Uvero - Rolando Castillo Montoya - E-Book
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Beschreibung

El combate gestado en Uvero, Sierra Maestra, el 28 de mayo de 1957 contra el puesto del ejército batistiano, resultó una de las acciones más brillantes y decisivas del Ejército Rebelde en esta etapa inicial de la Guerra de Liberación Nacional (1952-1958), que el Che calificara como "la victoria que marcó la mayoría de edad de nuestra guerrilla". Este libro consta de dos partes. La primera recoge las vivencias históricas de aquella acción y, la segunda, el papel desarrollado tras el triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959, por los Contingentes de Trabajo Comunista creados en el territorio oriental por el Partido y la UJC para enfrentar las continuas movilizaciones de pueblo hacia las tareas de la agricultura, en especial las de la zafra azucarera, cuyos integrantes: hombres y mujeres de la propia región, renuevan aguerridamente, formando parte del Contingente Combate de Uvero, las proezas de aquellos héroes y mártires comandados por Fidel.

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Veröffentlichungsjahr: 2023

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Edición y corrección: Lic. Natividad Alfaro Pena

Diseño de cubierta: Sergio Rodríguez Caballero

Composición digitalizada: Abel Sánchez Medina

Conversión a ebook: Madeline Martí del Sol

 

Primera edición, 1970

Segunda edición, 2020

 

©Herederos de Rolando Castillo Montoya y Rubén Castillo Ramos, 2020

© Sobre la presente edición:

Editorial Oriente, 2023

 

ISBN 9789591112613 

 

Instituto Cubano del Libro

Editorial Oriente

J. Castillo Duany no. 356

e/ Pío Rosado y Hartmann

Santiago de Cuba

[email protected]

editorialoriente.wordpress.com

www.facebook.com/editorialoriente.scu

 

Tabla de Contenido
Prólogo
PRIMERA PARTE. El combate de Uvero
Antecedentes
Relatos
“Almeida fue el alma del combate y el Che Guevara comenzó a destacarse allí como un guerrillero impetuoso”
Cuidando heridos
Documentos históricos referentes al combate de Uvero
Versión periodística de la época sobre el combate de Uvero
Semblanza biográfica de los mártires del combate de Uvero
Emiliano A. Díaz Fontaine, Nano
Julio Díaz González, Julito
Eligio Mendoza Díaz
Gustavo Adolfo Moll Leyva
Anselmo Vega Verdecia
Francisco Soto Hernández, El Policía
Emiliano Rigoberto Cilleros Marrero
SEGUNDA PARTE. Herencia de un combate
El embrión
Los primeros días
Así lo vio la prensa
La vida en el campamento
Relaciones humanas
Combatientes-maestros-alumnos
Fábrica sin techo: fragua de hombres
¡A la playa!
Un susto
Cantan los combatientes
En el esfuerzo decisivo
El pase
El Machete Mambí
No se trata de gusto...
Con “los hierros”, por si acaso
Crece el Partido
Comunicado
Otros documentos
Bibliografía

Prólogo

Después del triunfo de la rebelión y pasados los primeros años en que el movimiento revolucionario fue liquidando uno a uno los pilares políticos, económicos y sociales en que se sostenían la burguesía y el imperialismo, se comenzó a desplegar en nuestro país una verdadera fiebre de construcción económica en todas las ramas de la producción. A causa del incremento verdaderamente asombroso de algunas —como la agricultura, por ejemplo—, se iba necesitando cada vez más el concurso entusiasta de las amplias masas de trabajadores urbanos y de sectores que no intervenían de forma directa en este tipo de producción. Estas necesidades crecientes de fuerza de trabajo se manifestaban por distintas causas, entre ellas por el propio desarrollo económico que abría nuevas fuentes de trabajo a un ritmo acelerado y, también, porque las fuerzas tradicionales del trabajo agrícola, en un movimiento natural y perfectamente razonable —si se tiene en cuenta la brutal explotación a que estaban sometidas—, fueron desplazándose hacia otros sectores (al de la construcción, transporte, o la propia agricultura, pero optando por labores más técnicas) que garantizaban mejores condiciones de trabajo, por lo que disminuyó así la fuerza dedicada al trabajo manual, en la actualidad en acelerado proceso de erradicación, pero aún necesario e incluso fundamental en una considerable cantidad de actividades.

