Víctima de su engaño - Sara Orwig - E-Book
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Víctima de su engaño E-Book

Sara Orwig

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Beschreibung

Entre el deseo y las mentiras Aquel despiadado multimillonario de Texas era su mayor rival en el mundo profesional, y Abby Taylor era consciente de que debería odiar todo lo relacionado con él. Pero por mucho que intentara olvidarlo, Nick Colton seguía protagonizando sus sueños más íntimos. Abby sospechaba que su sensual seducción tenía un lado oscuro, pero se sentía incapaz de controlar sus deseos cuando lo tenía cerca. Y su temor era que, cuando la traición de Nick llegara, la hiciera añicos para siempre.

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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2008 Sara Orwig. Todos los derechos reservados.

VÍCTIMA DE SU ENGAÑO, N.º 1642 - diciembre 2011

Título original: Seduced by the Enemy

Publicada originalmente por Silhouette® Books

Publicada en español en 2008

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-9010-143-8

Editor responsable: Luis Pugni

ePub: Publidisa

Capítulo Uno

Cuando Abby entró en la sala de juntas forrada de roble aquella mañana de sábado del mes de agosto, miró directamente a los electrificadores ojos color café de Nick Colton. Cuando su mirada se clavó en la suya, Abby se estremeció.

Alto, atractivo y sensual, Nick Colton era un despiadado rival de su padre y resultaba peligroso para el bienestar de Abby. Pero sus ojos de largas pestañas la mantenían hipnotizada aunque el sentido común le decía que rompiera el contacto visual. Sin dejar de mirarla, Nick Colton avanzó hacia ella. Se habían cruzado en otras reuniones, pero no se conocían formalmente. Ella siempre se había percatado de su presencia porque sobresalía en cualquier grupo de gente, y hoy no era una excepción.

Vestido con pantalones de algodón grueso y camisa azul marino, parecía listo para acudir a una fiesta informal, no a una reunión con constructores. Una ligera sonrisa le curvaba las comisuras de sus labios sensuales. Tenía aspecto relajado y todo su cuerpo exudaba confianza. Cuando se acercó a ella, a Abby se le aceleró el pulso.

–Por fin nos conocemos –dijo él con voz grave tendiéndole la mano–. Soy Nick Colton.

Su mano envolvió la de Abby con gesto cálido y firme.

–Yo soy Abby Taylor, y sé quién eres –respondió–. Estoy segura de que todos los que están en esta sala te reconocen. Tengo entendido que el camino de mi padre y el tuyo se han cruzado alguna vez en el mundo empresarial –añadió, consciente de que aquella frase tan inocua no definía el acérrimo antagonismo de ambos hombres.

–Sí, pero por desgracia, tú y yo no nos conocíamos hasta ahora –respondió Nick con dulzura mientras Abby retiraba la mano–. Tengo entendido que eres nuestro enlace con la prensa, así que trabajarás conmigo.

–Sí. Y tú estás al mando del grupo que comenzará a construir una casa. El trabajo de hoy será un cambio importante para ti.

Nick encogió sus anchos hombros.

–Hace mucho tiempo pasé más de un año en el mundo de la construcción. El trabajo que vamos a hacer hoy es por una magnífica causa.

–No esperaba que fueras de los que se ofrecen voluntarios para llevar a cabo labores solidarias en las que haya que dar el callo. Tendré que revisar la opinión que tengo de ti –dijo Abby, consciente de lo alto que era. Ella medía un metro ochenta, y solía ser igual o más alta que la mayoría de los hombres que conocía. Pero Nick debía de sobrepasar los dos metros de altura.

–Me gustaría descubrir más detalles de la opinión que tienes de mí –aseguró él. Y la electricidad que había entre ellos aumentó varios voltímetros.

–Eres un gran rival de mi padre, y no creo que desees escuchar mis opiniones sobre ti –respondió ella con ligereza.

Nick arqueó una ceja.

–Ahora me ha picado verdaderamente la curiosidad, y tengo que descubrir qué piensas de mí. Tengo la piel muy dura.

Abby se rió y a él le brillaron los ojos.

–Dudo mucho que tu ego tolere mis puntos de vista –aseguró.

–Mi autoestima es lo suficientemente poderosa como para soportar una descarga de críticas. Ponme a prueba y lo verás –la retó con un destello de impaciencia en la mirada–. Cuando hayamos terminado con este proyecto de construcción, sal a cenar conmigo esta noche. Una velada juntos me proporcionará tiempo para escuchar tu mordaz informe sobre mi carácter.

