Violencia de género - Iyamira Hernandez Pita - E-Book

Violencia de género E-Book

Iyamira Hernandez Pita

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Beschreibung

El libro ofrece una mirada desde la sociología hacia la violencia de género, con el objetivo de promover la reflexión frente a los impactos de las transformaciones que se despliegan en los escenarios globales, regionales y locales en relación con las diferentes manifestaciones de la violencia. Invita al lector a preocuparse por la magnitud de los daños que puede ocasionar vivir una relación bidireccional de violencia, que en ocasiones por desconocimiento, no percibimos su presencia, porque no somos concientes, enredándonos en su enorme telaraña y asumiendo roles de víctimas y victimarios que dañan nuestra integridad física, psicológica y social.

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Seitenzahl: 274

Veröffentlichungsjahr: 2016

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Edición base: Neyda Izquierdo Ramos

Edición para e-book: Lisel Mirella Bidart Cisneros

Diseño de cubierta e interior: Mirel González-Coya Castillo

Corrección: María Luisa Acosta Hernández y Neyda Izquierdo Ramos

Maquetación y diseño interior para e-book: Madeline Martí

© Iyamira Hernández Pita, 2014

© Sobre la presente edición:

Editorial Científico-Técnica, 2015

ISBN: 978-959-05-0803-5

Instituto Cubano del Libro

Editorial Científico-Técnica

Calle 14, no. 4104, entre 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba

[email protected]

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com
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Sobrevivir a la violencia

es como alejarse de un voraz

incendio que consume tu vida.

Y la definición de usted misma

está llena de detalles de cómo

empezó este fuego atroz, cómo

se esparció y el tiempo que usted

tardóen saltar a un lugar seguro.

A veces empieza con un cerillo

olvidado. Y antes de que se dé

cuenta del peligro, su vida está

envuelta en llamas.

Testimonio de una mujer violentada

A la memoria de mi madre,

cuya historia de vida

ha sido mi paradigma

para ser diferente.

Prólogo

Indignarse ante la violencia

Cuando realicé el primer acercamiento a este título, medejé llevar por la visión de quien colabora en la construcción de la Política Editorial del sistema del libro cubano,y pensé que me enfrentaba a una obra dirigida a especialistas del tema, sicólogos, sociólogos e interesados en ese complicado tema que es la violencia, máxime si es la violencia de género. Estaba absolutamente equivocado. Estamos ante un libro que le permitirá a cada lector reflexionar y ampliar sus concepciones sobre la violencia de género, en la familia y fuera de esta.

Y así me ocurrió en lo personal y también a amigos a quienes les entregué el primer manuscrito —aún sin pulir por su excelente editora— el cual nos atrapó de inmediato y nos hizo pensar en lo mucho que le resta a la sociedad cubana por luchar contra este flagelo.

A mediados de la década del noventa del pasado siglo, en el ensayo Tendencias previsibles del delito y la criminalidad para el año 2000, publicado en revistas especializadas, consideré, entre otras cosas, que en el siglo xxi nos enfrentaríamos al aumento de la peligrosidad del delito a partir de la creciente inclinación a la organización y agrupación criminal y al aumento de la violencia y de los delitos violentos. Curiosamente, también se planteó que la participación femenina se incrementaría, sobre todo en los delitos de “cuello blanco”, como se les denomina en el argot legal.

Pero en ese entonces no llevamos nuestro razonamiento a valorar el fenómeno de la violencia de género y los vacíos que nuestra legislación deja sin cubrir y que permite sean cubiertos por nuevas formas de violencia.

Hagámonos entender, la violencia se ejerce por acción y también por omisión, cuando se transgreden los derechos de otra persona, cuando no se atienden las necesidades de cariño y afecto de un/a niño/a; cuando se abandona a un anciano, o se violan sus espacios o no se les tiene en cuenta para tomar decisiones en la familia; o no se atienden las necesidades de las personas enfermas o discapacitadas; cuando un padre niega la pensión a su hijo o le niega el reconocimiento; o cuando una mujer maltratada no es atendida adecuadamente por las autoridades y deja la solución “al problema entre marido y mujer”; o cuando la legislación no tiene en cuenta como atenuante del delito cometido por la mujer contra su pareja el haber sido víctima durante un largo período de tiempo de la violencia ejercida en su contra de diferentes formas, incluyendo el maltrato físico y la violación.