Por otro lado, comenzaron a sentarse planes que pusieron en producción enormes áreas de tierras no cultivadas que los latifundistas explotaban en forma irracional, ya fueran ganaderos o de otra clase. El desarrollo de estos planes creaba, en forma muy aguda, el problema de la fuerza de trabajo, pues, generalmente, en las grandes extensiones que ellos abarcaban, la densidad de la población era muy escasa y, por consiguiente, la disponibilidad de trabajadores era casi nula, con independencia de la calificación necesaria para las diferentes labores.

Esta situación se genera en los momentos cuando el país está convulsionado por el impetuoso proceso revolucionario que, al profundizarse, erradica y cambia estructuras obsoletas. Se produce entonces una solución hondamente revolucionaria, consistente en que los trabajadores, las amplias masas del pueblo, organizados y dirigidos por el Partido, se volcarían hacia aquellos lugares donde las necesidades de desarrollo así lo determinasen, para incorporarse a cualquier tarea que hiciera falta.

De esta manera nació el concepto actual de movilización, con su célula fundamental:el movilizado, ente especial producto neto de la Revolución, símbolo y realidad de un pueblo que por mantener en alto sus conquistas crecientes, está dispuesto a todos los sacrificios, y que se personifica con sus virtudes y defectos —cada vez más las primeras y menos los segundos— en cada uno de los hombres que durante todos estos años han puesto su fuerza y energía al servicio de la colectividad, sin más pago que esa noble satisfacción de cumplir con el deber de trabajadores que viven en una de las más gloriosas coyunturas históricas de nuestra patria.

En los primeros tiempos, las movilizaciones se dirigían, fundamentalmente, a los cortes de caña para las Zafras del Pueblo, por ser esta actividad en la que primero y con más fuerza se manifestó la falta de trabajadores tradicionales, y porque los planes de otros cultivos y de la propia caña no habían adquirido aún la envergadura e importancia que tienen hoy.

A partir de 1965 se comenzaron a perfilar, en unos casos y a ejecutar, en otros, planes de desarrollo agrícola de amplísimas miras —tanto por la extensión como por la aplicación masiva de la técnica— que pusieron a prueba la capacidad movilizadora de los organismos políticos, de masa y estatales.

Con estos planes, caracterizados por su extraordinario dinamismo, se planteó lograr a corto plazo enormes incrementos en la producción, únicamente limitados, por el momento, debido a las leyes biológicas del crecimiento de las plantas y los animales.

Conjuntamente con los planes fundamentales de la caña, la ganadería, el arroz, los cítricos o agrios, las hortalizas, las frutas, las viandas, etc., se hacían necesario otros planes también gigantescos que garantizaran la infraestructura y abarcaran diferentes ramas de trabajo: la construcción en general, hidráulica, viales, electrificación, plantas de transformación y otros.

Todo lo cual se llevaba a cabo utilizando —en gran parte— la fuerza de trabajo movilizada.

Durante los últimos años, y cada vez más, las movilizaciones han llevado sobre sí el peso fundamental del desarrollo económicodel país, sobre todo en las ramas agropecuarias y las disyuntivasderivadas de su crecimiento. De conjunto con esta expansión de los frentes de trabajo, creció vertiginosamente la necesidad de movilizar a decenas de miles de trabajadores, por períodos que iban desde días hasta meses, e incluso, en casos especiales, hasta años.

Para lograr la organización y funcionamiento de esta enorme masa de trabajadores, se aplicaron distintas maneras de agrupación, tomando casi siempre como modelo las estructuras de tipo militar.

Generalmente, estas agrupaciones de trabajadores se organizaron utilizando no solo la motivación ideológica, que significa de por sí contribuir al desarrollo económico del país al elevar la producción, sino que encerraban casi siempre un saludo, homenaje o recordación a los acontecimientos y fechas históricos, héroes y mártires de esa y otras épocas, cuyos ejemplos —individuales o colectivos— se han de imitar en las tareas cotidianas del trabajocreador. Así, los macheteros de hoy son Mambises del sigloxx, comoplanteara Fidel; y a los trabajadores movilizados en general se les llama Combatientes, considerando que es una verdadera batalla la que en todos los frentes de trabajo se libra contra el atraso y la miseria.

Es común darles a estas movilizaciones nombres tomados de la terminología militar, tales como: operaciones, columnas, divisiones, contingentes, compañías, brigadas, batallones, etcétera.

