabe cómo, o simplemente no espera nada de su esfuerzo para narrar lo que se siente cuando se amanece hundido en la humedad de las tristes sábanas.

Vale la pena ir un poco más despacio y tratar de entender primero. Justamente por eso pido humildemente un poco de aguante. Sin la elemental simpatía por el sufrimiento del niño resulta dudoso contar con la perseverancia necesaria para aplicar lo que propongo, un expediente surgido de la practica profesional, de la investigación, de la reflexión y de algo de sentido común.

Cuando digo simpatía no me refiero a ningún concepto psicológico especialmente profundo. Se trata de ponerse en los zapatos del otro e imaginar como se sentiría uno si le tocase lidiar con un pedazo de su cuerpo que no responde igual que el de los otros. A veces parece que algunos de los que tuvieron que padecerlo lo han olvidado.

Este ejercicio de meterse debajo de la piel, cerrar los ojos y suponer que yo soy el otro (en especial el niño) rodeado de su propio mundo y cursando su tiempo me lo enseñó alguien de quien leí un solo librito, hermoso y único.

Un maestro y médico, allá en Varsovia, de principios del siglo pasado (diablos, qué difícil resulta hablar de otro siglo como si fuera hace poco, de repente uno cae en la cuenta que ya va tirando a jovato). Un tipo que fue capaz de renegar de su fama de escritor y educador reconocido, elegir escoltar a sus niños hasta el campo de exterminio de Treblinka un 5 de agosto del año 1942 y compartir su suerte. Janusz Korczak, a él me refiero, escribió Si yo volviera a ser niño bastante antes de ese contexto tan especial.

El relato empieza con un maestro cansado que expresa su frustración por las dificultades de sus tareas diarias con la frase del título del libro. Cuando se va quedando dormido ve unas pequeñas figuritas con un candil sobre su almohada que de algún modo mágico le conceden su deseo.

Y el resto del libro, de una belleza inigualable, se desliza sobre las supuestas maravillas de volver a ser niño pero con todas sus miserias, desde el dolor del frío en los dedos y los empujones de los otros niños hasta la incomprensión de los mayores.

Ese ejercicio korczackiano es el que yo demando del lector antes de empezar. No necesito hablar de ‘construcción de la subjetividad’ o de exabruptos similares de los que abusa la jerga psicologista.

Sencillamente desafío a ejercitar la simpatía llana, bruta y elemental, para figurarse qué siente un niño que despierta todos los días frío y mojado, hostigado, humillado, amenazado, chantajeado, avergonzado, traicionado por su cuerpo, gritado, a veces golpeado, obligado a lavar sus humedades, acusado maliciosamente de quien sabe qué practicas vergonzosas y vergonzantes, interpretado, sospechado, medicado con basura que sólo sirve de ganancias a los laboratorios, victima de quien sabe que atrocidades folklóricas y/o, alternativa o simultáneamente, de procedimientos que nunca demostraron su confiabilidad ni su validez ni su eficacia y encuadrados en ‘teorías’ que mucho menos.

En suma, jodido y acallado por esas infames[5] sábanas húmedas. Tristes sábanas. Todos los llorosos días. Enfrentados a las jetas ya comprensivas, ya enojosas, ya burlonas de casi todos en la casa. Con terror y la fantasía de que algún compañerito le arme el cantito en el patio de la escuela ¡Se meeea en la caa-ma, se meea en la caa-maa!