La violencia implica la imposición del poder de quien la ejerce para regular la conducta de quien es objeto de dicha acción u omisión. La existencia de la violencia intrafamiliar y específicamente la de género es un fenómeno propio de los problemas de la sociedad. Esta, tradicionalmente, sus instituciones y su núcleo fundamental, la familia, transmiten patrones de comportamiento sobre el significado de ser hombre y mujer, en los que se incluye el dominio masculino sobre el femenino; esos patrones tienen un vínculo directo con la violencia intrafamiliar; desde considerar a la mujer como propiedad del hombre e incapaz de tomar decisiones, hasta someterla a relaciones sexuales sin su consentimiento. Pero también aflora en la forma de limitaciones para ejercer el derecho a trabajar, sobre la forma de vestir, con quién relacionarse, impedirle estudiar, practicar deportes o alguna de las formas del arte y la cultura; llega hasta el maltrato, el desprecio, amenazas, ofensas, humillaciones, burlas y la subvaloración en general.

El colosal cambio social, cultural, político y la tremenda búsqueda de la justicia que ha representado la Revolución Cubana en estos 50 años y algo más, queda muy en desventaja con los siglos de opresión, injusticia y violencia queconforman nuestra historia en formaciones económicas sociales anteriores. Somos una sociedad de tránsito que construyen mujeres y hombres provenientes de la más desigual esfera de las sociedades, a la cual le interesa sobre todo mantener la desigualdad y la opresión de clase, raza, género. La pobreza, marginalidad, desigualdades persisten en nuestro proyecto social por más que luchemos por eliminarlos con armas jurídicas, políticas, educativas, de conciencia; y junto con ellas la violencia intrafamiliar y de género.

La autora correctamente nos recuerda:

El contexto cubano muestra realidades diferentes, no existen conductas de feminicidio, ni misoginia, se promueve la igualdad y la equidad social, el derecho a la salud, la Seguridad Social y su representatividad en todos los escenarios sociales lo cual ha permitido en el curso de nuestra historia sociopolítica y cultural un desarrollo emancipador de la mujer cubana, lo que no equivale a decir que estemos despojados de un problema tan complejo y universal como lo es la violencia contra las mujeres.

Cuando decimos que la violencia de género se ejerce fuera del mundo intrafamiliar no debemos sonrojarnos, ya que violencia es la decisión del administrador que no acepta una mujer como trabajador porque si se embaraza tiene derecho a licencia de maternidad y la “pierde” durante un año entero (a pesar de que los hombres pueden compartir según la legislación vigente la licencia de maternidad con su pareja). O la del jefe que somete a acoso sexual a la joven trabajadora, y si esta no acepta sus requiebros, busca cualquier justificación para sacarla del trabajo.

Tales fenómenos ocurren en nuestra realidad, felizmente en pequeñas magnitudes, pero ocurren y reflejan formas de la violencia de género. También en esa realidad encontramos la lucha de la sociedad nueva por abrirse paso y los lastres que arrastra de las precedentes. Y es que la violencia es una conducta humana aprendida que se refuerza en la experiencia práctica cotidiana y se inserta en un contexto sociohistórico determinado. La violencia se gesta en la desigualdad —real o simbólica— y se genera en jerarquías de poder que ignoran los derechos y oportunidades de los otros.

Y entonces nos surge una pregunta: ¿Somos los cubanos violentos?

El ser humano es una construcción cultural y social, y si así es, la dignidad, el amor por el prójimo (muy de la cultura occidental y cristiana), la solidaridad, el humanismo (que nos viene desde Martí e inculcado por Fidel), el amor a la vida, el humor, la ingeniosidad, la bondad y la perspicacia son, entre otras, virtudes del cubano/a.