Además —aparte de lo beneficioso para la organización del trabajo—, utilizar las estructurasmilitares es también un motivo permanente para recordarnos que nuestro país está acechado de forma constante por el imperialismo yanqui, el que no desperdicia la oportunidad para descargar su zarpazo criminal y artero; y, de esta forma —aun en el trabajo pacífico y productivo—, estamos prácticamente organizados para el combate contra los enemigos de nuestra Revolución.

Este libro trata de uno de estos contingentes, formado por el Partido en la provincia de Oriente, en mayo de 1969.

Puesto que se formó en mayo —el día 25—, a solo tres días de la conmemoración del XII aniversario del combate que en 1957 libró nuestro glorioso —entonces naciente— Ejército Rebelde, en un pequeño poblado de la Sierra Maestra llamado Uvero, se le puso por nombreCombate de Uvero; y como se organizó contrabajadores de toda la provincia, militantes del Partido, de la UJC,trabajadores de avanzada, obreros ejemplares y trabajadores que tendrían la misión de realizar las tareas más difíciles en la agricultura, en cualquier circunstancia, se le tituló:Contingente de Trabajo Comunista. Así nació este aguerrido grupo de trabajadores, algunas de cuyas facetas, de los esfuerzos y logros de sus integrantes, pretende —en forma modesta— recoger y reflejar este texto.

El libro consta de dos partes. La primera contiene un valioso material histórico, integrado por informes, actas, relatos —algunos de ellos inéditos—, acerca de la preparación y ejecución del combate de Uvero, escritos por aquellos que fueron sus principales protagonistas: Fidel, Raúl, Almeida y el Che, así como la semblanza de los héroes caídos en aquella acción. La segunda está formada por una serie de estampas tomadas del vivir diario de los batallones que formaron el Contingente.

Dos momentos históricos, pero unidos por un mismo ideal.

Ayer: la gloria del combate por la libertad, por la Revolución. La sangre generosa derramada a raudales; la abnegación, el sacrificio cotidiano, el hambre y el frío, la muerte a ratos, por alcanzar el soñado propósito: la libertad e independencia definitivade la patria; hoy: otros hombres, pero que combaten con la misma firmeza y la misma abnegación por mantener el propósito logrado.

Ahora no es la sangre —aunque a veces se derrama—, sino el sudor. No hay hambre, pero sí frío, fango, lluvia, insectos que irritan la piel, sol quemante.

Es el mismo espíritu, la misma idea, la misma firmeza, vistos en dos circunstancias diferentes, separados por solo unos años y por un profundo cambio social producido. Aquel objetivo fue aplastar la dictadura a sangre y fuego. Este de hoy: construir la felicidad. Primero la sangre y después el sudor, y este sudor viene de aquella sangre. Es la historia de la patria, que se enlaza en sus hechos significativos: Martí inspiró el Moncada, la lucha; los mambises, a los guerrilleros de la Sierra. Todos ellos, los de hace poco, los de antes y los de mucho antes, andan en los hombres de hoy, venciendo con el fusil cuando el peligro apremia, o logrando, en asombrosas batallas productivas, grandiosas victorias.

El Contingente de Trabajo Comunista Combate de Uverofue organizado con la finalidad de contribuir a la siembra de caña en la región de Holguín; cañas que serían cortadas en la histórica Zafra de los 10 Millones. Esta tarea se cumplió venciendo extraordinarias dificultades; y esas cañas estaban casi listas para ser cortadas y convertirlas en azúcar.

Después de esa importante tarea, que se conjugó con otras no menos importantes de cultivo, limpia y fertilización, el Contingente tomó una nueva estructura y comenzó a sembrar cañas para ser cortadas en la zafra de 1971. En esos días de abril de 1970, se incorporó al corte para contribuir a la gran batalla nacional por los 10 millones.

Durante el año de su actividad, el Contingente despertó el respeto y la admiración de todos los que de una forma u otra estuvieron cerca de su trabajo. Sin embargo, valga la aclaración, no se debe pensar que estuvo formado por hombres especiales, meticulosamente escogidos entre miles. Nada de eso. Fueron hombres sencillos, de los cuales hay miles y millones en nuestro pueblo; trabajadores de un país en Revolución que, con disciplina y organización —no toda la que aún se puede lograr—, y más que nada, por la comprensión y voluntad con que enfrentaron sus tareas, alcanzaron éxitos considerables en la producción.