–¿Quieres hacer vida social con el enemigo? –preguntó Abby. Ya conoces el dicho: la curiosidad mató al gato.

–Tú y yo no podemos ser rivales –respondió él con suavidad–. Eso es algo que debo rectificar de inmediato, así que dame la oportunidad –su voz ronca resultaba tan sensual como el terciopelo, y como sus ojos oscuros y sus labios gruesos. Pelearse con él resultaba divertido, le añadía pimienta a una mañana que Abby esperaba fuera a ser aburrida. La invitación resultaba tentadora.

–Tardarías años en enmendarlo todo –le informó con brusquedad, sonriendo para disimular el veneno de sus palabras.

–Vaya, eso es todo un reto –respondió Nick bajando todavía más la voz–. Ahora tienes que aceptar y permitir que mejore la percepción que tienes de mí.

Abby sonrió, consideró la posibilidad y supo que, a pesar de las bromas, aquel hombre era un oponente que su padre detestaba. La oferta de Nick para salir a cenar era comparable con una proposición para ir a nadar con un tiburón. Debería negarse educadamente, pero la idea de salir con Nick la excitaba, porque le resultaba retador.

–Supongo que podría darte una oportunidad –respondió sin darle importancia al asunto.

–¿Una única oportunidad? –repitió él–. Entonces tendré que impresionarte… un reto más –aseguró en ese tono borroso que resultaba tan sensual como una caricia–. Estoy deseando que llegue esta noche. Necesitaré tu dirección –dijo sacando la Blackberry del bolsillo del pantalón.

Mientras hablaban, Abby era consciente de que había gente moviéndose a su alrededor y más personas que llegaban, pero lo que le rodeaba era una neblina y ella estaba únicamente concentrada en el hombre alto que tenía delante. Le quitó el teléfono y escribió en él la dirección de su apartamento y el código para poder atravesar la puerta. Luego le devolvió el aparato.

–Esta mañana tenemos que reunirnos para recibir instrucciones antes de que todo el mundo se dirija a cumplir con la tarea asignada –dijo–. Me han dicho que te has presentado voluntario para dirigir el grupo que comenzará la construcción de una casa nueva. Ed Bradford se ha ofrecido a estar al mando de los que repararán una antigua residencia. Yo voy a coordinar sus grupos con la prensa. Tienen pensando hacerte una breve entrevista sobre las labores solidarias y lo que vas a hacer hoy. Les concederás esa entrevista, ¿verdad? Los coordinadores de la organización están deseando conseguir el máximo de publicidad para este evento, que cuenta con los ejecutivos de elite de la ciudad como voluntarios.

–Por supuesto. Haré todo lo que tú me digas –aseguró Nick poniendo un énfasis seductor en la palabra «todo».

Ella sonrió.

–Me encanta oír eso –respondió con naturalidad aunque su comentario le provocó escalofríos–. La prensa puede reunirse primero contigo –Abby miró el reloj–. Deberías estar en tu localización y tener a tu gente trabajando a las diez de la mañana como muy tarde. ¿Te viene bien a las doce?

–A mediodía es perfecto. ¿Tienes la localización de la propiedad en la que vamos a construir? –preguntó.

–Sí. Tarrant Hitchman te hará la entrevista, tiene experiencia.

–¿Y tú vas a estar con él? –quiso saber Nick.

–Sí, por supuesto. Es parte de mi trabajo. Estaré allí, aunque entre bastidores.

–Mi fin de semana ha mejorado considerablemente –respondió Nick.

–No te emociones, Nick Colton. No te olvides de que somos enemigos.

–No tenemos por qué ser hostiles el uno con el otro. Incluso los países en guerra hacen tratados de paz. Veré qué puedo hacer esta noche para remediar esta desavenencia –le recordó.

–Te veré a las once en tu puesto –afirmó con decisión antes de marcharse. Un escalofrío le recorrió la espalda porque sabía que él la estaba mirando. No pudo resistirse a mirar hacia atrás, y cuando sus miradas se cruzaron se le volvió a acelerar el pulso.

Regañándose a sí misma por haberse dado la vuelta para mirarlo y alimentar así su vanidad, Abby trató de concentrarse en encontrar a Ed Bradford, pero le resultó imposible quitarse de la cabeza que tenía una cita para cenar con Nick Colton, el promotor inmobiliario de treinta y dos años multimillonario y odiado enemigo de su padre.

Aquella noche Nick la besaría, y la emoción hizo que le latiera con fuerza el corazón. ¿Cómo sería besarle? Desde aquel momento y hasta que llegó en coche al lugar donde se iba a levantar la construcción a las once para la entrevista de las doce, le resultó imposible quitarse a Nick de la cabeza.