Ningún ser humano es biológicamente violento; los cubanos y las cubanas no somos per se violentos, a menos que seamos objeto de la injusticia o de acciones violentas o de ambas. Esta verdad se refleja en las estadísticas de la criminalidad. En la década del noventa, en medio de la etapa más cruda del llamado Periodo Especial, los asistentes a un evento internacional le preguntaban a la pequeñísima delegación cubana cómo era posible que los índices de criminalidad no se dispararan ante la crisis económica que enfrentaba el país; asombrados trataban de asimilar que ello era debido a la siembra de educación, cultura y conciencia realizada en los 30 años precedentes.

En esa fecha la cantidad de asesinatos promedio por años apenas rebasaba la centena en todo el país, lo que significaba unos 11 mensuales, y de ellos 85 % calificados como “delitos pasionales”. Estas cifras comparadas con lo que ocurría (y ocurre) en algunos países de América Latina que promedian, solo en la ciudad capital, los fines de semana por encima de los 60 asesinatos, dan una imagen real de la violencia en Cuba. Pero ello no niega que dolorosamente existe.

Y hay más, leyendo y revisando este libro comprendí que una buena cantidad de los “delitos pasionales” que llegan a asesinato en nuestra isla, son resultado de la violencia ejercida por las ahora mujeres victimarias, que durante años fueron las víctimas y por tanto son delitos que pudieron ser prevenidos con una participación más activa de los factores de la sociedad, incluyendo la ley y sus agentes.

Volviendo a la estructura del delito en Cuba, lo más común y cuantitativamente presente es la comisión de delitos no violentos, donde la astucia, el engaño y la apropiación, así sea por estafa o como resultado de “delitos de cuello blanco”, se llevan la primicia.

Sorprende al lector el análisis realizado por la autora a partir del criterio de una especialista:

En cuanto al marco legislativo, podemos referir que los especialistas cubanos vinculados a las ciencias jurídicas han tenido criterios diferentes, hay quienes se inclinan por la creación de un marco legislativo encaminado a la prevención y atención, de la violencia intrafamiliar, puede ser en el código de familia, con especificidades, hay otro conjunto de ellos que opinan, que no son necesarios estos cambios, que con lo que tenemos diseñado, nos basta, yo me inclino por el primer criterio, pienso que podemos tener hasta Tribunales especializados de Familia —por qué no— y diseñar un marco legislativo que ofrezca la posibilidad de un tratamiento especializado, esto para mí es un gran paso de avance quenosotros podemos dar con el fin de ofrecer un tratamiento especializado contra el maltrato no solo a la mujer maltratada sino a los ancianos, los niños y al hombre (I. Hernández; 2004; p. 48).

La realidad se impone; las sociedades no son fenómenos inamovibles y los basamentos jurídicos de las mismas deben ser sometidos a análisis para ser adaptados a los cambios de las nuevas condiciones sociales, culturales, políticas y económicas. Es por ello que nos sumamos al criterio de la autora sobre la creación de fundamentos jurídicos que protejan a los más desvalidos y objetos de violencia, que el maltrato y la violencia sistemática a la que fuera sometida una mujer que de víctima se convierte en victimaria de quien durante años la sometió y es ahora la víctima, sea considerada causa atenuante. Asimismo, que la creación de Tribunales o Salas de la Familia en los Tribunales Municipales y Provinciales coadyuven a la prevención de delitos más graves como el homicidio o el asesinato y se involucren con un cuerpo legal en la violencia intrafamiliar y de género.

Vuelvo sobre mis pasos; este libro le permitirá al lector reflexionar y asumir una postura de rechazo a la violencia, incluso esa, que silenciosamente nos rodea y que ataca directamente a la condición humana de la víctima.

Es preciso indignarse ante la tremenda injusticia que acompaña a la violencia de género, y es imprescindible ejercer acciones para detenerla.

Javier Salado Villacín

Octubre del 2014

Palabras de la autora

La violencia como forma de relación social y fenómeno universal que tiene sus especificidades en los espacios en que se produce, genera víctimas de las más disimiles características sociales, y ocasiona costos mortales y no mortales para la salud de las personas que la padecen, y de quienes le rodean.