Mas no creamos que son los únicos, los mejores. Sería un error considerarlo así. Este libro recoge una pequeña parte de la vida de ese Contingente. De sus trabajadores, de losHombres del Uvero, como se les conoció en los lugares donde estuvieron, hablan las páginas del texto; pero cada ejemplo descrito aquí, cada actitud, cada expresión, cada muestra de abnegación, de voluntad revolucionaria, puede y debe multiplicarse —sin temor alguno— por cientos de miles, por millones que produce a diario nuestro pueblo; para que este libro no sea otra cosa que un sencillo y humilde homenaje a todos aquellos que han aceptado participar, por más o menos tiempo, en un lugar u otro del país, como movilizados en la dura construcción de esos años y, ante todo, a los hombres que un día, al dar sus preciosas vidas, hicieron posible las realidades de hoy y las que tendremos en el mañana cercano.

A unos y otros, que es como decir al pueblo, van dedicadas estas páginas.

PRIMERA PARTE. El combate de Uvero

Antecedentes

Los antecedentes de este importante combate sostenido entre las fuerzas del Ejército Rebelde, en forja entonces, y las tropas del ejército de la tiranía de Batista ubicadas en el cuartel de Uvero, en las estribaciones de la Sierra Maestra, debemos encontrarlos, en primer lugar, en el heroico ataque al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 y en el formidable alegato titulado “La Historia me absolverá”, pronunciado por el Dr. Fidel Castro; así como en la organización posterior del movimiento revolucionario, que permitió a este preparar desde el exilio en México la continuación de la lucha armada, que tendrá lugar a partir del 2 de diciembre de 1956, fecha en que los 82 expedicionarios del yate Granma desembarcaran en Las Coloradas, Belic, Niquero, Oriente; hecho este que, a su vez, estuvo precedido por el glorioso levantamiento armado en Santiago de Cuba el 30 de noviembre; y en segundo lugar, por los hechos posteriores vividos por el grupo de combatientes revolucionarios que quedaron en pie de lucha junto a Fidel, después de la sorpresa de Alegría de Pío, el 5 de diciembre de 1956.

En este sentido, se tendrá en cuenta que tras el desembarco —que según Juan Manuel Márquez fue un naufragio— tuvo lugar el fatal encuentro de Alegría de Pío, donde los soldados de la tiranía sorprendieron a los extenuados expedicionarios con el desastroso resultado de numerosas bajas y prisioneros hechos a los revolucionarios. Estos últimos, en casi su totalidad, fueron asesinados por la soldadesca. Los pocos que pudieron escapar al cerco tendido por el enemigo, quedaron disgregados durante varios días, en pequeños grupos, y algunos de ellos lograron llegar a la Sierra Maestra.

Posteriormente, el comandante Fidel Castro logró reunir a una docena de los expedicionarios, contando para ello con la valiosa ayuda de los campesinos y compañeros de la zona, como los comandantes Crescencio Pérez, Guillermo García y Manuel Fajardo, quienes, a su vez, estaban estrechamente vinculados con la compañera Celia Sánchez Manduley. Con ellos se creó el núcleo de lo que habría de llegar a ser el glorioso Ejército Rebelde.

Transcurridos un mes y días del encuentro de Alegría de Pío y contando con un pequeño grupo de combatientes, entre los que se hallaban algunos campesinos, Fidel toma la decisión de atacar por sorpresa la guarnición del cuartel de La Plata. El combate tuvo lugar el 17 de enero de 1957, y aunque los rebeldes únicamente disponían de 22 armas y muy poco parque, obtuvieron un fulminante triunfo que representó para el ejército de la tiranía siete bajas entre muertos y heridos, frente a ninguno por parte de los guerrilleros, quienes ocuparon algunas armas y un buen número de balas, que aumentaron el escaso parque de la guerrilla. Este fue el primer combate exitoso que libraron las fuerzas rebeldes en la Sierra Maestra.

Después del combate de La Plata, el naciente Ejército Rebelde habría de sostener nuevos encuentros con las tropas del régimen, como los de Arroyo del Infierno, Loma de Caracas y la sorpresa de Altos de Espinosa, en que la traición de un guía puso en grave peligro la existencia de la guerrilla, que por segunda vez se vio disgregada. No obstante, en estas acciones se fue templando el Ejército Rebelde.

A mediados de marzo y con posterioridad a la entrevista sostenida entre Fidel y Frank —el 17 y 19 de febrero de 1957— en plena Sierra Maestra, se incorporó a la guerrilla un contingente de unos cincuenta combatientes de las ciudades, enviados por Frank País. Con este importante refuerzo las tropas del Ejército Rebelde ascendían ya a más de ochenta hombres.