Para su sorpresa, cuando llegó ya habían levantado la estructura. Nick estaba encima de una escalera dando martillazos. Se había quitado la camisa azul, que estaba atada en uno de los escalones inferiores. Llevaba puesto un casco. Bañados por el sol, los músculos de Nick se tensaban y se distendían y su piel tenía un brillo de sudor. Cuando Abby deslizó libremente la mirada por él, hasta sus vaqueros ajustados, contuvo la respiración. Alrededor de las estrechas caderas llevaba un cinturón de herramientas. En cuanto salió del coche, un hombre fornido de ojos azules y pantalones polvorientos se acercó a ella.

–¿Puedo ayudarte? –preguntó extendiendo la mano–. Soy Greg Bowder.

–Soy Abby Taylor, y he venido por la entrevista con Nick Colton.

–Estupendo. Venid conmigo todos y os conseguiré cascos –se giraron para esperar al equipo de cámaras y al periodista, y entonces Greg abrió camino hacia el trailer que servía como oficina temporal. Cuando todo el mundo tuvo puesto en la cabeza un casco amarillo, se dirigieron hacia Nick, que todavía estaba en la escalera concentrado en dar martillazos.

Greg silbó y Nick se detuvo para mirar alrededor. En cuanto vio a Abby sonrió, se secó el sudor de la nuca y bajó la escalera.

–Vaya, hola, Abby –dijo colocándose frente a ella.

–Hola, Nick –dijo Abby tratando de mantener la voz pausada–. Falta todavía una hora para la entrevista, pero queremos ir instalando todo. Nick, éste es Tarrant Hitchman.

–Encantado, Nick. Nos gustaría hacer la entrevista en la estructura de la parte de atrás –sugirió el periodista.

–Los mayores avances de la construcción están en este extremo, así que desde aquí tendrás un plano interesante –respondió Nick haciéndose cargo del equipo de cámaras–. Si te colocas aquí, la perspectiva es más amplia.

Sorprendida y al mismo tiempo divertida al comprobar que Nick había tomado el control de la situación, Abby se colocó unos metros más atrás. Observó cómo continuaba supervisando todo antes de dirigirse hacia ella. Se quitó el casco. Tenía el cabello oscuro pegado a la cabeza. Su aspecto resultaba desarreglado, sensual y provocador.

–Puedes sentarte en el trailer, tiene aire acondicionado –le sugirió deteniéndose un par de centímetros más cerca de lo que debería. Abby era plenamente consciente de su cuerpo, y luchó contra el deseo de volver a deslizar la mirada por su cuerpo.

–Estoy sorprendida por lo mucho que habéis avanzado esta mañana en la construcción. Me resulta difícil creer que vayas a dedicarle tres sábados a esta tarea.

–Hoy hemos tenido mucha ayuda –Nick se encogió de hombros.

–He oído esta mañana que has donado el terreno y los materiales para esta casa de caridad.

Nick sonrió y le rozó suavemente la clavícula.

–¿Por qué te extraña tanto que sea capaz de hacer algo por alguien?

–Tengo que admitir que tendré que cambiar mi opinión respecto a ti –Abby sonrió–. Tal vez no seas el despiadado y egocéntrico hombre de negocios que yo pensaba. Supongo que sabes que es una locura que vayamos a cenar juntos esta noche –añadió con cierto aire de misterio.

–Eso es lo que hace la vida interesante. Mantenerse alejado de lo aburrido y lo convencional. Dos enemigos disfrutando de una tregua fuera de horas de trabajo. Y hasta que llegue ese momento, si me disculpas, me refrescaré un poco para la entrevista.

Abby se despidió de él con la mano y lo vio marcharse a grandes zancadas. Nick se acercó a una botella de agua, la abrió y se la echó por encima. Las gotas brillaron bajo la luz del sol, proporcionándole un brillo especial a su cuerpo viril. Tras secarse con una toalla, volvió a ponerse su camisa azul marino y se dirigió al trailer. Cuando regresó tenía la camisa metida en el pantalón y el cabello peinado. La entrevista se desarrolló con completa normalidad. Nick parecía un profesional de la televisión, se mostraba relajado y seguro. Antes de que terminaran, Abby se subió al coche para dirigirse a la siguiente entrevista.