Esta forma de relación tan antigua como la historia misma, cuyas expresiones pueden ser por acción u omisión, es el resultado de una sociedad que funciona con pautas de creencias y valores que colocan lo masculino como superior.

La ausencia de reconocimiento de este fenómeno es otro aspecto muy arraigado en la conciencia y la actitud patriarcal a escala social, que legitiman la jerarquía masculina, para ejercer el poder y la violencia. El poder del hombre ejercido, tanto en la sociedad como en la familia, da muestra de ello.

Desde mi práctica profesional vinculada con el tema, sentí la necesidad de utilizar esta vía para ofrecerles el análisis por separado de las experiencias de quienes sufren violencia a la luz de su posición en la familia, en respuesta a las construcciones sociales y mandatos de género incorporados mediante el aprendizaje sociocultural transmitido de generación en generación, que responde a cómo debemos ser hombres y mujeres en sociedad.

Evaluar la problemática de la violencia contra la mujer resulta imprescindible porque a pesar de haber estado presente a lo largo de la historia, solo ha sido reconocida como problema social en las últimas cuatro décadas. La década del setenta del pasado siglo fue un momento importante para romper el silencio y favorecer la visualización del problema con la creación de los movimientos feministas, de igual forma la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las Organizaciones no Gubernamentales (ONG) comienzan un trabajo continuo en beneficio de los derechos de las mujeres, especialmente en lo que respecta al ámbito de la salud.

En 1975, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclama la década de la mujer; 1980, en la II Conferencia Internacional del Decenio de la Naciones Unidas sobre la Mujer en Copenhague, se desmitifica la violencia como fenómeno del espacio privado; 1982, el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, Ginebra, declaró la violencia contra la mujer como un obstáculo para la paz y un fenómeno social; 1986, la Resolución del Consejo Económico y Social declara la violencia en la familia como una violación de los derechos de la mujer; 1991, la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la mujer crea un grupo de expertos para tratar estos temas; 1992, el Comité de Eliminación de la Discriminación Contra la Mujer, declara la violencia contra la mujer como una forma de discriminación de género; 1993, la II Conferencia Mundial de Derechos de Viena, declara la violencia contra las mujeres como una violación de los derechos humanos; 1994, la Conferencia Interamericana sobre Sociedad, Violencia y Salud, declara la violencia de género como un problema de salud pública y en 1995, en Pekín, la IV Conferencia de Naciones Unidas sobre las mujeres, definió que la violencia que se ejerce contra la mujer es un obstáculo para lograr los objetivos de igualdad, desarrollo y paz, y viola, menoscaba e impide el disfrute de los derechos humanos.

Los acontecimientos antes mencionados dan muestra de los importantes cambios producidos a nivel macrosocial alrededor de lo conceptualizado como femenino, generando en las mujeres como grupo social, desde diversos matices, una situación social que facilita el desmontaje de muchos mitos y estereotipos que han teñido la identidad de las mujeres construida culturalmente.

En Cuba, al igual que en otros países de América Latina, el reconocimiento repetido de la violencia como problema social, de salud y de derecho ha sido el resultado de un proceso de debate y análisis académico.

En un primer momento, el énfasis dado a la violencia doméstica la hace aparecer como un fenómeno aislado de otros tipos de violencia presentes en diversos contextos históricos y sociales. Sin embargo, la violencia de género debe considerarse como un fenómeno que irrumpe en todas las esferas sociales, y los ámbitos públicos y privados, por lo que se precisa estudiar sus interconexiones, sus formas de conceptualización, las intervenciones, esquemas legales y políticas públicas, con el fin de lograr una mejor comprensión de sus manifestaciones y la magnitud de sus costos.

Sobre estos enfoques, las ciencias sociales ya están dando cuenta, pero su análisis solo podrá ser completo si incluyen la perspectiva de género; el género es social y cultural, y es, por tanto, un instrumentoútil de análisis de las relaciones sociales; su inclusión ayudará a reconstruir significados, y combatir la diferencia de hombres y mujeres en el orden económico, cultural, social, religioso, científico y político.