Era consciente de que su padre y Nick habían tenido encontronazos en los negocios, pero el odio de su padre hacia él resultaba tan irracional que se preguntó qué más habría de por medio. Tal vez no fuera nada. Su padre odiaba a sus competidores, y Abby sabía que Nick había ganado en muchas ocasiones. Era una generación más joven que su padre, pero su ascensión en el mundo inmobiliario había sido meteórica. Con eso bastaba para que su padre estuviera celoso.

Aquella tarde, mientras decidía qué ponerse, echó mano al teléfono para cancelar la velada con él. Su padre se pondría furioso si descubría que había salido con Nick. Y no tenía ningún futuro con él. Absolutamente ninguno. ¿Qué sentido tenía cenar con él? ¿Y si Nick le gustaba y él le pedía que volvieran a salir? Desechando la idea de cancelar la cita, volvió a cambiarse varias veces de ropa hasta que se puso un vestido negro sin mantas con el cuello de pico. Se calzó unas sandalias negras de tacón y se miró al espejo. Tenía el cabello castaño recogido en la cabeza. Sólo llevaba puesto el anillo de r ubíes y diamantes que había pertenecido a su madre. Miró el reloj y se dio cuenta de que Nick estaba a punto de llegar.

Como si le hubiera leído el pensamiento, sonó el timbre de la puerta. Cuando Abby abrió, lo vio allí con un traje gris marengo, corbata roja y camisa blanca. Estaba increíblemente guapo.

–Estás impresionante –dijo él a su vez mirándola con aprobación.

–Gracias –complacida con el piropo, Abby sonrió y dio un paso atrás–. Entra, agarraré mi bolso.

–Gracias. Me gustaría ver dónde vives –dijo entrando y cerrando la puerta tras él.

–Llevo aquí un año –comentó Abby entrando en la soleada estancia–. Éste es el salón.

–Te pega mucho –respondió él mirando atentamente a su alrededor.

–Lo siento, pero no creo que nos conozcamos lo suficiente como para que puedas considerar que un tipo de decoración se ajusta a mi personalidad –aseguró Abby con firmeza.

–Permítame que lo dude. Este salón es elegante, organizado y con muebles de buena calidad. Pero al mismo tiempo es acogedor, inolvidable –aseguró Nick con un tono ronco que indicaba que no estaba describiendo realmente el salón.

Ella se rió.

–¿Preparada para salir a cenar?

–Sí –respondió Abby dirigiéndose a la entrada y poniendo la alarma antes de salir con él–. He programado el vídeo para grabar tu entrevista y poder verla más tarde –aseguró mientras se dirigían al deportivo negro, uno de los más caros del mercado–. Bonito coche –observó.

–Me gustan las cosas rápidas –respondió Nick, también como si lo hiciera con doble sentido. Sostuvo la puerta del coche y Abby se deslizó en el lujoso asiento de cuero. Estaba acostumbrada a un estilo de vida confortable porque su padre siempre había sido un hombre de éxito, pero la riqueza de Nick superaba con creces la de su familia. Él se sentó tras el volante y luego encendió el motor.

–Ya has visto mi entrevista, ¿para qué la grabas?

–Quiero verla como la verían los demás. Imagino que habrá muchas mujeres que la graben también.

–Debes pensar que soy un mujeriego –dijo Nick sonriendo.

–No puedo ni contar las veces que he visto tu foto acompañado de alguna belleza. Razón de más para que me ande con cuidado esta noche. Creo que estás acostumbrado a romper corazones.

–¡Menuda imagen tienes de mí! Tendré que rectificarla.

Nick la llevó a un pequeño restaurante exclusivo situado en un paisaje de robles. El amplio vestíbulo contaba con profusión de plantas tropicales. Un maître de chaqueta blanca saludó a Nicky los guió por el interior apenas iluminado y en el que un pianista tocaba con suavidad. Para contribuir al ambiente romántico, había una inmensa fuente en el centro del comedor principal. En el centro de las mesas, cubiertas de manteles blancos, había floreros redondos de cristal con flores flotantes.

Un sumiller vestido de blanco vino a tomarles la orden y pidieron una botella de Sauvignon blanco.

–En interés de la paz –dijo Nick alegremente–, sugiero que esta noche evitemos hablar de nuestro pasado. Y también de asuntos de negocios.

–Eso nos deja pocos temas que tratar –sonrió Abby.

–En absoluto. Aficiones, amigos, el futuro, intereses… Podemos hablar de muchas cosas.

–De acuerdo. Pero si dejamos el trabajo fuera, yo no podré hablar del futuro. El mío está unido a la empresa para la que trabajo. Propiedades Taylor es mi vida.

–Seguro que una mujer tan guapa tiene más planes que estar en una oficina. ¡Sería una gran pérdida!