Ahora bien el papel que ha jugado la mujer en la sociedad no ha sido así de absoluto, su imagen no solo ha estado vinculada con la criatura acomodada al tutelaje masculino o a la siempre anónima sombra de la casa, inmovilizada por las costumbres y estereotipos de la época en cuanto a ser hombre o mujer, de la ética de género, la mentalidad retrógrada de sus congéneres y la débil autoestima de muchas, que han disfrutado de una relativa autonomía; pues el rol femenino ha estado presente en funciones aglutinadoras y no pocas veces rectoras, sus intervenciones en las guerras como activistas patrióticas, en labor operativa, aglutinante y organizadora o crear los clubes revolucionarios, por ejemplo, además de su intervención paulatina en la esfera laboral y cultural, así lo demuestran; socialización que les ofrece una dimensión diferente de sus responsabilidades caseras, únicamente no han sido las señoras limitadas solo a la procreación y a la atención del esposo.

No obstante, millones de niñas y mujeres son víctimas de violencia y sufren las consecuencias del maltrato debido a la discriminación de género y a su condición de desigualdad en la sociedad.

La violencia contra las mujeres ocurre en todos los países, en todos los grupos sociales, culturales, económicos y religiosos. En el ámbito de la sociedad esta problemática es más común en culturas donde los roles de género están muy definidos y se hacen respetar de manera estricta; donde la masculinidad está asociada íntimamente con una actitud agresiva, al honor o la autoridad, donde se acepta que se castiguen mujeres y niños, y la violencia es una manera estándar de resolver conflictos.

Las siguientes estadísticas, seleccionadas de un Informe de las Naciones Unidas publicado en el año 2011, demuestran su prevalencia:

– En la población asiática se calcula que existen casi 134 millones de mujeres menos como consecuencia del aborto, infanticidio o abandono.– Dos tercios de la población mundial con menos de cuatro años de escolaridad son mujeres y niñas.– Más de 2600 millones de mujeres viven en países donde no está penado que el esposo las viole.– En los países en vías de desarrollo, cada dos minutos aproximadamente muere una mujer durante el embarazo o el parto por falta de atención médica básica.– Aunque las mujeres cultivan más de la mitad de los productos del mundo, en muchos lugares no se les permite tener tierras en propiedad ni heredarlas.

Cuba puede mostrar estadísticas que reflejan realidades bien diferentes a las que viven la mayoría de las mujeres en el mundo de hoy, en áreas como la salud, la educación, la cultura, la ciencia, la tecnología, el deporte, con representatividad en todas las esferas del quehacer nacional. Hoy podemos afirmar que las mujeres cubanas bajo un proyecto de equidad democratizador, participan activa y permanentemente en la vida política, económica y social del país, siendo a la vez protagonistas, agentes de cambio y beneficiarias de cada uno de los programas que se desarrollan.

Esta realidad social, unida al ínfimo índice de denuncias frente a las autoridades policiales por violencia, que genera un subresgistro importante de la representatividad de este fenómeno, son algunos factores que han incidido en la frecuente aseveración de que en Cuba no existe violencia dirigida contra las mujeres, especialmente si se compara con las cifras antes referidas de América Latina y el Caribe.

El acceso de las mujeres a todos los bienes y recursos, el pleno derecho a la autonomía —proporcionado por los altos niveles de educación y participación social— son, sin dudas, factores que contribuyeron a enmascarar la necesidad de colocar a la violencia contra la mujer como objeto de estudio durante las primeras décadas revolucionarias, además de impedir que se integrase como tema de estudio en los currículos de diversas carreras como la medicina y profesiones afines, el derecho, la educación, entre otras.

A pesar de todos los espacios alcanzados por la mujer cubana, la violencia no queda exenta de nuestro escenario, porque aún se observan actitudes de viraje al entorno privado, la representación en diferentes productos comunicativos de la mujer como objeto del deseo y comportamientos de subordinación y sometimiento a la figura masculina dan muestras de ello, aún persiste la cultura patrialcal androcéntrica cuyo sustrato es el ejercicio del poder masculino y se ha constatado por los estudiosos del tema que para subvertirlo no es suficiente un cambio desde las estructuras político-sociales, se necesitaredimensionar la función social de la educación para legitimar en las mentalidades, representaciones sociales, esquemas, identidades, rasgos de personalidad que respondan a una equidad de género.

El libro ofrece una mirada desde la sociología hacia la violencia de género, con el objetivo de promover la reflexión frente a los impactos de las transformaciones que se despliegan en los escenarios globales, regionales y locales en relación con las diferentes manifestaciones de la violencia. Invita al lector a preocuparse por la magnitud de los daños que puede ocasionar vivir una relación bidireccional de violencia, que en ocasiones por desconocimiento, no percibimos su presencia, porque no somos conscientes, enredándonos en su enorme telaraña, y asumiendo roles de víctimas y victimarios que dañan nuestra integridad física, psicológica y social.

Incita a pensar en cómo al no tener conciencia social de un problema este dificulta inmensamente su reconocimiento por parte de los ciudadanos y de las instituciones sociales en que estamos insertados, debilitando así la posibilidad de utilizar todas las potencialidades que posee una institución social como red de apoyo para el afrontamiento y la contención de la violencia e impedir que sus manifestaciones alcancen a atentar contra la vida de cualquier persona, dañando su integridad física y convirtiéndose en un delito de homicidio o asesinato como expresión máxima de estos comportamientos.

El contenido de los testimonios que acá se ofrecen ejemplificancómo se teje, socioculturalmente, el aprendizaje de los comportamientos violentos, expresados en el cómo nos enseñan a vivir en pareja, a distribuir los roles domésticos, lacerando la legítima autonomía en la expresión del ser hombre y mujer, que nos teje la trampa y nos conduce hacia el peligroso camino de la víctima y el victimario, hasta entrar en una relación de sobrevivencia que sin ayuda oportuna para establecer rutas de escape para las víctimas o tratamiento preventivo para los agresores, coloca a estas personas en el escenario del delito, por la manera en que resolucionan el conflicto, que no los exonera de culpa alguna, pero sí nos permite pensar, en el qué hacer y en el cómo hacer para evitar que personas con una historia de violencia oculta, sistemática y esparcida en el tiempo, se conviertan de la noche a la mañana de víctimas en victimarios. He aquí la importancia de que hombres y mujeres aprendan a vivir con enfoque de género, siendo conscientes de la necesidad de la existencia y la práctica de las relaciones sociales, del respeto hacia los otros y hacia uno mismo, la equidad, la comunicación, el autodesarrollo y la autonomía.

Todo lo que hasta aquí ha sido expuesto, responde a todo mi quehacer investigativo relacionado con el tema, desde el año 2004 hasta la actualidad. Les confieso que es una temática que me apasiona desde que por vez primera escuché a la excelente académica y experta en estos temas la doctora Clotilde Proveyer, quien desde la década del setenta del pasado siglo defiende el enfoque de prestar atención a esta problemática y proporcionar cuidado a las víctimas, y a las tantas mujeres necesitadas, que al igual que algunos hombres, requieren de nuestra ayuda como forma de sensibilización y toma de conciencia para dar respuesta a la urgente necesidad de cambio, hallar un espacio para sus denuncias y encontrarse.

¿Por qué la violencia contra la mujer?

Proceso de socialización y construcción de género

Las niñas deben saber lo mismo que los niños.

José Martí

La sociología como ciencia estudia la estructura y el funcionamiento de las sociedades humanas, también las relaciones sociales en los procesos de interacción y las desigualdades sociales que la atraviesan y generan conflictos, y la estratificación social. Teniendo en cuenta este objeto de estudio podemos clasificar a los procesos de socialización que tienen lugar en la sociedad como claves importantes para el análisis de la realidad social.

El hombre como ser social, el individuo como actor social es un producto de los procesos de socialización mediante los cuales construyen su identidad personal y colectiva, incorporan símbolos, valores y significados que facilitan su conocimiento y los dota de habilidades para tener una relación interactiva con el medio en correspondencia con un determinado orden social.