–Ah, yo creo que tú estás más liado con tus oficinas y tus adquisiciones de lo que quieres admitir. Yo trabajo para una única empresa. Pero bajo el nombre de Empresas Colton, tú posees negocios internacionales y propiedades. Estás en juntas directivas y manejas muchos asuntos. Para haber tenido tanto éxito, debes dedicarle la mayoría del tiempo a tus negocios. Y también estoy convencida de que estás tan entregada al trabajo como yo.

–Sabes más de mí que yo de ti. Tendré que ponerle remedio a eso.

Ella sacudió la cabeza y sonrió. En aquel momento llegó el sumiller con el Sauvignon blanco y lo abrió para que Nick le diera su aprobación. Cuando se hubo marchado, Nick alzó la copa para brindar.

–Por una larga amistad.

Abby se rió y entrechocó suavemente su copa con la de él.

–¡Imposible! Pero beberé de todas formas. Somos enemigos, ¿recuerdas? Aunque por ahora seamos amigos. Ojalá dure.

–Estoy trabajando en ello –aseguró Nick mirándola fijamente.

Para sorpresa de Abby, consiguieron saltarse cualquier otra conversación de trabajo o sobre su pasado. El camarero vino enseguida a tomarles la orden de la cena. Ambos pidieron lomo de ternera y siguieron hablando de sus aficiones. Nick era encantador, tal y como ella esperaba, y el tiempo transcurrió volando hasta que el camarero les sirvió la cena.

–Está delicioso –aseguró Abby tras el primer mordisco.

–Mi intención es que pases una velada maravillosa y estés feliz –dijo él sonriendo–. Quiero impresionarte.

–De hecho, mi impresión sobre ti ya ha cambiado. Eres encantador –aseguró, consciente de que podría añadir viril, sensual y otros adjetivos similares.

–Bueno, parece que voy por el buen camino contigo. A ver qué puedo hacer el resto de la velada.

–Yo no soy un proyecto –le hizo saber.

Cuando les sirvieron el postre, Nick se desabrochó la chaqueta y se sirvió un vaso de agua.

–Aquí no podemos bailar –dijo mirando a su alrededor–. Deja que te lleve a bailar.

La velada había sido de lo más excitante, y bailar con él le pareció una buena idea.

–Suena muy bien –respondió sonriéndole.

–Excelente –contestó Nick con la satisfacción reflejada en los ojos mientras se levantaba para rodear la mesa y retirarle la silla para que se levantara.

La siguió al exterior del restaurante y esperaron a que trajeran el coche de Nick.

–Ha sido una cena deliciosa –dijo Abby en cuanto se sentó en el asiento.

–Veamos si puedo conseguir que el resto de la velada sea todavía mejor –respondió él con alegría–. Me estabas hablando de tu viaje a Europa.

–Seguramente sea una menudencia para ti, pero yo sólo he estado una vez y me encantó, particularmente Roma –dijo mientras conversaba con él sobre su viaje. Finalmente se fijó en el lugar en el que se encontraban–. ¿Adónde vamos? –preguntó con brusquedad–. ¡Estamos en el aeropuerto!

Capítulo Dos

–Así es, y voy a llevarte a bailar. Tardaremos un poco en llegar, pero creo que el viaje vale la pena –dijo mientras acercaba el coche a un jet blanco.

–¡Un viaje! –exclamó Abby girándose en el asiento para mirarlo–. Tengo que saber dónde tienes pensado ir.

–Deja que te sorprenda –dijo Nick con naturalidad mientras apagaba el motor y se quitaba el cinturón.

–Nadie sabrá dónde estoy –respondió ella–. Eso no es muy inteligente. Somos prácticamente desconocidos.

–No es verdad y lo sabes. Aunque nos hayamos conocido hoy, me conoces desde hace al menos cinco o seis años. Sabes que crecí en Dallas, que tengo negocios allí y que son de fiar.

Ella negó con la cabeza y miró hacia el avión.

–No –aseguró con énfasis, preguntándose si alguna otra mujer le habría rechazado alguna vez–. Por muy encantador que seas, Nick, no voy a salir de Dallas contigo rumbo a un destino desconocido sin que nadie pueda contactar conmigo.

–No eres muy temeraria, ¿verdad? –observó él con tono divertido.

–En estos asuntos, cero –respondió Abby con firmeza.

–Toma –dijo Nick sacando su teléfono móvil–. Llama y dale a quien quieras el número para que puedan encontrarte durante la noche. Dile que vamos a aterrizar en Houston y nos dirigiremos hacia Galveston, donde está anclado mi yate.