Si la Sociología ostentara un núcleo fuerte, uno de los componentes de la envoltura de ese núcleo serían los procesos de socialización que tienen lugar en la sociedad. Mediante la socialización, los individuos no solo aprenden los valores, las normas y las habilidades de su cultura, sino también adquieren un sentido de quiénes son y a dónde pertenecen.

En las obras de los clásicos y de autores contemporáneos no clásicos de la Sociología (salvando las diferencias), todos coinciden en entender la socialización como un proceso que dura toda la vida, algunos lo diferencian por etapas, toman en cuenta diferentes agentes de socialización y vinculan con este otros conceptos.

En elDiccionario de Sociologíade Salvador Giner, se habla por ejemplo de socialización, socialización anticipatoria y socialización política. Peter Berger y Thomas Luckmann hacen hincapié en una socialización primaria.

EnProblemas de teoría social contemporánea, Emilio Lamo de Espinosa, habla de una socialización de la moral.

La evolución del concepto de teoría social contemporánea en el sentido dialéctico del término marxista otorga un papel preponderante al complejo sistema de las relaciones sociales, mientras más en cuenta se tome en las definiciones dicho papel, haciendo al hombre objeto y sujeto de estas relaciones, mejor elaborado y más acabado. El paradigma marxista es el que mejor recoge el carácter activo del sujeto, radica en la concepción de este como sujeto productor de la vida material-espiritual, de las relaciones y de sí mismo, reproductora constante de su condición de sujeto activo insertado en un marco sociocultural concreto.

Para Durkeim, socialización es sinónimo de educación y señala:

La educación consiste en una socialización metódica de la generación joven. En cada uno de nosotros puede decirse que dos seres que no siendo inseparables sino por abstracción, no dejan de ser distintos. El uno está hecho de todos los estados mentales que refieren únicamente a nosotros mismos y a los procesos de nuestra vida personal, es lo que podría llamarse el ser individual. El otro es un sistema de ideas, de sentimientos y de hábitos que expresan en nosotros, no nuestra personalidad, sino un grupo, o los diferentesde los cuales formamos parte, tales son las creencias religiosas, y las prácticas morales, las tradiciones nacionales o profesionales, las opiniones colectivas de todo género. Su conjunto forma el ser social. Constituir este ser en cada uno de nosotros, tal es el fin de la educación (E. Durkheim, 1997; p. 71).

Sobre este aspecto Musgrave (1988; p. 128) planteó que la socialización es la educación en el sentido más amplio: el proceso mediante el cual se adquiere un sentido de identidad personal y se aprende lo que las personas creen de la cultura circundante y cómo esperan ellos que uno se comporte. Con la socialización un infante se transforma gradualmente en un miembro de la sociedad más conocedor y más o menos cooperativo.

Emilio Lamo plantea que es “…el proceso por el cual el individuo en desarrollo se adapta a los requerimientos de la sociedad en que vive. La socialización está estrechamente ligada al aprendizaje y a la formación de la personalidad ya que se realiza durante todo el proceso evolutivo”(E. L. Espinosa de Espinosa, 1998; p. 695).

Para Parsons socialización es el:

…aprendizaje de las pautas de orientación en los roles sociales[…]. El proceso de aprendizaje de los roles estáen estrecha vinculación con el proceso de socialización, se legitiman a través de la socialización lo cual permite su internalización en los individuos por los conductos institucionales (familia, escuela, etc.). En el proceso de socialización los individuos aprenden tanto las habilidades necesarias para el ejercicio profesional futuro, orden instrumental, como los valores sociales consensuados que garantizan la integración social, orden expresivo. El aspecto moral normativo de la socialización, especialmente en la educación primaria, es el más destacado y constituye un criterio de evaluación del rendimiento que se mezcla e incluso predomina sobre la asimilación de conocimientos (T. Parsons, 1966; p. 113).

Berger y Lukmann refieren que:

…es el proceso ontogenético por el que el individuo internaliza la sociedad, el mundo social en torno aél. La socialización dura toda la vida […]. Es la inducción amplia y coherente de un individuo en el mundo objetivo de una sociedad o en un sector de él. La socialización primaria es la primera por la que el individuo atraviesa en la niñez, por medio de ella se convierte en miembro de la sociedad. La socialización secundaria es cualquier proceso posterior que induce al individuo ya socializado a nuevos sectores del mundo objetivo de su sociedad […]. La formación dentro de la conciencia del otro generalizado señala una fase decisiva dentro de la socialización. Implica la internalización de la sociedad en cuanto tal y de la realidad objetiva en ella establecida y al mismo tiempo, el establecimiento subjetivo de una identidad coherente y continua. La sociedad, la identidad y larealidad se cristalizan subjetivamente en el mismoproceso de internalización. Esta cristalización se corresponde con la internalización del lenguaje. Por razones evidentes […], este constituye el contenido más importante de la socialización (Berger y Luckmann, 2001; p. 6).

Hemos atravesado por los matices teóricos de autores que trabajaron el concepto de socialización. Debemos esclarecer que a pesar de no haber incluido el paradigma marxista en nuestro recorrido, Marx estuvo consciente de la capacidad tanto creadora como transformadora del sujeto, pero lo entiende en un sentido más amplio; para él la relación que existe entre el individuo (sujeto) y el objeto creado por el sujeto, es una relación tanto dialéctica como compleja, donde la subjetividad del actor social va a estar plasmada en el objeto, este como la producción del sujeto va a llevar implícita la huella de subjetividad que el mismo le imprime mediante su actividad, condicionada por un sistema de relaciones sociales en las que el individuo se encuentra inmerso, tenemos aquí, al medio social relacionado con el individuo de forma dialéctica de modo tal que el hombre con su producción construye su entorno a la vez que dicta condicionantes sociales que marcan su construcción. Para Marx el objeto es todo un sistema de relaciones sociales en un sentido macro donde da un papel primordialal conflicto y a la subversión del orden social (F. Engels y C. Marx, s/a; p. 526).

La socialización como base sobre la que puede tejerse tanto el orden como el conflicto, tanto la subjetividad en términos de sentimientos, como la pretendida objetividad factual, práctica, como pilar desde la cual puede hablarse de una sociedad por encima del individuo que constantemente lo está socializando y a la vez podemos hablar de individuos que crean, que construyen desde lo social.

En la actualidad, la socialización desde un punto de vista sociológico es concebida como capacidad transformadora del ser social a lo largo del ciclo de vida, resaltando su carácter de proceso, su determinación social, su relación intrínseca con el medio social como uno de los determinantes del desarrollo de la personalidad y de la identidad dentro del entramado social, su función educativa del análisis interno y externo del contexto social, haciéndolo funcionar como un todo.

El concepto de socialización ha evolucionado a través de los diferentes paradigmas de la concepción de un hombre pasivo rodeado por la realidad circundante hacia el individuo, que como actor social transforma la realidad y aparece como sociedad cuestionada producto y productora del individuo mismo.

Desde el análisis de todas estas concepciones alrededor del concepto de socialización podemos referir que es precisamente el proceso por el que un individuo se hace persona social, incorporando a su individualidad las formas de vida (pautas sociales, símbolos, expectativas culturales, sentimientos), bien de un grupo social determinado, bien de toda la sociedad global, incorporación que le permite proceder y actuar de manera conveniente y más o menos ajustada a las exigencias de este grupo o esta sociedad, e intervenir activamente en los procesos de innovación y cambio de la sociedad.

La socialización en cada uno de los autores presentados ha sido percibida como proceso, o sea, como algo que se comporta de forma dinámica, que no se refiere a un momento sino a varios momentos (fases), que presentan cierto desarrollo, que señalan un decursar al interior de sí mismo, que se componen de mutaciones, cambios por parte del actor, que necesitan de vínculos para objetivarse, de agentes, que vuelven sobre síy son inacabados, que va perfeccionándose y que entraña una concepción dialéctica.

Ha sido comprendida desde la perspectiva de la interrelación entre grupos sociales o dentro de determinado grupo social o ambas, permeada, además, de una determinación social de la cual le es imposible separarse, ya que no se puede dar al margen de lo social, de las estructuras sociales. Vista en estrecho vínculo con la cultura como toda creación social, en su papel de posibilitar la internalización de normas, valores,